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El segundo nacimiento

Si visitáis nuestra Fraternidad de Bulgaria cuando acampa en las montañas, cerca de los siete lagos de Rila, podréis ver, a cierta distancia del campamento, un manantial que ha sido especialmente acondicionado. El agua brota de un enorme bloque de roca tallada en forma de proa y fluye sobre un lecho de piedras lisas, muy blancas, que termina en dos manos juntas. Todos pueden beber en este manantial el agua pura que estas dos manos les ofrecen En el flanco izquierdo de la roca está grabada un ancla pintada de rojo, símbolo de la Fraternidad, y en el flanco derecho puede leerse la siguiente inscripción:

Hermanos y hermanas, padres y madres,

Amigos y extraños,

Profesores y estudiantes,

Vosotros todos, servidores de la vida,

Abrid vuestro corazón al bien,

¡Sed semejantes a este manantial!

Al lado de esta inscripción hay también figuras geométricas y signos cabalísticos, de los que os hablaré en otra ocasión.

Todos vosotros conocéis el pasaje del Evangelio de san Juan en el que Jesús dice a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo, si un hombre no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. – Pero, ¿cómo puede un hombre nacer cuando es viejo?, pregunta Nicodemo... ¿Puede volver a entrar en el seno de su madre y nacer por segunda vez?” Y Jesús responde: “En verdad, en verdad te digo, que si un hombre no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios...” ¿Qué significa “nacer del agua y del espíritu”?...

En la Antigüedad vivía en Jerusalén un sabio llamado Nathan... Cuando el príncipe Saladino tomó esta ciudad se enteró de la existencia de Nathan, le hizo ir a su palacio y le planteó siete preguntas entre las que se encontraba ésta: “De todas las religiones: judía, budista, cristiana, musulmana, ¿cuál es la mejor?” Y Nathan respondió al príncipe: “Voy a contarte una historia... Había una vez un rey que poseía un anillo mágico que le daba todos los poderes, y, gracias a este anillo no había ni desgracias, ni guerras, ni enfermedades en su reino. Este rey tenía tres hijos, y acercándose a la vejez, no sabía a cuál de sus hijos dar su anillo, pues les quería a todos por igual. Hizo entonces fabricar otros dos anillos semejantes al primero y mezcló los tres de forma que ni siquiera él supiese cuál era el anillo mágico. Llamó a su hijo mayor y le dijo: “Hijo mío, te quiero mucho y quiero darte secretamente mi anillo con el tercio de mi reino...” Lo mismo hizo con sus otros dos hijos. El rey ignoraba a cuál de sus hijos había dado el anillo mágico, pero los tres estaban convencidos de haberlo heredado.

Algún tiempo después, el rey fue a visitar a sus hijos. Fue primero al país del mayor y vio que su pueblo vivía en medio de enfermedades y de privaciones... No era, pues, el mayor quien poseía el anillo. Fue a continuación al reino de su segundo hijo; allí el pueblo estaba agobiado por guerras y desgracias continuas. Por lo tanto, tampoco él había recibido el anillo. Finalmente, cuando llegó al país de su tercer hijo, vio que todos sus súbditos eran ricos y estaban sanos, en paz y felices. El rey comprendió entonces que era su hijo más joven quien había heredado el anillo mágico... Así es, dijo Nathan, como reconocerás dónde se encuentra la verdadera religión: allí donde reinen la paz, la felicidad, la abundancia, la sabiduría y el amor…”

