Читать книгу Excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras - Ángel Alcalde Fernández - Страница 13
ОглавлениеA lo largo de la primavera de 1919, varios acontecimientos demostraron que oficiales y exsoldados podían constituir una fuerza reactiva contra la izquierda, a pesar de que la abrumadora mayoría de los veteranos de guerra italianos no estaban interesados en unirse a las manifestaciones nacionalistas. Mientras las noticias de la creación de las Repúblicas Soviéticas de Hungría y Baviera, establecidas respectivamente el 21 de marzo y el 6 de abril, circulaban por toda Europa, en Italia proliferaban los periódicos y organizaciones independientes de veteranos de signo diverso. Por ejemplo, los miembros de la minúscula pero abiertamente antibolchevique Unión Nacional de Oficiales y Soldados (Unione Nazionale Ufficiali e Soldati (UNUS)), liderados por un oficial nacionalista llamado Giovanni Giuriati, lanzaron su propio manifiesto el 7 de abril.118 Mussolini era muy crítico con esta dispersión de fuerzas: solo unos días después del mitin en San Sepolcro, llamó a la unificación de todas las fuerzas «nacionales» de veteranos en un único y poderoso organismo que debía hacer frente al peligro interno que veían en el socialismo.119 En Roma, los socialistas convocaron una huelga general el día 10 de abril, pero el mismo día se celebró una contramanifestación de corte antisocialista en la que muchos oficiales del ejército participaron. El futurista y ex ardito Mario Carli se atrevió a afirmar que quienes habían tomado parte en esta marcha antibolchevique habían sido combatientes de toda condición, mostrando así su supuesto espíritu unificado.120 Por fin, el 15 de abril, tras una sucesión de huelgas y manifestaciones similares acaecidas en Milán, los arditi fascistas asaltaron y destruyeron la oficina del diario socialista Avanti!. El uso de armas de fuego y cuchillos en estos enfrentamientos dejó un saldo de cuatro muertos, unos hechos considerados por los historiadores como el primer caso de violencia squadrista.121 La destrucción de las oficinas de Avanti! tendría consecuencias todavía más funestas, ya que se vio sucedida por una serie de violentos ataques a manos de los arditi contra socialistas en diversos lugares.122
Sin embargo, es importante destacar que los perpetradores del asalto a los locales de Avanti! en Milán eran parte de una muy pequeña y radicalizada minoría –aunque excepcionalmente activa– de excombatientes italianos. En este contexto, es paradójico, aunque entendible, que la simple noción de «excombatientes» comenzase a asociarse exclusivamente a un grupo realmente marginal. Si bien es cierto que los veteranos eran un colectivo de individuos extremadamente diverso y heterogéneo, los contemporáneos tenían un limitado abanico de conceptos a su alcance para dotar de sentido a esta pluralidad. Los numerosos miembros del gigantesco ejército italiano albergaban opiniones políticas muy dispares, y las experiencias de desmovilización habían acentuado las contradicciones entre las expectativas de los soldados, por un lado, y las mentalidades de los mandos y oficiales, por otro.
Ciertamente, muchos militares profesionales y antiguos oficiales burgueses esperaban mantener los privilegios obtenidos durante la guerra y recibir el respeto y el honor del país. Igualmente, esperaban y deseaban que la conferencia de paz satisficiera los objetivos nacionales por los que el ejército había luchado. Pronto, no obstante, se sintieron decepcionados por la hostilidad y la frialdad que la nación mostraba hacia ellos.123 Desde el armisticio, los intervencionistas habían demandado que se cumpliesen las promesas hechas en el Pacto de Londres, y que la ciudad «italiana» de Fiume se incorporase territorialmente al país. Furibundos intervencionistas como Mussolini y el grupo de Il Popolo d’Italia, así como los antiguos arditi y los oficiales nacionalistas de la UNUS, despreciaban con violencia a los políticos que «renunciaban» a tales reclamaciones territoriales. Aunque los diplomáticos italianos defendieron las aspiraciones intervencionistas (las promesas del Pacto de Londres más la ciudad de Fiume), estas reclamaciones chocaban con el espíritu wilsoniano que presidía la conferencia de paz, por lo que el resultado de las negociaciones decepcionó a los italianos, que nunca recibirían ni Dalmacia ni Fiume. Este fracaso diplomático se produjo a finales de abril de 1919 y destruyó las esperanzas de fervientes nacionalistas e irredentistas como D’Annunzio, que sintieron que la victoria se había perdido. Aunque el creciente mito de la «victoria mutilada» era solo una media verdad,124 ciertos rumores comenzaron a circular sobre la inminencia de un golpe militar.
Estas elevadas preocupaciones patrióticas ocupaban únicamente las mentes de los veteranos educados de clase media, soldados u oficiales, que habían sido los principales promotores de la intervención en la guerra. Pero por su parte, los veteranos corrientes se mostraban más preocupados por hacer realidad las promesas materiales que habían recibido de parte del Estado italiano. Sin ir más lejos, en el medio rural, las masas de contadini ex combattenti manifestaron su impaciencia ante el incumplimiento de las promesas de reparto de tierras, lo que explica su protagonismo en los motines contra el elevado coste de la vida (carovita) estallados entre junio y julio de 1919 en todo el Mezzogiorno, especialmente en Cerdeña.125 Desde comienzos de dicho año en el Lazio, y durante el verano y el otoño en muchas provincias del Sur (Puglia, Calabria y Caltanissetta), también se produjeron ocupaciones de tierras por parte de veteranos de guerra que aspiraban a una distribución más justa de la tierra, e incluso a la revolución social.126 Aunque en esas manifestaciones no era difícil encontrar excombatientes proletarios ataviados todavía con ropas militares, los socialistas no movilizaron de forma sistemática la figura del veterano para legitimarlas. Fueron más bien los nacionalistas quienes afirmaron su voluntad de recompensar materialmente a cada soldado por su servicio, mientras denunciaban la idea, difundida por los socialistas, de que la guerra y el cumplimiento del deber militar habían sido sacrificios inútiles.127 ¿Cuáles eran las posiciones del movimiento fascista y de la ANC respecto a las masas de veteranos? El historiador Giovanni Sabbatucci señaló acertadamente que los Fasci di combattimento, pese a los esfuerzos de los colaboradores de Mussolini, no fueron capaces de atraer a demasiados excombatientes; la ANC absorbió a buena parte de ellos.128 Esta asociación alcanzó los 300.000 miembros en el otoño de 1919. Su base popular se encontraba en el Mezzogiorno y se componía, por ende, de campesinos, mientras que los veteranos de clase media de las ciudades del norte y el centro del país copaban los puestos dirigentes. Aunque su discurso político dominante adolecía de falta de claridad, definición y dirección, la ANC intentó articular una mayor concreción política. Todos sus veteranos parecían compartir una instintiva actitud antigubernamental y un sentido del patriotismo, fusionados en la idea de «renovación» (rinnovamento). Los líderes y representantes de secciones procedentes de toda Italia se reunieron en el primer Congreso nacional de la ANC, celebrado en Roma entre el 23 y el 28 de junio de 1919. A lo largo de seis días de acaloradas discusiones, los miembros de la organización debatieron un tema central: si la organización debía adoptar una postura política o apolítica. Aunque resultó tremendamente difícil consensuar una posición política compartida por todos, en última instancia el congreso aprobó un programa escrito por un tal Renato Zavataro, que no era sino una clara muestra de las preferencias democráticas y pacifistas de la mayoría de los miembros de la ANC. En definitiva, el congreso puso de relieve la falta de competencia de unos líderes inexpertos y la imposibilidad de definir una ideología política clara para los combattenti.129
Pero el aspecto más fascinante de aquel congreso de excombatientes en Roma fue el intento de los fascistas de imponer su orientación política a la ANC. En los días previos al encuentro, la prensa afirmó que Mussolini y D’Annunzio asistirían, aunque al final solo Mussolini estuvo en la capital. La atmósfera política romana estaba densamente cargada debido a la formación de un nuevo gobierno encabezado por Nitti tras el fracaso italiano en Versalles. Ya en la primera sesión del congreso, Francesco Giunta, un exoficial filofascista e intervencionista venido en representación de los excombatientes florentinos, abogó por la acción violenta contra el recién formado gobierno. Subido encima de una mesa, presentó una resolución (ordine del giorno) radical que llamaba a poner en marcha un gran movimiento insurreccional de inmediato.130 Frente a este intento de organizar en el acto una manifestación de veteranos con el objetivo derrocar a Nitti, la moderación se impuso, siendo la nota dominante del congreso. No en vano, justo tras el fracaso de la iniciativa de Giunta, los excombatientes expulsaron al ardito Ferrucio Vecchi de las sesiones debido a sus declaraciones incendiarias, y cuando Agostino Lanzillo, también presente en las sesiones, argumentó que los veteranos debían hacer uso de su fuerza para hacerse con el poder y establecer «en vez de la dictadura del proletariado, la dictadura de los combatientes» («in luogo della dittatura del proletariato, la dittatura dei combattenti»), la mayoría de los delegados acogió esta declaración con frialdad. En última instancia, vista la falta de simpatía de los líderes de la ANC hacia estos intentos fascistas de atracción, la postura de Mussolini se centraría en destacar los elementos comunes entre el programa fascista y el de los veteranos: «su armonía es absoluta», adujo.131 De igual modo, los arditi también señalaron las similitudes existentes entre su programa y los de la ANC y los Fasci, abogando en favor de una colaboración.132 Pero a pesar de estas evaluaciones exageradamente optimistas, la realidad era que la ANC había reafirmado en el congreso su autoridad y su independencia con respecto a otras organizaciones, particularmente los Fasci di combattimento: el símbolo del excombatiente estaba todavía lejos de ser patrimonio de los fascistas.
