Читать книгу El cerebro del rey - Nolasc Acarín Tusell - Страница 5

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«Quien, como yo, crea que los órganos corpóreos y mentales de todos los seres se han desarrollado por medio de la selección natural o supervivencia de los más aptos, así como con el uso o hábito, admitirá que estos órganos han sido concebidos con el fin de que sus poseedores puedan prevalecer en la competencia con otros seres, y de esta forma crecer en número. Ahora bien, un animal puede verse forzado a seguir esta línea de acción, que es la más beneficiosa para la especie, ya sea por medio de sufrimientos tales como el dolor, el hambre, la sed y el temor, o por medio del placer, como el comer y beber, la propagación de la especie, etcétera, o bien por la combinación de ambos medios, como en la búsqueda de alimento. Pero el dolor o el sufrimiento de cualquier clase, si se prolonga mucho tiempo, causa depresión y merma la capacidad de acción, aun cuando sea propicio para hacer que una criatura se proteja de cualquier peligro grande o repentino. Por otra parte, las sensaciones de placer pueden prolongarse mucho tiempo sin ningún efecto depresivo; por el contrario, estimulan todo el sistema para incrementar la acción. Por eso ha sucedido que la mayoría de los seres sensibles se han desarrollado de esta manera, por selección natural, y que las sensaciones de placer les sirven de guía habitual. Podemos ver esto en el placer del ejercicio, incluso en ocasiones en que se trata de un gran esfuerzo corporal o intelectual, en el de nuestras comidas diarias, y especialmente en el derivado de la sociabilidad de nuestro amor familiar. Apenas me cabe duda de que la suma de tales placeres, que son habituales o que se repiten con frecuencia, proporciona a los seres más sensibles un predominio de felicidad sobre la desdicha, aun cuando muchos de ellos sufran intensamente a veces. Tal sufrimiento es bastante compatible con la creencia en la selección natural, que no es perfecta en su acción, sino que tiende sólo a hacer a cada especie lo más apta posible para la lucha por la vida con otras especies, en circunstancias maravillosamente complejas y cambiantes.»

CHARLES DARWIN

Autobiografía, 1876

El cerebro del rey

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