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Conclusión: ¿hacia un nuevo salto cualitativo en la relación México-Corea?

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En mayo de 1991, el entonces canciller Fernando Solana declaraba en Seúl: “Sistemáticamente hemos intensificado nuestros intercambios con los polos más dinámicos en el mundo. Por eso, estimamos particularmente nuestra relación con Corea” (Solana, 1994, p. 282). Esta visión ha perdurado y la relación se ha consolidado en el último cuarto de siglo, en beneficio de ambos países. Las economías de México y Corea también se han transformado y abierto al mundo, incrementando las oportunidades de intercambio. De 1994 a 2018, a precios constantes de 2010, el Producto Interno Bruto (pib) de Corea creció 179%, mientras que, para el mismo periodo, el pib de México creció 74% (Banco Mundial, Datos).

Hemos dado cuenta del importante crecimiento en la relación económica bilateral en las últimas dos décadas, así como del fortalecimiento de los vínculos políticos. Estimamos que existe aún espacio para un incremento en los intercambios comerciales y en las inversiones en ambos países. Para ello se requiere la negociación de un acuerdo comercial que libere de aranceles los bienes que en la actualidad ingresan con limitaciones al otro mercado, en particular, para México, los agropecuarios. El camino no será fácil, tanto por el fin del entusiasmo oficial en México por la suscripción de acuerdos de libre comercio como por las resistencias de algunos sectores industriales del país ante un tratado de esta naturaleza, que ya se habían expresado en el pasado.

Quizá la falta de un diálogo regular entre estructuras empresariales inhiba los consensos necesarios para abrir el camino a un acuerdo comercial. Lo cierto es que, en el caso de las principales relaciones económicas de México, existen mecanismos, foros y grupos de alto nivel que permiten una interacción regular entre cúpulas empresariales. Entre México y Corea existió, hace 20 años o más, un “Comité Bilateral de Hombres de Negocios”, encabezado por importantes empresarios del ramo petroquímico y textil (Garza, 1997). Habría que retomar un esquema similar.

En el ámbito político, encuentros más regulares de alto nivel podrían ayudar a actualizar las líneas estratégicas de la relación, en particular en el ramo de la cooperación. En efecto, México no aprovecha todas las capacidades de oferta de Corea en todos los niveles (gobierno nacional y local, instituciones de investigación y desarrollo, así como de educación superior) mediante una amplia gama de sectores y ámbitos donde ha mostrado contar con excelentes prácticas y resultados. Por mencionar sólo algunos: la cuarta revolución industrial e inteligencia artificial, tecnologías de la información, 5G, nueva movilidad, nuevas energías y baterías recargables, infraestructura portuaria y energética. En el ámbito de gobierno, Corea cuenta hoy con reconocimiento internacional en numerosas áreas, entre ellas el gobierno electrónico y ciudad inteligente, planeación y movilidad urbana, salud pública y combate de epidemias.

La transformación más profunda ocurre bajo nuestros ojos de manera autónoma a los gobiernos y las empresas, aunque, ciertamente, influida por ambos: el incremento en la movilidad de mexicanos y coreanos hacia el otro país. Los bienes (como los teléfonos Samsung o la cerveza Corona), nuevas ofertas culturales y de entretenimiento (K-pop y las telenovelas), las campañas turísticas que crean deseos y consumos. Las generaciones más jóvenes no sólo se desplazan para realizar turismo, sino que cada vez más buscan otras actividades, como programas de formación académica —área en plena expansión— e incluso laborales. Estas nuevas generaciones son las que podrán influir en los flujos económicos entre México y Corea y, ¿por qué no?, también en la política, y conseguir que la relación dé un nuevo salto cualitativo.

Península Coreana: estrategias, reestructuración e inserción en el mundo global

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