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UN NIÑO LLAMADO IKTAN

Nuestra historia empieza tres años después de la guerra de Amal en Diogo, una pequeña ciudad perteneciente a Esh.

En Diogo, como en todas las ciudades del mundo, las casas eran ovaladas y levantadas en base de piedras hasta cerrar en el techo en forma de cúpula.

La luna llena brillaba en todo su esplendor. Un pequeño niño de piel clara, cabello y ojos color negro, caminaba por la calle. Se sentía vigilado mientras avanzaba rápidamente. El fuerte mecer de los árboles le incitaba más miedo. Se detuvo de golpe cuando le pareció ver a lo lejos una figura siniestra. Lo único que pudo notar en la oscuridad era que la figura rebasaba aproximadamente los dos metros y parecía tener cuernos.

El pequeño corrió muy fuerte hacia dirección contraria para escapar, porque sabía que lo habían visto. Se calmó un poco cuando se sintió seguro. De repente, un monstruo mucho más grande que el anterior, tal vez de unos diez metros, apareció frente a él. El miedo le hizo caer sentado con ganas de gritar, pero su boca no emitía ningún sonido. Se ahogaba en su miedo.

El monstruo estiró la mano hacia él, pero antes de alcanzarlo, alguien saltó para golpearlo en la cara haciendo que cayera. Era un muchacho de apariencia amable, quien se acercó al pequeño diciéndole que todo estaría bien. El pequeño recuperó su voz y en solo un respiro soltó en llanto.

Con una gran sonrisa, el joven que lo había salvado estiró la mano derecha con el puño cerrado y le dijo:

–Escucha, pequeño, te prometo que todo estará bien. Solo tienes que ser fuerte.

Agarrándole la mano, le cerró su pequeño puño y lo hizo chocar contra el suyo. El joven le preguntó:

–¿Sabes por qué dos hombres chocan los puños?

El pequeño meneo la cabeza de un lado a otro indicando que desconocía el motivo.

–Verás, así es como los hombres hacen promesas que sí pueden cumplir, y dan su vida por hacerlos realidad. No importa cuánto tiempo lleve lograrlo –le dijo, con una leve sonrisa.

El enorme monstruo se levantó para observarlos, y antes de que el pequeño dijera algo, se despertó gritando en su cuarto.

Sus papás Benex y Esvia fueron de inmediato con él para tranquilizarlo, diciéndole que solo había sido un mal sueño.

Era temporada de inicio de clases y el pequeño de 6 años, llamado Iktan, entraría a su primera fase de estudios. Iktan estaba muy impaciente en el salón de clases porque se sentía inseguro. No quería estar ahí. Era más cómodo estar en casa porque sus papás le daban seguridad, pero no pudo hacer nada para convencerlos de no llevarlo a la escuela.

En Caban las personas eran capacitadas en tres fases de estudios. Las dos primeras duraban doce años, seis años cada una; y la tercera, que era opcional, duraba cinco años. En la dos primeras fases se les enseñaba sobre el mundo, las culturas, arte y división de poderes. En la tercera fase se tenían que especializar en el área que más les agradara. Esta fase era muy importante para mejorar la calidad de vida de las personas.

Durante el primer día de clases, la mayoría de sus compañeros jugaban, pero Iktan estaba aislado, limitándose a observarlos.

A unas cuantas semanas de haber empezado la escuela, conoció a varios compañeros. Entre ellos, un niño de su misma edad, un poco más alto que él, llamado Reyvi, quien se la pasaba presumiendo lo bueno que era jugando Kuxtal, el deporte más practicado en todo el mundo.

A pesar de que Reyvi tenía la atención de todos, Iktan simplemente lo ignoraba, lo cual le molestaba mucho. Pero desde el principio no le agradó Iktan, porque no le gustaba verlo aislado.

Un día, a la hora de comer, Reyvi invitó a Iktan a jugar kuxtal. Al principio se negó, pero después de que los demás le insistieron, aceptó; y durante el partido, Iktan se dio cuenta de que Reyvi no hablaba de más cuando decía que era bueno, pues fue gracias a él que su equipo ganó.

Iktan no conocía las reglas del juego, pero se dio cuenta de que le hacía falta condición física porque no hizo mucho durante el partido. Pese a ello, era la primera vez que se emocionaba por un juego con sus compañeros.

Fue con Reyvi para pedirle que le enseñara a jugar. Sin embargo, este se negó, diciéndole que no era bueno para los deportes. Eso lo frustró mucho porque no esperaba tal respuesta. No entendía por qué Reyvi se portaba grosero con él. Los siguientes días no aceptó jugar, pero poco a poco empezó a convivir con los demás compañeros.

Entre todos los niños, Iktan era el más tímido, y se sentía extraño, ya que no podía congeniar fácilmente con sus compañeros; a diferencia de Reyvi, que era muy extrovertido y llamaba la atención de los demás fácilmente.

En casa Iktan se sentía cómodo, porque al ser hijo único tenía toda la atención de sus papás, quienes lo sobreprotegían.

Todas las noches pedía dormir con ellos diciéndoles que se sentía vigilado por algo. Tenía la sensación de que una figura siniestra estaba cerca observándolo. Siempre se los describía como una sombra humanoide, aproximadamente de dos metros y medio, y además parecía tener dos pequeños cuernos. Sin embargo, sus papás no le daban tanta importancia. Creían que lo que les contaba era parte de su niñez.

Cada vez que soñaba con el monstruo, despertaba llorando, y poco a poco esa situación le hizo temerle a la oscuridad. Sus papás le decían que su miedo no era real, que tenía que aprender a controlarlo; pero Iktan empezaba a sentir con mayor frecuencia la extraña presencia, y ahora no solo era en sueños sino también cuando estaba despierto.

No recordaba cuándo empezó ese sentimiento, pero en todo momento tenía la sensación de ser observado; ya sea jugando en su cuarto, sentado en la escuela o de camino a casa. Era como si alguien estuviese detrás de él, pero no podía verlo.

Cada instante que se sentía igual se repetía a sí mismo lo que sus papás le habían dicho, tratando de controlar sus pensamientos para no crearse temor. Pero más allá de ser tímido y tener sus miedos, no le emocionaba mucho la idea de hacer amigos. No obstante, sentía que algo le hacía falta, aunque no entendía qué era.

Yuma

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