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2. ¿Qué es (y qué no es) la hipnosis?

What is (and what is not) hypnosis?

Definiciones de hipnosis

Existen decenas de definiciones de hipnosis, cada una de ellas con sus propias particularidades y repercusiones, tanto teóricas como prácticas. La polémica en torno a las definiciones de la hipnosis ha sido una característica desde que comenzó el interés por su investigación, como ya se evidenciaba en los desacuerdos entre las escuelas francesas en el siglo xix.

En épocas más recientes, la falta de acuerdo entre los distintos autores condujo a que la División 30 (Society of Psychological Hypnosis) de la American Psychological Association (apa), propusiera en 1993 una definición consensuada que fue aceptada por las principales asociaciones conformadas en torno al tema. Según esta definición, la hipnosis es un procedimiento en el que un especialista sugiere a una persona que experimente cambios en sus sensaciones, percepciones, pensamientos o conductas. Añade que, a fin de establecer el contexto hipnótico, se suele emplear un método o procedimiento de inducción que, aunque puede adoptar muchas formas, con frecuencia suele incluir sugestiones de calma, bienestar y relajación, así como instrucciones para pensar o imaginar cosas agradables. Reconoce que hay una gran variabilidad en las maneras en que las personas reaccionan, pero, en sentido general, la mayoría informa que la experiencia con la hipnosis resulta agradable.

Asimismo, apa enfatiza la conceptualización de la hipnosis, no como una terapia, sino como un procedimiento que se añade (adyuvante) a las terapias médicas y/o psicológicas con el propósito de incrementar su eficacia y eficiencia. Por lo tanto, su aplicación solo debe hacerse por parte de profesionales de la psicología y la medicina que, además de su formación en estas disciplinas, hayan recibido entrenamiento específico en el uso de la hipnosis. En resumen, la hipnosis queda de esta forma definida como un conjunto de procedimientos y técnicas que se rotulan como hipnóticos y que se utilizan como un coadyuvante o adjunto a otras formas de intervención (Capafons, 2001).

Poco más de una década después, apa (2004) publicó una nueva definición de la hipnosis con nuevos matices que resultaba un poco más ambigua que la anterior, y omitía detalles importantes tales como la conceptualización de la hipnosis en cuanto procedimiento –y no como una terapia–, o la recomendación de su uso por parte de determinados profesionales con una formación específica, entre otros. Pese a ello, incluyó ciertas novedades de notoria relevancia, como, por ejemplo, hacer constar la existencia de los métodos de autohipnosis, o poner de relieve los procedimientos activo-alertas (Mendoza, 2008).

En 2013, el Dr. Arreed Barabasz, en calidad de presidente de la División 30 de la apa, nombró un comité para revisar esa definición. Lo conformaban Gary Elkins (presidente), David Spiegel, James Council y Arreed Barabasz, y su intención –según plantearon– era conseguir una descripción concisa que identificara el objeto de interés y sus características, la cual fuera heurística y permitiera teorías alternativas sobre los mecanismos explicativos de la hipnosis (Elkins, Barabasz, Council y Spiegel, 2015). Como resultado de este trabajo propusieron las siguientes definiciones:

 Hipnosis. Un estado de conciencia que implica la atención focalizada y conciencia periférica reducida, caracterizado por una mayor capacidad de respuesta a la sugestión.

 Inducción hipnótica. Procedimiento diseñado para inducir la hipnosis.

 Hipnotizabilidad. La capacidad de un individuo para experimentar alteraciones sugeridas en fisiología, sensaciones, emociones, pensamientos o comportamientos durante la hipnosis.

 Hipnoterapia. El uso de la hipnosis en el tratamiento de un trastorno o preocupación médica o psicológica. (aahea, s.f)

Estas definiciones toman claramente partido por la concepción de la hipnosis como un estado especial, sobre la cual aún no se ha conseguido consenso (como se verá más adelante) y, por lo tanto, las críticas no se hicieron esperar. Por ejemplo, Lynn et al., (2015) publicaron un artículo con un sugerente título: “Puesta a tierra de la hipnosis en la Ciencia: La ‘nueva’ División apa 30. Definición de la hipnosis como un paso atrás”. Estos autores son partidarios del enfoque sociocognitivo, el cual consideran que quedó por fuera de esta nueva definición que, por lo demás, no es tan “nueva”, pues es muy parecida a la que ofrecieron Spiegel y Spiegel hace más de veinte años. Las principales deficiencias que señalan en la nueva definición son con respecto a: 1) Las circunstancias asociadas con la hipnosis; 2) Qué debe ocurrir para plantear que la hipnosis está presente; 3) La forma como se evalúa la sugestión hipnótica; y 4) Cómo la hipnosis debe ser estudiada y presentada al público. Por último, plantean que esta nueva definición significa un retroceso en el reconocimiento científico que la hipnosis había conseguido en los últimos años.

Los defensores de la nueva definición argumentan que existe suficiente evidencia de correlatos neurofisiológicos del estado hipnótico, incluso que este puede producirse de manera espontánea (Barabasz y Barabasz, 2015), con lo que efectivamente restan importancia al enfoque sociocognitivo.

Invito al lector a sacar sus propias conclusiones, para lo cual será necesaria una reflexión sobre las teorías acerca de la hipnosis que se abordan en el próximo epígrafe.

Teorías acerca de la hipnosis

Con una historia plena de controversias, la cual ha tenido que enfrentar prejuicios y mitos, así como contar cíclicamente con el rechazo y la aprobación social, no es de extrañar que haya una profusión de modelos teóricos que pretendan explicar qué es la hipnosis. Como vimos en el epígrafe anterior, el cambio de la definición ha revivido nuevamente una de las grandes polémicas que, con una nueva apariencia, reproduce la que se ha provocado de manera persistente a lo largo de los poco más de 200 años de la historia moderna de la hipnosis: ¿Se trata de un estado especial?, ¿tiene sus propias características? o, ¿lo que ocurre en la hipnosis no es diferente a lo que ocurre en la vida cotidiana, en el sentido de no representar un estado de conciencia particular o trance?

Estas posturas se conocen como teorías del estado (alterado o especial de conciencia) y del no-estado que, como aluden Woody y Sadler (2014) en el título de un artículo publicado en el marco de estas discusiones, han originado “A Somewhat Altered Debate about the Hypnotic State” (“Un debate algo alterado sobre el estado hipnótico”). Ya en los trabajos de Mesmer se insinuaba la idea según la cual la hipnosis es un estado especial, diferente al habitual, si bien se hablaba de magnetización y no de hipnosis. Charcot y los seguidores de la escuela de la Salpêtrière consideraban que era un fenómeno patológico, así como una manifestación histérica, y de sus trabajos proviene gran parte de la terminología psicopatológica que se utiliza en hipnosis (catalepsia, alucinaciones, etc.).

Desde Bernheim y Liébault se rechazó el enfoque patológico, algo que se ha encargado de demostrar posteriormente el trabajo clínico y la investigación experimental con personas sanas. Sin embargo, subsistió durante mucho tiempo e impregnó la obra de destacados investigadores, como, por ejemplo, la obra de don Santiago Ramón y Cajal, quien afirmaba que el estudio de la hipnosis le produjo desilusión y una,

Decepción dolorosa, al considerar que el tan decantado cerebro humano, la obra maestra de la creación, adolece del enorme defecto de la sugestibilidad; defecto en cuya virtud, hasta la más excelsa inteligencia puede, en ocasiones, convertirse por ministerio de hábiles sugestionadores, conscientes o inconscientes (oradores, políticos, guerreros, apóstoles, etc.), en humilde y pasivo instrumento de delirios, ambiciones o codicias. (Ramón y Cajal, citado en Nieto, 2009)

Estrechamente relacionada con la visión de la hipnosis como un estado patológico (no por casualidad Freud comenzó sus trabajos con Charcot), se encuentra la concepción basada en los postulados del psicoanálisis, de acuerdo con la cual en la hipnosis el paciente actualiza sus relaciones infantiles con las figuras de autoridad, en especial con sus padres. Independientemente de que casuísticamente podemos encontrarnos ante fenómenos de esta índole, aceptar esta teoría implica aceptar todos los supuestos del psicoanálisis freudiano, supuestos que otros clásicos del psicoanálisis tales como Adler, Jung, Rank o Sullivan, entre otros muchos, no compartieron.

Una postura próxima es la de considerar la hipnosis como un estado “regresivo” en el que, por efecto de la inducción, se desactivan los mecanismos racionales habituales y se activan mecanismos de pensamiento arcaico, propios de etapas anteriores del desarrollo onto y filogenético (Wolberg, 1960). Sin embargo, la evidencia indica que en muchas ocasiones los elementos persuasivos y sugestivos se combinan con mucho éxito para lograr la inducción hipnótica. De hecho, es más fácil aceptar sugestiones que tengan una fundamentación lógica que sugestiones arbitrarias, lo que niega entonces el hecho de que en la hipnosis la persona esté utilizando modos arcaicos de pensamiento.

Braid en el Reino Unido, y Pavlov con la escuela soviética, plantearon inicialmente la idea según la cual la hipnosis era un tipo de sueño. La realización de muchos estudios electroencefalográficos, e incluso las investigaciones realizadas en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss), condujeron a negar este planteamiento en la década del sesenta del siglo pasado, pues no se encontraron similitudes en los patrones de electroencefalograma de las personas dormidas y las hipnotizadas (Gordon, 1960).

