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Capítulo 1

Algunas definiciones para conocer el cerebro

¿Qué es el cerebro?

El primer paso para ejercitar el cerebro y liberar su creatividad es comprender qué es y cómo funciona este engranaje fundamental de los seres humanos.

Como primera aproximación, el cerebro es el órgano que alberga las células que se activan durante los procesos mentales conscientes y no conscientes.

Cada una de las partes que lo componen tiene una función específica, que es resultado de la activación y combinación de mecanismos complejos.

Las funciones del cerebro pueden agruparse en tres grandes conjuntos:

Sensitivas: el cerebro recibe estímulos de todos los órganos sensoriales, los compara, los procesa y los integra para formar nuestras percepciones.
Motoras: el cerebro emite impulsos que controlan los movimientos voluntarios e involuntarios de nuestros músculos.
Integradoras: el cerebro genera actividades mentales como el conocimiento, la memoria, las emociones y el lenguaje. Más aún, resuelve ambigüedades, da sentido al mundo y crea información a partir de datos incompletos.

Así, el cerebro nos permite un abanico infinito de posibilidades, que incluyen (por citar un número más que finito de ejemplos bien diferentes los unos de los otros)…

 Agitar la mano para saludar.

 Disfrutar de un aroma que nos resulta conocido en la puerta de nuestro café favorito.

 Distinguir una marca de otra sólo a partir de su logotipo.

 Transformar los pensamientos en habla y el habla en escritura.

 Almacenar conocimientos y recuerdos en la memoria.

 Reconocer las diferencias entre dos elementos prácticamente iguales.

 Completar un Sudoku.

Supongamos una persona que entra en un concesionario dispuesto a elegir su nuevo automóvil.

Se acerca a los diferentes modelos, toca el tapizado (función sensitiva: ¿Le da placer? ¿Le resulta suavecito? ¿Arremete el deseo de sentarse a manejarlo?), observa los colores (otra función sensitiva)…

Recorre el salón. Compara los modelos (función integradora: recuerda haber leído un artículo periodístico sobre que el que tiene delante de sus ojos consumía poco combustible y, al mismo tiempo, era muy cómodo, pero también le viene a la mente el comentario de un amigo que lo compró y que no estaba del todo satisfecho).

Sopesa toda esa información durante un buen rato. Se imagina al volante de uno y de otro. Finalmente, se acerca al vendedor y ejerce dos funciones motoras.

Primero, levanta su dedo índice, apunta al que se convirtió en el “auto de sus sueños”. Luego, habla: “Quiero ése, en color rojo”.


La corteza cerebral: qué es y para qué la usamos

La corteza cerebral es la zona responsable de la capacidad de razonar.

Es la región que nos diferencia del resto de los animales. Se encarga de las funciones cognitivas más elevadas, como el lenguaje, la planificación, la creatividad, la capacidad de relacionarse con los demás, la asociación, la innovación y la imaginación.

En otras palabras, la corteza cerebral se ocupa de todas las habilidades que requiere el comportamiento inteligente.

Esta estructura lleva miles de años de evolución. Alcanzó una superficie tan importante que necesitó plegarse sobre sí misma para poder acomodarse dentro de las fronteras del cráneo. Así dio origen a las arrugas que dan origen a los surcos y circunvoluciones.

Si pudiéramos desplegarla y extenderla, ocuparía unos 2500 centímetros cuadrados.

La corteza recubre el resto de las estructuras cerebrales y se encuentra dividida en cuatro grandes zonas:

 el lóbulo parietal,

 el lóbulo temporal,

 el lóbulo occipital,

 el lóbulo frontal.

Dentro de cada uno de los lóbulos existen varias áreas diferenciadas que cumplen distintas funciones.

Algunas son responsables del habla y el lenguaje, otras procesan la información que ingresa a través de los canales sensoriales, nos permiten mover voluntariamente los músculos para caminar, correr o subir una escalera.

También están las dedicadas a las funciones mentales superiores.

Los hemisferios y la creatividad

El cerebro humano está dividido en dos hemisferios que funcionan de modo diferente, pero complementario, y se conectan entre sí mediante una estructura que se denomina cuerpo calloso.

Cada hemisferio se ocupa básicamente de los procesos sensoriales y motores del lado opuesto del cuerpo, por ello, los movimientos del pie y de la mano izquierda son controlados por el hemisferio derecho, y viceversa.

Por ejemplo, si se sujeta con la mano izquierda una taza caliente de café, la sensación de quemazón que se registre a través del tacto será transmitida a la corteza sensorial del hemisferio derecho.

La única excepción en el cruce hemisférico de la información es el olfato, pues los olores se procesan en el mismo lado de la fosa nasal que los capta.

En la mayoría de los individuos diestros el hemisferio izquierdo controla el lenguaje y otras tareas de procesamiento serial de la información.

Mientras tanto, el derecho lo hace en procesos no verbales que incluyen la visualización tridimensional, la rotación mental de objetos y la comprensión del significado de expresiones faciales.

El hemisferio izquierdo, que controla el lado derecho del cuerpo, procesa la información en forma analítica y secuencial.

Es el que utilizamos cuando verbalizamos un discurso que preparamos con anterioridad o resolvemos ejercicios de matemáticas. Está relacionado con el pensamiento lineal.

El hemisferio derecho, que controla el lado izquierdo del cuerpo, procesa la información en forma holística.

Es el que empleamos cuando nos conectamos con la creatividad, visualizamos una obra de arte, escuchamos música… Está relacionado con el pensamiento creativo.

