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II

“El que quiera salvar su vida la perderá”

“Algunos griegos, de los que habían subido para adorar durante la fiesta, se dirigieron a Felipe, de Betsaida, en Galilea, y le dijeron con insistencia: Señor, quisiéramos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés, y después Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: Ha llegado la hora en la que el Hijo del hombre debe ser glorificado. En verdad, en verdad os lo digo, si el grano de trigo que ha caído en la tierra no muere, permanece solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ame su vida la perderá y el que aborrezca su vida en este mundo la conservará para la vida eterna...”

San Juan 12: 20-25

“Si el grano de trigo que ha caído en la tierra no muere, permanece solo; pero si muere, lleva mucho fruto… El que ame su vida, la perderá, y el que aborrezca su vida, la salvará…” Estas palabras son terribles si las tomamos al pie de la letra; hay que interpretarlas. Podemos relacionarlas con otro pasaje del Evangelio de san Juan, cuando Jesús le dice a Nicodemo: “Si un hombre no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”,5 o también con el pasaje del Génesis en el que Dios dice a los primeros hombres: “ En cuanto al fruto del árbol que está en medio del huerto, no comáis de él, porque moriríais...” 6 Encontráis, quizá, que estas relaciones no son demasiado evidentes, pero tened un poco de paciencia y comprenderéis.

Dios había dicho al primer hombre que no debía comer del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal porque, si lo hiciere, moriría. Pero Adán y Eva comieron del fruto y, sin embargo, siguieron viviendo. En realidad, en la naturaleza la muerte no existe; lo que llamamos “muerte” no es más que la modificación de un estado de conciencia, o bien el paso de un plano a otro. Por ejemplo, el que muere en el plano físico nace en el plano astral; cuando haya vivido allí un cierto tiempo morirá de nuevo y nacerá en el plano mental… Y así sucesivamente, hasta que haya recorrido todos los planos. Una vez acabado este recorrido volverá nuevamente al plano físico, en donde volverá a empezar un nuevo ciclo. Todos los Maestros, todos los grandes Iniciados dieron esta enseñanza en los Misterios: cómo morir para vivir.

De todo lo que Jesús reveló a sus discípulos, sólo muy poco nos ha llegado, puesto que san Juan escribe que la Tierra no sería lo suficientemente vasta para contener el relato de todo lo que Jesús hizo y dijo. Pero en los Evangelios encontramos muchos elementos de los que podemos servirnos, un poco como hacen los paleontólogos, que llegan a reconstituir, a partir de unas pequeñas osamentas, el esqueleto entero de ciertos animales prehistóricos. Con ayuda de estas indicaciones dispersas en los Evangelios los Iniciados pueden reconstituir el pensamiento de Jesús.

Pero pocos sospechan que Jesús instruía a sus discípulos en los conocimientos fundamentales de la Ciencia iniciática: alquimia, astrología, magia y cábala. Siempre se quiere considerar a los apóstoles como pobres pescadores ignorantes y toscos. ¡ Como si Jesús hubiese querido escoger a hombres así para llegar a ser conductores de las verdades más sublimes ! En apariencia, es verdad, los apóstoles eran simples pescadores que no tenían instrucción; pero, en realidad, eran espíritus muy evolucionados que en sus vidas anteriores habían pasado grandes Iniciaciones y que ya habían jugado un papel importante en la historia humana como profetas y servidores de Dios. Su alma y su espíritu ya estaban, pues, preparados para el inmenso trabajo que debían llevar a cabo en la Tierra. En su Apocalipsis, san Juan muestra unos conocimientos cabalísticos y astrológicos amplios,7 y con todas las curaciones y otras acciones que realizaron, los apóstoles demostraron que poseían grandes poderes espirituales.

Hermes Trismegisto dijo: “Abajo es como arriba, y arriba es como abajo...” En realidad, lo de abajo no es idéntico a lo de arriba, se trata sólo de una analogía, de una correspondencia. Si sabemos interpretar todas las relaciones que existen entre los seres y las cosas descubrimos toda una ciencia que podemos utilizar para comprender las cuestiones más importantes de la vida. En el Paraíso, Adán y Eva no debían comer del Árbol del Conocimiento del Bien y de Mal para no morir. Y lo mismo nos sucede a nosotros: nosotros también debemos rechazar ciertos alimentos para no morir.

