Читать книгу La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 5
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EL HOMBRE Y LA MUJER, REFLEJOS DE LOS DOS PRINCIPIOS MASCULINO Y FEMENINO
En el universo existen dos principios fundamentales que se reflejan en todas las manifestaciones de la naturaleza y de la vida. Toda la creación es obra de estos dos principios masculino y femenino. Para ser fecundos, estos dos principios deben trabajar necesariamente juntos; separados son improductivos. Por ello están siempre buscándose el uno al otro. Nada es más esencial para un ser que el encuentro con su principio complementario, y se puede decir que los más grandes problemas de los hombres y de las mujeres, los cuales son en sí mismos manifestaciones de los dos principios masculino y femenino en el mundo, tienen por origen una mala comprensión sobre esta cuestión.
Consciente o inconscientemente, todas las criaturas tienen las mismas reacciones ante esta cuestión de los dos principios: todos le dan una importancia absoluta. Cuando el hombre cree haber encontrado en una mujer este principio complementario que necesita, está dispuesto a dejarlo todo. Y si es un rey, es capaz de abandonar su reino con sus súbditos, su ejército y sus tesoros, simplemente por una mujer. Y ¿qué posee esta mujer para hacer palidecer ante sus ojos a una nación de millones de personas?... En realidad, no busca a la mujer sino al principio complementario, porque no hay nada más importante. Y una mujer hace lo mismo: se opondrá a toda su familia, y al mundo entero si es necesario, para seguir al hombre que ama. ¿Está equivocada? De ningún modo. Es el Padre Celestial y la Madre Naturaleza, su esposa, los que han inscrito esta ley en el corazón de los seres humanos: “Abandonarás a tu padre y a tu madre y seguirás a tu mujer o a tu marido...” En lo más profundo de cada ser está inscrito que debe buscar su principio complementario. Pero no todos son siempre conscientes de ello, porque esta búsqueda toma las formas más variadas según los campos en los que se lleva a cabo: ya sea en el de la ciencia, la filosofía, el arte, la religión...
¿Por qué un hombre se enamora de una mujer excluyendo a todas las demás? Porque esta mujer corresponde a algo en él mismo, y este algo, es justamente la otra parte de su ser. El ser humano está polarizado, y es esta polarización la que le lleva a buscar la otra parte de sí mismo a través de las mujeres o de los hombres, e incluso a través del Señor. A pesar de las apariencias, lo que busca realmente es la otra parte de sí mismo.
Un místico dice que busca a Dios. En realidad, a lo que llama Dios no es más que su parte complementaria con la que busca unirse, fusionarse, para llegar a ser una entidad acabada, perfecta. Hasta ese momento, se siente como un ser incompleto, mutilado. Los seres no buscan otra cosa que su principio complementario, que en la Ciencia iniciática se llama “el alma gemela”, para poder encontrar la plenitud. Sin embargo, la forma en que la buscan varía en cada caso.
Cada ser humano posee su alma gemela. En el momento en que el hombre salió como una llama, como una chispa del seno del Creador, eran dos en uno, y estas dos parte se completaban perfectamente; cada uno era la perfecta mitad del otro. Sí, en el origen, el ser humano era a la vez hombre y mujer, y se llama “andrógino” a este ser completo. Después, a lo largo de la evolución, los dos polos positivo y negativo de esta unidad se dividieron; fue entonces cuando se produjo la separación de sexos, yéndose cada mitad por su lado para evolucionar separadamente. Si estas dos mitades pueden reconocerse a lo largo de su evolución, es porque cada una lleva la imagen de la otra en lo más profundo de su ser; cada una ha marcado a la otra con su sello. Todo ser humano posee la imagen de su alma gemela dentro de sí. Esta imagen es muy borrosa, pero existe. Por ello cada uno viene a la tierra con la esperanza de que encontrará en alguna parte un alma que le dará todo lo que necesita y que habrá entre él y esta alma una armonía, una fusión indescriptibles.
