Читать книгу Encuentro con otro - Ánima Au - Страница 9
ОглавлениеIdea III
REFLEXIONES
Respuesta a la nota de una exmisionera
Misionar antes, criticar después
Al leer esta nota he sentido un poco de dolor, pues se lee entre líneas una decepción (consciente o inconsciente, por parte de la autora de los comentarios) que me hace reflexionar.
Antes que nada creo que es necesario definir qué quiere decir misionar. Misionar es responder a la invitación de Jesús cuando envió a sus discípulos, según el Evangelio de Mateo 28,19-20: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.
Esto podríamos llamarlo evangelizar, llevar la palabra de Dios, plantear que el REINO DE LOS CIELOS está cerca. Esto es misionar.
Hemos tenido infinidad de ejemplos sobresalientes en la historia de lo que es la misión. Podríamos seguir reflexionando que todo cristiano (en cuanto es discípulo de Cristo) es un misionero, y lo debe “ejercer”.
Esta aclaración solo la hago para que se tenga en claro a qué se refiere el término. Pero como se manifestó más arriba, hay muchos ejemplos que expresan ejemplares misiones. En nuestra América, las misiones surgieron desde el norte hasta el sur (franciscanos, jesuitas, salesianos, etc., por nombrar solo algunas órdenes religiosas católicas y sin nombrar otras cristianas).
Se tiene la idea de que una misión es un escenario donde se le debe llevar asistencia a los más pobres. Y en razón de la verdad así es; pero no es solo un asistencialismo, un proyecto de mejorarles la vida solo a nivel material. Para ese asistencialismo está el Estado y sus instituciones dirigidas a ello. El caso es que como muchas veces a los lugares donde se evangeliza no llega el Estado, ni nadie, solo la fe, es que se debe responder a las necesidades básicas. Poniendo un poco de fuerza y “un granito de arena” para que se esté mejor. Pero no es el fin último de la misión hacer asistencialismo. Este asistencialismo responde a que si la persona no puede comer (y lo que conlleva todo eso, es decir, condiciones dignas de vida) no se le puede llenar el espíritu, pues para poder evangelizar se debe existir y esa existencia la da Dios.
Decíamos que en razón de la verdad se debe llevar asistencialismo a los más pobres, pero el fin último es un tipo de asistencialismo mayor, es llevarle la noticia de que después de la muerte hay vida y que en este mundo se puede estar mejor (aunque las condiciones materiales sean muy desfavorables) si nos guiamos por una ética fundada por Cristo, donde todos somos hermanos.
Entre las misiones ejemplares de nuestras tierras están los jesuitas, que, no quiero abundar en su vasto trabajo, solo quiero nombrar que fueron echados (y hasta perseguidos en la Iglesia por más de 70 años). Si estos hombres se hubieran quedado solo con la asistencia y el resguardo como misión, hubieran desaparecido. Pero el mensaje de la misión es mayor. Es un mensaje de vida. Ese es el verdadero envío. A diferencia de grupos de personas que se juntan para hacer asistencialismo o trabajos comunitarios, la misión es un envío de amor. Es que por amor se va a proclamar la buena noticia y es que se responde a las necesidades tanto materiales como espirituales.
En el artículo que refiero leo cómo la autora ve cómo su fe se ha ido, tiene una elección sexual privadísima (que nadie debe juzgar) y cuenta cómo están sus compañeros de misión. Me da mucho dolor leer una nota donde alguien se siente así, pues detrás de un aparente discurso de haber superado un mal trago, leo un dolor o un acto de que algo no quedó completo.
Cristo no vino a juzgar, vino a ayudar. Y nos ayuda invitándonos a ayudar, a llevar el mensaje de salvación. Le diría a la autora que, más allá de la decepción, el mensaje de Cristo es mucho más grande que la desilusión. Por supuesto que duele cuando pasamos por momentos que no son como creíamos, pero el mundo en que vivimos no es como nosotros creemos, sino como es. La rebelión de Cristo es una rebelión basada en el amor (no en armas); es un amor que, aunque rompan lo bueno que hemos construido, volvemos a empezar (aquí es donde entra lo de poner la otra mejilla); ante decepciones, desganos y golpes recibidos, la invitación de Cristo es empezar de nuevo, como las caídas del calvario. No olvide la autora que no estamos en un lecho de rosas, estamos en un mundo muy difícil, pero la propuesta de Cristo (y por ende el de la misión) es hacer que sea un poco mejor.
Leo también en el fondo de estas palabras, un reproche a la Iglesia, como que está en cosas que no responden a su supuesto mensaje; es que la Iglesia es una institución con defectos, pero también con aciertos. Y ahí radica el secreto de la verdadera misión, en que se lleva a Cristo, no los errores de la Iglesia. ¿Qué deberían haber pensado los jesuitas cuando misionaban y luego se encontraban en una situación difícil (aun a veces por los mismos miembros de la institución)? Deberían haber dejado, si creyeran que era una empresa humana; pero ellos entendían que era una empresa basada en el amor, en la revolución del corazón, la que se hace sin armas.
En la Argentina de hoy es necesario que esa revolución del amor crezca más, mucho más. Son tiempos muy difíciles. Manifiesta la autora no tener fe, que tiene una elección sexual que no coincide con la fe, pero debe saber ella que a la única que la perjudica no creer en Cristo es a ella. El regalo de la fe fue entregado (no importa su condición física, sexual o de raza). Ella puede volver a tenerla (la fe) solo viendo cómo vuelve a crecer la flor o cómo siguen naciendo niños. El desafío de crecer la fe es hacer un mundo donde las flores crezcan en su plenitud y los niños puedan hacer una sociedad mejor. Y eso no se logra con un asistencialismo vacío y ateo, se logra con bases decididas y firmes sostenidas por la fe en el amor. Eso es misionar.