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Introducción

Oriana Bernasconi, Carla Fardella y Sebastián Rojas Navarro

It matters what matters we use to think other matters with; it matters what

stories we tell to tell other stories with; it matters what knots knot knots, what thoughts think thoughts, what descriptions describe descriptions, what

ties tie ties. It matters what stories make worlds, what worlds make stories1.

(Donna Haraway 2016)


La investigación social sobre sujetos y subjetividades

Durante su transcurso, las ciencias sociales se han visto cautivadas, una y otra vez, por la pregunta por el sujeto y la subjetividad. Ya sea que esta fascinación fuera motivada por un afán de comprensión, de diferenciación, de liberación o de intervención, diversos autores se han detenido en la pregunta por el sujeto y los efectos que sus diversas composiciones provocan en la vida social. Y el siglo pasado no fue una excepción. Como describe Nick Mansfield (2000), desde los tempranos esfuerzos realizados por Sigmund Freud hasta los trabajos de Michel Foucault y Judith Butler, pasando por autores y autoras de gran importancia como Jean-Paul Sartre, Alain Badiou, Edward Said o Donna Haraway, la subjetividad ocupó un lugar privilegiado en la teoría social.

Tal como aconteció con otras disciplinas y saberes que encontraron en la modernidad su condición de emergencia y consolidación, las teorías sobre la subjetividad y el sujeto que circularon durante buena parte del siglo XX fueron modeladas siguiendo los principios que permitieron la validación y auge de los saberes científicos. Así, las ciencias sociales se aproximaron a la pregunta por la subjetividad y el sujeto mediante formulaciones que sostenían su validez y pertinencia en poder ofrecer una imagen científica y racional de lo que somos. Estos principios no deben ser tomados a la ligera ya que, después de todo, garantizaron la aceptación y popularización de estos saberes y sirvieron de referencia para la definición de los propósitos, técnicas y métodos que dieron vida a las teorías científicas sobre los sujetos del siglo veinte. Así, las ciencias sociales se orientaron a la producción de un conocimiento objetivo, metódico y racional sobre el sujeto. Para ser conocido, el sujeto debía ser medido, evaluado y palpado (Rose 1998). Sin embargo, no muy tarde, estos múltiples y sistemáticos esfuerzos para edificar un conocimiento secular, racional, objetivo y universal acerca de la subjetividad, sufrieron incisivas críticas, entre otras razones, por operar como un ejercicio de dominación, reduciendo la alteridad a lo ya conocido, a lo previamente explorado y a lo ya subyugado, y situando lo diferente como un fenómeno periférico, peligroso y carente de valor (Giaccalia et al. 2009). En adelante, mientras algunos autores han develado los mecanismos mediante los cuales se intentaba preservar y sostener dicha fantasía a expensas de otras formas posibles de existencia –por ejemplo, la formación de la identidad negra en una sociedad blanca o del “orientalismo” en una sociedad occidentalizante en las críticas de Fanon (1963) y Said (2003)–, otros han ido señalando los límites, contradicciones y sombras de aquel sueño moderno. Desde entonces, el hombre no solo ha sido examinado según las fuerzas que lo cruzan, sino también según todo lo que expulsa. Se han problematizado los particularismos del ímpetu antropocéntrico que lo inunda: una concepción unitaria, nacionalista, androcéntrica e imperialista que promueve como universal a un hombre liberal e individualista que “define su perfectibilidad en términos de autonomía y autodeterminación” (Braidotti 2013).

