Читать книгу Escuelas de psicología: un breve recorrido por las teorías de la personalidad - Marlon Mayorga Lascano - Страница 6

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CAPÍTULO I

El primer capítulo de este libro compendia brevemente el largo recorrido histórico que ha atravesado la personalidad entendida como constructo psicológico; considerando que las diversas concepciones que se han intentado al respecto, poseen una vigencia y limitaciones acordes al momento en el que fueron desarrolladas. Debido a ello, empieza por explorar a la personalidad como una estructura más bien estática, que determina la forma habitual de pensar, sentir y actuar de una persona y se encuentra conformada por la interacción de dos sub-estructuras: temperamento (basado en la herencia y por tanto ampliamente determinista) y carácter (de adquisición social y por ello más flexible), las cuales a su vez, presentan un amplio abanico de sub-clasificaciones. Esta forma de entender a la personalidad, permite conceptualizaciones claras pero en general carentes de movimiento o evolución. Posteriormente el capítulo examina un enfoque de personalidad más dinámico, donde la personalidad es entendida progresivamente como una estructura organizada en tipos (Kretschmer, Sheldon), para pasar después a un enfoque más amplio, donde el constructo se encuentra conformado por rasgos o factores (Allport, Cattell), hasta que finalmente llega a entenderla como una estructura aglutinada en agrupaciones de rasgos o factores, llamados super-factores o dimensiones (Eysenck, Tupes y Christal, entre otros). El objetivo del presente capítulo, es mostrar una serie de definiciones de progresiva complejidad al respecto de la personalidad, precisar las sub-estructuras habituales que se le adjudican y luego avanzar hacia una comprensión de su evolución conceptual, siempre abierta a nuevos reajustes y adiciones.

La Personalidad

¿Quién soy yo?, es fácilmente la pregunta antropológica fundamental y las diversas respuestas que pueden ensayarse al respecto, nos llevan a discurrir sobre la individualidad, la identidad y por supuesto la personalidad. Siendo la personalidad un término complejo y casi polisémico, no existe un consenso único al respecto de este constructo y las posibles definiciones transitan entre la inamovible rigidez y el más extremado constructivismo.

En el extremo constructivista y anterior a las concepciones psicológicas, filósofos como David Hume (1711-1776), sostienen que no existe un núcleo de personalidad inalterable y que el Yo2, no es otra cosa que la azarosa y continua sucesión de instantes y consecuentes estados de conciencia (Echegoyen Olleta, 1996); es levantarse urgido por el ruido del despertador a las seis de la mañana, es afeitarse mecánicamente frente al espejo, es sentir la frescura del agua, es paladear la aspereza de la primera taza de café, es esperar desganado la llegada de un taxi, es pagar y recibir el cambio, es marcar apresuradamente la entrada, es dejar el abrigo y tomar los libros, es cerciorarse de que subías las gradas silbando, es saludar a los alumnos, es recordar que es mejor llamarlos estudiantes y no alumnos...

La idea propuesta por Hume encuentra resonancia en otros pensadores que especulan sobre la identidad; así, al ser interrogado sobre la suya, Jorge Luis Borges, probablemente el escritor más importante de América Latina, responde:

La respuesta varía según la hora, según la temperatura, según el régimen dietético, según las personas que espero ver. De una a siete de la tarde —mis horas oficiales o teóricas de “trabajo”— me confieso un impostor, un chambón, un equivocado esencial. De noche (conversando con Xul Solar, con Manuel Peyrou, con Pedro Henríquez Ureña o con Amado Alonso) ya soy un escritor. Si el tiempo es húmedo y caliente, me considero (con alguna razón) un canalla; si hay viento sur, pienso que un bisabuelo mío decidió la batalla de Junín y que yo mismo he consumado unas páginas que no son bochornosas. Me pasa lo que a todos: soy inteligente con las personas inteligentes, nulo con las estúpidas. (J. L.Borges, entrevista, 11 de diciembre de 1935)

En estas posturas sobre la personalidad, el Yo no existe o existe fugaz y transitoriamente en un permanente y vertiginoso proceso de construcción y deconstrucción.

Sin embargo, desde el punto de vista de la Psicología, es de uso común aceptar que la personalidad es un constructo psicológico, referido al conjunto dinámico de características personales de un individuo, una suerte de organización interior responsable del comportamiento concreto que se expresa en diversos ambientes y circunstancias; la personalidad también incluye el patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que caracterizan a una persona y que permanece constante a través de toda la vida, en relativa independencia de las acontecimientos ambientales.

