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Capítulo III

El estado en el que tomamos el primer bocado es extremadamente importante. Debemos, pues, prepararnos para hacerlo con la mejor disposición posible, porque es este primer bocado el que desencadena interiormente todos los engranajes. Si empezáis en un estado armonioso, todo lo demás se desarrollará armoniosamente.

El momento más importante de un acto es su comienzo, porque ahí se desencadenan las fuerzas, y estas fuerzas no se detienen en el camino, sino que van hasta el final.

Besáis a una chica, y al principio no es nada, un acto insignificante; pero, al mismo tiempo, desencadenáis muchas otras fuerzas más poderosas, y estas fuerzas, al abrirse camino, os llevan muy lejos y ya no os podéis detener. Estáis en una montaña y tenéis encima de vosotros una enorme roca a punto de caerse por la pendiente a la menor sacudida. De vosotros depende el dejarla tranquila o empujarla. Si la ponéis en movimiento ya no la podréis parar: os aplastará, y a otros muchos junto a vosotros. Si abrís las puertas de una esclusa, ¡tratad después de parar el agua!… Al principio sois los amos, pero no después. Cuando los agitadores desencadenan un motín, ni siquiera ellos logran controlarlo después. Por eso se dice: “Quien siembra viento, recoge tempestades...” Antes de proferir una palabra, de lanzar una mirada, de escribir una carta, de dar la señal para una guerra, tenemos todos los poderes, pero después se acabó, ya no somos más que espectadores y, a menudo, víctimas.

Está escrito en la Biblia: “Al principio, Dios creó el Cielo y la Tierra…”, “Al principio era el Verbo…” 10 Los Iniciados saben la importancia del principio. Si desencadenáis al principio fuerzas luminosas, se producirán después acontecimientos magníficos a los que ya ni siquiera podréis oponeros. De nuevo seréis espectadores y víctimas de las fuerzas que hayáis desencadenado, ¡pero qué víctimas! Recibiréis mucho amor, luz, dulzura, belleza.

Cuando nos recogemos, cuando cantamos unos minutos antes de cada comida, ponemos un buen comienzo para que este acto de comer sea un acto divino. Durante estos minutos de meditación debéis tomar conciencia de la importancia de los gestos que vais a hacer, para poder controlarlos a lo largo de toda la comida. De esta manera, podréis controlar también vuestros pensamientos y vuestros sentimientos. Aquéllos que en estos instantes de silencio toman conciencia de la importancia de la nutrición y de la actitud que hay que tener durante las comidas serán dueños de la situación y darán a sus gestos una flexibilidad, una armonía, una dulzura, un amor extraordinarios, que se reflejará en ellos mismos y les acercará al Señor.

Nunca olvidéis la importancia del comienzo. Incluso antes de dormiros debéis estar vigilantes para empezar bien el paso de la vigilia al sueño. Un acto mal empezado corre siempre el peligro de acabar mal. Si empezáis haciendo un gesto brusco, todos vuestros gestos serán después bruscos, desarmoniosos. En algunos casos podemos detener la acción para darle conscientemente otro arranque mejor, pero vale más arrancar bien desde el principio.

En realidad, todo es importante. Al final de la comida de nuevo meditamos para terminarla también de la mejor manera posible: dando gracias al Señor y un buen comienzo a los diferentes trabajos que nos esperan. No olvidéis nunca, pues, que cada actividad tiene su comienzo, y que este comienzo es esencial.

Bonfin, 12 de septiembre de 1966

10 “Buscad el Reino de Dios y su Justicia”, Parte II, cap. 1: “Al principio Dios creó el Cielo y la Tierra”, y cap. 2: “Al principio era el Verbo”.

Hrani Yoga - El sentido álquimico y mágico de la nutrición

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