A pesar de la evidencia científica, la idea según la cual la hipnosis es un tipo de sueño es la que predomina en la mayor parte de la población, en muchos profesionales de la salud e, incluso, en muchos investigadores y teóricos de la hipnosis. Tal como plantea Capafons:

En el punto donde se entrecruzasen las coordenadas relajación y aspecto de sueño [refiriéndose a las características que deben observarse en una persona para decir que está hipnotizada] aparecerían la mayoría de los autores clásicos [...] cuando entrecruzamos las coordenadas no trance –no estado distinto de conciencia– con ojos abiertos e instrucciones alerta, es difícil encontrar autores que rotulen sus métodos como hipnóticos. (1998a, p. 22)

Difícil, pero no imposible, ya que, como el propio Capafons indica, a partir de la publicación del trabajo clásico de Wells (1924), muchos autores han utilizado el término hipnosis vigil o despierta.

El papel del inconsciente también ha jugado un rol importante en la polémica “estado vs. no estado” (Chapman, 2006). Un precedente histórico se encuentra en la integración original de la hipnosis y el psicoanálisis. Freud en sus inicios consideró la hipnosis como un método productivo para el trabajo psicoanalítico, aunque después lo desechara por la asociación libre y el análisis de los sueños. No obstante, la perspectiva psicoanalítica dejó la impronta de considerar el inconsciente como fuente de patologías, y la hipnosis como una vía para acceder a este inconsciente desconocido, inaccesible y, con frecuencia, amenazador.

Asimismo, en relación también con este enfoque de lo inconsciente, aparecen las concepciones de Milton Erickson de la hipnosis como un estado especial (Erickson, 1948/1980: 1960), aunque Erickson mostró una faceta más amable del inconsciente. En sus palabras:

La hipnosis es un estado de conocimiento muy definido. La persona hipnotizada no es un inconsciente en ningún sentido del término, más bien adquiere una consciencia excesiva sobre un gran número de cosas y aún puede no ser consciente de otro número de cosas, también grande. (1960, p. 52)

Evidentemente, esta definición es muy vaga, como él mismo reconocía. Erickson fue un clínico más preocupado por innovar en los procedimientos de inducción para incrementar su eficacia, que por plantear teorías explicativas. Para este autor, el verdadero cambio terapéutico ocurría cuando se producía una reorganización, re-asociación y re-síntesis internas de los propios potenciales del paciente, los cuales estaban dados por los aprendizajes psicológicos, fisiológicos y conductuales que toda persona posee por el simple hecho de estar viva. Erickson adaptaba las técnicas de inducción a las necesidades individuales de cada paciente y defendía el uso de las sugestiones indirectas.

De sus aportes se derivaron la psicoterapia ericksoniana (Erickson, 1948/1980) y la programación neurolingüística (pnl) (Bandler y Grinder, 1980), así como diversas terapias estratégicas que han pautado una serie de indicadores y técnicas que permiten optimizar el proceso de comunicación no solo en terapia, sino también en otros ámbitos tales como la enseñanza, los negocios, etc.

Un discípulo de Erickson, Rossi (1982), se basó en los hallazgos de la investigación acerca de los ritmos psicobiológicos para plantear su teoría de la existencia de una “respuesta sanadora ultradiana”. Mientras trabajaba con Erickson, Rossi observó que muchas veces este no utilizaba inducciones formales, a pesar de lo cual las personas entraban en trance hipnótico. Erickson decía que las personas manifiestan espontáneamente en el curso de la sesión un comportamiento similar al trance hipnótico al que había denominado “trance común de cada día”, y que él tan solo profundizaba y utilizaba en la terapia. A principios de la década de los ochenta, Rossi encontró referencias en la literatura acerca de los llamados “ritmos ultradianos”, los cuales consistían en que cada 90-120 minutos se producen oscilaciones en la actividad vigil, caracterizadas por una fase de actividad y una de descanso, con un predominio de actividad del hemisferio no dominante y de actividad parasimpática. De acuerdo con este enfoque, todas las personas experimentamos varias veces al día estados “especiales” de consciencia en los que nos encontramos viviendo un período natural de introversión y falta de respuesta social. El terapeuta entrenado en el reconocimiento de las señales corporales que indican este estado, puede utilizarlo para incitar procesos internos creativos con fines terapéuticos.

Recientemente, Green, Smith y Kromer (2015) publicaron un estudio –el cual según Jensen (2016), tiene un diseño metodológico impecable–, en el que se evidenció que existen variaciones diurnas en la hipnotizabilidad, siendo el horario de la media mañana el mejor para realizar hipnosis, y la tarde el peor. Los autores no encuentran una explicación convincente de este resultado y Jensen (2016) examina cómo, en parte, se pudiera explicar por las variaciones diarias en la actividad eléctrica cerebral, específicamente de los conjuntos neuronales que se activan en la frecuencia theta (4-8 Hz), pero aún no hay suficiente evidencia de esto y, en última instancia, como bien señala Jensen (2016), la observación clínica individual sigue siendo el método más confiable para determinar el momento más favorable para la inducción hipnótica de una persona.

La investigación de los ritmos psicobiológicos ha conducido a Rossi a investigar en los últimos años la relación de estos con los genes, en lo que se plantea como el enfoque de psicobiología de la expresión genética. En el 2002 Rossi propuso el concepto “estados conductuales relacionados con la expresión genética”, para referirse a:

Una clase especial de genes que está asociada a cambios en el estado de activación, como el despertar, el sueño y los ensueños. Estos genes están frecuentemente asociados con los genes del reloj biológico en un amplio campo de las experiencias humanas incluyendo la activación emocional, crisis, y sentido de triunfo por una parte, y por otra con estrés, desesperación y depresión (2002, p. 12).

Este acercamiento, cuyas bases experimentales deben aún desarrollarse, curiosamente nos indicaría que los estados especiales de consciencia son frecuentes, lo que en el fondo y paradójicamente, haría especiales también a los estados “normales”.

Por otro lado, aunque el término estado alterado de conciencia nos remita a una concepción de la hipnosis como un estado patológico, realmente en la actualidad se usa de forma descriptiva y no explicativa, para referirse al concepto de trance como estado característico de la hipnosis, en el que se pueden producir fenómenos aparentemente no habituales, generalmente algún tipo de distorsión del juicio crítico, alteraciones de la percepción, de la memoria y experiencias anómalas en general.1

Charles Tart (citado en Santana, 2002) fue quien agrupó por primera vez bajo el concepto de estados alterados de conciencia, diferentes fenómenos extraordinarios o poco comprendidos, los cuales son el resultado de diversos procedimientos (meditación trascendental, yoga, hipnosis, relajación zen, etc.), cuyo principal fin es lograr la expansión de la conciencia con el propósito de captar y comprender mejor otras realidades humanas, e incluso aumentar la capacidad intelectual (algo actualmente descartado en el campo de la hipnosis) y contribuir a la curación de enfermedades diversas.

El metaanálisis de Baer (2003) y revisiones cualitativas como la de Morone y Greco (2007) sobre este tipo de intervenciones con ancianos, proveen evidencias de los efectos salutogénicos de estos procedimientos, lo que contrasta con la idea de la hipnosis como un estado patológico de conciencia.

El denominado estado alterado de conciencia se tipifica como una percepción ensanchada, mediante la cual se pueden vivir y experimentar unas secuencias espectaculares, con una intensidad, un realismo, una verdad y una intensidad sensorial que superan ampliamente la de la percepción normal. Debe señalarse cómo los autores que parten de esta concepción consideran que las característica de estos estados son: la relajación, la calma y la absorción (concentración en la experiencia y desconexión de los estímulos externos) y, en este sentido, se pueden ubicar en las citadas coordenadas de relajación y apariencia de un estado parecido al sueño.

La postura que propone la hipnosis como estado está muy bien ilustrada por Wagstaff (2014), quien afirma que un estado alterado de conciencia identificado por “los cambios en sensaciones, percepciones, pensamientos o comportamiento” (p. 92), debe ser una característica central en la definición de la hipnosis. A partir del origen etimológico del término y de las definiciones que proporcionan la mayoría de los diccionarios y compilaciones, se le define como un estado alterado de conciencia. Subraya Wagstaff que se puede usar una palabra sin compartir los significados primigenios que tuvo; por ejemplo, las personas dicen ser “espirituales”, sin creer necesariamente en el espiritismo.

Así, Wagstaff plantea que se trata de un “supuesto” estado alterado de la conciencia (2014, p. 102), y que a pesar de que los estímulos específicos o las interacciones sociales (una inducción hipnótica, la presencia de un hipnotizador) pueden facilitar la hipnosis, el factor más importante que permite decir que esta se ha producido, es que las experiencias subjetivas de los individuos sobre sí mismos y sobre el mundo se modifican de una manera que ordinariamente no lo harían.

La concepción de la hipnosis como un estado de consciencia especial se apoya en modelos recientes que explican la cognición y la conciencia como estados emergentes de múltiples y diversas regiones cerebrales funcionalmente coordinadas (Canales-Jhonson, Lanfranco, Vargas e Ibáñez, 2012), de manera que la hipnosis sería un estado cerebral neurofisiológicamente específico y diferente de otros estados de conciencia, tales como la vigilia o el sueño (Rodríguez Sánchez y Rodríguez Rodríguez, 2011).

