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LA ESTRUCTURA PSÍQUICA DEL HOMBRE
(LUGAR Y ACTIVIDAD DEL ESPÍRITU)
Durante toda mi vida sólo he buscado una cosa: cómo ser útil a los seres humanos. Es mi única inquietud, mi sola preocupación. Conozco las condiciones en que viven, no estoy ciego hasta el punto de no advertir las dificultades que encuentran. Y para no dejarse aplastar ni degradar por completo, deben conocer los métodos convenientes que les ayuden a fortalecer cada día su vida interior.
El cuadro que os presento hoy es un resumen de todos los métodos que ofrece nuestra Enseñanza, y que por primera vez aparecen juntos. Pueden parecer una serie de palabras aisladas, sin relación entre ellas, pero una vez explicadas, ligadas y colocadas de nuevo en el conjunto, adquirirán un significado completamente claro.
Este cuadro que podríamos llamar sinóptico, representa una visión de conjunto de la estructura del ser humano y las actividades que corresponden a sus diferentes facultades. Se compone de cinco columnas verticales.
La primera columna indica los principios constituyentes del hombre; el cuerpo físico, la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu.
En la segunda columna podréis ver escrito ideal, pues cada principio tiende hacia un ideal que, evidentemente, es distinto para cada uno de ellos.
Para que cada principio pueda alcanzar su ideal, debe ser reforzado, alimentado, nutrido. Por esto la tercera columna lleva el título de alimento.
Las dos últimas columnas están dedicadas al pago, es decir, al precio que hay que pagar para obtener este alimento, y a la actividad, o sea el trabajo a realizar para recibir este pago.
Podréis ver que todas estas nociones están ligadas entre sí de una forma perfectamente clara y lógica.
Para facilitar la comprensión, vamos a comenzar por el cuerpo físico, pues todo el mundo conoce lo que es el cuerpo físico, todo el mundo se relaciona con él: es visible, tangible, es una realidad de la que no se puede dudar.
El ideal del cuerpo físico es la salud; para éste nada es tan valioso y tan esencial como tener buena salud, sentirse vigoroso, lleno de fuerza. Está claro que para tener esa vitalidad es necesario estar bien nutrido con todo tipo de alimentos sólidos, líquidos y gaseosos. Si el cuerpo no recibe esa alimentación, se muere. Para subsistir es necesario comer, hasta los niños lo saben, pero para obtener este alimento hace falta dinero, y para tener dinero hay que trabajar. Ya conocéis la historia... Preguntamos a un picapedrero: “Entonces, Antonio, ¿por qué picas las piedras? – Para tener dinero. – Y, ¿para qué quieres el dinero? – Para comprar macarrones. – Y, ¿para qué quieres los macarrones? – Para comer. Y, ¿ para qué comer? – Para tener fuerza. – Y, ¿para qué tener fuerza? – Para picar las piedras...” Sí, ¡es un círculo vicioso! Entonces, estáis de acuerdo, ¿no es eso? Para comer hace falta dinero, y para tener dinero hay que trabajar, es fácil de entender.
Pero eso que parece tan evidente en el plano físico, nunca pensasteis que lo encontraríais también en los otros planos. La voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu, tienden también cada uno hacia una meta, y para alcanzar esta meta, cada uno necesita estar alimentado; para tener este alimento, se precisa dinero; y este dinero sólo se consigue realizando un determinado trabajo. Cuando dominéis bien todos los elementos de este cuadro, tendréis la clave de la vida psíquica del hombre.
Evidentemente el cuerpo físico es el soporte de todos los principios más sutiles. El alma y el espíritu, por ejemplo, no están en realidad en el cuerpo físico, pero se manifiestan a través de él, a través del cerebro, del plexo solar, de los ojos... Cuando miráis a alguien con un gran amor, una gran pureza, una gran luz, ¿quién se manifiesta a través de vuestros ojos? Los ojos pertenecen al cuerpo físico, pero el que se manifiesta, el que se sirve de este medio de expresión, ¿quién es? Puede ser el alma, puede ser el espíritu, puede ser Dios mismo... Y si lanzáis a alguien una mirada o palabras terribles que le enfermen, se tratará de fuerzas hostiles que se sirven de vosotros para fulminarlo.
Entonces nuestro cuerpo físico, a menudo, no es más que el soporte y el instrumento de fuerzas benéficas o maléficas que existen en él o fuera de él.
Ahora bien, ¿cuál es el ideal de la voluntad? El poder y la acción, he ahí lo que la voluntad pide. Diréis: pero también puede pedir la sabiduría, la inteligencia, la belleza... No, no son de su ámbito, otros principios se dirigirán a eso. La voluntad se puede mover en pos de la inteligencia o de la creación de una obra de arte, pero no es eso lo que ella quiere; lo único que a ella la mueve es el poder y la acción. No quiere estar inactiva, desea ocuparse, tocar, moverse, cambiar las cosas.