Astrológicamente, la muerte corresponde a la constelación de Escorpio. El escorpión tiene un comportamiento extraordinario: cuando se siente en peligro se mata a sí mismo voluntariamente. El discípulo debe poseer las cualidades del escorpión y estar dispuesto a matarse a sí mismo, simbólicamente hablando. Todos los verdaderos alquimistas tienen a Escorpio en el ascendente. Escorpio es el signo que rige los cambios, la muerte, y también las pasiones sexuales; está relacionado con los órganos de la generación. Tauro, que es la constelación opuesta a Escorpio en el círculo del Zodíaco, influencia la garganta y la boca. Escorpio () y Tauro () están relacionados8: podéis observar, por ejemplo, que los que cometen excesos en el terreno sexual tienen, a menudo, una voz ronca y cascada.

Existen relaciones semejantes entre los signos astrológicos opuestos, y ¡cuántos descubrimientos interesantes podríamos hacer si nos parásemos a estudiar en detalle todos los signos en relación con los órganos que les corresponden! 9

Aries (), que rige la cabeza, está relacionado con Libra (), que rige los riñones.

Géminis (), que rige la región de los pulmones y de los brazos, está relacionado con Sagitario (), que rige los muslos.

Cáncer (), que rige el estómago, está relacionado con Capricornio (), que rige las rodillas.

Leo (), que rige el corazón, está relacionado con Acuario (), que rige la parte inferior de las piernas.

Virgo (), que rige el plexo solar y los intestinos, está relacionado con Piscis (), que rige los pies.


En otra ocasión estudiaremos algunas de estas relaciones.*

* Para las relaciones entre los pies y el plexo solar, ver cap. VI: “El misterio de los dos peces y de los cinco panes”, y cap. VII: “Los pies y el plexo solar”.

Según la Ciencia iniciática, como ya hemos visto, el hombre está constituido por varios cuerpos, que son: el cuerpo físico, el cuerpo astral, el cuerpo mental inferior, el cuerpo mental superior (o cuerpo causal), el cuerpo búdico y el cuerpo átmico.


Lo que hace, pues, un total de seis cuerpos que están relacionados entre sí de la manera siguiente: al cuerpo átmico (la omnipotencia divina) le corresponde el cuerpo físico (los actos humanos), al cuerpo búdico (el amor divino) le corresponde el cuerpo astral (los sentimientos humanos), y al cuerpo causal (la sabiduría divina) le corresponde el cuerpo mental (los pensamientos humanos). Quizá os extrañe que a veces os hable solamente de 3 principios : el corazón, el intelecto y la voluntad, otras veces de 4 : el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu, y ahora de 6. Sí, podemos también utilizar las divisiones en 8, 10, 12… No os desorientéis por eso; son formas diferentes de explicar las cosas y, según las necesidades, podemos escoger un esquema explicativo u otro. Rápidamente, sin entrar en los detalles, podemos decir lo siguiente a propósito de todas estas divisiones:

el 1, es el principio único, el comienzo de todo, la Causa primera, el Ser supremo;

el 2, es la manifestación del 1 que se polariza en masculino y femenino, en activo y pasivo;

el 3, son el principio masculino y el principio femenino que se han asociado para crear un hijo. Son también el amor y la sabiduría que se unen para dar nacimiento a la verdad;

el 4, son los 4 estados de la materia, los 4 elementos (tierra, agua, aire, fuego), los 4 puntos cardinales;

el 5, es el hombre, la estrella de 5 puntas, el pentagrama con las 5 virtudes: amor, sabiduría, verdad, justicia y bondad;

el 6, es el reflejo del 3, la simetría del 3 en los 2 mundos, el reflejo del mundo superior en el mundo inferior;

el 7, es la conexión de los 6 con un centro que les une, les alimenta y les da la fuerza;

el 8, es la repetición del 4;

el 9, son los 3 principios repetidos en los 3 mundos, físico, espiritual y divino.

Pero volvamos al esquema de los seis cuerpos: os muestra cómo el que es capaz de morir a las acciones inferiores nacerá en el mundo de las acciones divinas; que el que muera a los sentimientos inferiores nacerá en el mundo de los sentimientos superiores; y que el que muera a los pensamientos inferiores nacerá en el mundo de los pensamientos superiores.

