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CAPÍTULO 1

LA SABIDURÍA

Ayer, antes de comenzar este capítulo, jugué al flag football1 con algunos de mis alumnos de doctorado. Aunque tengo treinta años más que ellos, hice un esfuerzo por estar a la altura durante tres horas muy divertidas. Hoy, mis doloridos músculos gritan cada vez que intento moverme. Mi esposa, Lisa, me dice que me están reprendiendo por mi insensatez. Escribir en el teclado es casi el único movimiento que no me duele. Parece a la vez adecuado y paradójico comenzar a escribir acerca de la sabiduría al día siguiente de castigar mi cuerpo con la excusa de pasar un buen rato. Espero no haber echado abajo mi credibilidad sobre el tema.

Esto del fútbol es un pequeño ejemplo, pero ¿acaso no necesitamos bastante sabiduría para comprender bien y vivir la vida de hoy en día? Imagina unos círculos concéntricos, comenzando con nuestras decisiones personales y extendiéndonos hacia afuera a nuestras membresías y responsabilidades cívicas. En cada uno de los círculos anhelamos ser sabios. Cada uno de nosotros se pregunta continuamente cómo emplear mejor nuestro tiempo en una época en la que el consumismo y la diversión reclaman permanentemente nuestra atención. Tomamos decisiones acerca de la educación, la formación profesional, la elección de una carrera, o de cómo cambiar de una a otra, y la jubilación. ¿Cómo hemos de ganar, gastar y ofrendar nuestro dinero? Si nuestras ocupaciones son muchas, como seguramente lo son ¿cómo haremos para dormir, disfrutar de momentos de ocio, trabajar y ocuparnos de las tareas domésticas de manera equilibrada? ¿Y por qué seguimos extraviando nuestros teléfonos y llaves en los momentos más inoportunos? ¿Qué haremos para perder unos cuantos kilos y por qué importa que los perdamos? ¿Se trata solo de una tercera copa de vino o es que tengo un problema con la bebida? ¿Estoy leyendo un correo electrónico genuino o se trata de otra estafa más? ¿Debo abrir el archivo adjunto?, y si lo hago ¿estaré instalando un virus en mi ordenador?

Al avanzar hacia el exterior de estos círculos concéntricos muchos de nosotros vivimos en unidades familiares que requieren otro nivel de sabiduría. Honrar a los padres, amar como es debido al cónyuge, proporcionar seguridad a los niños en un mundo complejo y violento, al mismo tiempo que los criamos para que sean amables y compasivos, siendo a la vez cercanos sin agobiarlos, sabiendo cuándo y cuántas reglas establecer con los hijos adolescentes. ¿Quién compra y quién prepara la comida? ¿Cómo llegar a fin de mes cuando a veces escasean las finanzas?

Muchos viven en comunidades pequeñas, con amigos y vecinos que pueden caernos bien o mal, o ambas cosas a la vez. ¿Cuándo hemos de poner límites y cuándo somos egoístas? ¿Acudimos a nuestros amigos y vecinos cuando los necesitamos, o nos las arreglamos solos? ¿Qué hacemos cuando otros nos necesitan? Algunos de nosotros somos miembros de iglesias en las que tenemos que decidir si las diferencias ideológicas y doctrinales afectan a la unidad en Cristo. Debido a que muchas iglesias están perdiendo membresía en estos días, nos planteamos muchas preguntas acerca de cómo mantenernos relevantes en un mundo posmoderno y cuándo los esfuerzos por ser relevantes colisionan con el compromiso moral.

Retrocediendo un poco para ver los círculos concéntricos más grandes, vemos que pertenecemos a grupos cívicos, ya sea el municipio, la región o estado, la nación o el mundo. No es tarea fácil entender nuestros derechos y responsabilidades en cuanto al voto y saber cómo priorizar los puntos de vista de los candidatos en cuanto a moralidad personal, seguridad nacional, economía y justicia social. ¿A quién vamos a dar nuestras aportaciones económicas siendo nuestros recursos limitados y pareciendo las necesidades locales y globales infinitas? A dondequiera que nos volvamos, cada día que vivimos, somos gente que anhela ser sabia en medio de un mundo complicado.

Los expertos en ciencias sociales han estado estudiando la sabiduría, que para algunos es algo bueno, y para otros irrelevante y, tal vez, para los científicos escépticos malas noticias. Habiendo pasado toda mi carrera valorando las contribuciones de la ciencia, mi objetivo es fomentar una relación entre lo que la ciencia nos ayuda a descubrir y lo que la fe nos dice acerca de la sabiduría. Al poner la ciencia y la fe juntas, y dejar que se influyan mutuamente, podemos construir sabiduría para la vida diaria.

LA PSICOLOGÍA DE LA SABIDURÍA

Paul McLaughlin, uno de los que jugaban conmigo al flag football ayer, entró en mi oficina hace tres años y me dijo que quería dar una conferencia acerca de la sabiduría. “Es un gran tema”, dije, “pero en realidad los psicólogos no estudian la sabiduría”. Paul fue a la biblioteca y me demostró que estaba equivocado. Resulta que los psicólogos llevan estudiando la sabiduría durante treinta años como mínimo. Buena parte del trabajo ha salido de la Universidad de Chicago y del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano de Berlín. He leído mucho acerca de la sabiduría en los últimos tres años, Paul y yo publicamos un artículo sobre el tema y ​​él completó su conferencia sobre la sabiduría.2

A veces envidio a los químicos e imagino que las sustancias que estudian están claramente definidas según el número de moléculas de carbono y los tipos de enlaces que comparten. Lo más seguro es que me equivoque sobre la simplicidad de la química, pero aun así no puedo pensar en algo más difícil de definir que la sabiduría. Si les pidiéramos a cien personas que definieran lo que es la sabiduría, seguramente obtendríamos una amplia gama de respuestas, desde hábiles consejos financieros hasta prácticas espirituales o cómo decidir con quién hemos de casarnos (o con quién no hay que casarse nunca).

Paul Baltes, experto en psicología evolutiva reconocido mundialmente y fundador del Berlin Wisdom Project (Proyecto Sabiduría de Berlín), consideró que la sabiduría es “el conocimiento experto en la práctica fundamental de la vida”.3 Ten en cuenta que la sabiduría implica conocimiento, pero no es lo mismo. Puedes saber mucho acerca de cómo vivir saludablemente, pero si descuidas las prácticas fundamentales de cómo comer bien, hacer ejercicio, dormir y disfrutar del momento presente, tu conocimiento no te beneficiará mucho. La sabiduría va más allá del conocimiento al aplicar el conocimiento a la práctica de una vida adecuada.

El psicólogo de Yale Robert Sternberg argumenta de modo parecido diciendo que el conocimiento ha de aplicarse para que se manifieste la sabiduría, pero nos recuerda que no se trata solo del propio interés: “Hay sabiduría cuando la inteligencia práctica se aplica para maximizar no solo el interés propio o el de otra persona, sino más bien cuando se equilibran varios intereses personales (intra-personales) con los intereses de los demás (inter-personales) y otros aspectos del contexto vital (extra-personales), como la ciudad, el país o el medio ambiente, incluso Dios”.4

El conocimiento solo no basta. Seguramente todos conocemos a expertos en relaciones sociales que tienen problemas con sus propias relaciones personales. Puede que sean pastores, consejeros o psicólogos que saben mucho sobre cómo debemos relacionarnos con los demás, pero tienen problemas a la hora de aplicar en forma práctica sus conocimientos sobre cómo mantener relaciones cercanas y duraderas. La sabiduría requiere tanto el conocimiento como la aplicación práctica de ese conocimiento, y va más allá de nosotros mismos hasta entrar en el ámbito de la preocupación por los demás.

