Читать книгу El entrenador y el equipo - Mauro Valenciano Oller - Страница 8
ОглавлениеCapítulo | 1 |
CANASTAS SAGRADAS
COMO EXCUSA,
NO COMO
ÚNICO MOTIVO
Últimamente está de moda eso de aplicar libros como El arte de la guerra casi para cualquier cosa, en la empresa (Fernández, 2002), en la dirección deportiva y en todo lo que se nos ocurra. Puede ser una cuestión de moda, pero también dice mucho de la capacidad de inventiva que actualmente, como sociedad, tenemos. Es algo que nos demuestra que para pensar algo nuevo tenemos que hacer un refrito evidente de alguna cosa ya escrita, o casi seguirla al pie de la letra, sin ni tan sólo interpretarla.
Buscar la inspiración en algún texto me parece fantástico, pero no es posible una “traducción directa a nuestra realidad” de lo que alguien escribió hace miles de años. Hay que trazar puentes para nuestra circunstancia personal y ver las condiciones del contexto. O, lo que es lo mismo, pensar en El arte de la guerra como excusa o fuente de inspiración, no como único motivo.
También me sirve aquí para decir de Canastas sagradas que para mí es un libro imponente, pero he de apuntar que lo hemos de valorar en su justa medida. Este libro no pretende ser una vulgar adaptación de lo que en su momento dijo Phil Jackson en su Canastas sagradas, por allá 1996. Hay una aspiración más alta en mi testimonio, y es la de que mis experiencias puedan servir de caldo de cultivo para otras reflexiones, visiones, propuestas. Mi modesta aportación quiere ser inscribir alguno de los temas propios de Phil Jackson en el ámbito del entrenamiento deportivo en las categorías de formación.
A mí me sirvió muchísimo leer a Phil Jackson en su momento, y luego traducirlo al castellano. Deseo que algunas de las cosas que yo apunte puedan ser útiles a los entrenadores que se están preparando para encarar el baloncesto formativo (o, para darle otro nombre, y que usaremos como sinónimo, deporte en edad escolar).
No me gusta pensar que tengo la verdad absoluta en nada, ya lo he dicho en el capítulo 1. Pero sí creo que puedo aportar algunas ideas útiles para el día a día de los entrenadores, ideas más allá de los convencionalismos, de todo aquello que ya conocemos y que, de alguna manera, nos atosiga. Una idea cansina y rancia de autoridad, por ejemplo. O un estrecho margen de colaboración tácticaestratégica entre entrenador y jugadores.
NO HAY QUE CEÑIRSE A DISCURSOS ANTICUADOS NI A ESTRATEGIAS DE OTRAS ERAS
Es como si alguna vocecilla interior nos susurrase: “Llevarás el equipo de este modo porque es como te han dicho que tienes que llevar el grupo: asumiendo una autoridad clara, oteando el horizonte por encima de los jugadores, imponiendo las normas y los castigos por encima de lo que puedan opinar los jugadores/as de esas normas, de esos –a veces, digo yo off the record, ridículos– castigos”.
Hay infinidad de situaciones que demuestran la pervivencia de ese mito de la autoridad (y también de otros) en el deporte en edad escolar. Por ello tenemos que estar dispuestos a ir incorporando multitud de recursos a nuestro repertorio, aumentar nuestro bagaje personal o “mochila del entrenador”, como a mí me gusta llamarlo. Me gusta pensar que un entrenador no puede empezar la temporada entrenando de una manera y acabar de la misma forma, han de suceder cambios en su modo de acercarse al deporte.
La excusa no era copiar lo dicho por Phil Jackson, sino escribir una adaptación libre de las enseñanzas de Phil Jackson para el deporte en edad escolar. Se ha convertido en algo que lo supera, en mucho más. Porque Phil Jackson asoma, aunque no siempre. No se trataba de trazar líneas rectas que uniesen dos puntos distantes (el deporte de elite y el deporte en edad escolar), sino de sugerir estrategias que, en algunos casos, recuerdan lo que dijo Jackson. Éste es un libro escrito como reflexión acerca de mis vivencias en el deporte en edad escolar.
Así, sólo resuena la voz de Phil en algunas ocasiones; la mayoría de las veces hay una dimensión que no podemos situar de manera clara, la que se refiere a mi experiencia personal. La experiencia que he ido acumulando con los equipos, influida –eso sí– por el calidoscopio de Phil Jackson.