El término personalidad, etimológicamente proviene de la raíz griega prósopon, que significa máscara y de la voz latina personare que viene a ser la apariencia ante los demás (Polaino-Lorente, Cobanyes Truffino & del Pozo Armentia, 2003); haciendo alusión al comportamiento visible y social de una persona. Pero de una manera más amplia se refiere a la organización dinámica e interna de un individuo, basada en los sistemas psicofísicos que predisponen su pensamiento, afectividad y conducta características y están condicionados por la interacción con el ambiente. Se asume por tanto, que la personalidad es una estructura relativamente estable y permanente, construida a partir de los fundamentos del temperamento (herencia genética) y el carácter (ambiente y aprendizaje social).

La personalidad resulta entonces, el conjunto articulado y coherente de características conductuales o el patrón organizado de pensamientos y sentimientos causantes o generadores del comportamiento o la conducta de un individuo, dicha estructura se conserva y persiste de forma relativamente estable a lo largo del tiempo, frente a diversas situaciones o estímulos medio-ambientales, “concediendo unicidad a cada individuo; dicha unicidad traducida en distinción y persistencia, construyen lo que llamamos identidad, particularizando y diferenciando a un individuo de otros” (Almeida, 2014, p. 19).

Como se ha mencionado, la estructura general de la personalidad, grosso modo se organiza a través de la interacción recíproca de dos grandes sustratos: el temperamento (de base biológica y herencial) y el carácter (de adquisición socio-ambiental).

El Temperamento

El temperamento es el elemento constitutivo de la personalidad, cuyo origen se fundamenta en la biología. Etimológicamente el término proviene del latín temperamentum, que viene a significar mezcla, medida o más específicamente justa medida propia o combinación proporcionada (Albores-Gallo, Márquez-Caraveo & Estañol, 2003); es por tanto, aquello que atempera al individuo. El temperamento constituye o se expresa en la intensidad característica de los afectos del sujeto, así como en su estado de ánimo y motivación dominantes; este factor incluye también el vigor de respuesta, el humor predominante, el nivel de actividad, el grado de accesibilidad, y la estabilidad general del individuo.

Su origen se considera fundamentalmente hereditario y se asume que su formación no está influenciada de manera sustancial por factores externos, aunque también se acepta que experiencias afectivas o relacionales constantes, podrían incidir sobre el desarrollo del temperamento. El temperamento representa el componente innato de la personalidad, basado en el tipo de sistema nervioso y afectado por el sistema endócrino, sobre el cual las influencias ambientales modelarán el carácter. El temperamento sumado al carácter constituyen los elementos fundamentales de la personalidad del individuo.

Clasificación del Temperamento

Empédocles de Agrigento (h.495/490-h.435/430 a. C.), formuló la teoría de un mundo constituido por un movimiento permanente, generado por las fuerzas de atracción y repulsión de cuatro elementos: aire, tierra, fuego y agua. Hipócrates (460-370 a. C.), aplicando dicha visión al ser humano, señaló que la base de la estructura de este, se compone de cuatro humores (fluidos corporales) que son reflejo de los cuatro elementos del mundo. A la dominancia de uno de estos cuatro humores corresponden los cuatro temperamentos:


Mucho más adelante, el fisiólogo ruso Iván Pávlov (1849-1936), señaló que las características del temperamento se desprenden del funcionamiento del sistema nervioso, que a su vez se compone de tres elementos esenciales e interactuantes: fuerza, equilibrio y velocidad de correlación; la combinación de estos tres elementos, origina los diversos tipos de sistema nervioso que determinan a cada temperamento. Así, un sistema nervioso rápido y equilibrado caracteriza al temperamento sanguíneo; mientras que el flemático se define por un sistema nervioso lento y equilibrado; por su parte el colérico posee un sistema nervioso fuerte, rápido y desequilibrado; finalmente el melancólico se identifica por un sistema nervioso fundamentalmente débil (Diéz Benavides, 1975).

•Temperamento Sanguíneo

Basado en un sistema nervioso rápido y equilibrado, permite a su poseedor un notable nivel de sensibilidad, pero un bajo grado de actividad; la concentración es pobre y la reactividad al medio más bien moderada; suele ser extrovertido y manifiesta alta adaptabilidad a los cambios del ambiente. Quien ejerce este temperamento, posee por tanto sensibilidad para el tacto y la relación social y tiende a dejarse llevar por los afectos que se desprenden de dicha naturaleza, sin embargo su carácter sociable no necesariamente genera relaciones centradas en el logro y puede incurrir en la improductividad y el ocio. Figuran entre las características del temperamento sanguíneo las siguientes:

- Es cálido y vivaz, se inclina a disfrutar de los placeres sensuales.

