Читать книгу La copa fantasma - Mario Pérez - Страница 8

Un hogar especial

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En la ciudad de Manchester, Inglaterra, existe un residencial llamado San Jorge. Este es un edificio viejo que parece un castillo rodeado de enormes parques verdes y encerrado por una altísima cerca de metal negro.

Allí viven varias familias con chicos que son buenos amigos, y que se reúnen por las tardes a jugar. A los vecinitos les encanta juntarse en un patio que está entre el edificio principal y la calle, pero allí hay algo muy curioso: ¡viejas tumbas esparcidas por todas partes! Algunas tienen formas extrañas con cruces muy elaboradas, otras parecen cajones. La mayoría son de piedra y con el tiempo se han puesto verdosas, luciendo gastadas y maltratadas. Muchas de estas lápidas tienen inscripciones con palabras extrañas que son difíciles de entender; otras son más nuevas, con materiales que brillan y nombres de personas talladas a relieve donde con cierta frecuencia acuden visitas a dejar flores. Ese jardín no es un cementerio, eso sería muy extraño. Hay hombres y mujeres enterrados allí desde hace cientos de años porque eso es lo que hacen las personas en las iglesias, y San Jorge había sido construida como una catedral siglos atrás.

Para algunos esto resulta un poco terrorífico y extraño. Más de una vez se ha escuchado a alguien decir descripciones que incluyen la palabra «escalofriante» o «aterrador». Sin embargo, para los que viven allí es de esperar que un lugar que había nacido como una iglesia gótica tenga gente enterrada por todas partes. Luego de haber sido abandonada por décadas, algunos valientes constructores decidieron convertirla en apartamentos, renovando mucho del antiguo edificio, pero sin tocar los jardines para no perturbar el sueño de los muertos. A los niños no les importa nada de esto, el macabro jardín es su lugar favorito para reunirse a jugar al fútbol. Aquellas tumbas ya se han convertido como en muebles que están acostumbrados a ver todos los días, hasta casi llegar a olvidar que están allí. No hay de qué asustarse porque nadie ha visto ni escuchado de fantasmas o zombis por ahí, inclusive durante las noches de luna llena.

En San Jorge vive la familia Livingstone. Su apartamento es uno igual a los demás del edificio, y para llegar a él hay que subir un piso por unas viejas escaleras de madera que crujen a cada paso. Los escalones antiguos están hundidos y deformados en el medio por el constante caminar de la gente. Los pasamanos están pelados por el continuo contacto de las personas que se apoyan para no tropezar en la penumbra de los pasillos. La oscuridad y el frío han hecho que se respire un olor a moho que se puede ver trepando por las antiguas paredes como nubes negras que se esconden en las esquinas. El interior es una inmensa bóveda, y aún se pueden ver las formas de la vieja iglesia donde alguna vez estuvo el altar y la larga nave central, donde la gente hacía fila para comulgar. Este lugar parece una caverna, con espacios enormes en todas direcciones que no dejan entrar luz y dan un ambiente tenebroso. Los pasillos de madera cuelgan casi suspendidos en el aire, comunicando las viviendas que están en el interior. Aquel no es un techo cualquiera, resulta tan alto y gris que al mirar hacia arriba se ve un negro profundo que no permite apreciar dónde termina. Cada palabra hablada dentro de este maravilloso edificio se esparce y aumenta por un fantástico eco que rebota por todas las paredes de piedra. Aquí no hay secretos, todas las historias, canciones, risas, carcajadas y todos los sonidos que tiene la vida en aquel increíble lugar retumban en la dura roca del interior y se reparten a todos los vecinos.

A los niños les gustaba esconderse entre las sombras para asustar a los invitados que los visitaban por primera vez, y en el momento preciso les gritaban «¡Eres un toffee y te voy a comer!», y corrían tras ellos.

La puerta del apartamento de la familia Livingstone es de color rojo oscuro, con el número diez en dorado situado en el medio. Al abrirla, lo primero que se siente es un estallido de luz que proviene de un gran ventanal que se encuentra al fondo. Toda la oscuridad del interior del edificio la compensa la iluminación de los apartamentos, la cual alumbra el interior de San Jorge cada vez que se abre una puerta. Al entrar hay una hermosa cocina con su comedor. La familia pasa momentos lindos haciendo y disfrutando su desayuno inglés de pudding negro y riñones con salsa, o comiendo pescado frito con papas y tomando té. ¡Todas las mañanas, mamá les hace el desayuno que también lleva frijoles! Antes de irse al colegio, los hermanos Livingstone se despiden de sus padres con un beso en la mejilla y un abrazo fuerte. «Aprendan mucho y diviértanse, niños», siempre les dice papá.

A un costado de la cocina hay una escalera de caracol que lleva al área favorita de los niños: la sala. Allí tienen una mesa que utilizan para estudiar, compartir las aventuras del día y jugar con juegos de mesa por las noches en familia. El favorito de todos es Bears vs Babies, donde todos tratan de hacer el ejército más poderoso de osos mutantes para derrotar a los malvados bebés.