Frente a la imposibilidad de estar a la altura de sus propias promesas, lo moderno comienza paulatinamente a colapsar, dando paso a nuevas configuraciones y coordenadas, donde el sujeto puede aparecer y ser reconocido (Vattimo 1988, Lyotard 2009, 2012, Rorty 1996). Bajo la designación de modernidad tardía o postmodernidad –conceptos multívocos y de compleja delimitación– es posible apreciar el surgimiento de un conjunto alternativo de procesos culturales y filosóficos que no solamente reflejan un cambio de época, sino que también impulsan nuevos modos de reflexión con respecto a lo subjetivo y lo social. Así, los eventos de la segunda mitad del siglo XX conforman y aceleran un conglomerado heterogéneo de críticas sobre la capacidad del paradigma moderno para comprender la realidad social (Serres 1991). En efecto, los movimientos por los derechos civiles en EE.UU. y contra la guerra de Vietnam, las manifestaciones estudiantiles en Francia que condujeron a mayo del 68, la segunda ola del movimiento feminista, así como la teología de la liberación, junto con los movimientos de educación popular, provocan, instalan y reflejan una desafección transversal con respecto a las promesas de progreso. Los cuestionamientos que estos movimientos ponen sobre la mesa tendrán un profundo impacto en las ciencias sociales y sus elaboraciones sobre el sujeto, particularmente en asuntos relativos a la certeza epistémica sobre su estudio, la univocidad de su composición, las expectativas de universalidad y racionalidad, y la relación entre lo humano y no humano (Aylesworth 2015).

A partir de la fractura del ideal unificado de sujeto postulado por la ciencia moderna, las ciencias sociales han visto pasar una sucesión de diversas orientaciones. Conocidos en las ciencias sociales bajo el nombre de “giros”, estos desplazamientos han logrado mantener una constante actualización de las teorías y saberes durante las últimas cinco décadas. Si bien pueden superponerse en algunos aspectos parciales, cada uno propone diferentes claves para entender la subjetividad y actuar con respecto al sujeto. Si bien no todos estos giros han tenido el mismo impacto y relevancia, algunos de ellos han marcado un precedente significativo para el curso y desarrollo de la teoría social, comenzando por el giro lingüístico. Como destaca Martín Jay (1988), el giro lingüístico no es un movimiento coherente ni cohesionado, sino que más bien hace alusión a una inquietud compartida por diversos teóricos, desde la mitad del siglo XX, sobre el rol del lenguaje y las variadas formas en que este cobra relevancia y significación en la filosofía, en la teoría social y en la producción del mundo. A partir de este primer movimiento pueden, posteriormente, distinguirse otros desplazamientos que han empujado la pregunta respecto al sujeto, sus condiciones y sus alcances. Por nombrar algunos, y sin organizarlos en ningún orden particular, podemos encontrar el giro interpretativo (Rabinow y Sullivan 1979), el giro histórico (McDonald 1996), el giro afectivo (Clough y Halley 2007, Blackman y Venn 2010, Masumi 1995, Ahmed 2004), el giro performativo (Butler 1990, 1996, Bell 2007, Soley-Beltran y Sabsay 2012), el giro material (Greco y Stenner 2013), el giro hacia las prácticas (Knorr-Cetina y Von Savigny 2001, Reckwitz 2002, Schatzki, Regehr, Stern y Shlonsky 2007) y el giro ontológico (Haraway 1989, Mol 2003). Estos y otros giros;indican la variabilidad que comienza a incubarse en la teoría social. Como ha sido señalado por investigadores e investigadoras de la subjetividad, un efecto particularmente interesante de estas transformaciones es que dejan de pensar la subjetividad únicamente como la suma de posiciones discursivas, o como producto de estructuras, y le conceden una “ontología no-derivativa”, es decir, no ya como efecto subsidiario o mímesis de una realidad preexistente, sino como una ontología distintiva (Blackman, Cromby, Hook, Papadopoulos y Walkerdine 2008). Así, la teoría social actual se caracteriza por ofrecer una diversidad de posibilidades para repensar la subjetividad y los sujetos, permitiendo con ello “desanclar” los presupuestos modernos. Se aprecia, entonces, un dislocamiento del sujeto moderno, una alternativa a la presunción humanista y/o antropocéntrica que lo sostenía, y la proliferación de aquello que podríamos denominar como marcos “post” o “pos”, es decir, opciones teórico-metodológicas que surgen como respuesta al declive del sujeto moderno como clave de intelección de los individuos contemporáneos.

