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1 Amor, deseo y goce en la articulación simbólico-imaginaria

Lo irreductible: amor, deseo y goce

Hoy damos comienzo al Curso Avanzado del Instituto Clínico de Buenos Aires que lleva por título “Lo irreductible: amor, deseo y goce”. Les doy, entonces, la bienvenida a todos ustedes.

Vamos a trabajar lo irreductible de los tres campos que se juegan en las relaciones entre los sexos: amor, deseo y goce. Campos que nunca se recubren en tanto ese irreductible nunca se puede borrar. En este curso vamos a trabajar las diferentes maneras en que hombres y mujeres han buscado –a veces para encontrarse, otras veces para desencontrarse– una solución a ese irreductible, que en términos de Lacan podemos nombrar como el “no hay relación sexual”.

No hay manera de hacer coincidir el objeto de deseo, con el objeto de amor y con el objeto del goce. Ni la familia, ni el matrimonio logran cubrir ese irreductible, ese vacío que se instala ante la imposibilidad de recubrir esos tres campos. El analista lacaniano por su parte jamás pretenderá cubrir ese irreductible, al contrario, se encargará de acompañar al analizante en las diferentes soluciones que irá encontrando a lo largo de su análisis y también de su vida para poder vivir con él. Es de esperar que al final cada uno encuentre su solución, que será singular, y que no cubrirá ese irreductible.

Nuestro punto de llegada

Este es un tema que Eric Laurent ha abordado varias veces, la última vez que lo trabajó fue en las anteúltimas jornadas, (1) en su segunda conferencia –las jornadas se titularon “Patología de los lazos familiares y sociales”– desde el sesgo de los lazos de familia y de los de pareja. Vamos a tomar, más avanzado nuestro curso, el seminario Los usos del lapso en el que Eric Laurent y Jacques-Alain Miller se ocupan de algunos autores que de diferentes maneras desarrollan el tratamiento de este irreductible: la no coincidencia entre el objeto de amor, el objeto del deseo y el objeto del goce.

En los últimos capítulos de este seminario, Los usos del lapso, E. Laurent se ocupa de este tema, como lo hace también en un artículo publicado en El Caldero de la Escuela Nº 84 titulado: “Un sofisma del amor cortés”. Lo que él retoma es el escrito de J. Lacan “Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein”, que es un texto que está publicado en Intervenciones y textos 2. Lacan se refiere allí a las criaturas “atrapadas en el amor imposible de domesticar”. (2) Duras mira de frente esta cuestión del amor como lo imposible de domesticar y su solución al problema de ese irreductible, de ese imposible que Lacan ha nombrado de diferentes maneras a lo largo de su obra, que será para nosotros un punto de llegada. La solución Duras la vamos a trabajar al final de la cursada; lo ubico aquí para enmarcar nuestro recorrido de este año.

En este homenaje, Lacan nombra a dos Marguerite, la ya mencionada Duras y la Marguerite del amor cortés, Marguerite de Navarra, cortesana del siglo XV, autora de El Heptamerón. Texto que relata historias de amor contadas por los cortesanos. En verdad las escribió todas ella, y lo que que ría es que se tratara de historias de amor reales, que eviten la ficción.

En cambio, un rasgo de Duras es que logra tocar lo real en sus novelas, por eso la lectura de éstas a veces se hace difícil. Duras no se ocupa de la ficción ni de la verdad como estructura de ficción, que el primer Lacan privilegia, sino de no velar lo irreductible. Es por esto que en su homenaje Lacan dice de ella: “Evidencia saber sin mí lo que yo enseño”. (3) Es decir sabe del “no hay relación sexual”.

R.S.I. en el primer Lacan

Pero no es por allí por donde vamos a empezar, éste no será nuestro punto de partida.

Vamos a comenzar con el primer Lacan, y por eso esta primera clase se titula “Amor, deseo y goce en la articulación simbólico-imaginaria”. En efecto, es el primer Lacan el que se ocupa de la estructura, de la articulación simbólico-imaginaria. Para ello ustedes tienen en la bibliografía textos de Lacan, de Miller, una novela de Goethe, El joven Werther, que Lacan comenta en el Seminario 1. En este seminario Lacan se ocupa de ubicar las relaciones entre imaginario, simbólico y real a través de los esquemas ópticos y de la utilización de los espejos.

