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El ejercicio del tiempo presente. Lectorcentrismo y autorcentrismo hoy2 Mariana I. Pellegrino

“Una tecnología definitoria desarrolla vínculos, metáforas u otras relaciones con una cultura de la ciencia, la filosofía o la literatura; siempre está disponible para servir como metáfora, ejemplo, modelo o símbolo.

Jay Bolter

Introducción

A partir de esta línea se plantea un ejercicio: pensar la industria editorial en tiempo presente sin desplazar el eje de concentración ni un solo centímetro hacia el futuro.

La sensación inicial es que el ejercicio es imposible de realizar, por varios motivos. Durante siglos la tecnología que movió el engranaje de la industria del libro se vivenció como definitiva. Papel y tinta fueron las fronteras que delimitaron una actividad tan profunda, compleja y relevante como la que lleva adelante la industria editorial. En el medio se acomodaron, hacia un costado o hacia otro, los contenidos, los autores, los consumidores, los editores, los distribuidores, los canales de distribución…

Los ceros y los unos comenzaron a cercar primero a otras industrias culturales (la industria de la música, por ejemplo, fue una de las primeras en enfrentarse no solo a los desafíos de lo “digital” sino también a la piratería, principalmente por el escaso peso de los archivos de audio) y el libro, como se lo conoce tradicionalmente, resistió lo más que pudo. Resistió, y sigue resistiendo, por muchas razones: razones románticas, razones de hábitos, pero, principalmente, razones de negocios.

Otras eran las amenazas del libro entonces: las fotocopias, las tiradas, los contratos, las traducciones, el fantasma del desinterés de los jóvenes por la lectura. Las reflexiones sobre la perdurabilidad del papel, el uso del espacio para “almacenar” ejemplares, la forma de transportar tomos voluminosos, la manera de compartir lecturas… todos esos aspectos comenzaron a discutirse después, cuando nuevas herramientas tecnológicas permitieron imaginar nuevas conductas “lectoras”.

Mientras la industria de la música y la del cine comenzaban a incomodarse por el avance de la tecnología, la industria del libro empezó a pensar tibiamente: qué tecnología, cuál tecnología, qué dispositivo, qué precio…

Pero el futuro del libro llegó antes de que la industria editorial tomara una decisión y ese futuro llegó de la mano de los lectores, impulsados por consumos tecnológicos menos sagrados que el libro: los videojuegos, los teléfonos celulares y las computadoras portátiles. La industria tecnológica puso en manos de los lectores herramientas que les permitieron pensar en un “nuevo libro” más similar a otros contenidos, más cotidianos, que los lectores consumían en sus dispositivos electrónicos.

El presente del libro es difícil de narrar en tiempo presente porque la electrónica lleva la delantera y los lectores/consumidores están más acostumbrados a la vorágine de la tecnología (que constantemente habla en tiempo futuro) que a la solidez y paso lento y seguro de la industria cultural.

Cuando el libro electrónico ocupa el centro del debate, entonces, pensadores e intelectuales comienzan a hablar del futuro: nuevos dispositivos, nuevas virtudes de la tinta electrónica… siempre se habla de lo que vendrá. Y, mientras tanto, ¿quién habla de hoy?

El presente del libro es alucinante. Mecanismos centenarios están siendo revisados: producción, distribución, comercialización son los puntos neurálgicos de la discusión. Pero, al mismo tiempo, lectores y autores son los mismos… con más oportunidades o nuevas facilidades.

¿Alguien podría asegurar que hoy el público lee menos? ¿Se podría afirmar que hoy los autores escriben menos?

Año a año los resultados de ventas de libros en Estados Unidos durante el período de Navidad son cada vez más reveladores. En 2012, los rankings de ventas de libros en la semana posterior a Navidad, determinaron que 35 de los 50 libros más vendidos en Estados Unidos fueron e-books, conforme a los millones de E-readers que fueron envueltos en papel de regalo para las fiestas3 .

Por dar solo un ejemplo, Amazon –dueño del lector Kindle y que ingresó al mercado del libro en 1995– ya puso su pie en el primer país hispano parlante, España. Brasil y Chile están también en sus puertos de desembarco. Argentina sería su nuevo destino en 20134 .