Reconozco que esta manera de definir la sabiduría puede no satisfacer plenamente a creyentes, filósofos y a quienes generalmente sospechan de la gente de ciencia, pero quedémonos aquí por un momento antes de pasar a una comprensión cristiana más matizada de la sabiduría.

Puesto que la ciencia implica criterios medibles, no basta simplemente con definir la sabiduría como el conocimiento experto en la práctica fundamental de la vida. Necesitamos algo más específico y que se pueda medir. Los investigadores del Proyecto Sabiduría de Berlín definieron y probaron cinco criterios que encajaban en su definición: conocimiento objetivo, conocimiento procedimental, contextualización a lo largo de la vida, relativización de valores y cómo gestionar la incertidumbre”5. Los dos primeros, el conocimiento objetivo y el procedimental, se consideran criterios básicos porque reflejan el conocimiento necesario para la sabiduría, pero que no bastan por sí mismos. Los tres criterios restantes se refieren a la aplicación práctica del conocimiento a una situación concreta.

Podemos ilustrar estos cinco criterios con una anécdota banal, aunque la banalidad de la anécdota no se verá hasta el final. Hace bastantes años, nuestra gata Frisky, se escapó cuando acordamos quedarnos unos días con un perro. La “dueña” de Frisky era mi hija Sarah, aunque es cuestionable pensar que un gato pueda realmente tener dueño. Pensamos que Frisky simplemente estaba en el bosque cercano a nuestra casa y que regresaría después de los tres días en los que teníamos que cuidar del perro, pero no lo hizo. Después de diez días, al volver del trabajo, Lisa me dijo que había visto a Frisky muerta en la cuneta cuando volvía a casa desde la escuela de posgrado.

El primer componente de la sabiduría es el conocimiento objetivo. Mientras desconocíamos el paradero de Frisky, no había muchas posibilidades de avanzar hacia la sabiduría. Pero ahora, con lo que Lisa había contado, conocíamos los hechos y necesitábamos saber cómo actuar con sabiduría. La querida gata de nuestra hija estaba muerta y ella no lo sabía.

El siguiente componente de la sabiduría es el conocimiento procedimental. Cuando ocurre X, lo mejor que se puede hacer es Y. El conocimiento procedimental se consigue con el tiempo y la experiencia. Como crecí en una granja donde nunca hubiéramos pensado tener una mascota doméstica, no tenía ni idea sobre cómo actuar cuando se te muere tu mascota. Lisa, que se crio con uno o más perros en su casa, sabía mucho más al respecto. Ella me ayudó a comprender que lo mejor que se puede hacer cuando se te muere tu mascota en la carretera es traerla a casa y enterrarla. Así que, en aquella lluviosa tarde de otoño, después de que nuestras tres hijas estuvieran ya acostadas, Lisa y yo fuimos a buscar a Frisky, pusimos su cuerpo en una caja de cartón, cavamos un agujero debajo de un gran abeto Douglas y la enterramos. Seguramente, alguien dirá que el mejor conocimiento procedimental habría sido enseñarle a Sarah el cadáver de Frisky y dejar que lo tuviera en sus manos una vez más antes de enterrarlo, aunque en este caso no habría sido posible, porque Frisky no estaba muy presentable, y ni siquiera era claramente reconocible debido a que había empezado a corromperse —lo que será relevante más adelante.

En aquel momento, Sarah estaba en preescolar y era (y siempre ha sido) muy sensible, al ver el dolor ajeno sufre profundamente. Sabíamos que contarle lo de Frisky la afectaría muchísimo. También sabíamos que esta no sería la última vez que ella tendría que sufrir la pérdida y el dolor. Otro componente de la sabiduría es la contextualización a lo largo de la vida, que es reconocer que cada uno de nosotros vive su historia con un pasado, un presente y un futuro. En aquel momento no teníamos ni idea de que Sarah un día tendría que enfrentarse al fracaso involuntario de nueve años de matrimonio con dos niños pequeños en casa. Lo único que sabíamos era que la muerte de Frisky sería una gran pérdida y que más pérdidas vendrían después. Teníamos que decírselo.

El cuarto criterio para la sabiduría es la relativización de valores. No es pluralismo indiscriminado, sino saber que las decisiones más difíciles implican valores que compiten entre sí. En nuestro caso, nos hubiera gustado que Sarah no sufriera, lo que para unos padres es un valor a tener en cuenta. Los padres a menudo soportan dificultades por el bien de sus hijos. Al mismo tiempo, nos importa ser honestos y creemos que es importante hablar abierta y sinceramente con nuestros hijos. Esos valores rivalizaban, pero Lisa y yo sabíamos que era mejor que Sarah supiera lo que le había pasado a Frisky y permitirle sufrir su pena. Nos sentamos a ambos lados de su cama mientras le contábamos lo que había pasado, y luego cada uno de nosotros la asió de una mano o le pusimos la nuestra sobre el hombro mientras ella sollozaba y se retorcía de pena.

Cuadro 1.1

Sabiduría científica en acción

Veamos un caso procedente de la psicología de la sabiduría: una niña de catorce años quiere casarse. ¿Cuál es tu opinión y qué le dices?

Seguramente tienes el impulso de soltar un fuerte “¡NO!”, pero espera un momento. Vamos a considerarlo basándonos en los cinco criterios de la sabiduría según del Proyecto sabiduría de Berlín.

Conocimiento objetivo

Queremos saber algo sobre la chica. ¿Vive ella en nuestro tiempo? ¿Cuál es su origen cultural? Si es una niña de Nazaret que vivió hace unos dos mil años, es posible que lo veamos de diferente manera que si se tratara de una niña de Boston en el siglo XXI.

Conocimiento procedimental

¿Qué motivaciones tiene esta chica para casarse? ¿De cuánto tiempo dispone para tomar la decisión? ¿Vive en un tiempo y lugar en los que el matrimonio tiene más que ver con una función que con el amor, y si se trata de amor, quiere a la persona con la que está pensando casarse? ¿Hay en su vida tutores sabios que la ayuden a tomar una decisión así, o puede ella decidir por sí misma?

Contextualización a lo largo de la vida

¿Hay alguna razón por la que esté tratando de escapar de su situación cotidiana, tal como un hogar en el que se abusa de ella, o porque vive en la pobreza? ¿Le ayudará el matrimonio a superar las difíciles circunstancias de su vida, o simplemente las agravará?

Relativización de valores

¿Qué prioridades tiene para casarse? ¿Cómo encajan sus prioridades personales con el bien social más amplio? ¿Qué clase de valores universales relacionados con el bien propio, el de los demás y el de la sociedad han de tenerse en cuenta?

Gestión de la incertidumbre

¿Está preparada la niña para hacer frente a la incertidumbre de su futuro? ¿Estás preparado, como consejero, para hacerlo tú? ¿Cómo puede ella prepararse para un futuro incierto sea cual sea la decisión que tome, se case o no?

