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Tierra del Fuego: la mirada sobre el otro

La obra de teatro Tierra del Fuego nos habla del conflicto entre Israel y Palestina. Entonces surge una pregunta: ¿qué relación puede haber entre dicho conflicto y la provincia más austral de la Argentina? Una respuesta inmediata podría ser: el conflicto entre Israel y Palestina es ajeno a los argentinos. Sin embargo, a diario nuestros noticieros de televisión y prensa escrita mencionan enfrentamientos en la Franja de Gaza, revueltas entre jóvenes palestinos y policías israelíes, y advertencias de romper los pactos existentes. Ese interés por el tema no es meramente informativo: vivimos en un mundo globalizado donde los avances y también los retrocesos sociales llegan a todos, nos afectan y nos involucran. Pero si no comprendemos la situación, ¿nos es posible tomar una posición personal? Sabemos que los israelíes y los palestinos de origen árabe reclaman los mismos territorios. ¿Se entiende por qué? ¿Existe una respuesta a la pregunta de quién tiene la razón? Y más aun: ¿Tiene sentido hacerse esa pregunta?

Reivindicaciones territoriales, culturales, políticas y religiosas confluyen en este conflicto, teñido en nuestros días por los fundamentalismos [1] que impiden la mirada sobre el otro y el establecimiento de acuerdos. Ahondar en las raíces y en el desarrollo del conflicto quizá no nos dé todas las respuestas, pero hará posible una visión más abarcadora, más inclusiva y más acorde con el mundo del cual somos protagonistas.


La antigua historia

El conflicto árabe-israelí o, más precisamente, el conflicto entre los israelíes y los palestinos se enraíza en los antiguos relatos de la región que se sitúa a orillas del mar Mediterráneo oriental, limitada al Norte por Turquía, al Sur por Egipto y al Este por Siria y Jordania. Primitivamente, esa zona fue habitada por los cananeos, o sea, los habitantes de Canaán, nombre que se le dio a Palestina en el Antiguo Testamento. Prueba de esto es que los cananeos fundaron hace unos diez mil años la ciudad de Jericó, emplazada en el territorio actual de Cisjordania. Tanto judíos como cristianos y musulmanes reconocen a Palestina como Tierra Santa y a Jerusalén como ciudad sagrada. Pero en la actualidad, solo los israelíes y los palestinos de origen árabe reclaman esos territorios como Estado.

Una tierra, dos pueblos

La religión dominó, desde tiempos remotos, todos los aspectos de la cultura hebrea. El judaísmo, monoteísmo de contenido moral profundamente vinculado con la historia del pueblo de Israel, se convirtió en un vínculo permanente entre sus creyentes y en la razón de ser de su supervivencia como pueblo. Dios está presente en su historia y los ha conducido por medio de sus patriarcas a la Tierra Prometida de Canaán.

En el Antiguo Testamento, Libro del Éxodo, Capítulo 33, versículos 1 al 3, leemos:

«El Señor dijo a Moisés: “Vete de aquí, tú y el pueblo que hiciste salir de Egipto, y sube al país que yo prometí con un juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les aseguré que daría esa tierra a sus descendientes. Yo enviaré un ángel delante de ti, y expulsaré a los cananeos, a los amorreos, a los hititas, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, para que puedas entrar en la tierra que mana leche y miel”».

Por otra parte, la unificación y la expansión del pueblo árabe fueron obra del profeta Mahoma. Su prédica se reúne en un libro sagrado llamado Corán, que se convirtió no solo en el eje de su religión, sino que organizó su vida civil en la constitución de un estado musulmán. De esta manera, los hechos religiosos de los musulmanes aparecen íntimamente ligados a los políticos y a la historia, al igual que sucede con los israelitas. Los sucesores de Mahoma, los califas Abu Beker y Omar, avanzaron sobre los territorios vecinos a Arabia. De esta manera, el Islam se estableció en Bizancio, Persia, Irak y Palestina, y conformó un tejido cultural, religioso y político hasta entrado el siglo XX.