LA INNOVACIÓN ES LA CLAVE PARA DESARROLLAR UN DEPORTE MÁS HUMANO
Hay trazos que se repiten a lo largo de todo el libro. Uno de ellos es el del convencimiento de que la innovación es la clave para desarrollar el deporte, para plantearlo en otros términos más humanos (más educativos y éticos). Que si no nos replanteamos cómo funciona el mundo del deporte, estamos haciendo un flaco favor a nuestros antepasados y a los que están por venir. Mi decepción sería que el libro invitase a los entrenadores a dar algunas cosas por ciertas, clausuradas, para dar por sentado que el mundo funciona de un modo que es imposible alterar, que tengamos miedo a cambiar, porque, como decía Octavio Paz, no hay peor miedo que el miedo a cambiar.
ESPECTADORES DE EXCEPCIÓN DE LOS RITMOS DE APRENDIZAJE DEPORTIVO
Los ritmos del aprendizaje deportivo son algo que sólo conseguimos descubrir con la pregunta adecuada. Como la que en su día me hizo un padre asombrado de los progresos de su hijo en mi equipo de minibasket. Me decía: “Pero tras el cambio que han hecho en estos meses, ¿cuándo veremos el próximo?” Pregunta envenenada por certera, nos da de lleno a los entrenadores. ¿Sabemos realmente cuándo llegarán los jugadores a hacer un ‘clic’ definitivo o parcial que afecte a su juego, que lo lleve a un escalón superior? Yo creo que nosotros somos los primeros sorprendidos en ver lo rápido que desarrollan los deportistas unas habilidades concretas, o cómo consiguen conectarlas entre sí, gracias a nuestro andamiaje conceptual y práctico, y la ilusión que ponen (son, la mayoría, un pozo sin fondo). Todos somos, ante el deporte en edad escolar, espectadores de excepción.
Los jugadores tratan de conectar lo que ya saben con lo que les estamos enseñando, pero en cierta manera los debemos preparar para la reflexión útil (ese “aprender a aprender” como expresión de moda) si queremos que avancen de manera consistente en sus aprendizajes. Enseñando un día una cosa y pasando rápidamente la página no conseguiremos el éxito para ellos, ni tan siquiera para nosotros. En cambio, si somos justos con la tarea que se nos ha encargado, intentaremos trazar puentes que apunten caminos que poder transitar, puentes que levantamos poco a poco, ajustando la velocidad al ritmo que puedan tomar.
Quizá es poco clara mi explicación en algunos puntos, ya que por entusiasta y convencida no sé si alumbra más de lo que buenamente puedo apuntar a través de unas pocas palabras. Pero al menos espero que se esté captando el mensaje de fondo, que es el que me mueve. Aunque quizá un ejemplo práctico nos sea mucho más clarificador. Cómo implicar a los jugadores en la reflexión es uno de los primeros pasos para ayudarles a dar sentido a lo que están haciendo. Yo me he beneficiado de lo que en Educación Física se conoce como teorización, un momento al final de la sesión para aprovechar la vuelta a la calma y reflexionar sobre la actividad y las sensaciones que los alumnos/jugadores han tenido durante la sesión.
CÓMO DARLE A UN JUGADOR/A “UN BAÑO DE HUMILDAD”
Recuerdo nítidamente cómo en una ocasión les planteé a los jugadores de un equipo de minibasket una actividad para “bajarle los humos” a un compañero. Sin ánimo de herir a nadie (que eso vaya por delante), les propuse que pensasen una cosa que hacían mejor que aquel jugador, que no dejaba de vanagloriarse de su superioridad en el juego respecto a sus compañeros menos versados. Sorprendentemente, surgieron cosas fabulosas y sorprendentes: que si uno de ellos era mejor actor de teatro que él, que si el otro sabía más de Harry Potter, que si el de más allá sacaba mejores notas. A fin de cuentas, lo importante no era darle una lección a ese jugador (aunque pueda parecerlo de entrada), sino que se diese cuenta de que sus compañeros, lejos de ser unos “cualesquiera”, destacaban en facetas ya fuese del baloncesto o de otros aspectos de la vida. O que los compañeros simplemente pensasen que no eran del montón.
