Читать книгу Los poderes de la vida - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 4
ОглавлениеI
La vida
I
Tengo que hablaros mucho dándoos muchas explicaciones, argumentos e imágenes, para que toméis conciencia de la importancia de la vida… y de que sin la vida no hay nada.
Cuando yo era todavía muy joven, en Bulgaria, en el transcurso de una conferencia, el Maestro Peter Deunov, que sabía que yo estudiaba quiromancia, me hizo esta pregunta delante de toda la Fraternidad de Sofía: “¿Cuál es la línea de la mano que apareció primero?” Respondí: “La línea de la vida. – ¿Y después? – La línea del corazón. – ¿Y después? – La línea de la cabeza.” Era verdad, y el Maestro estuvo contento con mi respuesta.
Al principio está la vida. Mirad a las criaturas: en primer lugar tienen la vida, y sólo después llegan, más o menos, a sentir y a pensar.
La vida… esta palabra resume todas las riquezas del universo que están ahí, indiferenciadas, caóticas, esperando que una fuerza venga a organizarlas. Así, en la palabra “vida” están incluidos todos los desarrollos futuros. Ya en una célula están contenidos en potencia todos los órganos que un día deben aparecer, como en una semilla que hay que plantar, regar, cuidar, para ver lo que saldrá de ella. Así pues, pasado un cierto tiempo, como para la semilla, de este caos, de este magma, de esta realidad indeterminada que es la vida, todo empieza a salir y a tomar forma.
De esta manera aparecieron los órganos que ahora poseemos, y en el futuro aparecerán aún muchos otros… Puesto que el cuerpo físico está hecho a imagen del cuerpo astral, el cuerpo astral a imagen del cuerpo mental, y así sucesivamente hasta el plano divino, dado que el hombre posee cinco sentidos en el plano físico, posee también cinco sentidos en el plano astral y en el plano mental: el tacto, el gusto, el olfato, el oído y la vista… Estos órganos todavía no están desarrollados en los otros planos, pero están ahí esperando el momento de manifestarse.1 Cuando se hayan formado, el ser humano tendrá unas posibilidades increíbles para ver, sentir, oír, saborear, actuar, desplazarse. La vida, el ser vivo, la célula viva, el micro-organismo, contienen todas las posibilidades de desarrollo, pero son necesarios aún miles de años para que éstas puedan llegar a manifestarse plenamente. Éste es el misterio, el esplendor de la vida.
Los humanos trabajan, se divierten, se dedican a toda clase de ocupaciones, pero su vida se ensucia, se debilita, periclita, porque no le hacen ningún caso. Piensan que, como tienen la vida, pueden servirse de ella para obtener esto o aquello, para ser ricos, sabios, gloriosos… Y tiran de ella, tiran de ella… y cuando ya no les queda nada, se ven obligados a detener todas sus actividades. Actuar así no tiene sentido, porque si perdemos la vida, ya no nos queda ningún recurso. Por eso los Sabios han dicho siempre que lo esencial es la vida, y que por tanto hay que preservarla, purificarla, santificarla, eliminar todo aquello que la obstaculiza o la bloquea, porque después, gracias a la vida lo obtenemos todo: la inteligencia, la fuerza, la belleza, el poder.
En la conferencia “Las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes necias”,2 os expliqué que el aceite del que hablaba Jesús es el símbolo de la vida. Cuando el hombre ya no tiene ni una gota de vida, su lámpara se apaga y muere. La vida tiene su símbolo en todos los campos: para un coche, es la gasolina; para las plantas, es el agua; para todas las criaturas terrestres, es el aire; pero para el ser humano, es más especialmente la sangre; para los negocios, es el oro o el dinero, etc.
La vida es el depósito del que emergen cada día nuevas creaciones que se ramificarán hasta el infinito. A partir de esta vida indiferenciada y sin expresión que está ahí como una simple posibilidad, el espíritu crea sin cesar nuevos elementos, nuevos medios, nuevas formas… La vida representa la materia primordial, y por eso es tan importante.
Pero los hombres se ocupan de todo salvo de la vida: si pensasen primero en la vida, en guardarla, en protegerla, en conservarla en la mayor pureza, tendrían cada vez más posibilidades de obtener lo que desean, porque es esta vida iluminada, clara, intensa, la que puede darles todo. Como no tienen esta filosofía, malgastan su vida, piensan que, como están vivos, todo les está permitido. Dicen: “Puesto que tenemos vida, hay que hacer algo con ella…” Pero raramente llegan a realizar lo que desean, porque lo han saqueado todo. Deben tener ahora otra filosofía, deben saber que la forma en la que piensan actúa ya sobre su vida, sobre sus reservas, sobre la quintaesencia de su ser, y que si piensan mal, lo malgastan todo. Así es cómo hay que instruir a la humanidad.
Tomemos un ejemplo: un chico tiene un padre muy rico. Cursa sus estudios, trabaja, y su padre le ayuda. Pero, he ahí que el hijo empieza a hacer tonterías que comprometen el prestigio del padre, entonces el padre le corta los víveres, deja de darle dinero… ¿Qué falta ha cometido el hijo? Ha cometido la mayor falta que es la de comprometer su propia vida, es decir las condiciones, las energías y las corrientes cuyo símbolo aquí es el dinero. Y nosotros, si hacemos lo mismo usando y abusando de nuestra existencia como nos apetece, permitiéndonos transgredir todas las leyes, entonces destruimos nuestras reservas, dejamos de tener esta corriente, estas fuerzas, estamos en la miseria, quizá no la miseria material, física, sino la miseria interior. La vida es la única riqueza que existe. Y cualquiera que sea el nombre que le demos: riqueza, subsidios, aceite, quintaesencia, hablamos de lo mismo, porque la palabra “vida” puede ser reemplazada por todos estos términos. La vida sigue siendo pues lo más importante, y si el hombre no es inteligente ni instruido, destruye la fuente de sus posibilidades, de sus gozos, de sus inspiraciones.
Y cuando Jesús decía: “He venido para que tengan la vida y para que la tengan en abundancia”,3 ¿a qué vida se refería? Cuando leí esto por primera vez, hace mucho tiempo, estaba extrañado. Me decía: “¡Pero sus discípulos ya estaban vivos!… ¿Qué vida pedía para ellos?” Conocéis también este canto del Maestro Peter Deunov: Siné moï, pazi jivota: “Hijo mío, preserva tu vida, la chispa que hay enterrada en ti…” Lo que prueba que el Maestro Peter Deunov comprendía de la misma manera la importancia de la vida. Sí, y ahora hacen falta instructores, pedagogos que aclararán esta cuestión esencial: la vida.
Observad a los humanos… ¿Por qué dedican su vida a tratar de obtener cosas que no son tan importantes como la vida misma? Trabajan durante años para ser ricos y se encuentran, un día, tan agotados, tan asqueados, que si ponemos en una balanza lo que han obtenido y lo que han perdido, nos damos cuenta de que lo han perdido todo para ganar muy poco. Pero los hombres son así, están dispuestos a perderlo todo porque no les han enseñado que es más importante tener la fuerza, la salud y la alegría – aunque no tengan ninguna otra cosa – que ganar unas riquezas de las que no se podrán aprovechar, porque ya estarán en las últimas. Hay un proverbio que dice: “Más vale un perro vivo que un león muerto.” Pero muchos prefieren ser leones muertos…
Sí, mis queridos hermanos y hermanas, lo que falta es la verdadera filosofía. Desde la infancia se debe enseñar a los humanos a no malgastar su vida para poder consagrarla a un fin sublime, porque entonces es cuando se enriquece, cuando aumenta en fuerza y en intensidad. Es exactamente como un capital que hacemos fructificar. Habéis colocado este capital en un banco de arriba, y entonces, en vez de despilfarrarlo, perderlo, aumenta, y después, como sois más ricos, tenéis la posibilidad de instruiros mejor, de trabajar mejor, de ser bellos y gloriosos. ¿Acaso no es preferible razonar así?