El Corán, Sura 17, versículos 1 y 7 dice:

«¡Gloria a Quien hizo viajar a Su Siervo de noche, desde la Mezquita Sagrada a la Mezquita Lejana, cuyos alrededores hemos bendecido, para mostrarle parte de Nuestros signos! Él es Quien todo lo oye, todo lo ve. El bien o mal que hagáis redundará en provecho o detrimento vuestro. “Cuando se cumpla la última amenaza, os afligirán y entrarán en el Templo como entraron una vez primera y exterminarán todo aquello de que se apoderen”».

El pueblo de Israel

El Antiguo Testamento forma parte de los libros sagrados del judaísmo y del cristianismo. Sus cinco primeros libros –entre ellos, el Libro del Éxodo– integran el Libro de la Ley judía. Los versículos transcriptos en la página anterior fueron escritos entre los siglos V y IV a.C.

El Libro del Éxodo relata la salida del pueblo de Israel desde Egipto, donde había permanecido en cautiverio, hacia la Tierra Prometida, a la que arribaron guiados por Moisés, su jefe indiscutido, quien proporcionó a su pueblo una legislación escrita, llamada La Ley o Torá. Esa Tierra Prometida se denominó Canaán, que significa “Tierra de los cananeos”, los antiguos pobladores semitas que habitaban la región.

Cuando las doce tribus de Israel [2] arribaron a la Tierra Prometida, comenzaron la conquista de los cananeos y de otros habitantes de Palestina. La existencia de diversos enemigos los obligó a concentrar el mando: Saúl fue consagrado rey, y lo sucedió David (1010 a 970 a.C.), quien logró ampliar el reino con sus conquistas y establecer su capital en Jerusalén. Su hijo, el rey Salomón, construyó el magnífico Templo de Jerusalén, símbolo del judaísmo hasta nuestros días.

A partir del reinado de los sucesores de los reyes David y Salomón, el antiguo Israel se dividió en dos: Israel (en el Norte) y Judá, con capital en Jerusalén (en el Sur). Según las profecías, en Judá nacería el Mesías o Salvador del mundo.

Los asirios, los babilonios, los persas y, finalmente, los romanos asolaron Judea e Israel. En medio de una de las tantas rebeliones de los judíos fue apresado y muerto Jesús. En el año 70 d. C. las tropas romanas derribaron el Templo de Jerusalén y la única pared que hoy se conserva en pie, denominada Muro de los Lamentos, es un lugar sagrado de peregrinación para los judíos que, desde todas partes del mundo, acuden allí a orar.

Destruidos Jerusalén y su Templo, los judíos iniciaron la diáspora: su gran dispersión por el mundo conocido en la Antigüedad, es decir, el Cercano y el Medio Oriente, el norte de África, y Europa. Junto con su población, se esparció por el mundo su religión, su cultura, y el deseo de volver a la tierra perdida.


El pueblo árabe

En los inicios de la era cristiana, la mayoría de los pueblos árabes se mantenían en estado nómade. Vivían en el territorio desértico y hostil del centro y sur de la península arábiga, y se ocupaban de la ganadería y el comercio. Posteriormente, algunos árabes se asentaron en la margen oriental del mar Rojo, formando pequeños poblados de tribus independientes entre sí, que se dedicaban a la agricultura y las artesanías.

Mahoma, nacido en la Meca alrededor de 570 d. C., unificó al pueblo árabe dotándolo no solo de unidad política, sino también de leyes y de una religión monoteísta: el Islam. Inspirado en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, atacó el politeísmo y el fetichismo, y sus enseñanzas fueron recopiladas en el Corán, el libro sagrado de todos los mahometanos o musulmanes. De este modo, Arabia dejó de ser un conglomerado de tribus, para constituir un estado política y religiosamente unificado en torno al profeta Mahoma.

Sus descendientes, denominados Califas, llevaron a cabo un importante proceso de expansión a partir del año 632: ocuparon Siria, Palestina, Egipto, Mesopotamia e Irán. También llegaron por el Oriente hasta el río Indo, penetraron en el norte de África hasta el estrecho de Gibraltar y ocuparon el sur de España –de donde fueron definitivamente expulsados en 1492–. En los inicios de su expansión, los árabes ingresaron en Jerusalén, a la que consideraron como la “antigua ciudad santa” o la Mezquita Lejana [3], el tercer centro religioso más importante para el Islam, después de La Meca y Medina. A partir del siglo IX, la mayor parte del Islam y de los árabes se congregó en el Imperio Turco u Otomano.