Las investigaciones que intentan sustentar que la hipnosis es un estado especial se basan en la identificación de correlatos neurobiológicos de los estados hipnóticos, utilizando la denominada “hipnosis neutra”, en la que el hipnotizador induce la hipnosis sin sugerir posteriormente cambios en las percepciones de los sujetos. Se han realizado múltiples estudios de neuroimagen y análisis de señales electromagnéticas, los cuales sugieren evidencia, tanto anatómica como funcional, de un posible estado de conciencia hipnótico durante hipnosis neutral. Esta incluye la participación de diversas regiones corticales y subcorticales, con especial énfasis en la corteza cingulada anterior y la corteza lateral dorsolateral. Sobre la base de estudios de coordinación funcional, el estado hipnótico se caracterizaría además por una disminución en la conectividad cortical (Canales-Jhonson, Lanfranco, Vargas e Ibáñez, 2012).

Sin embargo, dado que la “hipnosis neutral” en sí misma implica sugestión, la evidencia neurofisiológica expuesta a favor de los teóricos del estado no permite determinar de forma concluyente si los cambios observados son debidos a la existencia de un estado de conciencia, o son un efecto del procedimiento sugestivo, como sostienen los teóricos del no estado.

Ellos plantean que la experiencia de un estado de conciencia podría ser una manifestación más de los muchos efectos subjetivos de la sugestión, de manera que cierto tipo de sugestiones específicas (en este caso, las que se dan para conseguir la llamada “hipnosis neutra”), provocaría cambios neurofisiológicos particulares. Aportes empíricos recientes de las neurociencias sugieren que existen, a nivel cognitivo, múltiples efectos dependientes del contexto (Ibáñez, 2007), por lo que variables tales como la interpretación de las sugestiones, las expectativas o las motivaciones, son suficientes para caracterizar las experiencias bajo hipnosis y producir cambios neurofisiológicos, que es el postulado subyacente al modelo sociocognitivo de la hipnosis (Lynn, Lawrewnce y Kirsh, 2015).

El modelo sociocognitivo o cognitivo-comportamental de la hipnosis es el que más ha fustigado la concepción de la hipnosis como un estado especial de conciencia, siendo incluso criticado por exagerar la idea según la cual las conductas hipnóticas son estratégicas, dirigidas a metas y volitivas (Lynn y Kirsch, 2006). Recientemente, los autores han reformulado su modelo integrando lo social, lo cultural, lo cognitivo y las variables neurofisiológicas que están en juego, tanto dentro, como fuera de la hipnosis, considerando la interacción dinámica de estos aspectos como determinantes de la experiencia multifacética de la hipnosis (Lynn, Laurence y Kirsch, 2015).

Este paradigma alternativo considera que, tanto las personas que son hipnóticamente sugestionables, como aquellas que no lo son, poseen determinadas actitudes, motivaciones y expectativas hacia las instrucciones que están recibiendo. Quienes responden mucho a las sugestiones hipnóticas de prueba, activan actitudes, motivaciones y expectativas positivas hacia esa tarea; o, lo que es lo mismo, intentan actuar, pensar e imaginar las sugestiones tal y como el operador espera que lo hagan. Las personas hipnóticamente poco sugestionables, emplean actitudes, motivaciones y expectativas negativas hacia la tarea en las pruebas hipnóticas. Es decir, procuran no pensar, actuar o imaginar las sugestiones en la dirección deseada por quien hipnotiza. Los tres factores (actitudes, motivaciones y expectativas) varían en relación con un continuo (negativa-neutral-positiva) para converger e interactuar de forma compleja, junto con las atribuciones de causalidad sobre lo que se observa, determinando hasta dónde un individuo puede imaginar y dejarse llevar por las sugestiones administradas.

Para los partidarios del enfoque sociocognitivo, los denominados “fenómenos hipnóticos” pueden ser explicados dentro de los planteamientos de la psicología cognitiva y la psicología social, sin necesidad de acudir a constructos hipotéticos como el trance, el sonambulismo, o un estado de alteración de la consciencia (Lynn et al., 2015). Así, los fenómenos hipnóticos se fundamentarían en una compleja interacción de variables tales como las actitudes, las motivaciones, las expectativas y las habilidades cognitivas e imaginativas (Kirsch, 1993).

Entre las diversas teorías que se adscriben a este modelo, se encuentra la teoría dramatúrgica de la hipnosis, en la que se asume que se “activan roles” –role enacting o taking, según textos– (Coe y Sarbin, 1991), una vez la persona está hipnotizada. Es decir, enfatiza que la persona hipnotizada adopta e interioriza este rol, socialmente determinado, a la manera en que adoptamos otros roles en nuestra vida (el de madre, profesor, el duelo, etc.), actuando “como si” creyera en su imaginación y sus fantasías (en este caso hipnóticas).

Desde las aproximaciones sociocognitivas, la persona, además de mantener el control sobre sus conductas en todo momento, estaría continuamente esforzándose de un modo activo –pero no necesariamente consciente– para experimentar las sugestiones hipnóticas, y así adaptar sus respuestas a los cambios contextuales y las demandas relacionadas con el rol. En este sentido, los informes de involuntariedad asociados a dichas sugestiones y la experiencia de los fenómenos hipnóticos (como la amnesia poshipnótica), serían reflejo del uso que la persona hace de las estrategias cognitivas (incluyendo la imaginación, la fantasía, la atención y la distracción), y su esfuerzo por crear esas experiencias subjetivas.

Otra de las explicaciones que se enmarcan en el modelo sociocognitivo es la teoría del set de respuesta (Kirsch y Lynn, 1997; 1998; Lynn, 1997), la cual se centra en plantear cómo la mayoría de la actividad humana no es planificada sino automática. Son momentos de activación que inician automáticamente, más que por una intención consciente. El set de respuestas prepara para la activación automática e incluye las intenciones y expectativas, las cuales difieren solo en la atribución que hace la persona del carácter volitivo del acto anticipado. Las personas con alta sugestionabilidad hipnótica tienen la expectativa de responder muy bien a su inducción. Las respuestas se perciben como involuntarias no solo por el set de respuesta preestablecido, sino también por la valoración culturalmente extendida según la cual deben ser involuntarias.

En estrecha relación con lo anterior (y quizás también sean en parte, base de ello) se encuentran las teorías que proponen la hipnosis como un estado de disociación de la consciencia.

Los estudios acerca de la disociación comenzaron a mediados del siglo xix con los trabajos de Jackson y Janet, y tienen una marcada influencia del desarrollo del psicoanálisis (Nakatani, 2000). En la década de los setenta del siglo pasado, el interés en la disociación fue reavivado en diferentes áreas. Por una parte, el movimiento feminista hizo hincapié en la importancia del abuso sexual infantil como factor etiopatogénico de muchos trastornos psíquicos. También la curiosidad del público por el trastorno de personalidad múltiple se incrementó gracias al cine y la literatura. Además, en esta época comenzó la descripción del trastorno de estrés postraumático (tep) en los veteranos de la guerra de Vietnam.

La importancia de esto para el tema de la hipnosis radica en cómo, desde el enfoque de la disociación en cuanto fenómeno patológico relacionado con la histeria, se plantea que hay un continuum que va desde experiencias normales de la vida cotidiana, como el soñar despierto, hasta el extremo más patológico representado por los casos de tep. En alguna parte de este continuum, los autores ubican a la hipnosis, aunque en la parte del continuum en la que ya no se da patología.

Una de las teorías más conocidas sobre la hipnosis es la teoría neodisociativa de Hilgard (1977), inspirada en la teoría de la disociación de Janet (1893/1894). Durante su intenso trabajo experimental, Hilgard encontró que algunas personas a las que se inducía analgesia hipnótica reportaban que una parte de sí mismos no sentía dolor, mientras que otra parte sí. A este fenómeno se le ha llamado el “observador oculto”, y es muy frecuente que sea reportado por las personas que practican auto-hipnosis, quienes sienten cómo una parte de sí mismos hace las sugestiones y está consciente de todo el proceso, mientras que otra parte de sí cumple con las sugestiones como si fueran exteriores e independientes de su voluntad (Hilgard, 1979).

La teoría neodisociativa postulaba que la consciencia se puede dividir en dos o más subsistemas cognitivos, separados entre sí por una especie de “barrera amnésica”, la cual permite que, si bien ambos subsistemas son controlados jerárquicamente por el control central del “ego”, pueda darse un relativo desconocimiento de los contenidos entre uno y otro. Desde esta postura, en la hipnosis lo que se busca es disociar esos subsistemas, alterando la pauta del control ejercido por el ego de la persona. Dos supuestos básicos de esta teoría son: a mayor nivel de trance, mayor nivel de disociación; y, el nivel de trance máximo varía entre las personas pero es inmodificable en un mismo individuo, es decir, existen diferencias individuales con respecto a la sugestionabilidad hipnótica. Desde estas teorías, además, se considera que la sugestionabilidad hipnótica es una capacidad preexistente en el individuo (Hilgard, 1977; 1979), y podría considerarse un rasgo estable, similar a otros rasgos de personalidad.

El fenómeno del observador oculto ha sido cuestionado por Spanos (1996), y más recientemente, por Green et al. (2005), quienes realizaron una serie de estudios altamente controlados y encontraron que los datos derivados de la investigación del “observador oculto”, más que indicar la disociación de la conciencia, muestran cómo las personas se involucran en roles al desarrollar expectativas en respuesta a las demandas inherentes a las situaciones experimentales. Es decir, el observador oculto es un artefacto experimental, aunque pueda tener una interesante aplicación clínica.

