Читать книгу La gerontología será feminista - Paula Danel - Страница 11

Оглавление

INTRODUCCIÓN

Mónica Navarro y Paula Danel

GÉNESIS

…Y mientras Adán dormía, tomó una de sus costillas… y con ella creó una mujer…

…hoy decimos con el huesito miserable que nos tiraron, miren en lo que nos hemos transformado.

Mirta Krevneris

Este trabajo es una invitación a transitar un análisis que nos permita viabilizar y aperturar la cuestión de la intersección género y edad, como base para producir otras articulaciones -posibles- en torno a la opresión de género. En esta apuesta, nos alejamos de la idea de enmarcar la edad en el género y desde allí explicar las vidas de las mujeres mayores. En tal sentido, enunciamos las diferentes epistemologías que se han construido en relación a las sujetas del feminismo, y hoy se ponen en juego para pensar a las mujeres mayores en sus múltiples posiciones.

Los alcances del pensamiento feminista, sus diferentes expresiones políticas y sus desarrollos teóricos son producto de un proceso historizante del género que nos permite situarnos para dar cuenta de lo urgente que resulta abordar género y edad.

A ese respecto es clave recobrar el camino trazado por los movimientos feministas y observar que, cada uno en su tiempo, se ha concentrado sobre distintos objetivos y, claramente, sobre diferentes concepciones acerca de las relaciones de desigualdad que afectan a las mujeres desde tiempos inmemoriales.

Como muestra de ello en la denominada Primer ola del Feminismo encontramos una recordada cita de Mary Wollstonecraft en Inglaterra, S.XVIII: “No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas” (Bedía,1994:22). Esta expresión daba cuenta de la tutela masculina sobre las mujeres, quienes tenían un poder incuestionable sobre ellas. Estos primeros desarrollos conceptuales así como los movimientos organizados buscaron la abolición de los privilegios de los hombres y alcanzar derechos básicos para las mujeres.

La denominada segunda ola, avanzó sobre el reclamo del sufragio universal, la educación, el trabajo de las mujeres y los derechos y deberes matrimoniales equiparables a los de los varones. Se caracterizó como “el feminismo de la igualdad”.

Aquí se encuentran los aportes de Simone de Beauvoir que promediando el siglo XX rompía con la romantización de la mujer y la etiqueta de sexo débil y afirmaba que “Una no nace mujer, se hace”. Con esta célebre frase Beauvoir invita a pensar la diferenciación sexo-género en el marco de la construcción social. Femenías (1998:11) señala que si bien “apela a una explicación voluntarista del género” ello da lugar a reflexionar sobre el proceso de autoconstrucción del género en el marco de posibilidades desplegadas culturalmente y en relación a la agencia que posibilita esa construcción. Es por ello, Beauvoir, precursora de los estudios de género, ya que no hay pensamiento feminista que no la referencie, aún para contraargumentar. Siguiendo de alguna manera este itinerario de la epistemología de género en una línea de tiempo, diremos que, el reclamo por derechos sociales en el marco de los Derechos Humanos dio lugar a la llamada tercera ola en la segunda mitad del Siglo XX y comienzos del XXI. Dentro de los amplios desarrollos que comprenden, los debates teóricos y los diferentes espacios de militancia de género, en términos generales, se han centrado en el patriarcado y las desigualdades y en las discriminaciones sexo-género.

Podría señalarse, que el tema del derecho a decidir sobre el propio cuerpo se instala en nuestro país en una lucha que lleva varias décadas con figuras relevantes, como aquellas mujeres hoy mayores denominadas “pioneras”. Ellas construyeron espacios valiosos para llevar adelante varios temas en la agenda de género, entre ellos la discusión sobre el aborto. En tiempos que aguardan una nueva presentación al Congreso de un nuevo proyecto de ley de Interrupción Legal del Embarazo donde la lucha feminista trata de arrebatarle al Estado el poder sobre el cuerpo de las mujeres, acompañamos con énfasis la premisa que sostiene que nuestros cuerpos nos pertenecen, son nuestro primer territorio y exigimos soberanía sobre él, sin restricciones a las identidades de género, ni límites de edad.

En referencia a las cuestiones vinculadas a las identidades de género y los derechos de identidades gays, lesbianas, travestis y trans, aún hay mucho por lograr, sin dudas, estamos en tiempos de grandes debates. No obstante, es preciso destacar a Lohana Berkins quien trabajó intensamente para recuperar la identidad travesti:

Las travestis somos personas que construimos nuestra identidad cuestionando los sentidos que otorga la cultura dominante a la genitalidad (1).