Las grandes compañías tienen su mirada puesta en Latinoamérica. Sobre nuestra región descansa la etiqueta de “mercado virgen”. Es el momento de pensar y discutir la Industria Editorial local en tiempo presente.

I. Lectorismo

Querés leer, tenés tu dispositivo en la mano, tu conexión a Internet y tu tarjeta de crédito. Buscás tu libro en una tienda electrónica y lo comprás. Al instante, la obra está cargada en tu dispositivo, pero al mismo tiempo navegás por las opciones de compra de otros lectores y “llevás” otros títulos que te podrían llegar a interesar pero que no imaginabas que fueras a comprar.

Comenzás a leer. La tinta electrónica te facilita la tarea, el peso del dispositivo y su forma te ayudan a adoptar la posición que desees para disfrutar el acto de leer. Si antes marcabas tus libros con lápiz, ahora podés resaltarlos digitalmente y, al instante, compartir tu cita en tus redes sociales favoritas. Marcar la página en la que abandonaste la lectura con un señalador de ceros y unos está entre las opciones. Tenés, también, la posibilidad de usar un buscador y releer lo que necesitás fácilmente.

Podés hacer lo mismo que hacías con los libros de papel, pero con menos pasos… porque la tecnología acorta los pasos, facilita tus asociaciones y te permite hacer pública, en tiempo real, tu interpretación sobre algún tema; una práctica que, antes, tenía características más privadas.

Los libros que tenían espíritu multimedial explotan su esencia: enciclopedias, diccionarios, guías de viaje, libros de cocina, libros didácticos para chicos ya son lo que eran sin todavía serlo: una experiencia multisensorial.

Los otros libros, las novelas, los poemas, los libros académicos son lo que fueron siempre, solo que en el presente tienen otra forma.

Un estudio realizado por la Universidad de Minnesota y la NBER5 (National Bureau of Economic Research) en Estados Unidos6 concluyó que la piratería tiene un impacto muy pequeño en las recaudaciones de la industria del cine si los estrenos de las películas se realizan mundialmente y no escalonadamente en los distintos mercados alrededor del globo.

El estudio reconoce el aumento de la piratería en el cine (sobre todo en géneros como la ciencia ficción y la acción) pero también asegura que los espectadores siguen prefiriendo la “experiencia de ir al cine”.

Si se trasladara este estudio a la industria editorial probablemente se encontrarían otras hipótesis: el tiempo de lanzamiento en distintos mercados quizá no sería tan relevante porque la industria del libro tiene mejor cintura en esos tiempos o porque las necesidades de traducción tienen otros ritmos. La experiencia de la lectura frente a los libros electrónicos es, reduciendo el tema a una línea, solamente cuestión de costumbre.

Pero, ¿qué pasaría si en nuestros mercados los dispositivos fueran accesibles y fáciles de comprar en cualquier tienda –virtual o física– y si todos los títulos de las librerías de papel estuvieran disponibles en las tiendas digitales a precios razonables?

Este “futurismo” sí me gusta, y me gustaría imaginar también sus resultados: seguramente la venta de libros no disminuiría; al contrario, se multiplicaría porque los dispositivos generan una gran facilidad para comprar y re-comprar, y quizá hasta se podría decir que nunca antes el público (incluso el joven) ha leído más.

¿Perjudicados? Las fábricas de papel, las librerías físicas sin tiendas virtuales, los distribuidores de libros físicos… ¿Beneficiados? La industria electrónica peleando en el negocio del libro, los autores con contratos de edición digital, las editoriales con ramas digitales, las librerías virtuales… ¡Los lectores adaptados a los e-readers!

II. Autocentrismo

Cuando se pone a los autores en el centro de la reflexión son muchos los que también comienzan “pensar” en tiempo futuro. Algunos avecinan la “Era de Oro de la Autoedición Digital”.

Entonces, vuelvo a plantear el mismo ejercicio: pensar a los autores y su relación con el libro digital en tiempo presente.

Ya se pueden anotar por decenas a los “autores jóvenes o desconocidos” que han lanzado sus novelas en Internet y se han colado en los primeros puestos de las listas digitales de libros más vendidos.

