Читать книгу Psicología e hipnosis en el tratamiento del dolor - Martha Martín Carbonell - Страница 8
Оглавление1. Aspectos históricos del uso de la analgesia hipnótica
Historical features of the use of hypnotic analgesia
Resulta sorprendente cómo, a pesar de que desde los inicios de la humanidad se han utilizado exitosamente influencias psicológicas para el control del dolor, hoy en día el uso de la hipnosis con fines analgésicos todavía se discute y hasta niega, tanto por especialistas, como por legos, e incluso es una noticia curiosa en los periódicos. No es el objetivo de este capítulo abordar la historia de la hipnosis –sobre la cual el lector interesado podrá encontrar abundantes análisis y referencias en los numerosos textos que existen sobre este tema–. Sin embargo, considero importante resaltar momentos axiales de la historia del uso de la hipnosis en la analgesia, ya que nos ayudan a comprender el porqué del escepticismo y la desinformación que existe al respecto en la actualidad. De hecho, buena parte de la producción científica contemporánea y pasada está marcada por la necesidad de “desmitificar” la hipnosis (Vallejo, 2015).
Uno de los factores que explican esta situación es que la propia hipnosis resulta un asunto polémico, aunque –paradójicamente– sea uno de los que más interés despierta entre los profesionales de la salud y la propia población. Mitos y prejuicios a lo largo de los años han permeado este estado mental, dotándolo de atributos de esoterismo, magia, peligrosidad, etc.
El hecho de que la hipnosis (o los trucos de teatro denominados como hipnosis) se utilice como espectáculo, ha contribuido y contribuye a incrementar especialmente estos prejuicios en el contexto latinoamericano (Vallejo, 2015).
Por otra parte, como plantea Mangieri (2014, p. 102), “la performatividad de los gabinetes espiritistas tiene una conexión semiótica indudable con el discurso de la ciencia experimental (sobre todo la psicología, la física y la química de la época)”; en efecto, desde el discurso de magos y espiritistas se usa con frecuencia el término hipnosis (Vallejo, 2015). Es más, el mito del zombi, según Carcavilla-Puey, nace como “símbolo arquetípico de cierto estado psíquico morboso derivado de nuestra relación con lo inconsciente” (2013, p. 13), cuyos orígenes se remontan al tratamiento literario y cinematográfico del “lado oscuro del magnetismo animal y la hipnosis”, y hace referencia a la actuación perversa de personas con poderes naturales (el hipnotizador o “magnetizador”), o sobrenaturales (el mago).
Entre los propios profesionales de la salud pueden existir temores a practicar la hipnosis, ya sea porque compartan los prejuicios anteriormente mencionados, o bien porque tengan otros. Ejemplos de estos prejuicios son: creer que la hipnosis es intrínsecamente peligrosa, que se necesitan dotes especiales para practicarla, requiere mucho tiempo o es privativa de determinadas profesiones o especialidades (la psicología o la psiquiatría, por regla general).
Hull (1930/1931) lo planteó en un artículo pionero:
Debería recordarse que Mesmer fue contemporáneo de B. Franklin. Durante el período de un siglo y medio desde que Franklin hizo su experimento (1752), la electricidad se ha desarrollado como una de las ciencias exactas y cuantitativas que existen. Después de aproximadamente el mismo período (Mesmer propuso su teoría del magnetismo animal en 1775) encontramos que el hipnotismo en mayor parte se ha quedado en manos de charlatanes y monjes místicos. (p. 201)
Especialmente la analgesia hipnótica, como plantean Chaves y Dworkin (1997), es uno de los tópicos que resulta más dramático y misterioso. Es también uno de los argumentos que se esgrimen para fundamentar la visión de la hipnosis como un estado de consciencia especial, asociado a mitos como el del “poder del hipnotizador”, el de la “pérdida de la voluntad y el control de la persona hipnotizada”, así como los dos peligros que más se le atribuyen: el temor a quedarse “enganchado” y no poder salir de ese estado, y el temor a que la hipnosis pueda provocar algún tipo de trastorno psíquico, alteración emocional o activación de patologías “latentes”.
