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Capítulo 2 · La sabiduría trae auténtica libertad
ОглавлениеPrólogo, parte 2
* * *
Zaratustra bajó solo de la montaña, y nadie se lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo que había dejado su santa choza para buscar raíces en el bosque de pronto se paró ante él. Y entonces le habló a Zaratustra:
“Esta maravilla no me es extraña. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra. Pero ha cambiado”.
“Entonces cargabas a la montaña tus cenizas contigo: ¿ahora llevas tu fuego a los valles?, ¿no temes un castigo incendiario?”.
“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha su boca. ¿Acaso va solo como un bailarín?
“¡Cuánto ha cambiado Zaratustra! Zaratustra se ha vuelto un niño, un hombre despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.
“Has vivido en soledad como en el mar, y el mar te aburrió. Ay, ¿quieres ir a la playa? Ay, quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.
Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.
“Por qué”, dijo el santo, “¿fui dentro del bosque y el desierto? ¿No era porque amaba demasiado a la humanidad?”. “Ahora amo a Dios: A la humanidad no la amo. El hombre es una cosa tan imperfecta. El amor a la humanidad me destruiría”.
Zaratustra contestó: “¿Yo que digo amor? Le traigo un regalo a la humanidad”.
“No les des nada” dijo el santo. “Mejor quítales algo y que carguen con eso, les gustará más; ¡si tan sólo te complaciera a ti!
“Y si quieres darles algo, ¡no les des más que ayuda, y déjalos que mendiguen por ella!”.
“No”, contestó Zaratustra. “No doy ayuda. No soy suficientemente pobre para eso”.
El santo le sonrió a Zaratustra y continuó:
“¡Fíjate si ellos aceptan tus tesoros! Desconfían de los eremitas y no creen que vengamos a dar”.
Nuestros pasos suenan muy solitarios entre sus calles. Y por las noches, si escuchan en sus camas a un hombre que va mucho después de que salió el sol, seguramente se preguntarán: ¿adónde va ese ladrón?
“No vayas a los hombres, ¡permanece en el bosque! ¡Mejor ve a los animales! ¿Por qué no eres como yo?, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?”.
“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. Y el santo contestó: “Hago canciones y las canto, y cuando lo hago, me rio, lloro y murmullo: luego alabo a Dios.
“Alabo a Dios con el canto, con el llanto, y con mis sollozos alabo a Dios, que es mi Dios. Pero ¿cuál es el regalo que nos traes?”.
Cuando Zaratustra escuchó estas palabras, saludó al santo y dijo: “¿Qué es lo que podría tener para darte?”.
“Pero déjame ir rápido, que podría tomar algo de ti”. Y entonces se separaron uno del otro, el viejo y Zaratustra se reían como se ríen dos muchachos.
Pero cuando Zaratustra se quedó solo, entonces habló con su corazón.
“¡Puede ser posible! Este pobre santo aun no ha escuchado en su bosque que Dios ha muerto!”.
Zaratustra fue a las montañas en busca de soledad. Puedes encontrar soledad en la muchedumbre, pero nunca solo. La soledad es una especie de hambre por el otro. Estás extrañando al otro. No estás suficientemente dentro de ti, estás vacío. De ahí que todos quieren estar con la multitud y que sean saludados en su derredor por muchas clases de relaciones sólo para que desengañen, para olvidarse de que están solos. Pero esta soledad irrumpe una y otra vez. Ninguna relación puede esconderla. Las relaciones son delgadas y frágiles. En lo profundo sabes perfectamente que aunque estás en la multitud, te encuentras entre extraños. También eres un extraño para ti mismo.
Zaratustra y todos los místicos han ido a la montaña en busca de aislamiento. El aislamiento es algo positivo, el sentimiento de tu propio ser y el sentimiento de que tú eres suficiente para ti mismo, que no necesitas a nadie. La soledad es una enfermedad del corazón, pero estar solo es curativo.
Aquellos que saben de estar solos han ido más allá de la soledad para siempre. Cuando se encuentran solos o con personas, están centrados dentro de ellos mismos. En las montañas están solos, y en la multitud están solos, porque ésa es su realización; esa soledad es nuestra naturaleza. Hemos venido al mundo solos, y vamos a dejar al mundo también solos.
Entre estas dos soledades, entre nacimiento y muerte, sigues solo. Pero no has entendido la belleza de la soledad, y entonces has caído en una clase de engaño, el engaño de la soledad.
