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CAPÍTULO DOS

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Fueron a toda prisa hacia el centro de comandos, los golpes eran más fuertes ahora que se acercaban a la entrada. Aun así, con el compartimento estanco en medio, a Kevin le impresionó que el ruido continuara. ¿Con qué estaban golpeando la puerta?

Luna no parecía impresionada, parecía preocupada.

—¿Qué pasa? —preguntó Kevin.

—¿Y si son los extraterrestres, o los controlados? —preguntó—. ¿Y si van por ahí reuniendo supervivientes?

—¿Por qué iban a hacerlo? —preguntó Kevin, pero el miedo se coló dentro de él al pensarlo. ¿Y si era así? ¿Y si entraban?

—Eso es lo que yo haría si fuera un extraterrestre —dijo Luna—. Tomar el poder de todo, asegurarme de que no queda nadie para contraatacar. Matar a cualquiera que se meta en mi camino.

No por primera vez en su vida, Kevin juró que nunca se iría al lado malo de Luna. Aun así, podía oír el miedo bajo sus palabras. Incluso podía compartirlo. ¿Y si habían ido corriendo a un lugar que parecía seguro, para encontrarse con que este ya estuviera haciéndose pedazos?

—¿Podemos ver quién hay ahí fuera? —preguntó Kevin.

Luna señaló hacia las pantallas en blanco.

—Están muertas desde ayer por la noche.

—Pero esta solo es la señal para alrededor del mundo —insistió Kevin—. Debe haber… no sé, cámaras de seguridad o algo así.

Tenía que haber. Un edificio de investigación militar no estaría ciego a todo lo que pasase a su alrededor. Empezó a tocar teclas de los sistemas informáticos para intentar encontrar una manera de que hicieran lo que ellos querían. La mayoría de las pantallas estaban en blanco, las señales de alrededor del mundo cortadas, o bloqueadas, o sencillamente… habían desaparecido. Luna empezó a tocar teclas a su lado, aunque Kevin sospechaba que no tenía más idea que él sobre qué hacer.

—Sea quien sea, no sé si deberíamos dejarlos entrar —dijo Luna—. Cualquiera podría estar allí fuera.

—Podría ser —dijo Kevin—, pero ¿y si es alguien que necesita nuestra ayuda?

—Tal vez —dijo Luna, sin parecer muy convencida—. Sea quien sea, está golpeando la puerta bastante fuerte.

Eso era cierto. Los ecos metálicos de cada golpe resonaban en el búnker. Venían de tres en tres y, poco a poco, Kevin empezó a darse cuenta de que los espacios entre ellos seguían un patrón.

—Tres cortos, tres largos, tres cortos —dijo.

—¿Un SOS, quieres decir? —preguntó Luna.

Kevin le lanzó una mirada.

—Pensé que todo el mundo lo sabía —dijo—. Eso es lo único que recuerdo.

—¿Así que alguien está en problemas allá fuera? —preguntó Kevin, y ese pensamiento le trajo otro tipo de preocupación. ¿Deberían estar ayudando en lugar de dudar? Divisó la imagen de una cámara en la esquina de una de las pantallas. La tocó y entonces las cámaras se encendieron con imágenes de las cámaras de seguridad de la base desierta.

—Esa —dijo Luna, señalando una de las imágenes como si Kevin no supiera distinguir a una del resto—. Déjame.

Tocó una tecla y la imagen llenó la pantalla.

Kevin no sabía lo qué esperar. Tal vez una multitud de personas controladas por los alienígenas. Un soldado que conociera la base y se había abierto camino luchando por todo el país para llegar allí. No una chica de su edad, que sujetaba lo que parecían los restos de un letrero y que golpeaba la puerta con él a un ritmo regular.

