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Libro II

La silla del requirente

Entrevistador (E): A través de los medios de la prensa conocemos tu actividad como Artista. En una de las últimas entrevistas, mencionaste que tu obra tiene como hilo conductor tu vínculo con el trabajo, y también dijiste que trabajás en el Poder Judicial. Contáme acerca de la relación entre esa actividad y tu obrar en el arte…

Patricia Pinto (PP): Si, soy artista y soy empleada del Poder Judicial de la Provincia del Chubut. Trabajo en el Ministerio de la Defensa Pública, Oficina Comodoro Rivadavia.

(E): Esto es lo que antes se llamó Defensoría de Pobres y Ausentes. ¿Hace cuánto tiempo que trabajás ahí?

(PP): Trabajo en el Poder Judicial hace ya más de treinta y ocho años, casi treinta y nueve, para ser exactos... Y en la Defensoría... hace algo más de veintinueve años.

(E): ¿Podría pensarse que más de la mitad de tu vida, para decirlo de alguna manera?

(PP): Así es...

(E): En ese tiempo, ¿hubo algún tema o asuntos de los que trabajabas en la Defensoría que te fueron atravesando en lo cotidiano, en tu vida personal por fuera de esa Oficina?

(PP): Si, varios. Podría decir que muchas veces me sentí como “el observador dentro del campo de observación”, como dicen Taylor y Bogdan... me refiero al rol del observador dentro del campo de observación en las experiencias de investigación. El observador participante camina sobre una delgada línea que separa al participante como observador del observador pasivo. A veces en su apuro, por ser aceptados por los informantes, algunos observadores quedan absorbidos en la participación activa. Tuve que hacer muchas veces un esfuerzo para no quedar atrapada desde lo emocional en las historias de los consultantes.

(E): Te propongo que hagamos una especie de juego. Te invito a cambiar de asiento. Te invito a que imaginariamente te sientes en la silla del público, algo así como ponerse en la “silla de enfrente”...

(PP): Claro... Me gusta esto de salir del “detrás del escritorio”. ¡Acepto tu propuesta!

(E): ¿Te gustó esto de verdad?

(PP): Me interesa lo de estar del otro lado, del lado del público. Sentarte en la silla del requirente es algo así como ponerte en sus zapatos. Ser más humanos. Muchas veces he sentido que estaba atravesando la misma problemática de las personas a las que, en la oficina, denominamos “requirentes”, esas personas que atendemos en la oficina día a día…, y he sentido los mismos miedos, el mismo dolor que ellos… la misma angustia, los mismos tormentos...

(E): ¿Cuáles fueron los temas o asuntos que te hicieron sentir así?

(PP): Creo que el primero fue el tema del divorcio, especialmente el tránsito hasta llegar al trámite que tuvimos que hacer. Me casé muy joven, a los veinte años. Conocí a ER en el trabajo y estuvimos de novios casi tres años. Yo estaba por empezar con mi tercer año de Facultad cuando nos casamos...

(E): ¿Qué estudiaste?

(PP): En ese momento estaba cursando la Licenciatura en Ciencias de la Educación.

(E): ¿Y qué pasó entonces?

(PP): Como todo comienzo de relación, estábamos llenos de proyectos; hacer la casa, comprar el cero kilómetro, tener un hijo… El primer inconveniente fue justamente ese: no quedaba embarazada. Ese fue un gran primer obstáculo, el primer proyecto que se frustraba mes a mes. Fue lo primero que “no podíamos” de una lista larga de otras cosas que por el contrario se venían dando de manera favorable.

(E): ¿Y de qué manera enfrentaron esa situación?

(PP): Empezaron los tratamientos médicos, la frustración, la culpa..., los miedos y la depresión. En la primera fase, que duró tres años aproximadamente, el impedimento, “la falla”, recaía sobre mí, hasta que un día mi ginecólogo habló con él y le dijo: “Querido acá no hay nada más que buscar…” A él le costó mucho empezar con ese proceso de estudios médicos, y efectivamente, con los primeros resultados, pudimos saber que las dificultades las tenía él... Y el mundo se le vino abajo, parecía que no había ninguna solución, ninguna alternativa. Fue algo muy doloroso para los dos.

(E): Y vos, ¿Qué alternativas propusiste?

(PP): Le propuse que adoptáramos un bebé, pensándolo bien..., esa fue una de las primeras veces que me aproximé al otro lado del escritorio... ¿Qué notable esto, no? Mirá lo que surgió hablando del divorcio. No tenía a nivel consciente el recuerdo de aquella situación.

(E): ¿A qué te referís?

(PP): En aquel tiempo... [Toma agua], en la Defensoría Pública se hacía el trámite de adopción. Con el correr de los años fue cambiando eso, ahora se inicia en otra organización que se llama Oficina de Adopciones, que funciona con intervención de la Asesoría de Familia. En esa época, atendí a muchas personas que venían a iniciar el trámite o a inscribirse en la lista de adoptantes. Leí entonces, en sus expedientes, muchos “relatos de hechos”. Son escritos donde se justifica la pretensión para hacer las peticiones al juez. Intervine en casos de adopción de niños abandonados y con distintos padecimientos como ceguera, desnutrición, meningitis, sida, tabaquismo. Todos los adoptantes habían pasado por esa primera etapa que atravesábamos nosotros también... sentir un vacío y el anhelo de conformar una familia, de dar amor…, todo eso los llevaba a esa decisión tan altruista: querer adoptar. Y bueno...

(E): ¿Y él cómo lo tomó?

(PP): Al principio, no dijo nada... se quedó callado. Yo pensé que le daba vergüenza o algo así... Los dos trabajabamos en el Poder Judicial, y se estaría haciendo público el tema de una infertilidad. Todos nuestros compañeros estarían enterándose del problema, a eso me refiero. En un punto también me sentí desnuda y expuesta, especialmente sentí que se hacía evidente ese “no poder”, esa “falla”, eso que en el plano de los prejuicios, implica la infertilidad… Yo era una “chica 10”, excelente estudiante, comprometida y cumplidora en mi trabajo, reconocida en lo que hacía, ayudaba a mi familia económicamente, una “buena hija”. Era bastante omnipotente… Me costaba mucho ese “no puedo”. Ambos estábamos llenos de prejuicios… En su caso, también había una gran presión en términos de la “continuación del apellido”, un mandato muy fuerte en su contexto familiar. Yo tenía miedos y me sentía al descubierto… Ahora que pasó el tiempo y lo pienso, me doy cuenta con absoluta claridad de eso...

(E): Volvamos a esta aproximación, al “otro lado del escritorio”...

(PP): Sí. Siento que todo esto se relaciona porque pasé por todos esos fantasmas y miedos de manera idéntica a quienes yo misma atendía, a esos adoptantes que venían a las entrevistas. Pude entonces darme cuenta de lo que era realmente imaginar el momento de la entrega del niño…, ¿cómo sería?, si sería un bebé o un chico más grande; si sería nena, si sería varón...; si estaría sano o tendría algún padecimiento; si estaríamos en condiciones de darle realmente educación, de criarlo. Finalmente nada de esto pasó...

(E): ¿Por qué?

(PP): Porque él no aceptó pasar por ese proceso de adopción... Se desencadenaron otros desencuentros vinculados a cuestiones familiares y económicas... y todo esto pasó a un segundo plano.

(E): ¿Y cómo siguieron adelante?

(PP): Poniendo, en mi caso, toda la energía y la concentración en el estudio. Estaba por terminar con el cursado de la Licenciatura y me becaron para hacer una investigación en la cátedra Política Educativa. Viajé a Buenos Aires, Rosario y Paraná por un tiempo extenso, más de un mes. Antes de que yo volviera, él, que estudiaba Geología, se fue a Río Negro a hacer un trabajo y estuvimos casi tres meses separados. Recuerdo un día en el hotel de Paraná... Pensaba que no tenía ganas de volver, no tenía más ganas de ese “no se puede...” Aquella relación me resultaba una carga. Ese tiempo, distanciados, sin comunicación ni siquiera telefónica, porque en la mina de Valcheta donde él estaba, no había teléfono…, y no había celulares en esa época. No podíamos comunicarnos. El tiempo y la distancia descomprimieron los enojos y cuando nos reencontramos, todo empezó a estar mejor. Quedé embarazada... Y aparecieron otras preguntas ¿Por qué sucede esto ahora que la relación está debilitada? ¿Cómo seguir adelante? ¿Soy capaz de dar vuelta la página en todo lo que hemos venido viviendo y construir algo nuevo? Y la más dolorosa de las preguntas que tuve que enfrentar, no me la hice yo, sino algunos integrantes de su familia: ¿Cómo que estás embarazada? ¿No era que no podían?... Fue muy difícil todo, realmente muy complejo. Me sentí bajo sospecha... culpable sin saber muy bien ¿de qué?.

