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II

PRESENTACIÓN DEL ÁRBOL SEFIRÓTICO

Para aquél que experimenta la necesidad de acercarse al Creador, de penetrar en su inmensidad, la religión le ofrece algunos medios: la oración, la participación en los oficios religiosos, la obediencia a ciertas reglas. Esto está bien, pero no es suficiente. Para acercarse a Dios, no basta con experimentar emociones místicas y respetar ciertas reglas, es necesario profundizar en un sistema de explicación del mundo.

Ya desde muy joven quise encontrar un sistema semejante, y lo busqué en todas las direcciones. He estudiado lo que enseñan las grandes religiones de la humanidad, y el sistema que me ha parecido mejor – el más vasto y, al mismo tiempo, el más preciso – lo he encontrado en la tradición judía, en la Cábala: el Árbol sefirótico, el Árbol de Vida. Con ello no quiero decir que las otras doctrinas sean malas o falsas, no, sino que las nociones que presentan son dispersas, no dan una visión tan profunda, tan estructurada y tan sintética. El Árbol sefirótico es, verdaderamente, una síntesis del universo. Para mí, constituye la llave que permite descifrar los misterios de la creación. Si bien se presenta como un esquema muy sencillo, su contenido es inagotable. E, incluso, muchos episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento sólo pueden ser interpretados a la luz del Árbol sefirótico.

Los cabalistas dividen el universo en diez regiones o sefirot que corresponden a los diez primeros números (la palabra séfira, en plural sefirot, significa numeración). Cada séfira está identificada por cinco nombres: el nombre de Dios, el nombre de la séfira misma, el nombre del jefe de la orden angélica, el de la orden angélica y, finalmente, el de un planeta.3

Se trata, pues, de cinco planos distintos, y comprenderéis mejor su naturaleza sabiendo que es posible establecer una correspondencia entre estos diferentes planos y los cinco principios que hay en el hombre, que son: el espíritu, el alma, el intelecto, el corazón y el cuerpo físico. Dios corresponde al espíritu, la séfira al alma, el jefe de la orden angélica al intelecto, la orden angélica al corazón, y el planeta al cuerpo físico.

Cada séfira constituye, pues, una región habitada por una orden de espíritus luminosos encabezada por un Arcángel, que a su vez está sometido a Dios quién dirige esas diez regiones, pero bajo un nombre diferente para cada región. Es esta la razón por la cual la Cábala otorga diez nombres a Dios. Estos diez nombres corresponden a diferentes atributos. Dios es uno, pero se manifiesta de forma distinta según las regiones. Se trata siempre del mismo, Dios único, pero presentado bajo diez aspectos diferentes, y ninguno de ellos es inferior o superior a los otros.

Los diez nombres de Dios son:

– Ehie– Eloha vaDaath
– Iah– Jehovah Tsebaot
– Jehovah– Elohim Tsebaot
– El– Chadai El Hai
– Elohim Gibor– Adonai Meled.4

Los diez sefirot son:

– Kether: la Corona– Tipheret: la Belleza
– Hochmah: la Sabiduría– Netzach: la Victoria
– Binah: la Inteligencia– Hod: la Gloria
– Hesed: la Gracia– Iesod: el Fundamento
– Geburah: la Fuerza– Malkut: el Reino.

Los jefes de las órdenes angélicas son:

– Metatron: que participa en el Trono

– Raziel: secreto de Dios

– Tsaphkiel: contemplación de Dios

– Tsadkiel: justicia de Dios

– Kamaël: deseo de Dios

– Mikhaël: quién como Dios

– Haniel: gracia de Dios

– Raphaël: curación de Dios

– Gabriel: fuerza de Dios

– Uriel: Dios es mi luz, o bien, Sandalfon, que es interpretado como la fuerza que une la materia a la forma.

Las órdenes angélicas son:

– los Hayot haKodesch: los Animales de santidad o – en la religión cristiana – los Serafines

– los Ophanim: las Ruedas, o Querubines

– los Aralim: los Leones, o Tronos

– los Hachmalim: los Centelleantes, o Dominaciones

– los Seraphim: los Ardientes, o Potestades

– los Maadim: los Reyes, o Virtudes

– los Elohim: los Dioses, o Principados

– los Bnei Elohim: los Hijos de los dioses, o Arcángeles

– los Kerubim: los Fuertes, o Ángeles

– los Ischim: los Hombres, o la Comunión de los Santos.

Finalmente, los cuerpos cósmicos o los planetas que corresponden al plano físico, son:

– Reschit haGalgalim: los primeros torbellinos

– Mazaloth: el Zodíaco

– Chabtai: Saturno

– Tsedek: Júpiter

– Maadim: Marte

– Chemesch: el Sol

– Noga: Venus

– Kohav: Mercurio

– Levana: la Luna

– Aretz: la Tierra, o bien, Olam Iesodoth, es decir, el mundo de los fundamentos.

