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ОглавлениеLa frontera olvidada.
Poblamiento costero de Tabasco en cuatro momentos decisivos, 1518-2020
Miguel Ángel Díaz Perera
Candy Cristina de los Santos González
Para los ojos curiosos no es difícil advertir en el límite norte del estado de Tabasco un inmenso azul que aparece a la vista, un mar infinito visitado por orgullosos lugareños que degustan de playas, o pescadores que se adentran sin importar las enormes plataformas petroleras en las cercanías. Pocas veces se recala en los alcances internacionales de esas aguas, como parte de una cuenca oceánica que incluye litorales de tres países: México, Estados Unidos y Cuba, una plataforma continental con más de 3294 kilómetros de línea de costa (sin contar la insular) incluyendo el mar Caribe, el equivalente a un triple viaje en vehículo de Mérida (Yucatán) a la Ciudad de México. Esta cuenca oceánica tiene nombre conocido: golfo de México.
Modesta, esta playa tabasqueña es parte de los 1 964 375 km2 de superficie territorial (insular y continental) mexicana, de la cual corresponden 3 149 920 km2 a las zonas marítimas de jurisdicción nacional, y de estas 829 540 km2 al golfo de México y mar Caribe que comprenden el mar territorial (inegi, 2003; Lanza, 2004).1 Enorme paisaje donde concurren actividades humanas en cuya fortuna están enlazadas, donde se tejen dramas cotidianos, pasiones, dolores, alegrías y hasta amores que se atestan y vacían en una masa de aguas cálidas. Además, la importancia histórica es patente. Por ahí se rumora que fue donde cayó un enorme meteorito que condenó a la extinción masiva a los dinosaurios, por ahí mismo entraron los españoles sucesores de Cristóbal Colón, y ahí anduvieron también verdaderos piratas del Caribe. Son las mismas aguas que hoy parecen estar en competición entre la industria petrolera, barcos mercantes y pescadores ribereños.
No todo es mar, pero sí agua. Desde los cayos de Florida hasta la península de Yucatán, varias cuencas descargan en el golfo de México, puerta de numerosas vetas donde se advierten al sur las tierras bajas de Tabasco caracterizadas por dos enormes brazos, las cuencas Grijalva y Usumacinta que juntas tienen un escurrimiento natural medio superficial de 115 536 millones de m3 por año, en un área de 83 553 km2 y una longitud de 1521 km (Conagua, 2011), por ahí brota el equivalente a cincuenta veces el requerimiento de agua potable diaria en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (Semarnat y Conagua, 2014), es decir, por estas dos riadas circulan más del 30% del total de los recursos hídricos de México. Además, la planicie tabasqueña coge una de las mayores precipitaciones pluviales del país, excediendo los 5000 mm anuales en puntos de la zona límite con Chiapas (Sernapam, 2011), sin contar que ambas cuencas son transfronterizas pues nacen en Guatemala y surcan México antes de alcanzar el añil del mar, el antes mencionado golfo de México.
La historia en estos más de 3294 km tiene honda huella. Sin embargo, para los ojos del orgulloso lugareño o el pescador poco importan los alcances oceánicos del golfo de México al percibirse lejano. Estas personas dan énfasis a lo visto, vivido, al espacio calificado por la experiencia. El lugareño o el pescador se preocupan por lo inmediato, por lo próximo; no obstante, esto expone una deuda intelectual. Si pudiéramos juntar los libros recientes —me refiero a la segunda mitad del siglo xx y a lo que va del xxi— sobre Tabasco, pareciera que la vida actual alrededor de las cuencas Usumacinta y Grijalva no tuviera conexión con el golfo de México. La costa pareciera no ser un escenario medular para entender la cambiante relación entre el delta y el mar. Aunque próxima, la ribera tabasqueña está borrada, olvidada. No es algo trivial, esta línea de costa estatal suma 195 km con tres municipios que colindan con playa: Cárdenas, Paraíso y Centla, y otros tres por muy poco como Jalpa de Méndez, Huimanguillo y Comalcalco; equivalen al total de la frontera norte de la entidad y donde abunda una mayoría de localidades rurales dispersas. Esta franja incluye nueve desembocaduras o barras, puertas entre el mar y la superficie continental (imagen 1).
Imagen 1. Desembocaduras de Tabasco
Fuente: Elaborado por Miguel Ángel Díaz Perera con información del INEGI y trabajo de campo reciente.