Para descubrir la soledad individual no debemos irnos fuera de la multitud. Despacio, despacio mientras nos olvidamos del mundo, hasta que la conciencia se concentre en nosotros mismos, y sucede una explosión de luz. Por primera vez llegas a conocer la belleza y la bendición de estar solo, la tremenda libertad y sabiduría de estar solo.
Zaratustra acostumbraba acompañarse de una serpiente y de un águila mientras vivía en las montañas. En Occidente la serpiente representa la sabiduría. La sabiduría más grande es irse deslizando del pasado, no apegarse a él, tal como la serpiente se desliza de su propia piel y nunca ve para atrás. Siempre su movimiento es de lo viejo a lo nuevo.
La sabiduría no es una colección del pasado, sino la experiencia, la vida en constante renovación. La sabiduría no junta el polvo de la memoria, permanece como un espejo limpio, reflejando lo que es; siempre fresco, siempre nuevo, siempre en el presente.
El águila es un símbolo de libertad. Sola, va a través del sol, lejos en un cielo sin límites, sin miedo. Sabiduría y libertad son dos caras de la misma moneda.
Habiendo vivido en las montañas durante diez años, Zaratustra logró el éxtasis de estar solo, la purificación de estar solo, la independencia de estar solo. Aquí es donde él es único dentro de otras personas despiertas; cuando ellas descubrieron eso, permanecieron en las alturas. Zaratustra inició su camino abajo, de regreso a la multitud. Debía entregar el mensaje a la humanidad: “Están sufriendo innecesariamente, han sido dependientes innecesariamente, están creando toda clase de cárceles para ustedes, solo para sentirse a salvo y seguros. Pero la única seguridad y posibilidad de estar a salvo es conocerse a sí mismos, porque así, hasta la muerte es impotente. No puede destruirlos”.
Zaratustra se situó debajo de las montañas para decir a la gente que la sabiduría no es sinónimo de conocimiento. De hecho, el conocimiento es lo opuesto a la sabiduría. Básicamente, la sabiduría es inocencia, el conocimiento es ego, y la sabiduría es la desaparición del ego. El conocimiento te llena de información. La sabiduría te vacía por completo, pero ese vacío es una nueva clase de llenado. Es lo espacioso.
Va a la gente para decirles que la sabiduría trae libertad. No hay ninguna otra libertad: política, económica; las libertades sociales son falsas. La única libertad auténtica es la del alma, que puede tratarse de un águila e ir sin ningún miedo dentro de lo desconocido y de lo que no se puede conocer.
Porque ha obtenido su estado de última conciencia quiere compartirla. Lo único en él es que sigue amando a la humanidad. No hay una condena sobre la gente dormida, la gente ciega. Siente una tremenda compasión por ellos. Va hacia abajo porque ama la vida. No está en contra de la vida.
El pequeño diálogo con el viejo santo que vive en el bosque es muy significativo. Contiene muchas cuestiones que podrían no resultar aparentes, pero trataremos de descubrirlas tan profundo como sea posible.
Zaratustra bajó de la montaña solo, y nadie lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo, que había dejado su santa choza para ir a buscar raíces en el bosque, de pronto se paró frente a él. Y entonces el viejo le dijo a Zaratustra:“Este buscador no es extraño para mí. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra, pero ha cambiado”.
El viejo santo pudo ver el cambio. Aunque es el mismo hombre, no representa la misma energía. Es el mismo hombre, pero es un individuo totalmente diferente. Partió a las montañas como un ignorante, y está saliendo de las montañas como el hombre más sabio posible. Se fue allá dormido, y regresa despierto. Ha pasado por una transformación.
Cuando se fue a las montañas era sólo un mortal, y cuando regresa, ha logrado la inmortalidad. Ahora está lleno de gozo, lleno de paz, derramando bendiciones en su derredor. Está colmado de amor, de compasión.
“Entonces llevaste tus cenizas a las montañas...”
No eras más que un cadáver. Y has cargado tus cenizas a las montañas.
“...¿ahora llevarás tu fuego a los valles?”.
Esta transformación ha sido tan radical, que en vez de que sean cenizas ahora es fuego. Se fue como oscuridad, y ahora es flama.
“¿No temes un castigo incendiario?”.
