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ОглавлениеCAPÍTULO 1
Caminando hacia lo nuevo, diverso y…
“Proponemos una ciencia que recupere las raíces
de la filo (amor) sofía (saber),
una ciencia que nos proporcione sabiduría,
ya no para avivar y lucir nuestro cansado ego,
sino para nuestro buen vivir!!”
Claudia Perlo
Mónica...
(Por Patricia Pavón Rico)
Mónica, de 58 años, mi primer consultante en el año 2012 (en el marco del Trabajo Social independiente), derivada por una psicóloga -conocida en común-, me demanda ayuda para resolver una situación convivencial con un hermano adulto mayor, con diagnóstico de esquizofrenia y uso problemático de sustancias psicoactivas, situación que no deseaba judicializar. En un proceso de escasas semanas, nos dispusimos a redimensionar esa situación problema. Luego de manifestar con detalle su tránsito por el cáncer, pasamos a trabajar sobre sus medios de subsistencia, luego sobre su proyecto ocupacional, hasta llegar a su “despertar espiritual” (tomando sus mismas palabras). Vale decir que esto último fue lo que más me interpeló en este caso. Y fui yo quien me dispuse a aprender de algunas de las herramientas que Mónica desarrollaba, como el Chi-kung, disciplina oriental que despliega una forma de meditación en movimiento. Desde ese entonces, el vínculo se fue transformando de tal manera que se tejían lazos tanto de intervención profesional como de amistad. Creo que fue uno de los motivos por el que necesitamos tomar cierta distancia; más allá de que ella no suele sostener vínculos de proximidad con ninguna persona.
Al año siguiente solicita desarrollar un nuevo proceso, decía “siento que hay algo más”, y como era de esperar llegó a la raíz de lo que en ese momento se le presentaba como obstáculo o bloqueo, eso que le impedía tomar decisiones y articular recursos. Y como les pasará a la mayoría de los/las colegas, fue esa maravillosa oportunidad que tenemos los Trabajadores Sociales para establecer un vínculo de confianza, la que posibilitó abrir aquella puerta y develar “el secreto”, no sin tener que utilizar múltiples técnicas, y en este caso el Psicodrama individual y grupal fue un gran aliado, como también el Reiki y el Yoga. En palabras de la propia Mónica: “…retorno a terapia, comienzo a recordar, aparece el miedo, siento mucha tensión interna, estoy en alerta, más consciente de lo que me distrae, y por doloroso que sea desarrollo una relación diferente y me sereno, esto me alivia para poder estar tranquila. Estoy preparada para comprender, creo estar saliendo de ese sufrimiento, el miedo también es parte de ese proceso, exige, molesta… Recuerdo… fui abusada de niña y parte de mi adolescencia, fui sometida por un hermano de mi madre… Sale a la luz”.
En todo el proceso de intervención con Mónica fue necesario articular con múltiples recursos institucionales, como lo haría seguramente cualquier trabajador/a social; lo distintivo para mí fue atender a su propia maestría al demandarme con tanta claridad el trabajar sobre sus emociones (así como transmitía una paz indescriptible, la atravesaban momentos de desesperación y angustia) y espiritualidad (tan sólo su mirada transmitían los mensajes de su alma, muy difícil de explicar el tipo de conexión que nos sucedía). Hoy entiendo que nuestras almas sabían que debíamos recorrer un camino juntas, aunque mi ego lo interpretó después de un tiempo de conocernos. Todo ello me obligó a enfrentarme a las limitaciones de la “formación” y recrear toda la metodología aprendida; integrando otras herramientas “alternativas o complementarias” que si bien ya venía desplegando, era la primera vez que las incorporaba en un plan de intervención de caso. Y fue así que por momentos nos centramos en un abordaje personalizado; luego transitó por talleres grupales con psicodrama y otras técnicas que atienden tanto al cuerpo físico, mental, como emocional y espiritual. En el momento de la “develación” entró en un estado depresivo que me instó a derivarla a un equipo de psiquiatría y psicología, con el acompañamiento de una colega que me ayudó a encontrar el profesional con el perfil adecuado (requería que su enfoque fuese tan holístico como el de Mónica). Continué acompañando su proceso de cambio, logrando involucrar y trabajar la revinculación con su único hijo (un joven de 27 años), resignificando su red de contención y potencialidades en esa familia que en algún momento había decidido invisibilizar.