Otra teoría reciente que se fundamenta en la disociación es la del “control disociado” de Woody y Bowers (1994). Según esta, hay una relación no jerárquica entre un control automático y uno racional, este último dependiente del lóbulo frontal. Algunas investigaciones recientes realizadas con técnicas neuropsicológicas y neurofisiológicas, han aportado evidencias sobre este modelo (Bob, 2003), aunque también en sentido contrario (Wagstaff, Cole y Brunas-Wagstaff, 2007), por no hablar de las interpretaciones inadecuadas en esta dirección de inhibición de los lóbulos frontales como indicadores de disociación (Capafons, Lamas y Lopes-Pires, 2008). De hecho, actualmente se reconoce que gran parte del procesamiento de la información ocurre sin que las personas se den cuenta, lo que no quiere decir que estén disociados, tal y como plantean Spanos y Chaves:

Es poco frecuente que las personas puedan especificar las variables más importantes que determinan su conducta, y las atribuciones causales que desarrollan las personas para explicar su comportamiento suelen ser inadecuadas y reflejar más convenciones culturales que una adecuada introspección. (1989, p. 12)

Hay dos grupos de datos que sustentan la posición de no-estado. El primero se refiere al modesto efecto de la inducción hipnótica en la sugestionabilidad. El segundo es el fracaso en el propósito de encontrar indicadores fiables del estado alterado. Los marcadores conductuales asumidos como indicadores de “estar hipnotizado” (literalismo, catalepsia y amnesia), o bien no han podido distinguir a los participantes hipnotizados de los no hipnotizados, o bien se ha demostrado que son producto de las percepciones que tienen los participantes del rol hipnótico. Asimismo, no se han encontrado indicadores fisiológicos ni autoinformados de un trance hipnótico. Por tanto, los investigadores han establecido que la respuesta a la hipnosis depende más de las habilidades, creencias e interpretaciones de la persona hipnotizada, que del uso de una inducción hipnótica, lo cual permite entender que las personas “entren” espontáneamente en hipnosis sin necesidad de las teorías ericksonianas o del concepto de “trance” propuesto por los Spiegel (Spiegel y Spiegel, 2004).

Contra la consideración sobre la cual en la hipnosis se producen estados alterados de consciencia, se esgrimen casi los mismos argumentos que se usan para defender la idea opuesta; por ejemplo, si en la hipnosis no ocurre nada que no pueda ocurrir en otras situaciones psicoterapéuticas e, incluso, en la vida normal (Kirsch, 1993), a esto los defensores de la hipnosis como estado lo denominan “hipnosis espontánea” (Barabasz y Barabasz, 2015).

Lo cierto es que: 1) todos los fenómenos y efectos producidos mediante la inducción hipnótica pueden producirse sin dicha inducción; 2) el incremento en el grado de sugestionabilidad hipnótica de una persona solo se puede ver ligeramente aumentado con el uso de la hipnosis, sin embargo, otros procedimientos no hipnóticos –como el entrenamiento en imaginación o el uso de placebo–, aumentan la sugestionabilidad hipnótica en una medida mucho mayor; 3) hay una descripción frecuente de las personas acerca de la experiencia hipnótica, no como un estado alterado o raro, sino como un estado normal, en el cual hay una mayor concentración de la atención en la percepción de una serie de estímulos y en la capacidad de imaginar sobre ellos; y 4) existe una gran similitud de los efectos y descripciones provenientes del entrenamiento en relajación con la hipnosis.

Pueden enumerarse muchas situaciones habituales, que todos hemos vivido y que han sido consideradas como indicadores de estado hipnótico: ¿Quién no ha experimentado alguna vez un fenómeno de “sordera selectiva” mientras está concentrado en algo que le interesa mucho y ha dejado de percibir los ruidos que se producen a su alrededor?; ¿no es frecuente encontrar en la práctica clínica fenómenos de analgesia, o sea, personas que tienen una lesión y no reportan dolor? (recuérdese a los deportistas que sufren graves lesiones durante un evento deportivo y, sin embargo, siguen jugando sin percibir el dolor; o el caso todavía más frecuente, de quien sufre un esguince mientras corre, y no se da cuenta de que tiene el tobillo dolorido e inflamado hasta que pasa un tiempo); ¿quién no ha vivido la sorpresa de recordar de repente, bajo determinadas circunstancias, un número telefónico o un nombre que creía que había olvidado? (hipermnesia). Y, por el contrario, ¿cuántas veces no olvidamos cosas que estamos seguros de saber y que momentos antes recordábamos perfectamente? (amnesia); ¿no son frecuentes los reportes de personas que aseguran haber visto “cosas” (ovnis, santos, demonios, etc.) cuando simultáneamente otros observadores niegan haberlas visto? (alucinaciones). Finalmente, ¿cuántos de nosotros no hemos “soñando despiertos” con la persona amada, al mismo tiempo que caminamos, cruzamos la calle y hasta saludamos maquinalmente a alguien a quien después no recordamos que vimos? (disociación del entorno).

La “tercera fuerza” reclama una mayor aproximación entre los teóricos del “estado vs. no estado” (Polito, Barnier y McConkey, 2014), conformando una versión débil de la controversia al plantear que, tan importante para definir la hipnosis es el producto (estado) como el procedimiento para alcanzar ese estado, en el que las variables sociocognitivas tienen un papel relevante.

Recientemente, Wickramasera (2015) propuso una teoría (teoría de la implicación empática, eit por sus iniciales en inglés) que pretende conciliar los aportes del enfoque sociocognitivo y de los teóricos del estado especial, a partir de las potencialidades que tiene el concepto empatía tanto desde lo psicológico, como desde lo neurofisiológico, incluyendo también su valor explicativo para otros fenómenos (como los que se logran a través de la meditación, por ejemplo).

La eit define la hipnosis como una experiencia en la que el sujeto hipnótico adopta de manera empática una perspectiva sugerida por el hipnotizador (o auto-generada), con el fin de experimentar cambios en sus sensaciones, afectos, comportamientos, pensamientos y/o modificar la experiencia de su relación mente-cuerpo. Afirma que la hipnosis es posible por la naturaleza empática de los seres humanos, y los procesos de yo/otro que subyacen a la forma en que experimentamos el mundo; sin embargo, como él mismo reconoce, esta teoría requiere de mayor investigación.

Los aportes y debates actuales de las diferentes explicaciones teóricas acerca de la hipnosis tienen una serie de implicaciones clínicas, señaladas por Lynn y Kirsch (2006), que no deben perderse de vista en el manejo hipnótico del dolor:

1 Los modelos psicoanalíticos recuerdan al clínico que no debe sorprenderse si emergen procesos primarios, afectos intensos y procesos de transferencia.

2 Los modelos también alertan sobre los posibles falsos recuerdos.

3 El observador oculto tiene valor en la práctica clínica, pero el paciente debe ser informado de que se trata de un fenómeno sugestivo.

4 Los modelos sociocognitivos y fenomenológicos aportan: a) importancia del rapport y la alianza terapéutica; b) importancia de la evaluación previa de creencias, expectativas y actitudes; c) necesidad de corregir mitos; d) necesidad de evaluar la conciencia (awareness) y el diálogo interno durante la hipnosis; e) necesidad de ayudar al paciente a actuar de manera “voluntariamente involuntaria”.

Agregaría que la concepción del estado hipnótico como meta es, a su vez, un camino para conseguir el éxito terapéutico. De igual forma, debemos prestar atención a los fenómenos de hipnosis espontánea de la vida cotidiana, así como al papel de la empatía para conseguir experiencias hipnóticas exitosas.

Fenómenos hipnóticos

No hay características ni fenómenos específicos de la hipnosis. De hecho, es imposible comprobar que una persona está hipnotizada, pues todos los fenómenos que ocurren en hipnosis también suelen ocurrir sin ella. Sin embargo, resulta útil con fines clínicos, comentar algunos fenómenos que se atribuyen a la hipnosis, ya que pueden ser utilizados para conseguir el alivio o eliminación del dolor y de sus correlatos psicosociales negativos, tales como los estados emocionales patológicos y la discapacidad.

Una característica básica de la hipnosis sería el cumplimiento de las sugestiones. Recordemos que una acepción de sugestión es descrita como un proceso psicológico por el cual aceptamos una idea de manera acrítica, sin que exista ninguna razón lógica para hacerlo, o bien como una instrucción verbalizada de forma que se experimenta con un carácter de involuntariedad o reducción del esfuerzo percibido (Sociedad Británica de Piscología, 2001/2002). Yapko (2008), en concordancia con las teorías sociocognitivas de la hipnosis, considera que el cliente es alentado a esperar cambios en sus experiencias y tiene la expectativa de que esto ocurra. Es decir, una característica de la respuesta hipnótica, la cual de alguna manera admiten quienes la usan, es que se aceptan determinadas sugerencias que no están necesariamente fundamentadas en razones lógicas.

