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INTRODUCCIÓN

EL DESPERTAR DE LA VOZ FEMENINA

Las nuevas generaciones tienen

menos estigmas (…) ocupar altas

posiciones no es un privilegio que se

gana o se exige, sino que se construye

y se acepta por ambos lados

ADRIANA MUÑOZ GONZÁLEZ

Project Manager para la VP global

de Tecnología y Operaciones de Cemex

Generación: Medex[1] Monterrey 2013-2015

La víspera de la Navidad de 1952, en la Cámara de Senadores se debatía la propuesta del recién llegado presidente, Adolfo Ruiz Cortines, para otorgarle a la mujer el derecho a votar y ser votada a escala municipal, estatal y federal. La Cámara de Diputados había aprobado la iniciativa y ahora correspondía a los senadores discutir la viabilidad de la propuesta.

En las discusiones había posturas de todos los tonos: paternalistas, permisionistas, quienes justificaban la acción o, de plano, la negaban. En el entorno se respiraba un cierto aire de sospecha y temor ante la propuesta de algunos cuantos senadores de darle a la mujer un lugar en la vida pública a través del voto.

Según una recopilación de Raúl Trejo Delarbre (2003), un viejo político aguascalentense, Aquiles Elorduy, se refería al papel de la mujer mexicana de aquella época en estos términos:

La mujer mexicana, la madre mexicana es la que forma el corazón del niño, es la que educa su espíritu, es la que le imparte su religión, y eso es una gran cosa en una sociedad. El hombre no tiene esas misiones en el hogar ni puede tenerlas, porque sus ocupaciones públicas le impiden dedicar su tiempo a estas cuestiones.

Tienen que concurrir a los mítines, tienen que estar en las discusiones sobre puntos políticos, tienen que leer todas las cuestiones políticas, tienen que empaparse de la historia política. Todo esto forzosamente las distrae de las ocupaciones hogareñas. Tengo miedo, tengo miedo, tengo pavor; tengo nietas que adoro y que considero están en un peligro inminente dentro de la liviandad que actualmente reina en la sociedad mexicana.

El miedo era latente y real: las mujeres iban a votar, a participar en la vida pública y a “descuidar el hogar”. Sí, corrían los inicios de los años cincuenta y la sociedad mexicana, tal como la conocíamos, estaba a punto de transformarse.

PARTEAGUAS PARA LA INCLUSIÓN

No solo en México ocurrían cambios. El mundo entero comenzó una transformación que abarcó varias décadas. A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos trazó un nuevo futuro para los afroamericanos, liderados por Martin Luther King.

Esta contienda racial despertó la voz de una población marginada y oprimida, y también abrió la brecha para el movimiento feminista.

Después de una revolución social que reclamaba el trato justo e igualitario de derechos civiles, sin importar el color de piel o la raza, el Congreso de Estados Unidos de América aprobó la petición: la Ley de Derechos Civiles fue decretada en 1964 y prohibió la discriminación por raza, color de piel, religión, sexo o nacionalidad, así como la segregación racial en lugares públicos.

La ley fue un parteaguas para las mujeres que buscaban mayor participación social, política y laboral, pero no tenían las herramientas legales que respaldaran su lucha activista.

Una de las críticas constantes de este movimiento eran las funciones limitadas que las mujeres habían adoptado durante décadas: matrimonio y crianza de los hijos. Por ello, comenzaron su búsqueda de nuevos cometidos sociales, mayores responsabilidades y un trato justo y equitativo en su relación con los hombres.

La historia de México y Latinoamérica en el tema de las luchas sociales por una mayor igualdad y equidad difiere mucho de la de Estados Unidos, país que otorgó el voto a la mujer 30 años antes que los países de la región.