Pero, al igual que el cuerpo físico, la voluntad no puede realizar su ideal sin alimento. Su alimento es la fuerza. Alimentada por la fuerza, la voluntad se vuelve enérgica; sin este alimento se marchita. Y el elemento que para ella corresponde al dinero y le sirve para adquirir la fuerza, es el gesto. Sí, siempre es necesario interrumpir la inmovilidad y la inercia para accionar, estimular y poner en marcha las energías. Habituándose a actuar, a moverse, la voluntad “compra” la fuerza y se vuelve poderosa. El primero de todos los movimientos es la respiración. En el instante que el niño nace empieza a respirar, y en ese momento todos los otros procesos se ponen en funcionamiento...
Para obtener el dinero que permitirá “comprar” el alimento para la voluntad, es necesario habituarse a practicar ciertos ejercicios como aquellos que postula nuestra Enseñanza: ejercicios de respiración, de gimnasia,1 la paneuritmia2...
Todos ellos están concebidos para fortalecer la voluntad. Claro está que vosotros podéis añadir muchas otras actividades de la vida cotidiana que no es necesario enumerar; ya las conocéis, son numerosas, pero aquí yo sólo hablo de ejercicios que conciernen más particularmente a la vida espiritual.
Pensaréis que estos ejercicios no pueden desarrollar la voluntad, que solamente sirven para dar vitalidad al cuerpo físico o incluso alegría al corazón... Es cierto, porque todo está ligado. Por el momento, para que se comprenda mejor, separo los planos, atribuyendo a cada uno lo que le corresponde, pero, en realidad, los principios son inseparables. Cuando efectuáis ejercicios de respiración o movimientos de gimnasia el cuerpo también se beneficia, la salud mejora, el vigor se desarrolla y os sentís mejor dispuestos, más alegres, con las ideas más claras; esto es evidente porque nada está aislado, todo está relacionado.
Veamos ahora el corazón. El ser humano posee una facultad de sentir y de emocionarse a la que llamamos corazón. No se trata del corazón físico que se estudia en anatomía y fisiología y que es el principal órgano de la circulación de la sangre, una especie de bomba hidráulica. Nosotros hablamos aquí del verdadero órgano de la sensación y de la emoción, localizado en el plexo solar. Ya os he hablado mucho de él3 y todavía tendré ocasión de volver sobre este tema.
¿Cual es el ideal del corazón? Buscar el saber, los conocimientos, los poderes? No, necesita la felicidad, la alegría, el calor, pues con éste se vivifica. El frío le mata. Por dondequiera que va, busca en las criaturas el calor. El alimento del corazón son los sentimientos, toda clase de sentimientos, los buenos sentimientos, y desgraciadamente también los malos. Pero como es necesario limitarnos, sólo hablaremos aquí de los buenos sentimientos que alimentan el corazón de los hijos y las hijas de Dios. La moneda que sirve para pagar la felicidad y la alegría, es el amor. En tanto que amáis, vuestro corazón está alimentado. ¡Cuántas veces os lo he dicho! ¡No podéis ser felices con las riquezas ni con los poderes, ni tan siquiera con la belleza, solamente con el amor! Es el amor el que os da la felicidad. Podéis ofrecer otra cosa al corazón, él continuará insatisfecho y os dirá: “¡Dame amor!” Sólo con amor el corazón puede comprar todo aquello que necesita. Cuando amáis a alguien, ese amor es la moneda que os permite “comprar” toda clase de sensaciones, de emociones, de sentimientos. Millares de sensaciones nacen cada día de nuestro amor. Cuando ya no sentís amor, no tenéis dinero: se acabaron las emociones, las sensaciones, no experimentáis nada. Aunque abracéis a vuestra mujer, si no la amáis, no sentiréis ni alegría ni felicidad. Pero si la amáis, entonces, incluso sin abrazarla, os sentiréis atravesados por millares de sentimientos y de sensaciones imposibles de analizar... simplemente porque el amor está ahí.
El ideal del intelecto es el conocimiento, y para alcanzar este ideal necesita alimentarse y el alimento es el pensamiento. Claro que cuando yo digo “pensamiento” podemos entender también, como para el corazón, los malos pensamientos, pues existen todo tipo de pensamientos, pero aquí, de nuevo, sólo hablaremos de los pensamientos elevados y de los más luminosos. Es el pensamiento el que alimenta al intelecto; si no pensáis, no sabréis nada. Algunos dicen: “¿Para qué romperse la cabeza?, no hay que pensar demasiado, es peligroso, se vuelve uno loco...” Sí, uno se vuelve loco si piensa mal.
