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LA GUERRA DE AMAL

Era casi mediodía cuando el suelo de Amal comenzó a temblar. Asustados, los pobladores corrieron hacia sus casas. El alboroto era causado por un gran ejército con tanques militares y guardias muy bien armados.

De uno de los vehículos salió una persona con uniforme color azul oscuro, y con firmeza se dirigió hacia los ciudadanos para decir que solo estarían ahí por un tiempo mientras encontraban algo que les pertenecía.

Los habitantes de Amal tomaron sus palabras como una ofensa. Aunque estaban asustados, no permitirían que nadie invadiera sus tierras. Pese a que Amal no tenía mucha tecnología, era conocida por tener una guardia local muy radical, capaz de sacrificar su propia vida con tal de proteger sus territorios. Con esto en mente, los invasores provenientes de Esh estaban muy bien armados.

La guardia de Amal acudió de inmediato, y su líder amenazó a su homólogo del ejército de Esh, llamado Cosir, exhortándole a que se marcharan. Pero él simplemente lo ignoró y rápidamente le disparó, provocando un fuego cruzado.

La guardia de Esh empezó avanzar rápidamente por tener mejores armas y estar mejor organizada, y logró invadir esa parte de la ciudad. Luego marcó un perímetro para que no se acercara nadie. Algunos habitantes quedaron dentro del perímetro, pero al no considerarlos un peligro se ordenó que solo se les vigilara para que no se acercaran a la base que montaron.

No mantenían buena relación con su nación capital, así que –sin pedir ayuda al Ahau de Inesh– la guardia local de Amal regresó mejor armada, dando inicio a la batalla. Mientras tanto, los habitantes cautivos dentro del perímetro estaban muriendo poco a poco de hambre y sed. Además, el ruido de los disparos y explosiones hacían que su estancia fuese más tormentosa. Esh empezó a capturar a los habitantes para llevarlos a la base que mantenían cercada.

En medio de la ciudad había una familia conformada por Yiré y sus dos hijos: Kualum, de nueve años, y Enkario, de cinco. Se mantenían ocultos en un sótano secreto en su hogar. Tomaban su comida una vez al día, tratando de racionarla lo más que podían, pero estaba a punto de agotarse. Sin contar con que el ruido de los disparos los mantenía en pánico.

En la oscuridad de la noche, Yiré abrazaba a sus pequeños. Enkario, algo adormecido preguntó la hora de su siguiente comida; y Kualum, quien entendía mejor la situación, lo hizo callarse. Yiré, intentando animarlos, les dijo que muy pronto, mientras sus lágrimas corrían sobre su rostro.

Llorando en silencio esperó a que quedaran profundamente dormidos para salir en busca de alimento. El mayor la vio marcharse, pero fingió seguir durmiendo.

Al despertar, a la mañana siguiente, los chicos se asustaron porque no encontraron a su madre. Pero Kualum, que la vio irse, pidió a su hermanito que se tranquilizara diciéndole que ella regresaría pronto. Pasaron unas tres horas y Yiré no regresaba. Enkario se mantuvo tirado en el suelo pidiendo algo de comer, por lo que Kualum decidió salir a buscar a su madre. Prometió que regresaría con ella y con mucha comida.

Minutos después de ver marcharse a su hermano, Enkario se levantó para beber un poco de agua. Al sentirse solo, salió de la casa y la luz del sol le lastimó los ojos. No obstante, a medida que sus ojos se acostumbraban, empezó a ver toda la destrucción. A lo lejos salía humo de varias partes de la ciudad, caminaba con cuidado de no tropezar por los escombros que había por todos lados. Vio pasar a lo lejos carros con guardias a bordo y se dirigió hacia ellos. Caminó por un buen tiempo y, con mucho esfuerzo, llegó a una red metálica que no le permitió avanzar más. Del otro lado había muchas personas y guardias de la nación de Esh.