Otra característica que debe tener una respuesta hipnótica –de acuerdo con la teoría dramatúrgica y la propia definición de hipnosis–, es que la situación haya sido rotulada como hipnosis, tanto por el hipnotizador, como por la persona (Capafons, 2001). En este último caso se presentan discrepancias, pues muchos profesionales utilizan procedimientos de inducción que consideran hipnóticos, diciéndole al paciente que se trata de “relajación” (Martínez-Perigod y Grenet, 1985). Así, es preferible proponer que al menos uno de los participantes rotule la situación como hipnosis. Esto tiene importancia a la luz de los estudios que demuestran que rotular la técnica como hipnosis incrementa su efectividad en el tratamiento del dolor (Schnur, Kafer, Marcus y Montgomery, 2008), aunque a veces no tenga tal efecto a corto plazo (Zitman, Van Dyck, Spinhoven y Linssen, 1992).

Si nos atenemos a la definición de hipnosis de la apa (Elkins, Barabasz, Council y Spiegel, 2015), también sería imprescindible la atención focalizada y la conciencia periférica reducida, lo cual se expresa en que la persona deja de prestar atención a una gran cantidad de cosas, mientras se concentra en otras. Sin embargo, esto es también frecuente en muchas otras situaciones de la vida cotidiana que no tienen nada que ver con la hipnosis (estudiar, sumergirse en la lectura de un buen libro, concentrarse en una tarea, etc.) por lo que, a mi juicio, es más bien un requisito que una propiedad particular de la hipnosis.

Otra característica en la que de alguna manera coinciden los expertos es cómo en la hipnosis juegan un papel importante los procesos y fenómenos inconscientes, independientemente de lo que cada uno entienda como tal –que es bien diferente–, pues va desde concebir como inconscientes los procesos y fenómenos a los que la persona no está prestando atención deliberada en un momento determinado, hasta concebir el inconsciente como un reservorio de recuerdos, sentimientos e ideas “reprimidas” que solo pueden ser conscientemente percibidas en virtud de ciertos procedimientos, tales como la asociación libre, el análisis de los sueños y la propia hipnosis.

Los fenómenos disociativos son ejemplos adecuados del papel que juegan los procesos inconscientes en la hipnosis. Mientras que la persona hipnotizada focaliza su atención en las sugestiones, pueden ocurrir asociaciones inconscientes y activarse significados simbólicos o vivencias pasadas que determinen las respuestas a las sugestiones. Otra faceta de los fenómenos disociativos que pueden ocurrir en la hipnosis es la denominada “consciencia (awareness) paralela”. Esta se refiere a que las personas manifiestan sentir que una parte de sí misma se da cuenta de lo que está diciendo el inductor, mientras que otra está esperando que las cosas ocurran (Yapko, 2008). El observador oculto que discutimos en páginas precedentes también se ha enmarcado como un fenómeno disociativo.

Orne (1959) subrayó como uno de los atributos más importantes de las experiencias hipnóticas el que la persona incrementa su habilidad para tolerar, de manera confortable, sugestiones incongruentes o incoherentes que no habría tolerado en otras situaciones. Un ejemplo puede ser cuando se le sugiere a la persona que “olvide” el número cinco, y lo acepta. A este fenómeno u otros asociados, como el propio observador oculto, se les denomina la “lógica del trance” y tiene una enorme utilidad clínica (aunque no es exclusivo de la hipnosis, si no de la misma vida cotidiana, ocurre cuando alguien experimenta un emoción intensa –como terror, por ejemplo– al observar un film) (Capafons, 2001).

También se menciona como una característica de las experiencias hipnóticas, la tendencia a hacer interpretaciones literales. Por ejemplo, el hipnotizador sugiere que está viendo a una persona “brillante” como una metáfora de cualidades personales, y el cliente percibe a esa persona con un brillo real. Según Yapko (2008), Erickson evaluó el fenomeno de literalismo en 1.800 casos de personas hipnotizadas en comparación con no hipnotizadas, y encontró que el 95% de los hipnotizados daban respuestas literales ante situaciones en que no lo hacían los no hipnotizados (ante la pregunta “¿Me puede Ud. decir su nombre?”, simplemente respondían sí o no). Sin embargo, este resultado no se ha replicado en otros estudios, encontrándose más literalismo en los simuladores que en las personas hipnotizadas (Green et al., 1990).

Habitualmente se habla de tres tipos de reacciones hipnóticas: las reacciones ideomotoras, las cuales implican la inhibición o realización de determinados movimientos y actos motores; las respuestas ideosensoriales, hacen referencia a dejar de percibir (o lo contrario, percibir) determinadas sensaciones como el dolor, un sabor, etc., o tener sensaciones relacionadas con los sentidos y en ausencia de estímulos físicos que las provoquen, aunque aquí es difícil distinguirlas de las alucinaciones (Capafons, 2001); y las respuestas cognitivas, muy variadas y que abarcan desde el aumento o disminución de la memoria (hipermnesia y amnesia, también fenómenos no exclusivos de la hipnosis); o lógica del trance (alucinaciones positivas, negativas, etc.) (Capafons, 2001). El prefijo ideo- hace referencia a que estas reacciones son provocadas al fijar la atención en una idea, y se consideran involuntarias (Capafons y Amigó, 1993a; Martínez-Perigod y Grenet, 1985). No obstante, en la actualidad ya no se considera que solo el activar la idea genera la respuesta a la sugestión, y menos que sean involuntarias, tal y como hemos visto en apartados anteriores.

Las diferentes respuestas ideomotoras, ideosensoriales y cognitivas que se describen en la hipnosis no son en modo alguno “patognomónicas” de la hipnosis, pues ya hemos visto que con frecuencia ocurren en la vida cotidiana. Sin embargo, coincido con Capafons (2001) en que el mérito de la hipnosis radica en que estas reacciones se activan y finalizan intencionalmente, en el marco artificial de una consulta o de un experimento de laboratorio, o bien en la vida cotidiana, a través del uso de las técnicas hipnosugestivas.

Los fenómenos ideomotores quizás resulten los más espectaculares, pues son los que se pueden observar y también los que se consiguen con mayor facilidad, ya que casi todos ellos se apoyan en reacciones fisiológicas normales. Por ejemplo, la catalepsia palpebral, la cual consiste en que la persona no puede abrir los ojos. Generalmente, se asocia con los estados de hipnosis “ligera”. Hay diferentes estrategias para lograrla, muchas de las cuales tienen en común utilizar algún recurso para provocar fatiga ocular, ya sea fijando la mirada en un punto, como un foco luminoso, en los ojos del hipnotizador (fascinación), en un péndulo que realiza un movimiento monótono –el cual se sitúa algo por encima de los ojos de la persona para obligarle a dirigir la vista hacia arriba–, etc.; o bien mediante el pestañeo, o simplemente enrollando los ojos y bajando los párpados. También se puede lograr mediante sugestiones directas “los ojos están cansados, los párpados están pesados, etc.”, o indirectas, a través de preguntas o metáforas, por ejemplo: “y me pregunto si ahora que se encuentra cómodamente sentado, descansando, no permitiría a sus ojos que se cerraran cómodamente y mientras sus ojos se cierran, el descanso es cada vez más profundo y puede ser que no desee abrir los ojos, como si estuviera durmiendo cómodamente en un lugar agradable...”.

La catalepsia braquial puede adoptar distintas modalidades (no poder doblar el brazo, bajarlo, etc.). Generalmente, se comienza primero a inducir rigidez en el brazo y es esta rigidez la que dificulta el movimiento.

En la catalepsia general, la persona presenta una contracción muscular generalizada en todo el cuerpo. Un ejemplo bastante conocido es el llamativo fenómeno del “puente humano”, en el cual la persona se encuentra tan rígida que se puede sostener apoyando solo la cabeza y los pies en dos sillas separadas, y hasta soportar el peso de alguien que se le siente encima. Por su espectacularidad, es un fenómeno que se le atribuye generalmente a los estados de trance profundo (Martínez-Perigod y Grenet, 1985).

Se parte del supuesto de que este es el tipo de cosas que no se puede hacer si no es bajo los efectos de un estado “especial”. Citaré entonces textualmente el testimonio del reconocido investigador y terapeuta Orne, durante una conferencia impartida en 1960:

El autor, grandemente impresionado cuando por primera vez observó este fenómeno, decidió conocer la capacidad de una persona no hipnotizada para llevar a cabo tal hazaña. Para su gran sorpresa, descubrió que un individuo en estado de vigilia normal podría soportar el peso de una persona, sobre el abdomen, hallándose en la misma posición. Así, lo que a primera vista habría parecido una prueba de trascendencia claramente definida, al ser examinada más cuidadosamente se redujo a una acción que simplemente requiere de gran fuerza física. (p. 230)

Personalmente, repliqué la misma experiencia descrita por Orne, de modo que solo se requiere que la persona tenga las condiciones físicas adecuadas (no estar mermada en su fuerza habitual o estar débil o enferma), y podrá hacer el puente humano sin necesidad de estar hipnotizado.

La levitación, casi siempre de un brazo, se utiliza también como técnica de inducción; consiste en sugerir a la persona que su brazo está ligero y flota, levitando. No es un fenómeno exclusivo de la hipnosis. Muchas veces, cuando estamos escribiendo algo, dejamos el brazo suspendido en el aire durante algunos minutos, sin tener consciencia de esta postura.

Veremos un ejemplo de movimientos automáticos en la prueba de oscilación descrita en el apartado de evaluación de la sugestionabilidad, en el capítulo 7. Los movimientos automáticos se pueden hacer con diferentes partes del cuerpo (un brazo, la cabeza, etc.). En la vida cotidiana suelen ocurrir con frecuencia. Es el caso de las personas que mueven rápidamente un pie o una pierna mientras están sentados realizando otra actividad, sin percatarse de lo que están haciendo.