LOS EXCOMBATIENTES ANTIBOLCHEVIQUES: UNA APROPIACIÓN SIMBÓLICA
En la primera mitad de 1919, el concepto del veterano todavía no estaba políticamente definido. Pero en la segunda mitad del año, tras la firma del Tratado de Versalles, un proceso de apropiación simbólica consolidó una representación transnacional muy extendida del excombatiente como paradigmático antibolchevique. En Italia, este constructo cultural jugó un papel determinante en los orígenes del Fascismo, aunque esta consecuencia nunca fuese inevitable. En este apartado demostraré que la supuesta orientación antisocialista de los veteranos italianos fue un fenómeno contingente y construido, producto de una larga evolución de los discursos y representaciones promovidos sobre todo por el Fascismo. Al mismo tiempo, mostraré que la adhesión de los veteranos italianos al movimiento fascista fue tan solo un fenómeno relativo. Se trató sobre todo de una construcción discursiva, resultado de un proceso de apropiación simbólica en el que el verano de 1919 fue un momento clave.
Pese a su fracaso en el Congreso de la ANC de junio de 1919, los fascistas no cejaron en sus intentos de atraer a los excombatientes hacia su organización, pues poderosas razones tanto ideológicas como políticas motivaban su interés por reclutarlos. Como sabemos, desde 1917, Mussolini había cimentado sus proyectos en la movilización de los excombatientes. Y, en efecto, como el historiador Emilio Gentile ha señalado, jóvenes italianos de clase media-baja influidos por el mito de la experiencia de guerra, sobre todo aquellos que habían combatido en cuerpos de élite como los arditi o habían llegado a convertirse en oficiales, habían interpretado la contienda como una iniciación a la política y habían regresado de las trincheras convencidos de tener «una misión que llevar a cabo en nombre de la nación».133 No extraña que hombres como Giuseppe Bottai (intervencionista, voluntario de guerra y ex ardito) se unieran a los Fasci. Estos individuos creían en el mito de las «dos Italias», en la existencia de una nación de intervencionistas revolucionarios y combatientes y otra de traidores neutralistas, desertores, profittatori, políticos liberales y bolcheviques, a quienes los intervencionistas odiaban como enemigos internos. Esta forma de pensar llevó a algunos a abrazar el movimiento fascista, considerado como un «antipartido» (antipartito). Los vanguardistas florentinos antes de la guerra habían desarrollado todas estas nociones ideológicas, luego recicladas por Mussolini. No extraña, por tanto, que Florencia fuese la ciudad en la que fascistas, futuristas y líderes excombatientes establecieran sus más estrechos vínculos.134 Sin embargo, el Congreso de la ANC en Roma había evidenciado que los excombatientes radicales eran una excéntrica minoría dentro del país.135 Los exsoldados italianos, en conjunto, no eran aquellos hombres de acción, fieros antibolcheviques y revolucionarios que los fascistas imaginaban.
No obstante, tras la firma del Tratado de Versalles, los burgueses nacionalistas intensificaron la lucha para hacerse con el control del símbolo del veterano de guerra. Su animadversión hacia el Gobierno de Nitti y su frustración con la «victoria mutilada» condujeron a momentos de una gran tensión, como el producido el 30 de junio de 1919 después de un mitin nacionalista de protesta en el teatro Augústeo de Roma, que desató violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. Entre los más agresivos en la concentración se encontraban muchos jóvenes oficiales ataviados con sus uniformes, algunos de los cuales fueron arrestados o heridos en los altercados. Al día siguiente, el órgano nacionalista L’Idea Nazionale salió afirmando en primera plana, de forma apasionada, que el vil Gobierno había atacado a los «veteranos» (combattenti).
Referirse a estos grupos de oficiales y estudiantes nacionalistas como «los veteranos» era altamente manipulativo. Más bien, estos eran individuos radicalizados, tales como Giovanni Giuriati y Nino Host-Venturi,136 quienes incluso, en contacto con D’Annunzio, habían comenzado a reunir apoyos para formar fuerza militar voluntaria que ocupase la ciudad de Fiume. Estos excombatientes diferían enormemente de los representantes que se habían dado cita en el congreso de la ANC los días previos. Aun así, ante la situación, miembros de la ANC y de la ANMIG expresaron su condena al gobierno y se sumaron a la indignación nacionalista por las agresiones cometidas contra «los veteranos». Incluso D’Annunzio, en un artículo acusatorio que llamaba a la desobediencia contra el Gobierno, se recreó en la indignante imagen del manifestante mutilado con una sola pierna vilmente golpeado por la policía.137 El recurso literario de D’Annunzio a esta provocadora representación del veterano de guerra sirvió como incentivo para fomentar la deslealtad del ejército. Como vemos, ya antes de que los socialistas fuesen capaces de desarrollar discursos y políticas para el regreso de los combatientes, los nacionalistas y fascistas se destacaban en una lucha virulenta por controlar su simbología. Pero la frustración de las aspiraciones nacionalistas fue solo uno de los factores que explican el intento de monopolización de dicho símbolo; la otra clave fue el antibolchevismo.
En estos primeros momentos, debemos entender la adhesión de antiguos oficiales y arditi al joven movimiento fascista en un confuso contexto de creciente reacción antisocialista y antigubernamental. Los fascistas, aprovechando que los excombatientes carecían de una orientación política clara, trataban de dar una dirección política a su fuerza aparentemente considerable.138 En Roma, por aquellos días, muchos oficiales del ejército asistían vestidos de uniforme a las asambleas de los Fasci, donde los arditi instaban a emprender acciones violentas contra el Gobierno y los bolcheviques.139 Este clima de agitación también vio aparecer grupos de excombatientes de ideología anarquista, «subversivos» (sovversivi) que conspiraban igualmente contra el Gobierno. Por ejemplo, en julio de 1919 el ardito anarquista Argo Secondari organizó un complot fallido contra Nitti desde el cuartel militar del fuerte de Pietralata en Roma.140 En Verona, algunos trabajadores anarquistas se unieron a un grupo de excombatientes y antiguos arditi para fundar el Fascio.141 Y en Florencia, las autoridades calificaron de «impresionante» la agitación combinada de veteranos, fascistas y arditi.142 En esta ciudad fueron veteranos de guerra quienes fundaron el Fascio en la propia sede local de la ANC,143 pero esta colusión era un caso excepcional.
Como vemos, no existía ningún patrón general que definiera la proximidad entre los veteranos y el movimiento fascista, relación que a lo sumo se daba en regiones del norte y el centro de Italia. Pero incluso en una ciudad septentrional como Ferrara los veteranos repartían su fidelidad entre la ANC y los socialistas, siendo favorables a Mussolini tan solo un pequeño grupo de arditi locales.144 En Bolonia, diferencias entre veteranos condujeron a una escisión entre los que ingresaron en la ANC y los que lo hicieron en la liga antibolchevique local, mientras que algunos oficiales se afiliaban al Fascio.145 A la luz de estos problemas para movilizar excombatientes, los líderes fascistas optaron por intentar reclutar no solo veteranos, sino también individuos sin experiencia directa de guerra. Como aclaró el organizador fascista Umberto Pasella, el Fascio era «una cosa muy distinta a una organización de veteranos»,146 aunque el hecho de que se tuviese que explicitar la diferencia es ya de por sí revelador.