- Su naturaleza es receptiva y son fácilmente impresionables.

- Toma decisiones basadas en los sentimientos y no en la reflexión.

- Tiende a ser comunicativo y extrovertido en su relación social.

Las personas con este tipo de temperamento se caracterizan por desarrollar relaciones sociales ricas y abundantes, en las que se muestran sensibles y en general poco dominantes. Los sanguíneos pueden también tener gustos apacibles e inclinados a un estilo de vida cómodo que puede llevarlos a ser improductivos. Por su capacidad para la extroversión y las relaciones sociales, en la antigüedad clásica se los relacionaba con actividades ligadas al comercio (Barocio, 2002), donde la habilidad en el trato del “lleve, lleve caserito”, es la diferencia entre vender y no vender.

•Temperamento Colérico

Se fundamenta en un sistema nervioso rápido y desequilibrado, posee una gran sensibilidad, así como un elevado nivel de actividad, extroversión y concentración; por ello el colérico es altamente reactivo a los estímulos ambientales, se trata de sujetos impulsivos que incluso llegan a ser violentos o agresivos cuando se sienten afectados. Este tipo de temperamento tiende hacia la decisión práctica que lo lleva a la consecución de metas y objetivos de manera autosuficiente e independiente. Sus poseedores, son personas que juzgan rápida e intuitivamente y no suelen frecuentar la reflexión o la rectificación. Algunas de las características del colérico, son las que se enuncian a continuación:

- Es rápido, activo y práctico.

- Decidido, de opiniones firmes, autosuficiente e independiente.

- Es extrovertido y siente atracción por la actividad.

- Sujeto dominante, imponente y lucha por sus objetivos, aunque no siempre es constante.

Los coléricos son tradicionalmente personas apasionadas y tenaces, que invierten mucha energía en la consecución de sus objetivos, pero también pueden frustrarse con facilidad y por tanto llegar a ser reactivos. La reactividad señalada, ocasiona que los coléricos no sean las personas más reflexivas del mundo y permite que a menudo puedan actuar impulsivamente, razón por la cual se los consideraba ideales para ejercer actividades ligadas a la guerra (Ibíd.), donde actuar decididamente y sin pensarlo demasiado, resulta indispensable.

•Temperamento Flemático

Estructurado sobre un sistema nervioso lento y equilibrado; se caracteriza por una baja sensibilidad y un alto nivel de actividad y concentración; la reactividad frente a los estímulos ambientales es pobre; es propenso a la introversión y su flexibilidad ante los cambios del ambiente es baja. En general poseen equilibrio y difícilmente pierden la compostura o se alteran; los sujetos poseedores de este temperamento, tratan de no involucrarse afectivamente con las demás personas, por lo que dan la impresión de ser apáticos. Los flemáticos, generalmente no demuestran interés en ser líderes, aunque sus capacidades intelectuales y reflexivas podrían permitir que lleguen a ejercer ese rol con probidad. El temperamento flemático, comprende las siguientes características:

- Sujeto equilibrado, calmo y tranquilo, no se altera ni enfada con facilidad.

- Son personas serias, inmutables y notablemente racionales y analíticas.

- Su temperamento frío le permite darse tiempo para la toma de decisiones.

- Prefiere una vida serena en cuanto a actividades y afectos.

El temperamento flemático es propio de sujetos reflexivos y sesudos, quienes se toman su tiempo antes de tomar una decisión y lo hacen con poca o ninguna influencia de sus emociones sobre su razón. Dado que son introvertidos, a nivel social tienden a aparecer como parcos o alejados, sin embargo pueden ser buenos líderes, al punto que para los griegos el temperamento característico de los políticos debía ser precisamente este, debido a que su racionalidad y tranquilidad les permitiría tomar buenas decisiones (Ibíd).

•Temperamento Melancólico

Se construye sobre un tipo de sistema nervioso débil, su poseedor exhibe un gran nivel de sensibilidad, así como un alto nivel de actividad y concentración y una pobre reactivad frente a los estímulos ambientales, es introvertido y lo caracteriza un bajo grado de adaptación al medio. La sensibilidad emocional de este individuo es notable, factor que lo hace propenso a la introversión y a no iniciar el contacto con otras personas, no obstante puede responder a la afectividad de manera recíproca, pues en realidad es más tímido que social. Este tipo de sujeto, puede ser fiable e incluso llegar a ser abnegado. Las personas con temperamento melancólico se caracterizan por ser:

- Analíticos, reflexivos con tendencia al pesimismo o la melancolía.

- Sensibles y abnegados en el trato con sus cercanos.