Independientemente de la variabilidad existente entre ellos, estos marcos “post” parecen organizarse alrededor de algunas ideas compartidas. Primero, una marcada orientación posantropocéntrica o poshumana, que implica el cuestionamiento de la primacía del sujeto humano como actor o agente exclusivo de lo social, con la consecuente apertura analítica hacia el estudio de otros seres y actantes que co-sostienen nuestras existencias. Por supuesto, en esta sensibilidad, existen diferencias. Rosi Braidotti (2015) enfatizará que el sujeto poshumano no coincide ni con el sujeto posmoderno ni con el sujeto posestructuralista, en tanto que su contingente existencia no se sostiene ni en las premisas antifundacionalistas del posmodernismo, ni en la inflexión lingüística del posestructuralismo (2015, 67). Sin embargo, compartirá con estas sensibilidades una noción expandida de la agencia, y una ampliación con respecto a quiénes pueden ser considerados actores sociales, de modo de “(…) acomodar a los múltiples actantes no humanos con quienes compartimos y co-constituimos nuestros mundos comunes” (Marchand 2018, 293, traducción propia).

Un segundo punto de confluencia radica en plantear alternativas a las ya desgastadas concepciones del sujeto y la subjetividad como meros efectos de las estructuras o de la relación dialógica entre estructuras y agencias, promoviendo lecturas distribuidas y situadas. También es posible apreciar esfuerzos por revisar la concepción de la subjetividad en cuanto posesión individual o sustancia que vendría dada con la vida humana y que se encontraría depositada en aquel espacio virtual e interno ampliamente popularizado por los discursos psicológicos de comienzos del siglo pasado (Rose 1998). En estas nuevas lecturas, la subjetividad no se tiene, ni se posee, ni es reducible a una supuesta “naturaleza” humana. Sería más bien una condición emergente, que surge del entrelazamiento de prácticas y de modos de agenciamiento, de elementos heterogéneos, de co-afectaciones, de discursos y materialidades (Arruda Leal 2011, Rojas Navarro 2018). En un intento por contrarrestar el excesivo poder otorgado al lenguaje en la comprensión de los procesos de subjetivación, estas interpretaciones abren también el campo a la inclusión de la actividad e historicidad de otros elementos, como los afectos y las materialidades en la conformación de sujetos y subjetividades (Barad 2003).

Una tercera propuesta que se desprende de estos enfoques es el relevamiento del carácter profundamente procesual y relacional de la subjetividad y de los sujetos. Ello impulsa a pensarles más allá de las dicotomías entre lo dado y lo adquirido, la naturaleza y la cultura, y otros binarios de similar talante. Estos marcos referenciales alternativos parecen más bien hacer eco de un llamado a pensar desde “el continuo naturaleza-cultura” (Braidotti 2015, 13), con la consecuente transformación que eso implica en términos metodológicos y conceptuales. Las subjetividades y los sujetos son, entonces, considerados como siempre locales, presentes y activos. Esto quiere decir que se encuentran en proceso de configuración –no están cerrados ni terminados–, y solamente logran estabilizaciones temporales y contingentes; son relacionales, en tanto están compuestos de elementos heterogéneos, y se sostienen mediante encuentros con otros actores y agencias. Estas aproximaciones instalan la pregunta por la riqueza y variabilidad de desenlaces que estas configuraciones pueden tener, considerando los procesos abiertos que siguen, las fricciones que enfrentan y las estabilizaciones que logran.

En cuarto lugar, estas sensibilidades toman distancia de las pretensiones universalizantes, las lecturas progresivas y las obsesiones por identificar regularidades sociales y, en vez, trazan objetivos más humildes para las ciencias sociales, basados en conocimientos situados, el análisis detallado de fenómenos empíricos, la riqueza de lo singular y el examen exhaustivo del papel que juega la propia subjetividad y punto de vista de quien investiga. Antes que pretensiones de replicabilidad que terminen por ahogar los modos de existencia que ocurren en otros lugares, les moviliza la posibilidad de resonar en otras latitudes.

Finalmente, un quinto ámbito de convergencia entre estos enfoques radica en reconocer las formaciones de sujeto y subjetividades como espacios de disputa política, cultural y ética. Como remarca el feminismo, no elegimos ser sujetos, necesitamos serlo para volvernos viables. Y al emerger entramos en el espacio del reconocimiento, en el espacio de la norma, de las obligaciones, de los controles y también en el terreno de la disputa por lo normado y por quien norma.