Pero el pensamiento justo y claro es el mejor alimento para el intelecto. Si no alimentáis vuestro intelecto, éste se ensombrece, se debilita; lo dejáis morir de hambre. Pero para comprar los mejores pensamientos es necesario el dinero, y el dinero, en este caso, es la sabiduría. Solamente la sabiduría puede permitiros comprar los mejores pensamientos, gracias a los cuales vuestro intelecto obtendrá la luz que busca. La sabiduría es el dinero... o mejor dicho, el oro, el oro que viene del sol. Sí, la sabiduría, el oro espiritual, viene del sol. Con este oro podéis comprar de todo en los almacenes celestes, exactamente como con el oro material podéis comprar todo lo queréis en los almacenes terrestres. Cuando os presentáis ante las entidades de arriba para pedir lo que deseáis ellas comprueban si tenéis oro y, si es así, llenan vuestras bolsas de provisiones, si no, no os dan nada.
Para ganar este oro es necesario trabajar; hay que leer, estudiar, reflexionar, meditar; y si no se menciona que en este último caso para obtener este oro es necesario ir a contemplar la salida del sol, pues bien, podéis añadir lo siguiente: es preciso en primavera y en verano contemplar la salida del sol para obtener el oro solar.
¿Y el ideal del alma? Posiblemente os sorprenderéis, pero lo que el alma pide no es ni el conocimiento, ni la luz, ni la felicidad. Su ideal es el espacio, la inmensidad; tiene necesidad de una cosa: de dilatarse, ensancharse, extenderse hasta abrazar el infinito, porque ese es su ideal. Si la limitamos, se siente infeliz. El alma humana es una parte del Alma universal y se siente en nosotros tan limitada, tan ahogada, que su único deseo es poder expansionarse en el espacio. Generalmente nos imaginamos que el alma está totalmente contenida dentro del hombre; en realidad no es así; es una pequeña parte la que está dentro del hombre, todo el resto se encuentra fuera de él y lleva una vida independiente dentro del océano cósmico. Pero como el Alma universal tiene proyectos para nosotros y anhela poder animarnos, vivificarnos, embellecernos, intenta penetrar en nosotros para impregnarnos más y más. Nuestra alma no se limita pues a nosotros, es algo mucho más amplio, que se extiende hacia la inmensidad, hacia el espacio infinito.
Mas para alcanzar este ideal, el alma tiene necesidad también de ser reforzada y existe para ella una alimentación apropiada: todas las cualidades de la conciencia superior, la impersonalidad, la abnegación, el sacrificio, todo aquello que empuja al ser humano a traspasar sus límites, a vencer su egocentrismo. Todas las actitudes personales, egoístas, ponen límites, separan. En cuanto uno dice: “Esto es mío”, introducimos una separación, mientras que las actitudes impersonales alejan y derriban todas las barreras.
Para procurar al alma su alimento también se necesita dinero, y este dinero, es decir, el único medio que permite al alma ensancharse hasta el infinito, es la expansión, la fusión, el éxtasis. La actividad que permite alcanzar este estado sublime es la oración, la adoración, la contemplación. La oración es una búsqueda del resplandor divino, y en cuanto el hombre consigue entrar en contacto con este resplandor, experimenta una expansión tal que se siente como arrancado de su cuerpo. Esto es el éxtasis. Todos aquellos que han conocido el éxtasis lo han dicho: no estaban sobre la tierra en su cuerpo físico limitado, se encontraban sumergidos, fundidos en el Alma universal, enteramente fusionados con Ella.
El alma es el principio femenino por excelencia, el principio femenino maravilloso, divinamente resumido. El espíritu es la expresión divina del principio masculino. El intelecto y el corazón representan también los principios masculino y femenino, pero a un nivel inferior. Esta alternancia de los dos principios se repite en todas las regiones del universo, pero bajo diferentes aspectos; positivo y negativo, emisor y receptor... por todas partes no encontraréis otra cosa que los principios masculino y femenino. ¿Qué pide el espíritu? No busca ni el espacio ni el conocimiento, ni la felicidad, ni el poder, ni la salud. No, nada de todo eso, porque jamás se siente enfermo, débil, infeliz, melancólico o apagado. El espíritu no pide más que una cosa: la eternidad. Por ser su esencia inmortal, no se deja limitar por el tiempo, quiere la eternidad. Al igual que el alma tiene al espacio por ámbito, el espíritu tiene por ámbito el tiempo. Es por esto que puedo decir a los físicos y a los filósofos que jamás comprenderán la naturaleza del espacio y del tiempo si no comprenden la naturaleza del alma y del espíritu. Porque el espacio y el tiempo son nociones de una cuarta dimensión que corresponden al alma y al espíritu. Los hombres de ciencia no podrán jamás traspasar los misterios del tiempo y el espacio, en tanto que por su alma y su espíritu no hayan trabajado conscientemente sobre las nociones de infinito y de eternidad.