Ya sea por un padecimiento vinculado a la salud o a cualquier otra problemática, es en el marco de tales vivencias que se ponen en juego una serie de estrategias, en las que tanto la persona como su entorno familiar intentan -a través de distintas vías-, lograr la resolución, transformación o, al menos, el alivio de la situación problemática, y es así como la persona se acerca al Trabajador/a Social en los diversos servicios donde éste se desempeña.
Como es sabido, la experiencia de enfermedad (o de muchas otras situaciones problemas) no puede entenderse por fuera de la cultura, pues sus manifestaciones son leídas, contextualizadas, narradas e interpretadas en el marco de los sistemas culturales.
Desde una perspectiva holística, para comprender las etiologías de ciertos estados del Ser, es necesario tener presente que la persona es mucho más que cuerpo biológico -descriptible por la biología- puesto que integra diversas entidades como cuerpo etéreo, espíritu, alma, energía, etc. Nociones que juegan un rol importante en la selección y combinación de medicinas, terapias y servicios, las que involucran prácticas muy diversas en cuanto a sus fundamentos terapéuticos. “De acuerdo con Idoyaga Molina (2002) las elecciones terapéuticas, así como en la combinación de medicinas, revelan la incidencia de factores culturales, socioeconómicos, étnicos, políticos y las identidades religiosas de los enfermos, así como los estilos de pensar (Douglas, 1998) y la calidad de los servicios biomédicos, a los que los diferentes usuarios tienen acceso. Las posibles elecciones de medicinas y terapias se enmarcan en las opciones disponibles en el contexto de un sistema etnomédico lugareño” (Gimenez y Fuentes, 2013). En este sentido, desde la perspectiva de “lo local” tan presente en el Trabajo Social, podría plantearse si la misma contempla todas estas estrategias que las personas crean o “necesitan” incorporar en sus procesos de cambio individual, familiar, social, o si más bien la situación se delinea en función de los recursos disponibles que el trabajador/a social “maneja” o que el dispositivo institucional provee. Aún recuerdo cuando ante la insistencia de Mónica de que fuese yo quien la atendiera, por tiempo indeterminado, mi primer respuesta fue: “pero si necesitás una orientación puntual puedo dártela, no hay problema, yo no tengo consultorio”; y su respuesta fue: “pero yo te voy a necesitar por un tiempo”… Esa comunicación telefónica marcó un antes y un después en mi desarrollo profesional, en tanto aparecieron nuevas preguntas, nuevas demandas y nuevas estrategias de intervención posibles. Por eso y mucho más, a Mónica gracias eternas!!! Así vino la necesidad de investigar, capacitarme en diversas ramas socio-terapéuticas y adentrarme en nuevas formas de construcción del conocimiento.
De múltiples maneras, esa experiencia de intervención tan diferente fue acompañando el cierre y apertura de espacios de intervención. En el 2012 renuncié a un trabajo “estable” en un Ministerio Nacional, que representaba el mayor ingreso en mi grupo familiar, para generar un proyecto autogestivo. Sentía profundamente que mi tiempo en dicha institución había culminado, que estaba cansada de luchar ante los recurrentes “techos” que me impedían desarrollar estrategias integrales de acompañamiento a las situaciones complejas de las personas. Supe entonces que debía tener espacios diferentes, tiempos de intervención diferentes, y vínculos únicos con cada persona a la que pretendiera ayudar. El proyecto consistió en instalar una consultoría social, que a lo largo de los años fue construyendo lo que hoy es una organización informal denominada Centro Dharma, ubicada en el conurbano bonaerense. Allí realizamos, junto a las personas que transitan por el lugar, lo que he denominado “socio-terapia holística”, más dispositivos grupales diversos que combinan herramientas múltiples que permiten el trabajo con todos los cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual. Para mi alegría comparto el andar con varias colegas, muchas de las cuales son ex-alumnas, en un camino de co-visión y co-construcción de nuevos modos de abordaje.
Para culminar este relato, que intenta compartir una experiencia personal, cabe aclarar que paralelamente a la conformación del espacio autogestivo tuve que formarme en instructorados de Psicodrama, Yoga y Sistema Milderman (este último aún en curso). Al mismo tiempo, y sin considerarlo antagónico, continué mi formación de post-grado en Educación Superior, ya que la docencia universitaria continúa siendo para mí una función apasionante y elegida.