Caminaba cerca de la red cuando, de repente, del otro lado vio a Yiré y empezó a gritarle. Su mamá, al verlo ahí, solo e indefenso, no pudo contener sus lágrimas y corrió hacia él. Un guardia se acercó al pequeño y le dijo que se fuera. No obstante, sin hacer caso, Enkario continuaba tratando de entrar. Más guardias se acercaron, pero, al verlo de cerca, se sorprendieron. Sus ojos eran extraños, no tenían las divisiones de un ojo común, eran totalmente negros. Uno de los guardias le dijo “fenómeno” y le apuntó con un arma en la frente, mientras su mamá suplicaba que no le hicieran daño. Perman, el guardia encargado del lugar, lo detuvo. Al ver las intenciones del pequeño, lo llevó con su madre. Perman llamó la atención a sus subordinados por la manera en que trataron al pequeño, aunque también se extrañó por sus ojos.

Yiré lo abrazó y le preguntó por Kualum, pero no recibió respuesta alguna. Entonces fue hacia Perman y rogó por comida para su hijo. Después de un rato, le dio un pedazo de pan que sacó de un pequeño bolso que llevaba en la cintura. Yiré se apresuró para alimentar al pequeño Enkario, quien apenas podía masticar por lo débil que estaba.

Yiré había tratado de robar comida, así que la pusieron a trabajar junto a otras personas en la base. Perman llevaba agua y comida a escondidas. Aunque solo eran sobras sirvieron para que no murieran de hambre.

Perman era una persona muy amable, a pesar de que el hecho de ser alto y musculoso hiciera parecer lo contrario. Además, con sus cicatrices en los brazos era más que claro que había estado en muchas guerras.

Perman estaba con sus compañeros bebiendo, pero solo pensaba en Enkario y su madre. No podía evitar sentir pena por su situación. Permanecía callado mientras los demás lo felicitaban por haber matado a muchos guardias de Amal. Él había destacado como líder y por sus habilidades de combate en otras guerras, mas las palabras de halago solo empeoraban su sentir.

Se preguntaba si era correcto atacar a un pueblo. Lo empeoraba el hecho de que ninguno de ellos sabía por qué invadían Amal, solo cumplían sus órdenes.

Para salir de dudas, Perman se infiltró en unas instalaciones cercanas donde tenían prohibido acercarse. En su búsqueda encontró su respuesta. Halló unos documentos que contenían información sobre unas armas que eran capaces de destruir todo a su paso, llamadas Jul. Mientras continuaba, halló planos de la excavación que se llevaba a cabo en ese lugar para encontrar dichas armas. Quedó impactado y comprendió la razón de toda la seguridad del lugar. Se dio cuenta de que si su nación obtenía tan grandiosa arma, podría hacer lo que quisiera, y no era información que debería filtrarse tan fácilmente. Decidió no seguir investigando por miedo a tener problemas, y se marchó.

Tres días después de que Kualum salió de casa, llegó a la base de Esh. Se había perdido. Frustrado por no poder encontrar a su madre, ya muy cansado y sin esperanza, le pareció ver a su familia detrás de la cerca, y de un impulso se levantó y se acercó con cuidado para no ser visto por los guardias.

Yiré acarreaba tierra con una cubeta vieja, pero su instinto la hizo mirar a ver a un lado. Lo vio acercarse, e inmediatamente soltó su carga para correr hacia él. Trataba de abrazarlo, pero no podía por la cerca. Kualum estaba furioso, no podía contener su frustración por lo que pasaba, y le prometió a su mamá que regresaría con ayuda. Kualum salió corriendo con todas sus fuerzas mientras secaba lágrimas de sus ojos.

Los habitantes de Amal estaban siendo usados para mover tierra y escombro que salía de la excavación. Les daban un trato inhumano, apenas algo de comer. Cuando se planeó obtener la Jul, Esh no contempló usar habitantes de Amal para limpiar el área, y por lo tanto las raciones de comida no eran suficientes, y se priorizaba alimentar a sus guardias.