El último criterio es cómo gestionar la incertidumbre. La sabiduría requiere que dejemos a veces de buscar respuestas para enfrentarnos a las contradicciones, los misterios y las dimensiones desconocidas de la vida. En los días siguientes, Sarah ciertamente se enfrentó a su parte de incertidumbre y, consecuentemente, Lisa y yo también lo hicimos.

Varios días después de enterrar a la gata, Lisa y yo estábamos jugando a las cartas con unos amigos en el salón cuando nuestra hija más pequeña, Megan Anna, entró en la habitación y pronunció: “¡Mamá, papá, Frisky ha vuelto!”. Le aseguramos que Frisky estaba muerta y que no podía regresar, pero ante su reiterada insistencia salimos al porche trasero y, efectivamente, allí estaba Frisky, más delgada que de costumbre, pero definitivamente era Frisky. Todo indica que enterramos al gato muerto de otra persona.

La conclusión feliz es por lo que dije que se trataba de una anécdota banal, pero la vida consiste en centenares de anécdotas como esta, unas acaban felizmente y otras no. Aquí, en medio de las anécdotas de la vida, nos esforzamos por encontrar conocimientos especializados en las prácticas fundamentales de la misma mientras vamos creciendo para alcanzar la sabiduría.

Queda mucho más que podemos hablar sobre la psicología de la sabiduría, pero antes merece la pena ver lo que el cristianismo tiene que decir sobre el asunto. Si vamos a redimir la sabiduría, tal cosa implica apreciar la psicología de la sabiduría y ver cómo la fe enriquece la idea que tenemos de ella.

UNA VISIÓN CRISTIANA DE LA SABIDURÍA

Después de que Paul me convenciera de que la psicología de la sabiduría existe, comenzamos a planificar su tesis, tarea que contó con una beca de la Fundación John Templeton. Algunos colaboradores y yo acabábamos de recibir fondos para promocionar la psicología positiva en la iglesia que incluían la financiación de cinco tesis doctorales. Paul y yo imaginamos una iglesia local ideal para su proyecto y luego organizamos una reunión con varios líderes de iglesias en un restaurante subterráneo cercano. El restaurante Subterra no es uno de esos restaurantes donde se celebran reuniones clandestinas, pero está literalmente bajo tierra. Es uno de los mejores lugares para conversar en grupo, y se come bien, en nuestra pequeña ciudad de Newberg, Oregón.

Después de una conversación inicial, Paul descartó la definición de sabiduría que he enunciado antes: “La sabiduría es el conocimiento experto en la práctica fundamental de la vida”. Tras sus palabras hubo un silencio que parecía difícil de interpretar. Entonces comenzaron las preguntas. ¿Ha de estar la sabiduría tan estrechamente ligada al conocimiento? ¿Se está prescindiendo aquí de la experiencia? ¿Podemos definir correctamente la sabiduría en tales términos no relacionales? ¿Qué decimos de un encuentro con el Dios vivo? Acabábamos de iniciar una conversación animada e importante.

Gregg Koskela, el pastor principal de la Iglesia Newberg Friends, aportó otro punto de vista sobre la sabiduría profundamente fundamentado en una cosmovisión cristiana: “La sabiduría proviene de la historia de prácticas individuales y colectivas que llevan a tomar decisiones de acuerdo al carácter de Cristo”. Vista así, la sabiduría es relacional, espiritual, y se desarrolla durante años de práctica. Evoca esa idea tan repetida en las Escrituras de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría.

Ten en cuenta que la definición científica que Paul y yo dimos, y la definición de la sabiduría de Gregg basada en la fe, no son contradictorias. Las palabras de Gregg nos dicen cómo se desarrolla la sabiduría, mientras que nuestra definición científica describe su resultado. La ciencia y la fe pueden cooperar aquí y ambas pueden enriquecer la idea que tenemos de la sabiduría.

Paul y yo nos comprometimos con su proyecto de sabiduría en la iglesia que Gregg pastoreaba. Compartiré nuestros resultados más adelante, pero antes debo mencionar algo que aprendimos de Mary Kate Morse, profesora del Seminario George Fox y miembro del comité de la tesis de Paul.

El doctorado de Morse en liderazgo organizacional implicaba escribir su tesis sobre la sabiduría, por lo que parecía natural incluirla en el comité. En el proceso de revisar la tesis de Paul, ella nos habló de una distinción que los teólogos hacen entre la sabiduría convencional y la sabiduría crítica. Paul tiene un master en teología, por lo que estaba de alguna manera familiarizado con el asunto. Me encanta la teología, pero como no tengo una formación formal en la materia, nunca había oído hablar de esta diferencia entre la sabiduría convencional y la crítica. Paul y yo leímos la tesis (larga pero muy buena) de Morse y aprendimos mucho en el proceso.

Cuadro 1.2

La sorprendente sabiduría de Jesús

Jesús no enseñó su sabiduría desde un trono, como lo hizo el rey Salomón en el Antiguo Testamento. En cambio, la sabiduría de Jesús pone al descubierto los caminos sorpresivos y misteriosos del irresistible amor de Dios (1 Co 2:7). En lugar de venir como un gobernante triunfante, Jesús —Dios encarnado— vino como un recién nacido alumbrado en un establo maloliente.

Este es el sorprendente Jesús que cambió el mundo para siempre. Todos esperaban un Mesías poderoso políticamente y se les dio un carpintero y predicador itinerante que vivía en las condiciones más humildes y que, finalmente, se humilló al punto de morir crucificado (Fil 2: 5–11).

A lo largo del Nuevo Testamento, vemos la sorprendente sabiduría de Jesús al enfrentarse a los prejuicios imperantes. Su sabiduría era arriesgada, al sacudir los prejuicios tradicionales y enfrentarse a los líderes religiosos de su época. Y cuando aquella sabiduría polémica llevó a su final natural y los líderes del momento arrestaron a Jesús en el huerto, Jesús curó la oreja de su acusador que Pedro le había cortado.

Según el título del libro de Henri Nouwen (2007), está “el camino desinteresado de Cristo: la movilidad descendente y la vida espiritual”.*

Sanando el sábado

Enseñaba Jesús en una sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, eres libre de tu enfermedad». Puso las manos sobre ella, y ella se enderezó al momento y glorificaba a Dios. Pero el alto dignatario de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiera sanado en sábado, dijo a la gente:

«Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en sábado»” (Lc 13:10–14).

Enseñando paradojas

“Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os aparten de sí, os insulten y desechen vuestro nombre como malo por causa del Hijo del Hombre.

Gozaos en aquel día y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, porque así hacían sus padres con los profetas” (Lc 6:22–23).

Mezclándose con pecadores

“Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo habían seguido. Los escribas y los fariseos, viéndolo comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos:

«¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mr 2:15-17).

Rozando el sacrilegio

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23–24).

Me encanta que Jesús me sorprenda. Su sabiduría da un vuelco a las cosas con el fin de recordarnos cómo se ama a Dios y al prójimo, y cuán profundamente nos ama Dios.

* Henri J. M. Nouwen, The Selfless Way of Christ: Downward Mobility and the Spiritual Life (London: Orbis, 2007).

La sabiduría convencional es más bien una guía del sentido común para vivir una vida correcta. En muchos aspectos, se parece bastante a los puntos de vista científicos sobre la sabiduría de los que hemos hablado antes en este capítulo: el conocimiento experto en la práctica fundamental de la vida. Si lees los proverbios del Antiguo Testamento, lo que lees es en su mayoría sabiduría convencional.