Uno de mis consejos, si ponéis en práctica este experimento (y ya os digo yo que funciona, de repente este jugador pasó a ser alguien modesto y trabajador, no el chulo que había estado siendo), es que le digáis al jugador en cuestión que no puede opinar hasta que todos sus compañeros acaben de decirlo. Ésa es una manera de que él (o ella) no pueda hacer otra cosa que empaparse de un baño de humildad, y aunque después quiera dar su réplica, la “ceremonia” ya habrá hecho su efecto. Luego, una vez acabada la ronda, podéis darle el turno, no ya para que se defienda (que lo intentará), sino para que haga algún comentario. Lo importante fue que no le descalificase yo, sino que los propios compañeros le enseñasen cosas en los que ellos destacaban.
Para organizar de manera sistemática el diálogo entre los jugadores, hay que darles oportunidad para expresar todas las opiniones. Yo en aquella ocasión quise dar la oportunidad a los que, agraviados por la constante chulería de ese jugador, se amedrentaban y no decían que ellos podían ser buenos, porque para llegar a ser buenos los jugadores han de poder decir (y creer) que son buenos en ese “algo”, sea lo que sea.
A partir de una pregunta más concreta (del estilo “en el ejercicio de tres contra tres de hoy, ¿qué era lo relevante?”) o más genérica (tal como “¿qué tal os lo habéis pasado hoy?”), podemos animarlos a compartir impresiones sobre el entrenamiento, los enfrentamientos y los roces que pueden surgir en un partido, etc. Es un recurso que puede servirnos, por ejemplo, como hilo con el que ir tejiendo un tapiz o edredón.
CARRETERA Y MANTA (O EXPERIENCIA Y “EDREDÓN ALOCADO”)
Phil Jackson dice que su estilo de entrenamiento es como un “edredón alocado”. De manera literal apunta: “Hasta que Michael Jordan dejó los Bulls en el otoño de 1993 no empecé a ver lo que de verdad habíamos conseguido y cómo todas las piezas de nuestro estilo de entrenamiento «edredón alocado» habían encajado. Era una nueva temporada, y aunque muchos de los jugadores continuaban, era un equipo nuevo. El desafío era no repetirnos, sino utilizar lo que habíamos aprendido para volver a crearnos, para conjurar una nueva visión para este equipo.” (Jackson, 2002:192).
Es tarea del grupo sobre todo confeccionar ese tapiz o edredón, y aunque el entrenador tiene mucho que decir, os aseguro que pa ra confeccionar un tapiz o mosaico integrador hay que darles el poder a los jugadores. Hay que estar un poco locos para combinar a los opuestos en carácter, edades alejadas, culturas enfrentadas, y dejar que todo transcurra en la más normal de las dinámicas, sin etiquetar las cosas de extrañas, es decir, sin atosigar a la gente del equipo, sino que tengan su tiempo (el tiempo siempre es subjetivo y personal) para ubicarse.
Figura 3. En cada grupo humano ves aflorar un espíritu de equipo. Siempre cabe respetar el punto de vista de los propios jugadores, cómo ven al propio grupo. Curiosidad: al volante, el autor.
CUANDO HAY NEE (NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES)
Cuando te tienes que enfrentar a un grupo de jugadores, algunos de los cuales presentan NEE (Necesidades Educativas Especiales), y tratas de hacer de ellos un equipo, has de ser tremendamente paciente y creativo. Porque quizá en los grandes clubes podrás desechar a aquellos jugadores y jugadoras que no valgan, pero en una escuela, y con una vocación más o menos educativa, tendrás que aceptar que hay chicos con diferencias y que tienen derecho a participar del deporte.
Es necesario un trato diferente, pero no hablamos nunca de “liberarlos” de responsabilidades, sino tan sólo quizá de tenerlos que animar un poco más que al resto. Porque son chavales que a menudo se desaniman muy rápido, ya que a su alrededor se ha creado un halo de que son “retrasados” o que tienen “dificultades de aprendizaje”. Todo el mundo les señala su “retraso”.
No hay nadie a quien tengamos que consolar, sólo gente a la que debemos dar una atención extra(ordinaria), darles un trato diferenciado, pero sin salirnos de la exigencia genérica que nos hemos marcado con el grupo.
IR EN SERIO
La verdad sea dicha, en ocasiones tan sólo tratas de que el equipo “vaya en serio”, que los jugadores se pongan a trabajar todos a una.
