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CAPÍTULO 1: EL CUADRO
ОглавлениеValència
2002
El óleo se ha resentido a golpe de años y de humo de tabaco rubio. La contemplación del mar gris salpicado por tres figuras oscuras abrazadas por la espuma siempre fue un privilegio.
La pintura, sin embargo, llegó a la familia desde tierras de interior, de campo y viñedos. Pero no fue justamente evaluada hasta que mi madre la salvara del fuego y yo me decidiera a registrarla ante notario, sin sospechar que, casi un siglo después de ser pintada, esa imagen me serviría para sobrevivir a mi propia historia.
Tengo veinte años y casi todos los sueños por cumplir. Vivo en una gran casa de campo familiar, rodeada de objetos dispares y exóticos. Con un gran salón a dos alturas, acristalado y con salida a un precioso porche, rodeado por buganvillas y presidido por un enorme y orgulloso olmo, el mejor ejemplar que yo he visto nunca. En la sala huele a tabaco rubio, sabe a tostadas, café y zumo de naranja, y suena al mejor jazz, sobre todo los domingos por la mañana.
Este es un domingo cualquiera y yo estoy hojeando una de esas revistas de moda que acompañan la prensa del fin de semana. Billie Holiday hace el resto con su melodía dulzona.
Frente a mí hay un gran sofá que forma una L con respecto al que yo ocupo. Una mesa de centro de caoba cierra el espacio con elegancia y, sobre el cristal, diversos cachivaches dispuestos con fingido azar. Cajas de madera de países lejanos, un cuenco africano, una tetera china, un huso tailandés y pilas de revistas del último mes. El rincón del salón está reservado a una mesa camilla y dos butacas Luis XIV, que dan paso a una bella alfombra kilim turca. Sobre la mesa, en la pared, un gran espejo señorial heredado de tiempos de la bisabuela y aquel cuadro... Es un óleo original que evoca un mar grisáceo en un día sombrío. La temperatura del agua debe ser muy fría —imagino— y aun así hay tres oscuras figuras surcando el mar, con el pantalón arremangado, y ajenos al clima. No están de paseo ni toman un baño, indolentes, en un plácido día de recreo familiar. Esos tres hombres tienen una misión y yo no sé cuál. Tampoco la firma se distingue con claridad: los años y el tabaco rubio han sido inclementes.