Vosotros esto lo sabéis, pues no habéis dejado de creer que encontraréis esta alma deseada de la que conocéis su faz. Lleváis esta imagen en vosotros, pero tan profundamente oculta que no llegáis a distinguirla con claridad. Al encontrar a un hombre o a una mujer que os atraían, habéis dicho “encontré lo que tanto anhelaba”, como si se hubiera producido de repente una fusión entre este ser y la imagen que lleváis en vosotros mismos; vuestra vida se transforma y hacéis todo por encontrarla. Cada vez que la encontráis, que le habláis, todo resulta maravilloso; entonces la vida circula en vosotros, y progresáis en todos los terrenos. Pero después de un período de intimidad, descubrís que este ser no es verdaderamente el que esperabais. Os decepcionáis y le abandonáis para empezar de nuevo la búsqueda. Por segunda vez creéis encontrar esta alma gemela en otro ser, y surge de nuevo la misma alegría, la misma inspiración, amáis de nuevo. Pero se repite la misma historia y una vez más os dais cuenta de que éste no es el ser que buscáis. Esto es cierto tanto para las mujeres como para los hombres; nadie es una excepción. Pero un día este reencuentro de los dos principios debe producirse verdaderamente, porque el amor entre los dos principios es más poderoso que cualquier otra cosa.
Dos almas gemelas son todo la una para la otra y ningún otro ser del mundo puede aportarles la misma plenitud. Así pues, todos los seres que habéis encontrado desde el comienzo de vuestras múltiples encarnaciones, los maridos y las mujeres que habéis tenido, los amantes o queridas, todos os han dejado porque no eran para vosotros. Podéis haber estado juntos un tiempo, pero como un cazo y una tapadera que no se adaptan. Mientras que dos almas que Dios ha creado juntas, están absolutamente hechas la una para la otra, nada puede separarlas y no tienen ningún temor de nada. Cuando, en una pareja, uno u otro tiene miedo de que un tercero venga a seducir a su compañero (y nada puede impedir que esto se produzca), ello significa que éste no es el verdadero bien-amado, el alma gemela. Una mujer ama a un hombre, pero éste se va con otra; un hombre ama a una mujer, pero ella le abandona... Las almas gemelas, por el contrario, se reconocen con una certeza absoluta y no pueden abandonarse.
El ser humano encuentra a su alma gemela doce veces durante todas sus encarnaciones terrestres. Pero lo más frecuente es que este encuentro provoque la muerte, porque las condiciones de existencia sobre la tierra se oponen a la realización de un amor tan perfecto, tan absoluto.
Pero no me entendáis mal: ahora que acabáis de saber que vuestro marido o vuestra mujer no es seguramente vuestra alma gemela, no vayáis a sentiros justificados para dejarle. Al contrario, en ese momento es necesario pensar que sois como dos asociados que tienen un trabajo que hacer juntos, y que es necesario que os entendáis bien hasta que la muerte os separe.
Desde el punto de vista filosófico se puede decir que nuestra alma gemela somos nosotros mismos, el polo opuesto de nosotros mismos. Si estamos abajo, el otro polo está arriba y comunica con el Cielo, con los Ángeles, con Dios, en la perfección y en la plenitud. Por esta razón en todas las Iniciaciones se enseñaba a los discípulos a unirse a este otro polo. En la India, el Jnani-yoga da métodos gracias a los cuales el yogui llega a unirse con su Yo superior, pues uniéndose a su Yo superior se une al mismo Dios.
En Grecia encontramos la misma idea expresada en la fórmula inscrita en el frontispicio del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Evidentemente conocerse no significa conocer el carácter bueno o malo, con sus cualidades o sus defectos; no, eso es demasiado fácil. Está escrito en el Génesis: “Y Adán conoció a Eva” o “Abraham conoció a Sara”. El verdadero conocimiento es una fusión de los dos principios. “Conócete a ti mismo” significa: encuentra el otro polo en ti y llegarás a ser una divinidad. Si sois un hombre, el otro polo es una mujer, y la conoceréis como un amante conoce a su amada; pero no de la misma manera, pues esta fusión, este conocimiento, no se realiza en el plano físico sino en las regiones sutiles de la luz. Cuando penetréis en esa luz, llegaréis a ser Uno con vosotros mismos.
