Читать книгу Manual de educación física adaptada al alumno con discapacidad - Mercedes Ríos Hernández - Страница 6
ОглавлениеPRÓLOGO
Bastantes de quienes por diferentes circunstancias –entre las que no cabe descartar la edad, desgraciadamente– llevamos tiempo ocupándonos de la educación de los niños y niñas con problemas de desarrollo y aprendizaje, nos hemos visto inmersos ya desde hace 20 años en el proceso de integración de dicho alumnado en la escuela ordinaria. Es cierto que en otros países nos llevaban ventaja en este terreno, especialmente en un país vecino: Italia, y que hace más de 20 años empezaron aquí las primeras experiencias, algunas de las cuales siguen siendo hoy un punto de referencia. Me refiero a la escuela El Pelouro, de Galicia; al colegio Ágora, de Madrid, y también al trabajo desarrollado en el Centre Psicopedagògic per a l’Educació del Deficient Sensorial, de La Caixa, en Barcelona. Todas ellas, experiencias iniciadas en la década de los 70. Pero también es cierto que hasta los años 80 no se generalizó la integración, a veces con más errores que aciertos, en nuestro sistema educativo; generalización que, por cierto, no tomó lo bueno de aquellas experiencias pioneras sino que fue a inspirarse fuera de nuestro país, en contextos pedagógicos y culturales muy alejados del nuestro.
Desde entonces, la literatura pedagógica sobre la integración educativa ha sido abundante, y lo sigue siendo ahora, con la perspectiva de la escuela inclusiva, una perspectiva tan interesante y sugerente como arriesgada hoy, en tiempos que parecen de regresión social y educativa en los que, de momento sólo tácitamente, empieza a cuestionarse el derecho de todo alumno y alumna a una escolarización integrada.
Viene todo ello a colación por el hecho de que estas dos décadas largas de experiencia en integración nos permiten visualizar con cierta objetividad los avances llevados a cabo y también los errores cometidos. Dentro de estos últimos, quisiera situar lo que yo denominaría el sesgo academicista de la integración escolar. Me explicaré.
La integración de alumnos con alguna discapacidad en la escuela ordinaria se ha asociado siempre -pero muy especialmente a partir del momento en que surge la reglamentación en apoyo de la integración- al currículum: en una primera fase, un currículum separado en forma de Programa de Desarrollo Individual (PDI) y, más tarde, en forma de adaptación, la Adaptación Curricular Individualizada (ACI). ¿Dónde se centraba la atención de quienes estábamos directamente implicados en estos procesos de integración? Pues en lo que considerábamos áreas instrumentales básicas: sobre todo el lenguaje y las matemáticas, y en menor medida el conocimiento del medio.
Junto al proceso de socialización del alumno, de indudable trascendencia, la adquisición de los aprendizajes relativos a las denominadas áreas instrumentales básicas era lo que más preocupaba, en general, al profesorado implicado en procesos de integración. Y ello no era más que la traducción de una percepción sesgada del currículum escolar común a buena parte del profesorado, en la que las áreas más vinculadas a la expresión no verbal, y más en concreto la Educación Física, se percibían como áreas complementarias. Para rizar más el rizo, recuérdense, por ejemplo, los no lejanos tiempos en que se facilitaba la exención de la asignatura de Educación Física al alumnado con determinadas discapacidades, entre ellas las motoras. ¿Acaso dichos alumnos y alumnas no necesitaban una buena Educación Física? El sentido común nos dice todo lo contrario: si algún alumno necesita más que cualquier otro una buena Educación Física, es aquel que ve limitadas sus funciones motoras o alterada su postura y/o tono muscular por alguna afectación.
A lo anterior deberíamos añadir una mala tradición de la Educación Física en el ámbito de la educación especial, en donde se consideraba, salvo raras excepciones, un área irrelevante. En muchos centros de educación especial no era contemplada, a excepción de cuando se le confería un carácter terapéutico a través de las diferentes concepciones de la psicomotricidad. Y conste que todo ello estaba en contradicción con los principios establecidos por uno de los más precoces y eminentes defensores de la educación de los retrasados mentales, el francés Édouard Séguin, quien ya a principios del siglo XIX defendía a ultranza en su método fisiológico la Educación Física para estos alumnos, con el nombre de educación de las funciones activas.