En el curso La experiencia de lo real, Miller trabaja todo un capítulo titulado “Los paradigmas del goce” donde ubica los diferentes paradigmas de la relación entre amor, deseo y goce en la primera enseñanza de Lacan. Miller sitúa en el Seminarios 1 y también en el Seminario 2 el primero de ellos al que llama el paradigma “goce imaginario”. Después, a partir de los Seminarios 5 y 6, Lacan hará hincapié en la conjunción entre significante y goce, por lo tanto todo se torna significante. Se trata del paradigma de “la significantización del goce”. Esto plantea un problema que está presente en varios seminarios de Lacan: si lo simbólico recubre todo el goce, no tendríamos aquí ningún irreductible, goce y deseo podrían superponerse ya que el deseo responde a la lógica del significante.

El primer Lacan tiene la idea del goce como imaginario, siendo lo simbólico lo que se le pone en cruz, poniendo un cierto orden allí. Ese goce imaginario es peligroso dado que es del orden de la alienación.

Como ustedes recordarán, Lacan utiliza los esquemas ópticos para trabajar las relaciones entre imaginario, simbólico y real, y toma el esquema de los dos espejos.

Lo que Lacan quiere demostrar valiéndose de esos esquemas es que de acuerdo a dónde esté situado el ojo del experimentador, aparecerán ciertas imágenes en el espejo y otras no. Por ejemplo, de acuerdo a la posición en la que el experimentador se encuentre va a ver las flores o no en el florero. La posición del ojo del experimentador representa la posición del sujeto en lo simbólico. Es decir, de la posición del sujeto en lo simbólico dependen las relaciones, para ese sujeto, entre lo imaginario y lo real. De esta manera, ya comienza a vislumbrarse el predominio de lo simbólico.

Sin embargo, no olvidemos que la primera aprehensión que el sujeto tiene de su yo se realiza en el espejismo de sí mismo, es decir el sujeto reconoce su yo en el espejo precisamente allí donde no está. El yo nace como alienado desde el vamos, porque el sujeto se reconoce por primera vez justamente allí donde no está, en el espejismo de sí mismo. De entrada, tenemos la imagen inconsistente e incompleta del yo allí donde no está, porque del lado del sujeto, de sus sensaciones propioceptivas, el cuerpo está despedazado.

La posición del sujeto en lo simbólico es lo que determina las relaciones entre lo imaginario y lo real. Lo que va a aparecer de lo real en el experimento, lo que se reflejará de lo real, o sea el juego entre lo imaginario y lo real, dependerá de la posición del sujeto en lo simbólico, como lo demuestra la psicosis. Así tenemos el primer juego entre real, imaginario y simbólico, aunque falten más de veinte años para arribar al seminario R.S.I.

Para este primer momento, el Ideal del yo es la parte, por así decirlo, “buena” del superyó porque es facilitadora de la identificación. Es una instancia emblemática que después en la enseñanza de Lacan ya no tendrá tan buena prensa, pero en el capítulo XI del Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, que se titula justamente “Ideal del yo y yo ideal”, (4) el Ideal del yo es la instancia simbólica de la que depende la estructuración de lo imaginario en el sujeto. Esto nos llevará a distintas soluciones: neurosis, perversión o psicosis.

El esquema de los espejos y la posición del sujeto en lo simbólico está resumida en el esquema L, donde el eje imaginario a–a’ depende de la relación entre el sujeto y el Otro.

Esquema L


La relación entre el sujeto y el Otro es lo que va a determinar la relación entre el yo ideal (imaginario) y el Ideal del yo (simbólico). El yo ideal –lo que el sujeto cree que es– nunca coincide con el Ideal del yo –lo que el sujeto quiere ser–, salvo en dos excepciones: cuando el sujeto está enamorado o cuando está loco, lo que es más o menos lo mismo. El enamoramiento es aquí para Lacan una especie de locura, ya que el amor es un fenómeno que ocurre a nivel imaginario, lo que provoca una subducción, una subordinación de lo simbólico, en la que el Ideal del yo resulta perturbado.

