Читать книгу La ciudad celeste (comentarios del Apocalipsis) - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 6
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INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS
El cristianismo no apareció un día en el mundo surgiendo de la nada. Es el resultado de diversas tradiciones, y particularmente de la tradición judía representada por la Cábala. Jesús conocía la Cábala, y es necesario poseer las bases de esta ciencia si verdaderamente se quiere comprender tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Desgraciadamente, después de tantos siglos, la Iglesia se ha contentado con transmitir a los fieles algunas migajas, algunas nociones superficiales, y ahora no debe extrañarnos si los cristianos van cada vez más a buscar su alimento espiritual en las doctrinas de Oriente y de Extremo Oriente, porque encuentran al cristianismo pobre e insuficiente. Y bien, ¿de quién es la culpa? El clero debería sentir vergüenza de no haber sabido mostrar toda la riqueza y la profundidad del cristianismo, de su filosofía, de su simbolismo; se ha contentado con impartir todo tipo de sermones que no enseñaban gran cosa, y he aquí el resultado: todos aquellos que buscan algo más, abandonan la Iglesia.
Durante siglos, se ha repetido a los cristianos que lo esencial era tener fe. Cuando se cuestionaban ciertas cosas, les respondían que se trataba de misterios sobre los que no debían indagar. Tan sólo debían creer y serían salvados. Pues bien, no, no basta con creer; la religión no se limita sólo a la fe. Toda religión encierra una ciencia, y si no se da esta ciencia a los fieles para alimentar su intelecto, su alma y su espíritu, éstos acabarán por perder la fe, pues tendrán la impresión de creer en absurdidades.
Sé que muchos no aceptarán la idea de que Jesús conocía la Cábala, pero es la realidad. La Cábala formaba parte de la tradición judía en la cual había sido instruido, y fue Él quien reveló a san Juan toda esta ciencia de la cual se encuentran numerosos elementos en su Evangelio y en el Apocalipsis.
Cada religión posee una enseñanza exotérica que puede transmitirse a todos, y una enseñanza esotérica reservada a una élite espiritual capaz de comprenderla. En la religión cristiana, la enseñanza exotérica está representada por la Iglesia de Pedro; y esta Iglesia se impuso por la fuerza, no dudando en masacrar o quemar a todos aquéllos realmente, parecía que no aceptaban sus reglas. La enseñanza esotérica está representada por la Iglesia de san Juan, que realizó su trabajo en secreto sin perseguir ni masacrar nunca a nadie, a pesar de ser ella misma víctima de la intolerancia de la Iglesia de san Pedro.
Así pues, Jesús dio a san Juan una enseñanza que no dio a sus otros discípulos; y éstos, que se dieron cuenta de ello, se sintieron algo celosos. Al margen de todo esto, la Iglesia de san Juan es la depositaria de la quintaesencia de la doctrina de Jesús, y está siempre dispuesta a instruir a los humanos que muestran deseos de profundizar en los secretos de la creación y todas las verdades referentes al mundo invisible y al desarrollo espiritual del ser humano El Apocalipsis es el libro de la Iglesia de san Juan, pero para poder interpretar todos esos nombres, esos símbolos y esas imágenes que contiene, es preciso tener conocimientos sobre la Cábala, la astrología, la alquimia, la magia, e incluso de las cartas del Tarot que, por supuesto, no son cartas de juego como algunos imaginan, sino que representan un compendio de toda la Ciencia Iniciática.
Por esto es por lo que la mayoría de los pastores y sacerdotes evitan interpretar el Apocalipsis, ya que se verían obligados a aceptar todas estas ciencias, y asimismo a cambiar ciertos aspectos de la religión. Sí, dejan el Apocalipsis de lado porque éste es la prueba de que los Libros santos precisan del conocimiento iniciático para ser interpretados. Incluso prefieren dar a entender que cuando san Juan lo escribió, dado que ya era un hombre viejo, se dejó influir por los rabinos, o que habiendo perdido un poco la cabeza, contó cosas inverosímiles. Así, en vez de estudiar para poder entender y descifrar los símbolos, prefieren pensar que san Juan desvariaba, y dejar de lado el Apocalipsis.
Algunos dirán: “Sí, ¡pero es un libro tan oscuro y difícil de interpretar!..” Es oscuro para aquellos que no poseen las claves, pero para los que las poseen, es el libro más claro. Ciertamente, las imágenes, los símbolos, no están situados en el orden en que podrían entenderse: algunos, que no encontramos hasta el final, están relacionados con los pasajes del principio, o bien de la mitad; exactamente como si se tratara de cartas que hubiéramos echado al azar. Pero el que posee la verdadera ciencia, toma estas cartas, las ordena y las lee. Cuando se conoce el significado de los nombres y el sentido oculto de los símbolos, todos los elementos que, en apariencia, no tienen ninguna relación entre ellos, pueden relacionarse; cada uno aclara el sentido del otro y el resultado es un compendio absolutamente lógico.
Yo he leído numerosas interpretaciones del Apocalipsis, y si bien algunas, por supuesto, son verídicas, considero sin embargo que nadie ha dado aún con la verdadera, con la esencia. ¿Por qué? Hay varias razones, pero la primordial es que, en vez de descubrir en este libro lo que es esencial, es decir la descripción de los elementos y de los procesos de la vida interior y de la vida cósmica, se ha profundizado más en los personajes, a los países o los acontecimientos históricos. De este modo, ¡cómo no van a cometerse errores de interpretación sobre los cuatro jinetes, la bestia de siete cabezas y diez cuernos, la mujer coronada de estrellas, la gran prostituta, o la Nueva Jerusalén!
Yo también os he dado la interpretación de algunos pasajes, y podría continuar haciéndolo, pero, ¡hay tantas cuestiones previas a considerar! ¿Qué es lo que haríais con el Apocalipsis si antes no habéis trabajado para adquirir las verdaderas bases de la vida espiritual? No basta con comprender intelectualmente todos estos símbolos: hay que poder vivirlos en uno mismo Mientras no hagáis previamente un trabajo de purificación, de autodominio y de elevación interior, seguiréis estando al margen de las maravillas del Apocalipsis.