Debe haber otra manera...
(por Natalia Chavez)
Al terminar la secundaria decidí comenzar la carrera de Trabajo Social, cuestión que me venía resonando desde los 15 años de edad. No me fue fácil puesto que entre algunas problemáticas personales, familiares, más la crisis económica y social de aquellos años, todos estos factores colaboraron a que tome la decisión de dejar mis estudios. Esto no resultó bien para mí, porque los años pasaban y sentía un gran vacío, que me llevó a preguntarme ‘qué estaba haciendo con mi vida’... Hasta que tome la decisión de retomar la carrera Lic. en Trabajo Social (UNLaM). Lo hice con mucho entusiasmo porque a partir de ahí mi vida retomaba aquel rumbo que había dejado atrás, pero que nunca había olvidado. En agosto del mismo año comencé a trabajar en un Hospital Materno Infantil, donde tuve la oportunidad de trabajar como administrativa en el Servicio Social. Aquí los caminos se habían sincronizado, porque al retomar la carrera y tener la oportunidad de ser parte de un Servicio Social, sentí que eso era MAGIA PURA, que era la confirmación de que estaba por el camino correcto. Ni hablar de todo lo que pude aprender de quienes hoy son mis colegas y a los/las cuales estoy muy agradecida.
Ser parte de una institución de tal magnitud dio lugar a un gran aprendizaje, en cuanto a los vínculos y relaciones que pude observar en la misma, algunos eran tóxicos y generaban malestar en el ambiente, las consecuencias que estos traían generalmente tenían que ver con alguna enfermedad física y/o emocional. Aunque sabemos que no es unicausal, que se suman los problemas personales y familiares, el entorno que se generaba muchas veces no ayudaba a superarlos. Mi reflexión hacia este escenario era… “DEBE HABER OTRA MANERA”. Quizás yo estaba poniendo el foco solo en esta problemática, pero era lo que me preocupaba; quería que se genere un ambiente más amigable, donde se priorice al ser humano, se lo valore y respete sea cual fuera su rol en la institución. Igualmente sentía que el universo había conspirado a mi favor porque me había hecho un hermoso grupo de amigas con las cuales nos conteníamos y acompañábamos, con quienes encontrábamos siempre la manera de mejorar nuestro día laboral. Aquí creo que es importante mencionar que hubo un proyecto, del cual fui parte, que se llevó a cabo desde el servicio social para generar un ambiente más favorable y evitar el estrés laboral.
Lo paradójico fue que, si bien en estos años que trabajé en el hospital aprendí muchísimo, no estaba avanzando en la carrera. Cuando comencé a cursar las prácticas pre-profesionales debía enfocarme de lleno, así que tomé la decisión de dejar esto atrás. Pensaba que debía continuar mi camino por otros rumbos, así que di el salto, confiaba que todo iba a estar bien. Consideré que era momento de hacer como el Águila, ella para poder llegar a vivir 70 años debe decidir pasar por un proceso de transformación, porque en torno a la mitad de su vida sus uñas se vuelven blandas, su pico comienza a estar bastante deteriorado y le resulta difícil volar con sus plumas ya que se han vuelto pesadas, en ese momento el Águila puede dejarse morir o comenzar un Proceso de Transformación para poder renovarse y vivir plenamente lo que le quede de vida. Para iniciar con este proceso comencé por quitarme una a una esas creencias limitantes, pensamientos y relaciones tóxicas que no me dejaban avanzar y enfocarme en mi transformación, busqué material del cual me fui nutriendo, porque había decidido vivir de otra manera, cultivar vínculos sanos, buscar mi equilibrio emocional y decreté que nadie podía detenerme, ni limitarme en alcanzar mis sueños. En ese entonces comencé a escuchar mantras, pintar y dibujar mandalas, aprendí a meditar, y a generar momentos para mi desarrollo personal y profesional.