Hacia mediados de 1919, el movimiento excombatiente había atraído el interés no solo de fascistas y nacionalistas, sino también de la izquierda. En este explosivo contexto en el que todos los bandos aludían a los combattenti en su retórica política, no resulta sorprendente que los representantes del intervencionismo democrático –como el intelectual Gaetano Salvemini– intentasen movilizar a los veteranos para fomentar un movimiento de renovación política y social, especialmente en el Mezzogiorno. Aunque muchos socialistas mostraron escepticismo ante este tipo de estrategias,147 la Liga Proletaria también celebró su propio congreso nacional en el que la desmovilización y la amnistía fueron los eslóganes principales. Para entonces, ya se había extendido en Alemania y en otras regiones europeas un temor a que los individuos licenciados del ejército cayesen bajo la influencia de agitadores bolcheviques.148 Las autoridades italianas eran también conscientes de este peligro, así como del papel de voluntarios y antiguos oficiales en las fuerzas reaccionarias alemanas.149 Por este motivo, la propaganda militar italiana dirigida a los soldados se dedicó a insistir en que los auténticos combatientes (combattenti) querían «paz, trabajo y orden». Se acusó a las «masas de obreros que no combatieron en la guerra» de generar inestabilidad y disturbios; una agitación que habría de ser aplacada por aquellos «combatientes, oficiales y soldados» en defensa del orden.150 Mientras tanto, los socialistas, que creían en la existencia de una profunda brecha entre soldados de origen proletario y oficiales burgueses, se esforzaban por poner de relieve el instinto revolucionario de los primeros frente al conservadurismo de los segundos. De hecho, las noticias de la reacción contrarrevolucionaria, dirigida por oficiales del ejército, contra la República Soviética de Hungría parecían confirmar esta interpretación.151
Es evidente que el antagonismo entre socialistas y militares se incrementó como consecuencia de la guerra. Ahora bien, cabría preguntarse si el conjunto de los veteranos de guerra italianos también se volvió hostil a los socialistas y, por ende, si se inclinó hacia el Fascismo. Las interpretaciones retrospectivas en ese sentido realizadas por socialistas como Giovanni Zibordi, Pierto Nenni y Angelo Tasca, asumidas como correctas por muchos historiadores,152 deberían ser tomadas con un cierto grado de escepticismo.153 Zibordi señaló que el elemento excombatiente, es decir, jóvenes exoficiales que se sintieron desplazados y amenazados en su estatus económico, fue proclive al Fascismo. Este autor llegó a culpar a los socialistas de esta deriva, dada la supuesta inacción de la izquierda a la hora de «desmovilizar» esas actitudes.154 Zibordi, no obstante, obviaba sus propias tempranas llamadas públicas a «desmovilizar los cerebros» tras la guerra, así como los discursos en los que él mismo había celebrado el retorno a casa de los veteranos mutilados.155 Como vemos, asumir que los socialistas estaban en contra de «los veteranos» implica ocultar y simplificar una parte crucial de la historia. En realidad, hacia el verano de 1919 incluso el prominente pensador socialista Antonio Gramsci defendía que la experiencia de las trincheras había convertido a las masas de campesinos-soldados italianos en potenciales agentes de una revolución similar a la que había tenido lugar en Rusia.156
El mito posbélico sobre las agresiones socialistas a los «veteranos» (reduci) es, aún hoy, asumido acríticamente por los historiadores.157 Angelo Tasca sostuvo que la Lega Proletaria había hecho gala de unas políticas maximalistas y sectarias que habían alienado a los combattenti: el eslogan de «¡abajo la guerra!» (abbasso la guerra!) habría sido interpretado como «¡abajo los veteranos!» (abbasso i combattenti!).158 Los combattenti habrían reaccionado –tal y como hizo el ejército– en defensa de su victoria, protegiendo una versión honorable de la experiencia bélica y, por consiguiente, contra el socialismo y a favor del Fascismo. Ciertamente esta explicación tiene una parte de verdad, pero sigue siendo una simplificación. Sin estar fundamentada en una perspectiva comparativa, critica el enfoque que los socialistas dieron a la política excombatiente como algo esencialmente inapropiado, y minusvalora el papel agresivo de veteranos antisocialistas y fascistas desde el armisticio. En realidad, los socialistas italianos reforzaron su campaña antimilitarista tras haber sufrido violentos ataques a manos de arditi fascistas y oficiales militares. Y más importante si cabe, la construcción simbólica del excombatiente antibolchevique había empezado ya con anterioridad, como consecuencia de la reacción contrarrevolucionaria en Alemania y Hungría. Y a pesar de todo, la campaña antimilitarista del socialismo italiano nunca estuvo dirigida contra los veteranos de guerra, por mucho que los grupos antisocialistas afirmaran lo contrario como estrategia para apropiarse en exclusiva del símbolo político del excombatiente.
Es cierto que el desdén de los socialistas hacia la guerra, conectado con sus quiméricas llamadas a la revolución social, generó una considerable indignación entre militares e intervencionistas, que veían en el socialismo al odiado enemigo interno. La publicación del notorio informe sobre las responsabilidades militares del desastre de Caporetto, coincidiendo con el fin de la censura de prensa, enardeció la campaña antimilitarista del verano de 1919. Desde las páginas de Avanti!, los socialistas defendieron sin ambages que la guerra había sido un horrible engaño que solo había beneficiado a unos pocos capitalistas burgueses para empobrecer, mutilar y destruir la vida de millones de personas.159 Denunciaron vigorosamente la actitud extremadamente represiva de los oficiales hacia sus propias tropas, los castigos y las ejecuciones. Con estas denuncias, los socialistas decían «desenmascarar» todos los horrores de la guerra.160
Es importante subrayar que mientras los socialistas insultaban y menospreciaban a los oficiales del ejército, su campaña –tal y como apuntaban sus promotores– no pretendía «denigrar ni a los soldados ni a aquellos que habían combatido convencidos de cumplir con un deber sagrado u honorable».161 Más bien se dirigía contra los que «habían deseado la guerra, contra los que la habían conducido mal y contra los que, incluso peor, la habían glorificado».162 En vez de atacar a los soldados, los socialistas condenaron la terrible experiencia de las trincheras, contrastándola con la imagen distorsionada construida por la propaganda nacionalista de guerra.163 Denunciaban a los belicistas por haberse desentendido rápidamente de los exsoldados, los mismos hombres a quienes habían adulado y obsequiado en 1915.164 Los socialistas condenaban que los oficiales, a pesar de no haber combatido en las trincheras, disfrutasen de unas elevadas pensiones, mientras que los reclutas que habían estado sufriendo en el frente eran ahora perseguidos y encarcelados por el Estado.
En líneas generales, la explicitación de estas realidades no resultaba particularmente ofensiva para la mayoría de los veteranos. Tampoco se diferenciaba demasiado de cómo, en la victoriosa Francia, algunos grupos de excombatientes habían representado su propia experiencia en su propaganda para obtener beneficios materiales.165 De hecho, aunque los nacionalistas italianos envidiaban la exitosa celebración de la victoria que tuvo lugar en Francia el 14 de julio de 1919, la propia izquierda gala se había mostrado muy crítica con esta conmemoración patriótica, empleando para ello una retórica antimilitarista muy próxima a la utilizada por los socialistas italianos.166
En todo caso, la campaña antimilitarista llevada a cabo en Italia generó indignación no solo entre oficiales del ejército, sino también entre algunos de los líderes del movimiento excombatiente. Arditi como Ferruccio Vecchi se sintieron ultrajados y se declararon defensores de la élite militar a través de varios artículos publicados en L’Ardito e Il Popolo d’Italia. Desde estos círculos radicales se tramaron nuevas agresiones contra los socialistas167 y se pusieron en circulación panfletos incitando a atacar a partidos y personas que con su propaganda pretendían desacreditar «a aquellos que habían deseado la guerra y a los que la habían hecho».168 Diferentes órganos de prensa de la ANC también publicaron duros ataques contra los socialistas,169 a quienes caracterizaron como «cuervos» que ensuciaban la memoria de los muertos con fines partidistas. Se representó a los socialistas como «derrotistas» que intentaban «devaluar la victoria»,170 una descripción empleada profusamente tanto por fascistas como por la ANC.171 Por aquellas fechas, los resultados de la investigación oficial sobre la derrota de Caporetto, aun saldada simplemente con algunos castigos administrativos a generales y con la amnistía a miles de individuos acusados de deserción, contribuyó a debilitar todavía más la lealtad del ejército italiano hacia el Gobierno.
El deterioro de la neutralidad y la disciplina de las fuerzas armadas facilitó la movilización de tropas y voluntarios impulsada el 12 de septiembre de 1919 por el poeta y héroe de guerra D’Annunzio con el objetivo de ocupar la ciudad de Fiume. Con esta acción, D’Annunzio se convirtió en un referente para los veteranos nacionalistas revolucionarios, arditi y futuristi que respondieron a su llamada.172 Entre los legionarios que participaron en la ocupación se encontraban algunos que luego tendrían un papel importante en el régimen fascista, como Giovanni Giuriati y futuros líderes fascistas de la ANC como Nino Host-Venturi. De hecho, algunos excombatientes fascistas llegaron incluso a abandonar sus hogares para unirse a la empresa de D’Annunzio, respaldada en líneas generales por la prensa de la ANC.173
Esta acción pretendía provocar la caída del Gobierno de Nitti, si bien no consiguió su objetivo.174 Aunque el primer ministro italiano cerró el debate sobre las responsabilidades de Caporetto salvando la honradez del ejército en una guerra que presentó como inevitable, también denunció la ocupación de Fiume como un caso de «sedición» (sedizione).175 Más tarde, Nitti moderó su actitud y mostró cierta empatía por los veteranos, aunque su política respecto al problema fiumano repugnaba a los ultranacionalistas, y no satisfacía a los líderes del movimiento excombatiente. Por su parte, Mussolini no perdió la oportunidad de alabar la predominante orientación de las organizaciones de veteranos en favor de D’Annunzio y en contra de Nitti.176 La ocupación del enclave adriático se extendió hasta finales de 1920, y durante ese tiempo los intervencionistas y una parte del movimiento excombatiente apoyaron las fuerzas d’annunzianas. Además, el episodio de Fiume ofrecería precedentes para el Fascismo en áreas como la estetización política y la ritualización.177 Con estos procesos, el símbolo del veterano de guerra siguió adquiriendo una serie de significados implícitos que serían posteriormente explotados por el movimiento fascista.
