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ОглавлениеEl ancla: las referencias conceptuales
1.1. Protocolos administrativos coloniales
Santander estaba inscrito en una tradición que lo antecede en varios siglos. Escribir el viaje era una práctica instalada en el sistema administrativo español desde el Renacimiento. Como mostró Carlos Alberto González, “la alianza entre gobierno y escritura está ligada a los orígenes del ‘Estado Moderno’ y al sedentarismo y burocratización de sus instituciones”.1 Según González, escribir no era apenas una decisión personal, sino una imposición por parte de las autoridades hispánicas de informar todo cuanto sucediera, oyera o viera el viajero, en desarrollo de la empresa que le había sido encomendada. Frente a unos hechos que por distantes escapaban al control del gobernante, la escritura apareció como una vía de comunicación invaluable para el ejercicio del poder, de ahí la intensa circulación de todo tipo de documentos, cartas, mapas, etc., entre España y los territorios de ultramar, producto ya fuera de exploraciones geográficas, campañas militares, expediciones de reconocimiento, misiones religiosas y gubernamentales, o de la colonización de las regiones conquistadas. La avidez informativa tuvo su momento más alto durante el mandato de Felipe II, a quien González definió como un estadista papelero, artífice de la burocracia moderna. Preocupado por la pobreza informativa sobre el mundo americano, Felipe II puso en marcha una recogida sistemática de datos, que, entre otras disposiciones, ordenaba que
Los descubridores por mar ó por tierra hagan comentario é memoria por días, de todo lo que vieren y hallaren, y les aconteciere en las tierras que descubrieren; é todo lo vayan asentando en un libro, y despues de asentado, se lea en público cada dia delante los que fueren al dicho descubrimiento; porque se averigüe más lo que se pasare, y pueda constar de la verdad de todo ello firmándolo de algunos principales; el qual libro se guardará a mucho recaudo para cuando vuelvan le traigan y presenten ante el Audiencia con cuya licencia ovieren ido.2
1.1.1. Relaciones Geográficas de Indias
Así como mandaba escribir a los viajeros-descubridores sus hallazgos, a los agentes establecidos en América el rey dispuso cumplimentar las llamadas “Relaciones Geográficas de Indias”.3 También conocidas como “descripciones geográficas”, “descripciones de la tierra” o “relaciones topográficas”, las Relaciones Geográficas eran la contestación de los oficiales coloniales a los cuestionarios que envió el Consejo de Indias al Nuevo Mundo entre 1530 y 1812. El objetivo del Consejo era recabar la mayor cantidad de información posible sobre los dominios en América, en el entendido de que un territorio sería mejor gobernado mientras mejor fuera conocido. Con ese fin se les solicitó a las autoridades locales la representación de las Indias en términos geográficos, urbanos, demográficos, económicos, sociales, políticos, religiosos, etc., a partir de una serie de formatos pretendidamente neutros. Como las preguntas de la Corona prácticamente prefiguraban las respuestas, poco a poco se estandarizaron los informes hasta convertirse en un discurso estable que acabó por penetrar la manera de describir el mundo en general. Según Elena Altuna, el modelo descriptivo de las Relaciones Geográficas impactó textos tipológicamente ajenos al formulario, como el relato de viaje, según pudo constatar en los testimonios de viajeros que recorrieron los espacios peruanos y rioplatenses entre los siglos XVII y XVIII.4
Por lo visto, el paradigma de las Relaciones Geográficas también planeaba sobre el Diario de Santander. Aunque no llegó a ser funcionario de la Corona, pues antes de titularse lo sorprendió la revolución de Independencia, Santander venía de una formación en leyes que ciertamente ha debido prepararlo en los protocolos del Imperio. Según Sebastián Díaz, Santiago Muñoz y Mauricio Nieto, el decreto sobre formación de mapas provinciales que expidió Santander el 29 de noviembre de 1823 “parece inspirarse en los cuestionarios de las relaciones geográficas de la época colonial, al mismo tiempo que se ajustan las preguntas a las condiciones de un estado independiente republicano”.5 Se trata del artículo 1 que reza:
Cada uno de los gobernadores de las provincias remitirá por conducto del intendente respectivo á la secretaria del interior dentro del término de seis meses a lo más tarde, un mapa de su provincia, lo mas esato que fuere posible. En él se indicarán los ríos navegables que tenga, el punto hasta donde lo son, las principales cordilleras y sus direcciones, los puertos, poblaciones &a. Por separado remitirán las observaciones de latitud y longitud que sepan haberse hecho en su provincia y una memoria por mayor en que se esprese en leguas calculadas aproximadamente el ancho y largo de la provincia, sus límites en toda su circunferencia, cuales son sus principales producciones: de que modo podría aumentarse su prosperidad y á que número asciende su población actual, anunciando por separado los esclavos y los libres.6
Efectivamente se intuye la influencia de las Relaciones Geográficas, sin embargo, donde realmente queda claro el profundo conocimiento del modelo español es en el decreto del 4 de octubre de 1825 (apéndice 1), por el cual Santander exigía a los alcaldes de parroquia la remisión de informes sobre sus provincias conforme un formulario adjunto. El temario incluía cuestiones de población, infraestructura, producción agropecuaria, minería, geografía, clima, etc., que revelan una manera de indagar el mundo hija de la estadística, entendida como el inventario de las riquezas del Estado.
El secretario de Gobierno de entonces era José Manuel Restrepo, autor de “Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y poblacion de la provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada” y a quien probablemente se debe la redacción de ambos decretos. El ensayo de Restrepo hacía parte de una serie de artículos publicados en el Semanario de la Nueva Granada, en el que también aparecieron los trabajos de Joaquín Camacho y José María Salazar sobre las provincias de Pamplona y Santafé, respectivamente.7 Tal como constató Hans-Joachim König, “los autores de estos estudios no se limitaron a una simple descripción de las condiciones físicas y climáticas de la zona investigada, sino que indicaban también qué recursos naturales existían, qué productos se daban allí y cómo eran comercializadas [sic]”.8 Las noticias de las provincias en el Semanario indican la familiaridad de los ilustrados criollos con las prácticas relatorias del sistema hispánico, y específicamente con las Relaciones Geográficas. Restrepo, en particular, había sido compañero de pluma de Caldas y miembro del gabinete del vicepresidente Santander, cuando este asumió el encargo del poder ejecutivo en ausencia de Bolívar.
Ya fuera por sus propias luces o por contacto con Restrepo, en su Diario Santander también refleja manejo de las fórmulas narrativas de los cuestionarios oficiales. El registro de la mirada colonial está incorporado en la visión de Santander cuando, al encuentro de ciudades, repite sistemáticamente la misma estructura del tipo:
Glasgow está situado cerca del mar (canal de San Jorge) con el cual comunica por el río Clyde, que siendo navegable hace de la ciudad un puerto de mucha consideración. Ella tiene cerca de 200 mil habitantes, el río la atraviesa y es manufacturera de tejidos de algodón. Los edificios son de piedra […].9
La lógica de la exposición recuerda la última solicitud de información con destino expreso al Nuevo Reino de Granada (1807), cuyas instrucciones mandaban consignar
El nombre, o título; a saber, ciudad, villa, parroquia o pueblo […] si en costa del mar con puerto, […] con inmediación de algún río o de quebrada […] o si en orilla de río o de quebrada notable con explicación de sus raudales […], materiales de sus fábricas […], el número de familias avecindadas y también el total de personas […], que es lo que se encuentra de más estimación en su propio territorio […].10
A esto las autoridades de Riofrío respondieron un año más tarde así, no mediando mucha diferencia, desde el punto de vista de la organización de la información, entre la noticia de un pequeño municipio del Valle y la mayor ciudad de Escocia:
Este pueblo está situado en paraje seco y bueno; es tierra de naturales; su situación señala a occidente. Está inmediato al río llamado Riofrío; este mantiene competente agua, es muy caudaloso; al otro lado el río hay otro derecho de tierras de los mismos naturales, donde se mantienen algunas personas en ambas partes; en el pueblo sus pobladores es gente de toda clase, y en el otro lado otras personas con el título de agregados.11
El modelo cognitivo de las Relaciones Geográficas ya se perfilaba en el relato de viaje del todavía príncipe español, conocido comúnmente como el Felicísimo viaje.12 En 1545, don Felipe partió para los Países Bajos al encuentro de Carlos V, su padre, en una excursión que lo inició en el arte de gobernar y el carácter de los pueblos. Según Ana María Sierra, el libro cumple con las pautas genéricas de las relaciones y “se adscribe perfectamente a la moda cultural, o a los designios monárquicos que propugnaban las descripciones topográficas de sus territorios”.13 Es decir, tanto el relato de viaje como las Relaciones Geográficas tenían como fin último el mejor conocimiento de los dominios de Su Majestad.