Cada día os asombráis de ver cuán cierto es lo que os digo; os lamentáis, decís que nunca habéis oído cosas semejantes, pero a pesar de ello seguís como antes y lo que habéis escuchado se queda en alguna parte, pero no lo utilizáis. Ahora debéis consagrar vuestra vida a actividades luminosas y divinas: entonces, no sólo no la malgastaréis más sino que la reforzaréis, y con este capital podréis hacer mucho más. Mientras que abandonándoos a las emociones, a la sensualidad, a los placeres, despilfarráis vuestra vida, porque todo lo que obtenéis hay que pagarlo, y lo pagáis con vuestra vida. Nunca obtenemos nada sin sacrificar otra cosa. Como decís en Francia: no se puede hacer tortillas sin romper los huevos. Pero yo os digo que podéis hacer una tortilla sin romper los huevos. Sí, conozco el secreto. ¿Pensáis que es algo imposible de realizar? Pues no. Colocad vuestro capital en un banco de arriba, y entonces cuanto más trabajáis, más fuertes y poderosos os volvéis. Sí, en vez de debilitaros os reforzáis, porque cada vez hay algo que se precipita en vosotros para reemplazar lo que habéis gastado. Pero para eso debéis colocar vuestro “dinero”, vuestro “capital” en un banco celestial…
Por eso es tan importante que sepáis con qué objetivo trabajáis y para quién, porque según el caso, vuestras energías toman tal o cual dirección. Si aquel para quien trabajáis es vuestro padre, por ejemplo, no sólo no perdéis nada, sino que ganáis. Lo más importante es pues saber a qué consagráis vuestras fuerzas, en qué dirección trabajáis porque de ello depende vuestro futuro: os empobrecéis u os enriquecéis.
La mayoría de los hombres trabajan, sin saberlo, para un enemigo escondido dentro de ellos mismos que les despoja y empobrece. Un verdadero espiritualista es más inteligente, trabaja y gasta todas sus energías para alguien que es él mismo, y es él el que gana. Esto es inteligencia: enriquecerse y no empobrecerse. Y esto no es algo personal, ni egoísta, al contrario. Por ejemplo, decidís no trabajar para vosotros sino para la colectividad… Sí, pero cómo estáis ligados a esta colectividad, cómo formáis parte de esta colectividad, cuando la colectividad mejora, se embellece y ello repercute sobre cada individuo de la colectividad, y por tanto, sobre vosotros también. Ganáis porque habéis colocado vuestro capital en un banco que se llama la familia, la colectividad, la Fraternidad Universal, de la que vosotros formáis parte. Mientras que cuando trabajáis para vosotros mismos, es decir para vuestro pequeño yo mediocre, todo se pierde y no os puede venir nada bueno. Diréis: “Sí, sí, puesto que he trabajado para mí…” No, porque vuestro yo personal, separado, egoísta, es un pozo sin fondo, y al trabajar para él, lo habéis echado todo en este pozo. Y no es así cómo hay que trabajar. Los individualistas, los egoístas, no ven todo lo que podrían adquirir trabajando para la colectividad; dicen: “Yo no soy tonto, trabajo para mí, me las arreglo…” y es justamente entonces cuando pierden todo su capital. La verdad es pues lo contrario de la apariencia. Sí. Los Iniciados, que saben que hay que buscar lo contrario de la apariencia para encontrar la verdad, trabajan para la colectividad, y son ellos los que obtienen los mayores beneficios.
Cuando yo digo: la colectividad, no hablo sólo de la humanidad, sino también del universo, de todas las criaturas del universo, de Dios mismo. Esta colectividad, esta inmensidad para la que trabajáis es como un banco, y todo lo que hacéis para ella os volverá un día amplificado. Cómo el universo hace siempre negocios formidables, se enriquece sin cesar con nuevas constelaciones, con nuevas nebulosas, con nuevas galaxias, todas estas riquezas revertirán un día sobre vosotros.4
Aquellos que sólo trabajan para sí mismos en lugar de trabajar para la inmensidad, se empobrecen; y después nadie piensa en ellos, nadie les ama, ni siquiera su propia familia, porque son demasiado egocéntricos. Nunca han pensado en los demás, ¿por qué los demás pensarían en ellos?, y acaban sumidos en las decepciones, las amarguras, las penas. Pero nunca les vendrá la idea de que quizá su filosofía fuese errónea… ¡Ah no!, no, no, ellos tenían razón y eran los demás los que eran injustos y malvados. Ellos, claro, merecían que les amasen, que les ayudasen… Merecer, merecer… pero ¿qué han hecho de bien para merecer algo? Mientras que aquellos que están llenos de amor, de bondad, de abnegación, aunque en los primeros momentos usen y abusen de ellos y puedan parecer tontos y estúpidos, cuanto más pase el tiempo, más sentirán los demás que son verdaderamente unos seres excepcionales, y un día todo el mundo vendrá a recompensarles, a mimarles, a amarles. Han trabajado para el universo entero y un día recibirán la recompensa… Pero no de inmediato, evidentemente.
Cuando colocáis una suma en un banco; no recibís los intereses al día siguiente, debéis esperar, y cuanto más esperáis, tanto más elevados son estos intereses. La ley es exactamente la misma en el dominio espiritual. Trabajáis con mucho amor, con mucha paciencia, con mucha confianza y, al principio, no obtenéis ningún resultado… No os desaniméis; si os desanimáis, es que no habéis descifrado bien las leyes que hay en la tierra. Sí, ¡debéis conocer las leyes de la banca y de la administración! Si las conocieseis, comprenderíais que hay que esperar. Después las riquezas lloverán por todas partes e incluso si tratáis de escapar, ¡no podréis!… el universo entero os lanzará sobre vuestra cabeza riquezas extraordinarias, porque vosotros las habréis provocado. ¡Es la justicia!
¿Veis lo estúpida que es la filosofía egocentrista? Se fían de la apariencia, pero la apariencia es engañosa. ¡Cuántas veces os lo he dicho! Cuando miramos el sol y las estrellas, tenemos siempre la impresión de que son ellos los que se desplazan y que la tierra permanece inmóvil. Sí, la apariencia… Para descubrir la verdad, hay que buscar más allá de las apariencias; aquello que es considerado como provechoso y útil en el presente, es a menudo, en realidad, perjudicial para el futuro. Por eso los Iniciados no se guían por los mismos criterios de la masa ignorante, y a ellos es a quienes debemos seguir porque son los únicos que han comprendido las cosas. Así que, no malgastéis vuestra vida por nada del mundo, porque nada es tan valioso como la vida. Evidentemente, hay casos excepcionales en los que hubo hombres que dieron la vida para salvar a los demás, para defender ciertas ideas. Sí, sólo en estos casos tenemos derecho a sacrificar nuestra vida, si no, hay que conservarla.
Los profetas, los Iniciados que perdieron su vida por una idea, para la gloria de Dios, en realidad no perdieron nada, porque el Cielo les dio después una vida nueva, todavía más rica y más bella porque habían sacrificado su vida para el bien. No digo que haya que preservar absolutamente la vida, no; hay casos excepcionales… Pero, en general, el discípulo debe preservar, purificar e intensificar su propia vida, puesto que ella es la fuente, el depósito, el punto de partida de todos los demás desarrollos: intelectual, religioso, afectivo, estético, etc. Antes que nada está la vida, y en esta vida indistinta, indiferenciada, ya están depositados los gérmenes de todos los proyectos. Es exactamente como en la semilla. Sí, al principio está la vida, y después vienen la ciencia, la sabiduría, la luz. La vida no sabemos lo que es; es algo difícil de determinar, que no tiene ni forma ni color pero que contiene todas las posibilidades. Nadie puede prever todo lo que saldrá de esta vida, hay posibilidades infinitas…
Cuando digo que los humanos no se ocupan de la vida, que no trabajan para conservarla, podéis objetarme que no es cierto, que todos trabajan para prolongar la vida. Sí, para prolongarla, pero no para espiritualizarla, para purificarla, para iluminarla, para santificarla, para divinizarla. Quieren prolongar su vida para poder seguir saboreando los placeres que les envilecen. Esta cuestión no es tomada suficientemente en serio por los médicos, ni por los farmacéuticos. Si creéis que prolongan la vida de los humanos para que sea consagrada al servicio de la Divinidad o para el Reino de Dios… ¡en absoluto! Así pues, cuando digo que no se ocupan de la vida, tengo razón, no se ocupan de la verdadera vida. Cuando buscan el gozo, la belleza, el poder, la riqueza, la gloria, el conocimiento, los humanos lo hacen de una forma tal que estropean su vida. Hagan lo que hagan, se las arreglan siempre para despilfarrar vida.