Sí, a pesar de la Enseñanza que nos dan los grandes Maestros, no llegamos a descubrir la verdad, quizá sea porque los canales que hay en nuestro interior están demasiado obstruidos para dejar circular las corrientes. Comprendí esto cuando era muy joven y veréis cómo. Estudiaba, leía mucho, y sin embargo, no estaba enteramente satisfecho. Entonces ayuné durante diez días. Después de este ayuno, comprendí muchas cosas que no había encontrado en los libros. Los primeros días me sentía hambriento, pero pronto esta sensación desapareció. Al tercer y cuarto días tenía una sed incesante que no hizo sino aumentar los días siguientes: no pensaba más que en el agua; dormido, soñaba con manantiales y ríos en los que bebía continuamente sin conseguir apagar mi sed. Pero esta sed también cesó. El séptimo día, tomé una fruta y la respiré... Sentía que se desprendían de ella unas esencias tan sutiles, tan maravillosas, que me alimentaban. Los últimos días, comía y bebía gracias a estas emanaciones; fue entonces cuando comprendí que cada planta, cada fruto, contiene elementos sutiles, etéricos, pero estamos tan repletos y ahítos que no podemos sentirlos ni absorberlos. ¡Cuántas cosas existen a nuestro alrededor que no podemos recibir porque estamos demasiado llenos! Aún cuando estas cosas poseen elementos muy preciosos, es necesario que estemos hambrientos y sedientos para sentirlos. Ahora bien, a menudo dormitamos como un hombre que ha comido demasiado. Y es por esta causa que nos vemos privados de algunos de los alimentos más sutiles.

Cuando uno se acostumbra a comer demasiado, llega a crear en sí mismo un estado de obstrucción tal que acaba por estar somnoliento, pesado, embotado. Todos los sentidos se abotargan, la inteligencia se oscurece, la voluntad se vuelve débil, las pasiones groseras. Y lo mismo sucede en los demás planos. Cuando uno come demasiado en el plano astral, todo lo que hay de más sutil en el alma y en la naturaleza se le escapa y queda fuera de su conciencia; y entonces, aunque todos los Maestros vinieran a enseñarle su sabiduría, no comprendería ni sentiría nada... Durante este ayuno, precisamente, constaté que podía desdoblarme fácilmente: salía de mi cuerpo sin dificultad para alcanzar regiones más sutiles; en cambio, cuando volví a tomar alimento fue más difícil conseguirlo.

El pequeño manantial dice: “¡Sed semejantes a mí! ¡Sed vivos, fluid!” Sí, queridos hermanos y hermanas, si no tomáis al manantial que fluye como modelo llegaréis a ser semejantes a ciénagas. Si vuestro manantial interior se agota, se producirán en vosotros fermentaciones... Y cuando en alguna parte se producen fermentaciones ya sabéis lo que sucede: los mosquitos, las moscas y toda clase de bichos empiezan a pulular; aunque tratéis de echarlos, no hay forma, no cesan de reproducirse. La única solución consiste en desecar la ciénaga y dejar fluir el manantial, porque allí donde fluye un manantial ya no hay putrefacciones. Y, ¿qué sucede alrededor de los manantiales? Ya lo sabéis: los árboles crecen, las flores se abren, los pájaros cantan. Preguntáis: “Pero, ¿cómo hacer fluir un manantial en nosotros?” Es muy simple, hay que amar. Claro, me diréis que amáis y que todo el mundo ama... Lo sé, pero cuando hablo de amor sobreentiendo otro tipo de amor. La mayoría de los que están enamorados confiesan que sufren, que se sienten desgraciados. Porque no conocen el amor. El amor que hace a los seres desgraciados no es el verdadero amor, es una enfermedad. Lo que es curioso es que casi nadie escapa a esa enfermedad. Es como una epidemia: por más que uno procure protegerse, tarde o temprano cae, y he ahí que empiezan los desastres.

En Bulgaria, tenía un amigo que hablaba del amor como de la cosa más bella del mundo. Un día vino a verme, con el rostro descompuesto, sombrío, y los cabellos en desorden. Inquieto, le pregunté qué le había ocurrido. “Estoy enamorado, dijo, ¡eso es todo!” El amor le hacía desgraciado porque no podía poseer el objeto de ese amor. Pero el amor del que os hablo es algo muy distinto, y cuando llega este verdadero amor, el de la nueva Enseñanza, debemos estar gozosos, porque el amor es un estado de conciencia magnífico que nos trae todas las bendiciones. Cuando un manantial brota en nosotros, inmediatamente aparecen árboles, flores, animales, hombres, ya que allí donde fluye el agua se desarrolla una nueva cultura; lo que también significa que allí donde se manifiesta el verdadero amor, aparecen una flora, una fauna y una civilización.