(E): ¿Cuántos años tenías en ese momento?

(PP): Veintiséis. Estaba muy confundida, me sentía como las chicas que entrevistaba en la oficina, llenas de miedos por tener que anunciar un embarazo a sus padres... o las que estaban atormentadas después de haberse hecho un aborto...

(E): ¿Pensaste en la posibilidad de un aborto?

(PP): No. En esa época practicaba la religión católica y no cabía esa posibilidad en mis pensamientos. Además, físicamente, la sola idea me daba mucho miedo. Tenía una amiga que se había practicado varios abortos de modo ilegal, por supuesto, y todavía recuerdo los descarnados relatos de aquellas situaciones...

(E): ¿Entonces éste fue otro momento en el que te sentaste, figurativamente hablando, en la silla del requirente?

(PP): Así es...

(E): ¿Y cómo fue aquel embarazo?

(PP): Difícil. Tuve que hacer mucho reposo por problemas de “presión arterial”, bueno de “presión en general”. [Se hace un silencio] En agosto, cuando estaba cursando el octavo mes de embarazo y después de una ridícula discusión con el padre de ER, referida a un comentario suyo: “...me gustaría que ese bebé sea varón, para continuar el apellido”, y yo –estúpida de mí– le daba explicaciones y le respondía que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que fuera varón y un cincuenta por ciento de posibilidades de que fuera una niña y que nosotros no queríamos saber hasta el momento del nacimiento todo aquello... La discusión se tornó muy tensa y él se puso violento. Me gritó. Golpeaba los puños sobre la mesa…, y lo último que me acuerdo fue que me dijo que yo no quería que fuera varón... porque no valoraba la tradición familiar y el peso que tenía “su apellido”. Perdí entonces el conocimiento. Tuve un pico de presión y a partir de ahí hice reposo absoluto hasta que nació mi hijo… Fue una situación horrible. El machismo y la violencia… El tema, con mayúsculas de la oficina en la que trabajo era y sigue siendo “la violencia intrafamiliar”, algo que por lo general siempre tiene su origen en una comunicación disfuncional; el lenguaje que se vuelve inútil. La violencia nace con las palabras... “dichas” o “no dichas”.

(E): ¿Y cómo siguieron adelante?

(PP): Sus padres interferían en forma permanente en nuestro matrimonio y no solo en lo cotidiano, también en muchas decisiones, por ejemplo en nuestras fechas de vacaciones y demás cuestiones domésticas. Siempre teníamos que coordinar cuándo nos tomábamos vacaciones, porque nosotros colaborábamos en las tareas del campo de la familia. Ellos administraban una estancia y si había que hacer trabajos con la hacienda, en la señalada y esquila de las ovejas, eso siempre era prioridad. También nos prestaban una casa, hasta que lográramos construir la nuestra. Vivíamos detrás de la casa de sus padres, compartíamos casi todo, hasta el número de teléfono. El eje de conversación y luego de discusiones en general pasaba por lo económico: si bien la idea era ayudarnos, esa supuesta ayuda se tornaba en miles de obstáculos… Yo me sentía controlada en todo. No lográbamos tener autonomía, de ningún tipo. Entonces, un accidente, un hecho fortuito si los hubo, aceleró aquel “trámite”; lo que creí sería el tránsito a la “independencia”, así entre comillas. [Toma agua]

La casita en la que vivíamos estaba en el casco céntrico de la ciudad. Es, creo que aún existe, una de las primeras casas que se construyeron en Comodoro Rivadavia. Como te contaba, era parte del acervo hereditario de esa familia. La habíamos reciclado toda, en realidad la pusimos habitable porque cuando llegamos estaba muy destruida, llena de suciedad y hasta estaba invadida por las ratas… Todo estaba en muy mal estado; los desagües, la instalación eléctrica... todo un desastre. Con mucho yeso, lija, pintura y vestida con cortinas que hice y bordé personalmente, con una linda alfombra tapizando el piso de los cuartos y el baño renovado, ¡quedó preciosa! Pero… todo era: ¡puro maquillaje!

Una mañana, cuando nuestro bebé tenía veinte días, justo en el momento que yo lo amamantaba, se produjo una vibración fuerte, algo que, creo, fue producto de un vehículo pesado que pasó por la calle, y se cayó el cielorraso del living. quedamos los dos semi–sepultados…, ahogados por el polvillo del cemento portland… Me golpee la cabeza y los pedazos de techo me rasparon los hombros, el antebrazo, las muñecas... Me encontraba en pleno puerperio, me habían hecho además muchos puntos por un desgarro al momento del parto...

Estaba realmente todo muy sensible en mí.

Al momento del desmoronamiento, solo atiné a proteger a mi hijo, abrazándolo y cubriéndolo con mi cuerpo. Salí de entre los escombros como pude y en ese momento, llena de tierra y dolorida por los golpes, lo primero que pensé fue que esto que sucedía era el “salvoconducto” para irnos de ese lugar. No quería vivir más ahí.

(E): Los problemas habitacionales, de vivienda ¿son motivo de consulta en la oficina en la que trabajás?

(PP): Sí, y no sólo por la necesidad de viviendas que hay históricamente en la zona, sino por los conflictos que esto genera en el ámbito intrafamiliar, que terminan casi siempre en violencia. No es solo una cuestión de pobreza o indigencia, es una cuestión de ausencia del Estado...; es una cuestión de “pobreza en la respuesta”, algo que afecta a personas de todas las clases sociales.

(E): Y..., ¿Cómo resolvieron el problema habitacional?

(PP): Nos fuimos. Buscamos otra casa y la alquilamos. Si bien la plata no nos sobraba, podíamos pagar un alquiler, era cuestión de tomar la decisión y de convencer a ER de que alquilar no era “tirar la plata” como me decía. Yo pensaba todo lo contrario, creía que en ese momento era una inversión para el bienestar y futuro de nuestro matrimonio.

(E): Y tus padres, ¿les brindaban ayuda?

(PP): Mis padres no podían ayudarnos. Por el contrario, necesitaban de mi colaboración permanente. Vengo de una familia humilde donde nunca sobró el dinero. Mi padre tuvo una empresa constructora y en los años setenta le fue muy mal, tuvo problemas por ser extranjero y para ese entonces ya había sufrido un primer A.C.V.4, lo que le impedía trabajar..., porque se recuperaba muy lentamente de una secuela de hemiplejía. Por entonces, mientras sucedía todo esto con mi matrimonio, le ayudé a conseguir una Pensión por discapacidad, para que tuviera al menos una Obra Social.

(E): ¿Este es otro trámite que se trata, de lo que se ocupan, en la Defensoría Pública?

(PP): Sí, pero recién después del año 2002, cuando en la Oficina se profundizó y se puso el énfasis en la orientación y acompañamiento en cuestiones vinculadas a Derechos Económicos, Sociales y Culturales, digamos en los Derechos Humanos… En aquella época, en los ochenta, todavía no. Yo les ayudé a mis padres a hacer todos los trámites para esa Pensión, y como mi padre tenía una discapacidad visual importante, que en el relato familiar se decía había sido producto de una operación que le hicieron porque nació con el labio leporino..., logramos obtener esa pensión por discapacidad. Era imposible jubilarlo porque le faltaban muchos años de aportes. Mi madre no había hecho tampoco nunca esos aportes, se dedicaba a las tareas domésticas, era “ama de casa” y tejía a máquina para afuera. Trabajo con el que aportaba sus ganancias colaborando con la economía familiar, economía absolutamente debilitada desde que mi padre tuvo su primer A.C.V., y luego vino otro, y otro…, hasta que terminó todo aquello en un Alzheimer. Dolorosa enfermedad que padeció durante largos trece años.

(E): Y con tantas cosas, ¿cómo continuó ese primer matrimonio tuyo, los años siguientes?

(PP): Yo estaba a punto de recibirme, me faltaban sólo algunas materias para terminar la Licenciatura en Ciencias de la Educación y estaba ya en la mitad de la carrera de Psicología Social. Me llamaron para ofrecerme horas cátedra en la Universidad y en el Instituto de Formación Docente. Había empezado la Reforma Educativa, allá por los años noventa... El país vivía un momento de mucha inestabilidad y el hecho de que yo trabajara muchas horas fuera de casa, trajo otros conflictos e inconvenientes…

(E): ¿Cuáles?