Al ocuparse exclusivamente de embellecer su vida, de intensificarla, de consagrarla, de purificarla, de santificarla, los Iniciados trabajan ya para aumentar su inteligencia, su poder, su felicidad. Porque esta vida que es pura, que es armoniosa, que es celestial, se infiltra en otras regiones en las que actúa sobre muchas otras inteligencias y entidades que vienen después a inspirarle. Y vosotros también, trabajando solamente sobre la vida, obtendréis la inteligencia, la ciencia, la fuerza. Indirectamente, la vida se encargará de aportaros todo lo demás, pero sólo si ella es perfecta. Entonces, sin que vayáis siquiera a instruiros a las bibliotecas, o con los sabios, la vida, porque es pura, porque es noble, porque es divina, os aportará conocimientos extraordinarios que extraerá de los archivos del universo.
Y ahora, en vez de hacer magia, como algunos, para que os amen, para que os veneren, ¡ocupaos de la vida! Cuando la vida que emanéis sea luminosa, y llena de amor, impulsará a miles de personas a amaros. Es pues la vida que emanáis la que se encarga de que os amen. Sí, no sabemos lo que desencadena en los seres, cómo les habla, pero de repente, todo el mundo os ama. Es la vida la que se encarga de traeros unas veces el amor, otras los conocimientos, otras la alegría.
La mayor magia, la mayor magia blanca, es pues la vida luminosa. Y si enviáis esta vida en todas direcciones, un día, ya no podréis salvaros, aunque huyáis a otros planetas, porque hasta allí también os perseguirá con amor. Aunque digáis: “¡Dejadme tranquilo!”, nada que hacer… Y si vuestra vida es apagada, caótica, tortuosa, tampoco ahí podréis salvaros: irá a desencadenar en algunos reacciones hostiles y de todos lados os lloverán las catástrofes sobre la cabeza. La verdadera magia, la más poderosa, la más verídica, es la vida, la vida que lleváis. No os ocupéis después de ninguna otra cosa, ni de magia, ni de ciencia, ni de amor, todo eso lo tendréis. Algunos dicen: “Yo vivo… Vivo… como, bebo, hago negocios…” No, no vivís, os contentáis con vegetar, todavía no sabéis lo que es vivir. Porque la vida tiene grados, miles de millones de grados.
El día en que hayáis comprendido que la verdadera magia está en la manera de vivir, recibiréis todo lo que deseéis sin ni siquiera tener que pedirlo. Por eso tengo ganas de deciros exactamente lo contrario de las palabras de Jesús: “¡No pidáis y recibiréis!… ¡No busquéis y encontraréis!… ¡No llaméis y se os abrirá!…” Sí, pero ¿cuándo? Cuando viváis una vida divina. ¡Sí! Y un día se escribirá un nuevo Evangelio, porque Jesús también lo pensaba pero no pudo decirlo. En la época en la que hablaba, la gente no hubiera podido comprenderle. Si volviese ahora, diría: “Vivid una vida divina y no pidáis nada… ¡Lo tendréis todo!” ¿Por qué? Porque, viviendo esta vida divina, dais. Y, entonces, recibís. Y aunque no hayáis expresado ningún deseo, eso no tiene ninguna importancia, os dan. Evidentemente, si la inquisición estuviese ahí me exterminarían: “¡Qué orgulloso!… ¡éste presuntuoso quiere poner patas arriba la Enseñanza de Jesús!”, y me quemarían. Hasta ahora siempre he explicado y subrayado lo que Jesús había dicho y hoy, por primera vez, me permito decir lo contrario (pero, en qué condiciones… eso es lo que hay que comprender).
Yo no quiero destruir lo que dijo Jesús, no, es verídico, es absoluto, además, en una conferencia expliqué las fórmulas: “¡Pedid y se os dará! ¡Buscad y encontraréis! ¡Llamad y se os abrirá!”5 Y mostré cómo conocía Jesús la naturaleza humana y esta trinidad del intelecto, del corazón y de la voluntad que hay en el hombre. ¿Quién pide? ¿Quién busca? ¿Quién llama? El corazón es el que pide, el intelecto es el que busca y la voluntad la que llama. Y ahora, ¿qué pide el corazón? El calor, el amor. ¿Qué busca el intelecto? La luz, la sabiduría, la inteligencia. Y la voluntad, ¿por qué llama? Porque está prisionera y hay que darle espacio, libertad para crear y actuar. Ahí tenéis pues la trinidad: pedir el amor, buscar la sabiduría y llamar para tener libertad. ¡Ya veis cual era la ciencia de Jesús!… Sólo que los discípulos no lo anotaron todo. Porque “Pedid y recibiréis”, no está claro. Pedir… pedir… pero ¿qué? ¿dinero? ¿coches? ¿mujeres?… Y buscar ¿qué? ¿las pulgas del vecino?… ¿Y llamar?… Todo esto nunca ha sido bien explicado, y los hombres piden, buscan, llaman, y están extrañados de no tener ningún resultado: no reciben nada, no encuentran nada y no les abren. Y sin embargo estas son cosas precisas, matemáticas, indiscutibles.
Es el corazón el que pide, y no pide ni la ciencia ni la fuerza, sino el amor y el calor. Y el intelecto, en cambio, no pide, sino que busca, y lo que busca son los conocimientos, los secretos, las verdades. Y la voluntad no tiene necesidad ni de conocer ni de ser calentada sino de actuar, quiere ser fuerte, poderosa, creativa, libre. ¿Veis qué precisión? Cada facultad del ser humano está particularmente preparada para una función determinada. Ésta es la verdadera psicología. No hay que mezclarlo todo. Pero cuando fui todavía más lejos en el pensamiento de Jesús, encontré que había que invertir estas fórmulas – ¡tanto peor para los cristianos si se escandalizan! – y decir: “¡No pidáis y se os dará! ¡No busquéis y encontraréis! ¡No llaméis y se os abrirá!” Sí, pero sólo si en su irradiación, en sus ondas, en sus emanaciones, vuestra vida es una vida divinizada.
Sevres, 4 de abril de 1970
II
Así que, mis queridos hermanos y hermanas, ya veis… Al principio, os imaginabais saber lo que era la vida, pero al final os quedasteis asombrados al constatar que en realidad, no sabíais gran cosa al respecto. Sí, mientras no hayáis aprendido cómo emanar la vida para que ésta os lo aporte todo, os lo revele todo, os abra todas las puertas, no sabréis lo que es.
De ahora en adelante debéis pues trabajar para intensificar y hacer fructificar esta vida que puede producir unos fenómenos de la más alta magia en los corazones, en las almas, en las inteligencias, en las entidades y las fuerzas de la naturaleza, e incluso en los objetos físicos. Sí, llega el momento en el que el mundo entero debe comprender que despilfarrar toda una eternidad de esplendor por una existencia de nada que habremos pasado comiendo, bebiendo, durmiendo y desenvolviéndonos un poco, pues bien, ¡es algo idiota! Corremos, corremos, trabajamos para poseer, para acumular y, al final, nos damos cuenta de que, en realidad, lo hemos perdido todo. Verdaderamente, decidme, ¿acaso es inteligente llegar hasta aquí? Si los Iniciados tienen el equilibrio, la paz, el gozo, la salud, y todas las bendiciones, es porque se han ocupado de la vida, porque han comprendido que la magia más poderosa que existe se encuentra solamente en la vida y en ninguna otra parte. Sí, la vida, poder insuflar la vida, no existe magia más grande: animar a los seres, estimularles, exaltarles, resucitarles, esto es la vida, pero la vida en sus grados superiores, porque la vida tiene grados y grados…
Los humanos no tienen ni idea todavía de lo que son los grados de la vida, se han parado en los grados más bajos, y van tirando… Pero cuando se instruyan y se dejen aconsejar de otra manera, y en vez de malgastar su vida empiecen a amplificarla, a santificarla, estarán maravillados al descubrir que esta vida es la verdadera magia, que actúa ya en todas direcciones provocando fenómenos extraordinarios, y sobre todo, ¡porque empiezan a ser amados! Dais la vida, una vida pura, intensa, luminosa, y os aman. Mientras que si dais suciedades, es decir si sale de vosotros algo que desmagnetiza, que destruye, que disgrega, lo que introducís en los demás es la muerte, y la gente empieza a detestaros, os cierran las puertas. Evidentemente, eso también es magia, pero magia negra. Y, justamente, eso es lo que aprende la gente: cómo cerrarse las puertas de arriba. Sí, si sólo producís desorden y cacofonía, el Cielo ya no os da nada, no hace circular hasta vosotros energías para vivificaros, para inspiraros. Cada vez más os abandona y os sentís privados, limitados, vacíos. Y después son los humanos, ellos también, los que empiezan a cerraros las puertas. ¿Por qué los hombres son tan ignorantes? Y sin embargo, ¡han pasado años en la Universidad! Sí, pero en la Universidad no se explican estas cosas.