En buena medida, resulta entendible que, en el marco de una situación crítica como la provocada por la ocupación de Fiume, Nitti no impulsase ninguna conmemoración oficial de la victoria del 4 de noviembre, tal y como le pedían los nacionalistas y algunos sectores de la ANC.178 No es seguro que una celebración oficial hubiese ayudado a apaciguar a los grupos intervencionistas, pero no realizarla tampoco contribuyó a aliviar las frustraciones de nacionalistas y líderes militares. Lo que sí representaría una oportunidad para que los descontentos expresasen su malestar fueron las elecciones de noviembre de 1919, que se encontraban a la vuelta de la esquina. La ANC se preparó para participar en la lucha electoral e irrumpir con un grupo político específicamente excombatiente en el Parlamento italiano.179
Tanto la ocupación inconsecuente de Fiume como las tensiones políticas derivadas de la campaña electoral tuvieron consecuencias decisivas a nivel europeo, ya que amplificaron el proceso transnacional de apropiación simbólica del veterano de guerra. En este momento, los observadores extranjeros veían a los veteranos italianos como una parte homogénea de una reacción mayoritariamente militarista, antigubernamental y antisocialista. El 4 de octubre de 1919, un informe enviado desde Italia al Ministerio de Asuntos Exteriores francés dibujaba un panorama político bipolar en el que los veteranos (combattenti), los fascistas y casi todo el ejército estaban contra Nitti, mientras que los socialistas apoyaban al primer ministro: «los socialistas organizan manifestaciones contra los veteranos», se decía.180 De igual modo, otro informe de la embajada británica destinado al Foreign Office mencionaba que había una «importante confusión» respecto a la ANC, la ONC y «los Fascii di Combattenti [sic] o grupos locales de veteranos», pero como vemos el documento tampoco era capaz de presentar una distinción adecuada entre el movimiento excombatiente y el fascista.181 Semanas después, uno de los pocos diarios que se pudieron leer en París durante la huelga de prensa francesa de noviembre de 1919 publicaba un reportaje de la situación italiana mencionando los violentos choques entre socialistas y los «Fascio de los combattants», «arditi» y nacionalistas.182 Por su parte, el diario de izquierdas L’Humanité afirmaba que el programa de la ANC para los veteranos era apolítico, aunque también apuntaba que los comunicados de la asociación eran claramente hostiles a los socialistas.183 En este sentido, es interesante señalar que el mismo número de L’Humanité incluyó una llamada de Henri Barbusse y Anatole France al voto socialista en las próximas elecciones francesas, en la cual no se hacía referencia alguna a los veteranos. Evidentemente, la idea del excombatiente antibolchevique iba cobrando cada vez mayor relevancia.
A pesar de estas representaciones confusas, el modo en que fascistas y combattenti abordaron el proceso electoral italiano difirió profundamente en lo simbólico. En términos discursivos, la posición política de los veteranos de la ANC –tal y como defendía su líder Renato Zavaro– era oponerse tanto a aquellos que habían deseado la guerra pero que no había combatido en ella (un dardo contra los intervencionistas y las élites nacionalistas), como a aquellos que no habían buscado la guerra y la habían saboteado (es decir, la fuerzas «antinacionales» de izquierdas). En cambio, el movimiento excombatiente decía representar implícitamente a todos aquellos que no habían querido la guerra pero que habían combatido lealmente en ella –esto es, la mayoría de los soldados italianos–. Los socialistas obstaculizaron la participación de la ANC en la pugna electoral, pero los fascistas también la criticaron, y otros sectores políticos, incluidos los intervencionistas, la vieron con hostilidad.184 La actitud fascista era cuestión de simple rivalidad: en Milán, los fascistas se presentaron a las elecciones con una lista de diecinueve candidatos encabezada por Mussolini en la que casi todos sus integrantes eran presentados como veteranos. De este modo, los fascistas buscaban representar a aquellos que habían querido la guerra y además habían combatido en ella.
Más allá de un vago programa que perseguía una renovación de las élites políticas, la postura política real de los grupos de veteranos varió ostensiblemente en función de la región y de sus alianzas electorales. Los símbolos elegidos para representarse e identificar sus candidaturas electorales pusieron de manifiesto una cierta diversidad. Muchos adoptaron el casco como emblema electoral, siendo el icono que identificaría mayoritariamente a los veteranos también en las elecciones posteriores de 1921. En este sentido, el casco reflejaba una percepción esencialmente defensiva del papel político de los soldados.185 Por el contrario, otras candidaturas de excombatientes en las áreas del sur eligieron la imagen de una escalera de mano como representación simbólica de sus aspiraciones de ascenso social. Por su parte, los fascistas escogieron como símbolo identificativo el fascio romano, ampliamente enraizado en la tradición intervencionista, aunque también una candidatura excombatiente lo empleó: la de los miembros de la ANRZO en Turín. Sea como fuere, para cuando se celebraron las elecciones existía una clara oposición simbólica entre los veteranos y la izquierda. Las candidaturas de los socialistas estaban marcadas por el símbolo de la hoz y el martillo y, a diferencia de los excombatientes, su propaganda se esforzaba por dar voz a las víctimas de la guerra, a las viudas, los huérfanos y a todos aquellos que habían perdido a alguien en el conflicto.
Los resultados electorales decepcionaron grandemente a veteranos, fascistas e intervencionistas. Los combattenti habían albergado la esperanza de que su autoridad moral sobre la nación se viera recompensada con votos, pero sus candidaturas obtuvieron unos resultados muy pobres en casi toda Italia. Los dos claros ganadores de las elecciones fueron los socialistas –que obtuvieron 156 escaños– y los popolari católicos. El grupo parlamentario de veteranos promovido por la ANC, una plataforma heterogénea sin una dirección política definida, consiguió tan solo 232.923 votos (un 4,1 % del total), lo que se tradujo en veinte escaños en el parlamento.186 De hecho, los resultados cosechados por los fascistas fueron incluso peores. Este panorama contrastaba con la victoria electoral obtenida por el Bloque Nacional conservador en Francia, en cuyo parlamento, la presencia de un 44 % de veteranos de guerra entre sus miembros llevó a bautizar la cámara como Chambre bleu horizon, dado el color azulado de los uniformes militares franceses. En contraste, solo el 27,97 % de los integrantes de la italiana Camera dei Deputati eran antiguos combatientes, siendo irónicamente el PSI el grupo con un mayor porcentaje de veteranos entre sus diputados (un 47,4 %), aunque este no haciese hincapié alguno en esa condición de sus miembros.187 Para empeorar aún más las cosas, resultaba evidente que la mayoría de los veteranos italianos, incluso miembros de la ANC, habían votado por opciones antimilitaristas y revolucionarias. A pesar de estas realidades, mucha gente en Italia entendió el resultado electoral como una victoria del pacifismo socialista frente a los excombatientes, quienes ahora los medios representaron como individuos resentidos y derrotados (figura 1.1). De hecho, en algunos periódicos excombatientes los resultados fueron descritos como un nuevo «ensayo general para la revolución bolchevique».188
Tras las elecciones, los fascistas quedaron en una situación crítica, pero el símbolo del excombatiente había terminado por consolidar un significado antisocialista más amplio. El mismo día en que comenzaba su andadura un nuevo parlamento, una manifestación en Roma protagonizada por oficiales monárquicos degeneró en enfrentamientos directos con grupos de socialistas en los que los manifestantes «patrióticos» agredieron al menos a un parlamentario de izquierdas. Furiosos, los socialistas convocaron inmediatamente una huelga general, lo que provocó que en muchas ciudades como Roma, Milán, Turín, Florencia, Bolonia o Mantua los huelguistas atacasen violentamente a oficiales en uniforme.189 Esta virulenta reacción evidenció el amplio apoyo del que gozaban los socialistas, pero las noticias de agresiones contra oficiales espolearon las ansiedades de la burguesía y sus odios hacia la izquierda, contribuyendo a expandir el mito del «veterano ultrajado». Mientras, los líderes fascistas fueron arrestados bajo acusación de alterar el orden público. La confluencia de todos estos eventos nutrió la idea de que mientras que los auténticos «veteranos» –elocuentemente simbolizados como arditi– eran enviados a prisión, eran los desertores quienes entraban en el Parlamento (figura 1.2).190 Aunque los veteranos nacionalistas y los fascistas tuvieron que someterse a las inmediatas consecuencias de su debacle electoral, lo cierto es que habían obtenido una victoria crucial: el poderoso símbolo de los excombatientes había quedado vinculado a ellos en tanto que individuos y grupos esencialmente opuestos a la izquierda.
Fig. 1.1. «¡Así que soy yo el derrotado!». En los carteles que portan los socialistas se lee: «¡Viva Lenin!», «El que no trabaje que no coma», «¡Viva la huelga!», «¡Viva la derrota!», «¡Abajo la guerra!». I Combattenti, 6 de diciembre de 1919 (del diario ilustrado Pasquino). (Imagen cortesía del Ministero dei beni e delle attività culturali e del turismo, Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze. Prohibida toda reproducción).
Fig. 1.2. «Contrastes» «Los desertores a Montecitorio… y los veteranos al furgón policial», I Combattenti, 21 de diciembre de 1919 (del diario ilustrado Pasquino). (Imagen cortesía del Ministero dei beni e delle attività culturali e del turismo, Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze. Prohibida toda reproducción).