Posteriormente, comencé a cursar las prácticas, y eso fue un antes y un después en la carrera, donde logré unir la teoría y el paso por el hospital que también fue parte de mi aprendizaje pre – profesional. Lo que me resonaba todo el tiempo en los primeros niveles de prácticas, era que debíamos darle importancia a nuestros sentires, cuestión que mucho no se hablaba en las materias que había cursado con anterioridad. Tanto en estas materias como en Trabajo Social IV (Teoría sobre T.S. Grupal y Comunitario) tuve el primer acercamiento a autores como Paulo Freire y Fals Borda, los cuales hablan de cuestiones que tienen que ver con la Educación Popular y la Investigación Acción Participativa (IAP). Y sin lugar a dudas sentía que estos autores tocaban la esencia del por qué había elegido ser parte de este camino. Cuestiones que me han aportado mucho en cuanto al modo de intervenir, el otro/a no es un objeto sino un sujeto de intervención, titular de derechos, perfectible y único, respetando y trabajando con su historia, valores, creencias, costumbres, ideología, espiritualidad, entre otras variables y se trabaja a partir de los saberes populares de las personas. Por lo cual, las intervenciones, se basan entonces, en relaciones de cooperación, horizontalidad y el crecimiento colectivo.
En una de las últimas experiencias de prácticas la institución que elegí fue la Asociación Civil “Camino del Sol”, y la práctica pre-profesional la realizaría en uno de sus programas de promoción y protección de derechos, en el Centro de Día “El Portal del Sol”. La propuesta de trabajo de la institución estaba basada en una estrategia integral, que buscaba combinar el desarrollo de las capacidades creativas, intelectuales y psico-emocionales de los/las niños/las y adolescentes, en espacios grupales de taller. Además, el espacio se sostenía en cinco ejes fundamentales de trabajo: Permacultura (construcción de huertas, construcciones de barro, reciclado, etc.), creación artística (arte circense, artes plásticas), recreación (deportes, juegos cooperativos, excursiones, etc.), educación (enmarcada en el paradigma de la Educación Popular), y funcionamiento orgánico del Portal (reuniones de equipo desde la perspectiva de la horizontalidad y la toma de decisiones en conjunto).
Al haber transitado por esta experiencia pude apreciar lo que nos dijo uno de los educadores: “AL PASAR POR EL PORTAL DEL SOL NO VOLVEMOS A SER LOS/LAS MISMOS/AS, PORQUE ES REALMENTE ATRAVESAR UN PORTAL”; definitivamente fue así, porque compartir la experiencia portalera durante un año y aprender de esos valores como el convivir con la naturaleza (La Pachamama o Madre Tierra), respetarla, hacerla parte consciente de nuestras vidas, fue volver a unirme con ella. Además, pintamos una bandera que nos acompañó a todas las salidas y eventos que realizamos durante este proceso que decía “NOSOTROS SEGUIMOS CREYENDO EN LOS ASOMBROSOS PODERES DEL ABRAZO HUMANO”, el abrazo era la bienvenida y la despedida de cada encuentro, con el cual nos sentíamos hermanados/as y en cercanía, nos daba la seguridad de que todo era posible de superar porque estábamos en la misma sintonía, TRANSFORMAR CON AMOR.
Otra cuestión que me ha marcado fue observar cómo los/las niños/as y adolescentes que participaban diariamente de las actividades del portal desplegaban sus potencialidades y capacidades, ¡QUE NO ERAN POCAS! En un día los/las veías hacer trapecio, tela, malabares, andar en zancos, cultivar la tierra, pintar mandalas, crear muñecos con telas, y también jugar a su juego favorito “las escondidas”. Todo esto me recordó a la frase de Nelson Mandela: “Nuestro miedo más profundo es saber que somos poderosos más allá de toda medida. Todos podemos brillar, tal como lo hacen los niños y cuando permitimos que nuestra propia luz brille, inconscientemente damos la oportunidad a otras personas para hacer lo mismo. Conforme nos vamos liberando de nuestros miedos, nuestra presencia libera a otro/as automáticamente”. Hermosos recuerdos de esos días, me enseñaron a ver que todos/as los seres humanos podemos brillar con luz propia, que todavía tenemos muchísimas potencialidades y capacidades que no hemos descubierto, ni explorado. Sentí que algo se despertó en mí; y después de un tiempo de estar transitando la práctica pude ver que en la entrada habían puesto un cartel que decía, Asociación Civil Camino del Sol “Para el despertar de la conciencia”.