Los humanos todavía no han empezado a estudiar la verdadera ciencia; porque la verdadera ciencia no es la química, la física, la biología, la astronomía, las matemáticas… La verdadera ciencia es la ciencia de la vida: cómo vivir, y justamente es la única que no se aborda jamás; no hay lugar en la Universidad para esta ciencia. Pero yo, mientras esté vivo, no cesaré de repetir: “No habéis aceptado esta luz transmitida desde hace milenios por los Iniciados, todavía seguís una filosofía perniciosa y estáis saqueándolo todo, estáis destruyendo las raíces, la fuente de vuestra existencia. ¡No sabéis lo que es la verdadera vida!”
¿Por qué coméis tres veces al día… o incluso cuatro? Coméis, bebéis, y después trabajáis, leéis, etc. Pero ¿por qué coméis primero? Y al comer, ¿acaso os instruís, acaso trabajáis? No, introducís la vida en vosotros y, cuando ésta empieza a infiltrarse, se va por todas partes a rociar las células de los brazos, de las piernas, de los oídos, de la boca, del cerebro, etc., que así reciben energías. Entonces las piernas pueden correr y obtenéis el primer premio de la carrera… Los brazos pueden golpear, y sois boxeadores, u otra cosa, ¡y obtenéis otro premio más!… Después habláis, y vuestra lengua ¡es como una metralleta!, y de nuevo obtenéis una victoria… Y así sucesivamente con los oídos, con el cerebro, con todo. Pero si no coméis, no podéis ni correr, ni dar golpes, ni hablar. Así que ¿veis?, cuando la habéis introducido en vosotros, la vida se encarga de visitar todas las células, de reforzarlas, de estimularlas, y todas vuestras facultades se despiertan. En la base está pues la vida, y ella es la que anima, la que alimenta todo el resto.
De la misma manera la vida puede poneros en contacto con el mundo divino. Esta conclusión la he sacado, justamente, de lo que sucede cotidianamente. Yo no invento nada, sois vosotros los que no sabéis observar. Vuestros ojos pueden ver y vuestros oídos oír porque habéis comido. No comáis durante varios días y ya no veréis ni oiréis tan bien. Esto prueba que cuando falta la vida, todo lo demás falta… Y cuando la vida es intensa, luminosa, pura, abre en vosotros otros oídos, otros ojos, y empezáis a oír y a ver en el plano invisible, veis leyes, verdades, correspondencias… Los Iniciados no han leído nada en los libros, pero pueden ver y oír en el mundo invisible unas realidades sutiles que los más grandes sabios todavía no han descubierto. Las perciben porque tienen esta vida superior que anima sus órganos interiores, y sus ojos ven, sus oídos oyen… Es la vida la que se encarga de hacerles revelaciones. Se trata solamente de tener esta vida.
Cuando Jesús decía: “He venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”, ¿de qué vida hablaba? Hablaba de otra vida, de un grado de vida tan sutil, tan espiritual, tan luminoso, tan divino, que permita ver, oír, sentir, saborear, tocar lo que no podemos alcanzar con una vida puramente física, animal. Así es cómo Jesús comprendía la vida, y rezaba para que el Cielo diera a sus discípulos esta vida espiritual que es la única que permite comprender y respirar en las regiones celestiales.
Tenéis una semilla y un día se convierte en un árbol con raíces, un tronco, ramas, hojas, flores y frutos. ¿Cómo ha logrado la semilla producir todo eso? Es la vida la que se ha encargado de ello. La vida tiene todas las posibilidades, sólo que hay que darle la dirección, hay que orientarla como se orienta el agua. Si no orientáis el agua para que pase por donde están las verduras y los frutos, no podrá regarlos y perecerán. Pero el jardinero, que lo sabe, cava primero unos regueros, y después hace pasar el agua que fluye por el camino trazado para alimentar todas las plantas. ¿Por qué los hombres no han reflexionado sobre esto? Comprenderían que primero debemos trabajar con la vida, es decir encontrar el agua, y después canalizarla para que se dirija hacia arriba, como se hace en los edificios de cincuenta, cien o ciento cincuenta pisos.
El ser humano es también un rascacielos, y no tiene sólo ciento cincuenta pisos, no, son miles de pisos los que hay en cada criatura, y hay que alimentar también a los habitantes que están en el último piso de este rascacielos, en el cerebro. Pero en vez de enviar el agua hacia arriba para alimentar a las células espirituales, los humanos la dirigen solamente hacia abajo, donde están los instintos, las pasiones, los deseos más inferiores, y no les queda nada para alimentar a las células de arriba. Entonces, los habitantes duermen, están embotados, anémicos, y no pueden producir nada. Sí, en el cerebro viven unas entidades que hacen investigaciones, observaciones, que hablan, que envían mensajes, pero están cloroformadas – ¡falta de agua! – y no pueden hacer sus trabajos ni llevar a cabo sus funciones. ¡No sabéis cuántos aparatos hay instalados en vosotros! ¡Ni los habitantes!… Podría describiros su carácter, sus trabajos, sus vestiduras, y hasta sus colores, sus gustos, el alimento que comen… pero lo dejaremos para otra ocasión.
Es pues la vida lo que les falta porque no pensamos en dirigirla, en orientarla hacia las regiones sublimes. La vida, es lo que fructifica, lo que embellece, lo que se desarrolla. Cuando plantáis una semilla, algún tiempo después la vida se manifiesta. Su lenguaje está ahí: la eclosión, la aparición de pequeñas raíces, de pequeñas hojas… La vida es eso: un florecimiento, un embellecimiento, un enriquecimiento, ¡una invasión! Si empezáis a ocuparos de la vida, si la plantáis, si la regáis, si la orientáis hacia arriba, florecerá, y al florecer, despertará unas células, unas facultades cuya existencia ni siquiera sospechabais. La nutrición pues lo explica todo. Al comer, introducís la vida, y esta vida se encarga de infiltrarse por todas partes y de aportaros unos gozos y unos estados de conciencia de una riqueza y de un esplendor increíbles. Ni siquiera los poetas y los músicos son capaces de expresar todas las formas, los colores, las expresiones y las melodías en las que la vida puede manifestarse.
¿Y por qué nadie, ahora, ni siquiera los sabios, sabe lo que es la vida? Conocen muchas cosas, pueden pronunciarse sobre muchas combinaciones químicas, pero cuando se trata de la vida, no conocen nada y se contentan con decir: “Es el mayor misterio…” ¿Y por qué es un gran misterio? Porque nunca han comprendido que hay que ir a buscar mucho más arriba para descubrir lo que es. Es arriba donde podemos conocer la vida, no abajo; abajo, es el instinto vital, la vida animal, vegetativa, mineral… Pero cuando suban hacia las regiones sublimes de donde viene la vida, cuando tengan unas percepciones mucho más espirituales, mucho más sutiles, los humanos descubrirán lo que es verdaderamente la vida.