Este esquema es de una gran sencillez, pero contiene y resume una ciencia extraordinaria. Tendremos la ocasión de referirnos a menudo a él a lo largo de las próximas conferencias.

Habéis observado que en estos grandes círculos figuran para cada cuerpo dos pequeños círculos. Es un punto muy importante. En la literatura esotérica sólo encontraréis explicaciones sobre eso para el cuerpo etérico, que es el doble del cuerpo físico. El doble etérico penetra al cuerpo físico y le aporta la vida, la sensibilidad. Si la conexión que une al cuerpo físico con su doble etérico se corta, el cuerpo físico ya no es más que un cadáver. Conocéis el relato de la resurrección de Lázaro en el Evangelio de san Juan. Las hermanas de Lázaro, Marta y María, enviaron a decir a Jesús que su hermano estaba enfermo. Tres días después Jesús dijo a sus discípulos: “Lázaro, nuestro amigo, duerme; pero voy a despertarle...” Cuando Jesús llegó a Betania le anunciaron que Lázaro había muerto, y Jesús resucitó a Lázaro; pero sólo pudo resucitarle porque su cuerpo etérico no se había separado aún de su cuerpo físico; si no, no habría sido posible, y por eso había dicho: “Lázaro duerme, pero yo voy a despertarle...” 10

El doble etérico, pues, es el que vivifica y da sensibilidad al cuerpo físico; cuando podemos atraer al doble etérico fuera del cuerpo físico, como se hace en las sesiones espiritistas, el cuerpo físico puede ser pinchado, golpeado, no siente nada. Los médicos apenas empiezan a estudiar estos hechos y un día descubrirán que no es el cuerpo físico el que posee la vida y la sensibilidad, sino el cuerpo etérico.

El cuerpo físico tiene, pues, un doble, y lo mismo sucede con los demás cuerpos. El cuerpo astral posee un doble astral, hecho de una materia más sutil; si este doble funciona mal, el cuerpo astral padece trastornos. El cuerpo mental posee también un doble mental que, al penetrarle, le aporta la energía, la vitalidad. Si este doble funciona mal, el cuerpo mental no puede pensar normalmente. Para los niveles superiores también sucede lo mismo: todos los cuerpos poseen su doble.

Mirad también cómo está hecho nuestro planeta. Por encima de la tierra se encuentra el agua, que recubre una parte de la superficie y que penetra en ella por todas partes para vivificarla ; después, todavía más arriba, se encuentra la atmósfera, constituida igualmente por dos elementos: el aire y el fuego (los rayos de luz que penetran el aire). En todas partes volvemos a encontrar este principio del doble.

Considerad ahora este esquema:


En la parte inferior veis, para cada cuerpo, el pequeño círculo de la tierra que representa, de alguna manera, la “ forma” que el agua viene a penetrar y a animar. En la parte superior, la “ forma” ya no es la tierra, sino el aire, penetrado y animado por el fuego. Poseemos, pues, tres cuerpos que están constituidos por los dos principios tierra-agua, y otros tres, más sutiles, constituidos por los principios aire-fuego. Por analogía, los tres cuerpos superiores representan la atmósfera.

Las doce constelaciones están representadas en nuestros seis cuerpos, dos para cada cuerpo, mientras que cada planeta ejerce su influencia en los dos mundos: el mundo de arriba (los cuerpos superiores) y el mundo de abajo (los cuerpos inferiores).


En el plano físico están situados Capricornio, en el que reina Saturno, y su doble etérico, Cáncer (que es su opuesto en el Zodiaco), en el que reina la Luna.

En el plano astral están situados Tauro, en el que reina Venus, que tiene como doble a Escorpio, su opuesto, en el que reina Marte.

En el plano mental están situados Virgo, regido por Mercurio, y su doble, Piscis, regido por Júpiter.*

* En este esquema son voluntariamente utilizados sólo los 7 planetas tradicionales. (Nota del editor)

Os dejo que encontréis las correspondencias para la parte superior del esquema. Os hago observar solamente que, al tener cada planeta un aspecto superior y otro inferior, para los tres cuerpos inferiores los planetas se encuentran en su aspecto inferior y, al contrario, para los tres cuerpos superiores se encuentran en su aspecto superior. Son los mismos planetas que, al repetirse en el plano inferior y en el plano superior, establecen la relación entre los cuerpos, de tal forma que tenemos el cuadro siguiente:


Mercurio y Júpiter rigen los dos planos del pensamiento (cuerpo mental y cuerpo causal); Venus y Marte rigen los dos planos del sentimiento (cuerpo astral y cuerpo búdico); Saturno, la Luna y el Sol rigen los dos planos de la acción, de la voluntad (cuerpo átmico y cuerpo físico). Vemos, pues, que el cuerpo átmico es influenciado por Acuario, el hombre que piensa, y por su doble, Leo (el Sol) que representa el corazón superior, mientras que el cuerpo físico es influenciado por Capricornio y Cáncer, es decir, por Saturno y la Luna. El Sol representa, en efecto, la individualidad, la naturaleza superior del hombre, mientras que la Luna representa la personalidad, la naturaleza inferior. Más tarde estudiaremos este esquema con más profundidad relacionándolo con muchas otras cuestiones. De momento, os mostraré cómo se puede explicar, gracias al mismo, la cuestión de la caída.

Los primeros hombres vivían en el plano búdico, que está influenciado por Libra y Aries, en los que reinan Venus y Marte. Su existencia se desarrollaba en medio del gozo, de la paz y la libertad; vivían en unión con Dios y con todos los ángeles y los seres sublimes. Venus, que rige Libra, les daba la belleza y la dulzura, y Marte, que rige Aries, les aportaba la energía, la actividad infatigable. Gracias a Libra, que es la constelación del equilibrio perfecto, todas las fuerzas en ellos estaban armonizadas; no conocían las tribulaciones que aportan las otras dos constelaciones relacionadas con estos planetas: Tauro y Escorpio.

Pero Adán y Eva, que estaban habituados a absorber las fuerzas benéficas de Marte y de Venus, se acercaban, poco a poco, a las constelaciones siguientes; su deseo de conocer les empujaba, cada vez más, hacia Escorpio, que sigue a Libra en el Zodíaco, y hacia Tauro, que sigue a Aries. Y al querer conocer los nuevos elementos, las nuevas fuerzas de estas constelaciones, cometieron el primer pecado: se desplazaron, abandonando la región de equilibrio y de paz en la que habitaban para entrar en los torbellinos de Tauro y de Escorpio que, en su aspecto inferior, son las regiones de las pasiones sexuales y de la violencia. Murieron, pues, a la vida de Aries y de Libra, y nacieron a la vida de Tauro y de Escorpio, cuyas fuerzas empezaron a derramarse sobre ellos. Ya no era el plano búdico, la región de la armonía, de la felicidad, de la plenitud, sino el plano astral, donde reina el desorden de las pasiones y de los deseos insatisfechos. Este es el significado de las palabras de Dios al primer hombre: “No comerás del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comas de este fruto, morirás...” Al dejarse arrastrar por las fuerzas inferiores de Venus y de Marte, Adán y Eva murieron al plano búdico para caer al plano astral. Esto es lo que se llama la “caída”.

En el pasado, aquéllos que querían estudiar no se encerraban en las bibliotecas para consultar en ellas innumerables libros que, por otra parte, no abundaban tanto como hoy. Los hombres contaban más con sus ojos, con sus oídos, con su memoria, y la enseñanza que recibían era, más bien, una enseñanza oral. El saber estaba basado en una experiencia viva. Actualmente, la mayoría de los hombres aprenden en los libros y atiborran su cerebro de conocimientos sin tener experiencias reales. Todos pueden tratar diferentes cuestiones con mucha erudición citando pasajes de autores célebres, pero muy pocos quieren instruirse con la vida. Sin embargo, todos los problemas han sido resueltos desde hace ya mucho tiempo en el gran libro de la naturaleza.

No hay cuestión para la que no encontréis la solución sencilla y clara en la naturaleza, a vuestro alrededor o en vosotros. Si buscáis soluciones en los libros os arriesgáis a caer sobre una multitud de opiniones diferentes sin que nunca sepáis cuál es verídica, mientras que si observáis la naturaleza: los insectos, las plantas, los animales, o incluso las diferentes funciones del hombre, encontraréis la respuesta exacta. Al comienzo de esta conferencia nos hemos preguntado lo que sobreentendía Jesús cuando dijo que hay que morir para vivir. Interroguemos a la naturaleza, preguntémosle cómo es eso posible, y nos responderá.