Cuando se acercaba el momento de realizar mi trabajo final de grado, me encontré con un trabajador social que había desarrollado un ensayo sobre la “El Trabajo Social y la Teoría de la Complejidad humana”, me habló además de la Física Cuántica, cuestión que me interesaba, comencé a investigar más profundamente sobre estos temas, que me llevaron a escuchar a Enric Corbera, y realizar, el curso online “Sanación A Través de Un Curso de Milagros”. Cuando llegó el momento de definir el tema de mi Tesis, continúe buceando en internet y encontré la revista margen N° 74 – septiembre 2014 “Lo emocional y lo espiritual en el Trabajo Social. Una aproximación holística al campo profesional, por Mg. Alejandra Giménez, Lic. Patricia Pavón Rico y Lic. Mariza Rico. Docentes investigadoras de la Universidad Nacional de La Matanza, Argentina. Otra vez la sincronicidad me mostró el camino por el cual debía seguir transitando. A partir de aquí comencé la investigación para el Trabajo Final sobre el Enfoque Holístico en Trabajo Social. Cuando propuse el tema a la cátedra observé interés por su parte. Sin embargo, en la “defensa” me comentaron que este trabajo fue el que les llevó horas y horas de debate, porque la cátedra se encontraba dividida en cuanto al tema en cuestión; algunas no veían cuál era la diferencia con el trabajo social que ellas venían ejerciendo, y les “hacían ruido” algunos ejemplos que había enunciado. Quizás no lo pude explicar de la mejor manera, por los nervios que la situación me generaba y la sorpresa que me habían causado esos comentarios, ya que en el proceso de elaboración no tuve tal devolución. Solo sé que en ese momento sentí muchas ganas de continuar este camino. No quería convencer a nadie sobre los hallazgos, solo quería compartirlos. Había disfrutado muchísimo el proceso de elaboración de la tesis y fue un placer poder entrevistar a los/las colegas que se encontraban implementando el enfoque, los/las mismos/as han sido contactados a través de Patricia Pavón Rico, ella me ha guiado y acompañado en el proceso, porque ya venía desarrollando la investigación “Volviendo al ser. Lo Emocional y lo Espiritual en el Trabajo Social, una Aproximación Holística al Campo Profesional”, a la cual me sumaba. Además, quisiera agregar, que fue importante para mí, compartir este proceso con el grupo de contención que habíamos creado con mis compañeras de cursada que también considero, marcó una diferencia, nos apoyamos, fortalecimos y enfrentamos juntas estos últimos días de cursada en la carrera, pero obviamente trascendió todo esto y actualmente continuamos acompañadas como amigas y colegas. ¡¡Porque sabíamos que no era el final, sino el principio...!!
En mi corazón, tenía la certeza de que el enfoque holístico en Trabajo Social me enfrentaba a un mundo nuevo que me intrigaba muchísimo, pero al mismo tiempo creía que todas mis experiencias anteriores me habían estado preparando para ese momento. Era consciente de que ya tenía puestos unos lentes diferentes, que iban a colaborar para entender más profundamente de qué se trataba esta perspectiva.
De la motivación a la investigación
Si en algo coincidimos las autoras es que cada experiencia atípica era acompañada de un profundo proceso personal. Una con veinticuatro años de experiencia profesional, la otra recientemente recibida, pero ambas con ideas de transformación similares. Nosotras también nos volvíamos a integrar y eso fue parte de la construcción conjunta. Desoímos las esperables polaridades y diferencias para unirnos en sincronicidad y potencia mutuamente. Ambas necesitamos observar nuestra práctica, y observarnos a nosotras mismas. Interpelar nuestro pensar, a partir de nuestro sentir; fortaleciendo la honestidad con aquello que luego podríamos identificar como nuestra esencia. Las dos dimensiones problematizadas en tales trabajos fueron lo emocional y lo espiritual.
Hemos transitado por los procesos de investigación que mencionamos en el prólogo (de los cuales el/la lector/a podrá hallar detalles metodológicos en el apéndice respectivo) no sin grandes desafíos, tanto internos como externos. Para comprender cuáles fueron sus propósitos, resulta necesario describirlos mínimamente.