Santander no acusó, que se sepa, alguna deuda con el Felicísimo viaje, de hecho, proyectaba indirectamente en Felipe II el despotismo de Bolívar cuando se comparó con el príncipe de Orange,14 víctima de una orden de proscripción emitida en 1581 por el monarca español. Sin embargo, ya fuera a través del relato de viaje o de su perfeccionamiento en las Relaciones Geográficas, la esencia del modelo filipino se instaló fijamente en la tradición retórica americana, subsistiendo incluso en época republicana.
Pero ¿qué tienen en común el Diario de Santander, el Felicísimo viaje y las Relaciones Geográficas?: las descriptiones urbium. Tal como señalan Ana María Sierra y Victoria Pineda,15 las descripciones de ciudades son materia central en el relato de viaje de ‘el Prudente’ y en los cuestionarios del Consejo de Indias. Sierra y Pineda coinciden en el origen clásico del retrato de ciudades, tipificado desde antiguo en diversas fuentes retóricas como laus urbium. Ambas investigadoras concuerdan en rastrear las raíces de ese discurso en uno y otro texto hasta el tratado de Menandro (siglo III). En División de los discursos epidícticos de Menandro Rétor, el autor divide el género laudatorio en tres grupos, siendo el segundo sobre el elogio de países y ciudades. Según la preceptiva de Menandro, para el encomio de ciudades se deben considerar sus características físicas, el origen, la población, los habitantes ilustres, etc., conforme un derrotero resumido en el apéndice 2. Seguramente Santander no era consciente de las autoridades que dictaban su escritura, sin embargo, su manera de ver y ordenar el mundo se remonta al tiempo clásico y penetra su campo de representación por vía del uso secularmente repetido de las mismas fórmulas burocráticas por parte de las entidades de control colonial.
Aunque Santander no fuera consciente del anclaje de sus palabras al sistema de pensamiento identificado con Felipe II, y a través suyo a la retórica clásica, lo que sí suscribía era la importancia de la estadística. Varias veces enfatizó en la necesidad de elaborar un informe estadístico de Colombia,16 en Europa asistió al italiano Adriano Balbi en esa misión17 y en París fue nombrado miembro corresponsal de la Sociedad Francesa de Estadística.18 Sin embargo, no era la estadística como la entendemos hoy, ni la versión inglesa conocida como aritmética política, basada en el cálculo numérico del objeto de gobierno. La estadística que gravita sobre el Diario de Santander es el modelo alemán, de la descripción cualitativa y omnicomprensiva: “Todo lo que tiene de remarcable un Estado, tanto en términos materiales como históricos, filosóficos y jurídicos”.19 Etimológicamente el origen del término es la palabra Estado, y con ese sentido trascendió durante los siglos XVIII y XIX: como el conocimiento del Estado por el Estado. Tal como se aprecia en el apéndice 3, el interrogatorio sugerido por la estadística recuerda nítidamente las preguntas de las Relaciones Geográficas, no por acaso Francisco de Solano las consideró un valioso precedente de esa disciplina.20 Desde el punto de vista epistemológico, el Diario de Santander bebía de ambas fuentes. Un manual de la época explica bellamente el camino para acceder a la verdad: “El arte, mas dificil de lo que parece, de preguntar y responder”,21 un ejercicio dialéctico cuyo filtro principal era la utilidad, aquello que pudiera servir al arte de gobernar, a la llamada “ciencia del gobierno”. Aunque se confesaba neófito en la materia,22 Santander se inspiraba en la ciencia del gobierno, y probablemente en virtud de esa preferencia es que conservaba un libro del mismo título en su biblioteca.23 Al respecto, Mario Germán Romero afirmó: “Avido [sic] de conocimientos, pero de conocimientos que puedan servir a su patria, Santander hace de su permanencia en Europa una especie de maestría y doctorado en la ciencia del gobierno, en el cual había ya dado muestras de sobresalientes conocimientos durante los años que, como vicepresidente, rigió los destinos de Colombia”.24 Sin duda el viaje de Santander fue a la vez hedonista y útil. Al suyo puede extenderse lo que dijo David Viñas del viaje utilitario de Juan Bautista Alberdi. Según Viñas, con el viajero argentino ocurrió una especie de conquista simbólica del Viejo Continente. Alberdi se apropia de Europa por medio de la estadística, la reduce a su mínima expresión, a datos positivos que le permiten domesticar un mundo extraño —tal como hicieron los viajeros ingleses cuando tomaron nota pormenorizada de la realidad argentina para sus propósitos mercantilistas—.25 Santander, como Alberdi, es enciclopédico, sistemático, generoso en informaciones duras que no tienen otro fin más que la utilidad, cuando no la conveniencia pública por lo menos el aprovechamiento personal.
En síntesis, aun destituido de sus funciones, Santander mantenía la mirada del funcionario y, lo que es más, del funcionario español. En el fondo de sus palabras resuenan los mecanismos de la maquinaria hispánica a pesar de sus esfuerzos por romper con el pasado colonial. Incluso la captura más “espontánea” de la realidad, como la que experimenta el viajero que se topa por primera vez con su destino, está cargada de un gran peso cultural. El lastre de la tradición se refleja en la pulsión escrituraria, la estructura retórica y la pregunta por lo que reporta utilidad. El Diario de Santander se fijaba así a las bases de un imperio en ruinas.
La retórica del viaje era una forma de expresión utilizada por los naturalistas de comienzos del siglo XIX en el Nuevo Reino, conforme afirma Mauricio Nieto Olarte: “Entre los neogranadinos el viaje es una forma de narrar”.26 No sorprende entonces que, para dar cuenta de las características de su provincia, un autor como José Manuel Restrepo se representara como el viajero que la visita por primera vez: “De la agradable temperatura de este valle se eleva el viagero poco á poco a la cima de la gran cordillera”.27 Cuando el autor encarna el rol del viajero, se arroga para sí las cualidades convencionalmente atribuidas a su personaje en términos de veracidad, confiabilidad y acceso directo a la realidad narrada. No bastaba con ser testigo de los hechos, era necesario dotarlos de la legitimidad que les imprime el contexto del viaje o la voz autorizada del viajero. A través de ese mecanismo, los criollos aspiraban al régimen de verdad que detentaban los relatos de viaje de extranjeros por el Nuevo Mundo.28
La influencia de la literatura de viajes sobre América es enorme, no solo porque evidenció la magnitud de un territorio en gran parte inexplorado, sino porque reveló a sus habitantes un modelo cognitivo a través del cual representar el mundo: los ciudadanos de las nuevas repúblicas comenzaron a utilizar estrategias textuales similares a las de los europeos que visitaban sus tierras.29 Hasta finales del siglo XVIII, los visitantes no ibéricos tuvieron prohibido entrar en los dominios transatlánticos de las monarquías española y portuguesa; a partir de entonces, y hasta mediados del siglo XIX, se suscitó lo que se conoció como “el descubrimiento de América por los viajeros”,30 una oleada de europeos que se volcó hacia el Nuevo Mundo como consecuencia de las expediciones científicas. El redescubrimiento de América como un continente en estado de naturaleza virgen sirvió a los europeos para justificar su proyecto económico y a los intelectuales latinoamericanos como paradigma alrededor del cual articular su proyecto político.
