Читать книгу Playas en la costa caribeña colombiana: Visiones y mutaciones - Mónica María del Valle Idárraga - Страница 6

El proyecto

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En julio del año 2016, como Fundación GCaribe. Pensamiento, cultura, literatura, y tras haber venido trabajando durante seis años temas del Gran Caribe, echamos a andar este proyecto de investigación con fondos propios: Memoria de las playas, una pesquisa desde el lente cultural y literario sobre el surgimiento de las playas turísticas en lo que hoy se denomina Caribe colombiano y sobre las formas de socialidad que entrañaron. Algunas personas andinas, otras caribeñas de nacimiento, unidas por un interés en el Gran Caribe y sus temáticas y problemas, interesadas en pensar sobre el agua por vivencias propias y compartidas en viajes a las playas, deseosas de crear talleres sobre agua e interculturalidad (no desde una perspectiva ecológica ni dogmática sobre la conservación de prácticas en extinción forzosa, que creemos bastante paternalista, sino desde el intento por comprender la —a veces misteriosa— relación de las poblaciones riberanas con las aguas y lo mucho que desconocemos de eso), todas pugnando por abordajes un poco desobedientes… eso éramos. De los capítulos proyectados, logramos elaborar los que aquí presentamos. Por fuera quedaron tal vez para urgencias posteriores un trabajo sobre el cuerpo femenino en las playas y uno sobre la pugna entre playas de alcurnia y playas populares, y los usos recientes de esas playas en el marco de promociones de ciudades como Barranquilla, en el contexto global.

Las playas (o sus agentes: los turistas o los lugareños) cuya vida rastreamos son Prado Mar, Salgar y Puerto Colombia, en Barranquilla; Tolú y Coveñas, en Sucre; El Rodadero, en Santa Marta, y Spratt Bay y Sound Bay en la isla de San Andrés. Entre nuestros objetivos, los que efectivamente desarrollamos, guiados por el material que acopiamos, fueron: para empezar, decantar las ideas de “turista” subyacentes al uso de las playas en los textos y las imágenes (tipos de turista, motivaciones, relaciones con los “locales”) y, dos, fundamentalmente, sondear las ideas en torno al mar y la playa relacionadas con el auge y decadencia de estos espacios en concreto. Estos dos objetivos están apretadamente unidos con las ideas de modernidad en Colombia, y con la (aparente) ruptura (y real continuidad) de las divisiones geopolíticas constitutivas del país, esas que lo dividen en focos más civilizados versus otros que lo serían menos, un centro versus unos supuestos márgenes (la cercanía de Córdoba y Sucre a Antioquia, que busca su salida al mar; los mecanismos de apropiación de la isla de San Andrés, la transición de pueblos pesqueros a puertos en Puerto Colombia y El Rodadero son factores ineludibles en esta discusión). Por eso mismo, una recapitulación de cómo esas playas llegaron a convertirse en focos de turismo, y por qué (más allá de su presunta buena ubicación y de su presunta belleza inmediata, y de las decisiones gubernamentales a su alrededor) llegaron a convertirse en playas de renombre, no podrá dejar de contemplar las brechas de clase y de raza que se abren con esa modalidad de explotación y de relación social llamada “turismo”.

Un componente importante de nuestros análisis (porque está en las obras y porque es central en la articulación del turismo de playa) es el género, en la medida en que los lugares propician exclusiones e inclusiones que pasan por los cuerpos: diseños de cuerpos lícitos, de funciones lícitas para ellos y asociaciones de género que invocan las de clase y raza, como pivote de la naturalización de las playas en cuanto espacio recortado dentro de una economía turística.

Esta investigación se nutre de historias culturales del mar como The Sea (Mack, 2011). Así mismo, dialoga con trabajos en el tema del turismo en el Gran Caribe como Resisting Paradise. Tourism, Diaspora and Sexuality in the Caribbean (Nixon, 2017) y From Disease to Desire. Panama and the Rise of the Caribbean Vacation (Charles Scott, 2016). El proyecto estuvo estructurado sobre las nociones de geografía racializada (Múnera, 2005) y playa (Corbin, 1993), como paisaje histórico-cultural. Entre nuestras preguntas guía contamos: ¿cómo se convierte en playa turística una playa como las que estudiamos?, ¿qué atributos se le conceden en textos literarios y en imágenes y qué finalidad cumplen?, ¿varían los atributos de un momento en el tiempo a otro, de un texto a otro?, ¿qué diferencias hay entre una playa como Coveñas, una como Salgar y una como Spratt Bight en imágenes y narraciones?, ¿qué fenómenos específicos de turismo ocurren en estas playas?, ¿qué signos de clase y de raza recorren las figuraciones de la playa en esos documentos?, ¿qué trabajos o funciones sociales se describen y con qué finalidad?, ¿cuáles de esas funciones son visibles, y aceptadas y cuáles no lo son?, ¿cómo juegan las visiones de género en estas playas?