Ésta es una nota significativa. El viejo santo está diciendo: “¿No temes regresar hacia la gente ciega, con ojos? ¿Ir lleno de vida hacia los muertos? ¿Ir hacia los dormidos despierto?
“Cuando venías de ellos, eras uno de ellos. Ahora eres totalmente diferente. ¿No crees que estás tomando un riesgo? Ellos te castigarán. No te perdonarán. Tu felicidad es demasiado, no serán capaces de tolerarla”.
Es un hecho extraño, podemos tolerar la miseria de la gente, sin embargo, en lo profundo. Tenemos un cierto gozo cuando otros son desgraciados, porque cuando son desgraciados, tú estás más alto que ellos. Puedes mostrar simpatía y te puedes regocijar de que no eres tan desgraciado. Por eso no se ha crucificado a ninguna gente desgraciada, o envenenado, o apedreado hasta la muerte.
Pero es peligroso ser feliz entre la gente desgraciada porque tú estás en alto, y ellos se sienten ofendidos. Tú puedes ver, ellos no. Es insoportable. Ellos están muertos, y tú vivo. Tienes que ser castigado. Te has desviado de la multitud. ¿No tienes miedo al castigo?
“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha en su boca. ¿Qué no va solo como un bailarín?”.
Los ojos son simbólicos. Forman parte de tu cuerpo, pero también son ventanas del alma. En la medida de que tu alma se silencia, pacífica y gozosamente, tus ojos obtienen profundidad, claridad, pureza e inocencia. Se vuelven tan transparentes que es posible mirar dentro de la propia alma de un hombre.
“Sus ojos están claros, y ningún disgusto acecha su boca”.
Si te fijas en la gente, están a disgusto con todo en su vida, pero no puedes culparlos. ¿Qué han obtenido? Su vida no es más que una larga tragedia de ahogamiento. Es enfermedad hasta la muerte. Siguen respirando, y siguen viviendo y deseando. Sin embargo estos deseos siempre permanecen como deseos. Sus sueños nunca se cumplen.
Mientras van creciendo, ven que sus esperanzas se desvanecen más y más. Es natural que estén llenos de disgusto con todo este negocio de la vida. Nunca pidieron nacer, nunca pidieron que les fuera dado un corazón que sintiera, que necesitara calor, que necesitara amor.
Ellos nunca requirieron que les fuera otorgada un alma que añore las últimas alturas del gozo y del éxtasis. De pronto se encuentran, y todo lo que se les ha dado en la existencia resulta sin llenar. Están verdaderamente enojados.
Uno de los novelistas mas significativos, Fiódor Dostoyevski, en su gran novela Los hermanos Karamazov, un personaje dice: “Sólo tengo una relación con Dios, y ésta es de disgusto. Estoy enojado, y si puedo encontrarlo, lo único que haré es darle un boleto de regreso y decirle que encuentre un camino fuera de mi vida. Es una broma cruel. Nos da tantos deseos, tantos anhelos que no hay posibilidad de llenarlos.Ni siquiera hay una esperanza en el futuro”.
Todo mundo nace con gran entusiasmo y todo mundo muere frustrado.
El viejo santo dice: “Ahora no veo ningún disgusto, ninguna agonía: en su lugar veo éxtasis. Ahí va como un bailarín”. Llegaste a las montañas de alguna manera, arrastrándote, cargando tu cadáver en tus hombros y ahora “¿No va acaso como un bailarín?”.
Ha sucedido la transformación. El hombre se ha realizado a sí mismo. El hombre está borracho de las fuentes de lo divino.
Éste es el cambio más grande en la vida: ser nuevamente un niño.
“...él despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.
La pregunta del santo es la de todos los santos del mundo, de todos los budas, de todos los místicos y de todos los hombres despiertos. Te has convertido en un niño, estás despierto” “¿qué quieres con los que duermen?” Eres un completo extraño para ellos. Te castigarán, podrían matarte. Tu sola presencia se volverá un peligro para su sueño, un peligro para su miseria, un peligro para su ceguera.
“has vivido en soledad como en el mar, y te aburrió el mar. Ay, ¿quieres ir a la costa? Ay, ¿quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.
¿Has olvidado el día que llegaste a la montaña? ¿quieres volver a ser el viejo tú nuevamente?¿Por qué vas hacia abajo, dejando tus asoleados picos? Sabes que en el valle sólo hay oscuridad. ¿Cuál es el propósito de que vayas?
Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.
En aquellas tres palabras se condensa la filosofía de Zaratustra : “Yo amo a la humanidad. Yo amo la vida. No he renunciado al mundo. No he venido a las montañas como un escapista contra la vida. He venido a las montañas para encontrarme a mí mismo, mi aislamiento, mi libertad, mi sabiduría. Y lo he encontrado”.
“Ahora no hay necesidad de que permanezca en las alturas. Por el contrario, estoy tan lleno que necesito gente con quién compartirlo. Quiero compartir mi amor, quiero compartir mi sabiduría, quiero compartir mi libertad, estoy muy sobrecargado, estoy rebosando”
“¿Por qué” dijo el santo, “fui al bosque y al desierto? ¿Qué no era acaso porque amaba demasiado a la humanidad?”.
El santo mencionó: "Yo también fui dentro de las montañas y el bosque debido a que amaba demasiado a la humanidad. Se había vuelto una esclavitud y se había vuelto una dependencia. Me traía sólo miseria y nada más”.
Pero aquí hay una diferencia. Él amaba a la humanidad...demasiado... cuando era ignorante, cuando él mismo estaba dormido. Zaratustra ama a la humanidad cuando está completamente despierto, cuando está iluminado. El amor en quien no está despierto no es nada más que lujuria. Solamente el despierto conoce la belleza, la espiritualidad y la divinidad del amor. Ya no es una atadura.
El amor que está despierto te da libertad. El amor que no está despierto es el amor del limosnero: quiere que tú lo ames, quiere recibir más y más amor. El amor despierto es lo contrario. Es el amor del emperador, quiere darte a ti; tiene demasiado, tal abundancia. Es dar, es compartir, sin ningún deseo de recompensa y sin ningún deseo de obtener algo a cambio.
El santo dijo:
“Ahora amo a Dios: a la humanidad no la amo”.
En esta declaración está contenida la actitud de todas las llamadas religiones. Han estado creando una división que a través de señalar si amas a la humanidad, no puedes amar a Dios. En el Antiguo Testamento Dios dice: “Yo soy muy celoso. Si me amas, no puedes amar a nadie más”.
Ésta es la actitud de casi todas las religiones. Puedes amar este mundo, pero entonces tienes que renunciar al otro mundo: si amas al hombre, has olvidado a Dios. Puedes elegir. Si amas a Dios, debes retirar tu amor por la humanidad; de hecho, debes odiar a la humanidad, debes odiar la vida, debes odiar los placeres. Esta idea de las religiones es monopólica. Dios desea el amor en tu corazón en su totalidad. No tolera ningún competidor.
“Ahora amo a Dios: a la humanidad no la amo . El hombre es algo muy imperfecto para mí. El amor a la humanidad me destruiría”.
A través del santo se condensa la actitud anti vida, anti gozo y anti placer. ¿Por qué no amas a la humanidad? porque la humanidad es algo muy imperfecto. Dios es perfecto. “El amor a la humanidad me destruiría”.
La realidad es que el amor es pureza, en su florecimiento espiritual no hace distinciones. Ama, no porque lo merezcas; ama, no porque eres perfecto; ama, no porque eres dios; el verdadero amor ama por sí mismo. El objeto del amor es irrelevante. Estás tan lleno de amor que vas compartiéndolo con aquellos que son imperfectos. Y, de hecho, lo necesitan más. Aquellos que no son valiosos, necesitan más. Aquellos no tienen merecimientos, de hecho necesitan más.
El dios perfecto no tiene necesidad de tu amor; el dios perfecto es sólo una hipótesis, sólo está en tu mente. Nunca te lo has encontrado; de otra manera, el hombre que va buscando imperfecciones encontraría también imperfecciones en Dios.
¿Alguna vez has pensado en eso? Si de pronto Dios se apareciera frente a ti, ¿no serías capaz de encontrarle imperfecciones?
Tal vez no sea tan hermoso como te lo imaginabas. Probablemente parece chino, o quizás sea negro, o tal vez sea ¡una mujer negra! Tal vez sea muy viejo, un anciano, sin frescura alrededor, sino sólo un viejo apestoso que ha estado ahí durante siglos.
