Читать книгу Manual de psicoterapia emocional sistémica - Mercedes Bermejo Boixareu - Страница 45

4. Nuevas realidades familiares desde la psicoterapia emocional sistémica

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Por último, mencionar nuevas realidades familiares que atraviesan diferentes etapas del ciclo vital que las familias tradicionales, debido a sus propias características, como son:

1. Familias monoparentales o monomarentales

Llamamos «familias monoparentales o monomarentales» a aquellas formadas por un progenitor y uno o varios hijos. La vía de entrada a este tipo de familias es a través del fallecimiento de uno de los progenitores, el abandono de uno de ellos, separación o divorcio, o por elección propia.

En el primer y el segundo caso, será esencial acompañar al progenitor a realizar el duelo por la pérdida, así como a manejar el duelo del menor, de modo que pueda reafirmarse en continuar su maternidad o paternidad en solitario. Para ello será necesario ayudarlo a manejar las dificultades que ello conlleva. Respecto al tercer caso, que se refiere a la separación o divorcio, revisar el punto 3.4.

Por último, cabe la posibilidad de acceder a la maternidad o paternidad en solitario por elección propia. En estos casos, el hombre o la mujer comienza a plantearse la posibilidad de tener un hijo o hija sin pareja. En el caso de las mujeres, estas pueden recurrir a técnicas de reproducción asistida o a la adopción —por lo que se añaden las especificidades propias de las familias adoptivas ya explicadas anteriormente—. En el caso de los hombres, estos pueden hacerlo mediante la gestación subrogada —actualmente es ilegal en España, pero legal en otros países— o mediante la adopción.

Los hogares monoparentales, es decir, los que están formados por uno solo de los progenitores con hijos, estaban mayoritariamente integrados en 2017 por madre con hijos. En concreto había 1.529.900 (el 83,0 % del total), frente a 312.600 de padre con hijos (INE, 2018)28.

Se denomina «madres solteras» a las mujeres que dan a luz fuera de una relación de pareja. El número de mujeres en esta condición ha aumentado en los últimos años. Según el INE, 205.600 mujeres eran madres solteras en 2017 (INE, 2018)29.

Como analiza el informe «La transformación de las familias en España desde una perspectiva socio-demográfica» (2014):

El hecho de que más de la mitad de estas mujeres tuvieran 30 o más años en el momento del nacimiento de su hijo parece reflejar que la maternidad en solitario es fruto de una decisión meditada y no de lo que antes se calificaba como accidente. Mientras, el porcentaje de madres adolescentes es tan solo del 6 %30.

Las madres solteras tienen que enfrentarse a dificultades como asumir ellas solas las tareas de cuidado, la carga económica, la conciliación entre su trabajo y la crianza del hijo, la falta de tiempo, etc.

Estas dificultades las colocan en una situación de vulnerabilidad social, por lo que es especialmente importante que puedan tener o desarrollar una red social. Se suma además que hay una doble expectativa incongruente que recae sobre ellas: por un lado se espera de ellas que sean mujeres independientes económicamente y exitosas en sus trabajos, a la vez que sean buenas madres. Para poder conseguir lo primero necesitan muchos años de esfuerzo y trabajo, por lo que es fácil que lleguen a la situación de tener que retrasar la maternidad. Tienen que enfrentarse además a la expectativa cultural y social de que la crianza idónea es en pareja. Todo esto puede generar en ellas miedo, inseguridad y un conflicto personal para poder ejercer la maternidad en solitario31 (Rivas, Jociles y Moncó, 2011).

Como psicoterapeutas debemos ayudarlas a manejar el estrés que conlleva la maternidad en solitario, a buscar un equilibrio entre su necesidad de autonomía e independencia y su deseo de ser madres, y favorecer que puedan empoderarse y reafirmarse en su elección.


