Читать книгу Orientación vocacional: Pienso luego elijo - Mariano Muracciole - Страница 6
Prólogo
ОглавлениеCuando recibí la invitación a comentar el libro de Esteban Beccar Varela, Nicolás Larocca y Mariano Muracciole, Pienso… luego elijo, debo confesar que sentí una gran alegría. No me hacía falta leerlo para saber, por el conocimiento personal que tengo de los autores, que iba a ser un proyecto serio, inteligente y sensible. El compromiso que tienen con el estudio de la adolescencia y, específicamente, en el campo de la orientación vocacional me permitía aseverarlo sin duda alguna.
Luego, ya en las primeras páginas del libro, me fue sorprendiendo el modo como estaba escrito: denota no solo una vasta experiencia de los autores en la materia, sino por sobre todo un intento de llegar a los jóvenes con un lenguaje llano, directo, descontracturado y con un estilo coloquial en el que se percibe una cercanía afectiva propia de quienes, además de conocer del tema, saben de las dificultades por las que está atravesando un adolescente en ese momento de la vida. Tanto que ya desde la introducción utilizan recursos expresivos como “volveremos a hablar” cuando se refieren al armado de la caja, o se juegan con un “animate” dando cuenta de un diálogo franco y estimulante.
También, y en honor a la verdad, debo confesar que el título me obligó a pensar en mi posición personal y teórica respecto del tema. Los autores hablan de “orientación vocacional” y, más allá de que esta sea la manera en que universalmente se da a conocer la disciplina, encuentro alguna distancia entre este nombre y el contenido del libro, diferencia que, además, comparto con ellos: el libro está pensado para acompañar a los jóvenes en su elección vocacional, un acompañamiento jugado y con mucha presencia por parte de los autores, en el que el papel de la llamada “orientación” es secundario.
Siguiendo con este ejercicio conceptual, me llegó naturalmente la pregunta: ¿pienso…, luego elijo? Una elección, ¿es consecuencia de un ejercicio de pensamiento? Esto me obligó a repensar en mis propias elecciones –vocacionales y de las otras– y a evaluar cuánto del pensar había operado como motor para estas y cuánto de azar –tal como dice Luis en el capítulo 3– hubo en juego en las cosas importantes de la vida. “El concepto vocación no es sencillo de definir”, plantean los autores en el comienzo del capítulo 2. Podemos pensar que este libro asume el desafío de intentar posibles definiciones, siempre provisorias, siempre abiertas. Los autores son muy claros al afirmar la imposibilidad de seguir un camino preestablecido y con recetas –como plantea Francisco en el capítulo 2–, a la vez que redoblan la apuesta al decir que “la vocación tiene que ver con una búsqueda y con la pregunta acerca de qué queremos hacer con nuestra vida”. De esta manera explican cómo la vocación trasciende lo estrictamente laboral, ya que en ella se está jugando algo importante de nuestra vida. Lo completan con la siguiente idea: “Muchas veces, lo que nos da satisfacción en un determinado período puede que luego no nos satisfaga, y que nos veamos ante la necesidad de replantearnos cómo queremos seguir”. A partir de sus conocimientos en metapsicología adolescente, pretenden darles lugar a las oscilaciones propias de este momento vital para prevenir así eventuales insatisfacciones y caracteropatizaciones que cierren la puerta a replanteos y búsquedas necesarias en esta elección compleja.
Los autores destacan la “experiencia de búsqueda vocacional” –si se me permite el término– como un “proceso de elección”, es decir, como un conjunto de fases que comienza con una inquietud acerca del proyecto futuro. Me parece sumamente valioso el aporte que hacen al hablar de un “proceso” que no puede establecerse de manera previa, sino de a pasos y que, al mismo tiempo, debe arribar a algún tipo de conclusión.
Creo que se trata de una definición muy adecuada, aplicable a la experiencia adolescente en toda su dimensión, que contiene y a la vez excede el plano vocacional.
En el mismo sentido, aclaran que “elegir no es algo que ocurre de una vez y para siempre, sino que denota constante movimiento”. Según Beccar Varela, Larocca y Muracciole, “elegimos a cada rato, nos equivocamos, volvemos a elegir, tomamos caminos diferentes”. Para ellos, “la idea de «proceso» implica fases, continuidad, dinamismo y transformación”, concepto que comparto y al que adhiero fervientemente.
Una mención especial merece la acertada elección de los testimonios. Todos transmiten de manera espontánea, natural y profundamente reflexiva la síntesis de un recorrido vivencial que, por su claridad y frescura, será de suma utilidad para los jóvenes lectores, quienes seguramente sentirán gran empatía. En el primer capítulo y con Francisco –solo para destacar algunos de los puntos que más me impactaron–, nos encontramos con lo que él describe como su “primera «aventura» universitaria”. Esta es, para mí, una buena manera de definir la búsqueda vocacional: una experiencia descripta como una aventura, con todo lo que eso implica. Como toda búsqueda adolescente, si esa experiencia aventurera arriba a buen puerto, le permitirá al joven apropiarse de su “propia receta”, como dice Francisco; priorizar los ideales y la pasión por sobre la noción de “un título universitario para jugar en las «grandes ligas» corporativas”, como expresa Ramiro; y descartar que exista un “boleto al futuro que garantice éxito y regularidad económica”, como creía Leandro, a quien por suerte la vida lo llevó a vivir su propia crisis y a replantear su posición.