Hay muchas concepciones hipotéticas acerca de Dios. Algunos piensan que tiene cuatro manos. ¿te imaginas cómo se verían cuatro manos? Y otros suponen que tiene mil manos. Una persona de mil manos sería muy útil para estar en un museo, pero amarlo... Y si te da un abrazo... ¡con mil manos! Una vez que puedas salir de ese abrazo nunca más pensarás en Dios.
Hay concepciones de Dios con tres caras, sería curioso verlo, pero no sería hermoso un ser con tres caras. Y quién sabe qué clase de caras serían.
La perfección de Dios está en tu mente, porque Dios sólo es una proyección mental. Y resulta muy fácil que ames a Dios, porque no hay Dios, así que no hay problema.
Amar a una mujer o amar a un hombre... Existen problemas: tus gustos difieren, tus preferencias también. Quieres ir al cine, y tu mujer insiste en no ir; tiene dolor de cabeza.
Alguna vez le preguntaron a Henry Ford: “Cómo logras hacerte rico y más rico; ¿cuál es tu motivación? Él respondió: “Para decirles la verdad, quiero ver si puedo ganar más de lo que mi mujer pueda gastar, y debo aceptar que soy un fracaso”.
Cuando está la otra persona, hay un problema. Quieres dormir y tu marido ronca, ¿que puedes hacer con alguien que duerme a tu lado, y ronca, y que no se le puede ayudar? Se han intentado miles de métodos para evitar el ronquido. El último es una bolsa diseñada eléctricamente que cuelga sobre la boca de la persona. En el momento en que ronca, la bolsa de inmediato cae sobre su cara, y entonces despierta; ¿lo dejarías dormir toda la noche o no? Cada vez que ronca, la bolsa cae sobre su nariz y boca y las cierra.
Tienes una esposa cuyo cuerpo no huele bien y no lo puedes tolerar...
Con Dios todo es hermoso porque ni tienes que dormir con él, déjalo roncar, ni tienes que vivir con él. Si su cuerpo apesta, déjalo que apeste. Sólo es una hipótesis en tu mente.
En cambio, estar en contacto con un ser humano real es una experiencia totalmente diferente. Resulta un prueba de fuego para el amor. Es muy fácil amar a Dios; es muy difícil amar a las personas. No cuesta nada amar a Dios; se requiere una tremenda comprensión para amar al hombre.
Así que aquellos que escapan dentro del bosque y las montañas, y están proyectando una idea de Dios, y aman a ese Dios, han escogido una clase muy fácil de vida. Su amor no va a crecer porque no tiene retos.
El viejo santo está hablando casi en esencia del acercamiento de las religiones: “El amor a la humanidad me destruiría. El hombre, para mí, es una cosa muy imperfecta”. Esto es egoísta. Él piensa de sí mismo que es perfecto y que la humanidad es muy imperfecta. Desde luego que un hombre perfecto sólo puede amar a un Dios perfecto, y Dios es sólo tu alucinación. Si persistes, podrías ver al Dios de tu concepción: no es nada más que un sueño visto con los ojos abiertos; es alucinatorio. No hay nadie frente a ti, pero tu propia idea te ha hipnotizado.
Por eso es que un cristiano verá a Jesús, y un budista a Buda, y un hindú verá a Krishna. Ni por error un cristiano vería a Buda o a Krishna. Ni por error un Krishna vería a un cristiano; Cristo no consideraría a un hindú, porque esa gente no existe, son parte de tu mente; tú los creaste. La Biblia dice que Dios creó al hombre a su propia imagen. Yo les digo: el hombre creó a Dios a su propia imagen.
Zaratustra contestó: “¿Qué dije del amor? Traigo un regalo a la humanidad”.
El amor es siempre un regalo; de otra forma, sería poesía abstracta “¿Qué digo de amor? Traigo un regalo a la humanidad”. El viejo santo está diciendo cuestiones muy significativas: “No les des nada porque nunca perdonan a aquellas gentes que les da algo”.
Sócrates heredó al mundo un método inmensamente valioso para encontrar la verdad: el diálogo socrático. Pero ¿qué hizo la humanidad por él? lo envenenó.
El viejo santo tiene algo de razón cuando recomienda:
“No les des nada... mejor toma algo de ellos y cárgalos con ello, esto les complacerá más; si sólo esto te complaciera a ti”.
Es parte de la psicología humana que quieras ser un dador; no quieres ser uno que recibe. Pero hay cosas que debes recibir. No hay manera de que las des porque no las tienes.
