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PRÓLOGO

Fátima Agut Clausell 1

El camino de las dramaturgas hacia su reconocimiento público y literario ha sido largo, tortuoso y lleno de silencios, mucho más que en otros géneros literarios como la narrativa y la poesía que se han aceptado como más propios de la mujer. Por supuesto, la mujer ya había sido objeto literario y figura clave en el teatro occidental desde las tragedias griegas. Recordemos a Fedra, Antígona, Hécuba y tantas otras protagonistas, pero no habían sido sujetos de creación literaria dramática, ni tan solo podían ser representadas por ellas mismas. No tenían acceso a la escena ni a la literatura dramática porque, en la mayoría de los casos, el dramaturgo tenía que asistir a los ensayos, dirigir las representaciones y no eran las bambalinas el lugar más apropiado para ellas.

Sabemos que las espectadoras accedían al corral de comedias por otras puertas y tenían un lugar especial, la cazuela, para que no se mezclaran con los hombres. En los teatros norteamericanos, la platea era el lugar de hombres y mujeres solteras acompañadas y de los críticos; los palcos del primer piso laterales los ocupaba la alta sociedad y el segundo piso, la clase media; el «third tier» se reservaba para aprendices, criados, esclavos, a veces separados por razas, y prostitutas.

A pesar de todos estos inconvenientes, algunas mujeres asumieron el reto de romper todas esas barreras y pasar de objetos a sujetos literarios en diversos países, culturas y lenguas. Afortunadamente, investigadoras e investigadores de la literatura norteamericana han rescatado del olvido y nos han ofrecido diversos estudios2 de voces, algunas casi olvidadas, como Mercy Otis Warren (1728-1814), que escribió obras pasando del teatro político del XVIII al social del XIX; Judith Sargent Murray (1751-1820), que nos dejó obras de calidad y frecuentaba los teatros como espectadora; Susanna Haswell Rowson (1762-1824) y Charlotte Barnes (1818-1863), dramaturgas al tiempo que actrices; Anna Cora Ogden Mowatt (1819-1870), que triunfó y fue muy respetada con su obra Fashion (1845) considerada la mejor obra del XIX y que se incluye en numerosas antologías al formar parte del canon literario; o Charlotte Mary Sanford Barnes Conner (1818-1863), que con su obra The Forest Princess (1844), traducida como Pocahontas, obtuvo gran éxito y como actriz interpretó papeles masculinos con normalidad.

Con la finalidad de dar a conocer las obras de las dramaturgas estadounidenses a los lectores de habla hispana, se publicó en 2006 un volumen3 que incluye las traducciones de las obras Vecinos de Zona Gale, Nimiedades de Susan Glaspell, Directas e indirectas de Alice Gerstenberg e Impacto de color de Zora Neale Hurston acompañadas de elaboradas y precisas introducciones que nos acercan a la biografía de las autoras, así como al significado de las obras y de los personajes en el contexto social y cultural en que se escriben y se estrenan. Las obras de teatro recopiladas en este volumen son representativas del cambio que se estaba produciendo a principios del siglo XX en el teatro; surgen como alternativa al teatro comercial de Broadway y son muestra de las dificultades a las que se enfrentaban las escritoras para poner voz a sus problemas, y en el caso de Hurston se sumaban todos los inconvenientes posibles al tratarse de una autora afroamericana4.

Puede ser que al traducir Nimiedades y redactar una introducción crítica sobre la vida y obra de Susan Glaspell, Nieves Alberola se fijara un nuevo reto como traductora e investigadora de literatura norteamericana: dar a conocer las obras de un acto que Glaspell escribió para los Provincetown Players, grupo de teatro del que fue cofundadora. Para llevar a cabo tal empresa Alberola se puso en contacto con Valentina Cook para informarla de su nuevo proyecto y pedir permiso para traducir las obras al español. Gracias a la desinteresada voluntad de la heredera del legado de Glaspell y Cook, ha sido posible presentar de nuevo traducida Nimiedades, al cumplirse el centenario de su estreno, junto a tres obras más bajo el título Susan Glaspell y los Provincetown Players: laboratorio de emociones (1915-1917).

Susan Glaspell5, reconocida por sus originales dramas feministas, por la sensibilidad, el realismo, las sugerencias de sus personajes en los diálogos aparentemente triviales, sobre todo entre las mujeres, fue galardonada con el premio Pulitzer de Teatro en el año 1931. Nimiedades se estrenó en 1916 en el Wharf Theatre, un antiguo almacén de pescado que Cook y sus compañeros actores habilitaron como sala de teatro y que inauguraron en julio de 1916 con las obras Winter’s Night, de Neith Boyce, Freedom, de Jack Reed y Suppressed Desires (Deseos suprimidos), de Susan Glaspell y George Cram Cook. Para continuar la programación, Cook le pidió a su esposa Susan que escribiese otra obra tal como nos recuerda la profesora Alberola:

[…] Cuando el Wharf se quedó vacío, se sentó en el escenario, cerró los ojos y permitió que las ideas cristalizaran en imágenes. Retrocedió a sus días de reportera del Des Moines Daily News, cuando trabajó en el caso de Margaret Hossack, acusada de haber matado a su marido. Recordó su visita a la casa, en concreto a la cocina, y comprendió por primera vez lo que un matrimonio sin hijos podía significar: soledad, frustración y completa dependencia de un marido que se dedica por completo a su trabajo. Con estas ideas en mente regresó a casa y empezó a escribir la primera escena de Trifles [Nimiedades] (Alberola Crespo, 2006: 82).

Por estas razones y por el placer de recordar a Susan Glaspell, en la clausura de las II Jornades d’Igualtat organizadas por el Consell de l’Estudiantat de la Universitat Jaume I de Castellón el pasado mes de octubre con el tema Mujeres en las Artes Escénicas, se representaron unas escenas de Nimiedades, un siglo después de su estreno primero en Provincetown y luego en Nueva York. Celia Usó y Nieves Alberola, con una gran dosis de entusiasmo y estudio, mostraron al alumnado del siglo XXI la vigencia de Glaspell y sus personajes. Esta escenificación estuvo dedicada in memoriam a otra mujer de teatro, Celia Guardiola6, para quien Nimiedades era una de sus obras preferidas.

Susan Glaspell y los Provincetown Players: laboratorio de emociones (1915-1917) presenta la traducción de las cuatro primeras obras que Glaspell escribió para los Provincetown Players precedidas de introducciones críticas individualizadas. Llama la atención el trabajo de traducción porque se consigue una versión en castellano que conserva los matices de la original. En cuanto a las introducciones destacan las peculiaridades de tiempo y lugar en los que fueron escritas las obras y, en sordina, el ánimo que la autora desvela implicándose. Este libro está destinado al público lector hispanohablante de textos literarios dramáticos para que no se olvide a esta dramaturga ni a sus obras, para que perviva en la escena o en la lectura su palabra, sus personajes, sus mujeres invisibles, relegadas o atrapadas en la casa-jaula familiar, para que su afán por conseguir la igualdad en la sociedad, en el trabajo, en la remuneración y en la conciliación familiar deje de ser algo que todavía hoy suena a actualidad.

Susan Glaspell y los Provincetown Players

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