Para obtener la eternidad, o más exactamente para hacerla descender hasta la conciencia humana, ya que ella misma por naturaleza es eterna, el espíritu tiene necesidad du un alimento. ¿Estáis sorprendidos de que el espíritu tenga necesidad de un alimento? Ya os dije un día que el mismo Señor se alimenta... Y la alimentación del espíritu, es la libertad. Si el alma tiene necesidad de dilatarse, el espíritu tiene necesidad de cortar todas las ataduras que le retienen en el tiempo.
Pero la libertad se compra y, para obtenerla, el espíritu debe poseer en abundancia ese dinero que es la verdad. No son ni la sabiduría, ni el amor los que podrán liberar al espíritu, sino solamente la verdad. Cada verdad que lleguéis a conseguir sobre tal o cuál asunto, os da la posibilidad de liberar ciertas trabas. Jesús decía: “Conoced la verdad y la verdad os hará libres...” Sí, la verdad os libera. Diréis: “¿Y el amor?” ¡Ah, el amor, más bien os encadena, os ata! ¿Queréis ligaros a algo, a alguien? Llamad al amor; nada os atará tan profundamente como él. ¿Queréis liberaros? Llamad a la verdad. Una prueba: observad lo que sucede con los ancianos: conocer la verdad; la verdad los libera y he aquí que, liberados de este mundo, se van tranquilamente al otro. En cambio, cuando estamos enamorados, no queremos liberarnos, querríamos permanecer en la tierra para estar con el otro y abrazarnos... Reflexionad y veréis que estamos de acuerdo.
Mas para poseer esta verdad hay una actividad, un trabajo a realizar, y este trabajo es la identificación con el Creador. En esta identificación nos acercamos a El, nos fusionamos, nos volvemos uno con El y poseemos la verdad. Cuando Jesús decía: “Mi Padre y yo somos uno”, resumía este proceso de identificación. Mediante el trabajo de identificación vosotros obtendréis ese oro llamado verdad. Y esta verdad es que el hombre es un espíritu, una chispa salida de Dios que volverá un día a Dios... Esta es la verdad. Cuando el hombre lo comprende, lo siente y lo vive, es libre; libre de pasiones, libre de ambiciones terrestres, libre de sentimientos y de angustias, entra en la eternidad.
Algunos se sorprenderán al ver la libertad asociada a la categoría del tiempo en lugar de la del espacio. “Ser libre, dirán ellos, es poderse desplazar, escapar a las limitaciones. Entonces, ¿debería ser la libertad una adquisición del alma?” No, no hay que confundir la libertad y el espacio. La verdadera libertad no es poderse desplazar como uno quiere. Imaginad a un buen hombre tan irritado con su suegra que un día hace su maleta y se marcha a la montaña. Pero he aquí que allá arriba tampoco se siente libre. ¿Por qué? Porque en su cabeza rumia los mismos rencores, las mismas discusiones. Físicamente él está lejos de ella, pero mentalmente no la ha dejado, ya que no cesa de pensar en ella... y, ¡qué hermosos pensamientos le envía! La noción de libertad no está ligada al espacio, porque no es el espacio el que da la verdadera libertad. Da una cierta libertad; en el espacio tenemos libertad de acción, podemos movernos, desplazarnos, pero la verdadera libertad, ¡es otra cosa! La verdadera libertad es la conciencia de la eternidad.
“La vida eterna está en conocerte a Ti, el único Dios verdadero...” ha dicho Jesús. Y, ¿de qué conocimiento se trata aquí? No se trata de ese conocimiento intelectual que poseen las personas que habiendo leído algunos libros dicen: “Yo conozco la cuestión...” El verdadero conocimiento es otra cosa: “Conocerte a Ti, el único Dios verdadero...” Esto significa no ser más que uno con El, estar identificado con El. Esta identificación, esta fusión, el hombre sólo la realizará con su espíritu, y sólo en ese preciso momento será libre.
¿Sentís ahora la veracidad de todo lo que acabo de deciros? Evidentemente si me escucháis con una actitud puramente intelectual y objetiva, puede ser que no sintáis nada y encontréis que mis palabras no corresponden a vuestros criterios. Si toda la cultura contemporánea os ha metido en la cabeza ideas que os impiden comprender no es culpa mía, pero intentad adoptar mi forma de ver y quedaréis maravillados. Diréis: “Ha comprendido la importancia de este cuadro. Quiero llevarlo conmigo, y donde quiera que vaya, en el tren, en el metro, en la consulta del dentista... ¡e incluso en los salones de belleza!, lo tendré presente...” Este cuadro puede ayudaros mucho, no le neguéis el valor que tiene.
1 Ver tomo 13 de las Obras completas.
2 Se le ha dedicado una publicación particular, así como un CD.
3 Ver “El plexo solar y el corazón”, tomo 4 de las Obras completas.