El marco de pensamiento que determinó la práctica de los exploradores europeos era la racionalidad científica moderna,31 que guiaba su expedición bajo principios de objetividad y experimentación, apoyados teóricamente en los postulados de la historia natural, y técnicamente en los instrumentos de visión, medición y precisión.32 El nuevo orden científico comportó cambios también en el lenguaje, en adelante el vocabulario para nombrar el mundo se formaría de palabras “lisas, neutras y fieles”, aplicadas a las cosas mismas “sin intermediario alguno”.33 No que en la relación entre la realidad y su designación desapareciera por completo el sujeto, era solo que el observador objetivo se imponía sobre el ser subjetivo.
La literatura de viajes repercutió en la generación de los “iluminados” criollos activa a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX a través de los textos de Joseph Gumilla, Charles Marie de La Condamine, Jorge Juan de Santacilia y Antonio de Ulloa, entre otros que promovieron el redescubrimiento científico de América por Europa.34 Con todo, el explorador que más impactó el contexto local y que mejor encarna el programa del viaje ilustrado es Alexander von Humboldt, quien arribó a Santafé en 1801 en medio de su travesía por el continente. Según Jaime Labastida,
[…] el discurso de Humboldt posee una clara estructura científica; es el discurso de un sujeto racional, moderno, por el que intenta ampliar el dominio de la naturaleza, que se asume como un sujeto racional, un modelo de comprensión de la naturaleza: sujeto de la enunciación y, al propio tiempo, objeto de la narración, presente en el lugar de los hechos que narra, describe, cuantifica, mide. En ese discurso coherente no hay una sola fisura. Es un todo duro, acabado, racional, preciso.35
El ascendiente de Humboldt se percibe principalmente en Francisco José de Caldas, primer científico colombiano36 y su más ferviente admirador en estas tierras.37 Caldas, de hecho, halló su vocación en medio de la lectura de viajeros, cuya influencia se advierte en el comentario a Santiago Pérez de Arroyo de que pretendía dar a sus trabajos forma de viaje.38 A este mismo invita a seguir su método de escritura, consistente en “poner todos los días por la noche una notita del día pasado, si amaneció claro, si fue muy asoleado, nublado, seco, lluvioso, truenos, rayos, granizo, escarcha, etc.”.39 La sistematicidad humboldtiana de Caldas recuerda mucho el desapasionamiento de Santander cuando, referido a uno de los mayores espectáculos a la vista de un habitante de un país sin estaciones, dice sin más: “Por primera vez he visto caer nieve hoy. No ha llegado la posta de París”.40
Sobre ese laconismo, Sylvain Venayre afirmó que “hasta las primeras décadas del siglo XIX el relato científico de viajes se enorgullecía de la parquedad de sus enunciados y de su falta de estilo”, y agrega: “En teoría, aquellos relatos se limitaban a presentar a los lectores la exposición rigurosa de fenómenos desconocidos […] no había lugar para la impresión personal. Por el contrario, el rechazo a la novela y la anécdota era precisamente la prueba de la dignidad científica”.41
El trabajo intelectual presupone el deslinde afectivo del objeto de estudio. En el campo científico, la despersonalización es indispensable para obtener un conocimiento objetivo, “libre” de la arbitrariedad de las sensaciones humanas. No se trataba solamente de tomar distancia epistemológica del lenguaje cotidiano, sino también del mundo interior del autor. La normalización del discurso según los parámetros europeos de la comunicación científica permitía insertarse en lo que los ilustrados llamaban el “orbe literario”, entendiendo por tal, como José Celestino Mutis, el espacio intelectual europeo.42 A ese nivel aspiraba el órgano más importante de difusión del movimiento, el Semanario del Nuevo Reino de Granada, cuyo editor exhortaba a sus colaboradores a escribir con “exactitud y verdad”,43 pues “el Semanario es un papel serio, y está consagrado a memorias sólidas sobre los puntos que más nos interesan […] asuntos más importantes que todas aquellas cuestiones ruidosas en las que puede lucir el genio, la erudición y la elocuencia”.44
En síntesis, aunque Santander no llegó a tomar parte del movimiento ilustrado, pues para la época de mayor actividad era apenas un joven estudiante, el Diario sí pudo ser permeable a sus efectos, por lo menos en lo que al contacto con algunos de sus principales exponentes se refiere.45 El reflejo de las luces criollas se adivina en el tono concreto de la narrativa de quien asume el viaje como forma de conocimiento. No quiere decir que Santander aspirara al estatuto de cientificidad de sus compatriotas novatores, simplemente que había echado raíz en los círculos letrados una forma de escritura positiva, desprovista de sentimentalismo, que iba muy bien con el temperamento reservado de un hombre de Estado. Aunque el de Santander no fue un viaje naturalista, en su Diario tanto un edificio como un espectáculo afloran con la misma precisión con la que el botánico describe una especie silvestre. No siendo Santander un erudito, no es de sorprender que la severidad de su personalidad hubiera encontrado expresión en el idioma aséptico del pensamiento científico que ganó fortuna entre los primeros estudiosos del país. A pesar de que para entonces se abría paso con fuerza el relato de viaje romántico, lo suyo no eran la exposición de las emociones o los giros estilísticos, sino el enunciado exacto. Santander no estaba sincronizado con las últimas tendencias literarias, sus referencias seguían ancoradas al mundo de la Ilustración.
Santander era un apasionado de los libros, es famosa la anécdota del tiempo que pasó durante su encarcelamiento en la Biblioteca Nacional levantando el inventario de los títulos que se conservaban en sus anaqueles. Su vasta biblioteca personal incluía quinientos seis tomos, de los cuales cuarenta correspondían a literatura de viajes, entre guías de viaje y relatos de viaje factuales, para así diferenciarlos de un relato de viaje ficcional que hacía parte del mismo acervo. No se trata de un número menor; dividida su biblioteca por temáticas, el tema “Viaje” solo es superado por el de “Historia” (figura 1),46 lo que resulta significativo teniendo en cuenta que el de Europa y Estados Unidos fue el único gran viaje de su vida.47 Esto para recordar que el que viaja lo ha hecho antes a través de los libros.
A la cabeza de la serie viática de la biblioteca de Santander se encuentran dos obras de Humboldt definitivas para el reconocimiento de América por el mundo y por los americanos: Ensayo político sobre la Nueva España por el Barón A. de Humboldt48 y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.49 Santander conoció personalmente a Humboldt en Europa, a quien reseñó en el Diario como el “célebre viajero”. No lo referenció por sus libros, no consta que a esa altura ya los hubiera leído o adquirido, pero no hay duda de que la autoridad intelectual del sabio alemán había impactado la intelligentsia criolla, y a través suyo a la sociedad de la que participaba Santander.
En Europa, Santander también conoció al mexicano Lorenzo de Zavala, de donde se embarcaron juntos hacia los Estados Unidos,50 y al parecer la amistad duró por el resto de sus vidas51 —pese a que no hay registro epistolar que así lo confirme—. Uno y otro se referencian en sus respectivos relatos de viaje; mientras que en el de Santander aparece apenas una nota informando que recibió la visita del “señor don Lorenzo Zavala, exministro de Hacienda de Méjico”,52 el de Zavala es más expresivo. Aunque no extraña el tono formal de Santander, es posible que la mención más halagadora del mexicano correspondiera a un momento posterior en el que la relación habría alcanzado mayor intimidad. De Santander dijo que era “un hombre honrado, amante de la libertad y capaz de discernir el verdadero camino de la felicidad de sus conciudadanos. Quizás es poco adicto á sus juicios mas de lo conveniente. Pero su moderación y su tacto de negocios corrigen esta falta”.53
No sorprende que Santander tuviera el libro Viajes a los Estados-Unidos de Norte América54 de Zavala; aunque seguramente era un tema de su interés y había sido testigo de algún hecho allí narrado, es natural que le incumbiera por ser la obra de su compañero de viaje y quizás más por figurar en ella.55 Está visto que Santander tenía en alta estima la opinión que los extranjeros se formaban de él,56 se deduce del espacio que dedicó en el Diario a la trascripción de los elogios que le prodigaron en Europa, pero también del realce que otorgó a las expresiones favorables que le profesaron los viajeros extranjeros por Colombia. Vale la pena enfatizar en este punto, porque normalmente se ve la literatura de viajes en posesión del viajero como la fuente a la que acude en busca de referentes para la escritura de su propio relato,57 lo cual en el caso de Santander puede ser cierto sin perjuicio de que, siendo él mismo parte del relato, le sirviera además para apuntalar su propia imagen frente a sus compatriotas.