La mayoría de los hombres piensa que morir es desaparecer de una vez por todas y, evidentemente, en estas condiciones nadie quiere morir. Los hombres se aferran a la vida, la defienden con todos los medios y cometen crímenes para conservarla; pero cuanto más tratan de conservar su vida tanto más se hunden en los sufrimientos y en la muerte. Morir para vivir es en apariencia la fórmula más absurda, pero, en realidad, es el secreto más grande de la ciencia espiritual. Aquéllos que desean morir, aquéllos que saben y osan morir, son los únicos que están verdaderamente vivos. Todos los ignorantes y los miedosos, que tiemblan ante la idea de morir, están ya muertos. Ya os lo dije, morir significa cambiar de estado de conciencia.

¿Qué responderá la naturaleza a la pregunta que le planteamos? ¿Dónde encontraremos a seres que se dejan morir para vivir?… Todos habéis visto mariposas, pero ¿cuántos habéis reflexionado seriamente sobre este gran secreto que la naturaleza ha inscrito en ellas y en lo que ésta ha querido decir al transformar la oruga en mariposa? La oruga es un bicho desagradable y hasta repugnante; se arrastra lentamente sobre las hojas y las devasta. Pero, a su manera, la oruga es también un gran filósofo; un día, se pone a reflexionar sobre sí misma: se encuentra fea, nociva, y decide cambiar de apariencia y de actividad. Y entonces empieza a penetrar en el interior de sí misma, y se encierra en un capullo, en donde unas fuerzas desconocidas se ponen a trabajar y, poco a poco, la transforman… Pronto, de este capullo en el que se había encerrado una oruga, vemos salir a una mariposa con un vestido maravilloso, con alas que le permiten volar de flor en flor y saborear gozos sutiles. Cuando era oruga la perseguían, porque destruía las plantas; ahora que es mariposa la buscan para admirarla y su alimento está todo preparado en las flores; no toma nada que no le esté destinado.11

La oruga que se transforma en mariposa es un símbolo de la vida interior. Todos los verdaderos discípulos de la Ciencia iniciática sólo desean y piensan en eso: en transformarse en mariposas. Quieren salir de su estado de orugas. Este estado es un estado de la evolución por el que todos los humanos deben pasar; la única diferencia es que para unos es más corto, y para otros más largo. Para cada ser humano llega un día en el que siente que debe morir a la vida limitada de la oruga, en la que no podía comprender nada del esplendor del mundo, para nacer a una vida de mariposa, a una vida de gozo, de belleza, de libertad. Si la oruga se niega a dejar de comer hojas, al cabo de 40 días muere; pero ésta ya no es una muerte que permita una metamorfosis, sino una muerte definitiva.12

La naturaleza trabaja con unos números muy significativos, y 40 es el número de la muerte, el número de Escorpio. En hebreo, Mem (m) es la decimotercera letra del alfabeto; corresponde a la M francesa (y española) y su número cabalístico es 40. Esta letra está relacionada con la muerte, y el número que le corresponde a ésta, 40, es tomado como un límite. Debemos saber atravesar este número 40. Se dice que Jesús ayunó 40 días en el desierto. Y Moisés permaneció 40 años en el desierto después de haber ayunado también 40 días… Si la oruga quiere seguir viviendo más de 40 días su vida de oruga, muere; pero si ayuna y se encierra en un capullo se metamorfosea en mariposa. Antes, la oruga destruía las hojas para alimentarse y todo el mundo se quejaba de ella. Ahora se ha convertido en una chica encantadora, vestida más suntuosamente que las princesas y, lejos de quejarse, las flores se alegran de ser visitadas por esta criatura encantadora y delicada a la que ofrecen sus hojas para reposar y sus corolas llenas de néctar para libar.