Pero todos sabemos que, en ocasiones, la sabiduría convencional hay que cuestionarla y reconsiderarla. Jesús fue un radical al cuestionar muchas de las reglas religiosas de su época. Los devotos líderes religiosos habían establecido su propia sabiduría, y Jesús desafió a muchos de ellos, llegando incluso a ser condenado a muerte por blasfemo. En su Sermón del Monte, Jesús repitió: “Oísteis que fue dicho… pero yo os digo…”. Él sacudió su entorno.

Según cuenta el Evangelio, parece que Jesús obró más sanidades en sábado que en cualquier otro día. Me pregunto por qué. ¿Puede que uno de sus motivos fuera para que la gente reconsiderara lo que se tenía por sabiduría en su día —una sabiduría esclerotizada que había conducido a establecer reglas rígidas y opresivas? Tal vez Jesús quería confundir la idea que tenía la gente sobre la vida virtuosa.

En la Biblia se encuentra también un segundo tipo de sabiduría, la sabiduría crítica, especialmente en Eclesiastés, Job y en la vida de Jesús. La sabiduría crítica va con frecuencia a contracorriente, siempre discerniendo y, a veces, misteriosa. La gente que tiene sabiduría crítica piensa de otra manera, pero no solo por el simple hecho de ir a contracorriente; piensan de manera diferente debido a un profundo compromiso con la justicia y la bondad. Es difícil entender este tipo de sabiduría con palabras, y ciertamente no cabe en simples refranes sobre cómo vivir una vida buena.

Lee el poema sapiencial en Job 28, en el que Job reflexiona sobre los profundos misterios de la sabiduría, tan escurridizos e intangibles:

¿De dónde, pues, procede la sabiduría

y dónde se encuentra el lugar de la inteligencia?

¡Encubierta está a los ojos de todo viviente,

y a toda ave del cielo le es oculta!

El Abadón y la muerte dicen:

“Su fama ha llegado hasta nuestros oídos”.

Dios es quien conoce el camino de ella

y sabe dónde está su lugar,

porque él observa hasta los confines de la tierra

y ve cuanto hay bajo los cielos.

Al darle peso al viento

y fijar la medida de las aguas;

al darle ley a la lluvia

y camino al relámpago de los truenos,

ya entonces la vio él y la puso de manifiesto,

la preparó y también la escudriñó.

Y dijo al hombre:

“El temor del Señor es la sabiduría,

y el apartarse del mal, la inteligencia”. Job 28:20–28

Medita sobre la sabiduría paradójica del libro de Eclesiastés, donde el autor comienza con la impactante y sombría declaración de que “todo es vanidad” (1:2), y sigue con doce capítulos llenos de ironías y dudas. Curiosamente, el autor concluye con la misma conclusión que Job: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (12:13).

A riesgo de incurrir en herejía, he aquí hay algunos versículos bíblicos inventados para ilustrar la diferencia entre la sabiduría convencional y la crítica.

Sabiendo lo que sabemos hoy sobre los efectos de los antioxidantes en la salud y el sabor del chocolate negro, podríamos imaginarnos un proverbio que dijera: “Come chocolate negro, porque es bueno”. Siendo realistas, puede que queramos agregar una cláusula al final: “Come chocolate negro, porque es bueno. Pero no comas demasiado”. Podemos imaginar un versículo como este en los proverbios bíblicos, porque suena a sentido común, ayudándonos a navegar por la vida práctica. Esto es sabiduría convencional.

Ahora piensa en lo que Jesús podría decir si estuviera hablando del chocolate negro. Puedo imaginar lo que diría sobre esto en su Sermón del Monte: “Habéis oído lo que dice el proverbio «Comed chocolate negro», pero yo os digo que es mejor no comer ninguna clase de chocolate, antes que comer un chocolate que contribuye a la opresión humana»”. En este caso, Jesús estaría respaldando la sabiduría convencional (sigue siendo bueno comer chocolate negro por razones de salud y disfrutar de las buenas cosas de la vida), pero al mismo tiempo, Jesús estaría atacando la mentalidad cultural de este tiempo, siendo claramente consciente y estando profundamente preocupado por los abusos humanos cometidos con la excusa de suministrar chocolate barato a los países industrializados.6

El profeta Isaías habló de la perspicaz sabiduría de Jesús siglos antes de que apareciera envuelto en pañales, y aunque no dice nada del comercio de chocolate de la actualidad, ciertamente está implícito.

Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová:

espíritu de sabiduría y de inteligencia,

espíritu de consejo y de poder,

espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.

Y le hará entender diligente en el temor de Jehová.

No juzgará según la vista de sus ojos

ni resolverá por lo que oigan sus oídos,

sino que juzgará con justicia a los pobres

y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra.

Herirá la tierra con la vara de su boca

y con el espíritu de sus labios matará al impío.

Y será la justicia cinto de sus caderas,

y la fidelidad ceñirá su cintura (Is 11:2–5).

Jesús, la imagen perfecta de Dios, es el maestro de la sabiduría crítica. Él no vino para abolir la sabiduría convencional, sino para dinamizarla, para desarrollar los dos mayores mandamientos, amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo, para recordarnos el profundo misterio de la vida, para hacer que volvamos a la reverencia y al temor de Dios cuando tan fácilmente nos conformamos con una religión hecha de creencias conceptuales y listas de normas de conducta que nos hacen sentir más santos que los demás.

Si queremos llegar a ser sabios, tenemos que estar dispuestos a plantar cara a las corrientes sociales, pero no por ser inconformistas o señalarnos como antisistemas. Se trata de tener el valor moral para hacer lo correcto, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios (Miq 6:8), incluso cuando tal cosa signifique cuestionar las prácticas vigentes del momento, como comprar chocolate barato.

EL TELOS DE LA SABIDURÍA

Podemos ver un ejemplo de sabiduría crítica analizando la idea del telos en una época en la que el concepto se ha perdido en gran medida. Telos es una palabra griega que hace referencia a un propósito u objetivo final, la visión plena de nuestras capacidades morales y físicas, intenciones y competencias. Si pudiéramos imaginar a un ser humano perfecto viviendo una vida próspera y abundante, eso sería telos. La tendencia es equiparar la plenitud con la opinión popular, la notoriedad o el éxito financiero, pero tales cosas no sirven para entender el telos.

Tiene más que ver con encontrar el fin natural y predeterminado de lo que significa ser plenamente humano. Una bellota al convertirse en un majestuoso roble encuentra su telos, y un ser humano puede llegar a ser una persona plenamente funcional, mostrando para qué sirven los seres humanos. Para los cristianos, el ejemplo perfecto de telos es Jesús.

Cuesta bastante mantener el telos definido en medio de una sociedad consumista. Al iniciar mi carrera, critiqué a algunos amigos míos mayores que parecían estar pensando y hablando siempre de la Bolsa. Me parecía cansino frente a mi deseo de cambiar el mundo. Pero ahora, al acercarse mi propio retiro y haber abandonado la esperanza de cambiar demasiado el mundo, me encuentro mirando los saldos de los planes de jubilación y si sube la Bolsa, preguntándome qué tipo de seguridad financiera nos espera. La humilde verdad es que tiendo a hacer lo que la gente de nuestros días hace: pensar en el dinero como mi fuente de seguridad en el futuro y en la vida. Entonces recuerdo las palabras de Santiago: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (St 4:13–14). ¿Y si la subida de la Bolsa pasara a un segundo plano y me concentrara en avanzar hacia el cumplimiento de mi telos el tiempo que me queda? Me pregunto cómo sería crecer un 6% cada año hacia la vida plenamente avivada y abundante a la que Jesús me llama.