Aproximaciones empíricas al sujeto y las subjetividades

De los movimientos intelectuales y sociales mencionados anteriormente, hemos aprendido que el ser humano no es neutral. Creerlo neutral y universal es, de hecho, lo que ha limitado su problematización. Los mundos tecnocientíficos pero también vergonzosamente desiguales y distópicos que vivimos, nos demandan terminar con ese inmovilismo disfrazado de neutralidad. Por ello, en parte, seguir interrogando al sujeto se vuelve una tarea prioritaria para el ejercicio de unas ciencias sociales críticas y propositivas. Como bien señala Rosi Braidotti...

(…) concentrarse en la subjetividad es necesario porque esta noción nos permite unir problemáticas que se encuentran desperdigadas en una cantidad de ámbitos diversos: las cuestiones de las normas y los valores, las formas de los vínculos comunitarios y las pertenencias sociales, como también los asuntos relativos a la gobernanza política presuponen y exigen la noción de sujeto (p. 12).

Seguir interrogando al sujeto significa conocer las condiciones excluyentes y diferenciales en que tantas vidas están sucediendo (Soley-Beltran y Sabsay 2012, Butler y Athanasiou 2017); y desnaturalizar y debatir sobre las estructuras de privilegio y diferencia que ponen a ciertos actores en desventaja. Pero creemos que una crítica acorde a los turbulentos tiempos actuales no debiera reducirse a denunciar al hombre moderno y todo lo que con él se asocia y sostiene. Pensamos que la crítica debe vincularse también con una multiplicación de las posibilidades de aparición de los sujetos (Latour 2003, Ahmed 2017). Y, por ello, las palabras de Donna Haraway (2016) que abren este libro cobran mayor relevancia que nunca. Si tenemos la posibilidad y obligación de pensar otros futuros, ¿cuáles son estos?, ¿con qué historias los tejeremos?, ¿mediante qué acciones y éticas los sostendremos? Reconociendo los modos diversos, divergentes, episódicos, tozudos, liminales y mixturados en que los sujetos y las subjetividades aparecen hoy, y compartiendo con Haraway la inquietud respecto a la importancia que tienen las historias que usamos para construir y sostener los mundos que habitamos, y los conceptos que utilizamos para reflexionar respecto a las ideas que en ellos circulan, este libro intenta empujar nuestras imaginaciones científicas para proponer más preguntas y líneas de indagación, otras prácticas y modos de pensamiento y producción de ciencias sociales. Para ello, el libro invita a “concentrarse en la subjetividad” mediante la reflexión sobre cómo construimos conocimiento y cómo nos acercamos y responsabilizamos con respecto a aquello que ha de ser conocido (Knorr Cetina 1999) en el campo de estudio de los sujetos y las subjetividades.

Los autores y las autoras aquí reunidos coinciden en comprender que investigar implica enfrentar situaciones que nos demandan no solo la aplicación de métodos, sino el desarrollo de una práctica e, incluso, el cultivo de un oficio (Sennett 1997) que conlleva un posicionamiento intelectual, ético y político, resultado de un diálogo crítico (Fassin 2017). Sabemos, además, que las investigaciones en ciencias sociales no necesariamente siguen un orden secuencial. Por el contrario, suelen suceder a través de procesos simultáneos e implican a menudo revisar lo andado, corregir lo hecho e, incluso, rehacer lo producido. Más aún, la mayoría de las veces conocemos poco y, casi siempre, conocemos parcialmente. Hemos aprendido también que lo imprevisto, el desborde, la fisura o lo inimaginable es lo que a momentos nos permite dar cuenta de aquello con lo que nos encontramos. Y es solamente en este proceso de “encuentros inesperados” que podemos formalizar métodos, estrategias y conceptos cuyo nacimiento y existencia se produce de modo simultáneo a la aprehensión de estas ocurrencias. Ello implica, muchas veces, tener que producir enfoques y aproximaciones alternativas, articular otras consideraciones ontológicas que permitan la existencia de nuevos sujetos epistémicos (Knorr Cetina 2007). La invitación hecha a los autores y las autoras de este libro fue a abrir esos momentos en que la complejidad que enfrentamos al investigar en este campo, nos empuja a crear enfoques para acogerla.

