Читать книгу Sobrevivir a la autocracia - Masha Gessen - Страница 18
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podríamos llamarlo autocracia con ambiciones
La mejor descripción de la relación de Trump con la autocracia se la debemos al historiador Timothy Snyder, que en abril de 2016 observó que “no es difícil entender por qué Trump podría elegir a Putin como amigo imaginario. Putin es la versión real de la persona que Trump finge ser por televisión”.91 Trump admiraba el control de Putin sobre el poder,92 su tasa de popularidad del 82%, y le alababa por ser “mucho más líder que nuestro presidente [Obama]”.93 El amor de Trump por Putin ha recibido mucha atención, pero lo cierto es que tanto el Trump candidato como el Trump presidente han distribuido de manera bastante equitativa su amor entre diferentes autócratas del mundo.
Trump ensalzó la maestría con la que Kim Jong-un había consolidado el poder en Corea del Norte: “Llega, se hace con todo y es el jefe”.94 Más tarde, preparando una reunión en persona con Kim, Trump afirmó: “Nos enamoramos”.95
Trump invitó al dictador filipino Rodrigo Duterte a la Casa Blanca96 y le elogió por su guerra contra la droga,97 una campaña de ejecuciones extrajudiciales que se había cobrado miles de vidas.
Para su primer viaje al extranjero, Trump escogió Arabia Saudí, donde el rey le obsequió con un collar de oro honorífico.98 Un año y medio después, el periodista disidente saudí Jamal Jashogyi, que trabajaba y vivía en el exilio, fue asesinado en la embajada saudí en Estambul, por orden y en conocimiento del príncipe saudí Mohammed bin Salmán.99 La declaración de Trump en respuesta al asesinato se tituló “¡Estados Unidos primero!” y reafirmaba su amistad con el miembro de la familia real de Arabia Saudí.100
El segundo viaje al extranjero de Trump le llevó a Israel, donde fue recibido por Benjamín Netanyahu a su llegada al aeropuerto de Tel Aviv. Entre ellos se llamaban Donald y Bibi.101 Antes de que acabase el año, Trump hizo una proclamación en la que reconocía Jerusalén como capital de Israel y ordenaba que se trasladara la embajada allí, en contra de la legislación internacional y del consenso político existente.102 En 2019, EEUU dio un paso más en este sentido, declarando que la legislación internacional no era de aplicación en la Cisjordania ocupada por Israel.103
En los primeros tiempos de su presidencia, Trump invitó al dictador chino Xi Jinping a Mar-a-Lago. Durante el postre –“el pastel de chocolate más bonito que se haya visto nunca”, según Trump– le dijo a Xi que EEUU acababa de bombardear Siria.104 En Fox News retransmitieron a Trump contando su conversación a la izquierda de la pantalla, mientras en la parte derecha se podían ver los misiles explotando en mitad de la noche, en una perfecta representación de cómo Trump entiende el poder: crudo, brutal, unitario y performativo. Trump siempre está poniendo en escena una idea exagerada de sí mismo en televisión.
Los republicanos en el Congreso y los hombres (y un par de mujeres) hechos y derechos de la Administración se mostraron dispuestos a unirse al show de Trump. Cuando este consiguió su primera victoria legislativa con una ley de reforma fiscal –esto no sucedió hasta diciembre de 2017 porque la legislación es algo periférico en la visión que Trump tiene del poder– su forma de celebrarlo fue poner de rodillas al Partido Republicano.105 Hizo que la prensa se quedara en la sala al comienzo de una reunión de gabinete y pidió a Carson que empezase con una oración. “Padre nuestro que estás en los cielos –empezó Carson–, estamos muy agradecidos por las oportunidades y la libertad que nos has concedido en este país. Te damos las gracias por un presidente y por los miembros de su gabinete, valientes y dispuestos a enfrentarse a los vientos de la polémica para conseguir un futuro mejor para los que vendrán después de nosotros”.106 Trump, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas, parecía acompañarle en voz baja, como si conociese la plegaria. Carson continuó: “Estamos agradecidos por la unidad en el Congreso, que ha resultado una oportunidad para que nuestra economía crezca y podamos luchar contra la deuda que estaba destruyendo nuestro futuro”. Hay que decir que ni un solo demócrata, en ninguna de las dos cámaras del Congreso, había votado a favor de la ley, que por lo que parecía probablemente iba a aumentar el déficit federal. Tras la oración, Trump hizo intervenir a su vicepresidente como si fuera un profesor preguntando por sorpresa a un alumno. Durante dos minutos, Pence se dedicó a agradecer el “milagro de clase media” del presidente, dijo que estaba “profundamente honrado de poder estar aquí como su vicepresidente”. Trump escuchaba con expresión adusta, asintiendo ligeramente con la cabeza, con los brazos cruzados bajo el pecho.
Más tarde, ese mismo día, los líderes republicanos de ambas cámaras del Congreso, el vicepresidente y otros políticos republicanos se reunieron en la Casa Blanca para rendir tributo a su líder. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan, entre otros, se dedicaron a felicitar a Trump por sus logros. Diane Black, miembro de la Cámara de Representantes por Tennessee, le dio las gracias a Trump “por permitirnos tenerle como presidente”. Orrin Hatch, de Utah, que lleva más de cuarenta años en el Senado, vaticinó que la presidencia de Trump será “la presidencia más magnífica que hayamos visto no solo en generaciones, sino jamás”. Pence se dirigió a Trump para decirle: “Usted hará que América vuelva a ser grande”.
