Читать книгу Leer con clamor - Mauro Senatore - Страница 7
ОглавлениеA modo de introducción
¿De dónde habrían
sido exportadas
estas figuras?
¿Cuál sería su lugar
propio?
Jacques Derrida
¿Cómo leer un texto? Para comenzar, una firma...
Más precisamente, cómo leer Glas de Jacques Derrida, si tenemos en cuenta, al menos, lo siguiente:
–Este texto contamina y multiplica sus firmas desde el comienzo. Esto es lo que leemos en el adjunto de Glas como prière d’insérer: “Para aquellos a los que les importa la firma, el corpus y lo propio, declaremos que poniendo en juego, haciendo pedazos más bien [mettant en jeu, en pièces plutôt], mi nombre, mi cuerpo y mi rúbrica, elaboro por las mismas [d’un même coup], con todas las letras, los del así denominado Hegel en una columna, los del así denominado Genet en la otra”1.
–Este texto se compromete a su vez en la lectura de textos y firmas. Estas son algunas de las preguntas decisivas que encontramos en él: ¿cómo quiere ser leído Hegel? ¿Cuál es, según él, el riesgo de una lectura judía? ¿Cómo lee Sartre a Genet? ¿Cuáles son los efectos no calculados de su lectura?
Por eso, lo que sigue no es un volumen de instrucciones sobre cómo leer Glas. Estimulado por la reciente, audaz y esperada traducción de Glas al español (Clamor), es más bien el testimonio de una experiencia extracadémica de dos años, que consistió en reunirse para leer con Derrida2.
Cada capítulo que compone este volumen toma este primer encuentro como el punto de partida de su propio camino. Todos comparten un protocolo mínimo: el de trazar su ruta a través y fuera de Glas siguiendo un término/germen elegido anteriormente, como amor, judaísmo, filiación, pesantez, propio e ironía3. Un protocolo que Derrida mismo elabora en Glas a propósito de términos como familia o semilla (en la columna de izquierda), flor o llave (en la derecha). Para decirlo brevemente y de modo un poco enigmático, este protocolo prescribe, al menos, que el uso propio de un término –que regularía sus usos metafóricos– ya se ha inscrito (en el texto general): así se presuponen unos movimientos sintácticos o trópicos, que preceden y hacen posible la oposición metaforológica entre lo propio y lo metafórico. Con todo lo que sigue…4
Este volumen también hospeda, a manera de epílogo, un texto de Federico Rodríguez, quien aceptó con gracia nuestra invitación a leer (con) Glas una vez más. Al rastrear la corriente del canibalismo kantiano –el kantnibalismo, como Rodríguez lo llama– entre Burke y Feuerbach, y más allá, hasta que estalle en Glas y otros textos de Derrida, este texto refrenda a su manera y honra nuestro protocolo mínimo de lectura.
M.S.
1* Este volumen se llevó a cabo con el apoyo del proyecto Conicyt / Fondecyt Iniciación no. 11140145, patrocinado por el Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales (Santiago, Chile).
Sobre la génesis de Glas y su recepción en el momento de la publicación, véase Peeters (2013, 313-24). Para una lectura de Glas como ejemplo de esa escritura que produce el efecto de cretinizar a su lector, véase Rodríguez (2015, 53-84). Finalmente, para algunas observaciones importantes de Derrida sobre cómo leer la firma, recuerdo la lectura de y en el nombre de Nietzsche que se desarrolla en Derrida (2009, 27-88).
2 Permítanme agradecer aquí a aquellas lectoras y a aquellos lectores que contribuyeron generosamente a una o más de nuestras reuniones: Alejandra Castillo, Peggy Kamuf, Aïcha Messina, Gustavo Bustos, Andrés Haye, Morgan, Andrea Potestà, Rudy Pradenas y Gonzalo Zapata.
3 Sobre término/germen, véase el texto “La diseminación” en Derrida (1975, 429-549).
4 Sobre estos movimientos como una extraña vigilia (veille) de la filosofia, véase el pasaje siguiente desde “La mitología blanca. La metáfora en el texto de filosófico”, en Derrida: “La constitución de las oposiciones fundamentales de la metaforología (physis/tekhnè, physis/nomos, sensible/inteligible, espacio/tiempo, significante/ significado, etcétera) se ha producido a través de la historia de un lenguaje metafórico o más bien a través de unos movimientos ‘trópicos’ que, por no poder ser llamados ya, con un nombre filosófico, metáforas, tampoco constituyen, por la misma razón, un lenguaje ‘propio’ ” (1994, 268) (traducción modificada). Para las referencias de esta introducción, véase la bibliografía del capítulo “Ironía” en este mismo volumen.