Para abordar este desafío, en las siguientes páginas, los autores y las autoras comparten, mediante exposiciones razonadas, la trastienda de sus investigaciones (Potter 1998, Rorty 1996b, Wainerman y Sautu 2011, Carlino 2006): formalizan procesos abiertos y experimentales, abren sus laboratorios, reflexionan desde experiencias incómodas, toman posición, desandan trayectos, se implican en los asuntos éticos y políticos de sus fenómenos y de la ciencia que practican, y se equipan y ensayan enfoques modelados e incluso negados por las formaciones que intentan investigar: praxiografías, etnografías informadas por epistemologías feministas, eto-etnografías, genealogías de dispositivos, etnografías focalizadas, narrativas biográficas virtuales, interpelaciones y sombreamientos laborales, son definidos, discutidos y compartidos en este volumen. Interrogando subjetividades afincadas no solo contra la norma sino en su subversión, o atendiendo procesos de domesticación recíproca entre “seres de la tierra” (De la Cadena 2011), entre fármacos y niñas, entre crímenes y documentos, entre convivencia y violencia, entre productividad y goce, los capítulos plantean una serie de preguntas desafiantes: ¿Cómo sostenemos sujetos a pesar y por su exterminio?; ¿cómo deconstruir figuraciones y habilitar acciones que nos permitan discontinuar o, al menos, desestabilizar diferencias que reproducen violencias, precarizaciones y exclusiones?; ¿cómo identificar y desanudar focos de problema de modo de reconocer y cuidar modos de existencia heterogéneos?; ¿cómo pensar subjetividades junto con sus contextos y materialidades?; ¿qué experiencias sobre nosotros mismos obligan las verdades que componen nuestros mundos?

De este modo, este libro es un esfuerzo por abordar la resolución empírica de algunas de las principales ideas desarrolladas por los diversos giros que han organizado el desarrollo de las ciencias sociales, considerando las particularidades y dificultades impuestas por el contexto de investigación. A través de sus capítulos, el libro pone a disposición de sus lectores y lectoras modos creativos, exploratorios y contingentes de investigar la producción de subjetividades y sujetos, y ofrece recorridos por los ejercicios mediante los cuales los autores y las autoras intentan, con mayor o menor éxito, sortear los desafíos que enfrentan en esta tarea. Se trata de reflexiones parciales, en la medida en que quienes las hacemos reconocemos, por una parte, el carácter permanentemente incompleto e inacabado de nuestros esfuerzos y, por otra, el que ellos están destinados al análisis de formaciones emergentes, híbridas, contingentes y procesuales que suceden con el mundo, en un constante proceso de (co)afectación en que también estamos implicados e implicadas.

Sinopsis


Los distintos capítulos de este libro abordan aproximaciones genealógicas al sujeto, como ejercicios de contra-memoria, que permitirían problematizarlo conociendo sus condiciones de posibilidad, etnografías feministas para el estudio de la producción de la diferencia de género en la convivencia escolar, etnografías focalizadas para el estudio de la subjetividad en salud, praxiografías que exploran la subjetividad de niñas y niños en relación a psicofármacos, shadowing que nos acercan a la subjetividad académica, entre otros. A su vez, los capítulos tocan una serie de campos de actividad social, algunos altamente institucionalizados como la educación, la salud o la ciencia; otros transversales como el género, la juventud, la vida urbana o la violencia. A través de ellos, el volumen refiere a diversos contextos situados: escuelas, hospitales, universidades, ciudades, espacios laborales y redes sociales.

La primera sección del libro, titulada “Existencias y subjetividades liminales”, reúne tres capítulos que, a partir de diversos contextos, plantean la pregunta por las condiciones de existencia del sujeto. Pensando desde distintos campos de acción, los textos de Bernasconi, Arruda-Leal y Rojas Navarro proponen la existencia de nuevos actantes en el campo social y, por lo mismo, la necesidad de establecer modos creativos y emergentes para poder dar cuenta del rol que estos actantes tienen en la constitución de la subjetividad, ya sea en la escuela, en la calle o en la memoria. Esto, indudablemente, va acompañado de aquello que Bernasconi denomina como un ejercicio ético-político que, en última instancia, se orienta a dar espacio y visibilidad a sujetos que de otro modo se mantendrían silenciados, o bien no existirían en lo absoluto.