¿Cómo podemos interpretar todo esto? El reino de los minerales es nuestro sistema óseo; el reino de los vegetales es nuestro sistema muscular; el reino de los animales es nuestro sistema circulatorio; el reino de los hombres es nuestro sistema nervioso.

Si no nacéis del agua y del espíritu, no conoceréis el Reino de Dios... ¿Qué son el agua y el espíritu? En la ciencia esotérica, el agua ha sido considerada siempre como el elemento pasivo, y el espíritu, al contrario, como el principio activo. En hebreo, agua se dice maïm y espíritu rouah. Lo que es curioso, es que si se invierten los sonidos de la palabra rouah, ésta se convierte en haour, que significa: luz, la luz que creó el mundo. Esta es la luz que cada alma posee como una pequeña chispa salida del principio creador masculino, el fuego celeste. Mientras que el agua es el principio pasivo, femenino, el mediador plástico, el fluido universal.

Si no nacéis del agua y del espíritu... Es decir, si no nacéis del agua y del fuego...

Para explicaros estas dos palabras “agua” y “fuego”, os hablaré un poco de astrología. Conocéis los 12 signos del zodíaco. Desde el punto de vista alquímico corresponden a los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Por lo tanto, hay tres signos para cada elemento, que se disponen así en el círculo del zodíaco.

Observaréis que los signos que pertenecen al mismo elemento están colocados en los 3 vértices de un triángulo equilátero. El triángulo de tierra está formado por los signos Tauro %, Virgo + y Capricornio 5; el triángulo de agua, por los signos Cáncer !, Escorpio | y Piscis 9; el triángulo de aire por los signos Géminis (, Libra 1 y Acuario k ; el triángulo de fuego por los signos Aries ~, Leo ^ y Sagitario 3.


No hablaremos hoy de todas las combinaciones que pueden hacerse con estos cuatro triángulos en todos los ámbitos de la vida; nos detendremos solamente en los dos triángulos de agua y de fuego.

Dado que cada signo del zodíaco corresponde a ciertos órganos del cuerpo humano, presentaremos los dos triángulos de agua y de fuego de la manera siguiente (Fig. 1 y 2).


Cuadro de correspondencias del zodíaco con el cuerpo humano.

9cabeza1riñones
%cuello9órganos genitales
(brazos - pulmones9muslos
!pecho - estómago5rodillas
^corazónkpantorrillas
+intestinos9pies

Estos dos triángulos son idénticos a la sección recta de un prisma triangular. Conocéis todos el prisma y sabéis que descompone la luz blanca en siete colores. En este fenómeno, la naturaleza ha escondido grandes secretos. Si los lados del prisma no son iguales, no se obtiene la misma distribución de los colores que si el prisma es equilátero. Simbólicamente los tres lados del prisma pueden representar los tres principios que hay en el hombre: intelecto, corazón y voluntad; o pensamiento, sentimiento y acción, y aún se pueden encontrar ahí muchos otros fenómenos o manifestaciones de la vida; por ejemplo: el padre, la madre y el hijo; el ácido, la base y la sal; la luz, el calor y el movimiento; el amor, la sabiduría y la verdad; la longitud, la anchura y la altura, etc.

El fenómeno de la descomposición de la luz por el prisma está también basado en tres números que son significativos: 1, 3 y 7. El número 1 representa el haz luminoso que cae sobre una de las caras del prisma; el número 3 representa al propio prisma con sus tres caras, y el número 7 representa los colores dispersados por el prisma.

Si echamos ahora una mirada sobre las diferentes funciones del organismo, veremos que todas reproducen el fenómeno de la descomposición de la luz por el prisma.1

Cuando comemos, por ejemplo, el alimento representa el haz luminoso (el 1) que cae sobre el prisma, el estómago (el 3), para dar los 7 colores, es decir, las 7 energías que son, a continuación, distribuidas por todo el cuerpo. Encontramos igualmente el mismo fenómeno en la respiración, con el aire que inspiramos (el 1), los pulmones (el 3), y las 7 energías que son distribuidas en el organismo por la respiración.