Era atlética y tenía el pelo oscuro, lo llevaba corto y llevaba un pendiente en la nariz con el que parecía retar al mundo a que dijeran algo sobre él. Kevin vio que su cara era bonita, muy bonita, pensó, pero con una dura astucia que daba a entender que no agradecería que la llamaran así. Llevaba una sudadera oscura con capucha y una chaqueta de cuero por encima que parecía ser un par de tallas grande, tejanos rotos y botas de montaña. Tenía una pequeña mochila, como si estuviera haciendo senderismo por la montaña, pero por lo demás parecía más una fugitiva, su ropa estaba tan sucia que podría haber estado por ahí fuera durante semanas antes de que vinieran los extraterrestres.

—Esto no me gusta —dijo Luna—. ¿Por qué solo hay una chica allá fuera intentando entrar?

—No lo sé —dijo Kevin—, pero probablemente deberíamos dejarla entrar.

Eso tenía sentido, ¿verdad? Si estaba pidiendo ayuda, ellos deberían por lo menos intentarlo, ¿verdad? Ahora la chica estaba mirando a la cámara y, a pesar de que parecía que no había ningún ruido, no parecía contenta de que la dejaran allá fuera.

Luna tocó algo y entonces la oyeron, los micrófonos recogieron sus palabras.

—¡… que me dejéis entrar! ¡Esas cosas todavía están por aquí fuera! ¡Estoy segura!

Kevin se puso a mirar por detrás de ella en las cámaras y, como era de esperar, pensó que podía distinguir señales de la gente que había allí, que se movían sin ninguna finalidad y que daba a entender que los extraterrestres los tenían.

—Deberíamos dejarla entrar —dijo Kevin—. No podemos dejar a alguien allá fuera.

—No lleva máscara —puntualizó Luna.

—¿Y?

Luna negó con la cabeza.

—Y si no lleva máscara, ¿cómo es que el vapor alienígena no la está transformando? ¿Cómo sabemos que no es una de ellos?

Como respuesta a ello, la chica de la pantalla se acercó más a la cámara y miró directamente hacia ella.

—Sé que hay alguien ahí —dijo—. Vi que la cámara se movió. Mirad, no soy uno de ellos, soy normal. ¡Miradme!

Kevin la miró a los ojos. Eran grandes y marrones, pero lo más importante es que las pupilas eran normales. No habían cambiado al blanco puro de las de los científicos cuando el vapor de la roca se había apoderado de ellos, o de la manera en que lo habían hecho las de su madre cuando él había ido a casa…

—Tenemos que dejarla entrar —dijo Kevin—. Si la dejamos allá fuera, los controlados la cogerán.

Como era de esperar, Kevin vio unas siluetas vestidas con uniforme militar que avanzaban hacia delante, moviéndose al unísono, evidentemente bajo el control de los extraterrestres.

Fue corriendo hacia el compartimento estanco y usó la llave que la Dra. Levin le había dado para abrirlo. Detrás, la chica estaba allí esperando, mientras los antiguos soldados ahora se estaban acercando y rompían a correr.

—¡Rápido, dentro! —dijo Kevin. Tiró de la chica hacia el compartimento estanco, pues no había tiempo que perder. Fue a tirar de la puerta para cerrarla, sabiendo que estarían a salvo en el momento en el que estuviera entre ellos y los controlados que avanzaban hacia la base.

No cedía.

—¡Ayúdame! —le gritó Kevin, tirando de la puerta y sintiendo la solidez del acero bajo sus manos. La chica la agarró con él, tiró de la puerta y tiró su peso hacia atrás para intentar moverla.

Un poco más lejos, los antiguos soldados avanzaban corriendo y a Kevin le costaba mantener su atención en la puerta y no en ellos. Era la única manera en que podía mantener su pánico a raya y concentrarse en tirar su propio peso hacia atrás, tirando de la puerta.

Finalmente, cedió, giró hasta ponerse en movimiento mientras se arrastraba hasta cerrarse. Kevin oyó su eco al cerrarse de golpe y bloquearse con un clic que sonó en todo el compartimento estanco.