Una muestra de esa actitud entre exhibicionista y pudorosa aparece en la siguiente declaración de Santander:
No fastidiaré yo la respetable atención de mis lectores con la enumeración de los servicios que he prestado a mi patria en este largo período, ¿ni para qué recordar hechos que la imprenta de ambos mundos ha difundido, que los viajeros extranjeros y los historiadores de Colombia han mencionado y que aún han merecido algún elogio en uno de los parlamentos de la culta Europa?58
Y a continuación lista los siguientes viajeros, que para mayor claridad acompaño del título del relato que cada uno de ellos escribió: Viaje por la República de Colombia en 1823 (1944 [1824]) de Gaspard-Théodore Mollien; Travels trough the interior provinces of Columbia [sic] (1827) de John Potter Hamilton; Journal of a residence and travels in Colombia, during the years 1823 and 1824 (1825) de Charles Stuart Cochrane; y Colombia: its present state, in respect of climate, soil, productions, population, government, commerce, revenue, manufactures, arts, literature, manners, education, and inducements to emigration (1827) de Francis Hall.59 Quizás porque no conoció la primera edición en alemán no cita Viaje por Colombia, 1825 y 1826 (1981 [1829]) de Carl August Gosselman, el viajero que mejor lo retrata. Y para su fortuna tampoco alcanzó a conocer las Memorias (1994 [1892]) de Jean-Baptiste Boussingault, que no le hacían gran favor; a su respecto dijo el científico francés: “Yo he conservado un recuerdo poco agradable del general Santander”.60
La voz del viajero tenía tal resonancia que podía despertar la indignación de quien no se resignaba a salir mal representado. Es el caso del relato de viaje de Mollien, que impulsó a Bolívar a escribir una carta a Santander, donde después de felicitarlo malamente por lo que le tocaba se quejó de lo que consideraba una injusticia:
He visto con infinito gusto lo que dice de Vd. Mr. de Mollien. A la verdad la alabanza de un godo servil, embustero, con respecto a un patriota que manda una república no deja de ser muy lisonjera. El que dice que Vd. tiene talentos rarísimos de encontrarse. Esto es de un europeo que presume de sabio, que le pagan para que acredite a los nuevos estados. Mucho me he alegrado del sufragio que Vd. ha merecido de este caballero. Lo que dice de mí, es vago, falso e injusto.61
El relato de viaje era, en cierto sentido, escenario de la lucha por la representación. Era usual que el viajero extranjero de visita por el país fuera recibido en audiencia por el jefe de gobierno, que hacía de cada momento en su presencia una oportunidad para proyectar la imagen que más le convenía perpetuar en el papel. Así lo sugiere la teatral aparición de Santander ante Hamilton: “Nos recibió en un trono, bajo una especie de dosel de rico terciopelo carmesí, rodeado por los ministros, oficiales navales y militares y funcionarios públicos de la república”,62 a lo que se seguían numerosas atenciones, entre invitaciones y presentes, de las que el común de los viajeros dejó constancia en sus relatos.
Santander era un gran embajador de sí mismo y de su país, las consideraciones con los extranjeros eran tanto una estrategia de posicionamiento personal como una política pública de relaciones exteriores. En esos primeros años de vida independiente apremiaba inscribir la república en el “concierto de naciones” y para ello resultaba indispensable la validación internacional, ya fuera a través tanto de la persuasión de los extranjeros en el territorio como de la representación de los colombianos en el exterior. A Santander cupieron las dos funciones63 y en ambas dio muestra de un carácter cosmopolita que sorprendió a europeos a ambos lados del Atlántico. Mientras en el Diario dice que durante su viaje varias veces lo compararon con Napoleón,64 Gosselman, en el relato del suyo, dice que Santander tenía “una categoría más cercana a la de un general europeo que la que se pudiera tener de un vicepresidente suramericano. Aunque no estuvo nunca en Europa, mostraba un conocimiento avanzado sobre ella y uno muy profundo sobre nuestro país”.65
Ese conocimiento provenía en buena parte de sus lecturas, las de temática europea en su biblioteca eran mayoría, lo que resulta lógico no solo por afinidad sino porque la industria editorial tenía su epicentro en ese continente. En materia de viajes, una de las obras más importantes de su acervo era De l’Allemagne de Anne-Louise Germaine Necker,66 también conocida como Madame de Staël. El libro es una rareza en el patrimonio bibliográfico de Santander, que no tenía otro título de autoría femenina, ni otro en el espectro romántico.67 Se trata, precisamente, de la obra que sienta las bases del romanticismo francés; en ella se exaltan las virtudes espirituales del pueblo alemán en contraste con el materialista ambiente cortesano galo. Sus críticas al régimen de Napoleón le valieron la confiscación de la primera edición de este libro y un largo exilio.
Dicho ejemplar y los que siguen reflejan el gusto espontáneo de Santander que, por no tratar de sus dominios ni de él mismo como gobernante, he supuesto que eran para el goce personal. En ese grupo se encuentra Voyage en Syrie et en Égypte, pendant les années 1783, 1784 & 178568 de Constantin-François Chassebœuf, también conocido como Volney. El suyo es un relato de viaje científico con tal nivel de rigor que fue usado como guía por Napoleón en su campaña por Egipto. Edward Said dice de él que “es un documento de una impersonalidad casi opresiva”,69 en consonancia con lo antes expuesto sobre la excesiva objetividad de la literatura de viajes de exploración. Volney mismo declaró su intención: “Me he cuidado de no caer en locuras de la imaginación, aunque no soy ajeno a su potencia sobre la generalidad de los lectores, soy de la opinión de que los viajes pertenecen al departamento de la historia, y no al de la novela”.70
A propósito de ficción, el único relato de viaje novelado en poder de Santander era Voyage du jeune Anacharsis en Grèce vers le milieu du quatrième siécle71 de Jean-Jacques Barthélemy, publicado en Europa con gran éxito en 1788 e introducido en el Nuevo Reino probablemente por José Celestino Mutis, quien poseía un ejemplar. Algunos seguidores del científico gaditano gestionaron la adquisición de sus propios volúmenes,72 trascendiendo el interés hasta los jóvenes próceres de la independencia que buscaban construir sus referentes ideológicos en el espíritu de la cultura clásica73 —por supuesto también hacía parte de la biblioteca de Bolívar—.74 El libro narra el viaje imaginario de Anacarsis a Grecia en el año 636 a. C., trama utilizada por el autor para evocar la civilización helénica, favorita del público francés del siglo XIX. No es raro que fuera el único relato de viaje no referencial en su haber: según se desprende del inventario de su biblioteca, Santander no era muy afecto a la literatura fantástica, prefiriendo títulos de obligada consulta a un jefe de gobierno: “Mucha atención y gran curiosidad en la lectura de ciencias políticas y de historia, es decir, de lo que directa o indirectamente se relaciona con el manejo del Estado, y tan solo con eso”,75 lo que viene a reforzar la apreciación de que era un hombre más pragmático que lírico.76
Especie aparte son las guías que hoy llamaríamos turísticas,77 de las que Santander tenía una colección nutrida y cuyo uso menciona en el Diario a su paso por Italia e Inglaterra. Se trata de una literatura menor, probablemente adquirida a lo largo del viaje, difícil de identificar por lo anodino del género.78 Los únicos ejemplares individualizados son: Beautés de l’histoire de Paris (1820) de Pierre-Jean-Baptiste Nougaret; Beautés de l’histoire de la Hollande et des Pays-Bas (1823) de François M. Marchant de Beaumont; y A picturesque tour along the Rhine, from Mentz to Cologne: with illustrations of the scenes of remarkable events, and of popular traditions (1820) de Johann Isaac Gerning.79