Estudiaremos ahora el prisma desde otro punto de vista. Supongamos que los tres lados del prisma corresponden uno al intelecto (el pensamiento), otro al corazón (el sentimiento), y el tercero a la voluntad (la acción). El prisma equilátero es el símbolo del hombre en el que el intelecto, el corazón y la voluntad están igualmente desarrollados, es decir, del hombre perfectamente equilibrado: es inteligente, bueno, y capaz de realizar sus pensamientos y sus sentimientos. Todo en él es armonioso... Pero, evidentemente, estos casos son muy raros, y el prisma equilátero representa al Iniciado, al Sabio, al gran Maestro (fig. 3).


La mayoría de las veces, los hombres son triángulos cuyos lados son desiguales. Algunos tienen el lado voluntad más desarrollado (fig. 4), lo que significa que, en la mayoría de los casos, se contentan con realizar los proyectos de los demás. Otros, por el contrario, tienen los lados intelecto y corazón mucho más desarrollados que el lado voluntad (fig. 5); eso significa que estas personas reflexionan y analizan mucho, que son, igualmente, muy sensibles, pero cuando se trata de actuar, de realizar, esperan a que los demás lo hagan en su lugar.


El triángulo de la figura 6 es el símbolo de las personas inteligentes, activas, enérgicas, pero egoístas, duras, sin amor ni piedad, ya que el lado sentimiento no está desarrollado en absoluto en ellas. Mientras que el triángulo de la figura 7, en el que el corazón y la voluntad están mucho más desarrollados que la inteligencia, representa a personas muy buenas y muy generosas que, deseando siempre sacrificarse, hacen tonterías y se dejan engañar por los demás.


Las combinaciones y los casos que pueden imaginarse son tan numerosos que no puedo hablaros de todos; no hago sino resumir. Lo esencial es comprender que debemos trabajar con todas nuestras fuerzas para llegar a ser prismas equiláteros.

Cuando el vértice del prisma está arriba (fig. 8), el abanico de colores se extiende desde el rojo (arriba) hasta el violeta (abajo). Si el vértice está abajo, se produce lo contrario: el violeta está arriba y el rojo abajo.


La distribución de los colores dentro de nosotros es extraordinaria. El rojo está relacionado con los órganos sexuales, el naranja con el bazo, el verde con el estómago, el azul con los pulmones, y el amarillo, el violeta y el índigo con la cabeza. Cada órgano se cura mediante el color que le corresponde.

Consideremos ahora la figura siguiente:


Comencemos por el rojo. Constatamos que si mezclamos el rojo y el amarillo, que están situados en la base de un mismo triángulo, obtenemos el naranja, que está situado entre los dos, en el vértice de otro triángulo. Asimismo, mezclando el amarillo y el azul obtenemos el verde; mezclando el azul y el rojo obtenemos el violeta. Pero si mezclamos los colores que son diametralmente opuestos, tales como el verde y el rojo, el azul y el naranja, el amarillo y el violeta, obtenemos unos tonos muy feos. Estos colores no deben, pues, mezclarse. Se ocultan grandes secretos en las afinidades o, al contrario, en las disparidades entre los colores. Si ignoramos la ley según la cual cada ser posee un color predominante, nos arriesgamos a provocar catástrofes con nuestra forma de actuar. Las consecuencias de ciertas mezclas de sentimientos y de pensamientos se aclaran también con la ayuda de estas leyes, y asimismo, la mezcla de ciertas virtudes y de ciertas flaquezas. Se trata de toda una alquimia espiritual, pero no me extenderé hoy sobre esta cuestión; otra vez tendremos ocasión de hablar sobre este tema.

Mi deseo es explicaros, lo más simplemente posible, grandes verdades sobre las que el hombre puede basar su existencia, gracias a las cuales puede mejorar su vida, así como las relaciones con la naturaleza y los seres del mundo divino. Me he propuesto hablaros con un lenguaje claro, simple y gráfico, arriesgándome a pasar por un conferenciante sin importancia, que no hace ninguna cita de autores célebres y que entretiene al público con ideas infantiles.