Los antiguos, que sólo conocían siete planetas, no consideraban en el Árbol sefirótico, ni a Urano, ni a Neptuno, ni a Plutón. A Kether, hacían corresponder las nebulosas, los primeros torbellinos: Reschit haGalgalim, y a Hochmah, el Zodiaco: Mazaloth. Podemos conservar esta atribución, pero también podemos situar a Urano en el nivel de Hochmah, a Plutón en el nivel de Daath5, y a Neptuno en el nivel de Kether.

Si los cabalistas han llamado Árbol de Vida a esta figura, es porque el conjunto que forman los sefirot debe ser comprendido, precisamente, teniendo en cuenta la imagen del árbol.

¿De qué se compone un árbol? Tiene raíces, un tronco, ramas, hojas, flores y frutos, que son solidarios entre sí. De la misma manera, los sefirot están relacionados entre sí mediante vías de comunicación denominadas “senderos”. Hay 22 de estos senderos, y son designados con las 22 letras del alfabeto hebreo:


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Los 22 senderos y los 10 sefirot son llamados las 32 vías de la Sabiduría, que están situadas, simbólicamente, en Hochmah. Comprenderéis mejor la naturaleza y la función de estas treinta y dos vías si tratáis de ver una relación con el hecho de que tenemos 32 dientes. Sí, ¿y no se habla, acaso, de las “muelas del juicio”? Tenemos 32 dientes para masticar el alimento, y los 32 senderos son también, de alguna forma, dientes gracias a los cuales masticamos los alimentos psíquicos y espirituales que cada día recibimos. Gracias a esta masticación llegamos a adquirir la sabiduría. Volverse sabio consiste en masticar las experiencias que realizamos cada día para extraer de ellas el jugo nutritivo.

Las 32 vías de la Sabiduría conectan los 10 sefirot, cada uno de ellos con sus 5 divisiones; por eso la Cábala dice que nos llevan a las 50 puertas de la Inteligencia, que son atribuidas simbólicamente a la séfira Binah. Para abrir puertas es necesario poseer llaves. Y la verdadera llave en la Ciencia iniciática, es el conocimiento del hombre mismo. El Iniciado puede conocerlo todo porque se conoce a sí mismo. En ciertas representaciones, en ciertos frescos egipcios, por ejemplo, el Iniciado tiene en la mano una especie de llave de forma idéntica al símbolo de Venus.


Este símbolo representa esquemáticamente al ser humano, con la cabeza, los dos brazos abiertos y las dos piernas juntas. El Iniciado posee la llave que le permite conocerse, y conociéndose, conoce todo el universo, con lo cual puede abrir las puertas de todas las regiones.7

Sin duda vosotros os preguntaréis: “¿Por qué diez sefirot? ¿Acaso el universo está realmente dividido en diez regiones?” No, y con respecto a esto hay un punto importante que debéis comprender. El Árbol sefirótico no está destinado a enseñarnos astronomía ni cosmología. En realidad, nadie puede decir exactamente lo que es el universo, ni cómo ha sido creado. El Árbol sefirótico representa un sistema de explicación del mundo que es de naturaleza mística. Sus bases se remontan a miles de años atrás. Los espíritus excepcionales que lo concibieron, no poseían evidentemente telescopios, ni siquiera gafas astronómicas. Gracias a la meditación, a la contemplación, gracias a una vida interior intensa, lograron captar una realidad cósmica que tradujeron con ayuda de imágenes y de relatos simbólicos. Y es esta tradición que se ha ido manteniendo y meditando a lo largo de los siglos, la que, en lo esencial, ha llegado hasta nosotros. El Árbol sefirótico no es, por tanto, una descripción exacta de nuestro universo, lo que explica la ausencia de ciertos planetas, la posición del sol, etc...

Volvamos a los diez sefirot. ¿Por qué diez? Porque este número representa una totalidad, un conjunto completo. Séfira, como ya os he dicho, significa numeración. Es a partir de los diez primeros números que todas las combinaciones numéricas son posibles. Dios creó, en primer lugar, diez números, los diez sefirot, y con estos diez números puede crear también otros, es decir, existencias hasta el infinito.

Los cabalistas mencionan, aunque muy raramente, una undécima séfira: Daath, cuyo nombre significa: “saber”. La sitúan entre Kether y Tipheret, pero no figura generalmente en las representaciones del Árbol sefirótico.

Este cuadro de sefirot, como veis, representa solamente las fuerzas del bien. Para vuestro perfeccionamiento, éstas son las únicas que debéis estudiar, sobre las que debéis concentraros. Pero la verdad es que la Cábala menciona también los diez sefirot tenebrosos, denominados kliphoth, y que representan el reflejo invertido de los sefirot divinos, exactamente como el Diablo es el reflejo invertido de Dios. Estos sefirot maléficos tienen también sus nombres, sus jerarquías de espíritus, pero no entraré en detalles, y no quiero pronunciar sus nombres porque no deseo conectarme con ellos.

Finalmente, más allá de la séfira Kether, los cabalistas sitúan una región a la que llaman Ain Soph Aur: luz sin fin, que es la región del Absoluto, de Dios no manifestado.