(PP): Por ejemplo, yo no manejaba el dinero. Él (ER) cobraba mis cheques y administraba las cuentas así como todos los asuntos económicos. Por las características de su trabajo, tenía disponibilidad para salir de la oficina en horarios bancarios, mientras que yo, no… Si yo quería usar la tarjeta de crédito para comprarme algo, antes tenía que preguntarle si podía o no usarla... Según su visión de las cosas, “no nos alcanzaba nunca el dinero para llegar a fin de mes”... Yo trabajaba en tres lugares...

(E): ¿Dónde trabajabas, además del Poder Judicial?

(PP): En la Universidad, donde era auxiliar de cátedra, y en el Instituto de formación docente, en dos cátedras más. Me sentía muy cansada, agobiada por tantas responsabilidades. Trabajar en tres instituciones implicaba, además del trabajo académico, innumerables reuniones institucionales, entrevistas, tiempo de estudio…; todo se multiplicaba por tres.

(E): ¿Y él?

(PP): Él trabajaba en el Poder Judicial. Un compañero de oficina le consiguió horas como auxiliar educativo en el Liceo Militar, pero al poco tiempo renunció. Pasó que la crisis económica del país era tal, que la cantidad de trabajo en el Poder Judicial se hizo desmedida, especialmente en los Juzgados Civiles y Comerciales, por la cantidad de embargos, secuestros y remates que empezaron a sucederse de a centenares, algo así como lo que sucede ahora; cualquier parecido con la realidad actual... no es “mera casualidad” ¡Qué país éste en que vivimos, por favor! [RISAS]. La cantidad de expedientes de Juicios Ejecutivos era tan grande, que los jueces decidieron disponer que los empleados, sólo “los empleados”, no así los funcionarios, debíamos trabajar dos horas más por día por “razones de servicio”. Nos decían que éramos full–time y que por eso cobrábamos sueldos “de privilegio”. Volviendo al relato, esa cuestión obligó a ER a renunciar al otro trabajo, por una cuestión de superposición de horarios.

(E): Y tu trabajo, ¿cómo era?

(PP): En esa época yo... como ya te conté, ya trabajaba en la Defensoría. La inflación era tremenda… Los pañales descartables pasaban de costar quinientos pesos a cinco mil de un día a otro. Los bancos bloqueaban los cajeros automáticos y no se podía sacar efectivo, el uso de las tarjetas de crédito estaba inhabilitado… Todo era un caos económico y social. Pienso y... [Suspira] vuelvo, si me lo permitís, “al otro lado del escritorio”...

(E): Si, por favor, adelante…

(PP): Muchas veces me sentí conmovida, especialmente cuando venían mujeres y me contaban que las habían despedido de las casas donde trabajaban como empleadas domésticas… Recuerdo que yo misma tenía que despedir a Elena, la señora que trabajaba en nuestra casa, porque no le podía seguir pagando más el sueldo. Ella tenía nueve hijos… Tuve que hacerlo. Fue doloroso para mí… [Baja la mirada y se hace un silencio]. Me preocupaban las tareas de la casa, “lo doméstico”, cargaba con el mandato de que esas tareas me correspondían a mí de manera exclusiva, por ser mujer. Vengo de una familia de inmigrantes... muy tradicional.

Había sido todo un logro contratar a Elena para que me ayude en casa, porque ER tampoco aceptaba que tuviéramos a alguien que colaborara con las tareas hogareñas... Decía que eso de tener “mucama”, era de “oligarcas” y, que en todo caso, se ocuparía él… Yo aún estaba amamantando, y cuando llegaba al departamento, después del trabajo, el bebé se desesperaba por tomar teta. Me encantaba ese momento… quedarnos ahí mirándonos a los ojos… Me hubiera gustado quedarme todo el tiempo con él, no salir a trabajar como lo hacía … Me gusta estar en casa, siempre me gustó. No encuentro diferencia entre las descalificadas tareas, mal llamadas “domésticas”, y las “profesionales”.

Un día alguien me dijo: “...que buen padre es tu marido, lo veo todas las tardes pasear en el centro con el bebé en el carrito...”, y me enojé mucho.

(E): Enojo... ¿Por qué?

(PP): Llegaba de trabajar o de cursar, en ese momento Psicología Social, ya de noche, y nuestro hijo estaba bañado, ya había cenado y estaba listo para ir a dormir, o ya dormido… Me daba mucha rabia porque yo quería hacer esas cosas... Me pasaba todo el día trabajando afuera de la casa para pagar deudas de cuentas que ni siquiera yo generaba. A él, le gustaba el buen vivir, los buenos vinos, la ropa elegante... En cambio mi ropa la cocía, la tejía, la confeccionaba, yo misma. No sé de dónde sacaba tiempo para hacer todo aquello que como madre, estudiante, mujer, profesional, ama de casa y militante hacía. No... ¡no sé cómo podía hacer todo lo que hacía! También cosía la ropa del bebé. Muchas veces estando en la oficina, pensaba ¿Qué voy a hacer de comer al mediodía?... ¿Qué había que comprar en el supermercado? ¿Qué había en la heladera y qué no...? Pensaba también en la pila de ropa para lavar y para planchar… y ni hablar de cuando mi hijo estaba enfermo... Si bien mi madre se ocupaba de cuidarlo, estando yo físicamente en la oficina... mi cabeza estaba en otro lugar; era inevitable.

(E): ¿En qué espacio militabas?

(PP): En aquel tiempo participé activamente en la Asociación de Empleados Judiciales, hoy, Sindicato de Trabajadores Judiciales del Chubut, SITRAJUCH, y en la Universidad, era miembro del Consejo Departamental, en el Consejo Superior en representación de los graduados. También fuí, hasta hace poco tiempo, miembro del Consejo de la Defensa Pública; un organismo de participación en el que se delinea la política institucional.

(E): ¿Y qué hiciste con aquel enojo que referías antes?

(PP): Primero, fiel a los mandatos, toleré; toleré, toleré y toleré. Tiempo después mi analista me decía que tenía los umbrales de tolerancia demasiado amplios... [RISAS]. Traté de hablar con ER, quería plantearle lo que me pasaba, lo que sentía, tenía miedos… hasta que un día me animé y su respuesta fue tremenda, me dijo: “de qué te quejás…, si tenés tres trabajos y yo no puedo conseguir ni siquiera uno… Acá está todo hecho cuando volvés, él bebe está listo para dormir...”. Hablábamos en lenguajes diferentes. Yo le pedía ayuda, le pedía que buscáramos juntos soluciones alternativas…, pero él no lo entendía, daba vuelta las cosas de manera que el problema siempre era yo. Así lo sentía en aquel momento.

Una de las largas noches de charlas interminables que teníamos, me dijo que estaba en medio de una crisis vocacional y que no estaba cursando la carrera, que iba a la Universidad pero no entraba a las clases, que no quería seguir estudiando...

Estuve despierta toda la noche. Recordaba a una mujer, en una entrevista del día anterior, que me planteaba que el hijo de dieciocho años, no quería estudiar y no sabía qué hacer; me pedía que lo citáramos para hablar con él…, que le dijéramos que sin estudio no tenía futuro… Esto era casi la misma película.

(E): ¿Por qué “casi”?

(PP): Porque él no era mi hijo: era mi marido. Y me estaba poniendo en un lugar que yo no quería ocupar. Le propuse que hiciera terapia, pero sus tiempos de decisión eran laxos… Y su constante indecisión de entonces, me provocaba enojo. No tenía alguien en quien confiar, un apoyo, alguien que me escuchara y que me comprendiera… Me sentía sola. No encontraba respaldo y me empecé a asustar… Para peor de males, estaba siendo acosada laboralmente por un superior…, y todo era confuso, caótico; todo estaba muy enredado en mi vida. No quería seguir más así... Tenía miedo de contarles a él y a mi familia lo que me estaba pasando...

[Hace una pausa]

Una mañana estaba tomando una entrevista de admisión a una pareja para un divorcio de mutuo acuerdo y en medio de la entrevista tuve un ataque de angustia. Me tuve que parar e ir al baño a llorar porque el relato de esta pareja se trataba de lo mismo que yo estaba viviendo en mi casa. Me lavé la cara con agua fría y volví a mi escritorio a seguir la entrevista “como si nada hubiera sucedido”, como una autómata. Me daba miedo convertirme en eso... Una de las funcionarias que estaba a cargo de la oficina me decía: “tenés que ser más fría, es solo un caso más…! hay otros diez o quince para atender ahí afuera!” ¡Era tremendo! Una deshumanización total.

(E): ¿Y el tema del acoso laboral?

(PP): Un capítulo aparte... Otro libro merece ese tema [RISAS]. Fue algo tremendo…

[Hace una pausa y toma agua]

(E): ¿Y cuánto tiempo después pasó hasta que decidiste divorciarte?