Tomad un trozo de papel verde y un trozo de papel rojo. Acercadlos el uno al otro: el rojo parece más rojo y el verde más verde. Los dos colores juntos se exaltan; pero, os lo he dicho, si los mezcláis obtenéis un color sucio, nebuloso. Lo mismo sucede con los seres.

Haced ahora otra experiencia. Mirad fijamente una hoja de papel rojo durante algunos segundos; luego, bruscamente, mirad fijamente una hoja blanca: veréis aparecer el verde. Si miráis fijamente el naranja veréis aparecer el azul, y si miráis fijamente el azul veréis aparecer el naranja. ¿Por qué? Hay ahí unas leyes muy interesantes que podéis encontrar de nuevo en la vida psíquica. Meditáis sobre un tema, pero, después de algunos esfuerzos, es otro pensamiento el que penetra en vosotros. Estos fenómenos revelan la relación que existe entre el rojo y el verde, o entre el amarillo y el violeta, dentro de vosotros. Cada virtud está ligada en el hombre a otra virtud, cada cualidad a otra cualidad, cada movimiento a otro movimiento, exactamente en la misma forma que los colores están ligados entre sí. Cada flaqueza está, también, ligada a otra flaqueza. Basta, pues, que el hombre despierte en sí una de sus virtudes o una de sus flaquezas para desencadenar otras que se corresponden. Basta con desencadenar una pasión para que se despierte otra.

Puede incluso producirse un fenómeno aún más curioso: uno trabaja para despertar una virtud, y ve aparecer un vicio. Lo contrario es igualmente cierto, a veces. Algunas flaquezas, algunos defectos, pueden despertar una cualidad, una virtud. Estos hechos nos ayudan a comprender cómo una persona que ha rezado durante años, que se ha sacrificado, que ha sido un modelo de virtud, se ve presa de una pasión todopoderosa y se entrega a todo tipo de desenfrenos y vicios. ¿Cómo han despertado estos seres el Infierno en su alma cuando llamaban al Cielo? Inversamente, vemos que personas que cometían crímenes y se entregaban al libertinaje, se convierten en santos, en modelos de bondad, de pureza y de sacrificio. Uno desea la pureza y es, a menudo, visitado por la impureza.

Uno desea la sabiduría y se complace, frecuentemente, en leer estupideces. ¿Por qué se dice en el Evangelio que la materia se opone al espíritu? ¿Habéis observado a los árboles para ver cómo las ramas están ligadas a las raíces? Cuando las ramas crecen y se hacen más largas y más gruesas, las raíces se desarrollan también, hundiéndose más profundamente en la tierra. Si el hombre ignora de qué forma el mundo superior está ligado al mundo inferior, a menudo se queda asombrado del resultado de sus esfuerzos. Pero volveremos sobre esta cuestión en otra ocasión.

Ya os dije que el color rojo está ligado a los órganos genitales, y el color verde al estómago y al hígado. Si el color rojo no es puro en nosotros, despertará un color verde que tampoco será puro y cristalino, con lo cual el estómago y el hígado estarán indispuestos o no podrán ya eliminar los venenos. Todos los colores tienen una relación entre sí. Aquel que sigue la vía de la sabiduría (el amarillo), se ve impulsado obligatoriamente a adorar al Creador del universo (el violeta), al Maestro de esta sabiduría infinita. El color violeta, que corresponde a la adoración, es el más espiritual de todos. Inversamente, aquel que adora al Señor, que Le busca en todas partes y trabaja para estar continuamente en comunión con Él, ve aparecer el color amarillo, es decir, empieza a ser sabio.

¡Cuántos misterios hay aún escondidos en la luz! En el principio era la luz2... Conocer la luz es conocerlo todo.

Ya os dije que, para los alquimistas y los astrólogos, la naturaleza está compuesta de 4 elementos fundamentales: fuego, aire, agua y tierra. Si observamos la vida, constatamos que el agua y el fuego son la causa de la mayoría de los fenómenos que se producen en la superficie de la tierra.