El aporte que significa la construcción de las identidades disidentes pone en tensión el binarismo y las visibiliza como identidad política. Es un claro aporte que problematiza la intersección de identidades de forma clara y contundente:

A partir de la última década del siglo XX el travestismo ha concentrado la atención de la opinión pública latinoamericana. Me refiero a que el travestismo irrumpió en el espacio público de la mano de discursos biomédicos, policiales, sociológicos, jurídicos, políticos y periodísticos que funcionaron como disparadores en algunas ocasiones para discutir y en otras oportunidades para reforzar las dinámicas desigualadoras relacionadas con la identidad de género, la sexualidad, la raza, la clase social, la etnia, la religión, la edad, la ideología en diferentes contextos. De modo que cuando pensamos en el travestismo latinoamericano pensamos en un fenómeno complejo y dinámico y nos referimos a sujetas atravesadas por relaciones de privilegio y opresión propias de cada sociedad y de cada momento histórico particular (2).

Esta inclusión de la edad que realiza Lohana Berkins es un elemento central ya que muestra en forma dramática la violencia que afecta a las mujeres travestis y trans a partir de reconocer la corta expectativa de vida que afecta a este colectivo (3).

Con esto queremos señalar que, la edad transversaliza a todas las identidades, produce efectos diferenciales que son producto del orden de género que instaura el patriarcado y que es parte del pacto colonizador y neoliberal.

Es decir, la vejez de las mujeres se lee en clave de género.

Tomando en cuenta el momento actual de producción teórica y los debates desde la militancia de género, destacamos que algunas autoras, (Bidaseca, 2018) señalan que se encuentra en desarrollo la cuarta ola del feminismo, descrita como un movimiento epistémico que habilita la emergencia de un sujeto político descentrado, ya puesto de manifiesto por epistemologías queer y trans.

Es claro que más allá del consenso existente para definir el momento actual, las diferentes voces feministas interpelan los saberes sobre los cuerpos, las identidades esencializadas, los procesos identificatorios unidireccionales, la subjetividades patologizadas, las disidencias. Podría decirse que en el desarrollo epistémico actual se instala la idea de disidencia, corriéndose, alejándose de la liberal identificación de diversidades.

Aquí la pregunta entonces gira alrededor de ¿cómo conectar los aportes que han sido reveladores del impacto social de la edad incorporando un aspecto tan estructural como el género: ser mujer y vieja en determinados contextos?

¿Qué vacancias produjo el debate feminista en torno a las personas mayores? ¿El estudio de la vejez de las mujeres, en qué medida contribuye a los estudios de género?

Ciertamente, la agenda de género ha dejado un espacio sin enunciación en relación a las mujeres en edades pos reproductivas. ¿Pero esa vacancia tiene que ver con una concepción monolítica de la vejez y de las mujeres?

La interseccionalidad constituye un aporte para pensar en las mayores en sus múltiples posicionamientos, con sus trayectorias vitales diversas y con procesos de adscripción identitaria de intensidad variable. ¿Contamos con desarrollos teóricos que nos permitan explicar la heterogeneidad en las formas de envejecer? ¿Los modos desiguales de acceder a bienes materiales y simbólicos, aparecen en nuestras producciones gerontológicas dando cuenta de las desigualdades que viven las mujeres a lo largo de todo el curso vital?

Desde los estudios dentro del campo de la edad, encontramos que Moody comenta la existencia de:

...una extraña tentación estructuralista ha conducido en forma reiterada a la cosificación (reification) del tiempo vivido y un abandono del tiempo histórico hacia una sucesión atemporal de etapas de la vida. (González, J. G. H,1993 :7).

Pues entonces, en la búsqueda desde los estudios de género y las epistemologías feministas asumimos junto a Scott que:

género sigue siendo útil sólo si va más allá de este enfoque, si se toma como una invitación a pensar de manera crítica sobre cómo los significados de los cuerpos sexuados se producen en relación el uno con el otro, y cómo estos significados se despliegan y cambian. El énfasis debería ponerse no en los roles asignados a las mujeres y a los hombres, sino a la construcción de la diferencia sexual en sí. (Scott, 2010: 9)

Y en ese sentido, nos preguntamos desde estas ideas de género, desde estas búsquedas de los significados de los cuerpos sexuados ¿Qué producciones la gerontología ha producido en clave disruptiva? ¿La gerontología hizo propio el debate de descentramientos binario? ¿Las y los mayores han sido mirados en su modo singular de autopercibirse? ¿Las diferencias sexuales y las relaciones asimétricas que el patriarcado y el capitalismo producen, han sido impugnadas desde la gerontología?