(PP): Fue un proceso lento. Siempre es lento, hagas o no “el trámite”, me refiero al tema de “los papeles”... porque es un proceso, no un trámite. Al principio él quería “aire” y se fue a vivir a un departamento que canjeamos por un terreno que teníamos en Barrio Roca. De a poco se fue llevando cosas que necesitaba y en el ínterin decidió cambiarse de carrera, dejar la Geología y estudiar Derecho. Consideraba que era una forma de ascender en la carrera judicial, cosa que me parecía una buena idea. Recuerdo largas charlas de esa época donde él empezó a tener mayor entusiasmo… Yo era optimista, pensaba que todo podía mejorar... Creo que los dos estábamos inmaduros para lo que habíamos afrontado...

Así pasaron casi dos años... Me sentía sola pero también aliviada, me encontré libre de decidir, empecé a tener el control de mi economía, me compré un plan de “autoahorro”5, porque hasta entonces me manejaba en un Fiat 600 que estaba ya muy achacoso, que me dejaba “tirada” en todas partes… Aquí en la Patagonia, las distancias son largas y hay pocos medios de transporte urbano, solo micros, taxis o remises. La Universidad, por ejemplo, está ubicada a cuatro kilómetros de distancia del centro de la ciudad y a veces tenía que ir dos o tres veces por día... Teníamos un auto cero kilómetro que habíamos comprado juntos también con un plan, pero se lo llevó él...

(E): Me imagino que no te faltarían candidatos, eras joven, linda... [RISAS]

(PP): Yo cuidaba mucho los aspectos de “lo público” y “lo “privado”. Había candidatos revoloteando por ahí..., nada serio; nada interesante. Yo pensaba que íbamos a volver a estar juntos, que esto era por un tiempo…, un tiempo que él necesitaba para pensar, para pensarse y redescubrirse mejor. ¡Yo tenía mucho para aprender! Prácticamente no tenía vida social; no salía. Fantaseaba con que si salía de noche, me encontraría con mis alumnos o con los procesados que atendía en la oficina de la Defensoría. Comodoro Rivadavia era un pueblo para entonces, yo no quería estar en la vidriera, necesitaba justamente lo contrario... En esa época empecé a pintar, a refugiarme en el arte. Me iba a pintar a la playa... Tengo varias marinas de esa época… Pintaba mientras escuchaba música. Estaba de moda Patricia Sosa, me acuerdo..., el tema “Luz de mi vida...” Pffff... qué manera de cantar y llorar... [RISAS]. Esa fue mi primer “regreso al arte”, conectar conmigo misma de neuvo; un viaje hacia mi interior. Disfrutaba pasar las siestas tomando sol, sola, en la terraza del edificio... ¡Eso también me gustaba mucho! Y los fines de semana, que mi hijoo estaba con el padre…, disfrutaba de hacer limpieza profunda, ordenar placares, planchar...; lavar el auto, hacer “Apple strudel” y Pasta Frola...

Así pasaron casi dos años..., y un día alguien me contó que una compañera de la universidad de ER..., se quedaba a dormir en el departamento, y mi hijo, que para esa época tenía cuatro años, inocente él, me dijo que no sabía por qué esa compañera del papá tenía una bata y un cepillo de dientes en el baño de su departamento. Al otro día era mi cumpleaños. Cumplía treinta y tres años. No pude dormir en toda la noche… Me levanté y fuí a trabajar… Una vez más controlé mis emociones. Cuando volví al departamento, me llevaron una cédula de notificación de un juicio iniciado por el Banco Hipotecario por falta de pago de cuotas de la casa… A él ya lo habían notificado, querían que firmara el traslado de dominio de la casa de Rada Tilly al Banco... En un acuerdo verbal que hicimos, esa casa, que estaba aún sin terminar, quedaba para él, y en el término de dos años, él finalizaba las obras y se iba a vivir ahí dejándonos el departamento a mí y a mi hijo. Parte de aquel acuerdo fue también para que él pudiera terminar la casa; yo no le reclamaba la cuota alimentaria para nuestro hijo y me hacía cargo de pagar el alquiler del departamento en el que vivía, etc. Me sentí estafada.

(E): ¿Y qué hiciste?

(PP): Hablé con él y le dije que quería iniciar el trámite de divorcio y la división de bienes. Lo más difícil fue conseguir un abogado que me quisiera representar..., porque siendo él funcionario..., nadie quería litigar en su contra…

(E): ¿Entonces...?

(PP): Con la ayuda de muchas personas que me ofrecieron y aportaron desde lo económico hasta asesoramiento y contención emocional, recuperé la casa..., que en ese momento era una mejora, una estructura de concreto cerca de la playa. La terminé y también hice el trámite de divorcio.

(E): ¿Y tu familia?

(PP): Mi padre nunca lo aceptó. A los pocos días tuvo un nuevo A.C.V. ... y por mucho tiempo sentí que la noticia del divorcio le había “reventado la cabeza”. Mi madre, siguió dándole a ER tratamiento de “hijo”, preparándole la comida, planchándole la ropa, lo llamaba por teléfono cuando hacía pan casero para que lo pasara a buscar por su casa… Toda esa amorosidad duró hasta que se confirmó que él tenía una novia... Ese fue el momento que pasó del amor al odio, para siempre.

Para la familia de mi madre, yo era: “la peor de todas”; la primera en separarme, la intolerante, la rebelde e inmadura que no había sabido sostener, entiéndase “aguantar” ese matrimonio.

(E): ¿Y quién te sostenía?

(PP): Las amigas que aún conservo: Marina, Mabel, Laura..., y mi analista de aquel entonces, que también se llama Laura.

(E): El relato hasta aquí tiene que ver con el divorcio, con problemas de ese primer matrimonio…¿Qué otro u otros temas que se tratan en el Ministerio de la Defensa Pública te atravesaron en el ámbito de tu vida personal, de tu vida como artista?

(PP): A partir del año 2000, la política institucional del Ministerio de la Defensa, tuvo un giro. Desde la Defensoría General, que funciona en la ciudad de Rawson, se estableció como “Programa Eje” el Acceso a la Justicia y la Defensa de los llamados “Nuevos Derechos” en el marco de un Programa Macro de “Derechos Humanos”, se puso especial énfasis en cuestiones de discapacidad y de vulneración del derecho a la salud... Al mismo tiempo, la enfermedad de mi padre fue avanzando... Un día empezó a decir que no veía… Lo llevé a la oculista que lo trataba quien, con mucho tacto me dijo: “...acá hay algo más, hay que consultar con un neurólogo”. Esa entrevista fue tremenda. Fue uno de los días más oscuros de mi vida... [Toma agua, respira profundo...] Le hicieron una tomografía, había tenido varios A.C.V. Tenía isquemias en la zona frontal, como se dice en la jerga “psi”, estaba “frontalizado”. El diagnóstico era: Mal de Alzheimer, y cursaba con demencia... fue tremendo. De repente él lloraba y al minuto se reía. Repetía una y mil veces que le ayudaramos a darse vuelta cuando estaba acostado en la cama, cosa que era muy difícil porque mi padre medía más de un metro noventa y en ese momento pesaba casi cien kilos... Ayudarlo “a darse vuelta en la cama” era un verdadero esfuerzo físico y también emocional, porque la demanda era constante. Algo realmente agotador. Gritaba día y noche. Se puso agresivo con mi madre, escupía la comida, se cayó varias veces en el baño, golpeándose contra los artefactos. Todo era caótico… Había que tomar una determinación… Una mañana, la médica me dijo: “Tu papá ya no es más “tu papá”... No podrá tomar más decisiones por sí mismo, su enfermedad cursa con demencia…” Mi hermano estaba de vacaciones y mi madre no quería que lo llamara para contarle lo que estaba sucediendo; no quería interrumpir su descanso ni que lo “molestáramos” con estas cosas. A ella no le gustaba la idea de internarlo, pero la venció el cansancio. Su físico no resistió más y estaba agotada emocionalmente por los insultos y el maltrato. Ella no aceptaba ese proceso de demencia y pensaba que todo lo que hacía se lo hacía y decía a ella, que todo era producto del desamor... También creía que era temporal, que habría algún remedio..., y cuando le hablé de la internación, la alivió saber que otros cuidarían de él… porque literalmente ella “ya no podía más con esto”. Los primeros días en el neuropsiquiátrico fueron tremendos... Allí estaban alojados varios pacientes cuya internación se había tramitado en mi oficina. Un par, tenían causas judiciales en el fuero penal y habían sido declarados inimputables en causa de violación, de homicidio. Yo los había atendido varias veces. Corbalán, Ojeda, Campos..., apellidos y personas que no me resultaban indiferentes; conocía mucho más de sus “prontuarios” e historias familiares que los médicos y enfermeros que los asistían. Juan G., por ejemplo, era un joven esquizofrénico. En una visita judicial a su casa, lo encontramos atado con una cadena dentro de una casilla de chapa con piso de tierra. Estaba lleno de piojos y escaras en la piel. Llevaba años ahí sin contacto con el afuera... El lugar era rancio y oscuro... Una tarde, en pleno ataque esquizoide, Juan rompió todas las puertas de la Clínica a puñetazos; vi como volaban astillas y chorros de sangre de sus manos. Todas las tarde, cuando me veía, venía a sentarse en el piso al lado mío, le gustaba que le acariciara la cabeza… Mi padre estuvo internado once años allí... Juan G. murió mucho antes que él. [...]