A las afueras de la ciudad, la guardia de Amal montaba su base donde coordinaban ataques para recuperar su territorio. El líder era Breselas, un tipo grande y con barba en el rostro. Él había estado a cargo de la guardia local durante los últimos cinco años y perteneció a la guardia marina de Inesh mucho antes de llegar a Amal. En la sala de reuniones entró un guardia junto a Kualum, quien pedía desesperadamente que rescataran a su familia. Los guardias, al verlo, primero le dieron de comer porque lucía muy débil, y le explicaron que su intención era rescatar a todos, pero les estaba resultando muy difícil.

Poco después, unas personas residentes de Amal pidieron hablar con el líder a cargo. Tenían aspecto de granjeros de entre dieciocho y treinta años. Breselas era una persona humilde, así que los recibió para escucharlos. Ellos empezaron diciendo que podrían acabar con el conflicto de una vez por todas, porque eran fuertes y capaces de entrar y salir de la zona de guerra sin heridas graves. Todos los miraban sonrientes porque parecían infantiles con lo que decían. Nadie creyó que hablaran en serio, pero ellos insistieron en que no eran humanos normales, sino superiores en todos los aspectos. A ellos no les interesaba nada hasta ahora, que su gente estaba en problemas. Tampoco entendían el porqué de sus habilidades, pero querían ayudar en aquella situación.

Todos continuaban sin creer sus palabras, y Breselas les dijo que entendían su sentir, y que hasta él quisiera poder hacer lo que ellos decían, pero en la vida real las cosas no eran así.

Breselas les pidió marcharse. En ese momento, un joven tomó un rifle de metal y lo partió en dos con sus manos, como si de un juguete se tratara. Todos los presentes callaron. Los campesinos pidieron de nuevo a Breselas que los dejara ir para que acabaran con el enemigo y regresaran con los rehenes.

Breselas, aún un poco incrédulo y sorprendido a la vez, preguntó:

–Si son capaces de hacer lo que dicen, ¿por qué acuden a mí y no han hecho algo?

Un hombre en sport negro, quien parecía ser el líder, respondió la pregunta:

–Verá, señor, somos simples campesinos, y no sabemos nada sobre estrategias militares. No tenemos la más mínima idea de cómo entrar al lugar y evitar que haya tantas bajas de los nuestros.

–Pues deben saber que cuando se trata de una guerra siempre habrá bajas, pero trataré de que sean las menos posibles –dijo Breselas.

Después de decir esto, les preguntó cuántos de ellos eran para organizarlos, y ordenó a sus guardias que les dieran de comer y los apoyaran en todo lo necesario.

Mucho después de organizar su estrategia se dirigieron al frente de batalla con la guardia bien armada, y con ayuda de estas personas sobrehumanas comenzaron a avanzar rápidamente.

Durante el avance hacia la base de Esh, sus enemigos trataban de detenerlos, pero no podían debido a que sus movimientos eran increíbles. Saltaban y corrían de manera impresionante. Sus habilidades de combate no eran las mejores, pero su cuerpo duro y la agilidad les daban una gran ventaja. Los guardias de Esh no comprendían que pasaba y no podían hacer nada más que huir.

Yiré empezó a escuchar los disparos y explosiones cada vez más cerca, y no pudo evitar abrazar a su pequeño. Todos los guardias de la base salieron a atacar, pero no podían detener a sus enemigos. Sus armas no funcionaban contra ellos, y en una pelea cuerpo a cuerpo no hacían nada, y lo único que les quedaba era la retirada. Cuando la guardia de Amal llegó a la base, los tanques de Esh empezaron a disparar contra ellos y los rehenes.