La vida es Dios mismo.6 Fuera de Dios no hay vida. Él es quien ha creado y distribuido la vida, y si los hombres no pueden conocerla, es porque ya no creen en Dios. La vida tiene su fuente en Dios y sólo aquellos que se acercan a la Divinidad pueden conocerla. Pero los humanos tienen una presunción tal que llegan incluso a imaginarse que son ellos los que dan la vida a sus hijos. Pero no, ellos sólo son los depositarios. Dios ha depositado en el hombre y la mujer una parte de la vida que Él mismo ha creado para que la distribuyan, pero ellos son incapaces de producirla. Sólo Dios crea la vida y puede enseñarnos el misterio de la vida.
Comprendedme al menos por primera vez hoy, y decid: “Ahora vamos a orientar nuestra vida en otra dirección, a embellecerla, a hacerla fructificar, a consagrarla, a santificarla…” Y todo empezará a cambiar: vuestra salud, la sensación que tenéis de vosotros mismos, y todo lo que venga después hacia vosotros será de otra naturaleza. Pero si os empeñáis en seguir con vuestras viejas concepciones, ¡peor para vosotros!, nunca encontraréis nada. Iréis tirando todavía durante algunos años y cuando os vayáis al otro mundo, os mostrarán cuán inferior era vuestra existencia, pobre, lamentable. Y aunque hayáis leído bibliotecas, aunque hayáis estudiado en cinco o seis universidades, os dirán que habéis vivido como un animal y habréis retardado enormemente vuestra evolución. Y de nuevo llegarán los sufrimientos y las dificultades. Mientras que los que me han comprendido abrirán ahora nuevas puertas y su destino cambiará.
Ya os lo dije, lo esencial, es la dirección hacia la que os orientáis, por quién trabajáis, con que finalidad trabajáis, y la idea para la que vivís. Todo está ahí. Pero como siempre se ha dicho que había que vivir y pensar de tal o cual manera para ser apreciados por los demás, los hombres viven como se ha convenido vivir desde hace miles y miles de años, sin saber que ésta no es la verdadera vida. Mientras que los que han comprendido, los que quieren vivir esta vida divina, los que nunca tienen miedo, los que tienen la audacia y la paciencia de seguir caminando a pesar de los obstáculos y de las adversidades, éstos tendrán un día la fuerza, el poder y la luz. Por un tiempo sufrirán, es verdad, pero no durará mucho, sólo es la apariencia; la realidad es absolutamente otra. La realidad, es que llegarán un día a la luz y al esplendor. Mientras que los que han escogido la apariencia están en un camino sin salida: “Tikmak sokak”, cómo dicen los Turcos; sokak quiere decir callejuela, y tikmak de la que no se puede salir. ¿Cómo lo decís en francés?… Sí, los humanos se encuentran en un callejón sin salida, porque han escogido la apariencia.
Evidentemente, bajo la apariencia siempre hay algunas pequeñas cosas que comisquear, pero junto a eso, ¡qué tragedias! Pero los humanos se contentan con esas “roeduras”, sin darse cuenta de que, mientras tanto, los comidos son ellos mismos… ¡y de qué manera! Mientras que los que no se han quedado en la apariencia y han escogido la verdadera realidad podrán deciros en medio de qué riquezas y de qué esplendores viven. Sólo que no les creeréis y seguiréis marchando por los caminos trillados; como todo el mundo ha pasado por ellos, evidentemente, son más seguros, mientras que en los pequeños caminos que llevan a las cimas se corren, quizá, más riesgos. Por eso yo digo: “¡Pobre humanidad!… ¡Cómo razona!… ¡Qué criterios tiene!…” ¡Es deplorable! Y no hay forma de hacerla salir de todas sus tribulaciones, nadie os cree. A veces me siento muy desgraciado al ver que, diga lo que diga sobre todas estas verdades que yo he tocado, que he saboreado, los hermanos y hermanas no me creen. Siguen con la masa, porque la mayoría se ha pronunciado a favor de este buen camino polvoriento en el que todo el mundo está ya comprometido. Afortunadamente hay algunas excepciones, algunos “iluminados” que me escuchan y me siguen, y que darán después buenas noticias a los demás, como ya ha sucedido.
Así pues, lo esencial está ahí: para quién trabajáis y en qué dirección orientáis vuestra vida. La vida, es el agua que alimenta, que anima, y si la dirigís hacia las alturas para alimentar en vosotros a todos estos seres tan anémicos y somnolientos, éstos se despertarán, reanudarán sus trabajos, y gracias a sus instrumentos, os informarán sobre el universo, sobre vuestra vida interior… ¿Acaso tenéis necesidad de que os dé algunos ejemplos para mostraros cómo se despilfarra la vida? Observad en el dominio del amor. ¡Cuántos gastan su amor inútilmente en vez de enviarlo a alimentar a los habitantes de su cerebro! Y se embrutecen, se ensombrecen, porque han orientado su vida hacia los abismos. Mientras que otros, que tratan de sublimar y de transformar esta energía, que la han consagrado, se han vuelto genios, instructores, benefactores de la humanidad.7 ¿Por qué la ciencia no ha trabajado sobre esta cuestión? No conoce gran cosa sobre el tema y aconseja al hombre que deje salir sus energías hacia abajo, porque si no enfermaría, según parece. ¡Vaya descubrimientos!
De nuevo pregunto: “¿A quién servís? ¿En qué dirección camináis? ¿Cuál es vuestra meta, vuestro ideal? ¡Decídmelo!” Preguntaréis: “Pero ¿por qué nos hace esta pregunta? – Para poder predecir vuestro futuro, sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos para vosotros, si seréis fuertes o débiles, si seréis ricos o estaréis en la miseria, en la luz o en las tinieblas. – ¿Pero hay alguna relación? – Desde luego, está relacionado. Responded a esta pregunta y os diré después todo lo que os espera…” Pero los hombres no ven jamás la correspondencia que existe entre una cosa y otra.
Si hoy me habéis comprendido bien, podéis reconstruir vuestro futuro. Decidíos, por fin, a vivificar a estos seres que os habitan para que puedan hacer sus trabajos. Y veréis que la vida es capaz de aportaros todo: el conocimiento, el amor, la bondad, la belleza. Hasta ahora, no lo teníais muy claro: no habíais sabido interpretar los fenómenos que se producen cada día ante vuestros ojos, y no habíais comprendido que los mismos fenómenos se producen en el dominio espiritual. Y sobre todo no habíais visto que la vida es la verdadera magia, que es ella la que os aportará la estima, el respeto y el amor de los humanos y del universo entero. Si queréis hacer magia, podéis hacerlo, pero sin pronunciar fórmulas, sin trazar círculos o hacer fumigaciones y ceremonias: concentraos solamente en mejorar vuestra vida, para volverla rica, floreciente, llena de amor, de abnegación, de pureza, y distribuidla, proyectadla por todas partes en el universo.
Con todas las otras magias hay riesgos, pérdidas, daños. Sólo la magia divina no tiene ningún peligro.8 Evidentemente exige tiempo, mientras que las demás son mucho más rápidas… Pero siempre está el reverso de la medalla. Si, para ser amados por tal o cual mujer, hacéis magia utilizando recetas que habéis encontrado en libros, quizá lleguéis a ser amados por esta mujer, pero como la habéis forzado, como la habéis obligado, habéis transgredido la ley de la voluntad libre y otra ley se encargará después de acarrearos problemas y dificultades. Lo pagaréis pues muy caro. Y después, no es seguro que siendo amados por esta mujer vayáis a ser más felices o a tener más suerte; quizá con este amor os lleguen todas las desgracias. Sí, si os dedicáis a la magia, siempre tendréis que preguntaros: “¿Habré transgredido alguna ley? ¿Qué me va a suceder? ¿Acaso tendré que pagar?…” En la tierra siempre hay algo que pagar, esto es algo que los magos nunca han aprendido; pero también, ¡cuántos han acabado mal! ¿Veis?, han pagado…
La única magia en la que no hay nada que pagar, es la magia de la vida divina: no pedís nada, no hacéis nada para obtener ninguna cosa y, sin embargo, os dan. Esto es lo que Jesús quería decir: “Cuando viváis una vida divina, ya no pediréis y se os dará, ya no buscaréis y lo encontraréis todo, ya no llamaréis y os abrirán en todas partes.” He ahí el resumen de la sabiduría, la quintaesencia de la ciencia esotérica. Pensáis: “¡Pero usted nos dice lo mismo en cada conferencia!” Sí, es verdad, porque cada conferencia es la quintaesencia de la vida entera, pero presentada cada vez bajo un aspecto diferente.