En la Edad Media, el mundo árabe se caracterizó por un florecimiento de las ciencias, las letras y las artes, y dejó un valioso legado para la humanidad. Pero la expansión árabe originó entre musulmanes y cristianos un enfrentamiento bélico llamado Cruzadas: ocho campañas militares llevadas a cabo entre 1095 y 1291 por la Iglesia y los estados cristianos de Occidente contra el Islam y los Otomanos, con el fin de proteger el Imperio Romano de Oriente (también llamado Bizancio) y de recuperar Tierra Santa –en particular, Jerusalén– para la cristiandad. El término “guerra santa” fue utilizado tanto por cristianos como por musulmanes durante el período comprendido entre el inicio de la expansión del Islam hasta 1453, año en que la capital de Bizancio, Constantinopla, cayó en poder de los turcos.

Los siglos XX y XXI dotaron de un nuevo significado a la expresión “guerra santa”, vinculándolo con el de yihad o lucha espiritual mencionada en el Corán. Esta lucha espiritual refiere al esfuerzo que todo musulmán debe realizar para perfeccionarse a sí mismo y para que la ley divina reine en la Tierra. Posteriormente, en el transcurso de las luchas entre el Islam y Occidente, el término yihad pasó a significar “guerra santa contra los infieles”: un decreto religioso de guerra y el llamado para extender por todo el planeta la ley de Alá e imponer una sociedad musulmana.


La nueva historia

El retorno a la Tierra Prometida

Si bien el antisemitismo [4] se extendió por todo el mundo durante las edades Media y Moderna, recrudeció especialmente a partir del siglo XIX, en Europa.

Durante el Congreso Sionista [5] llevado a cabo en Suiza en 1897, el periodista austríaco de origen judío Theodor Herzl dio un nuevo impulso al deseo de volver a la patria perdida. El resultado de esta intervención fue que se determinó como objetivo primordial del movimiento la creación de un Estado judío en Palestina. Poco después, las persecuciones y los numerosos pogromos [6] ocurridos en diferentes puntos de Europa del Este y el norte de África motivaron que algunos grupos se embarcaran hacia Palestina y establecieran las primeras colonias judías en esos territorios.

Los nacionalismos en pugna antes y durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) acentuaron tanto el antisemitismo como el sionismo [7]. Finalizada la guerra, el vencido Imperio Turco fue disgregado por los vencedores: las fuerzas británicas y francesas, quienes ocuparon los territorios convulsionados de Palestina y de Medio Oriente. La Sociedad de Naciones le otorgó al Reino Unido el Mandato [8] sobre Palestina en el año 1922.

Los británicos facilitaron la inmigración judía a la zona, pero a la vez protegieron los derechos de los habitantes palestinos de origen árabe. Sin embargo, los árabes no estaban dispuestos a hacer concesiones, pues consideraban que sus intereses se vulneraban con el constante aumento de la población judía. Aun así, la emigración del pueblo judío a Palestina se intensificó luego de las persecuciones y matanzas que sufrió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), donde se estima que murieron seis millones de ellos.


El Estado de Israel

La tragedia de los guetos [9] y de los campos de concentración –en especial el de Auschwitz– así como los secuestros, torturas y asesinatos sufridos por los judíos que habitaban los territorios ocupados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial dieron un nuevo y definitivo impulso a la creación del Estado de Israel.

En 1947, las Naciones Unidas declararon la partición de Palestina en dos estados independientes: uno israelí, con el 55% del territorio, y otro árabe, con el 45% restante, con excepción de Jerusalén, que sería considerada ciudad internacionalizada. Ambos estados quedaban constituidos por un territorio fragmentado, disgregado y poco conectado [10]. La Liga Árabe [11] se opuso y se preparó para la lucha armada.