Por otra parte, la mayoría de los autores, al abordar el tema del desarrollo histórico de la hipnosis, establecen su origen en los albores de la historia y lo asocian a prácticas de tipo mágico-religioso que tenían algún tipo de consecuencia terapéutica. En muchos textos sobre hipnosis se encuentran referencias que atribuyen a los asirios y babilonios (5000 años a. C.) el uso de métodos hipnóticos en sus prácticas terapéuticas. También se mencionan a las culturas hebrea, hindú, china y japonesa, como herederas de prácticas que combinan la relajación, la concentración, la quietud, sonidos rítmicos y palabras para lograr reacciones sanadoras en el cuerpo y la mente (Martínez-Perigod y Grenet, 1985; González-Ordi, 2015).
Se han conceptualizado como métodos primitivos de inducción hipnótica el uso del canto rítmico, la música, el baile, palmadas monótonas, toques de tambor, etc. Se asume que generalmente tienen como finalidad favorecer los estados místicos y el éxtasis religioso (González-Ordi, 2015). Muchas de esas prácticas mágico-religiosas se mantienen en la actualidad –lo que sin duda ha contribuido a la mistificación de la hipnosis–, y están particularmente vigentes en la cultura latinoamericana. Otros autores rechazan de plano cualquier comparación de la hipnosis con tales rituales (Spanos y Chaves, 1991), en la medida en que estos reflejan pautas culturales y funciones ceremoniales con objetivos muy diferentes a las de la hipnosis actual. Es más, nótese que el término trance, que se usa como sinónimo de estado hipnótico, también se utiliza para referir el estado de éxtasis místico descrito en múltiples textos religiosos.
Sin embargo, un momento importante para intentar una explicación científica de la hipnosis suele situarse en Viena, con la publicación de los trabajos de Franz Anton Mesmer (1734-1815), quien en 1779 expuso los resultados de sus investigaciones en Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo animal. Según esta obra, existe un fluido sutil en el universo que actúa como un medio de unión entre los hombres, así como entre estos y la tierra, y entre la tierra y los demás cuerpos celestiales. La enfermedad se originaría por una desigual distribución del fluido en el cuerpo humano y la recuperación se obtendría al restaurar el equilibrio. Mediante técnicas especiales, ese fluido podría ser canalizado, almacenado y trasmitido a otras personas, con el objeto de provocar “crisis” y curar las enfermedades por medio de “pases de manos magnéticos o energéticos”. Mesmer sostenía que el magnetismo obedecía a leyes similares a las de la electricidad, y, por esa razón, pensaba que tal fluido poseía polos, corrientes, descargas, conductores, aisladores y acumuladores, e ideó la “cubeta (baquet) magnética”, a fin de concentrar el fluido y aplicarlo en grupos de enfermos. El médico alemán utilizó sus técnicas para el tratamiento del dolor, entre otros trastornos (Chaves y Dworkin, 1997).
En 1785 se pidió al gobierno francés que nombrara varias comisiones de investigación compuestas por médicos y científicos, cuyos informes fueron desfavorables para su teoría y su práctica. Así terminó la carrera de Mesmer, quien abandonó Francia llevando consigo una fortuna que había “atraído magnéticamente” (García, en preparación). Sin embargo, Mesmer se inmortalizó y se convirtió en el eslabón histórico que enlaza las teorías antiguas y modernas del estado hipnótico. Llamó la atención del mundo occidental de la época hacia la existencia de un modo terapéutico que antes solo estuvo reservado para sacerdotes, hechiceros y magos. A partir de ese momento, puede rastrearse en la literatura científica el interés por el uso de la hipnosis para el control del dolor.
Entre otras figuras destacadas del “mesmerismo”, se halla el abate José Custodio de Faria (1756-1819), quien abrió en París un gabinete de magnetizador donde inició un curso público de “sueño lúcido”, con el cual cambió la manera en que la historia se refería al magnetismo. Retiró los imanes, las varas de hierro, los tubos de roble y la música, y re-descubrió (ya que antes lo había descubierto la segunda comisión de investigación sobre Mesmer), que el mesmerismo no tenía nada que ver con fuerzas externas actuando sobre la persona, sino con cuán receptiva era esta a la técnica de inducción. Se opuso al mesmerismo y al concepto de fluido magnético. Su sueño lúcido era una especie de sugestión terapéutica, a la cual le veía aplicaciones para la anestesia quirúrgica. Para él, solo algunos individuos eran susceptibles de adormecerse artificialmente, y a estos los llamó epoptes naturales (del griego epopte, “el que ve todo al descubierto”). En 1816 fue víctima de una burla pública, y se consagró a la redacción de su tratado De la cause du sommeil lucide ou étude de la nature de l’homme, cuya publicación pasó inadvertida. Más tarde, Bernheim, Gilles de la Tourette y Janet, sabrían reconocerle su papel como predecesor del método de la hipnosis por sugestión (García, en preparación).