Otra tipología conexa al relato de viaje era el “arte de viajar” o ars apodemica. El término hace referencia a una serie de textos preceptivos que reglamentan la práctica del viaje.80 El primer instructivo del viaje letrado es “Of travel” de Francis Bacon. Originalmente publicado en 1597 como parte de Essays civil and moral, no es improbable que se hubiera conocido en la Colombia del siglo XIX, dado que constan otros títulos del mismo autor en los antiguos catálogos de la Biblioteca Nacional. Lo que ciertamente circuló, y tempranamente, fue el Emilio o de la educación de Jean-Jacques Rousseau, a pesar de que había sido objeto de censura por parte de la Inquisición.81 Se trata de una obra de carácter formativo tras la historia ficcionada del joven Emilio y su tutor. La última parte del libro V que lleva por nombre “De los viajes” trata del bildungsreise, o el viaje educativo y útil, que culmina la preparación del discípulo antes de su emancipación de la casa familiar. El Emilio está en la base de la formación de Bolívar, que fue educado en sus principios de la mano de Simón Rodríguez, maestro de primeras letras del Libertador. Por influencia de Bolívar, o simplemente porque para los independentistas Rousseau era una referencia ideológica fundamental, Santander también tenía un ejemplar del Emilio entre sus libros.82 La impronta de “De los viajes” en el viaje de Santander no parece tan clara como en el viaje de Francisco de Miranda, según mostró Joselyn M. Almeida,83 o incluso como lo fue en el segundo viaje de Bolívar a Europa.84 Para comenzar, Santander no era un joven noble en etapa de instrucción y su viaje no era ni siquiera voluntario. Sin embargo, algo hay en sus preocupaciones que recuerda las palabras que tuvo Rousseau para el viajero típico español, quien, a diferencia de la futilidad de ingleses, franceses y alemanes, “estudia en silencio el gobierno, las costumbres, la policía, y es el único de los cuatro que de regreso a casa saca de lo que ha visto alguna observación útil para su país”.85
Queda claro hasta aquí que Santander era un consumidor de literatura de viajes; que su incursión en el género estuvo precedida por la lectura de viajeros extranjeros cuya forma de aproximación a la realidad era más ilustrada que romántica; que probablemente la influencia de esas lecturas marcó el tono concreto de su propia narrativa; que era consciente de la capacidad del relato de viaje de poner a circular una visión del mundo que podía ser favorable o no a sus intereses; y que, sabedor de ese poder, cuidó la forma en que sería representado tanto en los relatos ajenos como en el suyo propio, es decir, como viajado y viajero.86
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En conclusión, el modelo de escritura que inspira a Santander puede rastrearse en varias fuentes. Si bien no se puede hablar de un piloto que guía su discurso, lo que sí hay son varios paradigmas que ejercen influencia sobre su forma de narrar. El primero y de mayor arraigo viene de la tradición hispánica y se expresa en la capacidad de Santander para inventariar lo visible en toda su complejidad, pero con el discernimiento de quien sabe distinguir lo útil de lo innecesario. Es un tipo de inteligencia “inoculada” por el sistema administrativo español después de varios siglos de práctica burocrática y que debió desarrollar Santander a lo largo de su entrenamiento como aspirante a funcionario colonial. El segundo fue un fenómeno de su tiempo, un movimiento de personas que imbuidas del espíritu de la Ilustración encontraron en los informes de los exploradores europeos una lección sobre cómo hacer del viaje espacio de conocimiento. Impregnados de esa atmósfera cientificista, los iluminados criollos popularizaron un tipo de lenguaje neutro que reñía con la expresión afectada de la subjetividad. Sin ser un “sabio”, es posible que Santander hubiera encontrado en la literatura naturalista el tono exacto para contar su viaje sin revelar su intimidad. Y, finalmente, el último ascendiente es electivo en la medida en que deriva del criterio caprichoso de quien forma una colección. La serie viática de la biblioteca personal de Santander es representativa de ese momento de la historia en el que aventureros extranjeros se lanzaron al encuentro de mundos que, aunque ya habían sido descubiertos, estaban a la espera de revelar su potencial mercantil. Pese a que en la época circulaban relatos de viaje románticos, la preferencia de Santander por los viajes de exploración refleja la inclinación del autor del Diario por las empresas productivas, incluso si el viaje a Europa le reportó más réditos personales que materiales. El canon de la literatura de exploración planea sobre el viaje de Santander, pero también la pregunta por lo que reporta utilidad de los protocolos administrativos españoles y el lenguaje objetivo de las ciencias naturales. Bajo ese techo de referencias no es raro que Santander hiciera de su viaje un catálogo de cosas, personas y lugares, sin mayor espacio de introspección.
Una vez delineado el marco discursivo en el que se inscribe el Diario, lo que sigue es el análisis del hecho que lo determina: el viaje, desde la expulsión de Colombia hasta el regreso triunfante cargado de ideas, hábitos, bienes y relaciones.
Notas
1 Carlos Alberto González, Homo viator, Homo scribens. Cultura gráfica, información y gobierno en la expansión atlántica (siglos XV-XVII) (Madrid: Marcial Pons Historia, 2007), 128.
2 Joaquín Francisco Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres de Mendoza (dirs.), “Ordenanzas sobre descubrimiento nuevo y población (13 de julio de 1563)”, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados, en su mayor parte del Real Archivo de Indias. T. VIII (Madrid: Imprenta de Frías y Compañía, 1867), 493.
3 A Felipe II se debe la orden de diligenciar los cuestionarios del periodo 1579-1585 en América y la España peninsular.
4 Elena Altuna, El discurso colonialista de los caminantes, siglos XVII-XVIII (Berkeley: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar/Latinoamericana, 2002), 50, 223.
5 Sebastián Díaz Ángel, Santiago Muñoz Arbeláez y Mauricio Nieto Olarte, “¿Cómo se hace un mapa? El caso del Atlas de José Manuel Restrepo”, en Ensamblando heteroglosías, editado por Olga Restrepo Forero. V. 2 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013), 304, nota de pie de página n.° 13.
6 Gaceta de Colombia, n.° 112 (7 de diciembre de 1823): [s.p.].
7 José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y poblacion de la provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas (París: Librería Castellana, 1849), 194-228; Joaquín Camacho, “Relacion territorial de la provincia de Pamplona”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas (París: Librería Castellana, 1849), 229-242; José María Salazar, “Memoria descriptiva del pais de Santa Fé de Bogotá”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas, 384-410 (París: Librería Castellana, 1849).
8 Hans-Joachim König, En el camino hacia la nación, nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750-1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994), 92.
9 Francisco de Paula Santander, Diario del General Francisco de Paula Santander en Europa y los EE. UU. 1829-1832 (Bogotá: Banco de la República, 1963), 346.
10 Francisco de Solano (ed.), “Formación de noticias geográficas, demográficas, económicas, mineras, así como de la flora y fauna del Nuevo Reino de Granada”, en Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias, siglos XVI/XIX (Madrid: CSIC, 1988).
11 Víctor Manuel Patiño (recopilación, selección, proemio, notas y edición), Relaciones geográficas de la Nueva Granada (siglos XVI a XIX) (Cali: Imprenta Departamental, 1983), 513.
12 Juan Cristóbal Calvete de Estrella, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe Don Felipe (Amberes: Martin Nucio, 1552).
13 Ana María Sierra, “La corografía en las relaciones de entradas, El felicísimo viaje de Juan Cristóbal Calvete de Estrella”, en Del libro de emblemas a la ciudad simbólica, editado por Víctor Mínguez. V. 2 (Castelló de la Plana: Publicacions de la Universitat Jaume, 2000), 723.
