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El sufrimiento nunca es neutral

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Desearía poder decir que mi experiencia de sufrimiento fue neutral, pero no lo fue, y tampoco lo es para nadie más. Esto es lo que todo aquel que sufre tiene que entender: nunca sufres solo aquello por lo que estás sufriendo, sino siempre sufres la manera en la que lo estás sufriendo. Tú y yo nunca venimos a nuestro sufrimiento con las manos vacías. Siempre arrastramos una bolsa llena de experiencias, expectativas, suposiciones, perspectivas, deseos, intenciones, y decisiones a nuestro sufrimiento. Así que nuestras vidas están conformadas no solo por lo que sufrimos sino por lo que traemos a nuestro sufrimiento. Lo que piensas de ti mismo, la vida, Dios y los demás afectarán profundamente la forma en que piensas, interactúas y respondes a la dificultad que se te presente.

Es humillante admitirlo, pero había dos cosas que no sabía que estaba llevando a mi aflicción física que dieron forma a como caminé a través de la experiencia. Primero fue el orgullo. Yo estaba inconsciente que había mucho orgullo en mí, orgullo en la salud física y logros. Unos tres años antes de que me enfermara, perdí 40 libras, cambié mi relación entera con la comida, y comencé a ejercitarme más agresivamente. Funcionó. Conservé el peso que había logrado y me sentía más joven y con más energía de lo que me había sentido en años. Estaba orgulloso de mi condición física y confiado en la salud de mi cuerpo. Estaba también orgulloso que, ya que físicamente estaba fuerte, podía ser productivo. Viajaba cada fin de semana a conferencias en todo el mundo y escribía libro tras libro entre conferencias. Miro hacia atrás y ahora veo que vivía con apreciaciones de invencibilidad. No era un hombre joven, pero me sentía como si estuviera en la cima de mi juego. La salud y el éxito son intoxicantes, pero también vulnerables.

Cuando me di cuenta que estaba muy enfermo y que la debilidad y fatiga estarían conmigo por el resto de mi vida, el golpe no fue solo físico, sino también emocional y espiritual. Honestamente, no solo sufrí dolor físico, sino también el dolor aún más profundo de la muerte de mi ilusión de invencibilidad y el orgullo de la productividad. Estos son problemas de identidad sutiles, pero profundamente arraigados. Te habría dicho que mi identidad estaba firmemente arraigada en Cristo, y hay maneras significativas en las que lo estaba, pero debajo eran artefactos de la autosuficiencia.

Ahora, esto es lo que sucede en tiempos de sufrimiento. Cuando aquello en lo que has estado confiando (ya sea que lo supieras o no) es establecido como desperdicio, no sufres solo la pérdida de eso; también sufres la pérdida de la identidad y seguridad que te brindaba. Puede que esto no tenga sentido para ti si en este momento estás pasando por algo que no habrías planeado para ti mismo, pero la debilidad que ahora es parte de mi vida regular ha sido un gran instrumento de la gracia de Dios (ver 2 Cor. 12: 9). Ha hecho dos cosas para mí. Primero, ha expuesto un ídolo del yo que no conocía que estaba allí. El orgullo en mi salud física y mi capacidad de producir me hicieron tomar crédito por lo que no podría haber producido en mí mismo. Dios creó y controla mi cuerpo físico, y Dios me ha dado los dones que yo empleo todos los días. La salud física y la productividad deben producir gratitud y adoración más profundas, no autosuficiencia y orgullo en la productividad. Estoy agradecido por lo que mi debilidad ha expuesto y de ser liberado por gracia de tener que demostrar por más tiempo que soy lo que creo que soy.

Pero hay una segunda cosa que ha sido maravilloso entender. Quizás maldecimos la debilidad física porque nos sentimos incómodos con depositar nuestra confianza en Dios. Permíteme explicar. La debilidad simplemente demuestra lo que siempre ha sido verdad: Somos completamente dependientes de Dios para la vida y aliento y todo lo demás. La debilidad no fue el final para mí, sino un nuevo principio, porque la debilidad proporciona el contexto en el que se encuentra la fuerza verdadera. Pablo dice en 2 Corintios 12:9 que se va a gloriar en su debilidad. Suena raro y loco cuando primero lo lees, pero no lo es. Él ha llegado a conocer que el poder de Dios “se perfecciona” en su debilidad. Verás, la debilidad no es lo que tú y yo deberíamos temer. Debemos temer nuestra ilusión de fuerza. Las personas fuertes tienden a no pedir ayuda, porque ellos piensan que no la necesitan. Cuando has sido probado débil, aprovechas los recursos infinitos del poder divino que son tuyos en Cristo. En mi debilidad he conocido la fuerza que nunca había conocido.