Por su parte, los socialistas, bien conscientes del apoyo que habían obtenido por parte de muchos excombatientes, se mostraban encantados y confiados en que tenían la revolución a su alcance. En octubre, el Partido Socialista había confirmado su orientación maximalista con el propósito de establecer una dictadura del proletariado. No en vano, incluso habían barajado la posibilidad de emplear la violencia contra la burguesía. Su objetivo ahora era hacerse con el control de los concejos locales (comuni) a través de las elecciones administrativas de 1920, un proceso en el que tanto los veteranos como las víctimas de guerra debían jugar un papel estratégico fundamental.191 En este sentido, y aunque los socialistas carecían de un programa coherente destinado a la creación de un «ejército rojo»,192 algunos de ellos atribuían a los veteranos una misión revolucionaria.193 La Liga Proletaria sería la encargada de organizarlos. Significativamente, la pretendida naturaleza revolucionaria de esta organización se hace evidente si se observa el título de su órgano periodístico, Spartacus, un nombre que no solo hacía referencia a la facción de los comunistas alemanes, sino que también aludía a aquel esclavo del siglo I d. C. que, tras ser forzado a luchar como gladiador, había roto sus cadenas para encabezar una rebelión contra sus amos. Este símbolo emancipatorio figuraba en la portada del periódico y reflejaba la interpretación socialista de la experiencia bélica de los soldados (figura 1.3).
Aun así, ese paralelismo con el proletario italiano nunca llegó a materializarse o a ponerse en práctica. De hecho, las actividades de la Liga Proletaria durante el año 1920 no tuvieron ningún carácter revolucionario, a lo que habría que sumar las divisiones internas surgidas entre comunistas y socialistas que debilitaron a la organización, sobre todo tras 1921. Y lo cierto es que la derecha política y los nacionalistas habían conseguido prácticamente monopolizar el símbolo del excombatiente. A comienzos de 1920, cuando los maximalistas italianos lanzaron su proyecto para la creación de soviets revolucionarios, su estrategia ya no se basó en la vieja idea de «soldados» y «trabajadores» que había caracterizado las revoluciones rusa y alemana en su origen. La época dorada del exsoldado socialista y revolucionario había terminado.
Fig. 1.3. Spartacus (Milán, 15 de enero de 1920). (Imagen cortesía del Ministero dei beni e delle attività culturali e del turismo, Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze. Prohibida toda reproducción).
En suma, el año 1919 asistió a un proceso transnacional de apropiación simbólica de la idea del excombatiente, por el cual este se convirtió en un símbolo característicamente antiizquierdista con una fuerte carga ideológica. Hacia finales de 1919, los veteranos eran esencialmente interpretados como un grupo que podía ser instrumentalizado contra la amenaza bolchevique interna. Si a finales de 1918, a consecuencia de la Revolución rusa, las masas de soldados eran generalmente vistas como una nueva clase de proletariado con inclinaciones socialistas, los eventos posteriores, como el desbaratamiento de las revoluciones en Europa central y la ocupación de Fiume, parecieron evidenciar el potencial contrarrevolucionario y nacionalista de los excombatientes. No en vano, diversos grupos derechistas se esforzaron por imponer esta percepción, con Mussolini y los primeros fascistas entre los más radicales. Pese a que esa imagen de las organizaciones de veteranos como baluartes contra los «rojos» también existía en otros países como Alemania o Estados Unidos, fue en Italia donde el proceso de apropiación simbólica tuvo mayores consecuencias. Aunque Italia estaba dominada por socialistas antimilitaristas y pacifistas católicos, el símbolo del veterano se fue convirtiendo en propiedad exclusiva de los grupos nacionalistas. Tal y como veremos en el siguiente capítulo, la manipulación fascista del modelo del veterano antibolchevique fue crucial para el auge del Fascismo italiano.
1 Zeev Sternhell: La droite révolutionnaire 1885-1914. Les origines françaises du fascisme, París, Fayard, 1997.
2 Walter L. Adamson: Avant-Garde Florence. From Modernism to Fascism, Cambridge (MA) / Londres, Harvard University Press, 1993; Wohl: The Generation of 1914, pp. 168-170.
3 El clima social e intelectual previo a la intervención italiana en Mario Isnenghi: Il mito della grande guerra, Bolonia, Il Mulino, 1989 (1.ª ed. 1970), pp. 11-178; Angelo Ventrone: La seduzione totalitaria. Guerra, modernità, violenza politica (1914-1918), Roma, Donzelli, 2003, pp. 3-48; Mario De Nicolò (ed.): Dalla trincea alla piazza. L’irruzione dei giovani nel Novecento, Roma, Viella, 2011, passim.
4 Jeffrey Verhey: The spirit of 1914. Militarism, Myth and Mobilization in Germany: Cambridge / Nueva York, Cambridge University Press, 2000.
5 Renzo De Felice: Mussolini il rivoluzionario, 1883-1920, Turín, Einaudi, 1965, pp. 221-418. Paul O’Brien: Mussolini in the First World War. The Journalist, the Soldier, the Fascist, Oxford / Nueva York, Berg, 2005.
6 Giovanna Procacci: Soldati e prigionieri italiani nella Grande Guerra. Con una raccolta di lettere inedite, Roma, Editori Riuniti, 1993, pp. 90-93.
7 Mark Thompson: The White War. Life and Death on the Italian Front, 1915-1919, Nueva York, Basic Books, 2009.
8 Véase el diario de guerra de Mussolini, publicado en varios capítulos en Il Popolo d’Italia durante la guerra, en Edouardo y Duilio Susmel (eds.): Opera Omnia di Benito Mussolini, Volume XXIV, Florencia, La Fenice, 1961, pp. 1-113.
9 Il Popolo d’Italia, 27 de diciembre de 1916.
10 Ibíd., 19 de marzo de 1917; 4 de abril de 1917.
11 Ibíd., 13 de abril de 1917.
12 Ibíd., 15 de abril de 1917; 5 de mayo de 1917.
13 B. Mussolini, «Bandiere rosse», Il Popolo d’Italia, 5 de julio de 1917; B. Mussolini: «Il tramonto di Zimmerwald», Il Popolo d’Italia, 7 de julio de 1917; B. Mussolini, «Viva Kerensky!», Il Popolo d’Italia, 26 de julio de 1917.
14 Isnenghi: Il mito della grande guerra, pp. 261-394.
15 André Loez y Nicolas Mariot: Obéir/desobéir. Les mutineries de 1917 en perspective, París, Éditions La Découverte, 2008.
16 Allan K. Wildman: The End of the Russian Imperial Army, Princeton, Princeton University Press, 1980-1987, pp. 3-72.
17 Sabbatucci: I combattenti, pp. 9-19.
18 Mondini: La politica delle armi, p. 43.
19 Il giornale del soldato (Milán), 4 de noviembre de 1917.
20 Giorgio Rochat: Gli arditi della Grande Guerra. Origini, battaglie e miti, Milán, Feltrinelli, 1981; Ferdinando Cordova: Arditi e legionari Dannunziani.
21 John Horne: «Remobilising for “total war”: France and Britain, 1917-1918», en John Horne (ed.): State, society and mobilization in Europe During the First World War, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 195-211.
22 Antonio Gibelli: L’officina della guerra. La Grande Guerra e le trasformazioni del mondo mentale, Turín, Bollati Boringhieri, 2007 (1.ª ed., 1991), pp. 99, 106, 115.
23 Andrea Fava: «Assistenza e propaganda nel regime di guerra (1915-1918)» en Mario Isnenghi (ed.): Operai e contadini nella Grande Guerra, Bolonia, Cappelli, 1982, pp. 174-212.
24 «Il senso di una crisi», Il Popolo d’Italia, 18 de noviembre de 1917.
25 «La patria ai combattenti», Il Popolo d’Italia, 20 de noviembre de 1917.
26 Giuseppe Barone: «Statalismo e riformismo: l’Opera Nazionale Combatteni (19171923)», Studi Storici, 1984, pp. 203-244. Il giornale del soldato, 23 de diciembre de 1917.
27 Sabbatucci: I combattenti, pp. 19-30; Barbara Bracco: La patria ferita. I corpi dei soldati italiani e la Grande guerra, Florencia / Milán, Giunti, 2012, pp. 159-181.
28 Véase Prost: Les anciens combattants, vol. 1, pp. 20-44; Whalen: Bitter Wounds, pp. 121-129.
29 Il Popolo d’Italia, 28 de abril de 1917, 2 de noviembre de 1917.
30 La Voce dei Reduci (Bolonia), 9 de diciembre de 1917.
31 Mussolini menciona la publicación de La Voce dei Reduci en «Trincerocrazia».
32 B. Mussolini: «Trincerocrazia», Il Popolo d’Italia, 15 de diciembre de 1917.
33 De Felice: Mussolini il rivoluzionario, pp. 399-403; véase igualmente Adamson: Avant-Garde Florence, pp. 257-262.
34 De Felice: Mussolini il rivoluzionario, pp. 362-418; Gentile: Le origini dell’ideologia fascista.
35 O’Brien: Mussolini in the First World War, pp. 123-140.
36 Para una discusión más amplia de este proceso histórico, véase Ángel Alcalde: «War veterans and the transnational origins of Italian Fascism (1917-1919)», Journal of Modern Italian Studies 21, 2016, pp. 565-583.
37 Agostino Lanzillo: La disfatta del Socialismo. Critica della guerra e del socialismo, Florencia, 1918.
38 Lanzillo, nacido en Reggio Calabria en 1886, estudió Derecho y se unió a las tendencias sindicalistas revolucionarias italianas antes de la guerra. Colaboró con La Voce y con el mussoliniano Avanti! Intervencionista y fundador del Fascio rivoluzionario d’azione, colaboró con Il Popolo d’Italia. Se unió al movimiento fascista en 1919 en Milán, y tras la Marcha sobre Roma fue elegido miembro del Parlamento en 1924. Sin embargo, en los años treinta se enfrentaría a Mussolini y criticaría las políticas económicas del régimen. En 1944 huyó a Suiza, y regresó a Italia en 1945. Murió en 1952.