También se multiplican las iniciativas como la de Sigueleyendo7 , que edita libros digitales y asegura compartir sus beneficios al 50% con sus autores.

Para los autores clásicos nada parece haber cambiado (en su relación con los lectores, no en la entraña de sus acuerdos con las casas editoras). Finalizan sus novelas, esas novelas se publican y llegan a los lectores ahora en más formatos: disponibles para leer en libro papel o en formato digital.

Stephen King es un buen referente para iluminar este punto. En 2000, el escritor lanzó la novela corta Riding the Bullet al mercado masivo a través de Internet y a un precio de 2,5 dólares. El título se convirtió en el primer e-book best seller y logró unas 400 mil descargas legales en las primeras 24 h de su exposición a la red (doce años atrás los tiempos de descarga de un archivo como este podían representar lo mismo, un día entero).

Dos años después, la obra se incluyó en la colección Everything’s Eventual y, dos años más tarde, se adaptó al cine.

Se trató de una primera experiencia, pero marcó un precedente: los lectores fanáticos seguirían a sus autores en la forma en la que estos editaran sus obras. No es extraño que esta primera experiencia tuviera que ver con la ciencia ficción.

Los autores consagrados que no temen a las nuevas herramientas sociales consiguen lo impensado: un trato directo con el lector sin intermediarios y con excelentes resultados. Desde Twitter, escritores como Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) comparten su intimidad, recomiendan sus gustos y, lo más importante para su oficio, acercan adelantos de sus escritos en curso. A febrero de 2012 unas 350 personas leen lo que el español escribe en 140 caracteres.

Otros autores, de distintos géneros, nacionalidades y éxito, se embarcan en similar ejercicio: Alejandro Jodorowsky (@alejodorowsky , casi 400 mil seguidores), Paulo Coelho (@paulocoelho , más de tres millones), Anne Rice (@AnneRiceAuthor , 36 mil), Joe Hill (@joe_hill , 138 mil), Neil Gaiman (@neilhimself , 1 millón 700 mil) o Daniel Balmaceda (@d_balmaceda , casi 28 mil)8 .

¿Y si adelantaran un nuevo capítulo en la red? ¿Y si anunciaran que su nuevo libro está disponible desde el segundo en que hizo send a su tweet? ¿Y si compartieran el link de la tienda virtual en la que comprar su libro recién salido a la venta? ¿Y si pidieran opiniones sobre el nombre de un personaje o el título de una obra o la forma de concluir un capítulo? ¿Y si escribieran: “Firma de ejemplares en dos horas en la librería del centro”?

Es un buen tiempo, el presente, para medir resultados de venta a partir del trabajo de promoción del propio autor… porque el presente es un buen tiempo para los autores.

III. A modo de cierre (de un tema que no está cerrado)

Es difícil encontrar la punta del hilo que desarme la madeja de conversaciones en torno al libro de hoy. Cada hilo puede llevar a distintos replanteos, todos interesantes: el negocio del libro, el hábito de la lectura, la distribución, los autores, la perdurabilidad de la palabra escrita, el almacenamiento, las bibliotecas, la forma de compartir lecturas, el surgimiento de nuevos autores, la figura del editor en tiempos digitales, la velocidad de la reproducción, la piratería, los precios, el negocio del libro usado, los coleccionistas, las tiendas virtuales, el acceso a la cultura, la dependencia de Internet, los dispositivos, las alianzas… hay mucho para pensar, en tiempo presente.

Sin embargo, la experiencia de leer y escribir no es radicalmente diferente al pasado y, quizá, tampoco al futuro. Si Ítalo Calvino escribiera hoy el prólogo de su libro Si una noche de invierno un viajero (de 1979) solamente haría pequeños retoques a su deliciosa descripción de la voracidad del lector al enfrentarse a la oferta de libros. Serían pequeños cambios relacionados a “caminar por una librería” frente a “bucear con tus dedos en una tienda virtual” o a “acomodar tus libros en una estantería” frente a “ordenarlos o descargarlos en tu dispositivo favorito”.