Por tal condición, este libro es una invitación a reflexionar lo próximo del mar, la relación entre Tabasco, la costa y el inmediato golfo de México. Tratará la aparición de los asentamientos humanos posteriores al siglo xvi, desde el río Tonalá en los límites con Veracruz hasta San Pedro en los confines con Campeche, en una zona de influencia tierra adentro de diez kilómetros, donde para el año 2010 existían 217 localidades de las cuales según el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi), el 93.7% habitaba en localidades de menos de 2500 habitantes y residían un total de 177 191 personas, de las cuáles poco más de la mitad (88 690) vivía en solo doce localidades (Díaz Perera, 2017; inegi, 2010).2
Esta zona de influencia tierra adentro de diez km fue una delimitación basada en criterios múltiples y con fines puramente didácticos a partir de un búfer realizado en Sistemas de Información Geográfica (sig). El concepto de zona de influencia en este libro es similar al concepto de zona costera que se define como “la franja en la cual el medio marino y el terrestre adyacente se constituyen en un sistema cuyos elementos interactúan entre sí”, aunque “aún no se tiene una definición universalmente aceptada”, si bien en general el concepto de zona costera enfatiza procesos geomorfológicos o marinos que se encuentran “directamente bajo la influencia de los procesos hidrodinámicos marinos o lagunares” o criterios político-administrativos, como dictó el Programa de Manejo Integral de la Zona Costera (Semarnat), a partir de la inclusión de “todos los municipios con frente de costa y hacia mar adentro hasta las 12 millas de Mar Territorial” (Silva-Casarín et al., 2011, pp. 3-34). De hecho, existen diversas definiciones de zona costera sin un claro consenso (Abogado Ríos y Méndez Alves, 2003; Baztan et al., 2015; Lavalle, Rocha Gomes, Baranzelli y Batista e Silvia, 2011; Monzón Bruguera, 2009), en este sentido, el ejercicio en esta obra fue pragmático.
La delimitación de acuerdo con municipios o hasta las 12 millas (19.31 km) no resultó operativa, Cárdenas, por ejemplo, en su mayor anchura se extiende por casi 50 km colindando con Chiapas, y Huimanguillo, aunque no toca la costa (queda a 2 km de la playa), implica lo vasto del estado, pues la distancia entre el mar y Chiapas, en lo más angosto de Tabasco, es de 50 km; de hecho, entre la costa y Villahermosa, la capital de Tabasco, hay aproximadamente 45 km. De haber tomado el criterio arriba señalado, la zona costera hubiera abarcado todo Tabasco que tiene también una sierra que comparte con Chiapas. Asimismo, coexiste un conjunto de lagunas costeras (El Carmen, Pajonal, La Machona, La Redonda, Mecoacán, entre otras), con una extensión de hasta siete kilómetros al interior, paralelas a la línea de costa. Por lo tanto, la franja no podía ser menor a siete kilómetros ni mayor de cincuenta. Con el ánimo de no perder la posibilidad de mostrar sinergias terrestres, ribereñas y marítimas donde estas lagunas, ríos y arroyos son decisivas, se observó que existía una serie de polígonos asociados a una política de reparto y gobernanza sobre la tierra por parte del Estado mexicano: los ejidos; estos polígonos no excedían en promedio más de diez kilómetros, por lo tanto, se eligió este criterio y se construyó un búfer en sig como un gran polígono que operó de modo similar a una zona costera y posibilitó comparativos sincrónicos y diacrónicos donde los marcos geoestadísticos del inegi, los polígonos ejidales del Registro Agrario Nacional (ran), así como aerofotos históricas georreferenciadas y mapas del siglo xix, pudieron ser observadas bajo un marco de análisis común.
Por consiguiente, el propósito fue visibilizar la dinámica de estas poblaciones costeras, exhibir cómo esta región no puede entenderse sin el complejo cruce de tres entornos: el mar, los ríos y el suelo. El resultado no tiene el arresto de asumirse como una obra irrevocable, sino es un esfuerzo de síntesis, un atrevimiento de resumir en poco más de un ciento de páginas más de quinientos años de historia a través de cuatro momentos claves, relámpagos que pretenden sintetizar una trayectoria dadora de sentido y lógica al presente. No se ambiciona proponer nuevas líneas de investigación o interrogantes, sino acercar y persuadir sobre el tema al público no especializado: estudiantes, profesores, amas de casa, mecánicos, choferes, comerciantes, y, ¿por qué no?, también a funcionarios y académicos de altos vuelos. Se pretende demostrar que esta tríada —el mar, los ríos y el suelo— representa en Tabasco una asociación inevitable, y en la costa una frontera natural también traducida en una frontera vivida. En suma, y parafraseando al cantante tropical Carlos Argentino, “En el mar la vida es más sabrosa/en el mar te quiero mucho más/con el sol, la luna y las estrellas/en el mar (quizá no) todo es felicidad…” .
1 Asimismo, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) tiene disponibles estos datos (y otros) sobre mares mexicanos en el portal http://www.biodiversidad.gob.mx/pais/mares/
2 Como se verá más adelante, en 2020 se sumaron 21 de las que 19 fueron reactivaciones de localidades que para 2010 tenían 0 pobladores. Aunque ya se conocen los resultados del censo de 2020, se tendrá que esperar los análisis de validación y certidumbre asociados a la experiencia de académicos durante los próximos años, dados los obstáculos enfrentados por el confinamiento obligado por la pandemia de covid 19.