(E): Una vez más aquí se da aquello del observado dentro del campo de observación... ¿Rehiciste tu vida, tenés una nueva pareja?

(PP): ¡Hay expresiones que resultan sorprendentes!: “re–hacer la vida”. En realidad creo que pasé por muchas vidas en esta vida… y en tantos roles… En ocasiones, tenemos que abandonar la vida que habíamos planeado porque ya no somos la misma persona que hizo aquellos planes... Respecto a lo de si tengo pareja, sí, tengo pareja, desde el año noventa y siete que estoy con mi compañero de ruta… Eduardo es mi “novio” [RISAS], hace más de veintiún años...

(E): ¿Y cómo es esa relación?

(PP): Somos diametralmente “des–parejos”, por eso, además, me causa gracia esta cuestión de estar “en pareja”. Somos muy distintos Y pertenecemos a generaciones distintas. Fuimos criados incluso en culturas, ciudades y épocas diferentes. Creo que esa es la clave… A veces vamos por la vida buscando lo homogéneo..., la otra mitad de “la naranja”. Creo que la riqueza está en la diferencia, porque todo pasa por la comprensión, por el respeto y el amor así entendido.

(E): ¿Uds. formaron una familia?

(PP): Sí. Me resulta inevitable a partir de esta pregunta reflexionar: ¿qué es una familia?

(E): ¿Qué pregunta, no?

(PP): Creo que pasé por varios tipos de familia: la de origen, la nuclear, la materna, la paterna, la clásica, la extendida, la deseada, la monoparental, la ensamblada, la consanguínea, la elegida, la cercana, la de Europa… ¿Tantas!, aunque a los fines legales y jurídicos, mi familia actual sería una familia “de hecho”. Obvio: en “los hechos”, es una familia [RISAS]. La familia, para mi, es un “no espacio” de sostén, donde hay una sumatoria de presencias en su justa medida y mucha riqueza afectiva. Para mí la familia es aquella que nos proporciona apoyo y seguridad, aquella por la que sentimos responsabilidad y no una “obligación”, la que nos hace actuar con la mejor versión de nosotros mismos por amor y no por culpa o sometimiento; aquella que es feliz si alguno de sus integrantes está feliz, y no busca que cumplamos expectativas ajenas. Y es que muchas veces nos sentimos alejados de la familia consanguínea o los miembros de ella, tomando caminos tan distintos a lo esperado…, y “nada” nos une luego excepto esa convención social: “ser de esa familia”. La familia que se reúne una vez por año, para los cumpleaños o la Nochebuena…, más allá de eso tan circunstancial…, por lo general suele no quedar, más allá de ello, ni sana convivencia, ni amor verdadero, nada de toda esa convención. Son familias que se conforman por esos seres que se dicen primos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, cuñados…, con los que compartís algunos momentos pero que no saben nada de vos. Mi familia viene de apellidos y raíces diferentes, sus integrantes tienen cercanía y también viven a kilómetros de distancia… Está en el ADN y en la mirada… [...]

(E): Y a esta nueva familia, ¿Qué la hace rica?

(PP): La enriquece la madurez, el diálogo, el perdón. Hubo hechos gravísimos que tuvimos que transitar juntos... .

(E): ¿Cuáles?

(PP): Recibir la noticia de la existencia de G por ejemplo, el hijo biológico de mi actual pareja, noticia que causó un temblor fuerte entre todos y que nos dejó consecuencias y heridas dolorosas, especialmente porque se desenmascararon muchas mentiras y secretos familiares, y... [Hace una pausa] ¡Yo no tolero las mentiras!

(E): ¿Y cómo fue eso?, digo: “...recibir la noticia de la existencia de un hijo de tu pareja...”

(PP): Me acuerdo que fue un domingo a la mañana... Nos estábamos por levantar y él me dijo: “Tengo que contarte algo y no sé cómo empezar…”. Llevábamos unos siete años de relación…, habíamos formado una familia, mi hija estaba próxima a cumplir dos años... Nunca lo había visto así, tenía la voz entrecortada. Pensé: “lo despidieron”, “está enfermo y tiene una enfermedad grave”, “está con otra mina”. En menos de diez segundos, me pasaron esas tres ideas por la cabeza, así, en ese orden. Le dije en broma: “por el principio; empezá por el principio”. Y ahí me contó que el jueves de esa semana se habían presentado en la Compañía donde él trabajaba, dos personas con un nene de unos nueve años, acompañados del Jefe de la Policía de la Provincia, el tío del nene; que pidieron hablar con él en la oficina de informes, y cuando bajó a atenderlos, le dijeron: “Este es tu hijo...”, así, sin más... [Hace una pausa]. [...] El nene se acercó corriendo entonces..., lo abrazó y le dijo “papá”... Él me dijo que se quedó paralizado; que no sabía qué hacer, qué decir, nada...; que quedó estupefacto y que desde entonces estaba shockeado y no encontraba el modo de decírmelo...

(E): ¿Y cuál fue tu reacción?

(PP): Me levanté de la cama, la cabeza me iba a mil; los números me cerraban. Si el nene tenía nueve años… y nosotros estábamos juntos hacía siete… el asunto venía atado a una relación anterior, de cuando yo no lo conocía. Lo único que pude decirle fue: “vas a tener que buscar ayuda con esto, yo “no puedo más”, si querés llamá a Laura”, quien había sido tiempo atrás mi analista. No podía creer lo que estaba sucediendo y sabía que esto era sólo el principio...

(E): Contame acerca de ese “no puedo más”...

(PP): Tuve a mi hija casi a los 41 años y padecí un síndrome de menopausia temprana que trastocó todo mi sistema endócrino, cosa que repercutió en mi salud; no la pasé bien. Por otro lado él, en esa época, trabajaba en una compañía petrolera en el campo donde hacía guardias rotativas, cosa que implicaba estar muchos días fuera de la casa… Entre una cosa y la otra, me sentía física y mentalmente agotada...

(E): ¿En la oficina donde trabajás también se sustancian trámites de filiación de este tipo?

(PP): Sí, así es. Además atendemos este tipo de problemáticas desde las dos partes: del que reclama la filiación, ya se la madre o el hijo, y del que la rechaza –o también la reclama–, es decir el padre biológico… En todos los casos, lo que abunda es el dolor, el sufrimiento..., y yo podía imaginarme lo que se venía para nosotros…

[...]

(E): La vida, la muerte, la salud, la identidad, la discapacidad, los ciclos vitales; niñez, adolescencia, edad adulta, vejez; la comunicación, la violencia intrafamiliar, los derechos económicos, sociales, culturales vulnerados..., todos temas que hacen a nuestra manera de “ser humanos” ¿Cómo pudiste sobrellevar estos treinta y nueve años de trabajo?

(PP): Si bien no hay espacios catárticos, ni tenemos indicación de psico–profilaxis en las Oficinas del Ministerio, ni siquiera te diría de carácter preventivo o como refuerzo más allá de que cada tanto, cada seis o siete años… [RISAS], se proponen capacitaciones vinculadas con el manejo de técnicas para el control de las emociones o para la atención de personas en situación de crisis, capacitaciones muchas veces ligadas a la reducción del estrés laboral…, yo hace años que me analizo psicoterapéuticamente, practíco técnicas de respiración para la eliminación del estrés, medito y hago ejercicios de yoga a diario…, y hace más de diez años que profundizo, investigo y vuelco en mis proyectos artísticos,, conceptualizaciones referidas a esos temas que me atraviesan, y que me interesan, que están relacionadas con mi actividad laboral y también con mi vida personal.

(E): ¿Vos tenés una Serie de obras que se llama “Leyes”?

(PP): Si, a mí me gusta más llamarle “Colección” en lugar de Serie.

(E): ¿Por qué?

(PP): Por que “serie” me da la idea de producción industrial; a “Fordismo”6 o “Toyotismo”7. Si bien ahora sé que hay mucho del arte actual vinculado a esas teorías económicas, prefiero usar la palabra “colección”; la encuentro más relacionada con mí hacer arte hoy.