En 1948, se proclamó oficialmente el Estado de Israel, con David Ben Gurion como primer ministro. Los británicos dieron por finalizado su Mandato y se retiraron de la región al mismo tiempo que era invadida por tropas de origen árabe provenientes de Siria, Jordania, Egipto, Irak, El Líbano y contingentes de Yemen, Marruecos, Arabia Saudita y Sudán. Inmediatamente comenzó la Guerra Árabe-Israelí de 1948, también conocida por los israelíes como Guerra de la Independencia. Un número importante de palestinos debió exiliarse en otros países árabes o instalarse en algún campo de refugiados, donde tuvieron que adaptarse a condiciones de vida muy difíciles. Los palestinos que permanecieron en el Estado de Israel obtuvieron la ciudadanía árabe-israelí; los que huyeron a Cisjordania o la Franja de Gaza debieron asumir el estatus de “refugiados” [12]. Para los árabes palestinos, esta contienda marcó el comienzo de lo que denominan Nakba (en árabe, “Catástrofe”). A partir de ese momento hasta nuestros días, se han producido una seguidilla de guerras y atentados que enfrentan al Estado de Israel y a sus vecinos árabes, en lo que se conoce globalmente como el conflicto árabe-israelí.

En 1967, con la llamada Guerra de los Seis Días, Israel intentó extender sus fronteras y unificar su territorio. Para lograrlo, avanzó sobre Cisjordania y Jerusalén Oriental (que estaban bajo control de Jordania), sobre la Franja de Gaza (territorio palestino), sobre la península del Sinaí (Egipto) y los Altos del Golán (Siria), todos territorios poblados por árabes. En solo seis días logró ocuparlos y demostrar su superioridad militar.

En 1973, durante el Yom Kipur [13], una coalición árabe liderada por Siria y Egipto lanzó una contraofensiva con el objeto de recuperar los territorios ocupados por Israel en 1967. Esta operación resultó para los árabes un fracaso militar aunque no diplomático. Israel –consciente de que no estaba garantizada su superioridad en el campo de batalla– aceptó negociar la paz con Egipto. Es así que, en 1978, los Acuerdos de Camp David I entre Anwar el Sadat (presidente de la República Árabe de Egipto) y Menahem Begin (primer ministro de Israel) dieron lugar a la devolución del Sinaí a Egipto y a la normalización de las relaciones entre los dos países. Estos acuerdos, además, tienen la importancia de que fueron el primer reconocimiento pacífico de la existencia del Estado de Israel por parte de un país árabe. Sin embargo, no todos los árabes apoyaban un acuerdo con Israel: en Egipto, extremistas islámicos asesinaron a Anwar el Sadat durante un desfile militar, en octubre de 1981.


El Estado Palestino

Volvamos a 1967. Como consecuencia de la Guerra de los Seis Días, Cisjordania y la Franja de Gaza cayeron bajo la ocupación militar israelí. Durante las décadas del 70 y 80, la Organización para la Liberación Palestina [14] organizó un Estado Palestino en el exilio, liderado por Yasser Arafat. Pero ante los intentos fallidos de volver a sus fronteras anteriores a 1948 y de lograr un estado propio, en 1987 los palestinos se movilizaron en la Primera Intifada [15]: levantamiento popular cuyo objetivo fue la construcción de un Estado Palestino. Aunque no lo lograron, sí consiguieron movilizar a la comunidad internacional, posicionar a la opinión pública a favor de la causa palestina y que, posteriormente, se realizaran encuentros, como la Conferencia de Paz en Madrid, en 1991, o los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995.

Los Acuerdos de Oslo se celebraron entre la OLP y el gobierno de Israel, y dieron origen a la creación de la Autoridad Nacional Palestina (cuyo nombre oficial es Autoridad Palestina de Cisjordania y Franja de Gaza), una organización administrativa autónoma que gobierna dichos territorios transitoriamente desde 1994, con capital administrativa en la pequeña localidad de Ramallah, cercana a Jerusalén. Pero estos acuerdos de paz también desataron las tensiones en el interior de Israel, entre los conservadores –muchos de ellos sionistas– y los laicos. Los primeros apoyan los asentamientos de colonos judíos en las fronteras del Estado de Israel e, inclusive, en territorios palestinos y se oponían a la creación de un estado palestino. Los laicos (por ejemplo la organización Paz Ahora), más proclives a un acuerdo árabe-israelí, apoyan políticas de “paz por territorios”, es decir, están dispuestos a aceptar la existencia de un Estado Palestino y la firma de una paz duradera con los países árabes y musulmanes en general. Un ejemplo israelí de una postura extrema de oposición a los acuerdos es la que originó la muerte del primer ministro Isaac Rabin en 1995, asesinado por Ygal Amir, un estudiante universitario perteneciente a la derecha radical israelí, que se oponía a las ideas de entregar territorios a cambio de la paz.