En la sala hay un gran sofá en el que cada uno tiene su espacio predilecto, creando un nicho que ya ha tomado la forma del cuerpo de cada miembro de la familia; esto ha pasado luego de tanto uso y abuso, por lo que se siente como si el mueble los abrazara cuando se dejan caer en él. Este es el lugar donde la familia comparte la mayor parte del tiempo y el sitio oficial de los partidos de videojuegos. Después de un año de excelente comportamiento y notas casi perfectas, Santa Claus trajo en navidad el regalo más anhelado: una PlayStation con dos controles personalizados, uno transparente y otro dorado. El videojuego favorito en casa es FIFA, y se usa a diario entre los hermanos o en línea con los amigos.

El extremo de la sala tiene una baranda por la que se puede ver hacia abajo donde se encuentra la cocina. A la hora de ir a dormir, los chicos bajan a la primera planta donde están los dormitorios, uno grande para papá y mamá, otro que comparten los niños, y uno pequeño todo pintado de color rosa para su hermanita. Cada habitación tiene su baño y un espacio para guardar ropa. El cuarto de los chicos posee una pequeña ventana que en los inviernos deja entrar un frío insoportable que los hace acurrucarse demasiado con las sábanas por las noches, y en el verano no es lo suficientemente grande para aplacar el calor, pero ellos adoran su espacio. Hay muebles donde ordenar los juguetes, pero los chicos prefieren tenerlos escondidos debajo de sus camas. Cuentan con jaulas para las mascotas, pero ellos eligen dejarlas vivir sueltas.

Uno de los regalos que ha dado aquella habitación es Mosi, una araña cebra saltarina que apareció un verano. A su llegada, era una pequeña arañita negra con líneas blancas y enormes ojos que parecía estar perdida y asustada. Los chicos la rescataron y la adoptaron, y desde aquel día vive con ellos. Mosi había crecido hasta volverse grande y fuerte, daba saltos altísimos hasta las manos de los niños y tejía telarañas desordenadas cerca de la ventana o entre las cortinas. Nunca había querido escapar, ni siquiera en los momentos que peleaba con su compañero.

Tunya es un cobayo de pelo largo que últimamente está tan gordito que parece un chanchito de bolsillo. Tiene el cabello precioso, con una mezcla de color caramelo, blanco y negro. Tunya adora a los chicos, canta y vibra de la emoción cuando escucha sus voces. A veces, Tunya se pone agresivo con Mosi cuando ambos quieren la atención y el cariño de los chicos, pero cuando están trabajando en equipo se puede ver un espectáculo sin igual: ¡una araña cabalgando sobre un cobayo! Cuando Tunya se emociona hace un sonido muy particular que se escucha incluso a través de las paredes.

San Jorge es un lugar mágico y maravilloso, aunque a algunas personas les ponga los pelos de punta al entrar. Su exterior es un magnífico edificio de piedra color gris que parece haber sido el sueño de un santo hecho realidad por las manos de artesanos que esculpieron la roca hasta el más mínimo detalle. Cada espacio tiene detalles escondidos que cuentan historias, con gárgolas, profetas y demonios, que solo sus autores conocen. Infinidad de santos tallados adornan las paredes y cuidan los hogares que están allí dentro como una capa protectora que los resguarda del mundo exterior. Inglaterra es tierra de brujas, duendes, elfos, gnomos, hadas, fantasmas y otras criaturas aterradoras, pero en San Jorge los chicos se sienten seguros.

Aquel edificio rectangular muestra piedras en las paredes que lo rodean, y la cara que da a la avenida principal tiene unas pequeñas escaleras que con unos cuantos pasos llevan a un gran jardín. Para ellos, este es un lugar perfecto para jugar al fútbol porque la medida es exactamente la mitad del tamaño del campo de juego del estadio de Old Trafford. El costado está protegido por una cerca que no permite que la pelota vaya a parar a la calle. Lo único que hace falta es una mejor iluminación para poder ver bien la pelota por las noches. Hay grandes y viejos árboles ubicados en las esquinas del campo que sirven de lugar de descanso para los días soleados y como sitio ideal para contar historias de miedo por las noches. En este campo los niños del barrio juegan persiguiendo el sueño de formar parte del Manchester United, y como además el lugar está rodeado de lápidas hechas de piedra, ellos le han puesto cariñosamente el apodo de «La Cantera» a la cancha.

—Phillip Cornelius Livingstone —dijo la maestra.

—Te llama la maestra, Pip — susurró Liam, que estaba sentado detrás de él. Al ver que Pip no reaccionaba por estar mirando el campo de fútbol del colegio por la ventana, le dio una patada en la silla que lo trajo de regreso a clase.

—Presente, señora G —dijo en ese momento un chico que estaba sentado en la primera fila del salón.