¡Pero cuántos hombres, que son menos sabios que las orugas, cuentan únicamente con las hojas de la vida y se niegan a admitir que exista algo más sutil en la naturaleza! Dicen: “No queremos entrar en una Escuela iniciática, no queremos privarnos de los placeres del mundo, queremos seguir comiendo hojas, ¡las encontramos deliciosas!” Los que piensan de esta manera se equivocan, porque en el terreno espiritual existen unos gozos tan sutiles, tan deliciosos, que no se pueden comparar con el placer de comer hojas simplemente; y es imposible que la oruga pueda imaginarse su dulzura. Pero para conocer estos gozos hay que aceptar morir a todo lo que es inferior. Hay que morir al odio para vivir en el amor, hay que morir al temor para vivir en la serenidad, hay que morir a las dudas para vivir en la certeza… Cada vez que muramos a un sentimiento inferior, naceremos inmediatamente a un gozo superior. Dios no es tan avaro y cruel como para privarnos de todos los gozos; al contrario, ha preparado para nosotros unas maravillas que ni siquiera nos podemos imaginar. San Pablo dijo: “Cosas que el ojo no vio ni el oído son las que Dios ha preparado para los que le aman...” En la vida espiritual se encuentran multitud de gozos, pero para conocerlos debemos negarnos a comer las “hojas ”, los gozos ordinarios.

Siempre me asombra ver que ciertas personas se deleitan comiendo carne manida y que la prefieren a la pureza de las frutas. Pero es así; y lo mismo sucede con los sentimientos y los pensamientos. A menudo la gente absorbe pensamientos y sentimientos que son exactamente como carne putrefacta y los encuentran deliciosos. Pero pasados los 40 días de esta dieta que nos concede el mundo invisible, éste nos dice: “Ahora ya basta, enciérrate en un capullo, trabaja, reza, medita, ayuna, porque, si no, morirás definitivamente...” El que es un verdadero discípulo comprenderá y decidirá cambiar; igual que el escorpión se picará a sí mismo para morir al mundo inferior y nacer a la conciencia espiritual. De este nuevo nacimiento es del que hablaba Jesús. Si no queréis creer en estas realidades, las verificaréis un día u otro a expensas vuestras.

Si queréis, para relajaros un poco, os presentaré hoy a Nastradine Hodja. ¿Quién es Nastradine Hodja?… Sabéis que cada país, más o menos, tiene su héroe popular que protagoniza toda clase de aventuras. En Bulgaria tenemos a Hiter Peter, y en Turquía cuentan las historias de Nastradine Hodja.

Un día, Nastradine Hodja se había subido a un árbol para serrar algunas ramas. Un pasante que le ve, le grita: “¡Eh Nastradine Hodja!, cuidado, ¿no ves que estás serrando la rama sobre la que estás sentado? Te vas a caer… – Déjame tranquilo, responde Nastradine Hodja, yo sé lo que hago ”, y siguió serrando. Unos instantes después, evidentemente, la rama se rompe y él se cae. Se levanta muy extrañado, diciendo: “¿Cómo podía saber éste que me iba a caer? Este hombre debe ser un profeta...” Y corre detrás de él gritando: “Señor Profeta, puesto que ha adivinado que me caería del árbol, sin duda debe usted saber muchas cosas... ¿Puede decirme cuándo me voy a morir?” El hombre, divertido y queriendo gastarle una broma, le responde: “Según mis cálculos astrológicos veo que tu muerte se acerca y que estará aquí dentro de tres días...” Nastradine Hodja vuelve a su casa para anunciar esta noticia a su mujer, Fatmé, y le pide que prepare todo lo necesario para sus últimos momentos. Reúne a sus amigos y les dice: “Queridos amigos, voy a dejaros, pero no lloréis...” Como Fatmé sollozaba y hacía mucho ruido con sus lamentaciones, Nastradine Hodja escoge un rincón muy tranquilo en el bosque en el que cava su tumba; se lleva allí toda clase de víveres, se acuesta tranquilamente y empieza a comer y a beber pensando que el Profeta Mahoma en persona va a venir a buscarle (¡porque se siente un justo!) para llevárselo al Paraíso en donde va a encontrar montañas de pilaf y bonitas mujeres (de lo que se alegra mucho, porque Fatmé era más bien fea). Se siente, pues, muy feliz y encuentra que es magnífico morirse. Su tumba está cavada al pie de un avellano y, de vez en cuando, se desprende del mismo una avellana que cae sobre él; la recoge y se la come con placer.