Para Oriana Bernasconi, esto se juega en la identificación y análisis de la operatoria de una serie de actantes con el poder de performar al sujeto detenido desaparecido, un sujeto liminal que nace en ausencia y bajo amenaza de erradicación por parte de las fuerzas que impulsan al olvido. Para ello resulta necesario un trabajo cuidadoso de articulación genealógica entre diversos regímenes de performación que disputan lo producible y lo enunciable respecto a esta figura. Es, por ende, un ejercicio ontológico pero a su vez político, que tensiona la figura de la investigadora en un nivel ético.

En el caso de Arthur Arruda-Leal, la problemática se centra principalmente en la interrogación que aparece respecto a un mundo más-que-humano al pensar la ciudad desde una perspectiva ampliada, como un lugar de encuentro multiespecies y que dispone constantes ejercicios de co-afectación entre humano y kiltros. Pero no se trata solamente de un ejercicio de producción de una subjetividad kiltra –heterogénea, mixta, nómade, poshumana–, sino que también de postular una política del encuentro y una metodología afín para explorar dichas aventuras.

La composición heterogénea de la subjetividad es el asunto central de la contribución de Sebastián Rojas Navarro. Su capítulo permite evidenciar cómo la subjetividad es procesual, heterogénea, multideterminada y sostenida mediante operatorias orientadas por una relación de cuidado. Mediante el análisis de prácticas coreografiadas por diversos actores humanos y no-humanos presentes en la sala de clases, accesibles mediante etnografía, el autor propone una idea de la subjetividad profundamente relacional, informada por una teoría poshumana del cuidado. A partir de ello, Rojas Navarro se pregunta por las consecuencias ético-políticas que trae el sostener modos diversos de existencia y subjetividades que normalmente son marginados por el proceso escolar.

La segunda parte del libro, titulada “Cuerpo, salud y subjetividad”, reflexiona respecto a la subjetividad en sus relaciones con una materialidad particular: el cuerpo. Motivo de una conceptualización de larga data en las ciencias sociales, el cuerpo aparece de diversos modos para los enfoques descritos anteriormente. Para los autores y las autoras que escriben estos capítulos, el cuerpo emerge tensionando las epistemologías de género dominantes, en su capacidad de ser objeto de una relación particular con la verdad y su experiencia, o por los intentos que se despliegan al organizarlo, mediarlo y significarlo en contextos, tiempos y espacios particulares.

El capítulo escrito por Alejandra Energici y Nicolás Schöngut se detiene a analizar el cuerpo como un modo de pensar la subjetivación como proceso que trasciende al lenguaje, examinando para ello las dificultades existentes en los marcos tradicionales de la teoría social para dar cuenta del sujeto femenino. Haciendo uso de aportes del giro afectivo, proponen una aproximación a la subjetividad, entendiéndola como una relación de tensiones entre elementos híbridos y heterogéneos, que sitúan al cuerpo en su capacidad de afectar y ser afectado. Para ello ensayan un enfoque epistémico que permitiría ir más allá del determinismo lingüístico, centrado en el análisis de imágenes como estrategia metodológica.

Michel Foucault argumentaba que la subjetividad se constituye en relación a la verdad. Y se preguntaba por cómo habitamos esas verdades que constituyen nuestra subjetividad. En su texto, Jorge Castillo-Sepúlveda, Mariana Gálvez, Jorge Tapia, José Toro y Miguel Catalán proponen una vía de acceso a la investigación etnográfica de la subjetividad en salud y, por lo tanto, a las condiciones y recursos con que las y los pacientes deben aproximarse a su subjetividad y sus cuerpos mientras atienden su enfermedad en un hospital de Santiago de Chile. Combinando el enfoque foucaultiano con elementos de la Teoría del Actor-Red, exponen algunas de las herramientas conceptuales y metodológicas que les han permitido rastrear las relaciones entre verdad y subjetivación en el ámbito de la salud, siguiendo asociaciones entre actividades científicas, tecnológicas y políticas.