Con un equipo infantil masculino que dirigí nos costó unos meses llegar a ir en serio, como ocurre en muchos equipos jóvenes. Su dedicación era tan sólo algo espurio, que duraba apenas un entrenamiento y luego volvía a encapotarse el cielo. Porque no era cuestión de que uno o dos fuesen en serio. Nunca se trata de eso. Siempre, y ése es el gran asunto que hay que resolver en los equipos, es que todos vayan en serio durante el máximo tiempo posible.
No se puede tolerar que un equipo sólo funcione a rachas, por espasmos, y muchas veces es lo que vivimos, lo que vemos, el agua de la que todos los equipos beben. Pero no debiera ser así: una verdadera educación deportiva parte de la base de hacer todos el máximo que podamos para poder llegar el equipo a cotas más altas.
QUE OPINEN, NO QUE “RAJEN”
Dejarles opinar para encontrar puntos de encuentro creo que es una opción sabia, pero no una receta que asegure el éxito. Puede servirnos, entre otras cosas, para dejarnos ver que existen distanciamientos en el grupo. No todos estábamos por lo mismo en una ocasión que entrenaba un equipo infantil semidesmantelado: los había que iban a trabajar, los había que no les importaba demasiado cómo andaban las cosas, si jugaban mejor, si teníamos que trabajar sin descanso. Pero, al mismo tiempo, también nos servía para dejar una puerta abierta a reconocer qué es lo que ocurre con el equipo, para dar, de algún modo, un tiempo y un lugar a los reencuentros.
Si los jugadores entrenan, escuchan lo que nosotros los entrenadores decimos y, al final de la sesión, se van sin más, estaremos limitando mucho al equipo. Será “el equipo que nosotros queremos”, no el equipo que les gustaría a los jugadores. Criticar algo que decide el entrenador puede llegar a ser fácil, pero responsabilizarse por algo que decidimos nosotros mismos resulta más complicado, un reto para la madurez.
Si, por el contrario, los jugadores piensan un poco (no hacen falta grandes peroratas por su parte –tampoco por la nuestra–, sólo algunos comentarios, opiniones, sensaciones) acerca de lo que hacen, quizá estemos sentando las bases de un “entrenamiento diferente”. Así ponemos en duda las verdades monolíticas, y los jugadores no hacen lo que hacen simplemente porque es palabra “divina” del entrenador o siguiendo el ejemplo del líder.
Por ello debo insistir en que, como decía antes acerca de la teorización, hay que implicar a los jugadores es el grueso del estilo de entrenamiento que pretendamos aplicar, desarrollar. Ya he señalado que con algunos equipos no lo conseguí (el caso de ese equipo sub-21 plagado de individualidades): faltaba la llamita para implicarnos todos, hasta el cuello, cuando para ellos había otras cosas importantes. Quizá de este modo estaremos en disposición de llegar un poco más allá en la relación con los deportistas; puede que seamos capaces de despertar sus conciencias. No como algo extraordinario. No. Tendría que empezar a entrar dentro de lo que consideramos ordinario, habitual. La pregunta que podemos hacernos es si debemos hacerlo a base de gritos, o podemos buscar otras alternativas a partir de las cuales señalarles episodios de su historia.
APRENDER A CONFIAR EN LOS JUGADORES NO ES FÁCIL
Si tenemos esa inquietud y, a la par, la capacidad de diálogo necesaria para buscar el compromiso de los jugadores para hablar sobre el equipo, tenemos mucho ganado para que se aclaren dudas, para que se hable de lo que le ocurre al grupo. Eso sin olvidar que nos ayuda a los entrenadores a conocer mucho mejor lo que se está cociendo en el equipo. Porque, hay que dejarlo claro, no tenemos visión de rayos X, no vemos lo que los jugadores piensan.
Pero a veces no es fácil implantar esta manera de ver las cosas en el equipo. Los jugadores ya se han adaptado a una manera cerrada de ser jugadores, quién sabe, a ser simples ejecutantes de lo que los entrenadores ordenan.
Hay resistencia a hablar de los asuntos del equipo en público; los jugadores a veces prefieren que les hablemos en un aparte del resto de compañeros/as, cuando no debería ser así. Pero con jugadores y jugadoras poco “entrenados”, que incurren a menudo en una visión unidimensional del entrenamiento, empezar a ver el final del entrenamiento como un momento de diálogo es conveniente, muy aprovechable, porque no están aún condicionados. Darles una oportunidad de hablar de ellos/as mismos/as es una muy buena base para ir construyendo encima. Es una manera de que experimenten ellos mismos con un “entrenamiento diferente”.