Pero volviendo a la situación actual, se da la paradoja de que si revisamos la literatura especializada dedicada a la Educación Física, y en general al deporte, nos encontramos con una gran sequía: pocas obras que nos hablen de la Educación Física en alumnos con discapacidad, y algunas, pero no muchas, dedicadas al deporte adaptado. Paradójicamente, quien suscribe estas líneas ha po-dido captar un interés cada vez mayor entre los y las profesionales de la Educación Física por el tema de la Educación Física adaptada. Se advierte en las clases con los futuros maestros y maestras de Educación Física, visitando centros escolares en España y fuera de ella, cuando se tiene la posibilidad de colaborar en proyectos desarrollados en diferentes países, especialmente latinoamericanos. En general, el profesorado de Educación Física está muy sensibilizado e interesado por el adecuado desarrollo de su trabajo cuando tenga que llevarlo a cabo con alumnos que presenten alguna discapacidad. Y dicho interés se manifiesta en un buen número de profesores, incluso cuando no hayan tenido aún la necesidad de atender a dichos alumnos.
A mi entender, el manual que firma la profesora Merche Ríos viene a llenar la laguna bibliográfica que he pretendido describir en los párrafos anteriores. Podemos considerar que nos hallamos ante un manual, pues el libro contiene una atinada selección de nociones esenciales para moverse en el ámbito de la Educación Física adaptada a los alumnos con discapacidad. Sin embargo, la misma autora advierte con mucho acierto que las orientaciones didácticas que se proponen en el libro no son un recetario, sino una guía para orientar el trabajo docente, ya sea tanto en la escuela ordinaria como en la especial, con el propósito de que el alumno con discapacidad pueda tomar parte activa en la sesión de Educación Física. Esto es muy importante. Esto es lo que facilita el camino hacia una escuela para todos.
También podemos considerar la obra de Ríos como un manual, pues permite una consulta ágil y rápida –el índice es muy orientador–. Sin embargo, un servidor no les aconsejaría su uso como manual antes de haber realizado una lectura completa y reflexiva del texto; si es posible, acompañada de una discusión en grupo, con otros compañeros. Esta lectura les permitirá entrar en contacto con los supuestos teóricos en que se fundamenta la autora. La reflexión sobre ellos es lo que va a permitir que las prácticas que se deriven de la lectura del libro adquieran un auténtico significado educativo. La reflexión teórica, en definitiva, favorecerá la aplicabilidad en cada contexto de las orientaciones que la autora incluye, especialmente en los últimos capítulos.
Pero el prólogo de una obra como la que tiene usted delante sería incompleto si no la contextualizara con la personalidad de quien la ha elaborado. Y es que no se trata de una obra neutra, fría, salida del laboratorio o del despacho de la universidad. Al contrario, es la obra de una profesional que, a pesar de su juventud, ha acumulado una gran experiencia en el ámbito de la Educación Física, por un lado, y en el de las necesidades educativas especiales, por otro. Y esta experiencia ha ido acompañada siempre de un alto nivel de compromiso personal con su práctica social y educativa.
El trabajo de Merche Ríos como profesora titular en la Universitat de Barcelona no ha interrumpido sus constantes experiencias prácticas ni su compromiso con ellas. Al contrario, en su trabajo universitario la autora siempre ha puesto de manifiesto su interés por vincular al alumnado con las instituciones sociales que podían beneficiarse de experiencias de Educación Física compartidas con jóvenes universitarios/as, quienes de este modo disponían, a su vez, de una oportunidad única de aprendizaje más allá del marco de la universidad. De ahí los regulares encuentros con internos de diferentes prisiones catalanas, institutos psiquiátricos y, sobre todo, su trabajo en el Centro de Recursos Educativos y de Investigación de la Universitat de Barcelona (CREI), donde coordina el taller de Educación Física con grupos de niños y adolescentes con severas discapacidades y un grupo de estudio sobre Actividad Física Adaptada.
Es todo lo anterior lo que se traduce en la obra que me ha correspondido el honor de prologar. Un trabajo en el que se yuxtaponen teoría y práctica, de tal modo que puede convertirse –y ése sería mi deseo– en un vivo estímulo para muchas profesoras y profesores que, como la autora, hacen de la Educación Física un medio de desarrollo corporal y motriz –es cierto–, pero también una oportunidad para el encuentro y el crecimiento personal, más allá de las competencias o de las limitaciones que cada uno de nosotros podamos presentar.
Ignasi Puigdellívol Aguadé
Catedrático del Departamento
de Organización Educativa
de la Universitat de Barcelona