(E): ¿Y por qué “leyes”?

(PP): Porque son obras vinculadas a leyes polémicas en Argentina.

(E): ¿Qué tipo de obras son? ¿Cuadros? ¿Pinturas?

(PP): No, yo estaba buscando salir de lo bidimensional y en un viaje a Buenos Aires fui a tomar un taller “a la carta” al atelier de la artista Claudia Contreras. Esa visita marcó un antes y un después en mi vida como artista.

(E): ¿En qué sentido?

(PP): Yo buscaba salir de lo bidimensional, del plano. Ya había hecho varios talleres de pintura con texturas y mi visita a la casona de Claudia, en Parque Chas… [Hace una pausa], fue hermosa; su taller era un lugar increíble, colmado de papeles, obras, lápices, pinturas, herramientas dispuestas sobre una mesa de trabajo en un desorden aparente donde sólo ella podía encontrar algo... La artista proponía a través de Facebook la enseñanza de técnicas “a la carta” y así la conocí. Fue en abril o mayo, no recuerdo el mes..., de 2012. Me preguntó qué me interesaba, en qué andaba. Le dije que estaba haciendo unos bocetos referidos al tema del Matrimonio Igualitario y que también me interesaba el cuidado del medio ambiente. Hablamos de que en Chubut se estaba discutiendo fuertemente la Ley de Bosques y que nada de lo que estaba haciendo en “el arte” me convencia. entonces me preguntó si quería aprender a bordar le dije que yo sabía bordar... Me preguntó si conocía la técnica del gofrado, del grabado, el frotage, el collage… A todo respondí que sí. Mientras terminamos de tomar un té, que acompañamos con un budín de zanahoria y semillas delicioso, la dueña de casa fue hasta un armario que estaba colmado de libros. Sacó uno y mientras volvía hacia la mesa de té… me dijo: ¿Conocés la técnica del libro de artista? Me quedé totalmente sorprendida, no sabía de qué me estaba hablando y yo de “libros” sabía bastante. [RISAS] Claudia me explicó brevemente y me mostró algunas imágenes en su Mac. Me propuso que a mi regreso a Buenos Aires, que sería dos meses después..., le mostrara en ese libro, que aún tenía entre las manos, qué sabía hacer, qué técnicas o procedimientos manejaba. El libro era un “Manual de Religión Aplicada” del año 1942. Lo abrió justo en el capítulo: “El sacramento del matrimonio”. Leímos algunas acciones y nos echamos a reír...

(E): Y... ¿qué es un libro de artista?

(PP): Desde el punto de vista del artista, se puede definir como un soporte más, como un lienzo para el pintor o como la piedra o el bronce para el escultor; sus características hacen de él un medio con posibilidades mucho más amplias: el juego con el tiempo, que ocurre al poder pasar las páginas, retroceder, desplegarlas y leer un discurso plástico en secuencias espacio–temporales; la posibilidad de unión entre el dibujo, la pintura, la escultura, la poesía, las artes aplicadas, el libro de edición normal…, y los más variados y diversos procedimientos artísticos, desde los elementos plásticos tradicionales al video, la proyección o el mapping. Estas múltiples combinaciones proporcionan un sentido lúdico, experimental y participativo a la obra, ya que el libro de artista se puede ver, tocar, oler, hojear, manipular y sentir. El artista puede realizar sus obras no sólo sobre papel, cartón, lienzo o cartulina, sino también sobre metacrilato, madera, latón, bronce, cualquier material textil, lo que se le ocurra; la combinación múltiple de varias materias y hasta aportar materiales reciclados impresos o encontrados. Puede emplear todas las técnicas artísticas posibles desde el óleo a la electrografía, desde la acuarela a la infografía, desde el aguafuerte a la holografía… o la conjunción de varias de ellas. Su carácter interdisciplinar, permite al Libro de Artista ser un medio de expresión de muchos movimientos del Arte Contemporáneo, convertirse en poesía visual, en happening, en instalación, en escultura móvil, o libro móvil, o libro autobiográfico, entre tantos otros. A mi me permitió una libertad creativa total. No paré más de hacer libros de artista y de intervenir libros. De hecho, esa primera colección: “Leyes”, son veintidós libros que produje en un año.

(E): ¿Cuál fue el primero?

(PP): “Sueño verde, minería a cielo abierto. Ley 5001”. El soporte fue la novela de Peter Rainier: “Fuego Verde”. Un ejemplar de 1945.

(E): Y..., ¿qué técnicas usaste?

(PP): Bordado, pintura, dorado a la hoja, calado, esculpido; tramado; trabajé con la iconografía y muchas técnicas más. El objetivo era mostrarle a Claudia, a mi regreso a Buenos Aires, que sabía hacer…? Llevé esa obra en proceso: “Falsa identidad, Ley 26.743 de Identidad de Género”. En ese caso el soporte era la novela de David Morel: “Falsa Identidad”.

(E): ¿Y por qué camino siguió tu producción de obra? ¿seguiste viajando a Buenos Aires?

(PP): Desarrollé otras colecciones de libros: “Lecciones de Psicoanálisis” y “Laberintos”, por ejemplo. Ese mismo año, empecé a participar en espacios clínicos con distintos artistas y curadores; fui incursionando en otros formatos. Como viajo a Buenos Aires cada dos meses, porque voy a consulta con mi analista, aprovecho los viajes para sumar otras experiencias relacionadas con mi ser artista. Dicen que “Dios atiende allá”8 [RISAS]

(E): El cuerpo de obra, por ejemplo, de la muestra “Resiliente”, que hiciste en el año 2017 en el Centro Cultural de Rada tilly, en Chubut, o la colección: “El cordón rojo”, que se exhibió en oportunidad de la inauguración del Museo del Inmigrante Portugués (MIP) de Comodoro Rivadavia, proyecto también de tu autoría, toca la temática de la identidad, de los ciclos vitales y el legado que recibiste de tus ancestros, de tu familia...¿es esto así?

(PP): Sí... así es. A ver... ¿cómo te cuento de esto?... La enfermedad de mi madre y el duelo por su partida, elaborar ese duelo...atravesar ese dolor; llevó a hacerme montones de preguntas: ¿qué es ser madre?, ¿con quienes nos identificamos?, quiénes nos dejan huellas perdurables?, ¿qué recordamos y qué olvidamos?, ¿qué significan las palabras: tía, prima, abuela, nuera, nieto, yerno? A mi entender, esos y muchas otras como: soltera, joven, viuda, puta, divorciada, hija, profesional, gorda madre, vieja, rubia, víctima; perteneciente a pueblos originarios; ama de casa, asalariada, extranjera, morocha, gay, casada, multípara, analfabeta, enferma, jubilada, concubina, discapacitada, trigueña… Todas estas expresiones están cargadas de mochilas. Mochilas del lenguaje y la cultura, de la propia historia y al usarlas contaminan la comunicación y los vínculos. Condicionan las relaciones entre los seres humanos.

(E): Y..., ¿qué tendría que ver esto con tu trabajo?

(PP): En mi trabajo, llevo años preguntándome y cuestionando esos estigmas. Mil veces me pregunto: ¿para qué sirve lo que hago?, ¿dónde van a parar los escritos, las firmas, las citaciones, los oficios, que son el trabajo escrito, lo “textual” que hacemos todos los días?, ¿qué efectos tiene en las personas la tarea que desarrollamos? Me refiero a cosas tan simples como una orden judicial de prohibición de acercamiento, lo que hoy se denomina “perimetral”. Pienso en el valor de una palabra dicha en el justo momento y también pienso en las del “lenguaje jurídico” que, muchas veces, son incomprensibles para toda la gente: “encartado”, “fojas”...; el sentido jurídico de las palabras: “autos”, “vista”, “traslado”, “cargo” [...] Me surgen preguntas como por ejemplo: ¿cuántas veces hice mi firma en estos treinta y nueve años de trabajo en el Ministerio? Mi misión la reconozco clara en esos momentos: quiero que algunas cosas cambien, o por lo menos quiero generar preguntas, transmitirlas, que otros se las hagan también. [...] Ser mujer, madre de una niña, dejar de ser hija y ser madre, quedarme huérfana... La mudanza de mi hijo, primero a Buenos Aires, a los 17 años para estudiar en la Universidad, y hace tres años a Londres, donde vive junto a su pareja… Y cómo es mi relación, la comunicación, con ella; con Flor9 la pareja de mi hijo y también con él, ahora que ambos somos adultos... Cómo fue mutando nuestra comunicación, y la construcción de una distancia “óptima” en las relaciones interpersonales. Transitar esos procesos, vivir esas situaciones..., siempre encontraron un reflejo, un espejo del otro lado del escritorio; han tenido su correlato en lo esencialmente humano de las personas que se sentaron todos estos años de ese otro lado del escritorio…, en la silla del requirente.