Para ello, son útiles las preguntas circulares, que permiten a la madre tomar conciencia de los recursos que puede ofrecer a su hijo o hija, así como de los aspectos que puede mejorar. Algunas preguntas podrían ser:

«¿Qué crees que necesita tu hijo de ti?», «¿Qué crees que valora de ti?», «¿Qué crees que le puedes ofrecer?», «¿Qué crees que puedes mejorar en vuestra relación?».

Es muy importante utilizar el refuerzo positivo, puesto que estas mujeres están sometidas a un gran estrés y deben atravesar enormes dificultades. Realmente, es algo muy valioso y difícil que puedan manejar la maternidad en solitario y conciliarla con su vida laboral. Puede ocurrir que se cuestionen a sí mismas, como consecuencia del desgaste al que están sometidas, o que sientan miedo.

2. Familias reconstituidas

Una familia reconstituida es la formada por una pareja en la que al menos uno de los dos adultos aporta uno o más hijos de relaciones anteriores. En España, según los últimos datos del INE (2011), un 7,4 % de las familias son reconstituidas (Sánchez, 2018)32.

En estas familias existen muchos estresores y retos que afrontar, como pueden ser el rechazo de los hijos a la nueva pareja u otros problemas de relación familiar y convivencia, celos de la anterior pareja, el tipo de separación que hayan manejado los progenitores, el establecimiento de nuevos roles y normas familiares, etc. Se añade que el nuevo sistema familiar no puede configurarse gradualmente al comenzar a vivir el padrastro/madrastra con los hijos biológicos de su pareja de forma repentina33 (Espinar, Carrasco, Martínez, y García-Mina, 2003).

El primer paso es detectar las fuentes de estrés y de conflicto en la evaluación para poder intervenir sobre diferentes aspectos que configuran la complejidad de este tipo de familias.

Algunos de los objetivos comunes que se suelen trabajar con este tipo de familias son: la consolidación del vínculo de pareja, la definición y diferenciación de las funciones parentales, el reconocimiento de la autoridad y la definición de las funciones del padrastro/madrastra, su integración en el nuevo núcleo familiar, la distribución de las tareas familiares, el establecimiento de reglas en la nueva familia, la facilitación de espacios de relación de los hijos con progenitores biológicos, abuelos y otros miembros de la familia extensa para evitar conflictos de lealtades en los menores, la facilitación de la expresión de sentimientos de los hijos comunes y no comunes relacionada con la reconstitución familiar, y la distribución de la atención a hijos comunes y no comunes34 (Morales y Barón, 2014).


Figura 3. Sesión familiar con familia reconstituida.


Juan y Sara son una pareja con un niño en común de un año. Juan tenía dos hijos de 7 y 5 años procedentes de una relación anterior. El motivo de consulta era que, debido a la dificultad de adaptación de Sara y los hijos de Juan a la nueva situación de convivencia, se producía tensión entre Sara y los menores.


Utilizamos la externalización para que todos los miembros de la familia pudieran expresar cómo se sentían con la nueva situación familiar y empatizaran los unos con los otros. Así, se les pidió que representaran con plastilina cómo se sentían en la familia. Juan moldeó una piedra y explicó posteriormente que sentía mucha carga al intentar mediar constantemente entre sus hijos y Sara. Esta representó un muro y explicó que existía un muro entre ella y los hijos de Juan que le generaba una enorme frustración. El hijo mayor de Juan representó una cárcel, y señaló que él se sentía de esa manera desde que Sara se había mudado a vivir con ellos, porque ahora «lo regañaban más». Finalmente, la hija menor representó una cara triste y explicó que se sentía triste desde que Sara estaba en la casa porque había muchos enfados.

La realización de estas esculturas facilitó un nuevo diálogo más profundo entre los miembros de la familia, pudieron hablar entre ellos a un nivel más íntimo y comprensivo, con menor carga de acusaciones. Por otro lado, la psicoterapeuta pudo tratar en sesiones de pareja las funciones parentales según las necesidades de los menores. Se acordó rebajar el nivel normativo para el hijo mayor y que fuera Juan quien manejara las normas, en un primer momento, hasta que se reforzara el vínculo entre Sara y los menores. Se comprometieron además a disminuir los gritos y discusiones en la casa para que la menor no se sintiera tan triste. Finalmente, también se abordó el sufrimiento de Sara y de Juan en sesiones parentales para que pudieran empatizar entre sí.