El 29 de septiembre de 2000, en pleno debate sobre el futuro de Jerusalén durante la cumbre de Camp David II [16], el entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharón, visitó la zona exterior del recinto de la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aksa. Esta visita, interpretada por una parte de los pobladores palestinos como una gravísima provocación, dio lugar a algunos incidentes y choques entre estos y las fuerzas de seguridad israelíes, ninguno de gravedad. Sin embargo, inmediatamente comenzaron los enfrentamientos entre Israel y las organizaciones armadas palestinas. Esta Segunda Intifada, muy distinta de la primera, tuvo un carácter militar, pues no contó con el respaldo de la mayoría de la población civil, y cambió la imagen del conflicto en el mundo.

Los israelíes, lejos de retirarse de los territorios ocupados, duplicaron la población de colonos judíos en los asentamientos palestinos, reduciendo aun más sus territorios. Este incumplimiento de los Tratados de Oslo de 1993 y 1995, al impedir el retorno de los palestinos refugiados en Gaza, Cisjordania y en los estados árabes vecinos, fue motivo de indignación de una parte de los palestinos que, tras la Primera Intifada, creían haber encontrado un principio de solución para el conflicto territorial.

En la Segunda Intifada comenzó a generalizarse el uso de las bombas suicidas, atentados de tipo kamikaze dirigidos por Hamás [17], la Yihad Islámica [18] y las brigadas de los Mártires de Al-Aksa [19]. Los blancos de estos ataques fueron lugares frecuentados por los civiles israelíes, como centros comerciales, restaurantes y las redes de transporte público.


El conflicto en la actualidad

Hoy, el Estado de Israel tiene el reconocimiento internacional de su soberanía y es miembro pleno de las Naciones Unidas, aunque continúa siendo desconocido por la mayoría de los países de la Liga Árabe. Tampoco las tensiones entre los israelíes moderados, y los colonos y los radicales ultraortodoxos han finalizado. Sus índices socioeconómicos son los de un país desarrollado.

En contraste, el Estado de Palestina todavía no tiene control de su propio territorio. Tras los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Nacional de Palestina administra algunas zonas de la Franja de Gaza y de Cisjordania, pero el resto del territorio sigue ocupado por Israel. En 2012, la Asamblea General de la ONU reconoció a Palestina como Estado observador no miembro de las Naciones Unidas, en una resolución a la que se llegó con 138 votos a favor, 41 abstenciones y 9 votos en contra: los de Estados Unidos, Israel, Canadá, Palau, Micronesia, la República Checa, Panamá, Nauru y las Islas Marshall. Argentina patrocinó el proyecto de resolución y, posteriormente, votó a favor. Antes de la votación, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, se dirigió a los presentes para recordar que, sesenta y cinco años antes, la Asamblea General adoptó una resolución que creaba el Estado de Israel y aseveró que ese órgano tenía el deber moral e histórico de reconocer al Estado de Palestina, demorado durante tanto tiempo.

La población palestina se halla sumida en la pobreza, y la mortalidad infantil y el desempleo se encuentran en aumento. Tras el bloqueo israelí a la Franja de Gaza [20] –llevado a cabo desde que Hamás tomó el control de dicho territorio en 2007– el hogar de un millón setecientos mil palestinos se halla limitado en su acceso al agua potable, alimentos, combustibles, asistencia médica, y el 80% de ellos vive de la ayuda humanitaria. En Cisjordania, las colonias israelíes privan a las comunidades campesinas de sus medios de vida tradicionales, al impedir su acceso a la tierra y al agua. Un muro defensivo que ha comenzado a construirse amenaza con aislar todavía más a la comunidad palestina que vive en dicho territorio.