(E): Sabemos que no das entrevistas, ¿Cuál fue el motivo por el que accediste a ésta?

(PP): Porqué de este modo puedo dar a conocer, contar acerca del hilo conductor de mi obra y mis proyectos en arte de los últimos años. Esta entrevista es en profundidad. No me gustan las cosas superficiales… Todas las obras que hice en los últimos diez años tienen relación con mi vida, con mi hacer profesional, con mi cotidiano como empleada del Poder Judicial, como psicóloga social o como docente e investigadora de la Universidad. Una especie de cierre y apertura constante, una forma de decir, de no callar. Hoy, próxima a finalizar con mi actividad laboral, pienso en la relación o ausencia de relación entre arte y trabajo real de los artistas en el arte actual, ese es un tema que se toca constantemente, pero finalmente es poco lo que de ello se dice...

(E): Dedicaste gran parte de tu vida profesional y en el Poder Judicial a la investigación..., ¿no es así?

(PP): Si, claro y me interesa el arte también como motivo de análisis, como “asunto para investigar”; me cautiva y apasionan las problemáticas de la escena artística actual... Me remite a lo discutido y producido hace poco tiempo en las Primeras Jornadas de Arte y Estética organizadas por el Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella, en 2015, donde del lado del “ministerio” [...], se apunta al carácter de praxis social de aquello que comúnmente llamamos arte…”

[Se para y se acerca a la biblioteca de su Estudio, toma un libro de color amarillo, vuelve a su asiento y lee en una página marcada:] “...la fijación reciente con la figura del artista profesional, un practicante que actúa estratégicamente y dispone de variadas herramientas retóricas para la construcción de su carrera, tiene una relación necesaria con la reducción del arte a su correlato social, propuesta por la teoría crítica a mediados del siglo pasado y convertida en uno de los basamentos pedagógicos de las Escuelas de Arte y las humanidades. Del lado del “ministerio”, entonces, “el arte es trabajo”: una práctica entre prácticas, y la historia del arte es de por sí una historia social, susceptible de ser anclada en las relaciones de producción. Pero, del lado del “ministerio”, la filosofía responde que aquello que llamamos arte es una galaxia mucho más grande de lo que puede soñar el construccionismo social: una galaxia compuesta de objetos puntuales y brillantes pero parcialmente retraídos: las obras de arte, que a lo largo de la historia han sido comparada con un enigma, un hechizo, un jeroglífico o una “isla de irrealidad rodeada de realidad por todas partes” según la definición de Ortega y Gasset. [Aclara] Desde la perspectiva del idealismo estético, el arte es algo que no se puede conocer y que solo admite la docta ignorancia; por su característica reticencia trasciende la dimensión de la práctica y la comunicación. De ahí que no pueda identificárselo con el trabajo, ni planificarse su crecimiento institucional o económico. Del lado del “ministerio”, el arte es considerado una práctica subjetiva susceptible de ser proyectada y mejorada; del lado del “ministerio”, se lo reconoce sobre todo como un objeto indescifrable, algo que se ofrece parcialmente a los sentidos pero que tiene una existencia independiente, como una mónada, un mineral enterrado o un animal salvaje…”10

[Cierra el libro y lo deja sobre el escritorio]

Y así me encuentro hoy: entre el “Ministerio”...en referencia a mi tarea en el Ministerio de la Defensa Pública y el “Arte”, tratando de representar emociones, preocupaciones, contradicciones; compartiendo preguntas, develando verdades, haciendo pública una historia que nadie conoce, mostrando ese lugar del ser artista y del ser persona... y de lo humano en dos contextos, del control de las emociones como modo de ser en lo profesional y en lo personal; de la tolerancia, tolerancia a la presión familiar, social, del sistema, de lo institucional...; del “resistir”, del “resilir”... En coincidencia con Boris Groys11, digo que la pregunta central que cabe hacerse sobre el arte es: “si es capaz de ser un medio de la verdad...”.

(E): ¿Y la obra actual, de qué va?

(PP): Va por el lado del linaje masculino y también lo familiar. Hay que contrapesar tanto legado femenino [RISAS]. Durante dos mil diecisiete y parte del año dos mil dieciocho, produje las obras de la colección “Casa IV” y el proyecto “Doméstico”, aún inéditas. Eso en cuanto a la obra física. Todo este año, lo dediqué a la escritura, descubrí una nueva pasión en el arte.

(E): ¿Poesía?

(PP): No, no. La investigación y el trabajo de registro y archivo y... una obra autobiográfica que empieza en la página uno de este libro.

[RISAS]

(E): ¿Accederías a un ping–pong de preguntas y respuestas?

(PP): ¡Claro, me divierte!

(E): Si tuvieras que ambientar este lugar, ¿con qué color lo harías?

(PP): Verde jade.

(E): Y..., con qué música?

(PP): Tango electrónico; Gotan Project, Bajo Fondo...

(E): ¿Tendrías una mascota?

(PP): Mmmm, aún me duele la partida de Brigo, mi Schnauzer mini, viejito, enfermo de diabetes y ciego; murió en junio de este año. Tendría un gato, me gustan mucho los felinos...

(E): ¿Una maestra de la escuela primaria que recuerdes?

(PP): La señorita Juanita Di Pauli, mi maestra de primer grado y... la Sra. de Sid, Irma de Sid; quien hace poco visitó una de mis muestras…

[Hace una pausa].

Antes las mujeres perdían su identidad con el matrimonio, usaban el apellido del marido... “la Sra. de Sid”

(E): Un sabor de infancia...

(PP): Los merengues de “la Conce”12 y las galletitas “Merengadas” de Bagley.

(E): Un pensamiento:

(PP): “...el ser humano es impredecible...”

[...]

(E): ¿Qué significa “dar”?

(PP): Para mí, “dar” es parte de una misión...; mi misión. Dar es una palabra con ida y vuelta. Dar: caricias, conocimiento, amor… crear es dar.

(E): Algo postergado...

(PP): Ir al gimnasio. Hacer actividad física, una deuda con mi salud...

(E): ¿De qué signo zodiacal sos?

(PP): Piscis con ascendente en Tauro.

(E): ¿Y en el Horóscopo Chino?

(PP): Soy Tigre y mi elemento es el agua.

(E): ¿Una cábala?

(PP): Entrar con el pie derecho a los aviones y a las casas donde ingresó por primera vez.

(E): ¿Un día de la semana?

(PP): El domingo a la mañana, cuando la casa está en silencio. Me encanta bajar al living en pijama, desayunar y escuchar música, generalmente Bossa Nova, mirando el mar.

(E): ¿El último libro que leíste?

(PP): Dos. Siempre leo dos al mismo tiempo. Uno, por puro placer: ayer terminé de leer: “Hágase usted mismo”, de Enzo Maqueira13. un relato despiadado con aires de policial acerca de la búsqueda de la felicidad, el reconocimiento y la trascendencia, ambientado en un barrio cercano a Comodoro Rivadavia que describe de modo increíble los paisajes, las costumbres, la idiosincrasia de este lugar. Y el otro, de autodidacta que soy, [RISAS] acabo de terminar con: “El valor del arte”14 y ayer llegó por el correo, la nueva edición de “Estética, la cuestión del arte”15 de Elena Oliveras. Lo estuve mirando; deseo tener más tiempo para leer.

(E): ¿Un ritual?

(PP): Persignarme cuando paso por el lugar donde encontraron muerta a Jazmín Chacoma..., una nena de 12 años que fue víctima de femicidio. No por la religiosidad; es solo un rito en su homenaje.

(E): ¿Practicás alguna religión?

(PP): Si bien me criaron en la fe cristiana, me bautizaron, hice la primera comunión, la confirmación y me casé según los ritos del catolicismo..., hace mucho tiempo que no practico ninguna religión. Tengo una postura crítica acerca de la Iglesia y ese tipo de instituciones religiosas.

(E): ¿Cómo es tu vida social?

(PP): Muy, pero muy acotada. Algunas reuniones con amigos, salidas al teatro, que ¡me encanta!..., sólo eso.

(E): ¿Cómo te llevás con la soledad?

(PP): Me llevo muy bien… soy un ser más solitario que social. Ya te conté que soy Tigre de Agua en el Horóscopo Chino... [RISAS]

(E): ¿Los amigos son para estar en las buenas o en las malas?

(PP): Los verdaderos amigos son para estar siempre.

(E): Un “mito”, con minúscula...