- Su naturaleza se identifica con la actividad artística.

- Propenso a la introversión pese al predominio de sus sentimientos.

Al escuchar la palabra melancólico, es de uso común pensar en alguien con tendencia a la tristeza e incluso la depresión. Sin embargo, aunque el temperamento melancólico es habitual en sujetos sensibles y retraídos, también caracteriza a personas que poseen una rica vida interior, que puede perfectamente manifestarse a través del arte. A diferencia de los otros temperamentos, el estado ideal y totalitario planteado por Platón, no contemplaba un rol específico para los melancólicos (Gaarder, 2010).

•Temperamentos Combinados

La posibilidad de encontrar personas con temperamentos puros, es al menos escasa, razón que ha obligado a la creación de combinaciones de los mismos, donde uno de los cuatro temperamentos es el dominante y otro u otros los secundarios. Para propósito de estas combinaciones los temperamentos suelen abreviarse en: SAN de sanguíneo, FLEM por flemático, MEL de melancólico y COL por colérico; los cuales al combinarse generan composiciones al estilo de: SAN-COL (sanguíneo y colérico), MEL-FLEM (melancolico y flemático), COL-SAN (colérico y sanguíneo) y otros (LaHaye, 1987).

Carácter

El término carácter alude a todo aquello que individualiza a una persona, de modo que se encuentra ligado al modo de ser y comportarse de un individuo en particular. La construcción del carácter no es hereditaria, sino ambiental, pues se encuentra en dependencia del medio, del movimiento exterior y la acción visible que este ha ejercido sobre el sujeto durante toda su vida. De tal forma, que el carácter se encuentra poderosamente influido por todas las experiencias vitales que devienen del ambiente, la cultura, la sociedad, la familia, la educación, entre otros.

Así, si el temperamento representa al sustrato innato de la personalidad, el carácter hace alusión al fundamento adquirido de la misma; Santos (2008, p. 159), manifiesta al respecto: “El carácter es el sello que nos identifica y diferencia de nuestros semejantes, producto del aprendizaje social”. Generalmente se asume que los componentes de la estructura del carácter son la emotividad, la actividad y la resonancia. Los tres elementos constitutivos que componen la estructura del carácter, suelen definirse de la siguiente manera y en dependencia de la intensidad en la que se presentan, clasifican al sujeto como primario o secundario:

- Emotividad: Referida a la mayor o menor consecuencia o reacción emocional que los estímulos ambientales generan en el sujeto; cuando la consecuencia emocional es mayor, se considera primaria, de ser menor es considerada secundaria.

- Actividad: Relacionada a la fuerte o débil propensión por parte del sujeto a actuar frente a un estímulo ambiental; la fuerza en dicha inclinación determina que esta sea primaria, contrariamente, la debilidad de inclinación la convierte en secundaria.

- Resonancia: Se trata del efecto fugaz o duradero que las impresiones causan en el sujeto, en cuanto a tiempo de permanencia; un efecto fugaz, es considerado de naturaleza primaria y un efecto duradero, es considerado de naturaleza secundaria (Le Senne, 1963).

Clasificación del Carácter

El carácter se clasifica en función de la dominancia de rasgos primarios o secundarios: las personas que poseen rasgos primarios, son variables e inconstantes; mientras que los que presentan rasgos secundarios son más constantes y decididas. De la combinación de estos elementos, surgen ocho tipos caracterológicos:

- Emotivo, Activo y Primario: Colérico.

- Emotivo, Activo y Secundario: Apasionado.

- No Emotivo, Activo y Primario: Sanguíneo.

- No Emotivo, Activo y Secundario: Flemático.

- Emotivo, No Activo y Primario: Nervioso.

- Emotivo, No Activo y Secundario: Sentimental.

- No Emotivo, No Activo y Primario: Amorfo.

- No Emotivo, No Activo y Secundario: Apático (Zepeda Herrera, 2003).

•Carácter Colérico

La persona con carácter colérico es extrovertida y ha desarrollado un gran nivel de actividad, tiende a ser temerario y debido a sus arrebatos se inclina a improvisar, precipitarse e invertir energía que termina cayendo en la dispersión. A nivel intelectual, se ha habituado a que su inteligencia se dirija hacia lo concreto e inmediato, la comprensión que elabora es rápida, pero generalista, posee un gran nivel de improvisación, aunque puede tensionarse con facilidad.

•Carácter Apasionado

El apasionado aparece como un sujeto intelectualmente rico: tiene una viva imaginación, una buena memoria y también ha podido ser dueño de una gran capacidad de trabajo, razón por la que permanece permanentemente ocupado. Su mente es abierta, educado para sentir afición por el estudio de diferentes disciplinas, frecuentar variados intereses y disfrutar de tareas de diversa índole, en las cuales se muestra como una persona metódica y ordenada.