Asimismo, entre los reportes tempranos del uso del “mesmerismo” para el control del dolor, sobresalen los trabajos de John Elliotson (1791–1868), y de James Esdaile (1808-1859). Elliotson era profesor de medicina del University College Hospital de Londres. Había estudiado mesmerismo con un discípulo del abate Faria, y experimentó con el “sueño magnético” para la cirugía mayor en numerosos casos. Fundó una revista, The Zoist, y un hospital mesmérico (Gezundhajt, 2007).
El cirujano James Esdaile (1808-1859) fue colaborador de Elliotson en esta revista. En 1845, a cargo de un hospital en la India, Esdaile fue pionero en el uso de la analgesia quirúrgica mediante el “mesmerismo”, lo cual coincidió con el descubrimiento del cloroformo. Un comité gubernamental valoró favorablemente su trabajo, por lo que ganó el aprecio de la población nativa. La proporción de mortalidad para la cirugía mayor en ese momento era aproximadamente del 50 %, pero en las 161 operaciones hechas por el Dr. Esdaile usando técnicas hipnóticas, la mortalidad bajó a solo el 5 %, sin ningún caso de complicaciones como resultado inmediato de la cirugía (García, en preparación). Publicó luego el panfleto The Introduction of Mesmerism as an Anaesthetic and Curative Agent into the Hospitals of India, pero a pesar de su éxito, tropezó con la oposición de los partidarios del cloroformo y de la Iglesia (Gezundhajt, 2007). Esto, probablemente, porque sus informes también fueron exagerados, tal y como demostró el propio comité gubernamental (Chaves y Dworkin, 1997).
El debate entre la anestesia farmacológica y la hipnótica fue especialmente agudo en esta época, ya que tenía como telón de fondo la “batalla de ideas” entre la naciente modernidad y el pensamiento medieval. Con respecto al dolor, en la Alta Edad Media se tenía una concepción dual, pues era visto como medio de castigo y redención. Desde la profesión médica, también existía ambivalencia sobre si debía intentar su alivio durante una intervención quirúrgica, ya que las quejas y referencias del paciente servían de guía para la intervención (Chaves y Dworkin, 1997).
La victoria de la anestesia farmacológica sobre la hipnótica se debió más a consideraciones políticas que científicas, pues al inicio no había evidencias claras de la anestesia inhalante; tanto el mesmerismo, como el óxido nitroso, fueron utilizados de manera teatralizada y como espectáculos circenses (Rey, 1993). De acuerdo con Chaves y Dworkin, “el pivote de estas consideraciones políticas se relacionaba con las implicaciones de estos métodos para la naturaleza de la relación médico-paciente” (1997, p. 7).
En esencia, tal como indican estos autores, el éxito de la anestesia inhalante se podía medir de manera más “objetiva” que el de la anestesia mesmérica, la cual depende del reporte del paciente (algo que al gremio de los médicos le interesaba pues reforzaba su posición de poder). Este interés se mantiene hasta nuestros días, y se evidencia en la búsqueda de indicadores psicofisiológicos de la anestesia hipnótica, sobre todo en el campo de la investigación.
El sueño lúcido de Faria culminó con la hipótesis de Braid del sueño nervioso. Fue John Braid –a quien muchos consideran como el “padre” de la hipnosis científica–, quien propuso el término hipnosis, el cual deriva del nombre del dios griego Hipnos, que significa “sueño”. Dado que Braid era reconocido por la profesión médica, la hipnosis ganó respetabilidad. Fue el primero en proponer un método de auto-hipnosis para el alivio del dolor basado en la fijación de la mirada (Weitzenhoffer, 1989).
De 1880 en adelante, se inició la investigación científica sistemática de la hipnosis en Francia. Casi simultáneamente, se fundaron la Escuela de Nancy y la Salpêtrière. Fue en la Salpêtrière donde Freud se inició en la hipnosis, y se plantaron las semillas que más tarde darían fruto en el psicoanálisis. Sin embargo, el propio Freud hizo una serie de objeciones a la hipnosis que perjudicaron su naciente aceptación en los medios académicos. Algunos de esos criterios, insostenibles en la actualidad, planteaban que los resultados terapéuticos eran poco duraderos, y el hipnotismo, una técnica no causal. Durante casi dos decenios la hipnosis quedó relegada en beneficio del psicoanálisis, con excepción de su uso en la Unión Soviética.