El joven Werther y el apego mortal

Aquí Lacan toma un ejemplo de la literatura que es el joven Werther. (5)

El joven Werther ve por primera vez a su amada Carlota y el amor se desencadena ahí mismo, en la primera visión, como un flechazo. ¿Y qué es lo que ve el joven Werther esa primera vez? Ve a Carlota cuidando a un niño y es ahí –nos dice Lacan– donde comienza el amor narcisista, el amor al propio yo, el apego mortal, amor al propio yo realizado a nivel imaginario.

¿Quién es Goethe cuando escribe El joven Werther? Esta novela de Goethe fue publicada en 1774 y en esa primera publicación no aparece el nombre del autor, el éxito fue inmediato y la novela empezó a ser imitada en Europa. Goethe por entonces tenía 25 años. El libro se publicó en Alemania pero fue en Francia donde encontró su apogeo. Se impuso incluso la moda Werther. Consistía en vestirse como el protagonista de la novela: traje azul y chaleco amarillo. Por la vía de estas identificaciones imaginarias, hubo una oleada de suicidios, más en Francia que en Alemania, ya que esta novela trata de la tragedia del amor romántico.

El Romanticismo, como ustedes sabrán, es un movimiento de ideas que se inició a finales del siglo XVIII y duró hasta la primera mitad del siglo XIX. Se caracteriza por el predominio de la pasión por sobre la razón. Se opone a la actitud espiritual del Clasicismo y también al Iluminismo del Renacimiento. En algún sentido, es para algunos una vuelta a la Edad Media.

En realidad, la novela El joven Werther pertenece más bien a un movimiento anterior al Romanticismo que ha sido conocido como Sturm und Drang que se traduce como “tempestad y pasión”. Es un movimiento pre-romántico que se desarrolla en Alemania durante veinte años, entre 1766 y 1785. Sus protagonistas son siempre jóvenes apasionados que después mueren o se aburguesan o, como Goethe, logran transformarse en famosos. El propio Goethe reconoce que escribir El joven Werther le permitió apartarse de una parte suya, identificada a ese morir de amor. Esta tramitación de eso mortífero le va a permitir al segundo Goethe escribir hasta bastante mayor, siempre dentro del Romanticismo, pero apartado de este movimiento que era casi una condena a muerte, en el que predominaba el goce imaginario.

Este movimiento está protagonizado por jóvenes rebeldes, revolucionarios, apasionados en su lucha contra la tradición del momento. La lucha entre el sentimiento y la razón siempre ha predominado en la cultura alemana, no solo en la literatura sino también en la música y en la filosofía. Los mayores exponentes de esta literatura son Herder, Goethe, Schiller y Hölderlin. Es una reacción contra el Iluminismo. Se encuentra en él una exaltación del genio, de la genialidad individual, que coloca al sujeto contra la norma. Por ejemplo, en la música tenemos a Beethoven, de quien se ha discutido mucho acerca de si era romántico o no. Escribió su música desde el Clasicismo pero su espíritu rebelde lo ubicó siempre contra las normas, contra lo establecido; en su vida misma él fue contra las normas. Su música tiene un carácter fuertemente apasionado, lo que hace que se lo ubique entre el Clasicismo y el Romanticismo; en ruptura, en todo caso, contra el Clasicismo del que provenía. Schubert o Schumann serán situados llanamente como románticos. Pero Beethoven es el que hace la ruptura y va a resaltar la lógica del genio creador por encima de las formas rígidas. El genio creador siempre es ex-nihilo, es decir, surge de la nada, no surge a partir de la formación académica.

Además de El joven Werther el otro exponente de este movimiento es la novela Los bandidos de Schiller. (6) La novela es un elogio a la pasión interna que libera y esclarece aunque muy probablemente lleve a la muerte.