En menos de un año, esta puesta en escena por encargo de lealtad y adulación hacia el líder se había normalizado, al menos entre los republicanos. Después, Trump empezó a exigirla también de los demócratas. Tras su primer discurso sobre el estado de la Unión en febrero de 2018, Trump, ofendido porque los demócratas hubieran permanecido sentados, inmóviles e impávidos durante su alocución, los acusó de traidores. En un mitin en Ohio, dijo:
Estás ahí arriba, tienes loca a la mitad de la sala –una locura, les encantó todo, quieren hacer algo grande por nuestro país–. Y luego tienes la otra mitad –incluso cuando les das buenas noticias, noticias buenas de verdad como aquellas [baja tasa de desempleo para los estadounidenses afroamericanos]– están como muertos. Y poco americanos. Poco americanos. Alguien dijo ‘traidores’. Y no sé, pienso, ¿por qué no? ¿Se puede llamar a eso traición? ¿Por qué no? A ver, claramente no parecían sentir mucho amor por nuestro país.107
En el primer año de su presidencia, Trump había conseguido un cambio notable en la política estadounidense, un cambio de público político. En una democracia representativa, el público principal de un político son sus votantes, los residentes de su distrito, estado o país, que decidirán si lo reeligen para el cargo en las siguientes elecciones. En una autocracia, el público principal del político es el autócrata, puesto que él es el protector que reparte el poder y la influencia. En la América de Trump, los políticos republicanos representan un papel para Trump –él es su público principal–, pero el público de él son sus bases, la gente que viene a sus mítines y sorbe cada palabra de sus tuits. Trump distribuye el poder al movilizar a esos votantes. Mientras los demócratas sigan actuando para el público, que son sus votantes, en lugar de para Trump, existe la esperanza de revertir la tentativa autocrática, pero incluso así, la mitad del país en el que vivo funciona, en el espacio público, como una autocracia.
Cuando los demócratas incoaron la investigación de destitución en septiembre de 2019, Trump, la Administración y el Partido Republicano de hecho argumentaron que Trump era un autócrata; el abogado de este alegó absoluta inmunidad e impunidad y la Casa Blanca ordenó a los empleados de la Administración que no testificasen.108 Washington se dividió en dos facciones, una que habitaba una democracia representativa y otra que vivía en una autocracia. Algunos empleados de la Administración cruzaron la línea que las separaba, granjeándose la ira de Trump, Twitter mediante, y también amenazas de muerte por parte de sus seguidores; al menos una persona tuvo que solicitar protección preventiva. De forma inusual en la era Trump, en las audiencias no se discutía acerca de los hechos –los hechos eran sabidos e incontestados–, sino acerca de la naturaleza del poder político en EEUU. Una de las partes argüía que el poder político lo otorgaban los votantes de forma provisional y estaba limitado por leyes, reglas, normas, expectativas, legado político y por el sistema de control y equilibrio. La otra aducía que el poder quiere ser absoluto y solamente está limitado por la medida en la que el presidente sea capaz de salirse con la suya.
Durante el primer día de audiencias públicas, Trump recibió en la Casa Blanca al presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan. Erdoğan es uno de los flechazos autócratas de Trump. Trump le llamó para darle la enhorabuena por ganar un referéndum que consolidaba su Gobierno autocrático,109 le invitó poco después a la Casa Blanca y habló de él como de un aliado.110 El día de aquella visita los manifestantes que protestaban frente a la embajada turca en Washington fueron golpeados, algunos de ellos con virulencia, por un grupo que al parecer incluía a miembros del equipo de seguridad de Erdoğan.111 La Casa Blanca no hizo comentarios. Durante decenios, Washington había sido la última opción para los disidentes de todo el mundo: si en su propio país ya no era posible manifestarse pacíficamente o si se habían visto obligados a exiliarse, siempre les quedaba la opción de protestar frente a su embajada en EEUU. Pero era evidente que el régimen en EEUU había cambiado. Ahora, en noviembre de 2019, un Trump sonriente posaba junto a Erdoğan, que había encarcelado a varios miles de disidentes y a más de cien periodistas, diciendo que era “muy fan” del presidente turco. Un mes antes, Trump había sacado de Siria a la práctica totalidad de las tropas estadounidenses, abriendo el camino a una invasión turca y a la masacre de miles de kurdos.
Algunos analistas a los que les gusta pensar que los acontecimientos tienen un significado estratégico habían sugerido que Trump salía de Siria para permitir a Putin fortalecer la posición de Rusia allí –o incluso que lo había hecho para compensar por la ayuda militar estadounidense a Ucrania, que se había prestado mientras fermentaba el escándalo que llevaría al proceso de destitución–. O que, como muchos pensaban desde hacía mucho, Putin se hallaba en posesión de algún trapo sucio de Trump y le estaba haciendo chantaje. Pero los actos de Trump son viscerales, de manera coherente con su forma de entenderse en el mundo. Cuando habla de amor, admiración y de “ser muy fan” de un autócrata, realmente quiere decir eso: no quiere ser simplemente su amigo, quiere ser uno de ellos. Naturalmente, quiere agradarles, y agradarles es algo que le sale de manera natural.