•Carácter Sanguíneo

El sanguíneo es un sujeto ha aprendido a movilizarse por resultados a corto plazo. Debido a que busca satisfacción inmediata de sus necesidades de placer y comodidad, puede transgredir medios para lograr la consecución de fines. Debido a que tiende a vivir en el presente, no suele preocuparse excesivamente por el futuro, factor que lo lleva a ser optimista, sociable y extrovertido. Posee una curiosidad práctica y es bastante adaptable.

•Carácter Flemático

Se destaca como un sujeto sereno y tranquilo, de naturaleza reflexiva y callada. Se ha acostumbrado a ser ordenado, puntual, escrupuloso, lo que lo vuelve un buen trabajador en tareas que no exijan mayores niveles de socialización. La inteligencia del flemático, dada su reflexividad, es lenta y lo lleva a ser cauto; debido a ello es también profunda y atiende a las causas y no a los efectos, poseyendo capacidad para comprender lo esencial de las cosas.

•Carácter Nervioso

El carácter nervioso es notablemente cambiante e inestable en cuanto a intereses y ocupaciones; se siente entusiasmado por lo nuevo, pero busca en ello lo que le resulta útil; su voluntad es débil y ostenta una adquirida falta de orden, disciplina o perseverancia en sus actividades. Sin embargo es sociable, cariñoso y extrovertido. En lo que respecta a su inteligencia, esta presenta dificultades en la memorización y el razonamiento lógico, debido a su pereza es distraído y trabaja solamente cuando la tarea coincide con sus intereses momentáneos.

•Carácter Sentimental

Este sujeto es sensible, tímido, pesimista, inseguro y se desmoraliza fácilmente; ha llegado a sentirse a gusto al buscar el aislamiento y la soledad; tiende a ser rencoroso y difícil de reconciliar. En el trabajo es lento, ineficiente e indeciso. Sobre su inteligencia, es reflexivo, detallista y tiene tendencia a la abstracción; gusta de llevar a cabo las actividades con probidad, pero sufre desaliento ante las dificultades. Tiene problemas para adaptarse a nuevas circunstancias.

•Carácter Amorfo

El amorfo es un individuo de hábitos perezosos, que huye de cualquier esfuerzo y aplaza todo tipo de tareas, su vida se rige por la búsqueda de comodidad y la satisfacción de las necesidades fisiológicas. Es un sujeto poco original y completamente reactivo al ambiente; aparece como pródigo, impuntual y carente de entusiasmo, pese a lo que puede ser sociable o extrovertido. Razona con lentitud y analiza las cosas de forma superficial.

•Carácter Apático

Este tipo de individuo se ha construido para ser cerrado sobre sí mismo, su formación lo lleva a presentar tendencia hacia la melancolía, la pasividad y la indiferencia; su comportamiento es rutinario, impasible y testarudo. El apático carece de reacción frente a los estímulos ambientales y por ello presenta un pobre nivel de actividad; su inteligencia es perezosa de tal forma que aparece como un individuo precisamente apático (Le Senne, 1963).

Finalmente, es necesario señalar que una clasificación caracterológica, posee un valor fundamentalmente pedagógico, pues básicamente pretende ofrecer parámetros o puntos de referencia que permitan demarcar las diferencias que ayudan a entender las posibilidades del comportamiento social de las persona. Debido a ello, aunque la categorización caracterológica ayuda a ubicar a diversos tipos de individuos y así obtener de ellos mucha información de una manera rápida y poco trabajosa; resulta difícil y probablemente arbitrario etiquetar irremisiblemente a esos seres humanos, dado que estos son más complejos y amplios que cualquier esquema y tienden a cambiar y evolucionar con el paso del tiempo y las circunstancias que se dan a través del mismo.

Diversas Perspectivas en la Evolución del Concepto de Personalidad

La personalidad es entendida de formas muy distintas y hasta contrapuestas por las diversas Escuelas de Psicología. Una progresión en el proceso de entendimiento de dicho constructo, aunque breve, bastante adecuada desde nuestro criterio, es la que empieza por conceptualizar a la personalidad como una construcción clasificada en tipos, para pasar después a una concepción basada en rasgos o sumatoria de rasgos, hasta finalmente llegar a definirla como la interacción de un grupo de dimensiones que a pesar de estar ahí de manera permanente, no se manifiestan ostensiblemente todo el tiempo (Almeida, 2014).

