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ATRACCIÓN FATAL

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El ARN del virus RE-VI está envuelto por un único tipo de proteína, que para simplificar llamaremos «Llave». Esta proteína encaja a la perfección con las que tienen insertadas, a modo de antena, los hepatocitos de los gorilas: a estas proteínas las llamaremos «Cerradura». Zero no estaba infectado por la mañana, pero después de comer ha estado jugando con otros jóvenes gorilas y se ha herido accidentalmente mientras se peleaban por un palo. Durante la disputa su sangre ha entrado en contacto con la de otro gorila, y apenas una gota ha pasado a su cuerpo. En ella viajaban, a unos templados 37ºC, partículas del virus RE-VI, cuya proteína externa («Llave») ha ido topándose progresivamente con las células de la sangre de Zero.

A través del flujo sanguíneo, los viriones del RE-VI se han ido encontrando con los millones de células que se agrupan para formar los distintos tejidos y órganos, impactando contra sus membranas como coches de choque. Así podrían haberse mantenido, circulando hasta ser eliminados por los servicios de limpieza del cuerpo, si no hubieran hallado su media naranja en los hepatocitos de Zero. La proteína externa («Llave») del virus encaja, como la pieza correcta de un puzle, con la proteína externa de la membrana de los hepatocitos («Cerradura»). Al unirse, cada «Llave» activa una «Cerradura» que invita a la pequeña partícula vírica dentro de la inmensa célula. La misión habitual de la proteína «Cerradura» en los hepatocitos de Zero es introducir en la célula hormonas que comunican mensajes procedentes de otras células del cuerpo. Pero la proteína «Cerradura» no sabe distinguir entre una hormona y un virus, es una molécula que reacciona ante ciertos estímulos químicos. El azar ha querido que la proteína «Llave» del virus se parezca extremadamente a la fracción de la hormona de gorila que habitualmente reconoce la «Cerradura». Parece una casualidad improbable, pero en realidad es la simple consecuencia de que todo lo que se fabrica en la vida se haga con una variedad limitada de piezas2.

Una vez entran en la célula, las partículas virales retiran su coraza de proteína «Llave» liberando el ARN que llevaban dentro, cual caballo de Troya. En ese momento hay un material genético nuevo y forastero en el interior de la célula infectada. Sin embargo, el ARN del virus es químicamente indistinguible del propio y la célula acata su mensaje con total naturalidad, conoce su código a la perfección, por lo que entiende lo que lleva escrito. La célula hospedadora acaba de ser hackeada y el ARN vírico se dispone a explotarla para generar miles de nuevos viriones. No contentos con explotar la maquinaria de la célula hasta agotarla, muchos tipos de virus, después de ensamblar sus nuevas copias en la cadena de montaje de la célula hospedadora, la revientan al emerger. Destruyen esa compleja y maravillosa unidad de orden, saqueándola como si unos vándalos entrasen en un magnífico museo y lo arrasasen.

Cada partícula vírica que accede a una célula puede generar miles de copias, tras lo cual la abandonará destruida y continuará en busca de su siguiente víctima, en un proceso de retroalimentación positiva descontrolada. Es como si el termostato de una casa subiese un grado la temperatura de la calefacción cuando detecta que la temperatura sube un grado, en una progresión que aumentaría hasta reventar la caldera. Cada vez que una proteína «Llave» de un nuevo virión encuentre otra proteína «Cerradura» alcanzará el interior de otro hepatocito y se repetirá el proceso. Por eso ahora Zero, cabizbajo, se siente apagado, dolorido y muy débil, su cuerpo se resiente porque sus hepatocitos no están trabajando, están siendo víctimas de una sádica batalla.

Afortunadamente para Zero, su sistema inmunológico ya conoce otros RE-VI. Su organismo tiene células de memoria inmunológica y/o anticuerpos. En definitiva, está dotado de moléculas con capacidad de localizar y unirse a proteínas intrusas, como las del virus, para indicar que deben ser destruidas. La función de algunos elementos específicos de las defensas consiste en detectar las moléculas ajenas como objeto a eliminar sin confundirlas con las propias, lo cual es un logro evolutivo impresionante.

Por resumir y simplificar hablaremos principalmente de anticuerpos (que serían el equivalente a los espías) y células de memoria (equiparables a soldados de guardia previamente entrenados), aunque el sistema inmunológico es uno de los elementos más complejos del cuerpo. Consta de muchas más moléculas y tipos de células que ejecutan distintas funciones de detección y defensa. De hecho, la magnitud del sistema inmunológico es tal, que el conjunto de células y proteínas de reconocimiento que lo forman pesa tanto como el cerebro.

En su afán por estar preparado para cualquier adversidad, el ADN fabrica a lo largo de la vida billones de anticuerpos de búsqueda y captura de agentes infecciosos, y lo hace combinando regiones de su secuencia específicas para ello (genes). Una vez producidos, los anticuerpos funcionan como espías, buscando infiltrados por el cuerpo. Sin embargo, estas singulares moléculas tienen dos debilidades: la primera es que en ocasiones fallan en su misión y consideran ajena una proteína propia o juzgan como amenazas proteínas inocuas, entonces se producen enfermedades autoinmunes o alergias, respectivamente. El segundo problema es que los anticuerpos deberían existir en una variedad suficiente para unirse de manera específica a cualquier posible proteína ajena, pero eso implicaría tener infinitas variantes de anticuerpos, y algo infinito no cabe en un cuerpo. La buena noticia sobre el sistema inmunológico es que, después de una infección, se guardan copias de seguridad de cada anticuerpo que ha ganado una batalla en las células de memoria inmunológica. Los espías han terminado su trabajo y delegan las futuras funciones de defensa en los soldados de guardia previamente entrenados. Por eso los gorilas están preparados contra el RE-VI, porque el sistema inmunológico es más eficaz cuando posee memoria de infecciones anteriores, si no, dependerá únicamente de que por azar el ADN fabrique los anticuerpos adecuados.

Zero no tiene ese problema, su memoria inmunológica reconoce la proteína «Llave» del RE-VI. En el caso de los individuos jóvenes, la memoria pueden ser soldados de guardia entrenados en una contienda anterior (células de memoria inmunológica) o recibidos de su madre durante la lactancia (anticuerpos heredados, espías prestados). También, pero más improbable, su ADN podría haber producido por azar los anticuerpos específicos (espías propios). En cualquier caso, las defensas de Zero, como las de tantos otros gorilas, están prevenidas ante los ataques del RE-VI.

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