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INTRODUCCIÓN1

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Habitualmente, los libros se escriben para mostrar a los demás lo que uno piensa sobre algo. Por tanto, de algún modo, se escribe para enseñar. Sin embargo, a veces, ocurre que uno aprende mucho también con lo que escribe, incluso después de haberlo escrito. Este libro es uno de esos casos. La pretensión original de la obra era exponer de manera clara y precisa las aportaciones básicas del estudio de la construcción de conocimiento en relación con sus implicaciones educativas, y que dicha exposición pudiera ser útil, sobre todo, a los profesores interesados en esta temática. Este empeño resultó en realidad bastante más difícil de lo que parecía. Una vez más se cumplió el principio vigotskiano de que el conocimiento es un proceso social. Debo reconocer honestamente que nunca antes de escribir este libro había tomado conciencia de los problemas que tenía el constructivismo como posición psicológica y educativa. Y a eso contribuyó de manera decisiva el que me viera obligado a exponerlo con fines divulgativos. De alguna manera, el intento de anticipación de la comprensión de los demás me hizo ver las insuficiencias de mi propia comprensión y del área de trabajo a la que me dedico.

En las sucesivas reimpresiones que esta obra tuvo, realicé varios cambios y ampliaciones del texto original, tratando de actualizarlo, manteniendo siempre los objetivos y el formato original de la obra.2 En esta ocasión, he llevado a cabo notables cambios y he incorporado nuevos contenidos que expresan nuestras investigaciones y reflexiones de los últimos años.

Resulta imposible separar la elaboración de las páginas que siguen de mi experiencia en la impartición y realización de numerosos cursos para profesores. De alguna manera, esta modesta obra recoge lo esencial de los conocimientos que he transmitido e incluye una parte importante de las aportaciones recibidas. En dichos cursos no solo he sido partícipe de una gratísima experiencia humana, sino que he aprendido enormemente acerca de la situación real de la docencia en diferentes países de América Latina. Suele ser un tópico afirmar que en toda actividad docente, como indicaba Bachelard, no solo aprende el alumno, sino también el profesor. En este caso puedo afirmar que ha sido así, y de entre las cuestiones que más útiles me han resultado en dicho aprendizaje, quiero destacar, precisamente, lo relativo a la pertinencia del conocimiento psicológico para la práctica educativa. Me parece esencial detenerme aunque sea brevemente en este punto. Como se ha señalado en los últimos años, la educación (y más concretamente la actividad de conocimiento y aprendizaje que tiene lugar dentro del aula) no puede reducirse a cuestiones susceptibles de ser estudiadas exclusivamente desde el punto de vista psicológico. Por el contrario, es bien sabido que en dicha situación intervienen múltiples factores de tipo social, cultural, etc., que van más allá del fenómeno estrictamente psicológico. Por otro lado, los datos o hechos en los que se basan los estudios psicológicos proceden de un conjunto de situaciones que difieren bastante de los escenarios típicos en los que se produce el aprendizaje escolar. Es sobre todo por este tipo de razones que los conocimientos psicológicos tienen para el profesor una utilidad que debe ser tomada en su justa medida. Estoy totalmente persuadido de que dichos conocimientos (que sin duda son esenciales) no pueden nunca aplicarse sin más a las situaciones concretas que se plantean en el aula, sino que deben ser reinterpretados a la luz de un contexto más amplio, como el educativo. A lo largo de estas páginas el lector irá encontrando ejemplos de la posición que acabamos de proponer.

Por último, la descripción de los contenidos que presentamos en los diferentes capítulos. En el primero se expone en qué consiste la construcción de conocimiento; allí he intentado plantear el contexto global de las ideas fundamentales que aparecerán posteriormente en otros capítulos. En el capítulo 2 se halla una visión general de la construcción de conocimiento. He seguido la concepción piagetiana, pero me ha parecido obligado incluir actualizaciones que afectan muy seriamente esta posición, por lo demás clásica, sobre todo las que proceden de los estudios actuales del desarrollo cognitivo y el cambio conceptual. La principal razón de ello es que dichas posiciones no solo tienen importantes consecuencias educativas, sino que en algunos aspectos suponen una clara mejora con respecto a la concepción piagetiana original.

En el capítulo 3 he abordado la cuestión esencial de los mecanismos de aprendizaje, más precisamente los que tienen que ver con la comprensión y la motivación, que en nuestra opinión son dos caras de una misma moneda: el sujeto que aprende. Resulta fundamental para un profesor saber qué es y cómo se desarrolla la mente del alumno, pero no menos importante resulta la interrogación sobre cómo se produce el cambio cognitivo, es decir, cómo se puede aprender mejor. Así, mientras que el capítulo 2 está dedicado a describir las diferencias entre niños de distintas edades, el capítulo 3 versa sobre lo que, en cierta medida, es invariable a lo largo del desarrollo y, por lo tanto, puede aplicarse a la enseñanza de cualquier nivel educativo. En este caso me he limitado a exponer algunos de los principios fundamentales de la comprensión –y más particularmente de la comprensión de textos– y de las cuestiones motivacionales, ya que son dos aspectos que los profesores de diferentes niveles educativos encuentran con bastante frecuencia en su práctica diaria.

En los capítulos 4 y 5, dedicados a la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias naturales y sociales, respectivamente, se presenta una visión general de cómo puede considerarse y mejorarse la enseñanza de dichas materias a la luz de los estudios sobre la construcción de conocimiento.

La elección de estas áreas escolares, frente a otras posibles, se debe exclusivamente a razones que tienen que ver con los temas en los que he venido investigando, junto con mi equipo, en las últimas décadas. En todo caso, me ha parecido importante mostrar cuál es el desarrollo actual de la aplicación de los principios constructivistas y cognitivos a la enseñanza, al menos en algunas áreas disciplinares concretas. Tanto en relación con el contenido de estos dos últimos capítulos como con los del resto del libro, es importante puntualizar que, debido a razones de espacio, no he hecho distinciones muy específicas respecto de la enseñanza correspondiente a diferentes niveles educativos. Me ha parecido más oportuno insistir en los aspectos que son comunes a casi todos los niveles. Así, en el capítulo 4 he desarrollado sobre todo las relaciones entre la enseñanza de la ciencia, las ideas previas y el cambio conceptual, mostrando cómo el conocimiento del desarrollo cognitivo de los alumnos es esencial para elaborar y proponer actividades que permitan mejorar dicha enseñanza. Por otro lado, se insiste en la utilidad y las limitaciones que tienen las propuestas piagetianas al respecto.

En el capítulo 5, dedicado a la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias sociales y de la historia, he pretendido recoger mis investigaciones más recientes, tanto las que versan sobre aspectos puramente cognitivos (desarrollo de conceptos sociales, comprensión del tiempo histórico y solución de problemas en estos ámbitos) como las que tienen que ver con la construcción de la identidad nacional y otros aspectos sociales.

1La elaboración de este libro ha sido posible gracias a los proyectos de investigación PICT 2005-34778 y Consolider SEJ-2006-15461, con la ayuda de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Argentina) y la Dirección General de Política Científica (España), respectivamente.

2 La primera versión de esta obra se editó en España (editorial Edelvives) en 1993. Posteriormente, fue publicado por Aique Grupo Editor en 1994, que lo distribuyó tanto en la Argentina como en otros países de América. Por su parte, la editorial Progreso realizó dos ediciones y dos reimpresiones, en México, entre 1997 y 2002. Se ha traducido al portugués en Brasil (Artes Médicas, 1996) y en 2008 al euskera (Donostia, Hik Hasi) en el País Vasco (España).

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