Читать книгу Los desafíos del jazz en Jalisco - Nathalie Braux - Страница 4
ОглавлениеPrólogo
Alfredo Sánchez
Nathalie Braux me dijo un día que México —y más específicamente Guadalajara— la había curado de muchos males, por ejemplo, del pánico escénico. Fue aquí donde poco a poco pudo desprenderse del juez interior implacable que la asediaba y le impedía disfrutar del escenario. Cuando llegó a nuestro país ya tocaba, pero fue aquí donde aprendió a gozar de verdad mientras lo hacía ante un público. Al ver hoy su desenvoltura escénica es difícil imaginarse aquellos días de miedo.
Aunque es francesa, Nathalie comparte varias “nacionalidades”: llegó al mundo en Santa Mónica, California y vivió en Estados Unidos hasta los cinco años de edad. La familia se mudó a París, donde Nathalie estudió y se desarrolló en áreas como la teoría musical, la interpretación y la musicología. Llegó a Guadalajara y aquí vivió durante veinte años; recientemente volvió al origen: Estados Unidos.
Yo la conocí en Guadalajara cuando terminaba el siglo XX y comenzaba el XXI. Había llegado a la ciudad poco antes, en 1998. Para su viaje se combinaron una relación amorosa, el hecho de que en París conoció a un grupo de académicos tapatíos y el ofrecimiento laboral de una escuela en Guadalajara. Así que con esos ingredientes tomó la decisión y se aventuró por estos rumbos inciertos. Llegó a trabajar como profesora de música, pronto aprendió a hablar bien el español sin perder, claro, su acento francés. Había estudiado varios años de piano clásico en Francia, pero su instrumento era el clarinete y su música era el jazz. En México también comenzó su relación con el saxofón, instrumento que se convirtió en su cómplice para ganarse la vida.
Seguramente nunca pensó que duraría tanto tiempo en México. El primer año fue difícil mas pronto se acostumbró a la gente, a la cultura, al calor: conoció músicos, tuvo amores y desamores, descifró los vericuetos del idioma y sus dobles sentidos, se adentró en el mundo del jazz, tocó en proyectos de todo tipo, hizo buenos amigos y se fue quedando. También comenzó a interesarse por otras cosas: la gente que tocaba con ella o los músicos conocidos de esa gente.
Tocó con el pianista Beto Rivera y con el Pichón José Luis Muñoz, conoció a Carlitos de la Torre, grabó un disco con sus propias composiciones, fundó el grupo de klezmer-jazz Sherele, tocó y viajó con Jaramar, armó proyectos locos de improvisación con Héctor Aguilar, compuso mucha música para obras de teatro y tocó y tocó y tocó, en todo tipo de foros, chicos y grandes, de la capital jalisciense.
Hoy tenemos este libro impreso donde Nathalie, una aparente extranjera, se sumerge en las casi desconocidas profundidades del jazz de Guadalajara. Lo hace con curiosidad pero también con generosidad: una mezcla de locura y dolor la impulsaron cuando se dio cuenta de la enorme ignorancia y falta de documentación que han prevalecido en relación con los músicos y con la música de jazz que se ha practicado en estas tierras, por ello quiso poner un granito de arena para recorrer el velo y favorecer la memoria. “¡Qué ciudad tan extraña donde hay músicos magníficos a quienes nadie ha promovido, a quienes muy pocos conocen!” fue la reflexión de Nathalie, quien se dio a la tarea de investigar y entrevistar a muchos de esos músicos. Sus antecedentes de musicóloga-historiadora fueron encontrando cauce.
Este libro trata sobre el jazz en Jalisco en una época determinada, claro, pero ya se sabe que las cosas no suceden porque sí ni de manera espontánea, sino que vienen de algún lado, así que Nathalie ha querido contextualizar con marcos más amplios. En su emotiva introducción explica con generosidad las motivaciones que la llevaron a investigar, cuenta cómo fue creciendo el proyecto, relata el proceso, su encuentro con los músicos locales, su deslumbramiento con algunos de ellos y su pasmo ante el desconocimiento generalizado sobre sus aptitudes y su calidad.
En el primer capítulo hace un recuento de los puntos más importantes de la historia del jazz, los antecedentes, los estilos, las regiones, los músicos, el contexto para entender esta música que desde hace mucho se ha convertido en una influencia decisiva prácticamente en todo el mundo musical. En el segundo capítulo habla de México y el jazz como una suerte de resumen ilustrativo que proporciona el marco preciso para ubicar a quienes abrazaron el género en Jalisco; y finalmente se ocupa del jazz en esta región jalisciense durante los años setenta y ochenta, aunque con una mirada también a los antecedentes históricos, rastreados en tesis, hemerotecas y entrevistas.
En esta última sección, que es la parte medular de su trabajo, Nathalie hace un recuento pormenorizado de músicos, agrupaciones, lugares donde se ha tocado jazz, instituciones y asociaciones que lo han apoyado, artistas mexicanos y extranjeros de jazz que han pisado escenarios jaliscienses, reseñas de conciertos y festivales aparecidas en periódicos y otras publicaciones. Todo ello constituye, a mi parecer, una gran aportación a la memoria musical de Jalisco, al tiempo que es un reconocimiento a muchos personajes, en buena medida anónimos, que con su trabajo —frecuentemente poco valorado, mal pagado, escasamente conocido por los grandes públicos— han ayudado a mantener viva la llama del jazz en estos rumbos.
Los valores de la investigación que Nathalie Braux ha emprendido son numerosos: por una parte contribuye a documentar una historia cultural poco conocida. Son casi inexistentes los materiales que se han editado sobre el tema, así que ahora tenemos al menos una primera visión de conjunto sobre una serie de momentos relevantes que contribuyen a dar forma a la historia regional. Por supuesto que, como la misma Nathalie afirma, es un primer acercamiento que tendría que ser completado por otras visiones e investigaciones de músicos, historiadores o sociólogos. Por otro lado, la acuciosa revisión de materiales hemerográficos sobre músicos, lugares dedicados al jazz, reseñas de conciertos y festivales nos muestra una vitalidad musical que sorprende por momentos, y que nos obliga a reflexionar sobre la displicencia con que a menudo hemos tratado localmente a los artistas del género. También es necesario decir que el abordaje de la microhistoria regional en términos culturales, como lo ha emprendido la autora, puede aportar mucho para el conocimiento de nosotros mismos como cultura, de nuestras riquezas y miserias en ese campo.
No deja de ser paradójico que alguien que no nació aquí se interese por el rescate de todos estos datos, momentos, músicos y episodios que han dado forma a una parte importante de la historia musical de la región. Acaso a quienes hemos tenido tan cerca nuestra cultura nos ha hecho falta un poco del distanciamiento con el que Nathalie ha observado nuestro contexto. Sin embargo, el abordaje de la autora es cercano, ella también ha sido parte de esta historia durante veinte años, ha vivido aquí, ha gozado de nuestros escenarios, ha padecido las dificultades de tocar jazz en estas tierras, ha conocido de muy cerquita las historias íntimas de todos estos protagonistas.
Hay que celebrar, pues, la curiosidad y la generosidad de Nathalie Braux. Ella misma, como instrumentista, compositora y animadora de muchos proyectos musicales, es fundamental en la historia reciente del jazz de Jalisco, y en este libro queda clarísimo el amor que ha tenido por esta música y por estos músicos.