Ya en las primeras décadas del siglo xx, el fisiólogo y Premio Nobel Iván Petróvich Pávlov (1849-1936), consideraba al estado hipnótico una condición de “inhibición cerebral”. Esta teoría de Pávlov fue muy fructífera en su tiempo y produjo eventualmente la hipótesis según la cual el estado hipnótico vendría a ser como un sueño “parcial”, del cual se está virtualmente “saliendo”, es decir, un sueño en un franco estado de regresión (García, en preparación; Sarbin y Coe, 1972).
Un suceso dramático precipitó la vuelta de la hipnosis a la escena médica occidental: la Primera Guerra Mundial. La ingente cantidad de heridos, principalmente soldados aquejados de lo que se dio en llamar la “neurosis de guerra”, hizo imposible el tratamiento masivo desde el punto de vista psiquiátrico. Por otro lado, las autoridades militares necesitaban de nuevo a los combatientes cuanto antes en los campos de batalla.
La hipnosis también se usó por varios dentistas durante la guerra como anestesia. Esto situó la hipnosis en una posición de respeto que no había tenido durante años, y a partir de entonces comenzó a ser reconicida por la medicina de manera oficial, aunque los anestesistas le prestaron poca atención. Solo hasta 1955 la British Medical Association declaró:
Hay un lugar para el hipnotismo en la producción de la anestesia o analgesia para la cirugía y las operaciones dentales, y en algunos sujetos es un método efectivo para el alivio del dolor en el parto sin alterar el curso normal del trabajo de parto. (Wobst, 2007, p. 1129)
En 1958, la Asociación Médica Americana siguió ese mismo camino. Se establecieron sociedades de hipnosis clínica y experimental, con investigaciones y publicaciones, así como cursos de hipnosis en facultades de medicina de Estados Unidos e Inglaterra. En varias universidades de importancia se establecieron laboratorios de investigación con fuerte apoyo económico de gobiernos y fundaciones. Actualmente, la tendencia a promover la sedación consciente en anestesia ha vuelto a despertar el interés en la hipnosis, y la hipnoanalgesia emerge como una combinación de técnicas hipnóticas y farmacológicas que ha encontrado su espacio en la práctica cotidiana de muchos especialistas (Wobst, 2007).
Las relaciones de la hipnosis y la psicología han sido (y continúan siendo) complejas. Según Neubern, “pueden ser comprendidas como un proceso que se inició con el entusiasmo y terminó en ostracismo” (2006, p. 347).1 Sanz (2012) coincide con Neubern (2006) en que las instituciones involucradas en la formación psicológica no ofrecen información sobre acontecimientos históricos relevantes de la relación entre psicología e hipnosis porque, entre otras razones, pueden poner en crisis determinados modelos de la psicología clínica, dando lugar a reformulaciones fundamentales en términos de prácticas institucionales y principios epistemológicos.
Sin embargo, tras los trabajos de T. X. Barber y su revisión de la literatura sobre hipnosis y dolor (1959, 1963), se incrementó el interés, pues según Chávez “la hipnosis se posicionó en las corrientes principales de la Psicología Social” en Norteamérica (Pearce, 2005). También tuvo un fuerte impacto en el acercamiento entre hipnosis y psicología, el trabajo de laboratorio de E. R. Hilgard (1969, 1975).
La evidencia acumulada acerca de la eficacia de la hipnosis en el tratamiento del dolor, al abrir las puertas a los hipnotistas expertos a servicios e instituciones de salud, influye también en que la academia sea cada vez más consciente de la necesidad de recuperar la hipnosis para el arsenal de herramientas de intervención psicológica. Así, en los últimos tiempos se producen cada vez más esfuerzos institucionales orientados a avalar la formación en hipnosis desde las facultades de psicología, como, por ejemplo, el Diploma de Especialización en Hipnosis Clínica que imparte la Universidad de Educación a Distancia de España (uned).
La complejidad de la relación entre psicología e hipnosis se enmarca también en el hecho de que el control del dolor mediante influencias psicológicas no se consigue exclusivamente con este estado mental. Chaves (1993) reporta informes que datan de inicios del siglo xx, sobre control del dolor mediante conversaciones del médico con el paciente. Sin embargo, es la definición actual de dolor que planteó la International Association for Study of Pain (iasp), derivada de los avances logrados en la década de 1970 en neurofisiología, la que abrió las puertas a la intensa investigación sobre la eficacia de las técnicas psicológicas de tipo cognitivo-comportamental para el tratamiento de diversos tipos de dolor. Esta definición conceptualiza el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una lesión hística presente o potencial o descrita en términos de la misma” (iasp, 1979, p. 250).