Esperamos que esta explicación del origen y desarrollo del conflicto sirva para que los lectores de Tierra del Fuego comprendan la situación que enmarca la obra y muchas de sus referencias sobre el pasado y el presente. Pero además confiamos en que descubran en ella el planteo de un conflicto mucho más universal y humano, y dejamos abiertas dos de las preguntas con que iniciamos esta introducción: ¿Existe una respuesta a la pregunta de quién tiene la razón? Y más aun: ¿Tiene sentido hacerse esa pregunta?


[1]. Se llama fundamentalismo a la exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida.

[2]. La más importante de las doce tribus, la de Judá, extendió su nombre a todo el pueblo, que también pasó a llamarse judío.

[3]. La Mezquita Lejana, también llamada Al Aksa, es parte del complejo religioso de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. La tradición musulmana establece que el profeta Mahoma subió al cielo desde la Explanada en el año 621.

[4]. Se llama antisemitismo a la actitud de hostilidad sistemática hacia los judíos.

[5]. El sionismo o movimiento sionista tiene como objetivo fomentar la migración judía a la Tierra Prometida, también llamada Sion, y fue exitoso en la fundación del Estado de Israel en 1948.

[6]. Un pogromo es una matanza y robo de gente indefensa por una multitud enfurecida. Por extensión, se llama pogromo al asalto a los barrios judíos con matanza de sus habitantes.

[7]. No todos los judíos se hallan alineados con el sionismo. Algunos son partidarios de integrarse en los países donde residen o de volver a Palestina cuando llegue el Mesías.

[8]. El Mandato es un poder de administrar un territorio, conferido por la Sociedad de las Naciones.

[9]. Los guetos eran los barrios donde vivían los judíos de algunas ciudades. El primer gueto fue establecido en Venecia en 1516. Actualmente, el termino se utiliza para identificar el barrio de una ciudad habitado por miembros de una minoría racial, religiosa o cultural, generalmente sometidos a presiones sociales, económicas o religiosas.

[10]. En http://www.un.org/es/peace/palestine/2003/ch2.pdf encontrarán un mapa de la partición del territorio.

[11]. La Liga Árabe es una organización que agrupa los estados árabes del Medio Oriente y del norte de África fundada en 1945 con el objetivo de servir al bien común, asegurar mejores condiciones de vida, garantizar el futuro y cumplir con los deseos y expectativas de todos los países árabes.

[12]. Los palestinos que huyeron del Estado de Israel y que ahora viven en territorios palestinos obtienen el estatus de “refugiados” por disposición de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina).

[13]. El Yom Kipur es el “Día del Perdón”, una festividad sagrada para los judíos.

[14]. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) es una coalición de movimientos políticos y militares creada por el Consejo Nacional Palestino en Jerusalén Este, en mayo de 1964.

[15]. Intifada es una palabra árabe que significa “sacudir, quitar”. La Primera Intifada fue un levantamiento popular palestino. También es conocida a partir de 1987 como “guerra de las piedras”. Se inició cuando un camión israelí atropelló a cuatro trabajadores palestinos en la Franja de Gaza, una pequeña zona de 360 km2 en la que se hacinan 1.800.000 habitantes, y la población palestina respondió con una lluvia de piedras, cócteles molotov y neumáticos incendiados.

[16].La Cumbre de Paz en Oriente Medio de Camp David (también llamada Camp David II) se llevó a cabo en julio de 2000 entre el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, el primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el representante de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat. La cumbre concluyó sin que se lograra un acuerdo.

[17]. Hamás es un movimiento de resistencia palestina, nacido durante la Primera Intifada de 1987.

[18]. La Yihad Islámica es un movimiento de acción bélica que tiene como objetivo la destrucción del Estado de Israel y su reemplazo por un Estado Islámico en Palestina. La Justicia argentina la responsabiliza por el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, ocurrido en 1992.

[19]. Mártires de Al Aksa es el movimiento de resistencia palestina nacido en 2000 con la Segunda Intifada.

[20]. Desde que se impuso el bloqueo a Gaza en junio de 2007, están cerrados los cinco pasos fronterizos controlados por Israel entre Gaza e Israel o Cisjordania. El paso restante, entre Gaza y Egipto, se halla cerrado la mayor parte del tiempo.

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