Yo creo que es importante que los jugadores se acostumbren a hablar entre ellos, no para sellar una amistad en la pista o fuera de ella, sino para conocer mejor qué opina el compañero/a. Para hablar del deporte. Para compartir una misma filosofía baloncestística, para compartir el mismo credo deportivo. O simplemente para reconocer si hay diferencias, y qué podemos hacer al respecto.
A fin de cuentas, se trata de que haya estrategias variadas para acabar expresando su “duelo” por perder una situación un tanto idealizada. Abandonar la infancia es doloroso, más aún cuando esa infancia ha sido una sucesión de momentos.
Hay que dejar que la idea repose; no vale la pena que el entrenador se ponga en contra sino dejar pasar los minutos, y os aseguro que al poco se alzan voces que sacuden lo dicho, que tratan de ponerlo en su sitio. Pero hay que saber esperar, y que el grupo hable (que los entrenadores dejemos hablar).
CUANDO SURGE UNA VOZ DISPAR, POSITIVA Y ELOCUENTE
De pronto una voz se alza con la alternativa, presentando algo aún no planteado, o revisando lo dicho. A veces es simplemente coger lo que hay y decir: “Veámoslo por el lado positivo.” Con eso hay suficiente para retomar la conversación, sólo tenemos que insistir en que ellas/os sigan hablando, pero teniendo en cuenta todo lo dicho. Es entonces cuando hay que señalar explícitamente que algo nuevo ha aparecido en el camino, que cabe considerar ese nuevo punto de vista y revisarlo todo. Os sorprenderéis de ver la capacidad que tiene el grupo de generar nuevas soluciones para viejos conflictos, sólo a partir de la voz de uno/a de ellos/as. Sólo hace falta que se atrevan a opinar.
Y, sin embargo, una nueva alternativa que brilla por su ingenio no nos asegura que se cumpla lo que se ha mencionado, por muy buena que parezca esa alternativa. Hay que generar una adhesión más o menos natural a lo dicho, o como mínimo volver a situar al grupo bajo la luz de todo lo que se ha dicho, como ya hemos apuntado, incorporándolo todo. Es bueno que, después de haber hablado los deportistas, podamos hacer nosotros mismos un resumen o síntesis, y tratar de arrancarles un acuerdo explícito. Proponerles a algunos/as de ellos/as que expongan los puntos de vista que allí se han presentado. Ésa sería una muy buena práctica para la teorización.
No hablo de hacer algo que nos quite el sueño, que nos deje intranquilos. Hablo justamente de lo contrario, de hacer algo que nos descargue de dudas y miedos, que los entrenadores siempre cargamos de más, y a veces como si fuéramos mártires. Saber qué piensan los jugadores/as nos permite dirigir con un añadido de tranquilidad y sosiego. En el deporte, ya lo hemosdicho, se habla de la parte final de las sesiones como “vuelta a la calma”. En la teorización podemos encontrar muchas de las respuestas a las preguntas insidiosas que nos asaltan en mitad de la noche, horas después de entrenar, como si se tratase de fantasmas que nos persiguen.
Figura 4. Un tiempo muerto es quizá demasiado breve para invitarlos a opinar, si antes no lo hemos “entrenado”… Pero, ¿queremos buscar otros momentos para hacerlo?
Es tranquilizador ver lo sencillas que pueden ser las cosas, vistas desde lo que dice y opina el grupo. Los entrenadores nos complicamos mucho la manera de ver las cosas. Muchas veces no hay más que decir, nada que añadir a lo que digan los jugadores, aunque para eso hay que invitarlos a opinar. Tener coraje en esos momentos quiere decir no actuar a la defensiva, no ser una pared contra la que las opiniones chocan y salen rebotadas. No querer ser el lugar para la queja, que nos identifiquen con alguien que los va a consolar cuando se duelan y laman sus heridas.
También asombra descubrir lo realmente complicado que ven un asunto banal, pero también se trata de su elección personal, porque precisamente deciden complicarse la vida. Sabrán apañarse. Tenemos que confiar que sabrán apañarse, ésa es la única manera de que puedan sacar adelante este proyecto. Pueden verlo claro o complicarse la vida, ya lo he dicho, pero nosotros no estamos para aportar soluciones sino para facilitar que se interpreten mejor los signos y las vivencias del grupo. Os aseguro que puede llegar a ser un hábito muy saludable para vuestro equipo.