Dentro de una indagación sobre los efectos que las ciencias psi han tenido en el espacio escolar, nombrando, regulando y organizando cuerpos y subjetividades, el capítulo de Marcela Apablaza examina el rol de la investigadora en el proceso de investigación y, en particular, su papel en identificar y desanudar modos particulares de subjetivación. Desde el espacio de la etnografía feminista, este capítulo se detiene en la producción de la categoría de la niña problema, a partir de formas específicas de circulación de ideas y prácticas respecto a qué son y cómo deberían comportarse las niñas en una escuela municipal del sur de Chile, y la captura y análisis sensible de los espacios de subversión y resistencia a dicha norma.

La tercera parte del libro se titula “Instituciones y subjetividad”. En ella se reúnen tres capítulos que reflexionan sobre los efectos que la relación con la norma conlleva en la elaboración de las subjetividades. Como bien menciona Carrasco en su capítulo, son escritos que comparten la inquietud por comprender cómo programas de saberes científicos, programas de Gobierno, normas e instituciones configuran al sujeto de intervención. Así, estos capítulos levantan distintas interrogantes respecto a la función y límites de la institución, a sus efectos en la subjetividad y en los procesos de investigación.

El capítulo de Ximena Carrasco gira en torno a los procesos de subjetivación que se desprenden de la reciente implementación de la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente en Chile. La autora analiza el caso de los jóvenes infractores de ley desde las teorías de la gubernamentalidad, enfrentando un problema central en este tipo de investigación: la imposibilidad de acercarse al sujeto estudiado. ¿Cómo debe proceder la investigación cuando es interceptada por barreras institucionales? ¿Qué deberes y derechos éticos enfrenta la investigación cuando busca modos de acceso a procesos de subjetivación que ocurren detrás de los muros de la institución? ¿Qué formas deben adoptar los métodos para dar cuenta de esos focos de experiencia? Mediante un enfoque narrativo-biográfico a textos posteados por estos jóvenes en Facebook, la autora ensaya una alternativa a estas preguntas.

Para Alan Valenzuela, Álvaro Soto y Antonio Stecher, el problema de la identidad debe pensarse en relación con los contextos cambiantes que encontramos como efecto de la flexibilización laboral. Es en una ecología de interpelaciones múltiples en donde las y los trabajadores construyen una identidad laboral entendida como una narrativa que tiene como finalidad otorgar sentido a esas experiencias. Según proponen los autores, el carácter narrativo de estas identidades debe entenderse como abierto a la transformación en tanto son cristalizaciones de elementos histórica y culturalmente situados. Para ello analizan las redes de gestión que articulan a los trabajadores como actores que son interpelados constantemente respecto a su posición y sus acciones.

Finalmente, Carla Fardella, Vicente Sisto y Enrique Baleriola muestran de qué manera los estudios sociales del trabajo evidencian una preocupación por el sujeto y su conceptualización, en tanto unidad central de los procesos socio-productivos del capitalismo. La reorganización del trabajo, derivada de la transformación de las matrices socio-productivas de las últimas décadas, está condicionada a la adscripción subjetiva de la fuerza laboral. Por ello, el prototipo tradicional moderno de trabajador: individualizado, disciplinado por la institución y racional, es tensionado por expectativas como el compromiso afectivo con sus tareas o el llamado a la proactividad y la libertad. Esto no solo indica una transformación en el campo de las subjetividades laborales, sino que demanda nuevas herramientas teóricas y metodológicas para su estudio. El capítulo ofrece una discusión sobre la subjetividad laboral y presenta el shadowing (sombreo) como un diseño metodológico original y pertinente para estudiar al sujeto académico en coherencia con las transformaciones del trabajo universitario.

Los alcances del libro


Revisando mundos heteronormados, regímenes de impunidad, geometrías adultocéntricas, silenciamientos velados, trabajadores moldeados y cuantificados, más allá de binarismos –niñxs/fármacos, animal/humano, víctima/perpetrador, masculino/femenino, infracción/ley, trabajo/trabajador–, este libro invita a pensar los espacios actuales de aparición de sujeto(s) como ontologías relacionales. ¿Cómo podríamos entender a Antonia –una niña diagnosticada con déficit atencional– separada o recortada de Josefina, su compañera de banco, que sostiene y acoge su “ser traspapelado”? ¿Cómo pensarnos sino en relación a las formas que proveemos para convivir con otras especies? ¿Cómo no pensarnos en el mestizaje, en lo kiltro, en lo trashumante, en lo liminal? ¿Cómo pensar a los desaparecidos sino con sus familiares que les reclaman, y que nos urgen a comprender que la no repetición de aberrantes crímenes de Estado pasa por asumir que sus muertos nos pertenecen a todos? ¿Cómo no asumir que pensar sujetos implica, a veces, mirar de frente a lo inhumano? ¿Cómo registrar los instantes de fuga de las subjetividades ideales?