En México, la demanda por el sufragio femenino se materializó en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el 17 de octubre de 1953, durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines. Dos años más tarde, en las elecciones del 3 de julio de 1955, la mujer mexicana ejerció su derecho al voto en las elecciones federales.[2]

Tabla 1. Democratización tardía Países latinoamericanos con sufragio femenino y año de aceptación

PAÍSAÑO
Uruguay1927
Ecuador1929
Ecuador1932
Guatemala1946
Venezuela1946
Argentina1947
Chile1949
Costa Rica1949
México1953
Colombia1957

El retraso político y cultural en temas de inclusión de la mujer que enfrenta México refleja una sociedad y una cultura que se resisten a transformar los estereotipos tradicionales de la mujer y del hombre que la cultura asigna a los miembros de una sociedad, y que desde tiempos inmemoriales se imponen con el fin de que asuman como propia la imagen mental que deberían tener de sí mismos (Llanes, 2010).

En el México del siglo XXI, los límites siguen latentes y conforman la realidad de la mujer en el ámbito laboral, su acceso a puestos de Alta Dirección y toma de decisiones.

La tradición cultural de designar funciones específicas determinadas por sexo y género de las personas proviene de eras primitivas, cuando se pensaba que la fisionomía del ser humano lo condicionaba a ciertas actividades.

Durante muchos años se han atribuido rasgos estereotipados a cada uno de los sexos. Por mencionar un ejemplo, entre los rasgos masculinos se encuentra la agresividad, la fuerza lógica, la actividad, la decisión, la ambición y el dominio.

Así quedó consagrada la idea de que el hombre era, por naturaleza, proveedor, protector y cazador, mientras que la mujer poseía un instinto maternal y vulnerable que la confinaba a labores domésticas, de crianza, educación y cuidado de dependientes (Aparisi, 2011).

A la mujer, por su parte, se le asignan atributos como ternura, compasión, dependencia, emotividad, sumisión e indecisión. Con el conjunto de estos rasgos se construyó el icono de lo masculino y lo femenino, que se transmitió de generación en generación, estableciendo una diferencia artificial entre el varón y la mujer (Llanes, 2010).

Estos estereotipos limitan y reducen la acción de toda persona en la vida familiar, política, social, económica y cultural; y poco a poco se convierten en paradigmas: en papeles o modelos a seguir.

La relación hombre-mujer ha evolucionado a la par del mundo. El surgimiento de nuevas corrientes filosóficas que analizan la evolución de este binomio en el ámbito económico, político y social, permiten una mayor comprensión de los arquetipos y paradigmas arraigados los últimos 50 años en la cultura mexicana y en sus empresas, tanto en México como en Latinoamérica.

NOTAS

[1] El IPADE, a través de su misión de formar líderes con perspectiva global, promueve los programas de Alta Dirección, AD-2, AD y D1, que ofrecen a los participantes la posibilidad de perfeccionar sus habilidades directivas a través del Método de Caso que, mediante su práctica intensiva, los motiva a desarrollar sus cualidades para tomar decisiones atinadas, ejercitar su flexibilidad y amplitud de criterio, así como constituir la firmeza de carácter que debe acompañar a toda acción directiva (www.ipade.mx).

Asimismo, el IPADE tiene dos programas de maestrías, el full-time MBA, máster en Dirección de Empresas (MEDE), dirigido a jóvenes con alto potencial, que ofrece formación académica y humana orientada a aumentar sus habilidades para lograr posiciones de liderazgo a corto plazo y el executive MBA, máster en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia (Medex), es un catalizador de la carrera directiva que reafirma la confianza en las habilidades para la toma de decisiones y perfecciona las competencias que se requieren para asumir responsabilidades de mayor rango (www.ipade.mx).

[2] Nueva Zelanda fue uno de los primeros países en aceptar el voto de mujeres en 1893. Arabia Saudita fue el último país en otorgar el voto a las mujeres, en 2011.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aparisi Miralles, A. (2011). Persona y género. Universidad de Navarra: Thompson Reuters.

Llanes, I. (2010). Del sexo al género. La nueva revolución social. Universidad de Navarra: EUNSA.

Trejo Delarbre, R. (2003). “Cuando el mujerío ganó el sufragio”. Crónica. Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de: http://www.cronica.com.mx/notas/2003/89964.html

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