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II

LAS VENTAJAS DE LA UNIÓN DE LOS PUEBLOS

¡Cuántos grandes países, que ahora forman una unidad, no hace mucho tiempo estaban compuestos de Estados separados que hacían la guerra entre sí! Un día comprendieron que era preferible la unidad y, desde que la alcanzaron, se convirtieron en verdaderas potencias. Pero se trata de una etapa que aún resulta insuficiente, porque cada uno de estos países quiere manifestarse como una potencia real, siente que el vecino le hace la competencia: está inquieto, y el otro también, y he aquí que preparan sus armamentos. Entonces, ¿cómo queréis que esto termine? Se destruirán mutuamente.

Por lo tanto, todos los países deben comprender que ha llegado el momento de conseguir una unidad mucho más vasta, mucho más amplia: todos los Estados de la tierra deben unirse y esta unión, como en el organismo humano, producirá la salud, el bienestar, la fuerza. La humanidad todavía no goza de buena salud: está enferma, cancerosa, porque la filosofía de la separatividad reina por doquier. Cada cual intenta trabajar para su propio país, para su familia, para sí mismo. Pues bien, esta tendencia creará guerras y complicaciones eternamente, porque en esa división siempre se lesionarán los intereses de unos u otros. Ahora hay que simplificar las cosas, hay que convencer a los países del mundo entero que acepten unirse, con lo cual todos los humanos vivirán mucho mejor: a nadie le faltará nada, todos nadarán en la abundancia, tendrán libertad de viajar, de encontrarse, de amarse, de divertirse, de crear.

En el pasado, cuando el hombre no era capaz de ampliar su campo de conciencia más allá de los intereses de su casta, de la tribu o de la nación, las ideas de separatividad tenían su razón de ser. Incluso los grandes Iniciados, como Moisés, por ejemplo, mantuvieron la idea de que era necesario luchar contra los pueblos extranjeros, y el propio Moisés participaba en esas guerras. En aquella época era imposible hacer comprender el amor fraternal y la necesidad de una familia universal. Pero ahora es diferente, y con la rapidez de los medios de comunicación y de información, la tierra se ha convertido de golpe en algo tan pequeño, que ha llegado el momento de que los humanos comprendan que deben suprimir las fronteras y unirse para que el mundo entero sea una única familia. Se combate, pero, ¿para defender qué? ¡Observad cómo se afanan en defender un estado de cosas que está destinado a desaparecer! Pronto sentirán vergüenza al descubrir cuán limitado era su punto de vista.

Sin embargo, actualmente se comprueba que se está haciendo un trabajo inmenso en las conciencias, y veréis cómo se intensificará, si no es gracias a los adultos, será gracias a los jóvenes. Porque ya se está viendo cómo los jóvenes obligan a los adultos a ampliar sus concepciones, así como a renunciar al racismo, al nacionalismo, a la intolerancia: no pueden soportar más esas ideas demasiado estrechas, que son el origen de todas las guerras. Sí, está llegando una juventud que trastornará el mundo entero: tanto en Rusia como en América habrá una formidable revolución.

Los dirigentes políticos se imaginan con demasiada frecuencia que el destino de un país está en sus manos. Puede ser, durante algún tiempo pueden mantener esta ilusión, pero no durará mucho. Todos los que han creído que todo dependía de ellos mismos, han acabado mal. Los tiranos siempre acaban mal: hacen rodar algunas cabezas, y después, un día, es la suya la que acaba por rodar, de alguna u otra manera. Porque en realidad, no son los humanos – a pesar de lo poderosos que sean – los que dirigen los destinos de la humanidad, sino las altas Entidades invisibles que observan y que controlan la marcha de los acontecimientos.

¡Observad ese conjunto de imperios formidables que hicieron temblar al mundo y que han desaparecido enterrados bajo el polvo o bajo las arenas del desierto! Sí, hay otras Inteligencias, otras Fuerzas que trabajan hacia una meta desconocida por nosotros. Por lo tanto, es necesario que los humanos traten de comprender y que sean más humildes, de lo contrario más pronto o más tarde se romperán la crisma. Aun las sociedades secretas que creían ser capaces de conquistar el mundo, no lo consiguieron jamás, y muchas de ellas han desaparecido. Mientras que los que siguieron los proyectos de Dios, los grandes Iniciados, a pesar de que a menudo fueron pisoteados y masacrados, no perdieron nunca su ideal. Porque los proyectos de Dios son siempre la salvación de la humanidad, su liberación, su felicidad, ¡y se realizarán!