Arber y Ginn (1996) nos alertaban en su propicio libro “Relación entre género y envejecimiento” que es necesario considerar el género como base fundamental de la organización social, en la definición del status de las mujeres y los hombres al envejecer, de sus relaciones de poder y su bienestar. Es decir colocar el género en clave de estructuración al igual que la edad, la clase y la etnia.

Lawrence Cohen (1994) inaugura una propuesta de producción teórica denominada gerontología crítica, aunque claramente la criticidad había sido producida previamente en nuestra América. (4)

Por su parte, Moody (1988) afirma que la gerontología resulta un ensamblaje multidisciplinario de esquemas explicativos, en el que cada uno invoca términos teóricos que no se mueven dentro del mismo universo conceptual. La gerontología como disciplina se instala en un espacio liminar, de producción múltiple por lo que de acuerdo al mismo autor, es necesario un enfoque crítico que supere el estancamiento de la teoría gerontológica.

La Gerontología Crítica plantea que los constructos filosóficos y científicos surgen y sirven para recrear el variado ambiente socio-histórico y son, de algún modo, simples extensiones del conocimiento popular. En tanto y en cuanto los científicos sociales comparten el mismo horizonte pre-reflexivo, que sirve como soporte simbólico y material del mundo social que pretenden estudiar, esta perspectiva va a sostener la influencia (e influjo) de las creencias, los valores epocales, los significados contextuales y la cosmovisión de una sociedad dada, en las construcciones conceptuales que estos elaboren para describir y explicar el envejecimiento y la vejez. (Yuni y Urbano, 2008: 154)

La misma, se orienta a:

»Desnaturalizar el apego biologicista en la explicación de los procesos de envejecimiento y vejez,

»Comprender la configuración socio histórica que configura, contornea y da lugar a las personas mayores,

»Analizar las posiciones estatales en la producción de lo público, de cara a pensar las políticas de vejez y gerontológicas,

»Identificar los rasgos estructurales que organiza la sociedad (clase, edad, género) y las prácticas sociales que se desarrollan en la contemporaneidad.

En la búsqueda de argumentaciones desde la gerontología, nos alerta Cohen (1994) sobre lo problemático que podría significar continuar presentando argumentos alarmistas en clave demográfica. En varias oportunidades, señalamos preocupación en torno a lo que significa que las formaciones sociales no tomen decisiones anticipadas de los procesos de envejecimiento. Esto termina aportando a la construcción del envejecimiento como problema y no como temática o realidad.

Sin dudas la investigación es una fuente fundamental para nutrir la construcción del campo de la edad en torno a estas cuestiones y no se trata sólo de desagregar datos por sexo sino de indagar acerca de los efectos del género en las vejeces.

Farré (2008:49) nos advierte que en la investigación del envejecimiento femenino:

No basta con el deseo bienintencionado de incluir a las mujeres en la investigación para que nos encontremos con una investigación de género y habilitadora (…) una investigación en la que la diferencia sexual sea una categoría central de análisis y suponga, por lo tanto, una explicación requiere mucho más que la simple tarea de “añadir” las mujeres a los datos, como una escueta información estadística. Hay que conocer, estudiar, iluminar los procesos que intervienen y que dan forma al hecho investigado.

Acordamos con la autora en que es preciso reconocer la diversidad y la pluralidad de experiencias que tienen las mujeres a lo largo de su vida, y a través de las generaciones, que las convierten en una variedad de modelos desde los cuales la vejez de las mayores puede ser mirada, y a través de ella, los procesos de construcción subjetiva que acontecen en interacción con la dimensión normativa en la sociedad.

En el sentido que señala Morris (1997) la exclusión de algunos grupos de las descripciones de las mujeres, hace que los análisis feministas sean incompletos. Si entendemos que el feminismo, en tanto objeto en disputa, está asociado con la capacidad y oportunidad de elegir y con el control y decisión sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, la invisibilización de algunos colectivos se torna preocupante.

El cruce de la Gerontología Crítica y los estudios feministas nos propone revisiones –profundas- tendientes a descentrar, a disputar significados, a producir otras narraciones y habitar nuevas escuchas. Nos invita a ponerle nombre a las formas en que resolvemos nuestros lazos sociales, nuestras interdependencias, y los modos en que asumimos y protagonizamos la afectividad, el amor y la sexualidad.