Consideremos el esquema siguiente:


Este esquema representa los dos triángulos de fuego y de agua reunidos. Aquellos de vosotros que se ocupen de astrología, comprenderán la profundidad de este símbolo. El triángulo de fuego contiene los tres colores: rojo, amarillo y azul. El rojo corresponde a Aries, el amarillo a Leo, y el azul a Sagitario. Estas correspondencias están de acuerdo con la naturaleza de los signos y de los planetas que en ellos tienen su domicilio. Aries es el domicilio de Marte, el planeta rojo, activo, enérgico, combativo. Leo es el domicilio del Sol. Sagitario es el domicilio de Júpiter, el planeta de la religión, de la alta espiritualidad.

El triángulo de agua contiene los signos de Cáncer, de Escorpio y de Piscis. A Cáncer está ligado el verde, a Escorpio el naranja, y a Piscis el violeta. Cáncer es el domicilio de la Luna, que reina sobre la imaginación y la sensibilidad. Escorpio es la otra casa de Marte, casa de la independencia, de la agresividad y del orgullo. Piscis es la casa de Neptuno, casa mística, en la frontera de los dos mundos.

“Si un hombre no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”, dijo Jesús. Nosotros interpretamos estas palabras de la manera siguiente: el agua corresponde al corazón, al principio femenino, pasivo. El fuego corresponde al espíritu, a la sabiduría, al principio masculino, activo. Debemos, pues, nacer de estos dos principios, amor y sabiduría, para poder entrar en el Reino de Dios. Estos dos principios, el amor y la sabiduría, dan nacimiento a la verdad. Si alguien dice: “Yo poseo la verdad”, preguntadle: “¿Posees el amor y la sabiduría?... ¿Tu corazón es lo bastante vasto para contener al mundo?... ¿Tu intelecto comprende las leyes de la naturaleza? – No. – Entonces, no estás en la verdad...” La verdad, es el agua y el fuego, el amor y la sabiduría, el padre y la madre. Por eso, el hombre está, por naturaleza, relacionado con la sabiduría y la mujer con el amor.

Cuando nuestro intelecto sea como el sol y nuestro corazón como el agua del manantial que fluye, entonces naceremos por segunda vez. En astrología, sólo se tiene en cuenta el tema del nacimiento físico, de la primera respiración del niño; pero eso no basta. No se puede conocer el destino y el carácter de un ser sólo en función del tema del nacimiento físico: hay que tener también en cuenta el tema de la concepción y el del segundo nacimiento, que corresponde al momento en que la conciencia se transforma en superconciencia, en que el ser se ilumina, se renueva en el otro mundo. Deben escogerse momentos perfectos en el cielo para nacer en la tierra, pero no es necesario conocer la astrología para nacer por segunda vez. Si uno está lleno de virtudes, si vive según las leyes del amor, de la sabiduría, de la pureza, eso basta para nacer de nuevo, para entrar en la nueva vida. Porque esta nueva vida no comprende únicamente conocimientos teóricos sino que es un estado de conciencia, un conjunto de pensamientos, de sentimientos y de actos que uno debe vivir para el bien de los demás y para el suyo propio. Pero, evidentemente, todas las ciencias esotéricas nos ayudan y podemos estudiarlas para facilitar nuestra evolución y profundizar en el sentido de los más grandes misterios.

Es, pues, positivo estudiar la alquimia, la astrología, la magia, la Cábala, pero para comprender bien estas ciencias, es preciso estudiarlas primero en el hombre. No comprenderemos la alquimia si no comenzamos por estudiar la verdadera alquimia: la nutrición. No comprenderemos la astrología si no estudiamos la respiración y la circulación, porque el corazón es el sol que irradia sobre los otros planetas, los órganos. La Cábala, con todos los sefirot y las jerarquías angélicas, se encuentra en nuestra cabeza. En cuanto a la magia, se encuentra en nuestros gestos. Sí, sin saberlo, el hombre es un mago, y muy a menudo hasta un mago negro, con sus gestos, sus muecas, sus palabras y todo su comportamiento.