14 Francisco de Paula Santander, “Escrito sobre los sucesos políticos de Colombia desde 1826 hasta 1830”, en Santander en sus escritos, compilado por Manuel José Forero (Bogotá: Editorial Kelly, 1944), 226.
15 Victoria Pineda, “La retórica epidíctica de Menandro y los cuestionarios para las Relaciones Geográficas de Indias”, Rhetorica: A Journal of the History of Rhetoric 18, n.° 2 (2000): 147-173.
16 Horacio Rodríguez Plata, “Carta de Francisco de Paula Santander a Francisco Soto, Roma, 12/12/1830”, en Santander en el exilio. Proceso, prisión, destierro 1828-1832 (Bogotá: Editorial Kelly, 1976), 466.
17 Santander, Diario, p. 138. Muy seguramente Santander aportó información para la redacción del apartado “Repubblica di Colombia” en el libro de Adriano Balbi, pese a que el autor no le da ningún crédito. Adriano Balbi, Compendio di geografia compilato su di un nuovo piano conforme agli ultimi trattati di pace e alle piu’recenti scoperte da Adriano Balbi (Livorno: Stamperia Masi, 1833), 906-918.
18 “Coup d’œil sur les listes des membres de la societé”, en Bulletin de la Société Française de Statistique Universelle. T. 2 (París: Imprimerie de Goetschy fils et companie, 1831), 102.
19 Hernán Otero, Estadística y nación (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2006), 72.
20 Francisco de Solano, “Significación y tipología de los cuestionarios de Indias”, en Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias, editado por Francisco de Solano (Madrid: CSIC, 1988), xxvii.
21 D. J. Herrera Dávila y D. A. Alvear, Lecciones de estadística (Sevilla: Imprenta de D. Mariano Caro, 1829), 17.
22 Horacio Rodríguez Plata, “Carta de Francisco de Paula Santander a Francisco Soto, Londres, 28/6/1830”, en Santander en el exilio. Proceso, prisión, destierro 1828-1832 (Bogotá: Editorial Kelly, 1976), 411.
23 Ciencia del gobierno de Gaspard de Réal de Curban, a pesar de que el catalogador registró el autor erradamente como Antonio del Real. Luis Horacio López Domínguez, Eduardo Ruiz Martínez y Ricardo Ladino Rodríguez, Santander y los libros. T. II (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1993), 113.
24 Mario Germán Romero, “Santander en el destierro, un viajero con los ojos abiertos”, en Santander en Europa, Francisco de Paula Santander. T. I (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1989), xxiv.
25 David Viñas, “El viaje a Europa”, en De Sarmiento a Cortázar. Literatura y realidad política (Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1971), 156-158.
26 Mauricio Nieto Olarte, Orden natural y orden social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008), 257.
27 José Manuel Restrepo citado en Nieto Olarte, Orden natural y orden social, 258.
28 Nótese, sin embargo, que no toda la literatura de viajes gozó del mismo prestigio; tal como señala Fredy A. Montoya López, entre los relatos “verdaderos” se filtraron relatos ficticios que minaron la credibilidad del género. Fredy A. Montoya López, “Controversias epistemológicas en torno a los viajeros del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”, Revista Telar, n.° 11-12 (2013-2014).
29 Cristóbal Pera, “De viajeros y turistas: reflexiones sobre el turismo en la literatura hispanoamericana”, Revista Iberoamericana 64, n.° 184-185 (julio-diciembre, 1998): 508.
30 Ángela Pérez Mejía, La geografía de los tiempos difíciles: escritura de viajes a Suramérica durante los procesos de independencia: 1780-1849 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2002), XV.
31 El explorador, en el sentido dado por el Dictionnaire de l’Académie Française de 1718, del que va o se envía a un país para conocer su extensión, situación, etc. Marie Noelle Bourguet, “El explorador”, en El hombre de la Ilustración, editado por Michel Vovelle (Madrid: Alianza Editorial, 1995 [1992]).
32 Sobre el cambio epistemológico que se produjo a finales del siglo XVIII con la eclosión del ideario científico naturalista, véase: Michel Foucault, “Clasificar”, en Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1968 [1966]), 126-163.
33 Santiago Castro-Gómez, La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada, 1750-1816 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2010), 288.
34 Para hacerse una idea de la literatura de viajes que circuló en la época, véase el Fondo Mutis de la Biblioteca Nacional de Colombia, entre cuyos títulos están: Voyage du jeune Anacharsis en Grèce: dans le milieu du quatrième siècle avant l’ere vulgaire (1789) de Jean-Jacques Barthélemy; Voyage fait par ordre du Roi en 1771 et 1772 en diverses parties de l’Europe, de l’Afrique et de l’Amérique: pour vérifier l’utilité de plusieurs méthodes et instruments, servant à déterminer la latitude et la longitude, du vaisseau que des cotes, îles et écueils qu’on reconnaît (1778) de Jean Rene Antoin Verdun de la Crenne; Voyage fait par ordre du Roi en 1768 et 1769, à différentes parties du monde pour éprouver en mer les horloges marines inventées par M. Ferdinand Berthoud (1773) de Charles Pierre Claret Fleurien; Voyage à la mer du Sud fait par quelques officiers commandants le vaisseau le Wager: pour servir de suite au voyage de Georges Anson (1756) de Jean Paul du Gua de Malves (trad.); Journal du voyage fait par ordre du Roi à l’Equateur servant d’ introduction historique à la mesure des trois premiers degrés du méridien (1751) de Charles-Marie de La Condamine; Nouveau voyage autour du monde (1731) de Le Gentil La Barbinais; Relation d’un voyage du Levant fait par ordre du Roi (1717) de Joseph Pitton de Tournefort; A voyage to the islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christopher and Jamaica with the Natural History of the Herbs and Trees (1707-1725) de Sir Hans Sloane. Ciertamente Santander estaba al tanto del contenido de esta colección, pues fue por orden suya que en 1822 se anexó a la biblioteca de la ciudad, además de que fue allí donde, estando preso por la Conspiración Septembrina, levantó el famoso inventario de 14 874 libros. Nora Cañón Vega, “El catálogo de la biblioteca de don José Celestino Mutis”, Senderos 5, n.° 25-26 (1993): 638. Otra ventana al mundo de los libros de viaje la ofrece la biblioteca de Antonio Nariño. Según el inventario de embargo de bienes que le practicó el oidor Mosquera dentro del proceso judicial a raíz de la impresión de los Derechos del Hombre, Nariño tenía diecinueve obras de la temática “Viajes” (de las que solo fue posible identificar doce), en un universo de setecientos títulos. Eran estas: Historia general de viajes de Prèvost d’Exiles; Relación del viaje, que por orden de Su Majestad y acuerdo del Real Consejo de Indias, hicieron los capitanes Bartolomé García del Nodal y Gonzalo del Nodal de Gonzalo del Nodal y Bartolomé García; Relación histórica del viaje a la América Meridional… de Jorge Juan de Santacilia y Antonio Ulloa; Viaggio à Constantinopoli dell’Illustriss & Eccellent. Sig. Goi.: Batista Bonado de Benetti; Viaje de Ambrosio Morales por orden de S.M Phelipe II a los Reynos de León y Galicia y Principado de Asturias de Ambrosio Morales; Viaje de la razón por Europa de Domenico Caracciolo; Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella de Antonio Ponz; Viaje fuera de España de Antonio Ponz; Viajes de Enrique Wanton al país de las tierras incógnitas australes de Enrique Wanton; Voyage du monde de M. Descartes de Gabriel Daniel; Voyage towards the South Pole and round the world de James Cock; Voyages entrepris par ordre de Sa Majesté Britannique, et successivement exécutés par le Commodore Byron… de John Byron. Eduardo Ruiz Martínez, La librería de Nariño y los Derechos del Hombre (Bogotá: Planeta, 1990): 427, 436, 440-441. La biblioteca de Juan José D’elhuyar tenía cinco libros de viaje: Viaje al Ecuador de Charles-Marie de La Condamine; Viaje de Juan de la Encina; Viaje a la América de Jorge Juan Ulloa; Viaje alrededor del mundo; y Viajes de España. “La biblioteca de Juan José D’elhuyar”, Bolívar X, n.° 47 (septiembre, 1957). La biblioteca de José Acevedo y Gómez tenía dos libros de viaje: Viaje universal y Viajes de Ciro. “Biblioteca de José Acevedo y Gómez”, Bolívar XI, n.° 50 (marzo-mayo, 1958). La biblioteca de Camilo Torres tenía solamente Voyage du jeune Anacharsis en Grèce de Jean-Jacques Barthélemy. “La biblioteca de don Camilo Torres”, Bolívar, n.° 46 (agosto, 1957).