Figura 4. Representación de relaciones familiares mediante el uso de la plastilina.


La externalización facilita la expresión de sentimientos al simbolizarse estos mediante un objeto (plastilina, dibujo, muñecos, animales o cualquier material que pueda tener utilidad, por lo que la creatividad del psicoterapeuta es fundamental). Dicho objeto ayuda a expresar las emociones de una forma más indirecta y facilita la vivencia de estas.

3. Familias homoparentales

Desde la legalización del matrimonio homosexual en España, en 2005, se ha creado esta nueva realidad familiar que, al igual que todas las familias no tradicionales, atraviesan sus propias etapas vitales según su idiosincrasia. Es, por tanto, otra tipología más de la amplia variedad de realidades familiares que existen en la actualidad, por lo que no debe concebirse como un caso distinto de familia.

Los estudios realizados con trabajo de campo empírico con niños y niñas que viven con padres y madres homosexuales, tanto en España como en otros países, ponen de manifiesto que no existen diferencias sustanciales en su desarrollo personal, social, intelectual y psicoafectivo frente al resto de menores criados en otros tipos de estructuras familiares (Patterson, 1995; González, 2002; Arranz y Oliva, 2010)35.

Sin embargo, las familias homoparentales siguen teniendo que demostrar constantemente su aptitud parental. Deben enfrentarse a estresores como la homofobia, que sin duda las afecta en el plano individual y familiar, y que puede reflejarse en una falta de referentes y en discriminación a nivel simbólico, laboral o a la hora de acceder a determinados servicios (Abad, Cháfer, Plaza, Gonzálvez, Rubio, Konvalinka y Moreno, 2013)36.

4. Familias transnacionales

Se trata de aquellas familias en las que al menos uno de los miembros sea migrante. Arrastran una historia de emigración, con sus dificultades asociadas (abandono de su país y pérdida de sus personas queridas, adaptación a un nuevo país con un idioma y cultura diferente, etc.).

Es importante que, como psicoterapeutas, empaticemos con el sentimiento de pérdida y el sacrificio de estas personas, y trabajemos las dificultades familiares asociadas, como pueden ser los conflictos surgidos entre miembros de diferentes culturas o la presión que puedan sentir los hijos o hijas de sus progenitores migrantes por el gran esfuerzo y sacrificio que han realizado para ofrecerles «una vida mejor».

Se necesitan además miradas profesionales que sepan interpretar los elementos culturales que traen consigo estas personas (creencias, costumbres, etc.) para poder comprender cómo construyen su pertenencia en el contexto de destino y cómo mantienen sus lazos con su contexto de origen. Por último, podemos contribuir a deconstruir la mirada estigmatizada hacia las mujeres migrantes que conforman estas familias, quienes son conceptualizadas tanto en los países de origen como en los de destino, en múltiples ocasiones, como madres que «abandonan» a sus hijos (Abad, Cháfer, Plaza, Gonzálvez, Rubio, Konvalinka y Moreno, 2013)37.

Para terminar, cabe mencionar que también existen otros ciclos vitales de otros sistemas que nos rodean, como el sistema educativo, social, político, etc. Es importante tener en cuenta estos otros sistemas que rodean al paciente, no solo el familiar, que interactúan y le afectan. Por eso, desde la psicoterapia emocional sistémica contamos con estas variables durante el proceso de psicoterapia. Por ejemplo, al trabajar con niños y adolescentes, es fundamental que tengamos en cuenta el sistema educativo, por eso lo incluimos en el proceso psicoterapéutico: acudimos al centro escolar a observar al menor o nos coordinamos con los profesionales de este.

Manual de psicoterapia emocional sistémica

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