La segunda cosa que moldeó la forma en que sufrí físicamente fueron las expectativas poco realistas. El sufrimiento no debería sorprendernos, pero casi siempre lo hace, y sin duda me sorprendió. Ahora es humillante admitir esto porque escribí un libro sobre cómo vivir con la realidad de la caída a la vista. Entré en mi enfermedad con mi teología en el lugar correcto. Yo creía que vivía en un mundo gimiendo que clama por la redención, pero estaba luchando con algo más dentro de mí. Estaba esta expectativa de que siempre sería como había sido, es decir, que siempre estaría fuerte y sano. Había poco espacio en mi vida, familia y planes de ministerio para la debilidad dentro o problemas fuera. De hecho, no había lugar para ninguna interrupción en lo absoluto. Gran parte del camino que pensaba y planificaba sobre mí estaba basado en la expectativa poco realista de que continuaría escapando de la interrupción regular de la vida de uno y los planes que suceden en un mundo que no opera como Dios lo diseñó para operar.

No fui destacado; Dios no me había olvidado ni me había dado Su espalda. No estaba siendo castigado por mis elecciones, y no estaba recibiendo las consecuencias esperadas por las malas decisiones. Mi historia es sobre las cosas normales que nos suceden a todos porque vivimos en un mundo que ha sido dañado dramáticamente por el pecado. En este mundo viven las enfermedades y dolencias, y nuestros cuerpos se descomponen o no funcionan correctamente. En este mundo el dolor, a veces crónico y a veces agudo, nos asalta y hace que la vida sea casi imposible de vivir. Vivimos en un mundo roto donde la gente muere, la comida decae, guerras braman, los gobiernos son corruptos, las personas toman lo que no es suyo e infligen violencia unas a otras, los esposos actúan con odio unos hacia otros, los niños son abusados en lugar de ser protegidos, las personas mueren lentamente de inanición o mueren repentinamente de enfermedad, vive la confusión sexual y de género, las drogas causan adicción y destruyen, el chisme destruye reputaciones, la lujuria y codicia controlan corazones, la amargura crece como un cáncer, y la lista podría seguir y seguir.

La Biblia no se refrena. A cada paso, nos informa y advierte sobre la naturaleza del mundo, que es la dirección donde todos vivimos. Ya sea una narrativa dramática de la vida, o una doctrina que informa, o un principio de sabiduría sobre cómo vivir bien, la Escritura obra para prepararnos, no para que vivamos en temor, sino para que estemos listos para las cosas que todos enfrentaremos. Dios nos da todo lo que necesitamos para que vivamos con expectativas realistas y para que los momentos de dificultad no estén llenos de conmoción, temor y pánico, sino sean experimentados con fe, calma y decisiones confiadas.

Aunque tenía la teología correcta en su lugar, de alguna manera, a nivel de calle, mis expectativas eran poco realistas, y las expectativas no realistas siempre hacen más difícil el sufrimiento. Mi punto es que soy un ejemplo vivo de la verdad de que tú y yo nunca sufrimos solo aquello que estamos sufriendo, sino también sufrimos la manera en la que estamos sufriéndolo. Cada uno de nosotros trae a nuestro sufrimiento las cosas que moldean la manera en que sufrimos. Todos sufrimos, pero no sufrimos de la misma manera, porque nuestro sufrimiento está formado por lo que llevamos a las dificultades que se nos presentan.

Esto es lo que es tan importante de entender, y lo que puede ser la principal contribución de este libro: tu sufrimiento está más poderosamente formado por lo que está en tu corazón que por lo que está en tu cuerpo o en el mundo que te rodea. Ahora no malinterpretes los que estoy diciendo. Mi sufrimiento era real, la disfunción en mi cuerpo era real, el daño a mis riñones es real, el dolor por el que pasé fue horriblemente real, y la debilidad que es ahora mi vida normal es real. Pero la forma en que experimenté todas esas duras realidades fue moldeada por los pensamientos, deseos, sueños, expectativas, antojos, miedos y suposiciones de mi corazón. Lo mismo es cierto para ti. Tus respuestas a las situaciones en tu vida ya sean físicas, relacionales o circunstanciales, siempre están más determinadas por lo que está dentro de ti (tu corazón) que por las cosas que estas enfrentando. Es por esto que las personas tienen respuestas dramáticamente diferentes a las mismas situaciones de dificultad. Esta es la razón por la que el escritor de Proverbios dice:

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. (Proverbios. 4:23)

Como una corriente, tus actitudes, elecciones, reacciones, decisiones, y respuestas a lo que estás enfrentando están fluyendo de tu corazón. El corazón es el centro de tu personalidad. El corazón es tu núcleo causal, al igual que el suelo seco absorbe el líquido de una corriente. El sufrimiento extrae los verdaderos pensamientos, actitudes, suposiciones y deseos de tu corazón. Así que es útil considerar el tipo de cosas que traemos a nuestro sufrimiento que nos causan problemas a nuestra propia dificultad.

¿Qué traes a tu sufrimiento?

A continuación, hay una lista sugerente, no exhaustiva, de los tipos de cosas que traemos a los momentos de sufrimiento que profundizan el dolor de lo doloroso a lo que nos enfrentamos.

1. Teología deficiente

Recuerda que todo ser humano piensa y vive teológicamente. Ya sea que lo sepas o no, llevas contigo una cosmovisión personal bien desarrollada que da forma a tu manera de interpretar y lidiar con todo lo que se te presenta. Esta cosmovisión da algún tipo de respuesta a preguntas como: ¿Quién es Dios? ¿Qué está haciendo? ¿Por qué está haciendo lo que está haciendo? ¿Quién soy? ¿Cuál es la razón de mi vida? ¿Cómo luce el vivir una vida exitosa? ¿Qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Por qué suceden ciertas cosas? ¿Dónde se encuentran la esperanza, el propósito y la motivación? Otra vez, esta no es una lista exhaustiva sino representativa de los tipos de preguntas que todo el mundo hace y de alguna manera responde. Ya que tus pensamientos siempre preceden y determinan tus acciones, la teología que llevas a los tiempos de sufrimiento y prueba es muy, muy importante. Permíteme darte dos ejemplos de cómo la mala teología empeora tu experiencia de sufrimiento.

El primero va así: Estoy sufriendo porque Dios me está castigando por mi pecado.

Sue tenía que lidiar no solo con una enfermedad muy grave que había invadido su cuerpo, sino también con culpa y vergüenza paralizantes. ¿Por qué?, puedes preguntar. Porque Sue estaba convencida de que su enfermedad era el castigo de Dios por las malas decisiones y elecciones que ella había tomado. En un momento en el que ella necesitaba correr hacia Dios, hizo lo mejor que pudo para esconderse de Él y esconderse de Su pueblo. Ella razonaba que su deber era soportar el castigo que merecía.

Claramente, el pensar como Sue está arraigado en una teología muy mala. El mensaje de la Escritura es que cada pieza de la culpa, la vergüenza y el castigo por nuestro pecado fue completamente y de una vez por todas llevado por Cristo. Esto significa que no hay más condenación para aquellos en Cristo Jesús (ver Romanos 8:1–4). Entonces nuestro sufrimiento no es punitivo, es decir, no es un castigo directo por los pecados que hemos cometido.

Que desalentador no solo pasar por circunstancias duras y tal vez incluso transformadoras, sino también pensar que estas pasando a través de esas cosas porque no has alcanzado el estándar de Dios. Es difícil acudir a Dios en busca de ayuda, descansar en Su cuidado, estar seguro de Su amor, y creer que Sus misericordias están constantemente disponibles y son nuevas cada día cuando estás convencido de que estás siendo castigado por Él. Y es difícil alcanzar la gracia de Dios cuando crees que te está dando lo que mereces. La Biblia nunca interpreta nuestro sufrimiento de esta manera; de hecho, enseña lo contrario. En lugar de que el sufrimiento esté conectado con las cosas malas que hemos hecho, la Escritura conectan las pruebas y dificultad con las cosas buenas que Dios quiere para nosotros y está obrando para producir en nosotros (ver Santiago 1:2–4).

El segundo ejemplo se deriva de una mala comprensión de Romanos 8:28, que dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Lamentablemente, este versículo ha sido interpretado por muchos como una promesa de que todo lo que pase se convertirá en algo bueno al final. Esta interpretación lleva a las personas a abrigar expectativas poco realistas de un final feliz de algo que están sufriendo y al hacerlo, les hace pensar que Dios ha fallado en cumplir lo que prometió cuando el sufrimiento continúa o los deja con vidas que alteradas para siempre.