Según los autores, en la búsqueda de aquello que uno desea para su vida, es necesario apelar a lo propio, es decir, a lo auténtico. Teniendo en cuenta lo anterior, realizan una interesante pregunta por intermedio de Francisco en el capítulo 2: “Es importante que seas consciente de que sos vos el que va a hacer la elección y no otro. Por eso, ¿estás dispuesto a comenzar una nueva etapa en tu vida?”. Pregunta nada ingenua sino, al contrario, abierta y cuestionadora, que invita a asumir un verdadero compromiso de profundidad emocional, a pesar del peligro de “quedar como un tonto”, como advierte Carlos, quien pone en evidencia este riesgo de gran importancia en nuestras elecciones.
Un elemento que está presente en todo el libro y que hace a su espíritu es el valor de la experiencia personal, única y singular, y sus avatares. Esto está jerarquizado ya en el primer capítulo, “Encrucijada”, cuando subrayan la importancia de apropiarse del proceso de elección. En el capítulo “Ocupaciones”, Sebastián buscaba una carrera que, a los ojos de los otros, fuera reconocida y valorada, idea que, por supuesto, tuvo que abandonar y que los autores de manera aguda analizan con mayor detalle: “Es cierto que todos, en alguna medida, queremos ser reconocidos por lo que hacemos, pero si aquello que hacemos no está conectado con el propio deseo, ese reconocimiento resultará parcial”. Comparto esta postura, defendida a lo largo de todo el texto: la búsqueda de un deseo muchas veces lleva más tiempo que el marcado por las instituciones educativas o por las expectativas familiares y personales.
A la vez, jerarquizan el valor de verdadero desafío: “Abandonar un lugar de comodidad en el que otros toman las decisiones por nosotros para pasar a otra postura más adulta”, y me parece que el libro tiene algo de desafío en cuanto que les permite a los jóvenes reflexionar acerca de quiénes son y de qué quieren hacer con su vida.
Conscientes de la búsqueda de identidad presente en este complejo momento vital, lo trabajan y profundizan cuando definen que “la vocación no concluye ni se define a partir de la elección que se realiza en esta etapa, sino que continúa armándose día a día”; de esta forma, muestran con agudeza la importancia de pensar el proceso abierto a infinitas y nuevas posibilidades, y no enmarcado en un final que tiene algo siempre imposible de asir. Son conscientes de que la conmoción identificatoria puede muchas veces motivar algún nivel de estabilización imaginaria en lo laboral que, a la larga o a la corta, deberá ser cuestionado y retrabajado como en el ejemplo de Carlos, en el capítulo 2.
Asimismo, sugieren “la participación de un adulto en la lectura siempre y cuando este no pretenda ocupar un lugar de saber que condicione la libertad de quienes afrontan el momento de elección”. Me parece sumamente pertinente la manera de acompañar a los jóvenes que les proponen a los adultos, sin caer en ese “lugar de saber”, un lugar siempre supuesto, que se desmorona en la adolescencia y que, además, hoy se ve devaluado. En una dirección parecida, también se dirigen a los padres, enfatizando el acompañamiento y el posible encuentro, sin certezas, que están implícitos en esta búsqueda, de la cual los adultos podrían fácilmente apropiarse. Los autores son muy claros y contundentes, y brindan algunas inteligentes sugerencias acerca de la forma en que los padres pueden acompañar a sus hijos. Los atinados ejemplos clínicos ponen en evidencia una época en la que los valores de una generación son inevitablemente puestos en jaque por la siguiente, crisis necesaria signada por un mundo distinto que carece de las garantías que, aunque ilusorias, acompañaron el crecimiento de generaciones anteriores. Los testimonios dan cuenta, precisamente, del peso y de la presencia de ciertos valores de generaciones anteriores –expuestos, por ejemplo en M’hijo el dotor, obra de la literatura rioplatense– que los jóvenes nos conminan a revisar una y otra vez a partir de sus propias elecciones.
La introducción del libro termina así: “Desde niños, vamos construyendo nuestra historia y esta, a su vez, nos va marcando”, y con esto los autores dan cuenta del conocimiento que tienen sobre el condicionamiento infantil inconsciente presente en el “Pienso… luego elijo”, condicionamiento inasible por definición, lo que complejiza y aumenta aún más el desafío en el proceso de búsqueda vocacional. A manera de cierre –o de apertura–, nos dicen: “Elegir implica renunciar a algo. De todos modos, esa renuncia no siempre es total. En ocasiones puede significar postergar otros intereses. No es posible hacerlo todo a la vez. El asunto es determinar por dónde empezar a construir tu proyecto. A lo largo de la vida, vas a continuar eligiendo y renunciando. Esto es solo el comienzo… Si ya reflexionaste, pensaste e investigaste lo suficiente, llegó el momento de tomar coraje, asumir los riesgos que implica toda elección y decidirte”, lo cual refleja muy bien la posición que los autores invitan a tomar a través de las páginas del libro.
Ya concluyendo y “habiendo elegido” qué del libro quería destacar –no sin dificultad por lo interesante que me resultó todo él en su conjunto– solo me queda augurarle a él y a sus queridos autores un éxito tanto editorial como personal. Este libro es una apuesta firme, producto de tres valientes “aventureros” que, habiendo podido elegir, se jugaron en esa dirección con coraje, seriedad y mucha dedicación, por lo que merecen lo mejor por el esfuerzo transitado en este camino. Con todo mi respeto y afecto.
Marcos A. Koremblit*
* Médico psiquiatra y psicoanalista, Miembro Titular con función didáctica de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, donde fue director del Departamento de Niñez y Adolescencia. Es autor de varios artículos sobre el abordaje psicoanalítico del adolescente.