«Iniciando proceso de descontaminación» —dijo una voz electrónica, tal y como lo había hecho cuando Kevin y Luna llegaron primero. Hubo una ráfaga al limpiar el aire con los filtros del búnker que había a su alrededor.

—Hola, me llamo Kevin —dijo. Sospechaba que debía haber algo más impresionante para decir en un momento así, pero no se le ocurría.

La chica se quedó callada durante uno o dos segundos, pero después pareció darse cuenta de que Kevin podría estar esperando una respuesta.

—Yo soy Chloe.

—Encantado de conocerte, Chloe —dijo Kevin.

Ella lo miró en silencio, como si lo estuviera evaluando y parecía casi preparada para salir corriendo.

—Claro, supongo.

La otra puerta del compartimento estanco se abrió con un chasquido. Luna los estaba esperando, sonriendo con su sonrisa más cálida, a pesar de que ella había sido la que había discutido en contra de dejar entrar a Chloe.

—Hola —dijo Luna. Tendió una mano—. Yo soy Luna.

Chloe la miró fijamente y, a continuación, encogió los hombros sin cogerla.

—Esta es Chloe —dijo Kevin por ella.

Chloe asintió sin mucho entusiasmo en señal de conformidad y miró alrededor cautelosamente.

—¿Dónde están todos? —preguntó por fin.

—No hay todos —respondió Luna—. Solo estamos nosotros. Kevin y yo.

Dio un paso hasta ponerse al lado de Kevin como para recalcar que eran un equipo. Incluso le puso una mano encima del hombro.

—¿Solo vosotros dos? —dijo Chloe. Se sentó en una de las sillas del centro de mando y negó con la cabeza—. Todo este camino ¿y solo estáis vosotros dos?

—¿Tú de dónde vienes? —preguntó Kevin.

—Eso no importa —dijo Chloe sin mirarlos.

—Yo creo que un poco sí que importa —replicó Luna—. Es decir, has aparecido de la nada y nos pides que confiemos en ti.

Chloe echó un vistazo rápidamente, encogió de nuevo los hombros y, a continuación, salió de la habitación. Kevin fue tras ella, sobre todo porque sospechaba que si Luna iba tras ella podría haber alguna discusión y porque había algo intrigante en Chloe. Había muchas cosas que no sabían sobre ella.

—No tienes por qué seguirme —dijo Chloe, mirando hacia atrás mientras Kevin la seguía por uno de los pasillos.

—Pensé que podría enseñarte el lugar —dijo Kevin—. Bueno… si quieres.

Chloe encogió los hombros una vez más. Parecía haber matices en sus encogimientos de hombros y, al parecer, este significaba vale. Kevin no estaba seguro de qué hacer con ella.

—Hemos estado mirando por todas partes desde que llegamos aquí —dijo Kevin—. Aquí abajo hay una cocina y un almacén, y aquí hay algunos baños. Este es el dormitorio donde dormimos. Escoge una cama si quieres. Yo estoy por allí, y Luna también.

Chloe escogió una cama. Estaba al otro lado de la habitación de las que Luna y Kevin habían escogido.

—No es que no me fíe de vosotros —dijo ella—, pero no os conozco, y… —Negó con la cabeza y no terminó. Tenía una mirada afligida al hacerlo.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin.

—Estoy bien —replicó Chloe, pero después suavizó un poco su voz—. Estoy bien. Hace un tiempo que me he acostumbrado a cuidar de mí misma. Supongo que no se me da muy bien abrirme a la gente.

—Vale —dijo Kevin. Dio un paso atrás hacia la puerta—. Me puedo ir si no quieres…

—Me escapé de casa —dijo Chloe. Esto bastó para que Kevin se quedara quieto.

—¿Qué?