Jim estaba seguro, por lo que se le habían enseñado que Romanos 8:28 prometía, que lo que había perdido seguramente le sería devuelto. Debido a un fraude de alguien en quien confiaba, Jim había perdido todo por lo que había trabajado. Pasó de ser un rico ejecutivo a un obrero por hora, y durante los primeros años él era motivado por el pensamiento de que todo terminaría para lo mejor. Pero a medida que transcurría año tras año, Jim se tornaba más desanimado y enojado. Se alejó de su grupo pequeño de estudio y finalmente dejó de ir a la iglesia por completo. La amargura hacia Dios vino de entender erróneamente las expectativas, y esas expectativas al final tuvieron un impacto mucho mayor en la vida de Jim que la terrible pérdida que él había sufrido.

Cuando las personas toman Romanos 8:28 fuera de su contexto inmediato, entienden que significa algo que no significa. La manera de entender cualquier pasaje de la Biblia es recordar que la Escritura interpreta la Escritura. La clave para entender la verdadera esperanza de este pasaje es entender el “bien” del que Pablo está escribiendo. Los versículos 29 y 30 nos lo dicen. El “bien” que está garantizado en este pasaje es nuestra redención. Incluso antes de que Él creara el mundo, Dios tomó la decisión de que su obra en nosotros sería completada sin importar qué. Esto significa que la gracia a la que tú y yo nos extendemos en nuestros tiempos de dificultad nunca es inestable o está en riesgo; es una expresión presente de un plan que se estableció antes de que comenzara este mundo. Es tan bueno saber que cuando las cosas en ti y alrededor de ti han sido dañadas o afectadas, nada puede dañar, interrumpir, o detener tu verdadera seguridad, que se encuentra en Dios y Su gracia derramada para ti. Este entendimiento correcto de este maravilloso pasaje da esperanza incluso cuando miras a tu alrededor y no tienes esperanza.

Te he dado solo dos ejemplos de la poderosa influencia que la teología deficiente tendrá en la forma en que sufres lo que ya es duro por sí solo. Sue y Jim no solo estaban sufriendo sino también eran víctimas de la mala teología que trajeron a esa dificultad.

2. Dudar de Dios

El sufrimiento no cambia tanto tu corazón como expone lo que ha estado en tu corazón todo este tiempo. La dificultad tiene una habilidad asombrosa para revelar lo que hay dentro de nosotros. Las pruebas revelan tus verdaderos pensamientos y deseos, donde has estado buscando vida, donde has estado buscando sentido, y donde has mirado para darte esperanza. El sufrimiento siempre expondrá la verdadera naturaleza de tu relación y comunión con Dios. No diré mucho aquí, porque un capítulo posterior está dedicado a este tema, pero tu sufrimiento será aún más doloroso si cuestionas la presencia, las promesas, bondad, o fidelidad de Dios.

3. Expectativas poco realistas de la vida

Escribí en este primer capítulo sobre mis expectativas poco realistas, pero quiero poner este tema de expectativas poco realistas en dos categorías que creo que permanecen sin ser reconocidas y sin ser abordadas por muchos. Primero está la expectativa de que lo que es, siempre será. En Romanos 8:21 leemos que el mundo en el que vivimos ahora está en “esclavitud de corrupción”. Pablo quiere decir que la decadencia es una realidad siempre presente. Nada permanece igual. Los cuerpos envejecen, las amistades se deterioran, los matrimonios se vuelven distantes, las iglesias caen en dificultades, los gobiernos se tambalean en corrupción. De alguna manera, de alguna forma, todas las cosas buenas a nuestro alrededor están bajo ataque constante. El cambio es una realidad constante. Pero todos tendemos a pensar que lo que tenemos hoy estará con nosotros mañana y las mañanas que sigan.

Lo segundo con respecto a las expectativas es que tendemos a no tomar en serio el dramático quebrantamiento del mundo en que vivimos. Romanos 8:22 nos dice que vivimos en un mundo que “gime”. Tú gimes cuando te sientes débil. Gimes cuando tienes dolor. Gimes cuando algo ha sido dañado. Gimes cuando estás desanimado. Gimes cuando te preguntas si lo que ha causado tu gemir nunca terminará. Gimes cuando no puedes encontrar palabras para expresar tus clamores. Si no tomas en serio la condición gimiente de nuestro mundo, vivirás con expectativas ingenuas de lo que será tu vida, no estarás preparado para los problemas que se te presenten, y serás susceptible a la miríada de tentaciones que vengan en tu camino.

