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Presentación

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Hace seis años, en 2008, pensando en los inmensos desafíos que la realidad colombiana presentaba a nuestras instituciones y a la sociedad entera, empezamos a pensar en la posibilidad de que desde la Universidad de La Salle pudiéramos ofrecer una propuesta educativa novedosa para apoyar el desarrollo rural del país y, sobre todo, abrir posibilidades para que algunos jóvenes de procedencia rural pudieran encontrar en nuestra institución un espacio de crecimiento personal y de cristalización de sus sueños.

No se veía una empresa fácil porque cualquier idea novedosa conlleva muchas dificultades: problemas de financiación, demanda de infraestructura, generación de nuevas aproximaciones didácticas y pedagógicas, voces que al unísono gritan “no se puede” y que llevan a dudar de tal manera que pueden asfixiar y arruinar las mejores intenciones.

No puedo negar que nací en una generación soñadora y utópica que invitaba a sobrepasar las capacidades humanas y a lanzarse apasionadamente a la novedad, a los caminos no transitados, a vencer los gigantes que cual molinos de viento se atravesaban en las búsquedas. No solo era posible soñar, sino que era un ejercicio cotidiano que nos convocaba, nos ilusionaba y nos lanzaba a la acción. La praxis era casi el signo de nuestro quehacer: reflexionar y actuar y volver a pensar sobre lo actuado y lo reflexionado. Leímos con fruición en esos días sobre sociología y política; devorábamos las novelas del realismo mágico; poníamos un toque existencialista al cotidiano y, en nuestro caso, la Teología de la liberación nos daba elementos para diseñar mundos posibles y proyectos alternativos desde la inspiración cristiana. Cómo no recordar en estas páginas el desafiante capítulo que Gustavo Gutiérrez (1977) dedicó a la “Fe, utopía y acción política”, hasta el punto de decir que “la fe y la acción política no entran en relación correcta y fecunda sino a través del proyecto de creación de un nuevo tipo de hombre en una sociedad distinta, a través de la utopía” (p. 316). También en su inolvidable Obra, dedicó unas páginas a hablar de la Esperanza y a invitarnos a asumirla como una virtud que bien podría ser combustible en el camino, así “la fe, la caridad y la esperanza, para quien vive de ellas, son un factor radical de libertad espiritual, y de creación e iniciativas históricas” (p. 320).

En 1973, Paulo VI publicó su Exhortación Octogesima Adveniens, documento inspirador del pensamiento social de la Iglesia que señaló que se

… asiste al renacimiento de lo que se ha convenido en llamar “utopías”, las cuales pretenden resolver el problema político de las sociedades modernas mejor que las ideologías. Sería peligroso no reconocerlo. La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas. Pero, sin embargo, hay que reconocerlo, esta forma de crítica de la sociedad establecida provoca con frecuencia la imaginación prospectiva para percibir a la vez en el presente lo posiblemente ignorado que se encuentra inscrito en él y para orientar hacia un futuro mejor; sostiene además la dinámica social por la confianza que da a las fuerzas inventivas del espíritu y del corazón humano; y, finalmente, si se mantiene abierto a toda la realidad, puede también encontrar nuevamente el llamamiento cristiano (p. 37).

Obviamente estos textos recogían una tradición de la filosofía política y literaria que ha creado utopías y distopías en muchos momentos de la historia, que fue reflexionado nuevamente con fuerza en las creativas décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. De hecho, ya en la Antigüedad el pensamiento utópico no era ajeno ni a las mitologías clásicas ni al pensamiento de los filósofos y teólogos, aunque fue Tomás Moro quien acuñó el concepto y lo desarrolló en su célebre obra Utopía, que imaginó la ínsula ideal y con humor agudo produjo, al mismo tiempo, la más demoledora crítica a la Inglaterra de Enrique VIII. Desde entonces, la utopía ha estado presente en la historia humana, a veces inspirando gestas y construyendo proyectos convergentes, a veces apoyando conflictos e insuflando unanimismos impuestos y violentos.

Con este trasfondo de historias remotas y sueños de juventud nació el proyecto Utopía en 2010, como un aporte de la Universidad de La Salle al desarrollo rural del país y a la construcción de la paz. Lejos estábamos, entonces, de imaginar que para estos tiempos en Colombia existiera tanta esperanza en torno a la finalización del conflicto armado y la construcción de la paz. Sabemos todos que no son procesos fáciles y que tomarán tiempo, exigirán esfuerzos, demandarán creatividad, e invitarán a todos los compatriotas a aportar algo desde su especificidad y posibilidades para hacer posible un mejor país. Apostar por la Colombia rural se nos presenta como una realidad ineludible y de justicia para con tantos colombianos que han vivido de cerca la violencia y que hoy buscan oportunidades para desarrollar estos lugares de la Patria, para generar en ellos las mejores condiciones para hacer sostenible la paz.

Esta es la utopía que sirve de escenario a Pablo Iván Galvis Díaz para el desarrollo de su tesis de Maestría en Antropología, cursada en la Universidad Nacional de Colombia, y que da origen al texto que presentamos. Como su subtítulo lo manifiesta, es una aproximación etnográfica que da cuenta de “Jóvenes y conflicto armado en Colombia”. Pablo Iván se encontró con historias de dolor y tragedia entre los estudiantes que iniciaron en Utopía su caminar de hacerse ingenieros agrónomos. Si bien son tres historias particulares de personas reales que han crecido y vivido en medio de las vicisitudes del conflicto, también podrían ser las historias de muchos otros jóvenes que en la Colombia profunda han padecido los rigores de la guerra.

Estas narrativas expresadas con palabra fluida y prosa impecable nos llevan por los itinerarios de jóvenes que, pese a la desventura, se resisten a convertirla en su modus vivendi. Más aún, truecan el dolor en esperanza y ponen sus anhelos en un horizonte diferente que permite subvertir el sufrimiento para sublimarlo en la generación de vida y desarrollo personal. Quizás sea este el principal aporte de Pablo, que con ojos de sociólogo, con corazón de humanista y palabra de poeta nos expresa que hay esperanza, que es posible la reconciliación y que la tan esquiva búsqueda de la paz es una utopía que va haciéndose realidad porque existen jóvenes —hombres y mujeres— que frente a la oportunidad deciden dar el paso de convertirse en constructores y avanzar, empujando consigo hacia adelante a comunidades veredales y a las familias golpeadas hacia mejores días y fértiles tiempos.

Pero si bien Pablo nos logra introducir en la historia de la violencia en Colombia a través de la historia de tres jóvenes y sus representaciones de la guerra, la muerte, el enlistamiento, la ilegalidad, el amor, el odio y las relaciones de poder, también nos permite ver que no se puede pasar por esta experiencia y salir igual. Así, también desnuda su corazón para hacerse una autocrítica valiente y tan desafiante como poderosas son las narrativas de los jóvenes que dieron origen a su estudio. ¡Qué lección! Aquí se aprende que el contacto con la realidad y el dolor humano son quizás el único medio posible para abrir los ojos, calentar el corazón y transformar la vida.

Apreciado lector, estoy convencido de que no es posible leer estas páginas y salir ileso. Algún silbido de artillería rozará su piel; pero, de la misma manera, una chispa de esperanza arderá en su corazón cuando descubra que es factible la paz, posibles los sueños, necesarias las utopías y, más importante, que hay con quien construirlas. Resulta inspirador aquí recordar el poema de Eduardo Galeano:

Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía entonces?... Para eso sirve, para caminar.

Carlos G. Gómez Restrepo, fsc

Narrativas de vida, dolor y utopías

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