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LA CRUZ DE LA CARRETERA9

En el límite entre la provincia de Pichincha y Cotopaxi, en un sector llamado Chaupi, ocurrieron hace años una serie de accidentes de tránsito en los que fallecieron decenas de personas. Al principio, dijeron los partes policiales que las desgracias se debieron a la irregularidad de la carretera y a las repentinas neblinas y lluvias del lugar. Sin embargo, cuando estas fueron demasiadas como para pensar que se trataba de pura mala suerte, se realizó una investigación que arrojó resultados inexplicables: los accidentes habían ocurrido pasadas las seis de la tarde, los siniestrados eran solo autobuses interprovinciales y, cosa de no creer, se decía que había un causante de todo. Un ser del más allá.

Conductores y pasajeros sobrevivientes contaban que una repentina aparición se precipitaba de pronto a la mitad de la vía. Instintivamente, a fin esquivarla, los chóferes maniobraban sin éxito y los autobuses se volcaban con gran estruendo. Entre las latas retorcidas, los vidrios rotos y la agonía de la gente, los sobrevivientes afirmaban haber visto el alma en pena de una mujer, que observaba parada desde el filo de la carretera.

Los accidentes siguieron sucediéndose. En uno de estos, un conductor, ileso en la parte física pero con los nervios desechos a causa del terror, refirió una historia que espeluznó a las autoridades encargadas del caso:


En el viaje Ambato-Quito, a la altura del páramo, el sector se cubrió de neblina y empezó a caer una fuerte llovizna. Yo conducía a velocidad prudente cuando por Chaupi, antes del control de policía, se lanzó a la carretera una mujer vestida de blanco. Juraría que la mujer no se percató de ningún peligro. Giré el volante lo que pude, la unidad dio dos vueltas de campana y nos estrellamos contra la cuneta. ¡Cuál no sería mi asombro cuando, entre la confusión, vi que la mujer seguía parada en la vía, como si el autobús la hubiese traspasado sin tocarla! La neblina y la lluvia envolvían una horrible aparición: llevaba un vestido blanco de novia, tenía una calavera pelada y dos ojos que brillaban como bolas de fuego. Por un momento, gracias a Dios solo un momento, el espectro me miró con una furia diabólica. Luego se echó a correr y se perdió entre el bosque de pinos del sector.

Tras esta declaración se supo que, meses atrás, una joven riobambeña viajó a Quito en vísperas de su matrimonio. La chica, de una familia pudiente de su ciudad, había salido con unas amigas para adquirir el vestido de novia en un almacén exclusivo de la capital.

El grupo regresaba a Riobamba cuando, en el control de Chaupi, un policía retuvo la licencia de la chica. La joven novia bajó del auto, cruzó la carretera y fue a buscar el documento en la caseta de control. Cuando salió e intentó regresar al auto, una fina llovizna y la neblina le impidieron ver que una unidad de transporte interprovincial venía por la carretera. En media vía, la chica alcanzó a distinguir que unas luces se aproximaban a toda velocidad. Eso fue lo último que vio antes de que el autobús la arrastrara por más de veinte metros.

Al año del fallecimiento de la chica, su familia celebró la misa de honras en el sector donde ocurrió la tragedia. Al final de la ceremonia, plantaron una cruz en el lugar. Se dice que a partir de aquel día dejaron de ocurrir las desgracias. Desde entonces, cuando suceden accidentes de tránsito con pérdidas humanas, la gente tiene la costumbre de colocar una cruz al filo de la carretera donde falleció un ser querido, para que su alma descanse en paz y no vague por el mundo de los vivos.

9. La historia del espectro que se cruza en el camino de un vehículo tuvo su origen en este lugar. No obstante, existen versiones similares en cada carretera del país.

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