El genio original se rebela contra el orden imperante, ya sea que se trate del amor romántico exaltado o de la lucha por la libertad política. Pero en El joven Werther no se trata de otra cosa que del amor; un amor desesperado que lo va a llevar al suicidio. Ésta es la pasión de Werther, pasión en el sentido de padecer. La posibilidad de escribir esa novela salvó a Goethe de terminar mal, como por otra parte siempre terminan los héroes. Al condenar a su personaje, se salvó él.

Lacan toma El joven Werther como ejemplo del amor en su sentido más imaginario, más narcisista. Y también se pregunta cómo será posible salir de ese plano del amor, aun para un psicoanálisis. Por eso, luego se va a ocupar de un psicoanalista, Michel Balint y su teoría del amor genital. (7) Balint se ocupa de la relación madre-hijo, de lo absoluto de ese amor que pretende restituir la idea de la completud imaginaria. Este amor –amor en espejo, narcisista e imaginario– es el que se da entre el joven Werther y Carlota.

Lacan contra Lacan

Años después, Lacan se burla de su teoría de la palabra plena como la que instaura el orden simbólico que permitiría salvarse del apego mortal narcisista e imaginario, se burla de su elogio al significante. Dice así en el seminario R.S.I.: “…la pareja por sí sola es siempre desanudable, a menos que esté anudada por lo simbólico. En mi llamado ‘Discurso de Roma’ hablé de la palabra plena (…) que soporta lo que hace nudo con el ‘tú eres mi mujer’, no dije inmediatamente que ‘tú eres mi mujer’ (tu es ma femme) lleva directamente a ‘maten a mi mujer’ (tuer ma femme) porque hubiera sido dar un mal ejemplo. Esa pareja, que es siempre desanudable, cualesquiera que sean las palabras claves que la han fundado, el análisis demuestra que está anudada por el agujero…”. (8)

Verán ustedes, y es el recorrido que nosotros vamos a hacer en este curso, que decir “anudada por el agujero” no es decir “anudada por lo simbólico”, más bien él se burla de lo simbólico, de la confianza que había tenido en el significante y de la palabra plena, como lo trabaja en el Seminario 1.

En otro párrafo de ese mismo seminario R.S.I., en la clase 7 del 11 de marzo de 1975, nos dice: “Pues solo los significantes copulan entre ellos en el inconsciente; pero los sujetos pathemáticos –afectados por el pathos– que resultan de ello bajo la forma de cuerpos son conducidos, mi Dios, a hacer otro tanto, ¡a besar, como llaman a eso!”. (9) “Besar” en el lenguaje común francés se acerca a lo que nosotros podríamos llamar en nuestro argot “coger”. Es decir, pasa de la copulación entre significantes a nivel del inconsciente a la copulación entre los cuerpos. Y agrega: “No es una mala fórmula, pues algo les advierte que no pueden hacer más que chuponear el cuerpo llamado Otro, significado Otro solo por el Registro Civil”. (10) Registro Civil, orden simbólico donde se inscribe el nacimiento, la filiación, el Nombre del Padre y también el matrimonio. Lo que demuestra una vez más la dimensión del agujero o del irreductible que hay entre las tres los registros –real, simbólico e imaginario– y los tres campos –amor, deseo y goce– de las relaciones entre los sexos. El significante va por un lado y lo real por el otro; el deseo, que siempre pertenece al registro simbólico, significante, va por un lado y el goce, que se presenta a nivel del cuerpo y pertenece al registro de lo real, va por el otro.

Expiación. Los límites de la palabra

Para dar un ejemplo del abismo que hay entre la lógica del significante y lo real, voy a tomar una novela, Expiación de Ian Mc Ewan, que leí hace unos pocos años. Esta novela fue adaptada al cine por Joe Wright y se llamó Expiación, deseo y pecado. Tengan en cuenta que estamos haciendo un salto de fines del siglo XVIII a principios del siglo XXI, de El joven Werther de Goethe a Expiación publicada en castellano en el año 2002. Ian Mc Ewan es uno de los miembros de la generación de los jóvenes novelistas ingleses, nacido en 1948. Me interesa esta novela convertida en film, para darles un ejemplo del malentendido simbólico, del malentendido entre los sexos y del malentendido familiar, aplicando el arte al psicoanálisis, tal como Lacan lo hizo con Duras.