35 Jaime Labastida, “Humboldt: su concepto de mundo”, en Alejandro de Humboldt: una nueva visión del mundo en conmemoración al bicentenario de la llegada de Humboldt a México, editado por Frank Hall (México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2003), 44.
36 Salvo cuando sea necesaria la precisión, usaré los términos genéricos Colombia y colombianos para referirme al país y sus nacionales. Téngase presente, sin embargo, que desde 1739 hasta 1821, con el paréntesis de la Primera República, el territorio de lo que hoy se conoce como Colombia hizo parte del Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Entre 1810 y 1816 se denominó República de Nueva Granada, y a partir de la Independencia y hasta 1831 la historiografía le dio el nombre de Gran Colombia a la Primera República de Colombia, lo que en la época se conocía simplemente como Colombia. Una vez separada la unión con Venezuela y Ecuador, la actual Colombia —descontando Panamá y los territorios al sur del Amazonas— retomó el título de República de Nueva Granada. Así fue hasta 1858, cuando cambió su designación por Confederación Granadina después de la adopción en 1853 de ese sistema político. En 1863 mudó nuevamente a Estados Unidos de Colombia y así se mantuvo hasta la Constitución de 1886, cuando recibió su nombre contemporáneo. Soledad Acosta, Catecismo de la historia de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1905), 3-4.
37 La devoción pronto se convirtió en desengaño cuando Humboldt prefirió al quiteño Carlos de Montufar, en vez de a Caldas, como acompañante en su excursión al Perú.
38 “Para no ocultar nada a un amigo que merece toda mi confianza, estoy dando a mis trabajos la forma de viaje, con este título: Viajes de Caldas hechos en diferentes tiempos, no aseguro a usted que no varíe aún éste; pero por ahora lo conservo.” Francisco José de Caldas, “Carta de Francisco José de Caldas a Santiago Pérez de Arroyo, Popayán, 20/3/1801”, en Cartas de Caldas (Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1978), 61. Según Gabriel Giraldo, Caldas es el precursor de la literatura de viajes en Colombia. Gabriel Giraldo Jaramillo, Bibliografía colombiana de viajes (Bogotá: Editorial ABC, 1957), 22. El balance final de su obra apodémica es de cinco relatos, los cuales son: Viaje al corazón de Barnuevo, viaje al sur de Quito, viaje de Paute y Cuenca; Viaje al norte de Santafé de Bogotá; Viaje de Quito a las costas del Océano Pacifico por Malbucho, hecho en julio y agosto de 1803; Viaje de Quito a Popayán; Relación de un viaje hecho a Cotacache, la Villa, Imbabura, Cayambe, etc. comenzando el 23 de julio de 1802.
39 Caldas, “Carta de Francisco José de Caldas a Santiago Pérez de Arroyo, Popayán, 20/3/1801”, 62.
40 Santander, Diario, 43.
41 Sylvain Venayre, “Escribir el viaje de Montaigne a Le Clézio”, Secuencia, n.° 102 (septiembrediciembre, 2018): 14.
42 Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación (Bogotá/Medellín: Banco de la República/Eafit, 2002), 248.
43 Francisco José de Caldas (dir.), Semanario de la Nueva Granada. Miscelánea de Ciencias, Literatura, Artes é Industria (París: Lasserre Editor, 1849), 167.
44 Ibíd., 166, 168.
45 Es el caso de: Antonio Nariño, rival de Santander en el plano político y militar; Francisco José de Caldas, aliado de Santander en la insurrección de Tunja contra Antonio Nariño; Camilo Torres, presidente de las Provincias Unidas de Nueva Granada y aliado de Santander en la causa federalista; José Joaquín Camacho, nombrado subteniente de Infantería con destino al Ejército del Sur por Santander cuando este ejercía la vicepresidencia del departamento de Cundinamarca. Y en el ámbito personal: Nicolás de Omaña, tío mentor de Santander y rector del Colegio San Bartolomé; Frutos Joaquín Gutiérrez, pariente lejano de Santander y profesor suyo en la misma institución educativa; José Manuel Restrepo, amigo íntimo, condiscípulo y secretario de Interior durante la vicepresidencia en ejercicio del poder ejecutivo de Santander; Jerónimo Torres, colaborador de Santander en La Gazeta y contertulio suyo durante el viaje a Europa.
46 Salvo cuando se indique otro autor, las figuras y anexos son elaboración propia.
47 Hasta el viaje a Europa los movimientos de Santander fueron internos, dentro de los límites de la Primera República de Colombia.
48 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 202. La primera edición fue publicada en París en 1811 con el título Essai politique sur la royaume de la Nouvelle-Espagne. Santander poseía la edición en español, no está claro si se trata de la primera, publicada también en París en 1825.
49 Ibíd., 148. La primera edición fue publicada en París en 1807 con el título Voyage aux régions équinoxiales du nouveau continent, fait en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 y 1804 / par Al. de Humboldt y A. Bonpland; rédigé par Alexandre de Humboldt avec un atlas géographique et physique. Santander poseía la edición en español, no está claro si se trata de la primera, publicada también en París en 1826.
50 Llegada a Nueva York de Santander y Zavala, Archivo General de Indias, Estado, 95, n.° 66.
51 Gustavo Velázquez, Lorenzo de Zavala: desertor de México. V. 2 (Toluca: Imprenta Imperial, 1968), 174.
52 Santander, Diario, 322.
53 Lorenzo de Zavala, Viajes a los Estados-Unidos de Norte América (Mérida de Yucatán: Imprenta del Castillo y Compañía, 1846 [1834]), 350.
54 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 123. Es probable que Santander poseyera la primera edición, publicada en París en 1834.
55 De autoría de Zavala, Santander también tenía Ensayo histórico de las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830 (1831), donde aparece mencionado al lado de Bolívar y de José de San Martín. Ibíd., 190.
56 Así le decía a Rufino Cuervo: “En cuanto a mí, ya usted considerará que los aplausos de los diarios franceses me indemnizan de las diatribas de La Lira”, en referencia a la oposición que le hacía el periódico La Lira de Caracas y que él no dudó en replicar en la Gaceta de Colombia, de forma anónima como era su costumbre. Ernesto Restrepo Tirado (dir.), “Carta de Francisco de Paula Santander a Rufino Cuervo, Bogotá, 21/7/1827”, en Archivo Santander. V. XVII (Bogotá: Águila Negra Editorial, 1920), 135; “Respuesta a La Lira de Caracas”, Gaceta de Colombia, n.° 288 (22 de abril de 1827): [s.p.].
57 Leonardo Romero Tobar, “La reescritura en los libros de viaje: las cartas de Rusia de Juan Valera”, en Los libros de viaje: realidad vivida y género literario, coordinado por Leonardo Romero Tobar y Patricia Almarcegui (Madrid: Akal, 2005), 132.