4. Expectativas poco realistas de otros

Olvidamos que todos a nuestro alrededor son pecadores, que nadie tiene pensamientos consistentemente correctos, deseos completamente puros, o motivaciones regularmente puras. Incluso si estás rodeado de creyentes, es importante recordar que, aunque el poder dominante del pecado se ha roto en ellos, la presencia del pecado aún permanece, a pesar de que está siendo erradicado progresivamente por la gracia de Dios. Eso significa que todos pecan en nuestra contra, y todos pecamos contra otros. Todos nosotros lidiamos con malentendidos relacionales, conflictos, dolor, malos juicios, y rechazo.

Nunca funciona convertir a una persona en tu mesías personal. Nunca funciona el mirar a otro buscando tu identidad. Nunca funciona pedirle a las personas que te den sentido y propósito. No es realista mirar a alguien buscando paz interior. Las cosas nunca van bien cuando le pides a otro ser humano defectuoso que sea la fuente de tu felicidad. Hay un Mesías siempre fiel, y nadie alrededor ti es capaz de tomar Su lugar y hacer por ti lo que solo Él puede hacer.

El sufrimiento se intensifica cuando elevamos a las personas demasiado alto en nuestros corazones y luego nos fallan.

5. Orgullo

Por orgullo aquí, me refiero no al orgullo de la arrogancia sino al orgullo de la autosuficiencia. Hay muchas personas que, como yo, confunden la confianza en sí mismos con fe en Cristo. Estamos orgullosos de nuestra fuerza física y salud, nuestras mentes agudas, nuestras habilidades sociales, nuestra capacidad para liderar y controlar, y nuestros éxitos. De esta manera tendemos a tomar crédito de cosas que nunca podríamos producir o lograr por nuestra cuenta propia. Olvidamos que cada célula de nuestro cuerpo y cada neurona en nuestro cerebro depende de Dios. Olvidamos que todo el éxito que hemos logrado ha dependido de fuerzas que nunca podríamos controlar y olvidamos que todas nuestras habilidades naturales son dones de Dios. Tomar demasiado crédito siempre lleva a confiar demasiado en ti mismo.

Cuando vives autosuficientemente, y se te presenta lo inesperado, lo no planeado, lo no deseado, o lo doloroso. Entras en pánico porque de repente te enfrentas a tu pequeñez, tu debilidad, y vulnerabilidad. Entras en pánico porque te sientes desprevenido e incapaz. Entras en pánico porque las cosas están fuera de tu control. Entras en pánico porque no puedes entender o no puedes darle sentido a lo que está pasando Entras en pánico porque la salida no está clara. Entras en pánico porque simplemente no sabes qué hacer. El sufrimiento expone el peligro de la autosuficiencia. Nos recuerda que no fuimos diseñados para vivir independientemente sino en dependencia de Dios y otros.

Esto es verdad no solo porque el pecado ha entrado en el mundo; fue verdad de Adán y Eva en un mundo perfecto, porque así es como Dios diseñó a las personas para vivir.

6. Materialismo

Esta palabra pide definición. Por materialismo, no quiero decir que estás persiguiendo el ídolo de las cosas materiales, que siempre estás anhelando la siguiente cosa física. Estoy pensando aquí en nuestra tendencia a poner demasiado de nuestra seguridad y esperanza en las cosas físicas, en nuestra casa y las posesiones o la salud de nuestro cuerpo o en nuestro trabajo, cuenta bancaria o plan de jubilación. Todo ser humano busca su seguridad en algo. Cuando miras las cosas físicas buscando tu seguridad, y esas cosas te fallan o te son quitadas, pierdes esa sensación fundamental de bienestar que todos anhelan. No puedo decirte cuántas personas a las que he aconsejado que se perdieron a sí mismos cuando perdieron su trabajo.

El único lugar seguro para buscar bienestar de corazón robusto es el Creador. Las cosas materiales que Dios creó nunca pueden hacer por ti lo que solo Dios puede hacer. Cuando le has estado pidiendo a las cosas materiales que te den lo que nunca estuvieron destinadas para dar, la pérdida de esas cosas será un golpe aún más aplastante que la pérdida física.