El proyecto “Lo emocional y lo espiritual en el Trabajo Social” (Giménez, Pavón Rico y Rico, 2014)[1], se propuso estudiar las dimensiones de lo emocional y lo espiritual, desde una perspectiva holística del sujeto, teniendo en cuenta que la misma es una posición metodológica y epistemológica que postula que los sistemas (ya sean físicos, biológicos, sociales, económicos, mentales, emocionales, lingüísticos, espirituales, etc.) y sus propiedades, deben ser analizados en su conjunto y no a través de las partes que los componen. (Podrá consultarse el diagrama de Gantt del presente proyecto en el 2° Anexo metodológico)
En el mismo se sostiene que dichas dimensiones son componentes del ser, y por lo tanto no deberían quedar restringidas a alguna disciplina en particular como la psicología (por las emociones) o las religiones (por la espiritualidad). Más bien deberían concebirse como dimensiones de análisis que influyen (positiva o negativamente) en los procesos de intervención donde se acompaña a las personas a afrontar procesos de cambio, muchas veces caracterizados por lo crítico y padeciente.
Partiremos de dos definiciones:
Espiritualidad: es aquello que en el ser humano motiva y permite la búsqueda de trascendencia, propósito y sentido de vivir (Rodriguez y otros, 2011). Según Längle (2008) la experiencia ontológica fundamental refiere a que “siempre hay algo que sostiene y que es más grande que uno mismo –un mundo, un orden, un cosmos, una nada, un Dios”; (...) “en la búsqueda del sentido ontológico la espiritualidad se hace imprescindible y urge buscar más saber y entendimiento”.
Emoción: es la manifestación en el cuerpo de lo que sentimos, a partir de complejos procesos de comunicación entre cerebro y cuerpo, “Cerebro y cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales que se relacionan con el ambiente como un conjunto, y la actividad mental surge de esta interacción” (Damasio, 2016).
¿Por qué Trabajo Social debe fortalecer sus herramientas para trabajar con las emociones?... Goleman (1995) lo plantea con claridad: las pasiones aplastan a la razón una y otra vez. Las emociones son las respuestas psico-fisiológicas ante estímulos diversos; y son mucho más rápidas que la razón, en base a los años de evolución humana. Por lo tanto, restringir nuestra actuación profesional a clarificarle al sujeto la complejidad de las problemáticas que lo atraviesan, sin dar lugar al trabajo con las emociones (y nos referimos a estrategias que superen los mecanismos de contención que los trabajadores sociales sabemos utilizar muy bien), explica por qué ciertas intervenciones quedan “incompletas” o no logran modificar patrones repetitivos que llevan a la persona una y otra vez a situaciones de sufrimiento. Pero este no es el único factor, el autor agrega: “mientras nuestras emociones han sido guías sabias en la evolución a largo plazo, las nuevas realidades que la civilización presenta han surgido con tanta rapidez que la lenta marcha de la evolución no puede mantener el mismo ritmo”. En tal sentido, se instala el concepto de “inteligencia emocional” que nos provee la certeza de que para revertir una situación problemática no es suficiente “aportar información”, sino que se requiere fortalecer destrezas emocionales y sociales que se consideran esenciales para lograr cambios. Ello implicará, a su vez, tener una mayor conciencia de ciertas sensaciones que advierten que “algo no está bien”, antes de que se convierta en un problema instalado (piénsese, por ejemplo, en un caso de abuso sexual). Dicha conciencia lleva a su vez el trabajo de conciencia sobre el propio cuerpo.
A lo largo de este libro, intentaremos compartir como hallazgo, que en muchas ocasiones es el espíritu el que aplasta a la razón, no sólo las emociones. En este terreno parece ser que hay otro tipo de inteligencia...
Resulta necesario conocer, entonces, las hipótesis e interrogantes que orientaron la reflexión acerca de un Trabajo Social Holístico, a fin de contribuir a la revisión epistemológica, teórica y metodológica de nuestra disciplina.
Para encarar aquel proceso de investigación-acción se partió de las siguientes dos concepciones:
Lo emocional y lo espiritual no son exclusivos de ningún campo disciplinar ni sistema de creencias, son dimensiones del Ser.
Un Trabajo Social holístico y transdisciplinario debería profundizar en estas dimensiones a la hora de problematizar las situaciones y de co-crear estrategias de intervención.