Los ejercicios que voy a mostraros son gestos de magia positiva, de magia blanca. Los magos poseen una varita; todos conocéis el caduceo de Hermes que lleva dos serpientes entrelazadas. Hermes es el planeta Mercurio que reina sobre Géminis. La constelación de Géminis está ligada a los brazos, y por lo demás, si os habéis fijado, las dos manos representan serpientes.

Aquel que conoce las dos corrientes esenciales de la naturaleza actúa con sus dos manos como con una varita mágica.


Los ejercicios que voy a mostraros están basados en unas leyes muy importantes. Si los hacéis atenta y conscientemente, obtendréis resultados maravillosos para vuestra salud y vuestro equilibrio en todos los planos. Existen varias corrientes en el universo, pero las más importantes son la corriente ascendente, que se dirige de abajo hacia arriba, es decir, del centro de la tierra al centro del sol, y la corriente descendente, que se dirige en sentido inverso. El primer ejercicio que voy a mostraros corresponde a la corriente descendente y tiene por objeto atraerla y hacerla circular perfectamente en nosotros. El segundo ejercicio está relacionado con la corriente ascendente.

Estas dos corrientes, ascendente y descendente, se encuentran en nuestro organismo a la altura del plexo solar que asegura su unión y su buena distribución por todo el cuerpo. Esto es muy importante, porque si estas dos corrientes no se mezclan o no se distribuyen convenientemente, nuestra salud puede alterarse rápidamente. Es pues necesario estar atentos cada día a esta circulación armoniosa de las corrientes dentro de nosotros. Esta es la finalidad de los ejercicios que ahora voy a hacer ante vosotros. (Demostración de los ejercicios3)

En Bulgaria, yo vivía en la ciudad de Ternovo. Nuestra Fraternidad se reunía allí durante los congresos a los que asistía el Maestro. Yo vivía allí, con un amigo, en una pequeña casa construida en medio de árboles y de viñas. Lo que voy a contaros es muy interesante, tanto desde el punto de vista espiritual como desde el punto de vista científico. Un día, una urraca hizo un agujero en el postigo de una ventana. Poco tiempo después, unas abejas se instalaron entre los postigos de la ventana cerrada y comenzaron a preparar sus panales de cera. Todos los días podía observar desde el interior cómo trabajaban. Esto me gustaba mucho y vi cosas extraordinarias y muy raras desde un punto de vista científico. Muchos especialistas en abejas, en efecto, han construido colmenas de cristal con la esperanza de observarlas en su trabajo, pero las abejas tapizaban las paredes con una materia opaca con el fin de esconderse de la vista de los hombres. Mientras que allí no se escondían de mí ni de los numerosos amigos que venían a visitarnos, y vivíamos en esta habitación como en una colmena. El cuarto estaba lleno de un perfume delicioso, tan embriagador que se hacía casi insoportable. Me di cuenta que este olor me desdoblaba y me hacía vivir en el mundo invisible.

Cuando observé el trabajo de las abejas, comprendí cuán puras, evolucionadas y elevadas son, y que nos dan un magnífico ejemplo de sociedad superior. No puedo explicaros aquí todo lo que vi, pero puedo deciros que comprendí que las abejas son los verdaderos discípulos de la Fraternidad Blanca, el verdadero símbolo del ser que trabaja, que prepara la miel, este alimento deleitable, único, extraído de las flores. Las abejas dejaron en mi espíritu la imagen perfecta de la forma en que se puede preparar la miel en la vida.

