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I

LA GALVANOPLASTIA ESPIRITUAL

“Todo lo que atareis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo...” ¡Cuántos cristianos habrán leído estos versículos del Evangelio sin haber descubierto su sentido profundo! ¿Cómo se explica esta correspondencia entre el cielo y la tierra? En realidad, el cielo y la tierra representan los dos principios masculino y femenino que trabajan en el mundo, los dos polos positivo y negativo que se encuentran en todos los fenómenos de la naturaleza y de la vida. Entre estos dos polos se produce una circulación, intercambios ininterrumpidos, y estos intercambios implican siempre una correspondencia.

Y en el versículo siguiente Jesús dic: “Si sobre la tierra dos de entre vosotros se ponen de acuerdo para pedir cualquier cosa, lo obtendrán de mi Padre que está en los cielos. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos...”

Toda la creación es obra de los dos principios masculino y femenino que son el reflejo, la repetición de los dos grandes principios cósmicos creadores: el Padre celestial y la Madre divina son la polarización de un principio único, el Absoluto, el In-Manifestado, que la Cábala llama Ain Soph Aur: luz sin fin. En la naturaleza veréis los dos principios bajo diferentes formas y dimensiones. Mirad encima o debajo de la tierra, descended al fondo de los océanos o elevaos por los aires; no veréis otra cosa que los dos principios trabajando. Y lo veréis también en el ser humano, no solamente en su cuerpo físico sino en su psiquismo, donde el espíritu y el intelecto representan el principio masculino, y el alma y el corazón el principio femenino. El trabajo del intelecto con el corazón da origen a la acción. Todos nuestros actos son el producto de nuestro intelecto y de nuestro corazón, pensamientos de nuestro intelecto y sentimientos de nuestro corazón. Cuando nuestros pensamientos son justos y rectos, y nuestros sentimientos desinteresados, nuestros actos son constructivos.

La acción es siempre hija del intelecto y del corazón. Diréis que se encuentran personas muy activas cuyo intelecto y corazón no están muy desarrollados... Es verdad, pero en este caso la acción también será hija del intelecto y del corazón... ¡de la ausencia de intelecto y de la ausencia de corazón! Actuar de una manera reflexiva y llena de amor, o tontamente y sin ningún sentimiento, supone siempre dar origen a actos que son el fruto del intelecto y del corazón. La naturaleza del hijo depende del grado de evolución de los padres: las acciones son inteligentes o estúpidas, buenas o malas, según el estado del intelecto y del corazón, siempre están presentes por lo tanto en el padre y en la madre, es decir el cielo y la tierra.

Supongamos que plantáis una semilla. En ese momento “atáis algo a la tierra”, pues numerosos elementos del suelo van a incidir en su crecimiento. Pero también atáis algo en el cielo. Desde el instante en que enterráis una semilla en el suelo, se produce una unión entre la tierra y el cielo: la lluvia vendrá a regarla, el sol le enviará su luz y su calor. Habéis puesto simplemente una semilla en la tierra, sin embargo, mediante este gesto, habéis invitado al cielo a que participe en su crecimiento. Y cuando comemos, ¿qué hacemos? Introducimos una semilla (el alimento) en la tierra (nuestro estómago), y en seguida el cielo (el cerebro) envía corrientes hacia este alimento que hemos absorbido para transformarlo en energías, en sentimientos, en pensamientos... Desde el momento en que el alimento se encuentra en nuestro estómago, vienen a trabajar sobre él fuerzas de todas partes del organismo.

Unir, desunir... estas dos palabras resumen las actividades del corazón y del intelecto. Es el corazón el que une mientras que el intelecto separa. El corazón sintetiza, reúne, aproxima, crea lazos con todo lo que ama, y algunas veces inclusive lazos estúpidos... Por el contrario, el intelecto analiza, separa y descompone. En nuestra época, el intelecto ocupa el primer lugar y lo destruye todo. Es necesario decidirse a devolver su lugar al corazón, porque es el que vivifica, el que anima, el que reúne por medio del calor y de la ternura. No debéis sacar como conclusión de mis palabras que es necesario aniquilar el intelecto. No, el intelecto debe trabajar en conexión con el corazón. ¿Cómo? Os contaré una pequeña anécdota.

Un día llevaron ante el tribunal a dos hombres que estaban acusados de haber saltado por encima del muro de un jardín y haber robado unas manzanas. Todos los miraron con estupor porque el primero no tenía piernas, y el segundo era ciego. El primero dijo: “Señores jueces, veis que no tengo piernas, ¿Cómo podría yo coger las manzanas por encima del muro?” Y el otro dijo: “Y yo, señores jueces, no tengo ojos, ni siquiera puedo ver si hay manzanas para robar...” El tribunal los iba a absolver, persuadido de su inocencia, cuando un juez más astuto exclamó: “Está claro que por separado no han podido robar las manzanas. Pero si ponéis al lisiado sobre los hombros del ciego, ¡tenemos un hombre completo! Robaron las manzanas juntos...”

¿Qué representan los dos ladrones? El corazón y el intelecto. El que no ve es el corazón. Todo el mundo sabe que el corazón es ciego, pero puede caminar, e incluso galopar. Todos los impulsos, todos los deseos están en el corazón, el cual nos puede llevar a cualquier parte. El que ve y observa es el intelecto, pero por sí solo no puede caminar, y es el corazón quien debe llevarlo. Cuando el corazón y el intelecto están asociados, pueden hacer cosas extraordinarias: milagros o crímenes.

La actividad del corazón y del intelecto puede ser estudiada en todos los campos: físico, matemático, botánico, psicológico... y es un estudio sin fin, pues en realidad se trata de la actividad de los dos principios masculino y femenino, los cuales se hallan en el origen de todas las manifestaciones.