Un fenómeno que se ha considerado típico de la hipnosis es, por supuesto, el sueño hipnótico, en el que la persona tiene generalmente los ojos cerrados y el cuerpo relajado, mientras realiza diversas acciones como las descritas anteriormente, y otras como conversar, caminar y hasta abrir los ojos. Este fenómeno de abrir los ojos sin despertar ha sido considerado un indicador de hipnosis profunda (Martínez-Perigod y Grenet, 1985), aunque como veremos en apartados posteriores, hay muchas técnicas hipnóticas que se realizan sin que la persona adquiera apariencia de dormido y en las que la persona, en todo momento, tiene los ojos abiertos y puede conversar normalmente. Sin embargo, desde el enfoque del sueño hipnótico, la persona que habla y está con los ojos abiertos, se caracteriza por usar un tono de voz más bajo, su ritmo de conversación es más lento, y tiene esa apariencia de “zombi” o de “encantamiento” tan popularizada en el cine.

En realidad –esto aplica en todo el libro–, lo que importa es que todo lo que se hace dentro de hipnosis, se puede hacer fuera de ella sin estar hipnotizado, como a través de las instrucciones motivacionales hacia la tarea (Barber y Carverley, 1965), de modo que no hay nada unívoco y exclusivo que nos permita caracterizarlo como un indicador de estar hipnotizado, y menos en algún nivel de profundidad de hipnosis. Precisamente, este último término es otra forma metafórica de hablar que se considera ingenuamente como literal en la literatura sobre hipnosis (Capafons, 2001), y en el fondo se refiere a la dificultad de su realización (Sarbin y Coe, 1972).

Muy común entre los denominados “fenómenos ideosensoriales” es sentir calor, frío, experimentar exceso de salivación, vasoconstricción o dilatación, sensaciones propioceptivas en general, etc., incluso la analgesia y la anestesia, por lo cual se les ha denominado también sensorio-fisiológicos (Capafons, 2001). Respecto de la analgesia y anestesia, nos referiremos con mayor profundidad al tema cuando examinemos los procedimientos para el alivio del dolor.

A veces, los fenómenos ideosensoriales son difíciles de distinguir de los cognitivos, en la medida en que aparecen percepciones visuales, auditivas e incluso gustativas (Capafons y Amigó, 1993b). Así, por ejemplo, un elemento que ya es realmente cognitivo es la denominada sordera selectiva, en la que la persona aparentemente solo oye la voz del hipnotizador y no responde a otros sonidos del ambiente. Desde el paradigma del sueño hipnótico, se considera indicativa de un estado profundo en la persona, sin embargo, ya vimos que es un fenómeno que se presenta con frecuencia en la vida cotidiana.

Los fenómenos cognitivos, incluyen, entre otros, las alucinaciones, tanto positivas, como negativas (Kroger y Fezler, 1976; Martínez-Perigod y Grenet, 1985). Las alucinaciones positivas consisten en percibir algo que no está realmente en el campo perceptual de la persona, mientras que las negativas consisten en dejar de percibir estímulos presentes. Un ejemplo de alucinación positiva sería el de percibir una fuente de agua inexistente. Un ejemplo de alucinación negativa sería no ver la fuente cuando sí existe.

Las alucinaciones visuales, auditivas, táctiles, gustativas, etc. –fenómenos típicamente cognitivos–, también se consideran indicadores de trance profundo, a pesar de que existen pruebas de sugestionabilidad frecuentemente usadas en la práctica (la prueba del limón, de la sed, etc.), en las que la persona puede referir alucinaciones gustativas como sentir el sabor ácido del limón, sentir la boca seca y sensación de sed, e incluso es posible que “alucinemos” un aroma determinado, si estamos involucrados en una situación concreta.

Entre los fenómenos cognitivos, de los más llamativos son los relacionados con la memoria, tales como la amnesia, la hipermnesia, la regresión y la progresión de edad. Para muchos autores que ven la hipnosis como un tipo de sueño, son fenómenos asociados a los estados profundos de hipnosis, pero en realidad se observan con relativa facilidad, aunque según el tipo de fenómeno cognitivo son difíciles de conseguir (alucinaciones), o no tanto (progresión o regresión en el tiempo).

El fenómeno amnésico más frecuente es el relacionado con sugestiones de olvidar fragmentos de hechos ocurridos durante la sesión hipnótica, y es muy utilizado por los terapeutas, incluso para el tratamiento del estrés postraumático. También es frecuente sugerir a la persona olvidar acontecimientos desagradables. Rossi (1982) relacionaba este tipo de acontecimientos con lo que denominaba “aprendizajes dependientes del estado”, considerando que los aprendizajes que se produjeron en un estado de consciencia solo son recuperables bajo el mismo estado de consciencia original, lo que se conoce también como memoria dependiente del estado.

La posibilidad de incrementar el recuerdo mediante la hipnosis (hipermnesia) es sumamente atractiva, dadas las implicaciones que puede tener para la enseñanza, la criminología, etc., por lo que ha sido exhaustivamente investigada. En este sentido, podría resultar una técnica útil para la pedagogía, pues además la hipnosis puede incrementar la motivación de la persona y la autoconfianza. Sin embargo, el principal riesgo de iatrogenia con hipnosis se basa en su utilización para la recuperación de recuerdos (Capafons y Mazzoni, 2005). No hay evidencia científica de que la regresión hipnótica ayude a recordar hechos y episodios autobiográficos que la persona no es capaz de recordar fuera de hipnosis, ni siquiera que provoque más recuerdos que cuando no se usa (Larra, Valero, y Abascal, 2003).

La investigación ha demostrado que bajo hipnosis se generan, en realidad, tantos recuerdos falsos como verdaderos (Dinges et al., 1992; Capafons y Mazzoni, 2005). No obstante, se produce un aumento en la confianza en el recuerdo, o sea, la persona tiene la convicción de que lo recordado es totalmente real (Scoboria, Mazzoni, Kirsch y Milling, 2001). Las creencias vigentes sobre las capacidades de la hipnosis para mejorar la memoria parecen ser –en parte– las responsables de este efecto en la persona hipnotizada, así como las preguntas tendenciosas que se formulan a la persona a fin de moldear el falso recuerdo. Según Capafons y Mazzoni (2005), este efecto se produce tanto en hipnosis como fuera de ella, y, además, las preguntas tendenciosas presentan el riesgo de que la información errónea cambie el recuerdo del suceso original.

Cuando estas regresiones pretenden redescubrir el pasado y resolver traumas reprimidos o disociados, o incluso volver a vidas pasadas, se basan en una teoría sobre la disociación y amnesia psicógena carente de evidencia científica (Capafons, y Mazzoni, 2005). Por otra parte, también se ha comprobado que las experiencias de vidas pasadas inducidas mediante la hipnosis suelen ser fantasías elaboradas a partir de la cultura popular disponible sobre las vidas pasadas y hechos conocidos o supuestos con respecto a períodos históricos específicos, así como de claves presentes en la situación hipnótica (Spanos, 1996; Patihis y Younes, 2015).

Distintas asociaciones profesionales han puesto de manifiesto su recomendación de que la hipnosis no se utilice para la recuperación de recuerdos en contextos forenses, a menos que sean casos excepcionales de investigación en los que dichos recuerdos puedan ser corroborados y se utilicen procedimientos estrictos para asegurar un uso apropiado de investigación que no dirija las respuestas de la persona (American Psychological Association, 1993; Canadian Psychiatric Association, 1996; American Medical Association, 1994). Asimismo, la Sociedad Británica de Psicología (2001/2002) advierte que no debería emplearse la hipnosis basándose en la idea según la cual con ella se pueden recuperar recuerdos que la persona ha olvidado, pero que se supone que son la causa de su problema actual.

No obstante, acercamientos recientes pueden dar un giro a este tema, en la medida en la que se utilice la hipnosis como estrategia para ayudar a distinguir los recuerdos verdaderos de lo falsos, precisamente usando creencias ajustadas sobre ella (Wagstaff, 2008; Wagstaff, Cole, Wheatcroft, Anderton y Madden, 2008).

Utilizar sugestiones de regresión de edad o de proyección al futuro pueden resultar estrategias de tratamiento útiles si están enmarcadas en el sistema de creencias del paciente, pero el terapeuta debe ser precavido a la hora de interpretar como ciertas las referencias de la persona a sucesos ocurridos en el pasado que son “recordados” durante la sugestión hipnótica, pues simplemente podrían ser falsos recuerdos, por lo que debe alertar al paciente sobre esto. También es importante que cuando se pretenda utilizar la regresión de edad, se eviten las sugestiones específicas; en su lugar, se recomienda utilizar preguntas neutrales del tipo: “¿Qué está sucediendo ahora?” (Capafons y Mazzoni, 2005).

Aún en relación con los fenómenos cognitivos, el reencuadre se ha definido como el cambio de sentido o atribución de una situación, mientras que la situación misma no se modifica. En ocasiones, puede utilizarse la hipnosis para que la persona pueda “revivir” la situación y las emociones asociadas a la misma, pero cambiando la perspectiva de análisis (por ejemplo, imaginar que le ocurre a otra persona o que está viendo una película, y así luego integrar poco a poco la experiencia), pues de esta manera puede detectar otros elementos que no había tenido en cuenta.