Yiré vio caer la cerca y corrió con su hijo en brazos para ir hacia una casa destruida. De repente Kualum, quien se había colado con los guardias, llego junto a ellos. Yiré los abrazó para protegerlos. Perman los vio esconderse y fue detrás de ellos para ayudarlos. Al llegar les dijo que los llevaría a un lugar seguro.

Trataba de sacarlos de ahí, pero uno de estos humanos dotados lo atacó, pensando que quería hacer daño a la familia. Perman se defendió, pero su entrenamiento no sirvió contra su contrincante. Sus golpes parecían chocar contra una pared muy dura. Trató de explicar sus intenciones, pero fue golpeado en la cara antes de decir algo.

Los compañeros de Perman dispararon para ayudarlo. El sobrehumano protegió a Yiré y sus hijos. Esperando que los disparos cesaran, corrió para atacar a los enemigos, alejándose de la familia. Otros guardias de Esh se acercaron por el lado contrario y uno disparó a Kualum, arrebatándole la vida.

Enkario estaba atónito mientras veía a su madre llorar y gritar con el cuerpo de su hermano en brazos. El mismo guardia disparó a la madre a sangre fría, dejando el sonido de la bala en la cabeza del pequeño. Enkario sintió que algo se destruyó dentro de él. Mientras sus extraños ojos observaban a su familia muerta, su agresor lo apuntaba a punto de halar el gatillo. Inesperadamente, Perman golpeó al asesino, y con mucha frustración dijo que lo que hacían no estaba bien. Sus subordinados, confundidos por lo que había hecho su capitán, lo apuntaron con sus armas. En ese preciso momento, en el centro de los ojos de Enkario aparecieron pupilas de color gris, y liberó una onda de aire muy fuerte a su alrededor, llamando la atención de todos los que estaban cerca. Levantó la mano y apuntó hacia el asesino de su familia, y una luz color azul salió disparada desde sus dedos. La energía lo atravesó, creando un gran hoyo en su estómago. Luego hizo lo mismo con cada uno de los que estaban cerca, excepto con Perman.

Después de haberlo hecho gritaba con desesperación, y la conmoción lo hizo desmayarse. Perman lo abrazó y lo saco rápidamente de ese lugar.

Días después, Enkario despertó en una limpia y cómoda cama, sin entender qué pasaba. Perman lo había llevado a su casa en la nación de Esh.

Perman entró al cuarto con comida para darle, mientras lo observaba. Enkario se mantenía callado por miedo, y aunque intentó no aceptar la comida, el hambre le hizo tomar el plato.

Levantó lentamente un pedazo de carne y lo introdujo en su boca. Mientras empezaba a masticarlo desesperadamente, las lágrimas brotaban de sus ojos. Jamás había sentido tanta hambre como en los días anteriores. De repente, lo recuerdos de la muerte de su familia lo hicieron soltar en llanto. Perman se sentó a su lado para prometerle que de ahora en adelante no le haría falta alimento ni nada que necesitara.

Por otro lado, en las instalaciones militares de Esh, su Ahau, un joven llamado Revelt, pidió que el tema de lo sucedido en Amal se tratara con máxima seguridad. Pues eran conocidos por su gran capacidad militar, y perder les quitaría credibilidad como una nación poderosa. Por el momento, no tuvo más remedio que pedir que su guardia se retirara. no podían hacer nada ante esta nueva amenaza porque no sabían con lo que trataban.

A pesar de que Revelt trató de eliminar toda evidencia de lo sucedido, algunos videos grabados por algunos habitantes de pueblos cercanos fueron subidos al Azer, una especie de red digital donde todas las personas podían conectarse y saber cosas que sucedían al momento en otras partes del planeta.

El rumor se esparció muy rápido y el mundo entero quedó sorprendido al saber que Esh se había retirado, perdiendo la guerra.

Más tarde, las cinco naciones reconocieron la existencia de estos superhumanos y los llamaron Yuma. Esta nueva generación de humanos cambiaría el rumbo del mundo.

Yuma

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