“(…) Ya en el escaparate de la librería localizaste la portada del título que buscabas. Siguiendo esa huella visual te abriste paso en la tienda a través de la tupida barrera de Los Libros que No has Leído que te miraban ceñudos desde mostradores y estanterías tratando de intimidarte. Pero tú sabes que no debes dejarte acoquinar, que entre ellos se despliegan hectáreas y hectáreas de los Libros Que Puedes Prescindir de Leer, de los Libros Hechos Para Otros Usos Que La Lectura, de los Libros Ya leídos Sin Necesidad Siquiera de Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría De Lo Ya Leído Antes Aun de haber Sido Escrito. Y así superas el primer cinturón de baluartes y te caen encima la infantería de los Libros Que Si Tuvieras Más Vidas Que Vivir Ciertamente Los Leerías También de Buen Grado Pero Por Desgracias Los Días Que Tienes Que Vivir Son Los Que Son. Con rápido movimiento saltas sobre ellos y caes entre las falanges de los Libros Que Tienes Intención de Ídem Cuando Los Reediten En Bolsillo, de los Libros Que Podrías Pedirle A Alguien Que te Preste, de los Libros Que Todos Han Leído, Conque Es Casi Como Si Los Hubieras Leído También Tú. Eludiendo estos asaltos, llegas bajo las torres del Fortín, donde ofrecen resistencia.

los Libros Que Hace Mucho Tiempo Tienes Programado Leer,

los Libros Que Buscabas Desde Hace Años Sin Encontrarlos,

los Libros Que Se Refieren A Algo Que Te Interesa En Este Momento,

los Libros Que Quieres Tener Al Alcance De La Mano Por Si Acaso,

los Libros que Podrías Apartar Para Leer A Lo Mejor Este Verano,

los Libros Que Te Faltan Para Colocarlos Junto A Otros Libros En Tu Estantería.

Los Libros Que Te Inspiran Una Curiosidad Repentina, Frenética y No Claramente Justificable (…)”.

Bibliografía

Uzane, Octave (2010). El fin de los libros. Madrid: Gadir.

Neri, Carlos y Fernández Zalazar, Diana (2008). Telarañas del conocimiento. Buenos Aires: Libros & Bytes.

Del Santo, Oscar (2011). Reputación online para tod@s. España, e-book bajo licencia Creative Commons 3.0.

Del Santo, Oscar y Álvarez, Daniel (2012). Marketing de atracción 2.0. España, e-book bajo licencia Creative Commons 3.0.

Danaher, B, Waldfogel, J (2012). Reel Piracy: The Effect Of Online Film Piracy On International Box Office Sales. Wellesley: Wellesley College, University of Minnesota, NBER.

Comscore (2011). It’s a Social World: Top 10 Need-to-Knows About Social networking and Where It’s Headed. Recuperado de https://es.slideshare.net/ykhramov/top-10-needtoknows

2. Publicado en el libro Leer, escribir y compartir: más allá de los temores de las industrias culturales. Carlos Neri (Comp.). Buenos Aires, Biblos, 2012.

3. En enero de 2020 el sitio The Bookseller reportó que la venta de e-books a nivel global representaba el 19% total de los ingresos, y un sorprendente 36% de las ventas por unidad, dato en el que se debe considerar el factor de los libros de fondo editorial que se ofrecen en forma gratuita o por menos de U$S1.

Recuperado de https://about.ebooks.com/ebook-industry-news-feed/

4. Amazon desembarcó en Colombia en 2018, en gran parte debido a las políticas de protección de inversionistas garantizadas por el país. Si bien Argentina realizó gestiones para la llegada de Amazon a lo largo de los años, la empresa instalaría oficinas en Buenos Aires recién a partir de mayo de 2021.

5. http://nber.org/

6. Reel Piracy: The Effect of Online Film Piracy on International Box Office Sales, 2012. Recuperado de https://www.enriquedans.com/wp-content/uploads/2012/02/Effect-of-Online-Film-Piracy-on-International-Box-Office-Sales.pdf

7. http://sigueleyendo.es/

8. Los datos correspondientes a la cantidad de seguidores en Twitter de los distintos autores corresponden a febrero de 2012.

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