El fenómeno de distorsión del tiempo, refiere Pacheco (1993), fue descrito por Cooper en 1948. Consiste en abreviar o extender la percepción subjetiva del tiempo real. Esta posibilidad tiene su fundamento en la observación que propone la existencia de características diferenciales entre el tiempo cronológico y el tiempo subjetivo, sustentada desde 1890 por William James. Se utiliza frecuentemente como estrategia terapéutica para el dolor (Pérez, Fernández, Fernández y Durán, 2012), como se verá en próximos capítulos.

Las sugerencias poshipnóticas, como indica su nombre, se refieren a que la persona realiza determinadas acciones que le fueron sugeridas durante la hipnosis, tiempo después de finalizada la misma, siendo ese lapso de minutos o de meses.

Las sugerencias poshipnóticas son ampliamente utilizadas por su valor terapéutico. Una explicación es la ofrecida por Rossi (1982), en relación con el concepto “aprendizaje dependiente del estado”, de manera que en el estado hipnótico se daría la sugestión y esta se asociaría a una señal que volvería a evocar dicho estado en otro momento, si bien parece depender mucho más de expectativas, contexto y atribución que de este aspecto (Spanos, 1996). Recientemente, Damaser et al. (2010) reportaron un estudio experimental en el que encontraron que la ejecución de una conducta fuera del contexto hipnótico se relacionaba más con las características de la demanda que con el nivel de hipnotizabilidad, o el hecho de que la demanda se estableciera con o sin hipnosis.

Pacheco (1993) cita los estudios de Matheson (1986), según los cuales tan solo del 2 al 3% de las personas han presentado una larga duración de los respuestas poshipnóticas, aunque esto depende también de su dificultad y de que la persona las retroalimente con auto-hipnosis, por ejemplo (Capafons, 2001).

Otro aspecto a considerar en el análisis de la fenomenología de las experiencias hipnóticas es el tema de la profundidad, particularmente importante en el caso del tratamiento del dolor, ya que está bastante extendida la creencia en que los fenómenos de analgesia requieren de niveles profundos de hipnosis.

Fue Charcot quien estableció la existencia de tres niveles de profundidad: letargia, catalepsia y sonambulismo (Wagstaff, Cole y Brunas-Wastagff, 2008), y su influencia se mantiene en la terminología que se usa para referirse a la fenomenología de las experiencias hipnóticas (catalepsia, alucinaciones, etc.). Sus planteamientos estaban dirigidos a demostrar que la hipnosis no era más que un estado especial de la histeria, producida de manera artificial, y que las tres fases de la hipnosis tenían su contrapartida en las manifestaciones histéricas. Es decir, que la hipnosis era una neurosis histérica inducida artificialmente.

Así, la hipnosis, considerada desde la teoría patológica de la Escuela de la Salpêtrière de París, pasa por las tres etapas o períodos que se describen a continuación (García y Viera, en prensa):

 Letargia. En este periodo, los miembros se encuentran en completo estado de flacidez muscular, obedecen a las leyes de la gravedad, y cuando se levantan y se sueltan, caen pesadamente. Los ojos están cerrados o entreabiertos, y en los párpados existe un estremecimiento continuo. Hay hiperexcitabilidad neuromuscular en diferentes grados, pues va de una zona determinada a otra de los miembros superiores, y a toda la musculatura del cuerpo. Existe analgesia completa de la piel y de las mucosas accesibles, y los aparatos sensoriales conservan cierto grado de actividad.

 Catalepsia. Se caracteriza por una disminución del tono muscular. La mirada posee una fijeza que constituye uno de los signos más característicos de este periodo, al igual que la inmovilidad. Los miembros conservan durante mucho tiempo las posturas más difíciles que se hayan indicado. Cuando se levanta a la persona o se le cambia de sitio, no se observa ninguna resistencia. Son abolidos los reflejos tendinosos, no aparece hiperexcitabilidad neuromuscular ni flexibilidad cérea. Existe anestesia cutánea.

 Sonambulismo. Esta es la etapa más profunda. El paciente está “conectado” con el hipnotizador, siente la voz del mismo muy distante, y no escucha las voces de las demás personas ni el ruido más intenso que se pueda realizar a su lado. Los párpados aparecen bajos sobre los globos oculares y estos se presentan convergentes y dirigidos hacia arriba.

Actualmente, la mayoría de los autores se han desmarcado de la noción de la hipnosis como un estado patológico, aunque se conserva la idea de los diferentes niveles de profundidad, con sus indicadores fisiológicos y conductuales. El concepto de profundidad hipnótica puede verse desde la perspectiva de la hipnosis como un estado especial, pero también desde el modelo socio-cognitivo que plantea que la hipnotizabilidad se refiere a la responsividad, especialmente asociada con el contexto o rol hipnótico, por lo que el reporte de profundidad hipnótica refleja el grado en que la persona está preparada para aceptar y responder a la invitación o sugestión de estar en un estado o condición que denominamos hipnosis, además de la dificultad de las sugestiones a las que está respondiendo (Sarbin y Coe, 1972; Wagstaff et al., 2008).

Por último, hay un fenómeno interesante y que se ha investigado poco, dado a las dificultades que hay para provocarlo, el llamado “trance plenario”. Erickson ha sido uno de los psicoterapeutas que ha logrado con mayor frecuencia provocar este estado, así que lo describiremos con sus propias palabras:

El trance plenario es, simplemente, un trance demasiado profundo, en el cual el hipnotizado pierde literalmente el sentido de orientación del cuerpo, esto es, se va quedando poco a poco estupefacto, pero retiene siempre, un cierto grado de su sentido de orientación corporal. […] En ese estado de trance, se le puede pedir el cumplimiento de ciertas órdenes, por ejemplo, que haga aumentar el flujo de sangre al riñón derecho y es fácil averiguar que efectivamente lo hace, introduciendo una sonda intrauretral a algún estudiante de medicina a quien le entusiasme sobremanera ser conejillo de indias hipnotizado […] La persona retiene el contacto con Ud., lo oye, pero el proceso de oírlo se le vuelve lentísimo, esto es, se produce un enorme retardo temporal. Si Ud. pregunta a la persona, ¿me está escuchando?, es posible que tenga que contar hasta 15, hasta 20, o hasta 25 antes de que le responda que sí, que lo escucha. Moverse en este estado implica gran esfuerzo, el relajamiento muscular del hipnotizado así es muy profundo. Yo he descubierto por medio de la experimentación que cuando se trabaja con individuos que confían en uno, relajan los músculos de los esfínteres a medida que se profundiza el trance plenario; si por el contrario, no están enteramente familiarizados con uno, por regla general, en algún momento del desarrollo del trance, reaccionan reprimiendo la profundización hipnótica y poniendo en tensión los músculos de los esfínteres con el fin de retener el control de sí mismos, y no llegar al trance plenario.

Sacar a un individuo del trance plenario al estado de consciencia ordinario es una tarea que debe hacerse muy, pero muy despacio, de otro modo se puede provocar un choque […], ¿para qué sirve el trance plenario? Creo que no tiene ninguna aplicación terapéutica, pero es decididamente útil para la fisiología y la investigación de la psicología. Puede enseñarnos muchísimo acerca de cómo orientamos nuestro cuerpo. (1960, pp. 230-231)

Erickson distinguía entre el trance plenario y los estados de hipnosis profunda. Lo que distingue a ambos estados es la desconexión total con el propio cuerpo asociada a una profunda relajación. Planteaba que no todas las personas podían llegar al trance plenario y, en su experiencia, lo había logrado con mayor facilidad en las personas sonámbulas, asimismo afirmaba que, dada su escasa utilidad terapéutica, las dificultades para conseguirlo, lo poco que se conoce sobre el mismo, etc., no resulta recomendable que hipnotizadores poco experimentados intenten provocar este tipo de trance.

Quisiera, además, llamar la atención sobre la importancia que tiene la relación con el paciente para lograr el trance plenario, como muy bien señala el propio Erickson. Dado que está demostrado que una variable que interviene en el éxito de la hipnosis está constituida por las expectativas de quien hipnotiza, así como por el deseo del paciente de cumplir con las mismas, cabe esperar que, si el terapeuta espera inducir a este tipo de estado, es muy posible que el paciente se lo ofrezca, de acuerdo con la teoría según la cual la hipnosis es una activación de roles, tal y como parece ser que le ocurrió a Charcot (Sarbin y Coe, 1972), quien gozaba de un inmenso prestigio en su entorno (como el que tenía Erickson). Esta reflexión de ninguna manera niega la existencia de este tipo de estados, el propio Erickson enfatizaba que en hipnosis no ocurre nada que no pueda ocurrir en la vida cotidiana, por ejemplo las experiencias de levitación, salirse del cuerpo, etc., han sido frecuentemente comentadas por místicos, santos, ascetas y yoguis. Así que lo verdaderamente interesante, a mi juicio, es que la hipnosis sea una herramienta que permita evocar experiencias de este tipo.

A diferencia de lo que suele pensarse habitualmente, la hipnosis entonces nos está invitando a pensar en las inmensas posibilidades que tienen la motivación y las creencias de las personas (tanto las de quien hipnotiza, como las de la persona hipnotizada), y en cómo podemos aprovechar estas posibilidades para mejorar la salud.