Pip era un niño alto y delgado, con una melena de cabello castaño oscuro que necesitaba ser podada constantemente para evitar que pareciera un pequeño hombre lobo. Ese día, al igual que todos los demás, tenía una amplia sonrisa que dejaba ver unos grandes dientes. Cursaba tercer grado en el colegio y sus clases favoritas eran matemáticas y ciencias. Era un voraz lector de libros de aventura, ya que como es sabido, los Livingstone vienen de un linaje de grandes exploradores y aventureros. Siempre trabajaba duro para ser el mejor estudiante de la clase y ayudaba a sus amigos con las tareas. Era un chico estudioso y dedicado, pero lo que más le gustaba es cuando llegaba la hora del recreo y podía ir a jugar al fútbol con sus amigos.

—Recuerden que para mañana deben traer la investigación de biología explicando con detalle algún animal o insecto común en el Reino Unido. Se pueden organizar en grupos de cuatro para realizar la presentación —indicó la maestra una vez todos los alumnos estaban prestando atención.

«Fácil», pensó Pip, mientras rebuscaba en su maleta, donde estaba escondida Mosi.

En ese momento sonó la campana del colegio indicando que habían terminado las clases. Pip ordenó sus cosas, cogió su maleta y se preparó para regresar a casa. Antes de salir de la escuela fue a la puerta principal donde todos los días se encontraba con su hermano Nicky. Una vez cruzaron la puerta, Pip abrió su maleta para que Mosi trepara hasta llegar a sus hombros y llevarlo allí durante todo el camino a casa.

Ebenezer Nicholas Livingstone era un par de años menor que su hermano. Un muchacho de gran porte y robusto, con un corazón muy noble. Una especie de mini gigante tierno. Siempre compartía con sus amigos, maestros y padres, ya que buscaba que todos a su alrededor siempre estuvieran felices. También era de los niños más inteligentes de su clase y esa capacidad la aprovechaba para ayudar a sus compañeros con los deberes. Nicky tenía una tez muy blanca y cabello naranja quemado que coronaba una cara que siempre lucía una gran sonrisa. Le encantaba cantar y bailar, no había momentos tranquilos con él. Era un gran deportista y participaba en torneos de golf, básquet y fútbol. Lo que más le gusta es jugar a las escondidas, especialmente en casa se había vuelto muy bueno desapareciendo de la sala e incluso por los jardines. Por las tardes le encanta salir a caminar con linterna en mano para ver animales y recolectar bichos que luego estudiaba detenidamente.

Los hermanos Livingstone eran mejores amigos, compañeros y cómplices. Pasaban todos los días y noches juntos, tanto así que algunas personas habían llegado a sospechar que ellos hubieran aprendido a leerse la mente, ya que tenían una conexión muy fuerte. En más de una ocasión se apoyaron mutuamente para salirse con la suya, incluso con sus padres.

Nicky iba saltando, cantando y conversando todo el camino, un remolino de actividad que disparaba adivinanzas dificilísimas para divertirse, mientras atravesaban la ciudad hasta llegar a casa.

—¿Cuántos animales caben dentro de una ballena? —preguntó Nicky.

—No sé, ¿cuántos? —contestó Pip.

—No te lo voy a decir hasta que no adivines una. ¿Cuál fue el último animal que creó Dios?

—No sé, ¿el búho enano? —dijo Pip intentando adivinar.

—¡No! ¿Cuál es el animal con más dientes?

—Ese sí lo sé seguro, es el tiburón.

—¡No, Pip! No te sabes ni una.

—Bueno, entonces yo te hago una a ti. ¿Por qué ponen rejas alrededor de los cementerios?

—Yo no sé, pero cuando llegue a casa preguntaré a papá por qué pusieron rejas alrededor de San Jorge.

Con esto, ambos se rieron a carcajadas y continuaron su camino. Cambiaron de tema para lo que iban a hacer una vez llegaran a casa, ya que Pip había invitado a compañeros de su clase para trabajar la investigación que les había dejado la maestra y jugar un partido de fútbol. Mientras avanzaban se imaginaban cómo sería el trabajar como entrenador de una selección de los mejores niños de Manchester.

—Podría armar un equipo tan bueno que le ganase a niños de secundaria —dijo Pip

—Yo podría hacer uno que le gane al Manchester United —respondió Nicky.

—¡Entonces mi equipo de niños les ganaría a los mejores jugadores del mundo! —refutó Pip.

—Eso es imposible, los niños no le pueden ganar a adultos y menos si son profesionales.

—¿Quién dijo eso? Sería supercool poder hacer un partido y seguro que ganamos.

—¡Y si le ganas te tienen que dar un premio!

—Yo les pediría sus camisetas autografiadas al final del partido, si les ganas te las tienen que dar —cerró Pip.

—Si nosotros perdemos yo les doy mis taquillos viejos y unas medias sucias llenas de huecos —dijo Nicky y ambos se echaron a reír.

Pip y Nicky se divirtieron armando los equipos para esa tarde. No jugarían con profesionales, pero se iban a divertir con sus amigos. Discutieron cuáles serían las formaciones, fichajes, compras e intercambios de jugadores para la jornada.

La copa fantasma

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