Tipos de Personalidad

Un tipo de personalidad, es algo que un individuo es o no es, al más puro estilo de categorización griega, basada en la lógica y por tanto sumamente rígida e inmutable. Ahondando en el concepto, desde una perspectiva psicológica, el tipo de personalidad, puede entenderse como una forma característica de constitución física y consecuente estructura mental, que posee estabilidad en el tiempo y distingue o particulariza a un individuo de otros.

Uno de los primeros exponentes del enfoque de tipos de personalidad, es Ernst Kretschmer (1888-1964), autor que observa en sus investigaciones, una correlación entre la estructura somática y psíquica de las personas y a partir de ello establece una clasificación que toma como punto de partida inicial a la conformación física del sujeto, así: leptosomático, de aspecto delgado y enjuto; pícnico, corto y con tendencia a la gordura; atlético, más fuerte y muscular y displásico que presenta características atípicas (malformaciones). Sobre estos sustratos, construye estructuras de personalidad concomitantes: esquizotímico relacionado al leptosomático, de conducta poco sociable, con intereses de corte intelectual; ciclotímico ligado al pícnico, de carácter sociable y en ocasiones voluble y gliscrotímico construido sobre el atlético, de temperamento enérgico e incluso explosivo. Los displásicos no poseen una correspondencia psicológica específica (Gutierréz Rodríguez, 2005).

Fundamentado también en el enfoque de tipos de personalidad, Herbert Sheldon (1898-1977), establece una serie de tipos morfológicos, los cuales están basados en el desarrollo embrional: endomórfico, mesomórfico, ectomórfico. A cada uno de los cuales asigna un tipo de temperamento, a los que llama: viscerotónico, somatotónico y cerebrotónico; donde predomina respectivamente la actividad visceral (buen comer y vida sedentaria), muscular (actividad física) o del sistema nervioso (tendencias intelectuales). Los esquemas de esta naturaleza, absuelven las exigencias de una teoría de la personalidad, pues son biológicamente posibles, atienden a los componentes externos y establecen comercio entre el cuerpo y la mente (Ibíd.).

Rasgos de Personalidad

Una segunda forma de entender la personalidad es a través de la sumatoria de rasgos generalizados; entendiéndose a los rasgos como cualidades básicas del sujeto que se expresan con relativa consistencia en diversos contextos. La teoría de rasgos se construyó inicialmente de manera adjetiva, es decir, se basó en la recopilación de todos los calificativos que un idioma (el inglés), utilizaba para definir el comportamiento de las personas. Posteriormente dichos calificativos fueron sintetizados en unos cuantos grupos, para lograr que muchas conductas puedan encasillarse en pocas categorías; finalmente dichas categorías se generalizaron, hasta hacer de ellas rasgos abstractos aplicables a las conductas de cualquier sujeto; razón por la cual la teoría es denominada categorial léxica. De tal manera, que las conductas que un sujeto exhibe, se abrevian y catalogan para que se ajusten a las categorías establecidas de una manera cuantitativa y sistemática. Los principales teóricos de los rasgos son Gordon Allport y Raymond Cattell.

Desde el punto de vista de G. Allport (1897-1967), los rasgos de personalidad son comportamientos estables y característicos en cada individuo y representan la explicación de las consistencias conductuales de los mismos, al tiempo que permiten establecer comparaciones entre un sujeto y otro. Los rasgos son predisposiciones o tendencias básicas que rigen las conductas o respuestas del sujeto frente al ambiente, que se articulan en un sistema generalizado y focalizado (personalidad), mismo que permite que diversos estímulos adquieran determinadas equivalencias y debido a ello posibilitan formas constantes de respuestas conductuales al medio, sean estas de adaptación o no.

Los rasgos determinan y causan el comportamiento, pues no son simplemente respuestas a ciertos estímulos ambientales, sino verdaderos factores que llegan a motivar al sujeto a buscar los estímulos consecuentes a su propia naturaleza, estableciendo una relación dialéctica con los mismos, a partir de lo cual interactúan con el ambiente para engendrar la conducta. Dichos rasgos se interrelacionan y superponen y aunque sean antagónicos, frecuentemente se observan en concurrencia en el comportamiento de la misma persona.

Para Allport los rasgos se dividen en comunes e individuales, los primeros corresponden a rasgos frecuentes en un grupo o colectivo, mientras que los segundos se refieren al individuo concreto y a su vez se dividen en: rasgo cardinal (aquel que subyace de manera permanente y direcciona a todos los demás); rasgos centrales, los cuales se manifiestan con regularidad en casi todas las conductas del sujeto y rasgos secundarios ligados a comportamientos esporádicos. El orden propuesto tiene una progresión de importancia más o menos jerárquica; la confluencia de todos los rasgos conforma el proprium, término empleado por Allport para referirse al Yo o al Sí-Mismo, el cual se desarrolla a través de diversas etapas evolutivas y permite la formación de un adulto estable y saludable.