Se encuentra este mismo precepto expresado de forma un poco diferente en los Evangelios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento y con toda tu fuerza...” Aquí se sobreentiende que no se puede comulgar con el Señor más que a través del Yo superior. Lo mismo quería decir Cristo cuando dijo: “Nadie puede ir al Padre más que a través de mí...” Cristo es el símbolo del Hijo de Dios que está en cada alma como una chispa in-manifestada. Uniéndose a su alma superior el hombre se une a este principio de Cristo que está por todas partes, en todas las almas, y a través de él, se une a Dios. No podéis ir a Dios más que a través de vuestro Ego superior, puesto que es el que lo contiene todo y el que representa lo que existe de mejor y más puro en vosotros mismos. Por ello todas las doctrinas espirituales enseñan como alejarse por el pensamiento del mundo físico, material, para poder elevarse hasta el mundo sublime de la Divinidad, el principio de nuestra alma superior. Y como siempre existe una polarización, se crea una afinidad, una simpatía, un lazo con el principio complementario, pues el principio masculino es atraído siempre por el femenino y el femenino por el masculino.
Cada ser, poseyendo el otro principio en sí mismo, no puede encontrar a Dios más que a través del otro principio. Por ello la mujer encuentra a Dios a través del hombre, porque el hombre representa el otro principio y este principio la une al Padre Celestial. Y el hombre no puede encontrar la Divinidad más que a través del principio femenino, ya sea una mujer, la naturaleza en sí misma (que es un principio femenino), o la Madre Divina. Pero sin este principio femenino no hay impulso, ni inspiración, ni trabajo, no hay nada. Y sin la presencia del principio masculino, el principio femenino se queda sin forma, inerte, estéril. Id a estudiar cómo ha hecho las cosas la naturaleza: veréis cómo el sol que es el principio masculino, proyecta la luz, el calor y todo resulta vivificado.
Cada uno de vosotros busca su alma gemela. Pero sabed lo que dice la Ciencia iniciática; nadie puede encontrar nada exteriormente si no lo ha encontrado ya interiormente, puesto que incluso lo que encontréis fuera, si no lo hubiéramos encontrado antes dentro, pasarías por delante sin verlo. Cuanto más descubráis la belleza en vuestro interior, más la descubriréis exteriormente en el plano físico. Podéis pensar que si no la habéis visto antes es porque no estaba ahí... Sí, estaba ahí, pero permanecía invisible porque dentro de vosotros había algo que todavía no estaba despierto, desarrollado. Pero ahora que la habéis visto interiormente, también la veréis exteriormente, porque el mundo exterior no está hecho más que de reflejos del mundo interior. No busquéis nunca nada exteriormente si no habéis intentado primeramente encontrarlo dentro de vosotros. Cuando lo hayáis visto, encontrado interiormente, encontraréis vuestra alma gemela en vuestras meditaciones y contemplaciones; la encontraréis por todas partes, en el mundo entero, a través de los rostros, los lagos, las montañas, las plantas, los pájaros, y oiréis su voz.
He aquí una verdad importante que deben conocer todos aquellos que se aman, si no, su unión, su matrimonio será una catástrofe. Si el hombre ha encontrado en él el principio femenino, y la mujer el principio masculino, y si quieren servirlo y trabajar para él, entonces sí, que se amen, que se casen, su amor será una fuente de bendiciones. Por ello la mujer debe ver al Padre Celestial a través del hombre que ama, porque, simbólicamente, este hombre es el representante de Dios en la tierra. Y él debe ver a través de su amada a la Madre Divina, y amarla, contemplarla y servirla. En ese momento todos los tesoros se abrirán ante ellos y vivirán día y noche en el éxtasis y en la belleza. Si no, se decepcionarán, sufrirán, empezarán a hablar mal del hombre y de la mujer. Simplemente porque lo que han conocido el uno del otro no era ni su alma, ni su espíritu, sino los andrajos, los vestidos usados... Esto es lo que les ocurre a aquellos que no han querido conocer estas verdades; huyeron de la Escuela iniciática, no han querido instruirse, y se rompen la cabeza. El hombre se castiga a sí mismo cuando evita la luz que podría abrirle los ojos e iluminarle el camino.