Como ya hiciera notar Chaves (1993), la relación entre el control del dolor mediante la hipnosis y mediante las técnicas cognitivo comportamentales ha sido fundamentalmente ignorada. Por consiguiente, la investigación en estos dos dominios avanza a lo largo de caminos paralelos, aunque no es raro encontrar en la literatura descripciones de técnicas conceptualizadas como “cognitivo-conductuales”, las cuales solo se diferencian de los procederes hipnóticos en el hecho, justamente, de que no han sido conceptualizadas como “hipnosis”.
Algunos autores han intentado llamar la atención sobre los puntos de contacto y diferencias entre las terapias hipnóticas y las comportamentales. Kroger y Fezler (1976), por ejemplo, muy pronto presentaron un modelo que integraba los aportes de la hipnoterapia con la modificación de conducta y los enfoques psicodinámicos. Asimismo, Spanos y T. X. Barber (1976), y en España Capafons y Amigó (1993a). Este es un proceso que continúa en la actualidad (Elkins, Johnson y Fisher, 2012).
Chapman (2006) considera que las barreras que obstaculizan esta integración son la visión sobre el inconsciente, la falta de acuerdo entre las definiciones de hipnosis y de las propias terapias de conducta, y la limitada comprensión de la hipnosis como un tratamiento adyuvante a la terapias cognitivo-comportamentales. Si bien estos temas serán abordados con mayor profundidad en otros capítulos de este texto, baste decir por ahora que en este intento de integración puede vislumbrarse un porvenir prometedor, de manera que en la práctica se utilicen al máximo los recursos psicológicos –hipnosis incluida–, con el propósito de potenciar el alivio del dolor y el bienestar humano.
Lamentablemente, en el tema de la historia de la hipnosis, como en tantos otros, es escasa la bibliografía latinoamericana accesible. Aunque se reportan publicaciones sobre uso de la hipnosis para control del dolor desde finales del siglo xix en diversos países como Cuba (Espinosa, Pérez y Reyes, 2008), México (Vallejo, 2015), Colombia (Villar-Gaviria, 1965) y Argentina (Vallejo, 2014), los artículos y textos de los autores de nuestro medio son difíciles de localizar mediante los sistemas de búsqueda más usados en la actualidad.
Las limitaciones de las bases de datos para generar conocimiento fidedigno sobre la ciencia en los países en desarrollo ha sido reconocida (Manzano-Arrondo, 2010). En una investigación que tuvo como objetivo identificar las tendencias en las publicaciones latinoamericanas en psicología del dolor, y en la que se utilizó la metodología de revisión sistemática cualitativa para analizar la base de datos psicodoc (Martín-Carbonell, 2014), solo se encontraron artículos de autores de siete países, concentrándose la mayor productividad en Brasil, lo que se puede explicar, entre otras razones, por el auge que ha cobrado la psicología de la salud en este país (Seiji, Spink y Bernardes, 2012).
Es una importante tarea pendiente profundizar en la historia de los aportes que se han realizado a la hipnosis para el tratamiento del dolor desde nuestro continente. Dada la escasa información disponible, vale la pena revisar –de manera breve– la historia de la hipnosis en Cuba, pues tuvo la peculiaridad de que quienes la introdujeron y popularizaron fueron médicos y odontólogos, lo que puede explicar que haya sido relativamente bien aceptada en los círculos de profesionales de la salud y exista una tradición de su uso en el tratamiento del dolor.
Hay noticias de que en una revista que circuló entre noviembre de 1878 y julio de 1881 con el título de Gaceta Médica de La Habana, se publicó un artículo dedicado a la hipnosis en 1879 (Espinosa, Pérez y Reyes, 2008). También se publicaron dos trabajos sobre hipnosis en la revista La Emulación Médica, continuadora de El Eco de París como publicación concebida a principios de la segunda mitad del siglo xix para satisfacer las necesidades de información de los estudiantes de medicina (López, 2006). En 1882 llegó a Cuba la noticia de que en Europa el Dr. Josef Breuer, médico vienés, había curado a sus pacientes con la ayuda del hipnotismo.