Si hablamos de Derechos Humanos, se sostiene que resulta imperioso tener una mirada más integral del ser humano que presenta una demanda a un Trabajador/a Social, donde las “necesidades insatisfechas” puedan leerse más allá de la carencia material o situaciones de exclusión, donde el factor cultural y subjetivo cobren mayor relevancia y permitan potenciar verdaderos procesos de liberación y cambio. Para ello es necesario co-crear, co-visionar, co-descubrir, y también recuperar conocimientos ancestrales; tal como queda implícito en la definición global e internacional de Trabajo Social.
En dicho proceso se procuró poner en práctica lo que muchos científicos plantean como un nuevo modo de hacer ciencia, y que consiste en involucrar al investigador de tal manera que observe su propia implicación en el proceso. Para ello se optó por la investigación-acción como herramienta metodológica. De esta manera, la indagación y el análisis se orientó en dos sentidos:
1) Las intervenciones de los/las profesionales de Trabajo Social desde los factores emocionales y/o espirituales presentes en ellas.
2) Los efectos que los procesos de intervención generan en el propio Trabajador/a Social (en su cuerpo físico, mental, emocional y espiritual).
Ello permitiría comprender mejor en qué sentido contemplar o invisibilizar el estado emocional del demandante, puede favorecer u obstaculizar el proceso de intervención; y en qué sentido el reconocimiento, problematización y transformación de las situaciones problemáticas pueden convertirse en una oportunidad para el desarrollo personal y espiritual del profesional actuante. La necesidad de explorar en ambos sentidos simultáneamente (aunque para un proyecto de investigación la academia en general exige “recortar el objeto”[2]) se funda en una concepción ampliada de las ciencias sociales y los intereses del conocimiento. Vazquez Aguado (1998), trabajador social y antropólogo, citando a Pourtois y Desmet (1992), dice que la concepción ampliada podría ser el camino de la epistemología y de la metodología nueva. Un camino que favorezca el análisis de las interacciones entre los individuos, el examen de la subjetividad del observado y del observador, la investigación de lo particular y del sentido, el tener en cuenta la dinámica de los acontecimientos, la historia de los individuos y la complejidad de los fenómenos.
Por su parte, y como una propuesta derivada de la línea de investigación anterior, emerge el proyecto “Enfoque Holístico en Trabajo Social. Un análisis al Ejercicio Profesional” (trabajo final de grado). Con propósito exploratorio y metodología cualitativa, se propuso conocer los aportes que el enfoque holístico realiza al ejercicio profesional de los/las Trabajadores/as Sociales en diferentes áreas temáticas de intervención en C.A.B.A y Gran Buenos Aires. El interrogante que le diera origen fue: ¿Cómo concibe el/la Trabajador/a Social los aportes que el enfoque holístico hace al ejercicio profesional? Para responder a esta pregunta se planteó el siguiente objetivo a alcanzar: Conocer los aportes que el enfoque holístico realiza al ejercicio profesional de los/las Trabajadores/as Sociales en diferentes áreas temáticas de intervención en C.A.B.A y Gran Buenos Aires. Para ello se han tenido en cuenta tres objetivos específicos, el primero es: Identificar cuál es la concepción de sujeto que se tiene desde el enfoque holístico de Trabajo Social. El segundo es: Analizar la implicancia del enfoque holístico con respecto a las incumbencias de Trabajo Social. Y por último: Identificar si al intervenir desde este nuevo enfoque es necesario modificar o incorporar nuevas técnicas y estrategias.
He aquí la cuestión. Preguntas y dilemas
En el campo de desempeño profesional, desde hace algunos años vienen emergido interpelaciones e inquietudes con colegas, en un principio de forma asistemática, en quienes han resonado con absoluta sintonía las mismas cuestiones, a saber:
La combinación de técnicas y métodos en el proceso de intervención que no son “propios” del Trabajo Social, y que se relacionan con “lo alternativo” o “lo complementario”, y que parecieran trabajar las dimensiones de lo emocional y lo espiritual, por ejemplo Reiki, Meditación, Constelaciones Familiares (entre otras).
Cierta “ocultación” de dichas prácticas innovadoras relacionadas al campo profesional.