La virtud requiere una visión de lo posible, repleta de una profunda comprensión de nuestros propósitos para la vida, seguida del movimiento hacia ese telos. Tal vez deberíamos poner esto en nuestros informes trimestrales en lugar de lo que audazmente llamamos “valor neto”.

En un mundo que busca dinero como su valor neto, asumimos que la sabiduría se encuentra en saber mucho de negocios, en la astucia, siendo competitivos cuando hace falta, y sabiendo cómo salir adelante. Pero la sabiduría en la economía de Dios se muestra de diferente manera. El libro de Santiago nos da una muestra de este contraste:

No es esta la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal, diabólica, pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz (St 3:15–18).

Aquí se muestra a una persona plenamente funcional, amante de la paz, amable, que encarna la humildad, llena de misericordia, que le gusta hacer el bien y no hace acepción de personas. Un telos así nos permite entender una visión cristiana de la sabiduría.

LA SABIDURÍA DE LA PSICOLOGÍA Y LA DE CRISTO, JUNTAS

El propósito de este libro, y de buena parte de mi carrera, es proponer una especie de cooperación entre la psicología y la iglesia. La psicología puede hablarnos sobre la sabiduría, pero tiene sus límites. El cristianismo esboza la profundidad de la sabiduría, pero aun así podemos beneficiarnos de la psicología para mantener humilde la fe.

Primero, piensa en algún límite de la psicología y por qué la fe cristiana puede ser de ayuda. La ciencia necesita moderación. Los científicos tomamos un sujeto complicado y lo aislamos para que quede prístino y lo podamos medir. Desgraciadamente, en el proceso a veces cambiamos el sujeto que nos propusimos estudiar primero. Si tomamos algo tan complejo como la sabiduría y eliminamos todos los “contaminantes” religiosos y espirituales de modo que podamos medirla de modo efectivo con personas que pueden ser o no religiosas, ¿será lo que resulte algo que ya no se parezca a la sabiduría en la comunidad de fe? Me temo que también hayamos hecho esto con el perdón, pero dejaré esto para otro capítulo más adelante. La ciencia necesita a la fe para recordarnos por qué esos sujetos que estudiamos son significativos e importantes y para no perder de vista sus ricos matices. En ninguna parte de la literatura científica encuentro que se haga mención de la sabiduría convencional y crítica, sin embargo, parece muy importante para entender plenamente cualquier cosa.

Pero la fe sola también tiene sus límites. Mucho se dice sobre la sabiduría en las Escrituras y a lo largo de los siglos de pensamiento cristiano, pero parte de ella hay que someterla a prueba para no dar simplemente por bueno lo que se nos ha enseñado sin una evaluación crítica. Así como el apóstol Pablo sugirió que las profecías deben ser probadas y analizadas (1 Ts 5:21), las enseñanzas de la iglesia serán mejores si se someten a examen. Por ejemplo, si preguntamos a diez creyentes que van a la iglesia si hay alguna relación entre la edad y la sabiduría, probablemente nueve, o los diez, nos dirán que la sabiduría aumenta con la edad. La Biblia no enseña de modo explícito tal cosa, pero ha llegado a formar parte de nuestra tradición sobre la sabiduría; y asumimos que aumenta con la experiencia en la vida. Resulta que la sabiduría no cambia tanto a lo largo de la vida como pensamos. Estudios realizados en Japón7 y Alemania8 muestran que la sabiduría se mantiene prácticamente constante después de los treinta años. En los Estados Unidos, la sabiduría continúa aumentando a lo largo de la edad adulta, pero no es porque seamos más sabios que las personas de Japón o Alemania. Al contrario, los treinta años de promedio en Japón equivalen en sabiduría a la media de cincuenta y cinco años en los Estados Unidos.9 ¿Será posible que la sabiduría se alcance antes en una cultura que reverencia a sus mayores? En los Estados Unidos tendemos a dar más valor a los jóvenes que a los mayores, y puede que el precio a pagar sea la locura juvenil.

El sorprendente descubrimiento de que la sabiduría no aumenta mucho con la edad en los adultos, al menos entre las muestras de alemanes y japoneses, se complementa con el descubrimiento de que aumenta de forma espectacular entre los trece y los veinticinco años. En psicología solemos hablar de ventanas críticas del desarrollo. Estas ventanas son épocas concretas de la vida en las que se producen cambios enormes. La mayoría de los niños aprenden a caminar en su segundo año de vida. También comienzan a decir palabras al mismo tiempo. Unos años más tarde, experimentan grandes cambios en su desarrollo cognitivo: comienzan a darse cuenta de que cuanto ocurre en la vida no está totalmente contenido y limitado en sus percepciones personales. Según la limitada investigación disponible, parece que las edades entre trece y veinticinco años constituyen una especie de ventana crítica para el desarrollo de la sabiduría.

LA SABIDURÍA VA A LA IGLESIA

A la luz de esta ventana crítica para el desarrollo de la sabiduría, mi alumno de doctorado Paul se propuso estudiar si un programa de mentoring10 basado en la iglesia, promovería la sabiduría entre los jóvenes adultos, de edades entre dieciocho y veinticinco años. Comenzamos desarrollando un plan de estudios para ocho reuniones de tutoría en grupos pequeños. Para que el proyecto fuera efectivo, tenía que ser un proceso de colaboración, involucrando tanto a Paul como a mí mismo como científicos sociales, así como a los líderes de la iglesia.

¿Recuerdas la definición de sabiduría que dio el pastor Gregg en nuestra comida de trabajo? La sabiduría proviene de la historia de prácticas individuales y colectivas que llevan a tomar decisiones de acuerdo al carácter de Cristo. Gregg desarrolló esto más adelante sugiriendo tres pasos que llevan a la sabiduría.

1 Experimentar a Dios a través de diversas prácticas espirituales (Escritura, oración, silencio).

2 Considerar la propia experiencia en el contexto de relaciones de confianza con otras personas que comparten valores fundamentales comunes (charlas en grupos pequeños con líderes y compañeros).

3 Entender, adaptar y apropiarse de los valores y prácticas que han venido a ser parte vital de una comunidad cristiana concreta (discernir qué se opina de la sabiduría en ese contexto).

Paul y yo comenzamos con la idea que Gregg tenía de la sabiduría, la complementamos con la noción teológica de sabiduría crítica discutida anteriormente y desarrollamos el primer borrador de un plan de estudios de mentoring sobre la sabiduría. Luego, buscamos la opinión de un joven adulto graduado del seminario que nos ayudó a refinarlo y darle forma. Después Gregg hizo algunas sugerencias y preparó las prácticas de sabiduría a realizar entre reuniones. Al terminar el programa, todos estábamos seguros de que algo especial iba a suceder en estos grupos de mentores de sabiduría.