La búsqueda de material para esta investigación nos dejó ante sorpresas archivísticas como las fotografías de playa (en especial cartageneras) compiladas por la Universidad Tecnológica de Bolívar, de acceso público en su fototeca en línea (Biblioteca Daniel Lemaitre Tono). Estas fotos valiosísimas están por fuera de nuestro marco temporal (las hay desde los años veinte) pero son claves para investigaciones futuras de otras playas (El Cabrero, por ejemplo) y de poblaciones locales como los libaneses, que las vivían y las disfrutaban antes de la ola turística que les cambiaría su función. El suplemento dominical En la playa, producido por El Universal de Cartagena entre el 6 de septiembre de 1987 y el 29 de agosto de 1991, según existencias en archivo de la Biblioteca Nacional de Colombia, amerita un estudio específico, pues en sí mismo es un síntoma y permitiría analizar otros matices de la institucionalización discursiva y visual del turismo así como giros en la comprensión de las playas, otros usos como los deportes de viento y mar, el buceo, y el ingreso de las narrativas conservacionistas. Pero también asuntos como transiciones en la moda playera y leves virajes en el tipo de turismo que convocaban playas específicas (del turismo de romance al turismo familiar, por ejemplo).

Del lado literario, inicialmente tuvimos dificultades para hallar textos donde figuraran las playas para la época de nuestro encuadre, y terminamos desbordadas por la cantidad de narraciones de escritoras y escritores (de la “costa” Caribe y del interior del país) donde la playa juega algún papel. Cribamos por preferencias personales, a veces, pero en ocasiones también por prominencia de esa figuración en la obra o incluso porque podíamos alinear una interpretación con otras. Nuestra conclusión, hoy en día, es que si hiciéramos para el país un estudio siguiéndole el guiño a Corbin y a su libro El territorio del vacío (1993) sobre las transformaciones de las playas francesas en el siglo XIX a través de la imaginación filosófica y literaria, tendríamos suficiente material, de una variedad pasmosa, para elaborar un mapa de visiones de la playa en la Colombia de los últimos sesenta años, un período agitado para las playas en el mundo en general. Entrarían en este corpus textos suculentos del Pacífico colombiano y numerosos textos recientes del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

Este estudio en su conjunto desarrolla solo un lado de un tema que no nos concierne en exclusividad. En lo que hoy llamamos el Gran Caribe, las playas turísticas empiezan a coger auge desde los años 30, 40 y algunos de los atributos que se anexan a la promoción de las playas turísticas de “la costa” en Colombia reverberan sobre esas playas previas que son como los sitios de ensueño a los que las playas colombianas aspiran a parecerse (en la publicidad o en la mente de los empresarios: de arena blanca, con hoteles de alcurnia). Uno de los modelos de los hoteles de lujo en el Gran Caribe es el Myrtle Bank, de factura y gerencia estadounidense, en Jamaica (Thompson, 2006). A este respecto, hallamos pocas historias de la hotelería en Colombia (Moreno Riveros, 1981; Valencia Caro, 2011), y en particular en la “costa” como para poder hacer una comparación sustanciosa del desarrollo de la hotelería en Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y el desarrollo de la hotelería en el Gran Caribe. Un estudio dispendioso, pero nada inútil, sería el de una historia del tipo de playas (arenosa o rocosas, de arena clara o de arena oscura) y su relación con cambios en modalidades de turismo, así como su relación con folletos de promoción turística del Gran Caribe traídos a Colombia. En los periódicos que revisamos, hay algunas huellas dispersas de elogios a playas como las de Aruba, que pueden haber jugado un papel en la re-producción de playas “icónicas”, de arena clara, en el país. Son líneas de pesquisa pendientes para estudios posteriores.

Pero, de otro lado, no teníamos un estudio contrastado de este tipo que contribuyera una perspectiva local desde la imaginación literaria a esta dinámica de creación de las playas turísticas. En la “costa” colombiana, esa playa nace gracias a la conjunción de varios elementos, que aparecen con distinto peso en los capítulos de este libro. La playa turística de los años 1950 es posible porque empiezan los vuelos económicos desde el centro del país; porque media el cine (Barón Pino y Ordóñez Robayo, 2011), porque los nadaístas andan buscando paraísos no urbanos ni capitalinos y viajan a ellos y los publicitan; porque los médicos empiezan a diagnosticar el estrés y a recomendar el ocio (Castaño González, 2017). Y porque en la coyuntura del Frente Nacional el juego “costa”-“centro” empieza a vibrar sobre otros resortes que incluyen el comercio marítimo y por ende el reconocimiento de élites políticas de la “costa” como actores renovados en este panorama político. Esos son los hilos que tensionan las obras y las imágenes que analizamos.

Los recientes destrozos del huracán Dorian en las Bahamas, la acuciante crisis en San Andrés y el archipiélago, las mareas de basura que llegaron hace poco a las playas de Puerto Colombia y los efectos de la suspensión temporal del turismo en el Gran Caribe durante la pandemia del Covid 19 nos obligan a volver a pensar nuestra relación con los paraísos de arena, con las dinámicas extractivistas, con el simple placer de ir a la playa, tanto si somos habitantes de los lugares aledaños como si somos turistas ocasionales. ¿Podríamos vivir sin ir al mar, sin disfrutar la playa? no parece ser una pregunta que se pudiera hacer en medio de la promoción del ecoturismo y que ni siquiera se escuchaba en medio de los alegatos contra el calentamiento global, pero que la pandemia obligó a pensar. Como estudiosos de la literatura y de la imaginación, nuestra pregunta podría ser: ¿Hacia dónde nos estará llevando nuestra imaginación, qué otro camino nos estarán mostrando las obras? ¿Qué contendrán, como visión de la playa, del mar y del turismo, las obras más desafiantes al respecto hoy en día? Después del cronotopo “playa turística” de la costa colombiana cuya construcción despliega este libro, ¿qué vendrá?

Playas en la costa caribeña colombiana: Visiones y mutaciones

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