—Quiero decir, antes de que vinieran los extraterrestres —continuó Chloe—. Mi madre siempre me gritaba y mi padre era… bueno, pasó algo y todos dijeron que yo estaba loca… bueno, tengo un primo en el norte. Pensé que si podía llegar hasta él, estaría bien y entonces llegaron los extraterrestres.

A Kevin, le sonaba como si se estuviera saltando bastantes cosas, pero lo dejó pasar. Muchas de las pausas daban la sensación de ser agujeros que escondían el tipo de cosas que dolían demasiado, como si fingir hiciese que todo esto marchara. Él sabía de eso. Como si fingiendo que todo iba bien su enfermedad no estuviera realmente allí.

—¿Cómo sobreviviste allá fuera? —preguntó Kevin.

—Hice lo que tenía que hacer —dijo Chloe, sonando a la defensiva y de nuevo un poco afligida también. Estaba a cubierto lejos de todo el mundo cuando esto empezó a pasar, y la gente decía que había un gas o algo así, pero para cuando yo salí, solo estaban esas cosas intentando agarrar a la gente y exhalar encima suyo.

—¿Para cuando saliste? —dijo Kevin.

—Un carnicero me encerró dentro de su congelador de carne. Dijo que estaba intentando robarle.

—¿Era ese un lugar que podía no dejar pasar el vapor? ¿Significaba esto que Luna y él ya no necesitaban sus máscaras?

—Irá bien —dijo Kevin.

Chloe le dedicó otro de sus encogimientos de hombros.

—Tú eres el niño de la tele, ¿no? Cuando dijiste que te llamabas Kevin, no lo pillé, pero creo que te reconozco. ¿Por eso estás aquí? ¿Te guardaron en un lugar seguro porque eres el chico que conoce a los extraterrestres?

Kevin negó con la cabeza y se dirigió hacia ella.

—Ellos no me metieron aquí. La Dra. Levin me dio una llave que encajaba con los búnkeres que tienen y me habló de uno que está debajo del centro de investigación de la NASA, pero eso salió mal. Luna y yo tuvimos que encontrar este lugar solos.

Chloe asintió.

—Luna… ¿es tu novia?

La gente siempre lo daba por sentado. Kevin no entendía el porqué. A él le parecía evidente que Luna nunca sería su novia.

—Es mi amiga —dijo Kevin—. No somos… quiero decir…

Resultaba extraño que hablar de los extraterrestres fuera más fácil que hablar de qué eran exactamente Luna y él.

—Extraño —dijo Chloe—. Quiero decir, pareces majo. Yo desde luego no te dejaría solo como a un amigo. Me pregunto…

Kevin no consiguió descubrir lo que se preguntaba, pues vino una tos penetrante desde la puerta. Casi tan penetrante como la mirada que les lanzó Luna cuando Kevin se giró.

—Quería ver por qué estabais tardando tanto —dijo, y no parecía contenta. Parecía… casi celosa, y eso no tenía sentido, pues allí no estaba pasando nada y, en cualquier caso, Kevin y Luna no eran así. ¿O sí?

—Hola, Luna —dijo Kevin—. Chloe me estaba hablando de ella.

—Ya me lo imagino —dijo Luna—. Tal vez también podría contarme algo a mí. Y quizás, mientras tanto, podemos pensar en qué vamos a hacer todos a continuación.

***

Fueron hacia la zona de la cocina, pues ninguno de ellos había desayunado todavía. Kevin fue a buscar provisiones del almacén, sin estar del todo seguro de si debía dejar solas a Luna y a Chloe ahora mismo.

Kevin escogió un paquete en el que ponía que eran tortitas de arándanos y se lo llevó a ellas. Estaban calladas, lo que en sí mismo ya era algo preocupante –Luna no estaba callada casi nunca.

—Encontré tortitas de arándanos —dijo.

—Eso es fantástico —dijo Luna—. Me encantan las tortitas de arándanos.

—A mí también me gustan —dijo Chloe, aunque Kevin tenía la sensación de que solo lo decía porque Luna lo había dicho.