Cada una de las sesiones tenía un formato parecido. Primero, comenzábamos con un breve pensamiento devocional sobre un pasaje particular de las Escrituras. Seguidamente, planteamos una situación vital desafiante, algo que fuera válido para adultos jóvenes. Por ejemplo:

A una amiga tuya le han diagnosticado un cáncer grave que va a demandar un tratamiento difícil con un resultado imprevisible. Quieres mantener la esperanza y alentar a tu amiga, pero interiormente estás preocupado y triste. Tu amiga dice que el cáncer plantea problemas a su fe. Ella se pregunta cómo un Dios poderoso y amante puede permitir una cosa así. Tú también has estado pensándolo y no estás seguro de cómo responder a las preguntas que tu amiga se plantea sobre la fe.

Tras un breve debate en grupo, había un tiempo de meditación y reflexión. Se consultaban otras Escrituras, sentados en silencio, escuchaban respetuosamente a Dios y los unos a los otros, sin apresurarse a encontrar la solución al problema. Después, los participantes hablaban de lo que habían aprendido acerca de la sabiduría al considerar esa difícil situación vital con las Escrituras y la discusión en grupo. La pregunta final de cada semana era más o menos: “¿Cómo puede serte útil el debate de hoy respecto de otras situaciones vitales a las que te enfrentas?” Después se asignaron varias prácticas de sabiduría que había que realizar antes de la siguiente reunión de grupo.

Una de las partes más importantes fue la selección de mentores experimentados. Gregg se encargó de esta tarea, y lo hizo excelentemente. Las mujeres y los hombres que seleccionó como mentores experimentados eran seguidores de Jesús amables, espirituales y apacibles. Paul y yo tuvimos con ellos varias reuniones de capacitación, de planificación y para compartir información, y siempre me sentí enriquecido con su participación.

Hasta aquí esto suena a ministerio, pero recuerda que el objetivo era emparejar la psicología y el ministerio, así que hicimos lo que hacen los científicos sociales: formamos un grupo comparativo, seleccionamos una serie de medidas a administrar antes y después del programa de mentoring de sabiduría, y luego, unas semanas después de la conclusión de los grupos, entrevistamos a los participantes para que nos aportaran sus impresiones.

Nuestro grupo comparativo estaba compuesto por estudiantes de pregrado de aproximadamente la misma edad, que vivían en la misma comunidad donde realizamos el mentoring de sabiduría. Funcionó bastante bien porque la mayoría de los miembros del grupo de sabiduría eran también estudiantes universitarios. Hicimos una serie de encuestas al principio y al final del estudio y también pedimos a los mentores un informe sobre cada uno de los miembros del grupo.

El programa de mentoring duró doce semanas, con seis reuniones en semanas alternas. Lo ideal habría sido tener más tiempo para el mentoring, cuesta imaginar que en seis reuniones se produzca un gran aumento de la sabiduría. Aun así, encontramos algunas diferencias interesantes entre el grupo de sabiduría y el grupo comparativo.

Observamos un aumento general en la satisfacción con la vida en el grupo de sabiduría, pero no en el grupo comparativo (ver figura 1.1).11 Esto puede significar que el mentoring de sabiduría aumenta la satisfacción con la vida, o también que cualquier tipo de reunión en grupos pequeños de más de doce semanas puede que aumente el nivel de satisfacción con la vida. Pero aun así, hay algo particular sobre el grupo que promovió sabiduría. Ten en cuenta que la puntuación de la sabiduría del Cuestionario de la escala secundaria de Sabiduría práctica del pensamiento actuación inteligente aumentaba con el tiempo para el grupo de mentoring de sabiduría, pero no para el grupo comparativo (figura 1.2).12


La satisfacción con la vida se midió con el Nivel de Satisfacción con la Vida: 5. La gráfica muestra un efecto de interacción significativo, con participantes en el grupo de sabiduría que aumentan más que los del grupo comparativo. Ver Ed Diener y otros, “The Satisfaction with Life Scale”, Journal of Personality Assessment 49 (1985): 71–75.

Figura 1.1 Satisfacción con la vida


La sabiduría práctica se midió con el Cuestionario de Sub-escala de Sabiduría Práctica del Pensamiento y Actuación Inteligente. La gráfica muestra un efecto de interacción significativo, con participantes del grupo de sabiduría que aumentan más que los del grupo comparativo. Para más detalles ver Katherine J. Bangen, Thomas W. Meeks, y Dilip V. Jeste, “Defining and Assessing Wisdom: A Review of the Literature,” American Journal of Geriatric Psychiatry 21 (2013): 1254–66.

Figura 1.2 Sabiduría práctica

Los del grupo de sabiduría tenían más conciencia espiritual diaria que los del grupo comparativo, tanto antes como después del mentoring de sabiduría (figura 1.3).13 Además, en cuanto a experiencias espirituales diarias, el grupo de sabiduría mostró una mayor tendencia estadística creciente que el grupo comparativo.

Quizás el descubrimiento más importante tiene que ver con lo que se llama “pensamiento post-formal”, que es la capacidad de pensar temas complejos de manera flexible. En lugar de llegar a conclusiones simples y limitadas por las reglas, el pensamiento post-formal exige matizar y entender la complejidad de las situaciones. La sabiduría crítica de Jesús, de la que hablamos anteriormente, es un excelente ejemplo de pensamiento post-formal. Del mismo modo, el ejemplo de una niña de catorce años que quiere casarse (ver el cuadro 1.1) requiere un pensamiento post-formal complejo en vez de reaccionar con un “No” inmediato.


Las experiencias espirituales diarias se midieron con el Nivel de Experiencias Espirituales Diarias. Las puntuaciones más bajas reflejan una mayor conciencia en experiencias espirituales. El grupo de sabiduría informó de más experiencias espirituales que el grupo comparativo antes y después de los grupos de edad de sabiduría, y el grupo de sabiduría también mostró una tendencia a tener más experiencias espirituales que el grupo comparativo. Ver Lynn G. Underwood y Jeanne A. Teresi, “The Daily Spiritual Experience Scale: Development, Theoretical Description, Reliability, Exploratory Factor Analysis, and Preliminary Construct Validity Using Health-Related Data,” Annals of Behavioral Medicine 24 (2002): 22–33.

Figura 1.3 Experiencias espirituales diarias

Dos de las tres escalas secundarias en nuestra medida de pensamiento post-formal mostraron cambios significativos en el curso del mentoring de sabiduría (ver figura 1.4).14 Estos jóvenes adultos aprendieron a pensar de manera más compleja y matizada.

También entrevistamos a los participantes varias semanas después de la conclusión del mentoring de sabiduría. Muchos participantes hablaron de cómo habían aprendido a afrontar la complejidad de las situaciones de la vida a medida que crecían en sabiduría. Resaltaron las oportunidades que habían tenido de ver la sabiduría en sus mentores y practicarla en sus grupos. Una joven se expresó así:

Lo que realmente me gusta de nuestro estudio sobre la sabiduría es que no nos limitamos a sentarnos intentando debatir: “la sabiduría es tal o cual cosa”. Es más bien […] experimentarla […] ser parte del grupo es experimentarla, porque creo que una cosa que he aprendido sobre la sabiduría es que es algo que se adquiere estudiando de verdad la Palabra de Dios y también escuchando a los demás […] Por eso creo que es una combinación de lo que la Palabra de Dios enseña y lo que el Espíritu Santo hace y cómo puede obrar en otros creyentes. Creo que eso fue algo de lo que saqué, me sentí realmente animada escuchando […] lo que otras personas pensaban, dándome cuenta que la sabiduría […] no tiene que ser algo abrumador […] Ha sido más bien tener la oportunidad de sentarme y contemplar, teniendo unas buenas charlas que realmente creo me han ayudado a entender más.