7. Egoísmo

Como he dicho y escrito antes, el ADN del pecado es el egoísmo (ver 2 Corintios 5:15). El pecado nos hace pegarnos al centro de nuestro mundo y hacer que la vida se trate toda sobre nosotros. Nos hace reducir el campo de nuestras preocupaciones diarias a la pequeña agenda de nuestros deseos, nuestras necesidades, y nuestros sentimientos. El pecado nos hace ser impulsados por deseos egoístas, un espíritu de derecho, y una silenciosa lista de demandas. El pecado nos hace querer nuestro propio camino, querer la soberanía sobre cosas que no fuimos diseñados para controlar, y querer coaccionar a otros al servicio de nuestra agenda. Ninguno de nosotros, en este lado de la eternidad, es capaz de escapar completamente del egoísmo del pecado. Esta tendencia del corazón hacia el egoísmo funcional siempre hace más difícil el sufrimiento.

El sufrimiento nos confronta con el hecho de que la vida no se trata de nosotros sino de Dios. No se trata de nuestra gloria sino de la Suya. No es primero sobre nuestro placer sino sobre el suyo. No se trata de nuestros planes para nosotros sino de Su voluntad para nosotros. No se trata de nuestro control sino del Suyo. No de nuestros pequeños reinos, sino de los Suyos. No se trata de nuestros éxitos, sino sobre el despliegue de Su majestad. Si la vida fuera sobre nosotros y fuera controlada por nosotros, veríamos que hacer para nunca sufrir. La crisis de fe que a menudo acompaña el sufrimiento es el resultado de una colisión entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios y nuestra gloria y Su gloria. En nuestro egoísmo nosotros no podemos ver el sufrimiento de ningún tipo como algo bueno, así que empezamos a cuestionar si Dios, quien lo ha permitido en nuestras vidas, es bueno. Ponerte a ti mismo en el centro hará que los problemas que enfrentes sean tanto más problemáticos.

Sara estaba enfrentando cosas muy duras. Su marido había conspirado en su contra y la había abandonado, ella había perdido la custodia de sus hijos, y había quedado financieramente indigente. Lo que le habían hecho era algo horrible, pero su devastación emocional y espiritual era el resultado no solo de las terribles injusticias que se le habían hecho, sino también de creencias críticas que ella había llevado a esos agravios. Sara era creyente, pero en términos reales, Dios no era ni la fuente de su seguridad ni de su esperanza. Se había casado con la riqueza y el lujo; ella tenía una hermosa casa y un gran círculo de amigos. Era la buena vida, no el evangelio, que la levantaba cada mañana. Eran todas las cosas a su alrededor y todas las cosas que experimentaba que la hacían feliz. El evangelio de Jesucristo era su teología, pero no proporcionaba seguridad a su corazón o conducía la manera en que ella vivía. Ella entendía que había sido perdonada por gracia y que pasaría una eternidad con el Señor, pero había una enorme brecha en medio de su comprensión del evangelio. Así que su vida se convirtió en su mesías personal, dándole lo que nunca fue destinada para dar.

Cuando Henry salió para nunca volver y tomó literalmente todo con él, Sara no perdió solo a Henry, la casa, y los niños, ella se perdió a sí misma. Mientras escuchaba a Sara hablar, me di cuenta de que lo que hizo que este horrible pecado contra ella fuera aún más devastador, fue que al perder todas estas cosas, Sara perdió a su salvador funcional, y al perder a su salvador funcional, ella perdió su voluntad de continuar. Y fue cuando Sara se apoderó de esta verdad que su corazón comenzó a elevarse, su esperanza comenzó a volver, y ella decidió vivir de nuevo. Realmente es cierto que nunca llegamos con las manos vacías a ninguna experiencia. Y seguramente siempre arrastramos algo al sufrimiento que entra por nuestra puerta. ¿Qué de ti? ¿Que llevas cargando que tiene el poder de causarte problemas en tus propios problemas? ¿Qué tiene el poder para permitirte olvidar que sin importar lo doloroso que sea lo que estés soportando, como hijo de Dios te es imposible soportarlo todo por ti mismo? El que creó este mundo y lo gobierna con sabiduría, justicia y amor está en ti, contigo y por ti, y nada tiene el poder para separarte de Su amor.

Sufrimiento

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