La primera mitad de la novela transcurre en el día más caluroso del verano de 1935, en la casa de campo de la familia Tallis. La madre, como lo hace habitualmente, está encerrada en su cuarto con jaqueca, mientras que el padre de familia está en Londres. Briony, la hija menor de trece años, comienza a escribir. Va a ser escritora y escribe varias versiones del drama que se va a desarrollar durante la novela. Cecilia, su hermana mayor, regresó de Cambridge donde no ha obtenido las altas notas que esperaba. El que sí obtuvo brillantes notas es Robbie Turner, el hijo de la criada a quien la familia Tallis le paga los estudios. Otros amigos y parientes van llegando a la gran casa de campo. Entre ellos, los hijos de la hermana de la Sra. Tallis. Esta hermana abandonó a su marido e hijos para irse a París con su amante, encomendando a su hija Lola y a sus hermanos mellizos menores a la familia Tallis. Llegan también León, el hijo mayor de los Tallis, y un amigo suyo, un joven rico y presuntuoso.

Hay una situación de extrema tensión agresivo-amorosa entre Robbie y Cecilia que se desarrolla en una escena en la que Cecilia va hacia una fuente a llenar de agua un jarrón que es una antigüedad muy apreciada por la familia. Robbie intenta ayudarla pero forcejean y el jarrón cae dentro de la fuente y se rompe. Sorpresivamente, Cecilia se saca la ropa y se zambulle en ropa interior en la fuente, sale del agua con los pedazos del jarrón en las manos y se escabulle. Briony ha visto toda la escena desde la ventana sin comprenderla. Ha visto a Cecilia salir empapada de la fuente, vestida solo con ropa interior, mientras Robbie la mira. Briony teje su propia novela interpretando esta escena, que ella ve como una escena de seducción, casi de violación.

Mientras tanto, Robbie corre a su cuarto turbado por la visión de Cecilia. Ha sido invitado a cenar en la casa principal esa noche y sabe que Cecilia está enojada con él, por toda la confusión de sentimientos que se ha desplegado en la escena de la fuente. Decide escribirle una carta a Cecilia, en la que se hace cargo de su torpeza y de haber sido el causante de que el jarrón se rompiera. Se sienta en la máquina de escribir y escribe: “Te perdonaría si creyeras que estoy loco, por entrar en tu casa descalzo o romper tu jarrón antiguo. La verdad es que me siento bastante idiota y aturdido en tu presencia, Ceci, ¡y no creo que el calor tenga la culpa! ¿Me perdonarás? Robbie”. (11) Luego, al cabo de un rato de ensoñación, se inclina y agrega sin poder contenerse: “En mis sueños te beso el coño, tu dulce coño húmedo. En mis pensamientos te hago el amor sin parar todo el día”. (12) El borrador estaba estropeado, sacó la hoja de la máquina y escribió la carta a mano, pensando que un toque personal convenía a la situación. Las dos cartas, la escrita a máquina y la escrita a mano, quedaron una al lado de la otra. Luego se vistió, conversó un momento con su madre, tomó la carta, la metió en un sobre y salió.

En el camino hacia la casa se encuentra con Briony, le entrega la carta y le pide que se la dé a Cecilia. La chica sale corriendo a llevarle la carta a su hermana mayor. En ese momento, Robbie levantó la cabeza preso de un súbito temor y de una certeza: la hoja que había puesto en el sobre era la mecanografiada. Mc Ewan evoca aquí a Freud, cuando dice: “No hacía falta una sutil clave freudiana, pues la explicación era simple y mecánica: la carta inocua descansaba sobre la figura 1236, con su audaz ilustración y lúbrica corona de vello púbico, mientras el borrador obsceno estaba en la mesa, al alcance de la mano”. (13) La tragedia se va a desarrollar a partir de este malentendido, de este lapsus que en verdad muestra lo que no debe mostrarse. Esta familia que tanto apreciaba a Robbie, que le pagaba sus estudios, que lo trataba de igual a igual, dejará caer sus máscaras. Cuestión que nos resulta conocida por el famoso ejemplo de “famillionario”. (14)