El gráfico superior muestra la capacidad de ver la complejidad subyacente en las situaciones de la vida. El gráfico inferior muestra la capacidad de reconocer que múltiples “lógicas” diferentes pueden ser aplicables en un problema complejo. Ambos se midieron con el Cuestionario de Pensamiento Complejo Post-formal. El grupo de sabiduría informó incrementos frente a la disminución en el grupo comparativo. Ver Kelly B. Cartwright y otros, “Reliability and Validity of the Complex Postformal Thought Questionnaire: Assessing Adults’ Cognitive Development,” Journal of Adult Development 16 (2009): 183–89.

Figura 1.4 Pensamiento post-formal

Como experto en ciencias sociales, este estudio me ha alentado de muchas maneras y me anima a estudiar más sobre la sabiduría en los próximos años. Como creyente, me ha bendecido profundamente. El mentoring de sabiduría en la iglesia funciona y podemos mostrar al menos algunos de sus efectos a través de la investigación científica. Esta cooperación entre la psicología y la iglesia es exactamente la clase de trabajo que promueve un diálogo significativo sobre la virtud en la sociedad actual.

REDIMIR LA SABIDURÍA

Como se explica en la introducción, el propósito de este libro es redimir la virtud de cuatro maneras: ayudando a los creyentes a entender lo que es la psicología positiva, entendiendo cómo el pensamiento cristiano puede mejorar la psicología positiva, animando a la iglesia a servirse de la psicología positiva como ciencia, e implicándola en la consejería cristiana. Veamos cada uno de estos puntos.

Aprender de la psicología positiva

Me encanta la psicología de la sabiduría, y espero que este capítulo también genere curiosidad en los demás. Una de las razones por las que me parece interesante como educador es que la labor educativa ha cambiado radicalmente a lo largo de mi carrera. Acostumbrábamos a resaltar el conocimiento, y ahora enseñamos sabiduría. O al menos lo intentamos.

Cuando hice mi doctorado en la Universidad Vanderbilt, en la década de 1980, pasé cientos de horas en la biblioteca de la universidad, leyendo y memorizando información para poder aprobar mis clases de psicología y bioquímica (cursé estudios de bioquímica en la facultad de medicina mientras completaba el doctorado en el departamento de psicología). Pasé mucho tiempo introduciendo información de memoria en mi córtex, repitiendo y estudiando para los exámenes. Una versión más actual de esa misma información está ahora a disposición de los estudiantes en diez segundos si mueven sus pulgares con la suficiente rapidez tecleando en sus iPhones. Para pasar el rato, calculé la cantidad de información existente en la biblioteca Vanderbilt cuando estudiaba allí, y descubrí que toda la información de una impresionante biblioteca universitaria de investigación cabe ahora en un disco duro que puedes comprar por 99 dólares en Amazon.com.

Hace poco comencé a dar una charla sobre sabiduría en la capilla de la Universidad de Le Tourneau, mostrándoles a los estudiantes una imagen de verticilosis, un problema que Lisa y yo tuvimos hace unos años en nuestro parterre de tomates. Los reté a sacar sus teléfonos y ver cuánto tardarían en descubrir si la verticilosis está causada por bacterias, hongos, insectos o por falta de agua. Para hacer una investigación así en la década de 1980, había que tomar una fotografía, pasar el rollo de película al laboratorio local para revelarla, ir a por las fotografías unos días más tarde y después pasar el día en la biblioteca buscando en libros de consulta sobre enfermedades de las plantas. Con suerte encontraríamos la imagen y diagnosticaríamos la enfermedad, pudiendo encontrar otros libros donde descubrir qué tipo de problema es y la mejor manera de tratarlo. Por supuesto, los alumnos de Le Tourneau son listos, y muchos de ellos estudian ingeniería, en treinta y dos segundos diagnosticaron correctamente la verticilosis como un hongo, enviaron sus respuestas a un sitio de votación en línea y vieron sus respuestas en la pantalla de la capilla. Hoy en día, el objetivo de la educación no es introducir mucha información en el cerebro, como en mis tiempos, sino discernir adecuadamente qué información es buena y valiosa y cuál no. Hoy se nos bombardea con información, pero, unas afirmaciones son más creíbles que otras. ¿Cómo sabemos la diferencia? Hoy se educa más en sabiduría y menos en conocimiento. Pero la sabiduría es tan antigua como la historia humana. Es fascinante sentarse donde se cruza lo muy viejo y lo muy nuevo y ver qué podemos aprender.

Como psicólogo, también la sabiduría me resulta fascinante, quizá porque la psicología me halaga. En varios estudios procedentes de Alemania el nivel de sabiduría de los psicólogos parece ser bastante alto. Los investigadores piensan que puede deberse a que son los psicólogos quienes hacen los estudios y de alguna manera condicionan la forma de evaluar la sabiduría. Pero con un grupo que no era de psicólogos, propuestos por otros como ejemplos de sabiduría, los psicólogos seguían mostrando más sabiduría.15 No estoy seguro de por qué es así —tal vez por sentarse año tras año con personas que viven las más complejas situaciones vitales—, pero por alguna razón, la gente de mi profesión parece ser bastante sabia. Me ataca la curiosidad. ¿Por qué sucede esto? ¿Y en qué medida estamos aprovechando la sabiduría de los consejeros y psicólogos en nuestras congregaciones?

¿Qué puede aportar el pensamiento cristiano al estudio de la sabiduría?

Además de encontrar interesante la psicología de la sabiduría, también me resulta frustrante. Cuando los psicólogos positivos comenzaron a estudiar las virtudes hace un par de decenios, fueron a la literatura religiosa y espiritual para saber de las virtudes y las potencias del carácter y, sin embargo, la mayoría de los científicos sociales simplemente han ignorado lo que las principales religiones del mundo tienen que enseñarnos acerca de esas mismas virtudes.

El trabajo científico sobre la sabiduría es útil y fascinante, pero la idea más revolucionaria que he encontrado sobre la sabiduría es la diferenciación teológica entre la sabiduría convencional y la crítica. Esta diferenciación vino a ser el núcleo de nuestro programa de mentoring de sabiduría para la iglesia. Más exactamente, Jesús, el mayor ejemplo de sabiduría crítica de la historia, vino a ser el centro de atención de estos grupos. En Jesús vemos a alguien que muestra una increíble amabilidad y amor hacia los desfavorecidos, incluso cuando expresa su indignación por las injusticias de la religión institucionalizada. En el que puede ser el versículo fundamental de la Biblia, Juan describe a Jesús como lleno de gracia y de verdad (Jn 1:14). Es increíblemente amoroso, perdonador y misericordioso, y se mantiene firme ante la injusticia, la traición, la codicia y la opresión. Ser como Jesús, encarnando la sabiduría crítica, es nuestro telos.

La psicología de la sabiduría puede beneficiar a la iglesia

Quizás, lo más emocionante de la conferencia de Paul es que fue útil para la iglesia. Los jóvenes adultos aprendieron de los mentores de sabiduría, y se parecieron más a Jesús en el proceso. La iglesia también dio forma a un tipo de diálogo enriquecedor con la psicología que hace que las congregaciones sean relevantes en una época en la que se venera a la ciencia quizás en demasía.