58 Francisco de Paula Santander, “Escrito sobre el juicio de conspiración del 25 de septiembre contra Bolívar”, en Santander en sus escritos, compilado por Manuel José Forero (Bogotá: Editorial Kelly, 1944), 172, nota de pie de página n.° 6. En Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada insiste en el inventario de viajeros que lo elogiaron: “Mollien, viajero francés, en su obra publicada en 1834 [1824] habla así: Las tropas que reunió Santander en Casanare contribuyeron poderosamente al triunfo obtenido en Boyacá. Su notoria firmeza le valió la Vicepresidencia de la República, en cuyo destino ha desplegado talentos, y un mérito poco común. [/] El viajero inglés Stuart Cochrane, en su obra publicada en Londres en 1835, dice en la página 9 del segundo volumen: Santander fue nombrado Vicepresidente de Cundinamarca en 1820, y después en 1821 Vicepresidente de Colombia, y en ambos destinos ha comprobado altamente por sus talentos y conducta, que los merecía en efecto: a sus inimitables esfuerzos en dar a Bolívar todo género de recursos en las más difíciles circunstancias deben atribuirse principalmente los gloriosos sucesos de Carabobo y Pichincha, el primero dio libertad a Venezuela, y el segundo a Quito. [/] El Coronel Hamilton enviado por el Gobierno inglés a Bogotá ha escrito y publicado su viaje, y habla en él del General Santander con mucho honor. Lo mismo el Coronel Hall”. Y remata con falsa modestia: “Perdóneseme el haberme visto obligado a citar estos hechos”. Francisco de Paula Santander, “Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada”, en Archivo Santander, dirigido por Ernesto Restrepo Tirado. V. I (Bogotá: Águila Negra Editorial, 1920), 26, nota de pie de página n.° 1.
59 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 54. Otros viajeros que dejaron constancia en sus relatos de su paso por el país y alguna noticia de Santander antes del exilio son: A visit to Colombia: in the years 1822 & 1823, by Laguayra and Caracas, over the Cordillera to Bogota, and thence by the Magdalena to Cartagena (1826) de William Duane; y Notes on Colombia taken in the years 1822-23 with an itinerary of the route from Caracas to Bogotá; and an appendix by an officer of the United States’ Army (1827) de Richard Bache.
60 Jean-Baptiste Boussingault, Memorias. T. 2 (Bogotá: Banco de la República, 1994 [1892]), 30.
61 Simón Rodríguez, “Carta de Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander, Arequipa, 20 de mayo de 1825”, en Cartas (Caracas: Ediciones Rectorado, 2001), 114.
62 John Potter Hamilton, Travels through the interior provinces of Columbia. V. I (Londres: John Murray, 1827), 131 [traducción de la autora, en adelante T.A.].
63 Durante su viaje Santander no actuó como agente diplomático oficial, sino que desempeñó lo que Germán Arciniegas llamó una “representación moral”: “Debo confesar con orgullo que mi viaje por Europa ha hecho más efecto, que un libro, porque he procurado vindicar a Colombia de injustas imputaciones, he defendido la causa de la libertad por la cual he sido sacrificado, he presentado el país, y los hombres tales cuales son realmente, y he bosquejado la suma de felicidad a que puede aspirar y alcanzar bajo un gobierno liberal y nacional”. Rodríguez Plata, “Carta de Francisco de Paula Santander a Francisco Soto, Roma, 12/12/1830”, 466-467. Germán Arciniegas, Bolívar y Santander, vidas paralelas (Bogotá: Planeta, 1995), 182.
64 Santander, Diario, 78, 145.
65 Carl August Gosselman, Viaje por Colombia, 1825 y 1826 (Bogotá: Banco de la República, 1981 [1829]), 282.
66 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 184. La primera edición se imprimió en París en 1810, se desconoce cuál poseía Santander. Tampoco está claro si adquirió el libro antes del viaje pues no lo menciona en su Diario, a pesar de que da noticias de la autora y de su visita al lugar donde ella residió en Ginebra. Santander, Diario, 319.
67 Salvo, quizás, Lecciones sobre la retórica y las bellas letras de Hugo Blair, autor considerado prerromántico.
68 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 148. Santander poseía la edición en francés, no está claro si se trata de la primera, publicada en París en 1787. Tampoco se sabe si Santander lo leyó (o adquirió) antes del viaje, lo que sí consta es que tenía conocimiento del autor, pues relata haber encontrado un busto a su memoria en la Academia de Ciencias de París. Santander, Diario, 100.
69 Edward W. Said, Orientalismo (Madrid: Libertarias, 1990 [1978]), 109.
70 Volney citado en Jennifer Speake (ed.), Literature of travel and exploration. An enciclopedia. V. 1 (Londres/Nueva York: Routledge, 2013 [2003]), 1254 [T.A.].
71 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 161. Santander poseía la edición en francés, no está claro si se trata de la primera, publicada en París en 1788.
72 Al respecto escribe Jerónimo Torres a su hermano Camilo y José Nepomuceno Nieto a Joaquín Camacho. Silva, Los ilustrados, 267, 327. Francisco José de Caldas también dio muestras de conocer la publicación. Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Editorial Minerva, 1942), 77.
73 Ricardo del Molino García, Los héroes de los héroes. Grecia y Roma en la Primera República colombiana (1810-1816) (Bogotá: Museo de la Independencia, 2014), [s.p.].
74 Manuel Pérez Vila, La biblioteca del libertador (Caracas: [s.n.], 1960), 23.
75 Laureano García Ortiz, El carácter del General Santander (Bogotá: Editor Juan Casís, 1918), 12.
76 Excepción hecha de la música y el teatro, que fueron su gran pasión.
77 Las guías turísticas no se consideran relatos de viaje porque no narran viajes, son textos informativos que ofrecen sugerencias al lector para la realización de su propio viaje.
78 Son ellas: Viajes a la Gran Bretaña, Viaje a la África, Pintura original de Londres, El viajero de los Países Bajos y Viaje pintoresco sobre las costas de Francia. López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 123, 139, 210, 236.
79 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 238. Otros títulos que no fue posible identificar son: Cartas sobre Inglaterra; La Alemania; Viajes a la Gran Bretaña; Viaje a la África; Viaje pintoresco sobre las costas de Francia; Viaje pintoresco a las orillas del Ganges; El viajero de los Países Bajos; Itinerario de Roma y sus alrededores; Itinerario de Roma; Guía de Génova; Guía de la ciudad de Milán; Nueva guía para la ciudad de Cambridge; Noticia sobre la ciudad de Amiens; Prospecto de Liverpool; y finalmente las que parecen guías de museos: Nueva colección de la ciudad de Roma; Objetos más notables en Venecia; Galerías de Luxemburgo en París; Pintura original de Londres; Catálogo de la Galería Real de Dresde y Museo de Artillería.
80 Beatriz Colombi, “Viajes y desplazamientos en el fin de siglo” (tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2002), 37.
81 León Carbonero y Sol, Índice de los libros prohibidos por el Santo Oficio de la Inquisición Española desde su primer decreto hasta el último que espidió en 29 de mayo de 1819 y por los rdos. obispos españoles desde esta fecha hasta fin de diciembre de 1872 (Madrid: Imprenta de D. Antonio Perez Dubrull, 1873), 192.
82 López Domínguez, Ruiz Martínez y Ladino Rodríguez, Santander y los libros, 56.
83 Joselyn M. Almeida, “Cruzando la frontera con Rousseau: Emilio y el Viaje por los Estados Unidos, 1783-1784 de Francisco de Miranda”, América sin Nombre, n.° 18 (2013).
84 En 1805, Bolívar se reencuentra en París con el antiguo maestro Simón Rodríguez, en cuya compañía emprende un viaje a Italia, a pie, como dicta Rousseau en el Emilio, en medio de largas conversaciones que van moldeando su pensamiento político hasta pronunciar la famosa declaración del monte Sacro.
85 Jean-Jacques Rousseau, Emilio (Madrid: Alianza Editorial, 1990 [1762]), 615.
86 “Este extraño término ha sido acuñado sobre el modelo ‘empleador-empleado’, donde la primera palabra significa ‘el que emplea’ y la segunda el que ‘es empleado’. Así, el individuo ‘viajado’ es el receptor de los viajes del ‘viajero’.” Mary-Louise Pratt, Ojos imperiales, Literatura de viajes y transculturación (México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 2010 [1992]), 254.