Evidentemente, habría todavía muchos puntos que aclarar, como por ejemplo la cuestión de los habitantes que hay arriba, en el cerebro, pero eso vendrá más tarde. De momento, tomad lo que os digo y no malgastéis vuestra vida. Diréis: “Pero ¿acaso no debemos trabajar para ganar dinero y tener una casa, un coche, casarnos y tener hijos?” Yo nunca he dicho esto. Digo solamente que, de la forma que hoy se hace, se sobrepasan los límites y sois destruidos. Si trabajáis para asegurar vuestra vida material y tener la posibilidad de pensar, de meditar, de amar, está muy bien. Pero ¿por qué querer tragárselo todo? Quieren una cosa, y después otra, y luego otra aún… y malgastan su vida para obtenerlas. No, hay que trabajar razonablemente consagrándolo todo a una idea divina. Toda esa gente que quiere ser multimillonario, los reyes de esto o de aquello, se ve obligada a sobrepasar ciertos límites, y entonces evidentemente pierden su salud y su equilibrio, y a menudo acaban en las clínicas o en los asilos psiquiátricos. ¡Y éstos son, sin embargo, los que el mundo entero toma como modelos!
En cuanto a los jóvenes, tienen como modelos a las vedettes de cine o a los cabecillas, o los drogadictos, o a los anarquistas, y lo darían todo para parecerse a ellos. La prensa, el cine, el teatro, la publicidad, todo contribuye a orientarlos hacia un camino pernicioso. Se diría que todos se han confabulado para que la humanidad se pierda… ¡y ellos también, por otra parte! Los humanos galopan hacia los abismos, pero como estos abismos no se presentan inmediatamente, ni siquiera sospechan de que existan y siguen corriendo hacia ellos. Si fuese posible verlos desde lejos, podrían tomar precauciones; pero como están lejos y camuflados, corren, corren… y como ya no pueden pararse, caen. Llega un momento en el que ya es demasiado tarde, y aunque vean los abismos ya no pueden detenerse, ya no pueden recular, y se acabó. A cuántos he oído decir: “Veo el abismo abierto ante mí, ¡pero ya no puedo detenerme!”
¡Bienaventurados aquellos que hoy me han comprendido! Pero aunque no me hayáis comprendido, hay miles de personas en el mundo que me comprenderán porque tienen antenas y captan mis ondas. Sí, si vosotros no me comprendéis, hay otros que me comprenden y que reciben mis palabras incluso mejor que muchos de vosotros. Yo leo y oigo en el mundo algunas de mis frases, algunas de mis fórmulas… ¡Es formidable cómo las han captado!
Sevres, 6 de abril de 1970
III
En la última conferencia os di un ejemplo que debería haceros reflexionar: el del jardinero. El jardinero ha plantado verduras y árboles frutales, hasta ha cavado regueros para regarlos, pero si falta el agua, las plantas se secan. Ahí tenéis el cultivo de los humanos: lo han preparado todo, no falta de nada, pero se han olvidado del agua, es decir, de la vida, de la energía; entonces todo se seca y muere. Y la diferencia precisamente entre un Iniciado y un hombre ordinario, es que el Iniciado se ocupa en primer lugar de llevar el agua porque sabe que el agua encontrará su camino.
El ser humano posee brazos, piernas, un estómago, pulmones, un corazón, un hígado, un cerebro… Todo está ahí, no le falta nada, pero si le falta el “agua”, es decir si falta la sangre, ya se está muriendo. Pero he aquí que le dan sangre: de nuevo sus órganos se reaniman y habla, camina, gesticula. Todo el mundo sabe esto. Pero ¿por qué en el dominio de la vida psíquica, espiritual, ignoran esta verdad, la de que, en primer lugar, deben llevar el agua? Se ocupan de todo lo demás, salvo del agua, y están cansados, somnolientos, embrutecidos. Sin embargo, lo han preparado todo… Sí, lo han preparado todo pero no hay agua.
Tomemos otro ejemplo: cada casa está equipada con una instalación eléctrica, pero si la corriente no está ahí, nada funciona. Y el mismo fenómeno se produce por todas partes. Hay pues que cambiar esta filosofía que se limita a poner a punto solamente el lado exterior de la vida sin ocuparse de mejorar la vida misma, de llevar el agua. Cuando se trata de la agricultura, todo el mundo sabe que hay que llevar el agua, porque solo así las plantas van a crecer; pero cuando de trata de la existencia humana, ya no saben lo que hay que hacer. Y por eso la ciencia de la vida será un día el mayor descubrimiento.
Así pues, mis queridos hermanos y hermanas, todavía quedan muchas cosas que deciros, y se os dirán. Para aquéllos que quieren perfeccionarse, para aquellos que quieren hacer un trabajo sobre sí mismos, todo está aquí. Que vengan y se les dará los argumentos, los métodos, los medios, los materiales, las condiciones para cambiar su vida. Porque eso es lo que debéis hacer: cambiar vuestra vida. Vivid una vida pura, intensa, luminosa, y ella se encargará de atraer hacia vosotros a los seres que os serán favorables, que os ayudarán, que os amarán. Vivid solamente esta vida y dejadla hacer, no sabéis hasta dónde puede ir para invitar a las criaturas que os convengan exactamente y llevarlas hasta vosotros. Y un día diréis: “No he buscado a mi alma gemela, no he buscado a mi bienamada, y sin embargo ha venido… desde las profundidades del universo, ha venido…” 9
¡Pero tratad de hacer comprender esto a los humanos! No emanan nada, no envían esta vida para atraer a un ser que les corresponda, y para encontrar a su alma gemela, escriben en los periódicos, van por todas partes a las recepciones, y hasta a los cabarets. Y allí la encuentran… ¡y de qué manera! La olla ha encontrado su tapadera, como se dice. Se encuentran para sufrir y tirarse de los pelos. ¿Por qué? Porque no es así cómo hay que buscar. Hoy, por primera vez, oís algo completamente nuevo. No busquéis a vuestra alma gemela, tratad solamente de vivir la vida divina y esta vida divina se encargará de encontrarla. Cuando la encontréis, diréis: “Sí, es a ti a quien buscaba desde hace mucho tiempo… Te conozco, estoy contigo desde hace miles de años…” Entonces, ya no hay más peleas, ya no hay más discusiones cómo se ven hoy… ¡un amor tan ordinario! Los hombres se encuentran y ya se están masacrando, porque se han buscado demasiado abajo.
Había una hermana de la Fraternidad, ¡una maravilla! Sí, su voz era una maravilla, es posible que en el mundo entero no hubiese otra voz semejante. Podía hacer fortuna, tener todo lo que quisiese, pero era tonta, quería casarse a toda costa. Cómo todavía era muy joven, ¡cuántas cosas le pude decir!… Que tenía que esperar, que después tendría cientos de candidatos, mientras que si se precipitaba haría una tontería y sufriría… Pero ella no me escuchó, y frecuentando los clubs nocturnos encontró a alguien; sí, en un club nocturno… La volví a prevenir una vez más, pero no pude hacer nada, se casaron. Una vez casados, casi se matan entre sí. Se pegaron… ¡era formidable! Se pegaron para subrayar mis palabras… Sí, mis palabras eran subrayadas, ¡y de qué manera! Al final se separaron: él se fue a América del Sur y ella se quedó en Francia. Después, claro, buscó un segundo marido, ¡y otra vez la misma historia! Después un tercero, y tampoco fue mejor. Ahora está sola… ¡y en qué estado!