Múltiples cuestionamientos acerca de si es o no es Trabajo Social lo que se hace al incursionar en aspectos emocionales y espirituales de las personas.
Avidez por explorar estas dimensiones y analizarlas a la luz de los procesos de intervención profesional, y de las propias vivencias de los Trabajadores/as Sociales.
Este último aspecto nos ha impulsado a realizar un sondeo de opinión entre 50 personas: 41 Trabajadores/as Sociales egresados/as y 9 estudiantes. La consulta se ha realizado instrumentando una encuesta autoadministrada a fines del 2013, vía e-mail.
Los resultados del sondeo de opinión (los cuales se pueden consultar con mayor detalle en el 1° Anexo metodológico de la Investigación A) han puesto de manifiesto que hay profundo interés tanto en profesionales como en los/las estudiantes encuestados/as, en cuanto a poder repensar las intervenciones desde los factores emocionales y/o espirituales, a partir de las propias experiencias; así como los efectos emocionales y/o espirituales que le genera la intervención a cada uno/a. Además, surgió el interés de participar de investigaciones con respecto al tema en cuestión: han elegido participar en primer lugar por medio de entrevistas, en segundo lugar, respondiendo cuestionarios autoadministrados, en tercer lugar participando de talleres vivenciales, pero muy igualado al interés por participar en espacios de supervisión profesional. En último lugar poniendo a disposición materiales como libros digitalizados, audios y videos.
Que los/las profesionales encuestados/as quieran indagar sobre las cuestiones emocionales y/o espirituales lo podemos atribuir a que las demandas que las personas realizan están plagadas de cargas emocionales que, de no ser contempladas, pueden convertirse en un verdadero obstáculo para la efectividad de la intervención. Por su parte, las cargas emocionales que poseen los/las Trabajadores/as Sociales a partir de la intervención, parecen ser también tema de interés de los/las colegas. Se hace referencia a la identificación cada vez mayor de secuelas como: el agotamiento mental, síndrome de fatiga crónica (o surmenage), depresión relacionada al ámbito laboral, mobbing, estrés, y numerosas patologías clínicas, que para nuestro entender, al igual que en los sujetos de atención, no son más que manifestaciones físicas y emocionales de incertidumbres más profundas que valen la pena explorar y así hacer de los procesos de intervención experiencias más efectivas y afectivas para ambas partes.
Dice Mike Boxhall (2012) en su libro “La silla vacía”, cuando uno identifica una emoción, como por ejemplo la desesperación, “puedes, si lo deseas, convertir esto en una verdadera oportunidad de expandir tu conciencia, si entras en contacto con ese sentimiento y con su localización en el cuerpo. Al ubicarlo, lo conviertes en algo con lo que puedes trabajar. Es un sentimiento y no representa quién eres, sino, más bien, algo con lo que puedes trabajar y después dejar ir, si no te resulta útil. Esto te da inmediatamente la oportunidad de ser proactivo, en lugar de ser la marioneta de tus sentimientos. En vez de que actúe el sentimiento, puedes actuar tú a partir de él. Y esta es una afirmación muy diferente”.
Es así, que en un principio surgieron los siguientes interrogantes: ¿En nuestras intervenciones profesionales, tomamos en cuenta qué nos sucede emocionalmente? ¿Qué hacemos frente a los sentimientos de angustia o frustraciones, que son causados en el transcurso o luego de la finalización de las intervenciones? Es decir, cuando las situaciones no se modifican cómo planeamos o proyectamos, cómo nos dejan estos sentimientos… ¿Buscamos o generamos espacios para poder canalizar estos sentimientos y emociones?
¿Cómo valoramos la expresión de lo emocional y la espiritualidad de los sujetos de intervención en nuestros procesos de abordaje? ¿Resultan significativos a la hora de problematizar y de construir alternativas de intervención? ¿Resultan significativos en todos los casos? ¿Generamos mecanismos para tomarlos en cuenta en los procesos de investigación diagnóstica o por el contrario propendemos a su invisibilización?
Desde el trabajo con el/a otro/a, con las personas con las que intervenimos, ¿pueden ser posibles nuevos perfiles de intervenciones, donde lo espiritual y lo emocional de las personas sean tomadas en cuenta, y donde a su vez nos permita la auto-observación permanente de nuestras propias emociones y espiritualidad?