Las abejas no han nacido de la tierra; no hay otros insectos que puedan comparárseles. Vinieron del planeta Venus especialmente para los Iniciados, los ascetas, los eremitas y todos los hombres ocupados en pensar en la humanidad, en Dios, en el Cielo. Allí donde habitan los sabios y los eremitas no hay mucha comida; ellos piensan en Dios, pero Dios piensa en ellos, y por eso envió a las abejas para que les preparasen este alimento especial. Cuando la Tierra vio esto (pero quizá sea una leyenda), se puso celosa; ella también quiso fabricar insectos parecidos a las abejas y creó las avispas. Pero no pudo descubrir cómo preparan la miel las abejas, y las avispas sólo son capaces de fabricar panales de cera. Las avispas representan a los malos discípulos que solamente saben comer la miel pero no prepararla, a los discípulos egoístas que se sirven a sí mismos antes de servir a Dios. Por eso los secretos de la naturaleza permanecen ocultos para ellos.

¿Para que sirve el aguijón de las abejas? Pensáis que sirve para picar a los hombres o a otros insectos... No. Las abejas no sólo se sirven de él para defenderse (pues se mueren cuando pican), sino también para preparar la miel. Del aguijón fluye una sustancia particular que mezclan con la miel para hacerla incorruptible. Si la miel no contiene esta sustancia no es buena para el consumo.

Es preciso que sepáis que las abejas son tan sensibles que pueden distinguir a los hombres malos, injustos, ladrones, de los que son justos, buenos y honestos. No quieren permanecer con un hombre injusto o mentiroso, se van inmediatamente. Las abejas detestan también la desarmonía y las vibraciones caóticas: el miedo, por ejemplo. A las abejas tampoco les gusta que se acerquen a ellas oliendo a ajo. En tal caso, se precipitan de inmediato contra el visitante. Comprenderéis ahora por qué se produce una revolución en vuestro estómago si tomáis en la misma comida ajo y miel.

Les abejas representan a la sexta raza que va a venir, a la nueva cultura. Aman la simetría... ¿Habéis visto la simetría de sus celdas hexagonales?... Poseen la ciencia de los colores y de las cualidades de las diferentes flores. Son el símbolo de los seres que han nacido por segunda vez.

El que ha nacido por segunda vez representa un manantial viviente del que fluye un agua pura y en cuyas riberas viene a instalarse toda una civilización. Su religión es la verdadera religión del amor divino y de la sabiduría divina. Todo el universo es para él el verdadero templo de Dios, cuyo gran sacerdote es el sol, y los astros las lamparillas. El que ha nacido por segunda vez es aquél cuyos canales invisibles están, por fin, abiertos para absorber el amor y la sabiduría. Representa, igualmente, el prisma perfecto que distribuye las siete fuerzas benéficas en todo su ser y las proyecta para el bien de todos los que están a su alrededor. Sabe utilizar el poder del fuego sobre el agua. Estudia la verdadera alquimia, la verdadera astrología, y la verdadera Cábala que se encuentran, primeramente, en él mismo. Está atento a todos sus gestos y a todos los movimientos que hace con la cara o con el cuerpo. Vigila todas sus palabras.

El hombre nacido por segunda vez se vuelve semejante a las abejas: ya no come hojas sino que liba las flores para recoger de ellas lo que es más deleitable en la naturaleza. Sabe preparar la miel.

Yo no quiero instruiros como lo haría un Maestro, ya que toda la ciencia y todos los conocimientos están en vosotros, puesto que sois hijos e hijas de Dios. Hablando juntos podremos rememorar todo lo que sabíamos, hace mucho tiempo, cuando surgimos del seno del Eterno. Eso es lo único que debemos procurar hacer en el transcurso de nuestras reuniones.

Os deseo que un día visitéis los siete lagos de Rila a donde vamos a vivir cada verano al aire libre bajo los rayos del sol, respirando libremente, cantando, alegrándonos, dando gracias a Dios por todas las bendiciones y deseando, junto al agua pura, volvernos semejantes a los manantiales de Rila.

París, 29 de Enero de 1938

1 Leer la conferencia: “El prisma, imagen del hombre” (tomo 10).

2 Leer la conferencia: “En el principio era el Verbo...” (tomo 9).

3 Esta demostración se refiere a los dos primeros ejercicios gimnásticos descritos en el tomo 13 (La Nueva Tierra: Métodos, ejercicios, fórmulas, oraciones).

El segundo nacimiento

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