Briony le entrega la carta a Cecilia pero previamente la lee. Cuando Cecilia finalmente lee la carta, el amor y el deseo que siente por Robbie se le develan. Antes de la cena, tienen un encuentro pasional en la biblioteca y son interrumpidos por Briony que con su imaginación febril, cree ver en Robbie un violador y en Cecilia su víctima. Briony le lee la nota a Lola, quien decide que Robbie es un maníaco-sexual. Durante la cena, las cosas se tensan. Robbie y Cecilia descubren su amor. La dueña de casa se pierde en sus dolores de cabeza para olvidar que su marido está en Londres en historias poco claras que ella no quiere saber. En medio de la noche y después de la cena, los mellizos mortificados por la ausencia de la madre, se escapan y se pierden en el bosque. Todos salen por separado a buscarlos. Cuando Briony encuentra a Lola, que ha sido abusada sexualmente por alguien, decidirá que el culpable es Robbie. Robbie irá a la cárcel por este crimen que no cometió, aunque los lectores ignoraremos hasta casi el final de la novela quién ha sido el violador.

El verdadero crimen fue el lapsus, que por otra parte es doble: Robbie toma la carta equivocada, pero nada hubiera pasado si la carta hubiera llegado directamente a Cecilia. El problema es que Robbie al darle la carta a Briony, se denuncia a sí mismo ante toda la familia. Este desenlace hace que se develen algunos puntos ocultos: que Robbie no era tan amado por la familia Tallis, la rivalidad entre la Sra. Tallis y su hermana que va tras sus deseos a París, la rivalidad entre Briony y Cecilia, y los celos que los Tallis sienten por la inteligencia de Robbie siendo que Cecilia no es tan talentosa.

La escritora, que es Briony, escribirá más de un final sobre esta escena y sus consecuencias y al final se preguntará: “¿Cómo puede una novelista alcanzar la expiación cuando, con su poder absoluto de decidir desenlaces, ella es también Dios? No hay nadie, ningún ser, ni forma superior a la que pueda apelar, con la que pueda reconciliarse o que pueda perdonarla. No hay nada aparte de ella misma. Ha fijado en su imaginación los límites y los términos. No hay expiación para Dios, ni para los novelistas, aunque sean ateos. Esta tarea ha sido siempre imposible, y en esto ha residido el quid de la cuestión. La tentativa lo era todo”. (15)

La escritora nos dice, entonces, que no es posible salir de este atolladero en términos de la lógica significante. La novela entera está centrada en el lapsus de Robbie, que devela de un golpe todos los secretos familiares. Nos muestra también que hay discordancia entre el Otro como lugar de la palabra y el Otro como objeto del deseo. En el momento en que se rompe el jarrón, en el momento en que Robbie escribe las dos notas, esto se muestra: el sujeto está en relación con su partenaire-palabra y ahí se produce una discordancia entre la pareja que habla y la pareja como objeto del deseo y del goce. Es el cortocircuito que se da cuando hay que pasar del Otro abstracto de la palabra al Otro del deseo. En la escena de la fuente, cuando Cecilia se quita la ropa para sacar del agua los trozos del jarrón despedazado, ella se muestra como un Otro de carne y lo que hasta ese momento parecía compatible, ya no lo es. La armonía entre el Otro de la palabra y el Otro de la carne no existe. Lacan nos lo dice así en el Seminario 5: “Está, por una parte, la posición del Otro en cuanto Otro, en cuanto lugar de la palabra, aquel a quien se dirige la demanda, aquel cuya irreductibilidad radical se manifiesta en que puede dar amor (...) Pero hay discordancia entre lo que tiene de absoluto la subjetividad del Otro que da o no da amor y el hecho de que para acceder a él como objeto de deseo es necesario que se vuelva totalmente objeto”. (16) Con esto Lacan nos hace un guiño: ya en esa época consideraba que el Otro como puro lugar de la palabra no existe.