Mis queridos hermanos y hermanas, la Fraternidad Blanca Universal está ahí para recordar a los humanos que son hijos del mismo Padre, Dios, que les da la vida, y de la misma Madre, la naturaleza.5 Entonces, ¿por qué matarse? ¿Por qué trabajar los unos contra los otros? Es monstruoso, insensato. Ved que nada puede objetarse a ello. Aceptando esta verdad no se puede seguir separado, detestándose, no es lógico. Hay que vivir de acuerdo con esta verdad, o bien hay que rechazarla directamente, lo cual es más honesto. Cuando no se tienen ni el mismo padre ni la misma madre, en rigor está permitido combatirse, pero hacer lo que hacen muchos cristianos, los cuales, a pesar de afirmar esta creencia, se asesinan entre sí y asesinan a los demás, no es correcto, hay en ello una formidable contradicción.

Dios está más allá de las consideraciones de raza, nacionalidad o pueblo. Da a todos la vida. No ha creado a los humanos para que sean ante todo arios o semitas, eslavos o árabes, chinos o americanos. Los ha creado, eso es todo. Son ellos quienes, debido a sus condiciones de evolución, no han podido hacer otra cosa que dividirse en clanes, familias, sociedades, países. Pero todo ese conjunto de distinciones que provocan tantas hostilidades un día desaparecerán, y todos los humanos se sentirán ciudadanos del mundo. He ahí lo que es saludable y deseable. ¿Qué hombre político pretenderá lo contrario? Que venga a verme y le mostraré matemática, científica e históricamente que ciertas formas de ver las cosas han caducado.

Hace escasamente algunas decenas de años, el francés que se hubiese atrevido a pregonar una reconciliación con los alemanes hubiese sido fusilado. Aunque sea una idea adquirida, actualmente no se fusila ni a los franceses ni a los alemanes: se tienden la mano entre sí, se visitan, se aman, ¡e incluso traen al mundo un buen número de pequeños franco-alemanes! Entonces, ¿por qué no habría de producirse una reconciliación entre todos los pueblos? Los alemanes y los franceses se han convertido en amigos, bueno, está bien, pero ello no ha cambiado gran cosa: otros enemigos les acechan esperando el momento propicio para tragárselos. Por lo tanto, hay que crear una unidad mucho más grande para poder escapar verdaderamente a todos los peligros. De lo contrario, a los pobres humanos no les salvarán ni sus armas ni su diplomacia. Pero pronto, ante las amenazas que pesarán sobre la humanidad, todos se verán obligados a tenderse la mano.

Evidentemente, Marte, el instinto de agresividad, existirá siempre, y por ello el hombre siempre experimentará la necesidad de batirse y de conseguir victorias. Los fines y los medios cambiarán, pero la necesidad, la tendencia no desaparecerá. El hombre tiene el derecho de declarar la guerra al mundo entero porque es una necesidad que la naturaleza ha colocado en él. Sí, tiene el derecho de hacerlo, pero únicamente con las armas del amor y de la luz.6 En el futuro, la guerra, tal como existe actualmente bajo formas tan homicidas, desaparecerá: los humanos habrán comprendido cuán costosas son las guerras en todos los órdenes, y cesarán de asesinarse. Pero puesto que el espíritu belicoso persistirá – la propia Inteligencia cósmica no quiere que se extinga – los humanos seguirán combatiéndose, pero bajo otras formas, y el vencedor, en lugar de destruir a los demás, les dará la vida, la riqueza, la luz, el amor. ¡Y será tan hermoso! Por lo tanto siempre habrán batallas, pero serán de una naturaleza diferente, como las batallas que se libran en el espacio las estrellas y los soles enviándose continuamente flechas de luz.

5 ¿Qué es ser un hijo de Dios?, Col. Izvor n° 240, cap. XIII: “Un hijo de Dios, es hermano de todos los hombres”.

6 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XXVII: “Las verdaderas armas: el amor y la luz”, y cap. XXIX: “Hacia la Gran Familia”.

El egregor de la paloma o el reino de la paz

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