¿Qué pueden darle al Buda Gautama o a Jesucristo o a Zaratustra? Son unos pordioseros, pero aun psicológicamente sucede que deben darles algo, y eso los haría feliz. Ellos han brindado tremendos tesoros, pero nunca se los perdonarán porque son dadores, y tú el que recibe. Son pordioseros. ¿Cómo podrías perdonar a alguien que te ha hecho pordiosero?
Tengo un amigo que nació pobre, pero fue adoptado por una de las familias más ricas de la India. Es un hombre muy generoso, hizo ricos a sus parientes. Estuvo dando a sus amigos, aun a los extraños. Sin embargo, me confesó una vez que viajaba conmigo en el tren:“Siempre quise preguntarte algo, pero no pude reunir el valor de exponerme. Les he dado a todos mis parientes que eran pobres, y ahora son gente rica. Les he dado a mis amigos. Les he dado a extraños que me han pedido. Nunca le he dicho no a nadie. Tengo tanto que puedo ir dando. Pero todos están enojados conmigo, hablan en mi contra”.
Le dije: “Es muy simple, ¿alguna vez les has permitido que te den algo?”.
Respondió: “Yo no necesito nada”.
Le dije: “Eso explica todo. Pero cosas pequeñas... Por ejemplo, puedes hablar por teléfono a un amigo a quien le has dado dinero, una fábrica, y lo has hecho rico, y decirle: “Estaba pasando por tu casa y vi unas rosas hermosas en tu jardín. ¿me podrías traer unas rosas?”. Y la actitud de tu amigo hacia ti cambiará.
“Si estás enfermo, puedes telefonear a alguien y decir: Estoy acostado en la cama con dolor de cabeza y fiebre, y me ha surgido un gran deseo de que estés junto a mí. Ven aquí, toma mi mano y siéntate a mi lado. Eso sería suficiente.
Tienes muchos carros, pero pudiste decirle a alguno de tus parientes: “Necesito tu carro por un día, no necesitas usarlo. Sólo guárdalo en el garage y por la tarde regrésalo”. Pero tu amigo o tu pariente, ellos también pudieron darte algo. Son necesitados.
Él dijo: “Lo voy a intentar, aunque tengo reservas. He hecho de ellos lo que son. ¿Por qué pediría algo? Tengo rosas en mi jardín. Tengo mis propios carros, y los que les he dado; les he dado sus casas.
Yo dije: “Es tu decisión. Tu ego es el que los está lastimando, de que tú eres el dador, y ellos siempre son los que reciben. Si quieres que cambien su actitud hacia ti, tienes que, de alguna manera, convertirte en alguien que recibe. Déjalos que disfruten por algunos momentos del ego de dar”.
Lo intentó, y la siguiente ocasión que nos vimos comentó: “¡Funciona, obra milagros! ¡Nunca lo había visto! Esa gente está feliz conmigo. Están hablado de mi generosidad. Ahora que estoy tomando cosas de ellos me he vuelto generoso. De otra manera, estarían diciendo siempre '¡Es sólo un egoísta; nos ha dado no porque necesitemos algo, nos ha dado sólo para humillarnos!'”
El viejo santo tiene razón:
“¡No les des nada... mejor toma algo de ellos y cárgalos con eso — eso les gustará más; ¡si sólo eso te complaciera a ti! ¡Y si quisieras darles algo, no les nada más que limosnas y déjalos que mendiguen por eso!”.
Su consejo es muy significativo y está basado en profundas verdades psicológicas. Sólo dales limosnas. No les des mucho. Dales lo suficiente para que empiecen a pedir más. Entonces siempre estarán moviendo su cola a tu derredor. Dales sólo cuando mendiguen, y estarán contentos contigo porque no los has reducido a mendigos. Ellos mismos te han mendigado; no es tu culpa, no pueden estar enojados contigo.
Pero un hombre como Zaratustra no podía hacer eso.
“No”, contestó Zaratustra, “Yo no doy limosnas, no soy suficientemente pobre para eso”.
Una gran declaración: “¡No soy suficientemente pobre para eso!”. Para reducir alguien a limosnero, y darle en cantidades tan pequeñas que le creen el deseo por más muestra mi pobreza. “¡No soy suficientemente pobre para eso!”.