Basado también la teoría de rasgos, Cattell (1905-1998), estima que la exploración de la personalidad basado en el análisis de los rasgos de un sujeto, permite tener un concepto suficientemente claro de la misma y establecer una predicción al respecto de sus respuestas frente a una situación determinada; aunque puntualiza que ello no constituye una definición última de la personalidad, la cual es mayor y más compleja que dicha exploración al respecto de la conducta observable y los conceptos que puedan surgir de ella. La perspectiva de Cattell es empírica y no pretende modificar la conducta anormal, sino estudiarla, pues su teoría no se desarrolló en un ambiente clínico, sino investigativo.

El enfoque en cuestión es estrictamente científico y responde al método experimental, fundamentado en la observación del comportamiento, a partir de la cual se registran y procesan enormes cantidades de datos (análisis factorial); dichos factores serán considerados como los rasgos sobre los que trabaja la teoría y se definen como elementos mentales que recogen la mayor parte de las posibilidades de expresión observable de la personalidad de un sujeto. El conocimiento de los rasgos de personalidad de cualquier individuo, nos permitirá elaborar hipótesis al respecto de su comportamiento ulterior, frente a una situación determinada; figuración que de cumplirse, nos acercaría más a una ley general de la personalidad

Al igual que Allport, Cattell establece una clasificación de rasgos, que empieza con rasgos comunes (normativos en la mayoría de individuos de una cultura) y continúa hacia rasgos únicos (individuales), los que a su vez se subdividen en: rasgos dinámicos, relacionados a las motivaciones de conducta del sujeto; rasgos de capacidad, ligados a los recursos que este posee para solucionar problemas; rasgos de temperamento, que son la tendencia estilística o atracción/repulsión por determinados escenarios; rasgos fuente, aquellos que están fuertemente arraigados, manifestándose de manera constante y finalmente rasgos superficiales, que son aquellos que aparecen fortuitamente. Todos los elementos señalados, se configuran e instauran a través de procesos de maduración que requieren el concurso de varias etapas de desarrollo. Los trabajos desarrollados por Cattell, finalmente agrupan una multiplicidad de rasgos o factores en categorías dicotómicas más amplias (condensadas en su famoso test 16PF); momento en el que la concepción categorial avanza hacia un enfoque dimensional de la personalidad (Schmidt y otros, 2010).

Dimensiones de Personalidad

Los modelos de rasgos, eventualmente fueron superados por los modelos estructurales, entre los cuales, el de Hans Eysenck (1916-1997) es uno de los precursores. Eysenck establece que la personalidad de cualquier individuo se compone de ciertas dimensiones de conducta o superfactores: la extraversión, el neuroticismo y el psicoticismo. Cada una de ellas está ligada a las que Eysenck consideró motivaciones fundamentales de la conducta y que son: la reproducción, la conservación y la autodefensa respectivamente. Debido a su talente biologista, este enfoque se encuentra dentro de los modelos categoriales biológicos de la personalidad (Polaino-Lorente, Cobanyes Truffino, & del Pozo Armentia, 2003). Añadió ade más un cuarto factor, la Inteligencia, no vinculado estructuralmente a su teoría.

La extraversión, se caracteriza por la concentración de la energía psíquica y el interés general hacia los objetos y fenómenos externos, expresado en una fuerte relación con el mundo exterior, particularmente las personas y las relaciones, lo que los lleva a ser más sociables y a estar al tanto de todo lo que ocurre en su entorno. La extraversión posee una dimensión de contraste, la introversión, la cual tiene que ver con un comportamiento caracterizado por la dirección de la energía psíquica y el interés general hacia los procesos internos del sujeto. Los introvertidos se repliegan a través de sus pensamientos y sentimientos hacia su mundo interior, tendiendo por tanto a la introspección y un menor nivel de conducta. Debe señalarse que el mismo individuo posee cierta proporción de extroversión que resulta inversamente proporcional al nivel de introversión que ostenta.

Por su parte, el neuroticismo, es un rasgo psicológico más bien constante, caracterizado por la inestabilidad e inseguridad emocional, la inclinación a la ansiedad, un estado de permanente preocupación y una tendencia al sentimiento de culpa, todo ello unido a alteraciones psicosomáticas consecuentes. Los individuos que posees esta dimensión, presentan una atención que se dirige selectivamente hacia los acontecimientos negativos (sesgo atencional), situación que refuerza sus pensamientos inadecuados y a menudo los deprime. Desde el análisis factorial, este rasgo es dimensional, lo que implica, que casi todas las personas lo poseen en mayor o menor medida, sin llegar a presentar necesariamente un trastorno especifico.