(PP): Cuando tengo que decidir algo, o buscar una respuesta a algo importante o a algo por venir..., miro al cielo, y si está celeste, azul celeste, estoy en el camino correcto; la respuesta (que me da el cielo) es “adelante, va a salir bien”... Si está gris o nublado, no funcionará. Siempre se cumple. Lo hago desde que era una niña...

(E): ¿Un aroma?

(PP): Olor a pan tostado o bizcochuelo en toda la casa...

(E): ¿Qué perfume usas?

(PP): Varios. Hoy J ’adore, de Dior.

(E): ¿A qué le tenés miedo?

(PP): A la oscuridad en todos los sentidos de la palabra.

(E): Un día triste...

(PP): Hace poco conocí la tristeza profunda, esa que se encarna y no se quiere ir... [...] Pero un día que recuerdo como muy, muy triste… fue el día que se murió mi padrino, Roberto [...], y el día que mi mamá se despidió de mí, en la terapia intensiva del hospital...

[Le asoman unas lágrimas]

Creo que este último fue el día más sórdido de mi vida. Llegué a la Unidad de Terapia Intensiva del hospital y me pidió que me acerque a la cama, que me quería contar algo. Me dijo que había visto una barca en la que venía mi padre a buscarla. Me dijo que ella le decía que no tuvo la culpa y que él no la escuchaba. Que alrededor de la cama estaba todo lleno de bloques de carne, como barras de hielo, pero de carne, y que los médicos los arrastraban con ganchos de carnicería, y que con el ruido no la dejaban dormir. Que metían todos esos bloques de carne a la barca y que ella subía también y se iba con él. Para entonces, hacía varios años que mi padre había muerto... Después de ese relato, mi madre entró en un estado de somnolencia y sólo se comunicó con monosílabos, repetía frases: “tal vez” y preguntaba: “¿Se fue?”. Su único interés era saber cuánto faltaba para el día 18 de diciembre… Ese día, mi hijo regresaba de Buenos Aires, donde estaba estudiando. Ella lo adoraba. Él llegó a las ocho de la mañana, fuimos juntos al hospital. Ella murió al mediodía...

[...] [Se hace una pausa silenciosa]

[Le brillan los ojos]

(E): ¿Cuál es tu lugar en el mundo?

(PP): Hoy Rada Tilly, acá en Chubut, en la Patagonia Argentina.

(E): ¿Qué significa para vos la palabra “libertad”?

(PP): Mi libertad está asociada al arte... En mi vida personal y laboral, siento que no soy libre. La responsabilidad nos quita libertad.

(E): Un lugar para ir a pasear y volver cien veces

(PP): Albufeira, en Algarve, Portugal.

(E): Si tuvieras que ponerle nombre a la palabra amigo o amiga..., ¿cuáles serían esos nombres?

(PP): Serían nombres de distintas épocas, de diferentes ciclos... De la infancia: Lidiana, Bettina, Paquín, Rudi, Pedro S.; de la adolescencia: Stella, Iris, Vicente, Amalia, Maureen, Tato, Pedro T... De los tiempos de estudiante, cuando iba a la universidad: Mabel, Mirtha, Luci, Cristina, Susana, Laura, Juan Manuel. De mi vida adulta: Marina, Lucía, Carla, Marcela, Clara, Fernanda, Gustavo, Christian, Fabhio… Los nombro y pienso que muchas de estas personas estuvieron presentes en todos los ciclos de mi vida... ¡Es muy hermoso eso!

(E): Veo que llevás siempre con vos un cuadernito, una libreta de anotaciones... ¿Qué anotás?

(PP): Tengo varios... [RISAS]. Uno, o mejor dicho dos –muestra el otro– donde anoto ideas relacionadas con el arte… bocetos, frases, poesía…; proyectos, borradores de cuentos. Y también llevo anotaciones en unos documentos, que no son documentos digitales, donde escribo: un relato, por ejemplo, que se llama “Bruno”, otro que se llama “Martina”.

“Bruno”, empezó siendo cuaderno y después pasó a formato digital. “Martina”, que fue digital desde el comienzo... [...] A mí me hubiera gustado que mi mamá me contara o se acordara de cosas que sucedieron cuando yo era chica… A veces le preguntaba: ¿qué pasaba cuando yo tenía cuatro años?..., y ella siempre me contestaba: “Y... ya no me acuerdo”, entonces cuando nació mi hijo, decidí escribir un relato en el que le cuento cosas que pasaban…, que sucedían tanto en el contexto familiar como local, en el país y también cosas que le pasaban a él, y a mi... No es un libro tipo “diario, es un registro de sucesos impulsado por la sola necesidad de contar, de compartir lo que va sucediendo... Ninguno de mis hijos sabe de la existencia de estos escritos, se están enterando ahora… [RISAS]

(E): [...] ¿Algo más referido a tus hijos?

(PP): Tengo una cábala referida a ellos: cada vez que viajo sola, llevo conmigo algo de mis hijos: una muñequita, un juguete pequeño.

(E): ¿Tu receta infalible en la cocina?

(PP): ¿Dulce o salado?

(E): Ambas…

(PP): Torta de manzanas y colita de cuadril a la mostaza… con hojaldre de papas...

(E): ¿Cuál es tu estación del año favorita?

(PP): El otoño y la primavera, las intermedias...

(E): ¿Tu serie favorita?

(PP): “Downton Abbey” y... “Velvet”.

(E): Algo que te falto aprender...

(PP): Tengo muchas cosas para aprender todavía. En relación al auto–conocimiento, tengo que seguir aprendiendo a pensar más en mí. Y de las cosas que no aprendí de pequeña y que quedaron pendientes: nadar y andar en bici... Nunca tuve una bici, mi madre decía que no tendríamos bicicleta, porque sólo podía imaginarnos debajo de un camión si la tuviéramos. Esa era una frase remanente cuando se tocaba el tema… ¡Tremendo!

(E): ¿Algo que harías en otra vida?

(PP): Ser piloto automovilístico, de automovilismo de competición. [RISAS]

(E): Muchas gracias.

(PP): Gracias a vos.

4 Accidente cerebro–vascular.

5 Un plan de ahorro es un método de compra que se sustenta en un ahorro previo para la adquisición de un vehículo 0km. Para ello, los clientes forman grupos y aportan fondos mensualmente (cuotas). El vehículo se puede poseer por sorteo, que se realiza mes a mes o por licitación, ofertando un monto de dinero y seguir pagando las cuotas restantes hasta el pago total.

6 El Fordismo es un sistema socioeconómico basado en producción industrial en serie, establecido antes de la Primera Guerra Mundial. El concepto recibe el nombre de Henry Ford, quien popularizó la línea de ensamble y es atribuido al teórico marxista Antonio Grossi, quien lo usó por primera vez en su ensayo Americanismo y fordismo (1934), perteneciente a sus Cuadernos desde la cárcel.

7 Se denomina toyotismo a un modo de producción en cadena que reemplazó al fordismo en los primeros años de la década de 1970.

8 “Dios atiende en Buenos Aires”: Frase utilizada en Argentina por los habitantes del interior del país para referirse críticamente a la centralización y al falso federalismo.

9 Florencia Lujani, nació en Buenos Aires. Actualmente reside en Londres. Trabaja en marketing free lance, le interesan las temáticas referidas a creatividad y cultura.

10 El libro es: “¿Es el Arte un Ministerio o un Misterio”, Inés Katzenstein y Claudio Iglesias compiladores. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires. Año: 2017.

11 “El arte como medio de verdad”, conferencia dictada por Boris Groys en las “Primeras Jornadas de Arte y Estética”, organizadas por el Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, los días 16 y 17 de abril de 2015. Esta conferencia está disponible en el sitio web: Vimeo.com.

12 Concepción Máximo Paura de Lucas, era la hermana de mi abuela materna. La tía de mi mamá que vino a la Argentina con su familia (esposo y tres hijos) en los años cincuenta y envió la “carta de llamado” –requerimiento de la Dirección de Migraciones– para que mi madre venga a la Argentina. Si bien era mi “tía–abuela”, era ella la única aproximación que tuve en la infancia a lo que podía ser una “abuela”. Murió recientemente, el 18 de agosto de 2018, a los 99 años.

13 “Hágase usted mismo”, Enzo Maqueira, Editorial TusQuets, Colección Andanzas, Buenos Aires, 2018

14 “O Valor da Arte”, José Carlos Pereira, Editorial Fundaçao Francisco Manuel Dos Santos, Lisboa, 2016

15 “Estética, la cuestión del arte”, Elena Oliveras, Nueva Edición ampliada, Editorial Emece– Buenos Aires, 2018

Patricia Pinto, artista

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