39 Lanzillo: La disfatta del socialismo, p. 218.
40 Ibíd., pp. 289-291.
41 Giuseppe Prezzolini: «Mea culpa», Il Popolo d’Italia, 17 de enero de 1918.
42 Véase, por ejemplo, Il Popolo d’Italia, 25 de agosto de 1918; 29 de septiembre de 1918.
43 Il Popolo d’Italia, 14 de mayo de 1918. 44 Ibíd., 1 de agosto de 1918.
45 Aldo Cingolani: «Le due Italie», La Voce dei Reduci. Giornale dei mutilati e invalidi di guerra, 23 de diciembre de 1917; Il Popolo d’Italia, 11 de marzo de 1918.
46 Mussolini: «Interessi dei soldati - Le vecchie classi», Il Popolo d’Italia, 5 de agosto de 1918.
47 Il Popolo d’Italia, 4 de noviembre de 1918.
48 Horne (dir.): «Démobilisations culturelles après la Grande Guerre».
49 Gerwarth y Horne (eds.): War in Peace.
50 Eduardo González Calleja y Fernando del Rey: La defensa armada contra la revolución, Madrid, CSIC, 1995.
51 Gerwarth y Horne: Vectors of Violence.
52 Bessel: Germany after the First World War.
53 Ulrich Kluge: Soldatenräte und revolution. Studien zur Militärpolitik in Deutschland 1918/19, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1975; Scott Stephenson: The Final Battle. Soldiers of the Western Front and the German Revolution of 1918, Cambridge, Cambridge University Press, 2009.
54 Richard Bessel: «Die Heimkehr der Soldaten. Das Bild der Frontsoldaten in der Öffentlichkeit der Weimarer Republik», en Gerhard Hirschfeld, Gerd Krumeich e Irina Renz (hg.): “Keiner fühlt sich hier mehr als Mensch…” Erlebnis und Wirkung des Ersten Weltkriegs, Frankfurt am Main, Fischer Taschenbuch, 1996, pp. 260-282; Mark Jones: «From “Skagerrak” to the “Organisation Consul”: War Culture and the Imperial German Navy, 1914-1922», en James E. Kitchen, Alisa Miller y Laura Rowe (eds.): Other Combatants, Other Fronts. Competing Histories of the First World War, Newcastle, Cambridge Scholars Publishing, 2011, pp. 249-274.
55 Klaus Theweleit: Männerphantasien, Frankfurt am Main, Verlag Roter Stern, 1977-1978.
56 Mark Jones: Founding Weimar: Violence and the German Revolution of 1918-1919, Cambridge University Press, 2016.
57 Heinrich Hannover y Elisabeth Hannover-Drück (eds.): Der Mord an Rosa Luxemburg und Karl Liebknecht. Dokumentation eines politischen Verbrechens, Gotinga, Lamuv, 1989.
58 Avanti! (Milán), 16 y 17 de enero de 1919; Rote Fahne (Berlín), 15 de enero de 1919.
59 Mussolini: «Liebknecht è stato fucilato», Il Popolo d’Italia, 17 de enero de 1919.
60 «Operai e soldati solidali con Ebert», Il Popolo d’Italia, 19 de enero de 1919.
61 Alcalde: «War Veterans and the Transnational Origins of Italian Fascism».
62 Waite: Vanguard of Nazism; Nigel H. Jones: Hitler’s Heralds. The Story of the Freikorps, 1918-1923, Londres, Murray, 1987; Gerwarth: «The Central European Counter-Revolution»; Dirk Schumann: Political Violence in the Weimar Republic 1918-1933. Fight for the Streets and Fear of Civil War, Oxford, Berghahn Books, 2009, pp. 3-53; Jones: Founding Weimar.
63 Berghahn: Der Stahlhelm, pp. 14-15.
64 «Vorschläge Kapps an Prinz Udo von Löwenstein-Wertheim-Freudenberg, eine von den Grossgrundbesitzern gebildete Bürgerkriegstruppe zu schaffen. O. O., Februar 1919», en Erwin Könnemann y Gerhard Schulze (eds.): Der Kapp-Lüttwitz-Ludendorff-Putsch. Dokumente, Múnich, Olzog Verlag, 2002, p. 2.
65 James M. Diehl: Paramilitary Politics in Weimar Germany, Bloomington, Indiana University Press, 1977; Elliot: «The Kriegervereine and the Weimar Republic».
66 Dunker: Der Reichsbund jüdischer Frontsoldaten; Ziemann, Contested Commemorations.
67 Ziemann: War Experiences in Rural Germany, p. 240.
68 Whalen: Bitter Wounds; Seipp: The Ordeal of Peace.
69 Barth: Dolchstosslegenden.
70 «Information des Reichs- und Staatskommissars für Überwachung der öffentlichen Ordnung über Ansehensschwund der Reichsregierung» (Berlín, 8 March 1920), en Könnemann and Schulze (eds.): Der Kapp-Lüttwitz-Ludendorff-Putsch, p. 122.
71 Adolf Hitler: Sämtliche Aufzeichnungen 1905-1924, Stuttgart, Deutsche Verlag-Anstalt, 1980, p. 91.
72 Thomas Weber: Hitler’s First War. Adolf Hitler, the Men of the List Regiment, and the First World War, Oxford, Oxford University Press, 2010, pp. 227-287; Othmar Plöckinger: Unter Soldaten und Agitatoren. Hitlers prägende Jahre im deutschen Militär 1918-1920, Paderborn, Ferdinand Schöningh, 2013.
73 Brendan Simms: «Against a “world of enemies”: the impact of the First World War on the development of Hitler’s ideology», International Affairs 90, 2, 2014, pp. 317-336.
74 Johannes Erger: Der Kapp-Lüttwitz-Putsch. Ein Beitrag zur deutschen Innenpolitik 1919/20, Düsseldorf, Droste Verlag, 1967.
75 Vossische Zeitung (Berlín), 18 de abril de 1920.
76 Adam R. Seipp: «“Scapegoats for a Lost War”: Demobilisation, the Kapp Putsch, and the Politics of the Streets in Munich, 1919-1920», War & Society 25, 1, mayo de 2006, pp. 35-54.
77 Reichsbund. Organ des Reichsbundes der Kriegsbeschädigten, Kriegsteilnehmer und Kriegshinterbliebenen (Berlín), 3 de abril de 1920.
78 Cohen: The War Come Home.
79 Gabriele Krüger: Die Brigade Ehrhardt, Hamburg, Leibniz-Verlag, 1971.
80 Prost: Les Anciens Combattants; Robert Soucy: «France: Veterans Politics Between the Wars», en Ward (ed.): The War Generation, pp. 59-103.
81 Nicolas Beaupré: Écrire en guerre, écrire la guerre, France, Allemagne 1914-1920, París, CNRS, 2006; Jean Relinger: Henri Barbusse. Écrivain combattant, París, PUF, 1994; Henri Barbusse: Paroles d’un combattant. Articles et Discours (1917-1920), París, 1920; Le Populaire (París), 8 de enero de 1919.
82 Avanti!, 15 de enero de 1919.
83 Charles Maurras: La part du combattant, París, 1917; Georges Valois: La réforme économique & sociale, París, 1918, pp. 54-55.
84 L’Action française, 19 de enero de 1919.
85 Informe al Président du Conseil des Ministres (París, 11 de marzo de 1919), e informe sobre la Fédération ouvrière des mutilés des Bouches-du-Rhône (Marseille, 25 de agosto de 1919), AN, F7/13243, «Associations de Mutilés et Victimes de la guerre», «Notes générales sur les dites associations».
86 Prost: Les anciens combattants. 87 Millington: From Victory to Vichy.
88 Desmond Morton y Glenn Wright: Winning the Second Battle. Canadian Veterans and the Return to Civilian Life 1915-1930, Toronto / Buffalo / Londres, University of Toronto Press, 1987.
89 William Pencak: For God & Country. The American Legion, 1919-1941, Boston, Northeastern University Press, 1989.
90 Stephen R. Ward: «Great Britain: Land Fit for Heroes Lost», en Ward (ed.): The War Generation, pp. 10-37; Íd.: «The British Veterans’ ticket of 1918», Journal of British Studies 8, 1, 1968, pp. 155-169; Wootton: The Politics of Influence, pp. 203-210; Lawrence: «Forging a Peaceable Kingdom»; Niall Barr: The Lion and the Poppy. British Veterans, Politics, and Society, 1921-1939, Londres, Praeger, 2005.
91 Silvia Correia: «The veterans’ movement and First World War memory in Portugal (1918-33): between the Republic and Dictatorship», European Review of history. Revue européenne d’histoire 19, 2012, pp. 531-551.
92 Francisco J. Romero Salvadó: Spain 1914-1918. Between War and Revolution, Londres / Nueva York, Routledge, 1999; Íd.: The Foundations of Civil War. Revolution, Social Conflict and Reaction in Liberal Spain, 1916-1923, Londres / Nueva York, Routledge, 2008.
93 Eduardo González Calleja: El máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en la crisis de la Restauración (1917-1931), Madrid, CSIC, 1999, pp. 11-253.
94 Sebastian Balfour: Deadly embrace. Morocco and the road to the Spanish Civil War, Oxford / Nueva York, Oxford University Press, 2002.