Hacia 1890, en la Sociedad Odontológica de La Habana, se leyó un trabajo que presentó el Dr. Alberto Colón-Silva: “Anestesia sugestiva aplicada a la práctica dental”, publicado en los Anales de la Sociedad Odontológica de La Habana n.° 7, año xi, de julio de 1890. Esto dio origen a una apasionada polémica, en la que se tildó a la obra de producción fantástica que solo encerraba consideraciones generales, por lo que fue acogida con grandes reservas. Sin embargo, varios odontólogos y cirujanos se interesaron por profundizar en la temática y apenas dos años después, en la sesión de la noche del 20 de febrero de 1892, en la sede de la Sociedad Odontológica de La Habana, el Dr. Ignacio Rojas leyó “Ventajas del hipnotismo y de la sugestión como anestésicos en las operaciones de la boca”, escrito por el Dr. Eduardo Díaz-Díaz, publicado posteriormente en los Anales de la Sociedad Odontológica de la Habana (Año xiii, abril, 1892, n.º 4, pp. 855-862).
El Dr. Rojas lee lo siguiente:
Luminosas ideas reinantes tanto en las Escuelas de París a cuyo frente se haya el eminente Dr. Charcot, cómo la de Nancy sostenida por Berheim y Liebault, también la Escuela Mixta a cuya cabeza se haya nuestro ilustrado compatriota Médico de Valladolid, el Dr. D. A. Sánchez Herrero, discípulo del Dr. Liebault […] negar estos fenómenos maravillosos que se pueden demostrar a cada paso sería hoy una aberración […] Al citar las contraindicaciones de la cocaína y de los anestésicos generales debimos consignar, que no hace falta, para demostrar las ventajas de la hipnosis, llegar hasta las contraindicaciones [...] por tal motivo podemos administrarle el cloroformo, es innegable que éste tiene más peligros o, mejor dicho, peligros porque la hipnosis no los tiene, y bajo la influencia de este agente, lejos de contar con el concurso del paciente que es importantísimo lo que tenemos es dificultades que sumar. (citado en Marrero, 2005)
Fue, sin lugar a dudas, la Escuela de Nancy la que repercutió en la isla. Como indica Marrero (2005):
La plataforma científica de la Escuela de Nancy, constituyó el fundamento sobre el que se basaron los médicos cubanos para desarrollar la hipnosis cubana, aunque indiscutiblemente le añadieron el sabor criollo, que por supuesto no podía faltar, y es por esto que la Escuela Francesa en Cuba toma características eclécticas y heterodoxas. (p. 58)
La guerra por la independencia que se desarrolló en el último quinquenio del siglo xix, así como las peripecias de la fundación de la República, constituyeron un período convulso para el país, momento a partir del cual los Anales de Sociedad Odontológica de La Habana salió de circulación. Sin embargo, Marrero (2008) aduce que dispone de informaciones que avalan el hecho de que a Cuba llegaban las noticias según las cuales en el continente europeo, durante la Primera Guerra Mundial, se incrementaron los trabajos con hipnosis en los heridos de la guerra.
A mediados del siglo xx aparecen de nuevo las referencias del uso de la hipnosis para el control del dolor. En 1957 circula en Cuba la Revista Estomatológica de La Habana, perteneciente al Colegio Estomatológico de La Habana. En esta, aparece en los números 21 y 22 de los meses de noviembre y diciembre de 1957, un artículo del Dr. Luis A. Bernal-Castroverde: “Importancia actual de la Hipnosis”. En dicho trabajo Bernal-Castroverde da a conocer la hipnodoncia o hipnosis aplicada a la odontología, y manifiesta que era de gran utilidad para el ejercicio de la profesión, así como en todas las ramas de la medicina. Recalca el Dr. Bernal-Castroverde que su experiencia es con pacientes privados, pero señala que el pionero en Cuba de esta práctica a nivel hospitalario fue el profesor Dr. Mariano Díaz-Díaz, quien con la ayuda del director del Hospital Municipal de Maternidad América Arias, había utilizado la hipnosis para realizar el parto sin dolor a las embarazadas pobres de la capital cubana. No obstante, lo más importante y trascendental del artículo es que deja constancia de que el 26 de noviembre de 1957, en la isla de Cuba se constituyó la Sociedad Cubana de Hipnología, en cuya primera Junta de Gobierno figuraban estomatólogos2 , cirujanos y eminentes figuras de la psicología cubana y de Latinoamérica, como Alfonso Bernal del Riesgo (Marrero, 2005). La Sociedad Cubana de Hipnología exhortó desde su fundación a todos los médicos, dentistas, psicólogos, profesores y profesionales universitarios a ingresar en sus filas, tal como indica Marrero (2005): “donde todos eran jóvenes de mente y capaces de implantar ese beneficio en la sociedad como un arma terapéutica para el futuro de las Ciencias Médicas” (p. 6). En el mismo escrito se anuncia la visita a Cuba del profesor argentino Dr. Emilio Fernando Duprat, quien a su vez era socio fundador y presidente de honor de la Sociedad Cubana de Hipnología y de las sociedades de hipnosis de México, Argentina y Panamá.
