Читать книгу Respirar bajo el agua - Olivia Teroba - Страница 5
ОглавлениеPapá dice que no digamos nada. Pero ella lleva tiempo aquí con nosotros y es muy difícil no quejarme: su cuarto huele mal, su manera de llorar me asusta y no me deja dormir. Mamá dice que está bien, que no le haga caso cuando llore, que le lleve ese pequeño tazón con un líquido rojo oscuro, lo único que come. Cuando llego a su habitación, ella se me queda viendo como si fuera de otro planeta, a veces creo que va a gritar o a pegarme, así que dejo el tazón muy rápido en el piso, casi la mitad del líquido se cae; me pone un poco triste pensar que he tirado su comida, pero muchas veces, cuando vuelvo, el plato está intacto y ella sigue boca arriba en la cama, mirando el techo.
Ella es muy vieja, se viste como abuelita, con vestidos largos y anticuados, cubiertos de polvo; usa los mismos vestidos una y otra vez. No entiendo por qué mamá no los lava, si lava nuestra ropa y se fija tanto en la limpieza de todo y de todos; es decir, mi papá, ella, yo. Si la casa está tan reluciente, no entiendo cómo a ella la descuida tanto, ni por qué nunca me ha dicho quién es: la llamamos Neli, solo así, Neli, y me da mucha pena porque es vieja, llora mucho y pregunta por gente que no existe.
Apenas le hacemos caso, y mejor ya no le pregunto a mamá porque se enoja, porque me dice que tener en casa a Neli nos permite vivir bien: que yo vaya a una buena escuela y que ella y papá tengan un coche y puedan salir a sus presentaciones y pagar este lugar. No entiendo qué tiene que ver una cosa con la otra, primero creía que nos pagaban por cuidarla, pero un día mamá se hartó porque Neli estuvo vomitando toda la noche y dejó hecho un tiradero, y mamá dijo que ella no estaba para recoger mierda de ancianos, así dijo, por eso contrató una enfermera.
La nueva mujer en casa era algo muy bueno, así yo tenía compañía diferente de Neli, que apenas habla; con la enfermera a veces jugaba, o ella me contaba historias donde las mujeres lloran mucho y llega un hombre y las salva; mi mamá decía que no le hiciera caso, que esa mujer era una tonta y todo lo sacaba de las telenovelas. Creo que no se llevaron bien nunca, porque un día tuvieron una discusión muy fuerte y mi papá se metió; al final, la corrieron. Desde ese día Neli se quedó muy sola y yo también, entonces, algunas tardes, empecé a entrar a su cuarto al volver de la escuela, aunque huele muy mal. Yo abría la ventana pero no servía de mucho, porque vivimos en el primer piso muy cerca de la calle, y el mal olor de afuera se metía en la habitación y se mezclaba con el de dentro.
Ella está todo el día recostada en la cama, viendo el techo, durmiendo o llorando o gritando. Yo trato de calmarla, aunque me da un poco de asco; su piel es muy delgada, se le cae sobre los huesos, está agrietada y tiene partes resecas y rasposas. De todas formas, poco a poco me he acostumbrado a cuidarla. Como mamá la odia, ahora que no tiene a la enfermera me ha dado permiso de vigilarla, siempre que no le dirija la palabra. Lo único que puedo hacer mientras estoy con ella es darle de comer el líquido rojo, a veces un pan, siempre la cápsula amarilla, metérsela en la boca aunque no quiera comerla. No puedo limpiarla y a veces pasa días muy sucia, hasta que mamá o papá la bañan en la regadera con agua fría, lo sé porque no prenden el boiler, y ella les dice muchas groserías.
Neli es muy delgada, su piel muy blanca y su cabello muy gris. No sé si la quiero o la odio como mis padres; a veces me gustaría que se la llevaran de una vez, patearla como hacen ellos; otras veces me da tristeza que llore, un día hasta la abracé, aunque su olor se me quedó pegado en el cuerpo, y me dio mucho miedo que mamá se diera cuenta y me castigara.
Hace poco se me ocurrió comerme su comida y darle la mía. Pensé que tal vez comiendo comida de persona volvería a ser una persona, no como era en ese momento, casi un mueble. Esto no le hizo gracia a mamá, porque ahora fui yo quien vomitó, pero al parecer a Neli le gustó. Al día siguiente, con señas me pidió del sándwich que me comía enfrente de ella. Era muy raro que levantara los brazos o hiciera una seña que se le entendiera, todo el tiempo parecía casi muerta, por eso le di el sándwich, y cuando le acerqué el líquido rojo hizo que no con la mano y me dijo, muy suave, agua.
Fue cuando me enteré de que Neli podía hablar. Me dio mucha curiosidad saber lo que pensaba, y me di cuenta que eran la pastilla y el líquido rojo los que la tenían muda, así que dejé de alimentarla con eso y le llevé a diario comida de verdad. Poco a poco se puso menos blanca y más rosa y poco a poco fue diciendo más cosas hasta que me preguntó por su hermana. Le dije que su hermana había muerto, que su familia había muerto y estaba sola en el mundo, porque eso decían siempre mis padres; ella lloró y al otro día me dijo que mis padres eran unos hijos de la chingada, que la habían secuestrado y le habían robado sus cosas, que ella sabía bailar y lo hacía muy bien. A mí todo eso me dio miedo, no acabé de escuchar lo que decía porque me asusté y me quedé en mi cuarto llorando hasta muy tarde, cuando mamá regresó con papá. Los dos reían mucho como cuando se van de fiesta. Les conté lo que Neli me había dicho y me pegaron y lloré más, y sé que cuando a ella la castigaron también lloró y dijo muchas groserías.
Desde ese día me prohibieron verla y contrataron a otra enfermera, una más discreta, menos pendeja, eso dijo mamá; esa nueva enfermera cuidaba a Neli y no me dejaba entrar, creo que para Neli era mejor porque con ella comía comida, no solo líquido rojo, y tomaba las pastillas y ya no decía cosas tontas como las mentiras que dijo sobre mamá y papá. La enfermera de todas formas no se quedó mucho ahí, porque seguramente era pendeja como mamá dijo: cómo dejar un trabajo así de bueno y de fácil; aunque volvió muy pronto.
Un día, al llegar de la escuela, veo a la enfermera y me pide entrar al departamento; yo le digo que no porque mi mamá no la quiere. Ella viene con unos señores de uniforme. Veo que mi papá se acerca a la casa desde el pasillo y que mira a la gente junto a la puerta y sale corriendo, yo les digo que no puedo dejarlos pasar y ellos me responden que son cosas de la ley. Uno de los señores toma mi mochila y busca dentro de ella, no sabe que guardo las llaves en el bolsillo. La enfermera ve el llavero saliéndose y me lo quita, abre la puerta, caminan hacia el cuarto de Neli, me doy cuenta de que le tengo cariño a esa mujer casi mueble y no quiero que se la lleven, entonces grito y lloro muy fuerte, en su habitación se escuchan pasos; cuando ellos entran no hay nadie, la ventana está abierta.