Yo os digo: “¡No busquéis! Vivid primero y tendréis a miles de personas que vendrán junto a vosotros…” Supongamos que sea invierno, hace frío y todo el mundo tirita; pero si vosotros sois un fuego vendrán a calentarse a vuestra llama. Procurad primero tener el fuego, y todo el mundo vendrá a calentarse. Pero los hombres no tienen fuego, están helados y dicen: “¿Por qué no vienen?… ¿Por qué no me aman?…” Porque están demasiado fríos. Es así de sencillo, ¡tan sencillo! Pero la gente no lo ha comprendido. ¿Os asombráis, mis queridos hermanos y hermanas, de esta simplicidad? ¡La simplicidad! ¿Qué es la simplicidad? Es vivir, solamente vivir, pero vivir divinamente. Hay demasiadas cosas complicadas, sofisticadas, engañosas. Los hombres farolean, se dan importancia y se engañan mutuamente con bellas palabras. Incluso yo os puedo decir: “Si queréis, no creáis ni siquiera lo que os digo, pero tratad de sentir, tratad de ver si yo estoy viviendo la vida de la que os hablo y creed solamente en la vida. Yo sólo creo en la vida...”
Y si ahora me preguntáis: “¿Por qué hay tan poca gente que se decida a cambiar su vida, su manera de pensar, de sentir, de actuar? ¿Cuáles son las razonas de ello?” En primer lugar porque no tienen una idea clara de las ventajas que aporta un cambio semejante. Están persuadidos de que la vida que todo el mundo lleva, es la verdadera vida. La prueba está en que siempre dicen: “¡Es la vida!” Ante todo lo que sucede de triste y de abominable, repiten: “¡Qué le vamos a hacer, hombre!, ¡es la vida!” Y así, ¿cómo queréis que cambien? En segundo lugar, no creen que sea posible cambiar. Y en tercer lugar, para la mayoría de la gente, es muy difícil, y por eso no están muy decididos. Todo lo demás, es fácil: obtener diplomas, ganar dinero, es muy fácil… ¡pero cambiar de vida!… Y yo, ¡si creéis que cuando era joven era como soy ahora! En absoluto: era un pillastre, como muchos niños. No llegamos perfectos a la tierra, hacen falta años y años para mejorarse. Y cuando uno es un desvergonzado, un borracho, un ladrón, un asesino, no cambia tan fácilmente, a veces son necesarias varias encarnaciones…
Y ahí os mostraré que los cristianos no han comprendido gran cosa del pensamiento de Jesús. Jesús conocía la reencarnación, creía en ella, y dio pruebas de que creía en ella, pero los cristianos no se han dado cuenta. Porque, mirad: ¿cómo un hijo de Dios, tan puro, tan sabio, pudiera ser al mismo tiempo tan tonto como para pedir a los hombres, que son débiles y pecadores: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”? 10 ¿Acaso era verdaderamente psicólogo Jesús? ¿Acaso era inteligente? No, tal como lo presentan los cristianos, no tenía nada en la cabeza puesto que pedía a unos hombres tan enclenques y miserables que fuesen perfectos como el Padre celestial. En realidad, al pedir una cosa semejante sobreentendía la reencarnación, porque en una sola encarnación nadie puede llegar a ser como el Señor, ¡es imposible! O bien, aún otra ignorancia que se añade a la primera, es que los cristianos no saben lo que es el Señor. Para pensar que es tan fácil ser perfecto como Él, hay que imaginárselo apenas un poco mejor que se lo imagina la gente ordinaria, un buen hombre con una gran barba, como presentan a los ascetas y a los ermitaños. ¡Esto es la perfección para los cristianos! Por eso podemos llegar fácilmente a ella, yendo a la iglesia, escuchando los sermones de algún cura y santiguándonos con agua bendita… ¡Si fuera tan fácil! Pero, en su cabeza, es fácil.
Los cristianos están lejos de sospechar lo que conocía Jesús. No han profundizado los Evangelios, nunca han tratado de tener a Jesús como modelo, de hacer durante años un trabajo de identificación para poder captar lo que pensaba, comprender cómo consideraba las cosas. Además, ni siquiera saben que esta identificación pueda ser posible, y que es incluso el único ejercicio espiritual que permite entrar en el alma, el corazón y el espíritu de un ser, aunque éste haya desaparecido desde hace miles de años. Al identificarnos con él, es como si entrásemos en su cabeza.11
Los hombres – e incluso los sabios – no han comprendido por qué los Egipcios, por ejemplo, se disfrazaban y se ponían máscaras representando a ciertas divinidades o a ciertos animales, ni por qué aún, en ciertos países, en pueblos llamados primitivos, en Indonesia, en Malasia, en Nepal, en el Tibet, etc., los brujos se ponen máscaras de monstruos, procurando tomar la apariencia de ciertas entidades benéficas o maléficas. Es simplemente para poder identificarse, al menos durante unos minutos, con ellas. Y tomando su apariencia, moviéndose como ellas, haciendo ciertos gestos, desencadenan interiormente fuerzas, corrientes, y se impregnan tan bien de la naturaleza de estos seres, que llegan a sentir y a comprender todo aquello que no podían sentir ni comprender en su forma humana normal. No hay otras razones. Pero todos los que no han comprendido el significado oculto de estos disfraces los han ridiculizado diciendo: “¡Mirad que cosa más estrafalaria!” Sí, incomprensión, ¡ignorancia!… Así pues, si en los templos egipcios los sacerdotes tomaban el aspecto de Osiris, de Isis, de Seth, o incluso de toda clase de otras divinidades terroríficas, era para tener acceso a ciertas realidades o para emanar ciertas fuerzas, porque la identificación da la posibilidad de asemejarse, al menos durante unos minutos, a los seres con los que nos identificamos.
Supongamos ahora que hacéis este ejercicio con Jesús. Hacéis todos los esfuerzos para imaginaros que vivís hace dos mil años en Palestina, que andáis por aquellos caminos, que habláis a sus discípulos, y os imagináis todo eso como si fuese una realidad absoluta: descubriréis cosas extraordinarias. De esta manera podemos llegar a saber lo que pensaba Jesús cuando pronunciaba ciertas palabras. Y cuando decía: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, sabía que el hombre no es capaz de llegar a ser perfecto en una sola encarnación, pero que deseando llegar a serlo y trabajando, este deseo se vuelve tan fuerte, tan vivo en él que, cuando vuelva a la tierra por segunda o tercera vez, ya no podrá salir de estas corrientes espirituales que habrá creado, y continuará en la misma dirección hasta que un día, por fin, ¡lo conseguirá!… Pero no en una sola encarnación. Pretender que en una sola existencia el hombre vaya a alcanzar la perfección del Señor es la cosa más estúpida y más inverosímil. O bien, es que no se sabe lo que es el Señor. ¿Cómo podemos empequeñecer hasta este punto al Señor que es tan inmenso, tan poderoso, tan luminoso, tan bello, tan lleno de amor? Ni siquiera somos capaces de dejar de fumar, de beber, de jugar a las cartas, de calumniar o de estafar y, en unos años, ¡llegaremos a ser como el Señor! Os lo digo, no saben lo que es el Señor.
Si no comprendemos que Jesús sobreentendía la reencarnación, le dejamos en muy mala posición, porque, o bien no era psicólogo, no conocía la naturaleza humana y pedía a unos bebés que levantasen montañas, o bien no conocía al Padre celestial y decía cualquier cosa. Suprimid la reencarnación y todo se vuelve insensato en la Biblia, en los Evangelios, e incluso en la vida. ¡Cuántas veces os lo he mostrado! Dios es presentado como un ser caprichoso que hace lo que le place, y que, de repente, se pone furioso y condena a la gente al Infierno por toda la eternidad. Pero ¿cómo se puede creer en un Dios tan monstruoso? Y nada se explica tampoco en la vida: porqué tenéis tal o cual hijo, porqué sois pobres o ricos, porqué estáis enfermos o sanos, porqué sois buenos o malos, inteligentes o tontos, bellos o feos, nada se explica. Todo eso es el capricho de Dios. En estas condiciones, ¿dónde está la responsabilidad del hombre? Ya no es responsable… ¿Por qué se dice, entonces, que es responsable de sus actos? Hay ahí algo que no es lógico. Pero con la reencarnación todo se explica, todo se vuelve claro y sensato. ¿Por qué los cristianos han quitado, justamente, la viga que sostenía todo el edificio? Todo se derrumba… quieren hacer algo sin la reencarnación, pero no lo conseguirán. Sólo el día en que acepten la reencarnación, todo se volverá claro.