No es fácil entender la utilidad de compartir las experiencias, sobre todo en según qué edades. A veces ha habido jugadores y también entrenadores que me han asaltado con preguntas del tipo: ¿cómo aguantan tus equipos esas “charlas”? No hay demasiado secreto: a los jugadores les acaba gustando, se acaban sintiendo cómodos con esa rutina, porque les permite expresar qué han visto durante la sesión, cómo se han sentido, aunque sólo sea para desviar la mirada y tratar de atacar al entrenador (que es signo de que algo se ha movilizado).
NOS CANSAMOS DE HABLAR PARA EL EQUIPO, PERO, ¿REALMENTE SUGERIMOS QUE HABLEN ENTRE ELLOS?
En general, no hablamos mucho del equipo con el equipo. Hablamos con gente que forma parte del equipo, pero casi nunca el equipo es un tema central de conversación. O como entrenadores, y sobre todo en las charlas prepartido, les decimos lo que queremos de ellos. Pero, ¿qué es lo que los jugadores quieren que ocurra? ¿Por qué cosas se van a sacrificar? ¿Por las que digamos nosotros, los entrenadores? ¿O por las que ellos/as crean que vale la pena luchar?
Pasamos por alto el asunto y así somos cómplices de un silencio que nos perjudica. No podemos ser paternalistas y pensar que, por ejemplo, por tener 11 años, los niños o niñas que entrenamos no van a poder articular un pensamiento coherente, que dirija las miradas al meollo del asunto, hacia sus intereses y deseos.
Yo no me asombro de que hablen, ni de que hablen con sentido. Me enorgullezco de ello, ya que me siento parte de ese logro, ya que los he invitado a hacerlo. No hay mejor regalo para un entrenador que ver que sus jugadores entienden ciertas cosas. No tanto que asuman lo que tú dices como algo inevitable, como verdad indiscutible. Cada uno tiene que encontrar su propia verdad.
¿Qué voy a hacer si se cierran en banda a hablar unos minutos? No sé, tan sólo puedo decir que casi siempre he conseguido que hablasen, a costa quizá de perfeccionar (quizá simplificando el setting, el entorno y la manera como planteo las charlas) una propuesta muy básica. Me considero padre de esta experiencia singular.
PUEDE QUE HAYA ENTUSIASMO O QUE LO ENCUENTREN ABURRIDO
Aunque es posible también que los jugadores o las jugadoras no encuentren ningún entusiasmo en hablar, ningún sentido o utilidad en nada de ello. Puede ser perfectamente que no les atraiga casi nada esa circunstancia que tú les propones. Sugerir-les que hablen, que opinen, no siempre surge efecto, ni tampoco tiene por qué funcionar. Puede ser insípido, sobre todo si ellos no ponen de su parte. Porque se espera que sean ellos los que hablen, que hablen para sus compañeros. Lo que hay que saber es si ya se ha cumplido su propósito cuando nos señalan que no quieren “hablar tanto y siempre de lo mismo”, casi por obligación.
Sí, hay que ver un poco más allá, pero hay que pensar qué vas a proponer después. Se les quita esa pequeña charla, porque no les apetece, pero hay que seguir “soñando”. Es como el ilusionista, que sabe qué truco va a hacer después. Y como el ilusionista también, no se trata de aceptar que todo es ilusión (si los espectadores y el ilusionista comparten esa certeza, no hay magia posible, sino sólo juegos de manos e ilusión), sino de entregarse a ese juego de credulidad e incredulidad. Los entrenadores también hacemos eso mismo, vender ilusiones. Veamos ahora una ilusión hecha realidad: reforzar el eslabón más débil.
ALGUNAS IDEAS PARA SEGUIR PENSANDO
– Con la creencia de que con autoridad el río sigue siempre su cauce, caemos en el vicio de cualquier tirano: el autoritarismo, es decir, la autoridad del “aquí mando yo”.
– Implicar a los jugadores en la reflexión es uno de los primeros pasos para ayudarlos a dar sentido a lo que están haciendo.
– El objetivo siempre tendría que ser que opinasen, nunca que “rajasen” de sus compañeros.
– Hay que despertar a los jugadores de su letargo.
– Para poder entusiasmar, hemos de estar entusiasmados.