Así también, las investigaciones aquí reportadas empujan a pensar las fronteras como costuras, a transitar por la norma para disputarla en su ley, a explorar los intersticios, a aceptar la imprecisión de los fenómenos, a seguir la agencia de entidades sutiles y a rastrear la actividad de dispositivos variables y difusos. Empujan, en definitiva, a abrir las ciencias sociales a espacios de indeterminación; a modos friccionados, irritados y discontinuos de aparecer; a prácticas de cuidado, conmiseración y denuncia. A nuestros afectos e irritaciones. Y, por cierto, a seguir disputando modos hegemónicos de ser y aparecer, incluyendo la propia persona del autor. De este modo, el libro intenta contribuir a la práctica de una ciencia social especulativa, abierta a la invención de otros futuros y otras realidades (Wilkie, Savransky y Rosengarten 2017), capaz de ampliar el espacio intelectual y “generar lugar” (Ahmed 2017) para acoger la diversidad de formas de devenir que componen nuestros escenarios sociales contemporáneos.

Indudablemente, una apuesta como la que realiza este libro también actualiza el acercamiento a la ética de la investigación. Abandonar los presupuestos del hombre moderno, del humanismo, de aquellas subjetividades unificadas, centradas y homogéneas implica un desplazamiento a aquello que Elizabeth Grosz (2017) denomina como ontoética. En diversas intensidades y modos, las y los autores se preguntan respecto a lo que el mundo podría ser. Es un modo experimental de investigar, que se orienta a pensar más allá de las relaciones de lo humano con lo humano, o de lo humano en el mundo, y explora las co-afectaciones de lo humano con el mundo y cómo estas vinculaciones pueden florecer en diversos aspectos y cobrar distintas formas. Ontoética en tanto que, como dice Grosz, trata de hacerse cargo de la pregunta respecto a cómo actuar en el presente de modo tal que permita producir un futuro diferente, uno que no replique las limitaciones e injusticias del presente.

Así, una sensibilidad compartida recorre estos capítulos. A través de las diversas investigaciones pueden apreciarse intentos por remendar, atender, sanar, registrar y, en última instancia, cuidar de mundos y formas de vida que requieren de nuestra colaboración para resistir esa lenta violencia y olvido que amenazan constantemente su existencia (Nixon 2019). De este modo, cada intento por producir conocimientos con los diversos actores que en este libro son visitados es, finalmente, una apuesta por producir mundos menos descuidados. Cada aventura emprendida y registrada en estas páginas es, siguiendo a Puig de la Bellacasa (2017), un intento por disputar los valores éticos-hegemónicos que normalmente rigen nuestras investigaciones ya que, después de todo, ¿tiene sentido pensar desde una posición que sea ajena y extranjera a los mundos que nos gustaría ver transformados? Por lo pronto, estos capítulos comparten un modo más explícito de vinculación con las políticas de producción, a la vez que transparentan y se hacen responsables de los efectos políticos, éticos y afectivos de la investigación.

1 Importa qué materias usamos para pensar otras materias, importa qué historias contamos para contar otras historias con ellas, importa qué nudos anudan los nudos, qué pensamientos piensan los pensamientos, qué descripciones describen las descripciones, qué lazos enlazan los lazos. Importa qué historias hacen mundos, qué mundos hacen historias.

Referencias

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Arruda-Leal, A. (2011). “La experiencia de subjetividad como condición y efecto de los saberes y las prácticas psicológicas: producción de subjetividad y psicología”. Estudios de Psicología, 32(3), 359-374. https://doi.org/10.1174/021093911797898529.

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Sujetos y subjetividades

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