El trabajo de Duprat ha tenido y aún tiene una influencia notable en los profesionales que ejercen la hipnosis en Cuba. Es autor de varios libros, entre ellos Hipnotismo, técnicas e indicaciones terapéuticas, editado en Cuba en 1960. Dictó varios cursos de hipnosis, realizó demostraciones públicas en diversas sociedades científicas y visitó Cuba en varias ocasiones. Las dificultades económicas y de acceso a la información que han caracterizado la historia de Cuba en las últimas décadas como consecuencia del bloqueo norteamericano, hicieron que el mencionado libro fuera por años el único texto accesible para muchos profesionales cubanos interesados en la temática, lo que en parte explica su repercusión y vigencia. Pero esta también se basa en que Duprat fue un defensor de la importancia del enfoque multidisciplinario y la visión holística del paciente. En el prólogo del mencionado libro, Duprat (1960) afirma:
La medicina ha sufrido un proceso en su historia, y luego de los lógicos entusiasmos ocasionados por los adelantos del laboratorio, el descubrimiento de las llamadas drogas milagrosas y el extraordinario arsenal terapéutico actual, vuelve en busca de valores permanentes. Es así que amalgamados todos esos adelantos, encaramos nuevamente al enfermo como ser total, buscando ávidamente la verdadera relación entre soma y psique. No comprendemos al psiquiatra divorciado del clínico, ni al cirujano ignorando al psicólogo. Y resurge en estos últimos años, con toda la fuerza de la verdad, el empleo de la hipnosis. (p. 1)
Esta visión holística del ser humano como fundamento de la utilidad de la hipnosis para el abordaje de diversos problemas de salud –que ya se encontraba en los médicos cubanos del siglo xix–, fue actualizada por Duprat y sus seguidores en Cuba, y es, junto con la tendencia hacia la integración multidisciplinaria, uno de los aspectos que caracteriza la práctica y el enfoque de la hipnosis en los profesionales cubanos.
La Sociedad de Hipnología de Cuba impulsó el uso de la hipnosis en el ámbito de la salud y la difusión de su utilidad a nivel social. Entre 1958 y 1960 aparecieron en la prensa nacional diversos artículos y reseñas sobre el uso de la hipnosis por médicos cubanos, y se realizaron actividades científicas de repercusión nacional.
Entre la décadas del sesenta y la del noventa del siglo xx creció el interés por el estudio, la investigación y la utilización de la hipnosis. Se desarrollaron múltiples cursos, talleres, investigaciones y entrenamientos fundamentalmente en hospitales, facultades de medicina y psicología, e institutos de investigación. Téngase en cuenta que en Cuba existe un sistema de salud estatal, único, financiado por el Estado, por lo que este interés en la hipnosis ha contado con el respaldo oficial, aunque no ha sido ajeno a los avatares de la historia de la hipnosis en Occidente, de modo que también ha tenido que enfrentar detractores y escépticos.
De hecho, el uso de la hipnosis con fines anestésicos, aunque sigue resultando novedoso para el público lego, es bastante frecuente en Cuba. Lamentablemente, hay pocas publicaciones y se tratan fundamentalmente de estudios anecdóticos o descripciones de series de casos. En una revisión de los artículos publicados desde 1995 hasta el 2009 en la base de datos de revistas médicas cubanas de la Biblioteca Virtual de Salud de Infomed (http://bvs.sld.cu/revistas/), aparecieron solo cinco artículos originales que reportaban estudios en los que se utilizó la hipnosis con fines anestésicos.