En la reunión final con nuestros mentores de sabiduría, una de las preguntas que más me bendijo fue la que nos hizo un líder de un grupo de edad, que también era pastor administrador: ¿podían seguir usando el programa —preguntó el líder— una vez concluido el estudio? Qué bendición fue ver esta cooperación abierta entre la psicología y la iglesia, capaz de producir artículos académicos y libros a la vez que contribuye a la salud de los jóvenes cristianos. Todos ganan. Todos se esfuerzan por ser cada vez más entendidos.

La sabiduría en la consejería cristiana

Aunque no consideramos que los grupos de mentores en el estudio de Paul fueran consejeros, pienso que quienes vienen solicitando consejería están buscando ayuda porque se enfrentan a los mismos problemas que plantea la vida que expusimos a nuestros grupos de mentores. La gente acude en busca de ayuda porque se enfrenta a circunstancias difíciles y desea que un compañero los acompañe a través del valle tenebroso. Vienen buscando sabiduría, encarnada en la persona del consejero.

En la consejería proporcionamos una gran cantidad de sabiduría convencional, y la consejería cristiana está modelada por el pensamiento cristiano. En la mayoría de los modelos de consejería, esto no se hace mediante la enseñanza o la información directa dada por el consejero al paciente, sino más bien mediante un análisis guiado a medida que el paciente va analizando sus sentimientos, creencias, suposiciones, comportamientos y prioridades. Observa en la siguiente situación hipotética cómo el consejero guía al paciente a la sabiduría convencional:

Paciente: La ansiedad por todo esto me ahoga. Todo lo que me dice ella es que ya no sabe si me quiere, pero yo quiero saber lo que eso significa en cuanto a nuestro futuro. ¿Se va a ir o se va a quedar? Y cada vez que le pregunto, ella se vuelve y se va, como si hubiera sacado un tema tabú.
Consejero: Y luego, cuando ella se va, su ansiedad se desboca.
Paciente: Exacto. Lo que digo es, ¿no tengo derecho a saber? Hace dieciocho años, mi esposa prometió delante de Dios y de doscientas personas que estaríamos juntos para siempre. ¿Qué significó aquello para ella?
Consejero: (Pausa) Y todo eso le oprime, la sensación de que ella le prometió algo a Dios, a sus amigos y familiares, y a usted mismo, y ahora ella puede estar incumpliendo esa promesa.
Paciente: (Una pausa larga; sollozos)
Consejero: Hable de su ansiedad, pero también noto mucha animosidad hacia su esposa. (El consejero está tratando de ayudar al paciente a ver sus otras emociones, además de la ansiedad respecto del futuro).
Paciente: ¿Tiene ella derecho a hacer eso?
Consejero: Esa es una buena e importante pregunta. Cuando usted pregunta, “¿Tiene derecho a hacer eso?”, ¿qué nota en usted mismo? (El consejero está haciendo que el paciente se mire a sí mismo).
Paciente: Es terrible. Estoy bloqueado. No puedo pensar ni hacer bien mi trabajo, ni siquiera mantener una conversación que tenga sentido. Simplemente, me supera. Tengo ganas de enviarle un mensaje o llamarla y obligarla a que me diga lo que va a pasar. Es como si ella tuviera todo el control y yo ninguno.
Consejero: Quiero estar seguro de que tengo este derecho. Le agobia la ansiedad y la incertidumbre sobre el futuro, y comienza a pensar lo injusto que es todo — ¿Qué derecho tiene ella? Luego, los sentimientos casi se desbocan hasta que usted encuentra un modo de hablar con ella. Así que se acerca a ella, esperando obtener algún sosiego.
Paciente: Sí. Pero no me da ninguna seguridad. Solo más rechazo.
Consejero: Entonces no le está funcionando muy bien.

La sabiduría convencional tiene que ver aquí con lo que los asesores denominan dinámica de persecución y alejamiento en las relaciones conflictivas. Cuando una persona se siente cada vez más insegura, la tendencia es perseguir a la contraria. En este caso, la esposa del paciente se siente ya asfixiada, por lo que decide alejarse más de su marido, que es quien la persigue. El ciclo se repite, de modo que los dos cónyuges se sienten cada vez más agobiados y alterados. Hacer que el paciente entienda este círculo vicioso puede ser útil para recomponer la dinámica de la relación, y si su esposa quiere participar en el asesoramiento, puede ser especialmente beneficioso tener a ambos cónyuges conscientes del ciclo.

En la consejería cristiana también cabe la sabiduría crítica: ayudar a que el paciente piense saliéndose fuera de su encasillamiento y que pruebe con algo totalmente diferente. Nota cómo para evitar su propia ansiedad, persigue a su esposa con más fuerza. Esto, no solo no funciona, sino que además acaba exacerbando la ansiedad que previamente trataba de evitar. Las estrategias evasivas en general tienden a acrecentar el problema que se quiere evitar. La sabiduría crítica nos invita a adoptar un modo de ser diferente, un nuevo paradigma, incluso si tal cosa parece inaceptable al principio.

Consejero: Entonces, no te está funcionando muy bien.
Paciente: No, la verdad es que no.
Consejero: Permítame el atrevimiento. Está bastante claro cómo quiere usted que sea su esposa; quiere que lo ame, que cumpla sus compromisos con usted y con Dios; pero cambiemos de dirección por un momento. Usted está es un momento crítico de su vida. ¿Quién quiere ser?
Paciente: Eh… No sé a qué se refiere.
Consejero: Solo retroceda y observe por un momento. Hay una pareja: la esposa no sabe lo que quiere y el marido teme perderla. ¿Cómo quiere usted que él actúe? ¿Quién quiere que sea él?
Paciente: (Pausa) Que la quiera.
Consejero: Explique.
Paciente: Quiero que él apoye a su esposa, incluso si ella se niega a hacerlo por él. Quiero que cumpla su promesa a Dios, incluso si ella no lo hace. Quiero que tenga esperanza e incluso que la perdone algún día.
Consejero: Mientras dice eso, veo una expresión más calmada en su rostro; como si el monstruo de la ansiedad retrocediera un poco cuando se concentra en la persona que usted quiere ser, la persona en la que se está convirtiendo.
Paciente: Si, así es. Me gusta cómo lo explica, y es bueno que el monstruo se vaya por un tiempo.

Si la sabiduría convencional ayuda al paciente a ver la dinámica de persecución—alejamiento en su matrimonio, la sabiduría crítica lo ayuda a intentar probar algo radicalmente diferente. Perseguir a su esposa es sobre todo un modo de huir de la ansiedad, pero lo que consigue es aumentarla. Por el contrario, imaginarnos a nosotros mismos como la persona virtuosa que queremos ser, la persona en la que nos estamos convirtiendo, nos tranquiliza y nos centra.

La vida está llena de complicaciones que van desde lo trivial, como jugar al fútbol demasiado tiempo a una edad avanzada, hasta lo trágico, como la ruptura de un matrimonio o la lucha contra una enfermedad letal. En todas esas complicaciones anhelamos poseer la virtud de la sabiduría para encontrar el camino a seguir, para encontrar a Dios en medio del silencio de la incertidumbre y para esforzarnos por convertirnos en la persona plena y próspera que Dios quiere que seamos.


Psicología de la virtud

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