—Bueno, no sé si estarán muy buenas —dijo Kevin.

La respuesta a eso era sencilla: tenían el gusto de algo que había estado en un paquete dentro de un almacén más tiempo de lo que debería haber estado. Aun así, tenía el hambre suficiente como para comérselo todo.

—¿Cómo supiste de este lugar? —le preguntó Kevin a Chloe mientras comían.

—Mi padre… en su trabajo él… oía cosas —dijo, pero no se extendió más que eso. Kevin sospechaba que si hubiera preguntado Luna en lugar de él, ni tan solo hubiera dicho eso.

—¿Así que viniste andando hasta aquí y apaleaste la puerta hasta que alguien te dejó entrar? —dijo Luna. A Kevin le pareció que no se lo creía mucho.

—Tenía que ir a algún sitio —dijo Chloe.

—Me pregunto si hay otros lugares como este donde la gente haya conseguido esconderse —dijo Kevin antes de que eso se convirtiera en una discusión. Quería que se llevaran bien, si iban a estar allí atrapados.

—Si los hay, no podemos contactar con ellos —dijo Luna—… Todavía no viene ninguna señal de las pantallas y todos esos aparatos de comunicación son inútiles si no sabemos con quién nos estamos poniendo en contacto.

—Quizás no los encendéis correctamente —dijo Chloe.

Luna le echó una mirada intencionada.

—De todos modos, podemos quedarnos aquí todo el tiempo que necesitemos —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo. Ayer hablamos de esto, Kevin.

Lo habían hecho, y entonces había sido un pensamiento reconfortante, pero ¿lo era? ¿Iban a quedarse los tres allí para el resto de sus vidas?

—Puede que yo conozca un lugar —dijo Chloe entre bocados de tortita.

—Resulta que conoces un lugar —dijo Luna—. ¿Del mismo modo que habías oído hablar de aquí?

A Kevin eso le sonó sospechoso. Quería darle a Chloe el beneficio de la duda, pero parecía que Luna confiaba mucho menos en ella.

Chloe dejó el tenedor.

—Oí hablar de esto a algunas personas que conocí cuando venía de camino. Supuse que esto estaba más cerca y era más seguro. Pero si no hay nadie aquí…

—Nosotros estamos aquí —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo.

—¿Seguro? —exigió Chloe, mirando hacia Kevin como para que lo confirmara—. Se supone que hay un grupo hacia LA. que esta ayudando a los refugiados a agruparse y a estar a salvo. Se llaman a sí mismos los Supervivientes.

—¿Así que quieres que vayamos todos a LA y busquemos a esa gente? —preguntó Luna.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte aquí sentada y esperar a que las cosas mejoren?

Kevin miraba de la una a la otra, intentando pensar en la mejor manera de mantener todo esto en calma.

—Tenemos la comida suficiente como para durar para siempre y tal vez consigamos que la radio funcione pronto. No podemos simplemente salir allí donde podría haber cualquier cosa.

Chloe dijo que no con la cabeza.

—Las cosas no mejoran. Confiad en mí.

—¿Qué confiemos en ti? —dijo Luna—. Ni tan solo te conocemos. Nos quedaremos aquí.

Kevin conocía ese tono. Significaba que Luna no iba a bajar del burro.

—Escuchad a la pequeña animadora perfecta, piensa que ella es la que manda —replicó Chloe.

—Tú no sabes nada de mí —insistió Luna con un tono de voz peligroso.

Kevin apenas podía entender por qué estaban discutiendo. Había intentado no meterse, pero ahora parecía que podría tener que hacerlo.

Se levantó para decir algo, pero se detuvo, pues un dolor salió disparado hacia su cabeza, junto con algo más, una sensación que hacía días que no tenía.

—Kevin? —dijo Luna—. ¿Estás bien?

Kevin negó con la cabeza.

—Creo… creo que viene otra señal.

Llegada

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