Finalmente el rasgo de psicoticismo, se fundamenta en una propensión hacia las conductas impulsivas, agresivas y de poca empatía hacia los otros, por parte del sujeto que lo exhibe en amplia proporción. Estos individuos aparecen en general como fríos, egoístas e irresponsables, pero también son muy objetivos y realistas a la hora de resolver problemas; los desafíos los vuelven competitivos, críticos y originales, razón por la cual terminan siendo considerablemente eficientes. Según Eysenck, el psicoticismo también es común en la población normal, siempre y cuando se presente con una intensidad moderada (Schmidt y otros, 2010).

Afirmando el mismo paradigma, otro modelo de corte estructural o dimensional que se ha desarrollado a partir de la investigación experimental al respecto del constructo de personalidad de la mano de Tupes y Christal (los cuales encuentran similitud a lo planteado por Gray y Zuckerman) y a los posteriores trabajos de Mc Crae y Costa, es el Modelo de los Cinco Grandes (Big Five), patrón ampliamente difundido en la actualidad, en el que se asevera que los componentes dimensionales de la personalidad son: extraversión, neuroticismo, amabilidad, apertura a la experiencia y responsabilidad (Ter Laak, 1996); dado que estos elementos son dimensionales, se encuentran presentes en todas las personas, en mayor o menor medida. Cada uno de estos factores contiene un conjunto específico de rasgos:

- Extraversión: dimensión que se caracteriza por un alto nivel de sociabilidad, y tendencia a la búsqueda de interacción y contacto; los sujetos que la despliegan tienden a ser alegres, animosos, mostrar excitación frente a los estímulos y requerir constante motivación del medio. Se opone naturalmente a la introversión, que lleva a los sujetos a ser reservados, poco dependientes del contacto social y mostrar gusto por la soledad.

- Apertura: referida a la viva imaginación, la sensibilidad estética, el monitoreo de las experiencias internas, la curiosidad intelectual y la independencia de juicio. Quienes la tienen son abiertos e imaginativos, poseedores de una rica vida interior y también se muestran curiosos ante las nuevas ideas o los valores no convencionales. Se contrapone a la convencionalidad que gusta de la comodidad que otorga lo familiar.

- Responsabilidad: ligada al auto-control, la planificación y la manifestación de la función ejecutiva. Por tanto, este factor está relacionado con el “potencial de motivación al logro” (Beltrán Llera & Bueno Alvarez, 1995, p. 230) y la posibilidad de consecución de metas; se relaciona con la responsabilidad, la confiabilidad, la voluntad y la determinación de propósitos claros. Se opone a la laxitud, la informalidad y el descuidado de los principios morales.

- Amabilidad: quienes poseen esta dimensión presentan una tendencia al altruismo, la solidaridad y la consideración; la amabilidad se identifica con la complacencia amistosa, más como una forma de docilidad, que como la capacidad para establecer relaciones interpersonales amistosas. Lo señalado se contrapone al egocentrismo, el escepticismo y la competitividad, o no-complacencia hostil.

- Inestabilidad Emocional o Neuroticismo: dimensión de personalidad que tiende a la inestabilidad emocional y la ansiedad, acompañada de una baja tolerancia al estrés, una conducta inconsistente y la inclinación hacia la preocupación. Esta dimensión es mantenida por personas caracterizadas por una percepción sesgada de la realidad, que favorece las situaciones negativas y tiñe a la realidad de desvelos superiores a las que realmente reporta.

Como puede apreciarse, a partir de la cronología y la progresión propuesta, la concepción de la personalidad ha evolucionado de lo simple a lo complejo, de lo rígido a lo flexible, de lo segregacionista a lo incluyente; proceso de desarrollo que no solo responde a los avances propios de la ciencia, sino también a los cambios socioculturales que propenden al pensamiento complejo, la flexibilidad y tolerancia frente a nuevas formas de vida y a la inclusión social. Este proceso se encuentra lejos de terminar y cada vez cobran mayor vigencia las teorías que apoyan la permanente capacidad de la personalidad para construirse y deconstruirse de manera casi ilimitada y permitir al sujeto evolucionar hacia mayores niveles de adaptación y desarrollo.

2 Término polisémico que hace alusión a la identidad o personalidad de un individuo

Escuelas de psicología: un breve recorrido por las teorías de la personalidad

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