La novela no solo describe el drama de Robbie y de su amada Cecilia, sino también el de Briony, la escritora que no puede expiar la culpa de verse condenada ella también a la ficción, ya que se trata finalmente de la expiación que Mc Ewan en tanto novelista nos pide a nosotros, sus lectores. No hay expiación para los novelistas si ellos se creen los dioses del lenguaje. Es por eso que el párrafo final nos muestra el límite mismo de los poderes de la palabra y de lo que se ha revelado como imposible para él, la cuestión de poder asir lo real a través de la palabra. Es por eso que la segunda parte del libro transcurre durante la Segunda Guerra Mundial con Robbie en el frente de batalla y Cecilia y Briony como enfermeras. Es en esas páginas donde Mc Ewan intenta tocar lo real más allá de la estructura de ficción.

En esta exquisita novela encontramos como en un juego de cajas chinas una novela dentro de otra. Hay una exaltada historia de amor imposible entre Robbie y Cecilia y una durísima novela sobre lo real de la guerra y también una novela sobre una novela, que es la narración de esta expiación, de la que Briony Tallis va a escribir diferentes versiones a lo largo de toda su vida. Se trata también del malentendido entre las clases sociales, en este caso, de la sociedad inglesa.

A nosotros nos interesa como un ejemplo princeps de varias versiones del malentendido: el malentendido entre los sexos, el malentendido familiar, el malentendido entre las clases sociales y, por sobre todo, la novela misma es un paradigma del malentendido simbólico. Novela sobre otra novela, la estructura de ficción se muestra insuficiente para abarcar lo real del malentendido, pero toca sin embargo lo real de la estructura del lenguaje al denunciar esa imposibilidad de la ficción.

Hasta ahora hemos ubicado el goce como imaginario, sobre todo en el Seminario 1, aunque también lo encontramos en los Seminarios 2 y 3. El Seminario 4, La relación de objeto, es de transición y es el único en el que Lacan trabajó sobre la función de la madre, en tanto madre insaciable. En los Seminarios 5 y 6 Lacan desarrolla el segundo paradigma, en el que –como lo sitúa Miller– todo el goce se vuelve significante lo cual hace que desaparezca. Tomamos como paradigma de la relación simbólico-imaginaria el Seminario 1, para hablar de la relación del amor narcisista con el goce imaginario. Prototipo del amor romántico y suicida en el ejemplo de la novela El joven Werther de Goethe. De ahí pasamos a una novela actual, Expiación, para explicar cómo el significante no alcanza a tocar lo real. Así pues en la lógica que sigo, nuestro próximo tema es la primera intuición del goce como real para lo cual tomaremos el Seminario 10, La angustia y las clases de presentación que dio Miller cuando estableció este seminario.

13 DE MARZO DEL 2008

1- “Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”, XV Jornadas Anuales de la Escuela de la Orientación Lacaniana, 2 y 3 de diciembre de 2006.

2- Lacan, J., “Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein”, Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As., 1988, p. 72.

3- Ibíd., p. 66.

4- Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, “Ideal del yo y yo-ideal”, cap. XI, Paidós, Bs. As., 1981.

5- Ibíd., p. 216.

6- Schiller, F., Los Bandidos, Cátedra, Madrid, 2008.

7- Balint., M., Amor primario y técnica psicoanalítica, Payot, París, 2001.

8- Lacan, J., Seminario 22, R.S.I., clase del 15 de abril de 1975, inédito.

9- Ibíd., clase del 11 de marzo de 1975.

10- Ibíd.

11- Mc Ewan, I., Expiación, Anagrama, Barcelona, 2002, p. 107.

12- Ibíd., p. 107.

13- Ibíd., p. 117.

14- Freud, S., “El chiste y su relación con lo inconsciente” (1905), Obras Completas, t. VIII, Amorrortu, Bs. As., 1988.

15- Mc Ewan, I., Expiación, op. cit., p. 210.

16- Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 1999, pp. 392-393.

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