Sugestionabilidad hipnótica

Una de las preguntas que impulsa la investigación científica en el tema de la hipnosis es la referida a si todas las personas son “hipnotizables”, y en caso de que no sea así, qué diferencia a las personas hipnotizables de las que no lo son. A esta pregunta, las diferentes teorías sobre la hipnosis dan respuestas contrapuestas. Algunos autores afirman que cualquier persona puede ser hipnotizada, y solo hay que encontrar los métodos de inducción más apropiados para ella. Otros, por su parte, plantean que existen diferencias individuales con respecto a la susceptibilidad a la hipnosis.

La creencia de que la sugestionabilidad a la hipnosis es una característica relativamente estable se ha sostenido, por lo menos, desde mediados del siglo xix (Hilgard, 1960). Uno de los teóricos más importantes de esta concepción es Hilgard, quien la planteaba como una característica de la personalidad que se forma durante experiencias en la infancia y, ya en la edad adulta, se mantiene sin cambios importantes. Consideraba que el tipo de experiencias infantiles determinantes de la susceptibilidad a la hipnosis eran las de las interacciones con los adultos (principalmente con los padres o sustitutos), las cuales tenían que ver con la dependencia-independencia, la conciencia, la relación con la autoridad y la identificación. Hilgard (1965) también consideraba que existían diferencias individuales con respecto a esta característica y que era posible medirlas para lo cual propuso, junto con Weitzenhoffer, las famosas Escalas de Susceptibilidad Hipnótica de Stanford (Weitzenhoffer y Hilgard, 1959; 1962).

Desde esta perspectiva, diferentes estudios indican que los poco y los muy hipnotizables son minoría (Hilgard 1960). Estudios longitudinales de hasta 25 años, muestran que las puntuaciones de sugestionabilidad son altamente estables en el tiempo en ausencia de procedimientos de modificación (Piccione, Hilgard y Zimbardo, 1989). En el caso de los niños, hay un pico de sugestibilidad alrededor de los 12 años (Yapko, 2006). También se ha reportado (aunque no corroborado) que las mujeres puntúan más alto (Hilgard, 1965).

Un estudio reciente encontró correlatos cerebrales estructurales y funcionales de la sugestibilidad hipnótica usando las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética de 37 mujeres (estudiantes universitarias sin psicopatología) a las que se evaluó con la Escala de Susceptibilidad Hipnótica de Stanford. La sugestionabilidad hipnótica correlacionó positivamente con el volumen de materia gris en las porciones superior izquierda y medial de la circunvolución frontal, más o menos solapada con el área motora suplementaria y presuplementaria, y se correlacionó negativamente con el volumen de materia gris en la circunvolución temporal superior izquierda y la ínsula. También la sugestionabilidad hipnótica correlacionó positivamente con la conectividad funcional entre la zona posterior medial, incluyendo posterior bilateral, corteza cingulada y precuneus, y con la red visual lateral y la red fronto-parietal izquierda, así como también entre la red de control ejecutivo y una zona parietal/poscentral derecha. Por el contrario, correlacionó negativamente con la conectividad funcional entre la red fronto-parietal derecha y el tálamo lateral derecho (Huber, Lui, Duzzi, Pagnoni y Porro, 2014).

Se han realizado múltiples investigaciones con el fin de identificar las características de personalidad que se relacionan con la sugestionabilidad hipnótica. Estos estudios, durante la década de los sesenta, permitieron descartar variables psicopatológicas y rasgos histéricos (Barber, 1980). Es más, todos los que practican la hipnosis saben que las personas con “buena salud mental” son más fáciles de hipnotizar. Tampoco se han encontrado correlaciones significativas entre rasgos de personalidad específicos y sugestionabilidad hipnótica, utilizando instrumentos como el mmpi, Roscharch, tat, o el neo-pi (Council, 2005; Nordenstrom, Council y Meier, 2002; Yapko, 2006), aunque sí con algún tipo de trastornos como presentar fobias y trastorno de estrés postraumático (Council, 2005), lo que no quiere decir que toda persona hipnotizable presente psicopatología, pues personas sanas puntúan también alto en esta dimensión.

Tampoco correlaciona la sugestionabilidad hipnótica con la sugestionabilidad interrogativa no placebo (Kirsch, 1997), o sea, se puede ser muy sugestionable en situaciones cotidianas y no ser un “buen sujeto hipnótico”.

Un elemento aparentemente contradictorio con la idea de que la sugestionabilidad hipnótica es un rasgo estable de la personalidad, es el hecho de que la sugestionabilidad hipnótica se puede desarrollar con la práctica (Yapko, 2006). Spanos y su equipo hicieron estudios que demostraron cómo las personas con baja sugestionabilidad hipnótica lograban equiparar su ejecución con los de alta sugestionabilidad hipnótica si eran adecuadamente entrenados con, por ejemplo, el programa de Carleton para incremento de la sugestionabilidad hipnótica (Gorassini y Spanos, 1999; Spanos y Chaves, 1989).

Ya hace varias décadas se desarrollaron una serie de programas para incrementar la sugestionabilidad hipnótica, entre los cuales pueden mencionarse el de Sach y Anderson (1967), el de Tart (1970), y el de Diamond (1972), así como el ya mencionado y famoso programa de Carleton. Estos programas, con ligeras variantes, han sido ampliamente investigados y se ha comprobado su eficacia para modificar la sugestionabilidad hipnótica (Cangas, 1999). Según este autor, los programas de entrenamiento para incrementar la sugestionabilidad hipnótica, amén de sus diferencias, tienen las siguientes características comunes: 1) ofrecen información científica sobre la hipnosis; 2) suelen utilizar el modelado, generalmente con personas que han sido hipnotizadas y refieren su experiencia, ya sea cara a cara, o mediante videos; 3) hacen hincapié en la práctica, y animan y enseñan a la persona diferentes ejercicios al estilo de los que se usan en las pruebas de sugestionabilidad; 4) utilizan el reforzamiento de los éxitos y avances de la persona.

Por otra parte, muchos estudios han demostrado que la respuesta a la hipnosis correlaciona más con factores contextuales (motivación, expectativas, relación entre el hipnotizador y la persona, etc.) que con la propia sugestionabilidad hipnótica, tal como la miden las escalas (Yapko, 2006).

Kirsch y Braffman (2001) distinguen las sugestiones dirigidas a que la persona crea que la realidad es diferente (por ejemplo, lo que ocurre con los placebos), de las sugestiones imaginativas (“imagina que…”), las cuales se usan en la mayoría de escalas de evaluación de la sugestionabilidad. Entre estas últimas, diferencian la sugestionabilidad hipnótica y la no hipnótica, refiriéndose esta última a la sugestionabilidad imaginativa evaluada fuera de la hipnosis. Así, plantean que,

La sugestionabilidad imaginativa no hipnótica es un constructo egregiamente ignorado, y su comprensión es una tarea de excepcional importancia. La sugestionabilidad imaginativa es la habilidad o rasgo subyacente a los movimientos automáticos, las parálisis parciales, las amnesias selectivas, la reducción del dolor y las alucinaciones que son comunmente observadas en el contexto de la hipnosis. Estas conductas imitan los síntomas disociativos y conversivos que hasta hace pocos años llamábamos histeria […] pero todas estas respuestas y expectativas pueden ser elicitadas sin hipnosis, y algunas pueden producirse fácilmente en la vasta mayoría de las personas. Esto indica que la habilidad de responder a sugestiones imaginativas es una caracaterística humana normal y tiene efectos sustanciales en importantes áreas clínicas como el manejo del dolor. (p. 264)

A finales de la década de los noventa del siglo xx, se realizaron una serie de estudios que permitieron afirmar que la sugestionabilidad hipnótica es simplemente la sugestionabilidad no hipnótica incrementada por la propensión a responder a las sugestiones hipnóticas, y modificada por los cambios en las expectativas y la motivación producidos en el contexto hipnótico. Exceptuando la sugestionabilidad no hipnótica, solo cuatro variables mostratron correlaciones significativas con la sugestionabilidad hipnótica. En orden ascendente estas eran: las expectativas de respuesta; las actitudes hacia la hipnosis; la propensión a la fantasía; y la absorción. Posteriormente, hallaron que la absorción no tenía correlaciones significativas, pero sí el tiempo de reacción (Kirsch y Braffman, 2001).

Dado que estos factores contextuales (expectativas y actitudes hacia la hipnosis) explican una parte importante de la varianza en la sugestionabilidad, e incluso se puede modificar el nivel de sugestionabilidad modificando las expectativas, los clínicos prefieren optimizar los factores contextuales que incrementan la responsividad, ya que esto permite un mayor número de personas beneficiadas por la hipnosis (Yapko, 2006).

En mi opinión, lo que ocurre con la sugestionabilidad hipnótica es lo mismo que ocurre con muchas otras capacidades humanas: aunque existan diferencias individuales que pueden influir en la ejecución, a la larga lo determinante es el entrenamiento, así como la actitud de la persona ante la tarea. Por mucho “don natural” que una persona posea para la música, no logrará tocar un instrumento si no es entrenado y no siente motivación hacia ello. Por otra parte, personas con menores dotes pueden llegar a ser ejecutantes bastante buenos si tienen la disposición y reciben el adiestramiento necesario. Como se verá más adelante, esto es especialmente válido para el control hipnótico del dolor.


1 En realidad, los fenómenos que ocurren en la hipnosis, como veremos más adelante, son habituales también en ausencia de la misma (Cardeña, Lynn y Krippner, 2000).

Psicología e hipnosis en el tratamiento del dolor

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