Tengo abundancia: Abundancia de amor, abundancia de paz, abundancia de verdad, abundancia de sabiduría, abundancia de libertad; y esto no se puede dar en partes. Sólo es posible darlo como un todo. No puedes cortar la verdad en pedazos, no puedes cortar el amor en fragmentos. O das o no das. Pero si das, tienes que hacerlo con todo el corazón, con totalidad. No importa aun si te crucifican; no importa que se enojen y te fastidien.
El santo se rio de Zaratustra y dijo: “¡Fíjate que acepten tus tesoros!”.
Debido a que siempre los han rechazado, en lo profundo siempre han deseado los tesoros, pero cuando alguien llega a dárselos, los rechazan. Hay un gozo en rechazar, ¿por qué has rechazado a Buda o a Mahavira o a Jesús? Al rechazarlos, les has mostrado: “Podrían tener los tesoros, pero no somos tan pobres para aceptarlos. Tú podrías ser rico al tenerlos. Nosotros somos ricos, más ricos que tú al rechazarlos”.
El consejo del viejo está basado en una gran sabiduría.
“¡Fíjate que acepten tus tesoros! Tienen desconfianza de los ermitaños, y no creen que vengamos a dar”.“Nuestros pasos suenan muy solitarios entre las calles. Y por la noche oyen en sus camas a un hombre que va mucho antes de que salga el sol, y probablemente se pregunten: ¿adónde va el ladrón? ¡No vayas al hombre, quédate en el bosque!”.
He amado este consejo del viejo santo porque los animales son inocentes: no te rechazarán, no estarán molestos contigo y no te crucificarán.
Sólo quisiera agregar a esto: ve a los animales, ve a los árboles, son más sensibles. El hombre se ha vuelto casi insensible, y entre mayor sea el valor, mayor insensibilidad. Sólo entiende el lenguaje del dinero, del poder y del prestigio. Ha olvidado el del amor, el del gozo, el del baile.
“¿Por qué no serías como soy yo, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?”.“¿Y qué es lo hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. El santo contestó: “Hago canciones y las canto, y cuando las hago, me rio, lloro y murmuro: entonces adoro al Dios que es mi Dios. Pero ¿qué es lo que nos traes como regalo?”Cuando Zaratustra escuchó estas palabras, saludó al santo y dijo:“¡Qué es lo que tengo para darte!”.“Pero ¡déjame ir rápido, porque podría tomar algo de ti!”. Y luego se separaron uno del otro, riendo como se ríen dos muchachos.
Zaratustra dijo:“¡Qué es lo que tendría para darte!”. Tú cantas, creas canciones, estás alegre. En tu aislamiento eres absolutamente feliz, ¿qué puedo darte? Déjame ir, temo que podría llevarme algo de ti, y ya estoy muy cargado con canciones, con alborozo. Los dos estamos cargados. Tú has escogido vivir con los osos como oso, vivir con los pájaros como pájaro, vivir con los árboles como árbol. Yo he escogido regresar al hombre y vivir como un hombre. No tengo nada que darte. Ya lo tienes. Ambos se entendieron, y el viejo y Zaratustra se separaron riéndose como dos muchachos.
Pero cuando Zaratustra estuvo solo, le habló a su corazón: “¿Puede ser esto posible? Este viejo santo en el bosque no ha escuchado que ¡Dios está muerto!”
Esto es algo que debe entenderlo cualquiera que esté en búsqueda de la verdad, en busca de la religiosidad, en busca del crecimiento espiritual: que Dios es sólo una hipótesis. Dicho esto su muerte Dios está muerto es sólo una manera de decir que Dios nunca estuvo vivo. Sólo es para satisfacer la curiosidad del hombre, que las mentes astutas han inventado la idea de Dios. No es una revelación, es sólo imaginación, forzada por condicionamiento de siglos.
Pero en su corazón dijo: “¿Será posible que un viejo hermoso que hace canciones y canta, que vive con los pájaros y los árboles y los animales, en su bosque no haya escuchado que Dios está muerto? ¿Que aún esté hablando de amar a Dios?”.
Estoy totalmente de acuerdo con Zaratustra y con Nietzsche, sólo que mi expresión es diferente. Quiero decir que Dios nunca ha estado vivo, nunca ha habido ningún Dios. Dios es un invento que sale del miedo, de la codicia o de la frustración en la vida. Dios es una invención de aquellos que no han sido capaces de aprender el arte de la vida.