95 Julián Casanova: Europa contra Europa 1914-1945, Barcelona, Crítica, 2011, pp. 61-71.
96 Roberto Bianchi: Pace, pane, terra. Il 1919 in Italia, Roma, Odradek, 2006.
97 Mondini and Schwarz: Dalla guerra alla pace, pp. 23-113.
98 Giorgio Rochat: L’esercito italiano da Vittorio Veneto a Mussolini (1919-1925), Bari, Laterza, 1967, pp. 17-37.
99 Cf. Cabanes: La victoire endeuillée, pp. 277-358.
100 Sabbatucci: I combattenti, pp. 52-61.
101 Il Popolo d’Italia, 7 y 9 de noviembre de 1918.
102 Ibíd., 25 de diciembre de 1918, 14 de enero de 1919.
103 Il Popolo d’Italia, 4, 8, 9, 10, 13, 14, 20, 27 y 30 de diciembre de 1918, 7, 14, 16 y 17 de enero de 1919. Italo Balbo, siguiendo sus convicciones mazzinianas, interpretó la iniciativa como potencialmente capaz de «rejuvenecer» Italia; cf. Claudio G. Segré: Italo Balbo. Una vita fascista, Bolonia, Il Mulino, 1988, pp. 37-63. El fracaso del proyecto de la Costituente en De Felice: Mussolini il rivoluzionario, pp. 470 y ss.
104 Il Popolo d’Italia, 11 de noviembre de 1918.
105 Mario Carli, nacido en San Severo (Foggia) en 1889, fue un miembro muy activo en la escena vanguardista florentina antes de la guerra. Junto a otros futuristas, se unió al movimiento intervencionista y se alistó como voluntario en los arditi, donde alcanzó el rango de capitán y fue herido, por lo que recibió una medalla. Carli tomó también parte en la ocupación de Fiume desde septiembre de 1919. Posteriormente, se convirtió en uno de los seguidores más importantes de Mussolini, dirigiendo la sección mussoliniana de los arditi hasta la Marcha sobre Roma. Vinculado a la tendencia fascista de Farinacci a mediados de los años veinte, ostentó diversos cargos políticos durante la dictadura fascista, siendo cónsul italiano en Brasil y Grecia en los años treinta. Falleció en 1935.
106 Roma Futurista. Giornale del Partito Politico Futurista (Roma), 20 de noviembre de 1918.
107 Gentile: Storia del partito fascista, pp. 20-21; Fabio Fabbri: Le origini della guerra civile. L’Italia dalla Grande Guerra al fascismo, 1918-1921, Milán, Utet, 2009, pp. 11-16.
108 Ferruccio Vecchi: «Arditismo», Roma futurista 9, 2 de marzo de 1919. Vecchi, nacido en Sant’Alberto (Rávena) en 1894, alcanzó el rango de capitán de arditi durante la
guerra. En tanto que ex ardito futurista, y junto con Mario Carli, fundó la Associazione fra gli Arditi d’Italia y el periódico L’Ardito. Fue uno de los activistas más violentos del primer movimiento fascista, y uno de los cabecillas del asalto a los locales de Avanti! en Milán en abril de 1919. Tras pasar brevemente por la cárcel en diciembre de ese mismo año, continuó su militancia activa en el movimiento filofascista de los arditi. No obstante, en diciembre de 1920 fue obligado a renunciar a sus puestos tanto en la asociación como en el periódico. Tras esto, abandonó toda actividad política y se convirtió en novelista y artista, cultivando la escultura y la pintura durante el régimen fascista.
109 Sabbatucci: I combattenti; Íd.: La stampa del combattentismo.
110 Por ejemplo, Il Popolo d’Italia, 28 de enero, 22 de febrero y 15 de marzo de 1919.
111 Sabbatucci: I combattenti, pp. 86-ff.
112 A Noi! (Turín), 20 de enero, 20 de febrero, y 1 de marzo de 1919; Il Popolo d’Italia, 1 de febrero de 1919.
113 Livio Vanzetto: «Contadini e grande guerra in aree campione del Veneto (19101922)», en Isnenghi (ed.): Operai e contadini, pp. 72-103.
114 Gianni Isola: Guerra al regno della guerra. Storia della Lega proletaria mutilati invalidi reduci orfani e vedove di guerra (1918-1924), Florencia, Le Lettere, 1990; Íd.: «Socialismo e combattentismo: la Lega proletaria. 1918-1922», Italia contemporanea 141, 1980, pp. 5-29.
115 Agostino Lanzillo: «L’ora dei combattenti», Il Popolo d’Italia, 20 de marzo de 1919; Íd.: «L’ora dei combattenti. Politicanti e soldati», Il Popolo d’Italia, 21 de marzo de 1919.
116 Especialmente de ciudades toscanas como Siena y Livorno; véase Il Popolo d’Italia, 15, 31 de marzo de 1919.
117 L’Idea Nazionale (Roma), 25 de marzo de 1919.
118 Andrea Ungari: «Tra mobilitazione patriottica e suggestioni eversive. La vicenda dell’Unione Nazionale Ufficiali e Soldati nel primo dopoguerra», Nuova Storia Contemporanea 5, 2001, pp. 41-76.
119 Mussolini: «Convergere gli sforzi!», Il Popolo d’Italia, 9 de abril de 1919.
120 Mario Carli: «Lo sciopero dello stento», Roma futurista, n.º 15-16, 13-20 de abril de 1919.
121 Fabbri: Le origini della guerra civile, pp. 38-49; De Felice: Mussolini il rivoluzionario, pp. 519-521.
122 Fabbri: Le origini della guerra civile, pp. 54-59.
123 Mondini: La politica delle armi.
124 H. James Burgwyn: The Legend of the Mutilated Victory. Italy, the Great War, and the Paris Peace Conference, 1915-1919, Westport, Greenburg Press, 1993.
125 Bianchi: Pane, pace, terra, pp. 205-220. Véase, por ejemplo, en Puglia, Simona Colarizi: Dopoguerra e fascismo in Puglia (1919-1926), Bari, Laterza, 1971, pp. 11-26.
126 Sabbatucci: I combattenti, pp. 184-203; Roberto Vivarelli: Storia delle origini del fascismo. L’Italia dalla grande guerra alla marcia su Roma, Bolonia, Il Mulino, 2012, vol. 1, pp. 436-460.
127 L’Idea Nazionale, 18 de junio de 1919. 128 Sabbatucci: I combattenti, p. 70.
129 Un exhaustivo relato del congreso en ibíd., pp. 98-119.
130 Cf. Francesco Giunta: Un po’ di fascismo, Milán, 1935, p. 66. Giunta, nacido en Florencia en 1886, fue un estudiante intervencionista que alcanzó el grado de capitán durante la guerra. Fundador de la ANC en Florencia, impuso una postura nacionalista y antisocialista en el movimiento excombatiente florentino. Ingresaría oficialmente en el movimiento fascista en octubre de 1919. Transferido a Trieste en 1920, fundó el diario Il Popolo di Trieste. Escuadrista activo, participó en la Marcha sobre Roma. Ostentó el cargo de secretario del Gran Consiglio del Fascismo hasta 1929. Entre octubre de 1923 y abril de 1924, fue también secretario del PNF. Y entre 1927 y 1932, subsecretario de la Presidenza del Consiglio. Tras algunos años alejado de la actividad política, se convirtió en el líder de la Camera dei Fasci e delle Corporazioni, y en 1943 en gobernador de Dalmacia. Se unió a la Reppublica Sociale Italiana (RSI). Tras la guerra, fue absuelto de todos los cargos y se retiró de la vida política. Murió en Roma en 1971.
131 Il Popolo d’Italia, 25 de junio de 1919. 132 L’Ardito (Milán), 29 de junio de 1919.
133 Gentile: Le origini dell’ideologia fascista (citando la edición en inglés: Nueva York, Enigma, 2005, p. 54); cf. Mosse: «Two World Wars».
134 Adamson: Avant-Garde Florence, p. 227.
135 Giuseppe Bottai: «Combattenti», Roma futurista, n.º 27, 6 de julio de 1919, n.º 29, 20 de julio de 1919.
136 Ambos individuos alcanzarían importantes posiciones dentro del régimen fascista. Giuriati, nacido en Venecia en 1876, ejerció como abogado, siendo un irredentista activo antes de la guerra. Fue voluntario en el conflicto y alcanzó el rango de capitán, siendo también herido y condecorado. Tras la aventura de Fiume, se unió al movimiento fascista, siendo diputado en 1921. Después de la Marcha sobre Roma, ocupó diversos cargos ministeriales en el régimen de Mussolini. Fue secretario del PNF en 1930-31, así como senador, aunque posteriormente se retiró de la política y rechazó ocupar cualquier cargo en la RSI. Murió en Roma en 1970. Por su parte, Host-Venturi nació en Fiume en 1892, fue también voluntario de guerra y capitán de los arditi y los alpini. Tras la ocupación de Fiume, se unió a la ANC y al movimiento fascista, y después de 1922 trabajó para integrar a los fascistas fiumanos en el régimen. Miembro de la ejecutiva nacional de la ANC, fue elegido presidente provisional de la asociación en 1924. Fue también secretario general de la federación fiumana del PNF entre 1925 y 1928, al tiempo que ocupó otros cargos ministeriales en el partido en la década de los treinta, siendo por ejemplo ministro de comunicaciones entre octubre de 1939 y febrero de 1943. Posteriormente se uniría a la RSI, aunque sin ocupar ningún puesto de relevancia. Dejó Italia tras la Segunda Guerra Mundial, y falleció en 1980 en Buenos Aires.