Nuestra cultura predominantemente oral, así como las exigencias de resolver problemas prácticos que han caracterizado el ejercicio de los profesionales de la salud cubanos, son dos factores, entre otros, que a mi juicio explican esta escasa productividad bibliográfica (la cual no es exclusiva del campo de la hipnosis). Cairo (1998), en un análisis bibliométrico de la Revista Cubana de Psicología, refiere que el 35,83% de todos los artículos publicados en los últimos doce años han sido firmados por un solo autor, y el total por docentes de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana. Las contribuciones de los psicólogos que trabajan en las instituciones de salud son esporádicas.
De los cinco artículos originales revisados, dos eran reportes de estudios de un caso en que la hipnosis se usó como coadyuvante: uno sobre cirugía ortognática (López et al., 2003); y otro sobre fisioterapia de la anquilosis de la articulación temporomandibular (Díaz, Cantillo, Pernas y Martínez, 1997). Resulta interesante que los reportes de caso que describen el uso de la hipnosis como coadyuvante de la anestesia tienen como objetivo la valoración del tratamiento multidisciplinar de la afección tratada, y no la eficacia de la hipnosis en sí misma.
Otros trabajos también refieren el uso de la hipnosis como coadyuvante en un estudio descriptivo “retrospectivo” de cirugía ambulatoria oncológica. Sin embargo, en el artículo no se describen los procedimientos utilizados ni se comenta su eficacia, pues al igual que en los artículos reseñados anteriormente, su objetivo era valorar la eficacia de su programa multidisciplinario y no de la hipnosis (Infante y Rodríguez, 2006).
Otro de los artículos revisados es un reporte de cirugía oftálmica, en el cual se utilizó solo la hipnosis como anestesia para realizar extracción extracapsular del cristalino, lavado con aspiración de restos capsulares y sutura. En este trabajo los autores explican detalladamente el procedimiento llevado a cabo para conseguir la anestesia hipnótica, y refieren que no hubo dolor transoperatorio ni complicaciones posquirúrgicas (Maqueira y Sigler, 2001).
Resulta notable el estudio de Cos, Semanat y Moya ( 2000), en el que se describe una investigación cuasi experimental con 756 pacientes, durante el periodo comprendido entre octubre de 1996 y mayo de 1998. El propósito fue evaluar la eficacia de la sugestión para el tratamiento de la cefalea, así como calcular su valor económico, en contraste con la terapéutica medicamentosa. Los autores concluyen que la sugestión resultó efectiva para aliviar ese tipo de dolor y se obtuvo un notable ahorro por concepto de fármacos. Amén de las críticas metodológicas que puedan señalarse a este estudio, a mi juicio resulta interesante, porque llama la atención acerca de cómo, mediante hipnosis, puede lograrse un alivio del dolor de manera más rápida, barata e inocua que con medicamentos.
La hipnosis está incorporada a la práctica cotidiana en servicios de psicología y psiquiatría, clínicas del dolor y clínicas de medicina alternativa. Además, se imparte desde el 2000 en los marcos de las maestrías en medicina natural y tradicional que se ofrecen en diferentes universidades médicas cubanas.3
Diversos autores cubanos han publicado investigaciones al respecto. Entre las más difundidas se encuentran las del Dr. Alberto Cobián-Mena: Yo sí creo en la hipnosis (1997); e Hipnosis. Sus aplicaciones terapéuticas (2004). Ambas cuentan con gran aceptación de la comunidad científica.
En Santiago de Cuba se celebra desde hace más de 15 años el evento internacional Hipnosantiago, el cual ya se ha hecho una plaza tradicional que reúne a los investigadores en esta rama y agrupa a los profesionales del área del Caribe. Recientemente, se defendió en la Universidad de Ciencias Médicas de Granma, la tesis doctoral Hipnosis: fundamentos fisiológicos e investigativos, del Dr. Pedro Manuel Rodríguez-Sánchez (2012).
1 No es objeto de este capítulo analizar este complejo tema. Al lector interesado le recomiendo la lectura del interesante artículo de Neubern (2006).
2 Entre ellos se encuentran el Dr. Antonio Marrero, eminente odontólogo cubano, autor del texto citado con anterioridad como fuente.
3 Debe señalarse que en Cuba la formación en ciencias de la salud, tanto en el pregrado, como en posgrado, es de carácter público, financiada totalmente por el Estado y de carácter gratuito para los estudiantes. Los programas se rigen metodológicamente por el Ministerio de Educación Superior y se desarrollan en las universidades médicas que tienen sedes en diferentes regiones del país, pero imparten programas únicos de carácter nacional.