Y porque no han podido bailar, empiezan a condenar el baile. De hecho, ellos mismos están lisiados porque no pudieron vivir. La vida requiere estar alerta, inteligencia, paciencia y tolerancia. Debido a que no pudieron desarrollar estas cualidades en ellos mismos crearon la idea de que algo está mal en la vida: algo para renunciar. Pero no puedes renunciar a algo mientras no encuentres algo más grande que ganes con la renuncia. Así que Dios es la más grande proyección de la avaricia: renuncia al mundo y obtendrás a Dios. Renuncia al mundo y puedes obtener el paraíso.
Éstos son inventos del escapista, del lisiado, del retardado, de aquellos que no han podido aprender el arte del amor, el arte de vivir, que no saben cómo cantar, que no saben cómo bailar. Naturalmente el que no sabe cantar condenará el canto. Ésta es una medida defensiva para esconder el propio retardo, la propia ignorancia.
Dios es la creación del que no es sabio, no del sabio. Es la creación del esclavo, no de aquellos que aman la libertad.
Zaratustra está inmensamente enamorado de la vida y de todo lo que la vida provee. Es el único místico con una inmensa afirmación de la vida. No hay lugar para renunciar a nada, la vida es un regalo de la existencia. Aprende a gozarla, disfruta de ella. Baila con los árboles y baila con las estrellas. Ama sin celos. Ama sin competencia. Acepta a todos sin juicio. Y entonces no habrá necesidad de ningún Dios. Tampoco habrá necesidad de ningún paraíso. Podemos transformar la Tierra en una existencia divina. La propia vida puede ser una expresión de lo divino.
Estoy completamente por lo divino, porque lo divino es una cualidad que puedes aprender, hacer crecer. Dios es sólo una idea.
Entre más pronto se suelte es mejor, porque resulta una pérdida de tiempo innecesaria.
Millones de personas en el mundo están rezando, sin saber que no hay nadie que escuche sus plegarias. Millones están adorando estatuas de piedra. Si no pueden amar a los seres vivos, ¿cómo les es posible amar estatuas de piedra? Pero algunas estatuas son confortables. No crean problemas. Puedes hacer lo que quieras: derramar agua sobre ellas, s ofrecerles cocos podridos; no se van a oponer. Puedes decirle a la estatua lo que sea en cualquier idioma, bueno o malo, no importa.
El amor necesita del otro para estar vivo. Pero entonces requieres aprender el arte de vivir. Ésta es una de las estupideces, que ninguna universidad enseña a la gente el arte de vivir, el arte de amar, el arte de la meditación. Pienso que todo lo demás está muy por debajo del amor, la vida, la meditación, la risa. Puedes ser un gran cirujano, puedes ser un gran ingeniero, puedes ser un gran científico, pero aun así necesitas el sentido del humor, el arte del amor, el arte de vivir, necesitas estos grandes valores en tu vida.
Pero te sorprenderás. Yo sólo enseño estas cosas: amor, vida, risa, y como antecedentes de esto, meditación, pero el Gobierno de la India no está dispuesto a aceptar esta escuela como una institución de educación. La aceptarían como una institución de educación si estuviera enseñando Geografía, Historia, Química, Física; es decir, las cuestiones mundanas de la vida.
No digo que no se deban enseñar, pero no tendría que ser la única educación. Para mí es una clase baja de educación, y cada universidad debería tener una facultad más elevada de educación, donde se enseñen los valores reales de la vida, porque la Geografía no te puede hacer un hombre mejor, ni la Historia un mejor amante, ni la Química te convertirá en un meditador.
Lo que se enseña en las universidades no puede brindarte sentido del humor. No puedes reír, no puedes bailar no puedes cantar, tu vida casi se vuelve un desierto.
Zaratustra quisiera que tu vida fuera un jardín donde los pájaros cantaran, donde las flores florecieran, donde los árboles bailaran, donde el sol aparezca con gozo. Zaratustra está absolutamente por la vida, y ésa es la razón por la que no tiene muchos seguidores. Los envenenadores, la gente destructiva, tiene millones de seguidores. Y el único maestro y místico cuyo mensaje completo es amor y vida tiene las más pequeña religión del mundo.
La religión de Zaratustra será la única religión. Las otras religiones deberían estar enterradas en cementerios porque excepto por la vida, no hay Dios, y excepto por el amor no hay plegarias.
...Así habló Zaratustra.