Pero hoy no es el momento de hablaros de la reencarnación. ¡Ya os he hablado tanto de ella!12 Era sólo para mostraros que cuando Jesús decía: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, sobreentendía la reencarnación. Incluso Moisés hace mención a ella al comienzo del Génesis. No lo explica claramente, claro; no dice: “La reencarnación existe…” En ninguna parte de la Biblia se precisa porque esta creencia estaba tan propagada que era inútil mencionarla, pero algunos pasajes sólo pueden ser interpretados con la reencarnación.
¿Y dónde habló Moisés de la reencarnación? Está escrito en el Génesis: “Y Dios dijo: Creemos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza.” Y más adelante: “Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen lo creó…” ¿Dónde ha quedado la semejanza? ¿Acaso Moisés perdió la memoria para no acordarse de lo que había dicho en la primera frase? ¿Por qué en la segunda frase dice dos veces “imagen”?… ¿Y la semejanza? Pues bien, es ahí, justamente, donde escondió la reencarnación. Eso significa: Hagamos al hombre a nuestra imagen y, después de numerosas reencarnaciones, será a nuestra semejanza. Dios creó al hombre a su imagen, pero no a su semejanza. Sólo lo puso todo en él para que se le pudiera asemejar (esto es la imagen). Como la bellota y la encina: la bellota lleva la imagen de la encina, lo tiene todo para ser semejante a ella, pero no se le asemeja aún. Se le asemejará cuando haya sido plantada y crezca.
El hombre es a la imagen de Dios: como Él, piensa, siente, actúa. Pero no piensa como el Señor, no es tan sabio, no es omnisciente. No siente como Él porque no es todo amor. No crea como Él porque no es todopoderoso. Así pues, en la medida en que piensa, siente y actúa, es a su imagen, pero, un día, cuando se haya desarrollado – y necesita pues varias vidas, varias existencias – será semejante a Él, será tan poderoso como Él, tan bello, tan sabio y tan lleno de amor. Mirad al hijo, es a la imagen de su padre, pero no es semejante a él, es decir, todavía no ha llegado a tener las mismas cualidades, las mismas posibilidades, porque es pequeñito; tiene que vivir mucho tiempo para llegar a ser como él. Lo mismo sucede con el hombre: un día será semejante a su Padre celestial. Esto es lo que quería decir Moisés, pero únicamente los que saben buscar y profundizar pueden interpretar este pasaje.
Pero volvamos a la vida. ¿Por qué los humanos no se deciden a cambiar de vida ? Como os dije, en primer lugar, porque no conocen las ventajas de este cambio. Después, porque no creen que sea posible transformarse. Los científicos, claro, buscan el medio de mejorar la especie humana, pero trabajan solamente en el plano físico. Piensan que operando cambios en los cromosomas producirán, de pronto, genios. Es posible… pero esa es otra cuestión. La tercera razón, es que es cierto, mejorar es difícil. Pero ¡cuántos métodos os he dado hasta ahora para cambiar vuestra vida, para transformaros!… como por ejemplo, cómo hacer injertos: habéis visto un membrillo muy vigoroso que da unos frutos muy ásperos, muy ácidos… Pero como tiene mucha savia, mucha fuerza, podéis injertarlo y así obtendréis frutos suculentos. Evidentemente, como os expliqué, hay que comprender estos injertos en el dominio interior, psíquico. Os dije también que el sol contiene injertos a profusión y que encontraríais en él todos los que queráis para transformaros rápidamente y dar frutos sabrosos y perfumados.
En realidad, no es tan difícil transformarse, todo depende del deseo que tengamos de hacerlo. Cuando estamos asqueados de nosotros mismos hasta el punto de no poder soportarnos ya, si tenemos verdaderamente un deseo intenso de cambiar, de vernos un poco mejor, este deseo puede producir unos efectos extraordinarios. Pero ¿acaso tienen los hombres este deseo intenso? Sí, quizá durante un día, dos días, pero después abandonan todas sus buenas resoluciones y caen al agua. Hay que alimentar constantemente este deseo, y un buen día, cambiamos, nos transformamos, y esto es la resurrección, ya os hablé de ella. Muchos se imaginan que, para resucitar, deben esperar al final de los tiempos, cuando todos los muertos se despierten y se levanten… ¡Así es cómo los cristianos comprenden las cosas! Y entonces, todos estos muertos darán un espectáculo de una belleza, de un esplendor… ¡Es formidable! No, mis queridos hermanos y hermanas, es ahora, en esta vida, que hay que resucitar.13
Evidentemente, siempre quedarán aún cosas que decir sobre la vida: cómo hacer para no malgastarla… Sobre esto tampoco se sabe gran cosa, no se conocen ni las medidas, ni las proporciones, lo veo. A menudo los hermanos y hermanas tienen buenas intenciones, dicen: “Quiero vivir, por fin, una vida divina. Quiero embellecer mi vida, espiritualizarla, consagrarla…” Pero, después, se encuentran ante unos problemas tales que ya no saben ni donde están, están perdidos y hacen tonterías porque no conocen ni la medida, ni los límites, ni las dosis. La cuestión no está pues agotada y habrá que continuar hasta que quede bien clara para vosotros. He dado estas conferencias solamente para que os decidáis a ocuparos de la vida, pero hay muchas otras cosas que decir… La vida es un dominio muy vasto, muy rico, infinito…
Y por eso yo amo tanto esta Ciencia iniciática: porque no tenemos ninguna esperanza de llegar al final. Y es esta desesperanza lo que es magnífico: poder decirse que no acabaremos nunca, esto es lo que a mí me gusta. Cuando veo lo infinito de esta empresa, me alegro… Evidentemente, para algunos, a menudo se produce lo contrario y se dicen: “Como dura tanto, abandono…” y escogen un trabajo que sea posible terminar rápidamente, pero pronto se dan cuenta que ellos también se acaban. Sí, porque se han ceñido a algo finito. Hay que lanzarse a lo infinito, a lo ilimitado, a lo que está más allá del tiempo y del espacio, y de esta manera nos volvemos inmortales, eternos, inconmensurables… ¡No os refugiéis en lo que es pequeño, limitado! Abarcad el infinito y vuestro gozo también será infinito, tendréis sin cesar la felicidad, la luz, la fuerza, la plenitud… En vez de tomar unas pequeñas botellas de alguna parte, id a beber al océano, porque el océano es tan vasto que podréis beber en él durante miles y miles de años sin agotarlo. Sí, mis queridos hermanos y hermanas, ¡id a beber en el océano infinito!
¡Que la luz y la paz estén con vosotros!
Sevres, 7 de abril de 1970
1 Centros y cuerpos sutiles, Col. Izvor nº 219, cap. I: “La evolución humana y el desarrollo de los órganos espirituales”.
2 Los dos árboles del Paraíso, Obras completas, t. 3, cap. VII: “La parábola de las cinco vírgenes prudentes y de las cinco vírgenes necias”.
3 ¿Qué es ser un hijo de Dios?, Col. Izvor nº 240, cap. I: “He venido para que ellos tengan la vida…”.
4 La clave esencial para resolver los problemas de la existencia, Obras completas, t. 11, cap. XXII: “El trabajo para la Fraternidad Universal”, y El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XXIX: “Hacia la gran Familia”.
5 El segundo nacimiento, Obras completas, t. 1, cap. II: “Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá”.
6 La fe que mueve montañas, Col. Izvor nº 238, cap. XI: “Dios, la vida”.
7 “Y me mostró un río de agua de vida”, Col. Sinopsis, Parte X, cap. 3: “De Iesod a Kether: la sublimación de la fuerza sexual”.
8 El Libro de la Magia divina, Col. Izvor nº 226.
9 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 14, cap. XIX: “El alma gemela”.
10 La verdadera enseñanza de Cristo, Col. Izvor nº 215, cap. III: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
11 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte VI, cap. 4: “La Iniciación, un cambio de estado de conciencia”.
12 Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap. VIII: “La reencarnación”.
13 “Al principio era el Verbo”, Obras completas, t. 9. cap. XI: “La Resurrección y el Juicio final”.