Cuando uno u otro hemisferio predomina en el momento de procesar, interpretar y presentar la información, se habla de “dominancia cerebral”.

Volveremos más adelante sobre los hemisferios y su entrenamiento puntual para favorecer la creatividad.

¿Qué es la mente?

La mente humana se define como el emergente del conjunto de procesos conscientes y no conscientes del cerebro, que se producen por la interacción y comunicación entre grupos y circuitos de neuronas que originan tanto nuestros pensamientos como nuestros sentimientos.

Si bien las discusiones sobre la relación mente-cerebro son dinámicas y se abordan incluso en el campo de la religión y la filosofía, los especialistas en neurociencias prácticamente no discrepan en cuanto a que la mente tiene una base física: el cerebro.

Mente y cuerpo no constituyen, en sí mismos, compartimentos estancos.

Ambos sistemas interactúan con el entorno, modificándose recíprocamente, en un proceso caracterizado por una interrelación y una interdependencia permanentes.

La evolución histórica del cerebro

Durante el transcurso de millones de años de evolución, en el cerebro humano se han superpuesto progresivamente tres niveles que funcionan de manera interconectada, cada uno de ellos con sus características específicas.

Los tres niveles del cerebro se conocen como:


El cerebro reptiliano es la zona más antigua. Su nombre alude al parecido con el cerebro de los reptiles. Se localiza en la parte baja y trasera del cráneo.

En el centro de este sistema se encuentra el hipotálamo, que regula las conductas instintivas y las emociones primarias, tales como el hambre, los deseos sexuales o la temperatura corporal.


Al sistema límbico se lo conoce como el “sistema de las emociones”.

Entre las principales estructuras que lo integran se ubican el hipocampo (que cumple una función muy importante en el aprendizaje y la memoria) y la amígdala, que dispara el miedo ante ciertos estímulos y desempeña un rol activo en nuestra vida emocional.


Por último, el córtex o cerebro pensante, denominado también neocórtex, es el resultado más reciente de la evolución del cerebro (tiene menos de 4 millones de años).

Como mencionamos, está dividido en dos hemisferios cerebrales conectados por el cuerpo calloso: una gran estructura de aproximadamente 300 millones de fibras nerviosas.


El predominio de uno u otro nivel cerebral suele variar de acuerdo a las características de las personas.

Por ejemplo, si un individuo basa gran parte de su vida en el razonamiento lógico (actúa bajo las directrices de su hemisferio izquierdo), tenderá a mantener distancia de sus emociones, ejerciendo un excesivo control sobre el sistema límbico, que no le permitirá desarrollar una vida afectiva plena.

En cambio, si es excepcionalmente emotivo, sus impulsos pueden ocupar todo el espacio sin que la función evaluadora y analítica del córtex pueda intervenir.

Una pequeña aclaración: la distinción entre distintos niveles cerebrales con sus especificidades no es estanca.

En el proceso de evolución del cerebro, el hipotálamo se desarrolló entre el sistema límbico y el sistema reptiliano.

El rol de las neuronas

Las neuronas son las células nerviosas que dan sustrato biológico a las funciones mentales como la atención, la memoria a corto y a largo plazo, la capacidad visual-constructiva y el razonamiento.

El paso del impulso eléctrico de una neurona a otra (que se realiza a través de las dendritas) se denomina sinapsis, y se estima que cada neurona puede estar conectada con hasta 100.000 neuronas diferentes, con las que establece múltiples sinapsis.

Los millones de conexiones sinápticas que dan forma al cerebro es lo que se denomina “arborización dendrítica”.

Esta arborización permite una comunicación veloz y sumamente precisa entre los diferentes núcleos de neuronas que estructuran las distintas zonas cerebrales.

Además de las dendritas, las neuronas tienen una ramificación más larga llamada axón. A partir de la activación de éste, se producen los contactos neuronales.


Sinapsis: las neuronas en acción

Los neurotransmisores son las sustancias químicas que transmiten información de una neurona a otra en la mayor parte de los procesos de comunicación que se establecen entre ellas, es decir, durante la sinapsis.

En la actualidad se conocen aproximadamente cien tipos diferentes de neurotransmisores y se cree que hay más.


Cuando el cerebro segrega demasiada cantidad de una de estas sustancias puede anularse la función de otras. Por ejemplo, un individuo puede estar demasiado deprimido o acelerado debido a la acción de sus neurotransmisores.

El estudio de estos mensajeros químicos es fundamental para comprender el funcionamiento de los procesos cerebrales y optimizar el desarrollo de algunas habilidades, como la velocidad mental, el aprendizaje y la memoria.

Por ejemplo, la acetilcolina favorece la capacidad de atender y memorizar, la dopamina regula niveles de respuesta y es fundamental en la motivación, las emociones y los sentimientos de placer y la serotonina regula el estado anímico.

Además de las neuronas, en el cerebro hallamos células gliales, que desempeñan funciones de nutrición y soporte de las neuronas y son esenciales para la formación de las redes neuronales, ya que intervienen en el procesamiento cerebral de la información.

La glía cumple otros roles muy importantes para la salud y el funcionamiento del sistema nervioso.

Entre ellos, defender a las neuronas de agentes patógenos que puedan afectarlas (cuando hay una lesión, se multiplican y participan activamente), protegerlas (mediante la vaina de mielina que recubre los axones) y remover residuos, como los derivados de la actividad neuronal (por ello se dice que actúan como el basurero del cerebro).

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