Para los cabalistas, el universo constituye una unidad de la que el Árbol sefirótico es la expresión perfecta. Pero en esta unidad, distinguen varias regiones.

En una primera división aparecen 4 planos. De arriba a abajo son:

– Olam Atsiluth, o mundo de las emanaciones, formado por los sefirot Kether, Hochmah y Binah.

– Olam Briah, o mundo de la creación, formado por los sefirot Hesed, Geburah y Tipheret.

– Olam Ietsirah, o mundo de la formación, compuesto por los sefirot Netzach, Hod y Iesod.

– Olam Asiah, o mundo de la acción, formado por una única séfira, Malkut.

Ahí también, entre el mundo de arriba y el mundo de abajo, existe una jerarquización que tiene también su correspondencia en el ser humano:

– A Olam Atsiluth corresponde Neschamah, es decir, el plano divino del alma y del espíritu.

– A Olam Briah corresponde Ruah, es decir, el plano mental, el intelecto.

– A Olam Ietsirah corresponde Nephesch, es decir, el plano astral, el corazón.

– A Olam Asiah corresponde Guph, el cuerpo físico.


Otra repartición, hace aparecer tres pilares:

– A la derecha, el pilar de la Clemencia, llamado Yakin, que es un poder positivo, activo, y que comprende los sefirot Hochmah, Hesed y Netzach.

– A la izquierda, el pilar del Rigor, denominado Boaz, que es un poder femenino, pasivo, y que comprende los sefirot Binah, Geburah y Hod.

– Finalmente, el pilar central que equilibra a los otros dos, está compuesto por los sefirot Kether, Daath, Tipheret, Iesod y Malkut.


Esta división expresa la idea de que el universo está gobernado por los dos principios antagonistas, masculino y femenino, de atracción y de repulsión, de amor y de odio, de clemencia y de rigor y que, para armonizarse, estos poderes deben encontrarse en el centro.

Ahí poseéis ya los elementos esenciales del Árbol sefirótico. ¿Qué haréis con ellos?... Para un Instructor, es una responsabilidad muy grave la de introducir a los humanos en el santuario de la Divinidad, porque sabe que muy pocas personas están preparadas para comprender estas nociones y utilizarlas correctamente. Sin mencionar a los que se servirán de ellas para prácticas mágicas totalmente censurables, muchos, por ignorar su carácter sagrado, se imaginan que pueden pasearse inmediatamente en medio de estos nombres como quien se pasea en un jardín público y jugar con los sefirot como si fuesen pelotas. Hay que abordar estos conocimientos con mucha humildad y respeto para poder obtener de ellos grandes iluminaciones.

No basta, pues, con leer dos o tres veces este cuadro, memorizar los nombres para mencionarlos de vez en cuando en la conversación. Para que se convierta en la base de un verdadero trabajo espiritual, el Árbol sefirótico debe ser un tema de meditación permanente. Procurad asimilar lentamente estas nociones, digerirlas... Y no os asombréis de oír que empleo términos que pertenecen al terreno de la nutrición. Precisamente, esta meditación sobre el Árbol sefirótico se puede comparar con la nutrición. Cada día coméis para manteneros sanos; de entre un gran número de alimentos, escogéis algunos que varían de un día a otro. En el Árbol sefirótico descubriréis, también, una inmensa variedad de “alimentos” porque es un reflejo del universo.8 La religión y la filosofía están representadas en él, desde luego, lo mismo que la moral, la verdad, pero también las ciencias y las artes. Y os corresponde a vosotros alimentaros con él todos los días.

Es cierto que muchos santos y muchos místicos lograron progresar espiritualmente sin conocer el Árbol sefirótico, pero el conocerlo da una visión más clara del trabajo a realizar, y este método puede acompañaros a lo largo de toda vuestra existencia. Ningún esquema supera al Árbol de Vida. Seguidlo, vuestro pensamiento dejará de vagabundear al azar y recibiréis bendiciones a medida que sepáis ejercitaros y avanzar en esta vía. Volviendo a menudo sobre el Árbol sefirótico, encenderéis luces dentro de vosotros, y estas luces, no sólo os iluminarán, sino que os purificarán, os reforzarán, os vivificarán y os embellecerán. Quizá nunca comprendáis perfectamente esta figura, y con mayor razón, quizá nunca lleguéis a realizar las virtudes y los poderes que representa, pero estará ahí, como la representación de un mundo ideal que tirará siempre de vosotros hacia arriba.

3 Un gráfico al final del libro permite consultar, en todo momento, el esquema detallado del Árbol sefirótico.

4 El significado de estos nombres necesita explicaciones. Ver cap. IV.

5 Con respecto a la séfira Daath, ver cap. X.

6 Al final del libro, el esquema del Árbol sefirótico se acompaña por un cuadro en el que los nombres mencionados más arriba están escritos en caracteres hebreos.

7 La Balanza cósmica, Col. Izvor nº 237, cap. XIII: “La llave y la cerradura”.

8 Armonía y salud, Col. Izvor nº 225, cap. VII: “La nutrición en los diferentes planos”.

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