Finalmente, al tercer día, los ruidos de una caravana que se acerca llaman la atención de Nastradine Hodja. Al oír el tintineo de las campanillas, se dice: “Ahí está el Profeta Mahoma que viene a buscarme con todo su séquito...” Para verle llegar, sale de su tumba, pero su repentina aparición espanta a los camellos que se encabritan y dan patadas. Cuando los camelleros comprenden quién es la causa de este desorden, se lanzan sobre Nastradine Hodja con sus látigos y sus bastones y le propinan una buena paliza. El pobre Nastradine Hodja se vuelve a su casa un poco maltrecho... “Cuenta, le dice su mujer, ¿cómo era el Paraíso? ¡ Ah!, responde Nastradine Hodja, está muy bien, se come y bebe a saciedad, pero se reciben palizas. Mira la prueba...” Muchas personas se conducen como Nastradine Hodja: se preparan para morir haciendo provisiones de víveres; ¡creen que es así como entrarán en el Paraíso!…

¿Qué relación hay entre el esquema que os he mostrado y la transformación de la oruga en mariposa? La parte inferior del esquema representa la oruga que destruye las hojas. Según su lógica, el mundo entero ha sido construido para ella, lo que le da derecho a saquearlo todo sin preocuparse de las leyes de la naturaleza que, por otra parte, a su parecer, no existen. Su vida es limitada, triste, oscura. Limitada, debido a sus actos destructivos; triste, debido a sus placeres puramente materiales; oscura, debido a sus pensamientos egoístas. En cuanto a la parte superior, representa a la mariposa que es libre para volar, para alimentarse con el néctar y alegrarse de la belleza de la naturaleza. La mariposa representa al discípulo de la ciencia divina. Morir para las hojas quiere decir vivir para las flores y el néctar. La libertad, el gozo, la luz, la belleza, éste es el mundo en el que viven las mariposas

Cuando habitaba en la ciudad de Ternovo, en Bulgaria, con un amigo, hace años, trabajaba mucho: leía, meditaba y realizaba experiencias espirituales hasta muy entrada la noche. A veces estaba tan cansado por mi trabajo que, por la mañana, no podía despertarme para asistir a la salida del Sol. Eso me contrariaba mucho porque, como todos los hermanos y hermanas de nuestra Fraternidad en Bulgaria, tenía la costumbre, cada día en primavera, de contemplar la salida del Sol. Las cosas siguieron así durante un cierto tiempo, hasta que un pajarito empezó a venir cada mañana, antes del amanecer, a posarse sobre el reborde de la ventana y a golpear el cristal con su pico. Entonces yo me despertaba y le decía: “Sí, ya me levanto rápido...” Y el pájaro, feliz, cantaba; se iba y después volvía con otros pájaros a comer las migajas que yo les distribuía. Cada mañana, antes de la salida del Sol, este pájaro venía a despertarme. ¿Quién le enviaba? Yo se lo agradecía de todo corazón, porque su venida era para mí un gran gozo; veía en ello una manifestación del mundo invisible que quería despertarme a través de este pajarito. Me dio un buen ejemplo y yo quiero hacer como él. Me siento en este momento como este pajarito: llamo a vuestra ventana y os digo: “Despertaos porque el Sol se levanta, el Sol de la vida nueva, el Sol del Amor eterno, de la Sabiduría omnisciente, de la Verdad todopoderosa...” Si no os despertáis, cuando el Sol se levante sobre el mundo, vosotros seguiréis en la oscuridad...

Debemos morir a nuestras tendencias inferiores para vivir todo lo que es bello, luminoso, naciente, vivificante. Así entraremos en la nueva cultura que llega al mundo y que es la de la Edad de Oro, del Amor, de la Sabiduría y de la Verdad.

¡OM TAT SAT !

París, 9 de abril de 1938

5 Navidad y Pascua en la tradición iniciática, Col. Izvor nº 209, cap. II: “El segundo nacimiento”.

6 El árbol del conocimiento del bien y del mal, Col. Izvor nº 210, cap. I: “Los dos árboles del Paraíso”.

7 La ciudad celeste – Comentarios del Apocalipsis, Col. Izvor nº 230.

8 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte IV, cap. 3: “Los dos ejes Aries-Libra y Tauro-Escorpio: la caída”.

9 El zodiaco, clave del hombre y del universo, Col. Izvor nº 220, cap. VI: “El eje Virgo-Piscis”, y cap. VII: “El eje Leo-Acuario”.

10 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte IV, cap. 4: “La edificación del cuerpo glorioso”.

11 ¿Qué es un hijo de Dios?, Col. Izvor nº 240, cap. III: “El que quiera salvar su vida la perderá”.

12 La pedagogía iniciática, Obras completas, t. 28, cap. VII: “La oruga y la mariposa”.

La alquimia espiritual

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