Yo puedo mostraros un aspecto estudiando el fenómeno de la galvanoplastia. Todo el mundo ha oído hablar de ello, pero cuando lo estudiamos, sólo lo analizamos en el plano físico, externo, sin intentar interpretarlo para comprender a qué corresponde en nosotros.

Empezaré por recordaros en qué consiste el fenómeno.

Se sumergen dos electrodos en un recipiente lleno de una solución de una sal metálica que puede contener oro, plata, cobre, etc. El ánodo, el polo positivo, es una placa del mismo metal que el de la sal disuelta en el recipiente. El cátodo, el polo negativo, es un molde de caucho recubierto de grafito, que representa una figura, una moneda, una medalla... Con la ayuda de un cable eléctrico se unen los dos electrodos a los dos polos de una pila y se hace pasar la corriente. El metal se deposita sobre el cátodo mientras que el ánodo, descomponiéndose, regenera el líquido de la solución.


Poco a poco el molde se recubre del metal de la solución y se obtiene una medalla recubierta de oro, plata o de cobre, según sea el metal elegido.

Para hacer este experimento de la galvanoplastia se necesitan cuatro elementos:

1. la pila que produce corriente.

2. la solución donde se disuelvan los elementos que se depositarán en el cátodo.

3. el electrodo positivo, el ánodo, constituido por el metal que recubrirá la imagen.

4. el electrodo negativo, el cátodo, donde se encuentra la imagen que debe ser recubierta.

Es un experimento muy simple, pero sus aplicaciones técnicas han sido considerables y son particularmente interesantes si uno las estudia en el ser humano. Las funciones de cada uno de los elementos (la pila, la solución, el ánodo, el cátodo) están relacionados con las funciones del espíritu, del alma, del intelecto y del corazón. Y en estas cuatro funciones se pueden encontrar las cuatro operaciones matemáticas. Sí, pues el corazón suma, el intelecto resta, el alma multiplica y el espíritu divide.1

De la misma forma, el cátodo suma: capta los elementos disueltos en la solución y se recubre. El ánodo representa la resta, pues su lámina de metal disminuye poco a poco. En la solución se produce la multiplicación: los iones se transforman en átomos, moléculas y electrones. En cuanto a la pila, divide, puesto que reparte las fuerzas que permiten a los demás funcionar.

El fenómeno de la galvanoplastia interpretado por la Ciencia iniciática nos enseña cómo debemos trabajar con las fuerzas de la vida. Primeramente poniendo en nuestra cabeza (ánodo), pensamientos que sean materiales resistentes, incorruptibles, oro precioso. En segundo lugar, situando en nuestro corazón (cátodo), la imagen de un ser excepcional o de un alto ideal a alcanzar. En tercer lugar, uniéndonos a nuestro espíritu (la pila), que representa a Dios en nosotros y de donde vienen todas las fuerzas vivificantes. Cada día se desprenderán de nuestro espíritu materiales sutiles que la corriente transportará por todo nuestro ser, y así desarrollaremos todas las cualidades que el Creador ha puesto en nosotros desde la creación del mundo. Bajo su influencia, los rasgos de nuestro rostro e incluso la forma de nuestro cuerpo se modificarán, y un día tendremos el rostro de nuestro Padre Celestial. A esto yo le llamo la galvanoplastia espiritual.

Este fenómeno de la galvanoplastia se da también en la mujer encinta. Pero volveremos más tarde sobre esta cuestión.2

Cada día debemos unirnos al Cielo para restablecer esta circulación de energías entre él y nosotros. ¿Cómo?... Es muy simple: con nuestro pensamiento y nuestro amor. Al principio mencioné el pasaje del Evangelio en el que Jesús dice: “Si sobre la tierra dos de entre vosotros se ponen de acuerdo para pedir cualquier cosa, lo obtendrán de mi Padre que está en los cielos. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos...” Dicho de otra manera, allí donde está la luz del intelecto, la bondad del corazón y la actividad de la voluntad, yo también estoy. Es necesario, pues, unir a dos o tres. Pero es suficiente que dos estén unidos para que aparezca el tercero. Jesús dijo “dos o tres”, y no “cuatro o cinco”. Dos, es decir, el que piensa y el que desea; tres es la acción, el resultado de los otros dos. Para obtener un resultado es suficiente con pensar y con sentir porque la acción, fruto de los pensamientos y de los sentimientos, seguirá a continuación.

Este pasaje de los Evangelios no debe ser comprendido literalmente. Diciendo: “Si dos o tres están reunidos en mi nombre”, Jesús no quería decir dos o tres personas. Si os encontráis solo en un desierto y oráis ardientemente al Cristo, ¿cómo no podría estar con vosotros? Veis que no es necesario tomar siempre los textos bíblicos literalmente. Dos o tres son el intelecto, el corazón y la voluntad.

Si lo comprendéis así, tanto si estáis solos como con un centenar de personas, el Cristo estará con vosotros desde el momento en que vuestros pensamientos y vuestros sentimientos se unan para realizar algo en su nombre.

La galvanoplastia nos enseña que existen leyes que podemos utilizar para nuestra evolución. Así pues, si me habéis comprendido bien, elegiréis la imagen de un ser perfecto o un alto ideal que lo situaréis en vuestro corazón, meditaréis sobre él, y lo contemplaréis con adoración. Estableceréis así la corriente espiritual que alimentará esta imagen con las materias más nobles disueltas en vuestra alma. Y así, utilizando interiormente esta imagen o este alto ideal que habéis contemplado, lo concretizaréis cada vez más en vosotros mismos.

1 Ver la conferencia: “Dulzura y humildad” (La alquimia espiritual, tomo 2 de las Obras completas).

2 Ver capítulo X.

La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad

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