137 Sabbatucci: I combattenti, pp. 144-146; ACS, MI, PS (1920), b. 105, ff. ‘Fascio Romano di Combattimento’ I and II; L’Idea Nazionale (Rome), 30 de junio, 1 y 2 de julio de 1919.
138 Giuseppe Prezzolini: «Il compito dei combattenti», Il Fascio (Milán), 30 de agosto de 1919.
139 ACS, MI, PS (1920), b. 105, f. ‘Roma. Fascio di combattimento’.
140 ACS, MI, PS (1919), b. 84, f. ‘Movimento sovversivo Roma II’.
141 Il Fascio, 20 de septiembre de 1919.
142 ACS, MI, PS (1921), b. 89, f. ‘Firenze’, documento fechado el 1 de julio de 1919.
143 Il Fascio, 15 de agosto de 1919.
144 Paul Corner: Fascism in Ferrara, 1915-1925, Londres, Oxford University Press, 1975, pp. 56 y 68.
145 ACS, MI, PS (1920), b. 104, f. ‘Bolonia. Associazione Nazionale dei Combattenti’; Giornale del Mattino (Bolonia), 10 de abril de 1919.
146 Carta de U. Pasella a G. Maggi (1 de septiembre de 1919), citada por Gentile: Storia del partito fascista, p. 38.
147 L’Unità (Florence), 17 de julio, 7-14 de agosto de 1919.
148 Véase, por ejemplo, «Bericht des Reichswehrgruppenkommandos 1 an den Reichswehrminister Noske über mögliche Folgen der bevorstehenden Entlassung von 90.000 Offizieren und Mannschaften. Berlin» (julio de 1919), y «Anonyme Denkschrift über die Notwendigkeit eines Umsturzes» (12 de agosto de 1919), en Könnemann y Schulze (eds.): Der Kapp-Lüttwitz-Ludenforff-Putsch, pp. 19-23. Para los Balcanes, véase John Paul Newman: Yugoslavia in the Shadow of War. Veterans and the Limits of State Building, 1903-1945, Cambridge, Cambridge University Press, 2015, pp. 136-138.
149 Informe «Situazione militare della Germania» (Berlín, 5 de agosto de 1919), AMAE, Affari Politici 1919-1930, Germania, b. 1125.
150 [Sezione ‘P’ del Governo della Dalmazia], Battute di propaganda. Per i giovani Ufficiali nelle conversazioni coi soldati, Ancona, 1919.
151 Avanti! (Turín), 1, 2, 3 y 4 de julio de 1919.
152 Por ejemplo, De Felice: Mussolini il rivoluzionario, p. 428; Sabbatucci: I combattenti, p. 47; Mondini: La politica delle armi, passim.
153 Cf. Salvatore Lupo: Il Fascismo. La politica in un regime totalitario, Roma, Donzelli, 2000, p. 49.
154 Giovanni Zibordi: Critica socialista del fascismo, Bolonia, Cappelli, 1922, pp. 15-28, ahora en Renzo De Felice: Il Fascismo. Le interpretazioni dei contemporanei e degli storici, Roma / Bari, 1998, cita en p. 41.
155 G. Zibordi: «La smobilitazione dei cervelli», Avanti!, 22 de enero de 1919; «L’ord. D.G. politico» (sin fechar, pero probablemente de diciembre de 1918 o enero de 1919), ACS, MI, PS (1919), b. 84, f. «Reggio Emilia. Movimento sovversivo».
156 L’Ordine Nuovo (Turín), 2 de agosto de 1919.
157 Sabrina Sgueglia della Marra: «Le aggressioni agli ufficiali nel primo dopoguerra», Nuova Storia Contemporanea 3, 2012, pp. 117-134.
158 Angelo Tasca: Nascita e avvento del fascismo, Milán, La Nuova Italia, 2002 (1.ª ed. 1950), p. 195.
159 Avanti!, 4 de agosto de 1919.
160 Ibíd., 14 de agosto de 1919
161 Ibíd., 19 de agosto de 1919. Véase también Il Soviet (Nápoles), 7 de septiembre de 1919.
162 Avanti!, 4 de agosto de 1919.
163 Ibíd., 24 de agosto de 1919. 164 Ibíd., 17 de agosto de 1919.
165 Journal des mutilés et reformés des anciens combattants et des victimes de la guerre (París), 14 de junio y 19 de julio de 1919.
166 Annette Becker: «Du 14 julliet 1919 au 11 novembre 1920. Mort, où est la victoire?», Vingtième siècle, Revue d’histoire 49, 1996, pp. 31-44; Informe sobre la ARAC (11 de julio de 1919), AN, F/7, c. 13243, «Associations de Mutilés et Victimes de la guerre».
167 Documento del prefetto de Milán (9 de septiembre de 1919), ACS, MI, PS (1920), b. 104, f. «Milano. Associazione segreta fra combattenti e arditi di principi rivoluzionari».
168 Informe policial (22 de agosto de 1919), ACS, MI, PS (1920), b. 104, f. «Associazione fra gli “Arditi” d’Italia». La cursiva es mía.
169 La Libera Parola (Parma), 5 de julio de 1919.
170 Priamo Brunazzi: «Bisogna chiudere il becco ai corvi!», I Combattenti (Génova), 30 de agosto de 1919.
171 Cf. Il Fascio, 15 de agosto de 1919. Il Maglio. Giornale Settimanale degli ex Combattenti e Smobilitati (Varese) cambió su subtítulo a Settimanale dei Fasci di Combattimento della Lombardia, en el número 15, el 16 de agosto de 1919.
172 Cordova: Arditi e legionari Dannunziani.
173 Il Fascio, 4 de octubre de 1919; I Combattenti, 21 de septiembre de 1919.
174 Mondini: La politica delle armi, p. 42.
175 Por ejemplo, La Stampa (Turín), 14 y 17 de septiembre de 1919.
176 Sabbatucci: I combattenti, pp. 158-161; Il Popolo d’Italia, 21 de septiembre de 1919.
177 Michael A. Ledeen: The First Duce. D’Annunzio at Fiume, Londres, Johns Hopkins University Press, 1977.
178 Marco Mondini: «La festa mancata. I militari e la memoria della Grande Guerra, 1918-1923», Contemporanea 4, 2004, pp. 555-578. Íd., La politica delle armi, pp. 28-51; Victor Demiaux: «Dov’è la vittoria? Le rôle de la référence interalliée dans la construction rituelle de la sortie de guerre italienne (1918-1921)», Mélanges de l’École française de Rome, Mélanges de l’École française de Rome - Italie et Méditerranée modernes et contemporaines [en línea], 125/2, 2013, [consultado el 22 de febrero de 2014]. URL: http://mefrim.revues.org/1426
179 Para un relato detallado de las elecciones, véase Sabbatucci, I combattenti, pp. 203-223.
180 MAE-AD, Europe 1918-1929, Italie, 58, «Politique intérieure. Dossier général. Aout-Dec 1919», pp. 65-66.
181 «Memorandum by Mr. Rodd on the Nationalist Party in Italy» (25 de octubre de 1919), en: Documents on British Foreign Policy 1919-1939. First Series. Vol. IV. 1919, Londres, Herr Majesty’s Stationery Office, 1952, pp. 130-134.
182 La Presse de París. Édition du soir (París), 16 de noviembre de 1919. Este periódico se publicó en colaboración con 56 diarios diferentes, incluyendo Le Temps, Petit Journal, Action Française, París-Midi, La Victoire, Intransigeant y La Croix, entre otros. Por ende, el texto debió de ser ampliamente leído.
183 L’Humanité (París), 6 de noviembre de 1919.
184 Por ejemplo, véase Mussolini: «Rilievi elettorali», Il Popolo d’Italia, 16 de octubre de 1919.
185 Il Combattente (Capitanata), 2 de noviembre de 1919.
186 Pier Luigi Ballini: Le elezioni nella storia d’Italia dall’Unità al fascismo. Profilo storico-statistico, Bolonia, Il Mulino, 1988, pp. 186-187. Los mejores resultados se obtuvieron en Cerdeña y Puglia, gracias a la influencia de Gaetano Salvemini.
187 Andrea Baravelli: La vittoria smarrita. Legittimità e rappresentazioni della Grande Guerra nella crisi del sistema liberale (1919-1924), Roma, Carocci, 2006, p. 183.
188 I Combattenti, 6 de diciembre de 1919.
189 La Stampa, 2, 3 y 4 de diciembre de 1919; Corriere della Sera (Milan), 2 y 3 de diciembre de 1919; Avanti!, 2, 3, 6 y 7 de diciembre de 1919.
190 I Combattenti, 21 de diciembre de 1919. Fueron arrestados, entre otros, Ferruccio Vecchi y Mussolini, véase De Felice, Mussolini il rivoluzionario, pp. 574-575.
191 Spartacus. Organo della Lega Proletaria (Milán), 15 de enero de 1920.
192 Giorgio Rochat: «Antimilitarismo ed esercito rosso nella stampa socialsita e comunista del primo dopoguerra (1919-1925)», Il movimento di liberazione in Italia 76, 1964, pp. 3-42.
193 L’Ordine Nuovo, 22 de noviembre de 1919.