En un momento histórico para el feminismo en Argentina, más allá de la gran lucha de las jóvenes en las calles, se requiere una mirada libre de sesgo edadista mostrando que se trata de una revolución intergeneracional.

Sin las Ancestras feministas no podría haberse construido un movimiento de tal magnitud. Este pacto intergeneracional de las mujeres contra el patriarcado es un nuevo escenario que nos encuentra a todas resistiendo, vibrando, trabajando en el camino de cambiar el orden de género.

Por tal motivo, este libro apela a la retórica de nuestras luchas en tanto que si la gerontología no es feminista, implica que naturaliza relaciones sociales, invisibiliza opresiones y se desprende de las existencias corporales heterogéneas. Nuestra apuesta, nuestra pesquisa, es que la gerontología sea feminista y amplíe sus lugares de reflexión, sus espacios de enunciación y las banderas en búsqueda de la justicia social.

Sobre el libro

El libro está compuesto por nueve capítulos en la que las autoras asumen el debate antes expuesto (género y vejez) a la luz de preocupaciones previas que venían sosteniendo, abrazando y discutiendo.

La propuesta de la Editorial Fundación La Hendija de generar un libro que eche a rodar palabras en relación a los temas de envejecimiento y vejez, hizo posible el encuentro en un proyecto colectivo en el que asumimos el desafío de visibilizar el tema de las mujeres mayores en relación a los procesos de envejecimiento. Para esta empresa, la alianza sorora fue sustancial, encontrarnos en nuestros saberes y en nuestros interrogantes, animarnos a mirar aquello que no teníamos tan claro, y ponernos en diálogo desde nuestros no saberes.

En esa búsqueda colectiva que asumimos abrimos un espacio de interlocución interdisciplinaria, desde una perspectiva situada que se expresa a través de distintas voces en torno a la intersección de género y edad.

En el primer capítulo Viejas en el Género Mónica Navarro presenta debates profundos en relación al envejecimiento poblacional a nivel mundial, y la consecuente feminización de la vejez. En tal sentido, instala interrogantes provenientes de la Gerontología y del feminismo para discutir el procesamiento social del envejecimiento y los modos en que la espacialidad y la temporalidad se ponen en debate en relación a las mujeres mayores.

En el segundo capítulo Salud, dinero, amor y feminismos. Aportes y propuestas de los feminismos para la enunciación de las féminas mayores de Canela Gavrila, de manera lúcida y desafiante la autora nos propone pensar la heterogeneidad de ser mujer mayor desde debates clásicos del feminismo. Se interroga sobre las ausencias existentes para los imaginarios de las propias mujeres, y si el no saber cómo es ser adulta mayor desde la experiencia concreta y específica resulta una carencia inmóvil de incertidumbres o un desafío para la acción. Propone la autora la narrativa del yo como modo de hacer presente y visible las enunciaciones de las féminas mayores sobre su propia experiencia.

En el tercer capítulo Seguridad Social y Género de Milena Parama Bernal, la autora nos invita a reflexionar sobre el envejecimiento poblacional y la seguridad económica de la población mayor orientando el análisis hacia las revelaciones en relación a la protección social de las mujeres dada la femenización del envejecimiento. Nos instala un debate contextualizado, en el que nos propicia a reconocer una trayectoria del problema y las formas de inscripción en la agenda.

En el cuarto capítulo Las mayores en el cuidado, Mónica Navarro nos desafía diciendo que “La longevidad pone a prueba los vínculos, las instituciones, también las políticas públicas, pero, sobre todo, nos interpela acerca de un sector de la sociedad que se encuentra caracterizado por la diversidad de sus componentes, y que es objeto de discriminación por edad”. Nos invita a preguntarnos por el género, transversalizar el mismo, inestabilizarnos con las articulaciones conceptuales de género y edad, y desde allí interrogar las certezas. La propuesta es publificar el cuidado, desfemenizarlo y asumir la heterogeneidad de ser mujer mayor.

El quinto capítulo Mujeres mayores en situación de dependencia: cruces interseccionales de Paula Danel nos invita a pensar el envejecimiento como experiencia inédita y la femenización del mismo como necesaria de ser puesta en indagación. Trabaja las ideas de cuidados progresivos, posiciones diferenciales, intervenciones estatales y género. La idea es pensar desaprendiendo aquello que las y los gerontólogos hemos generado sobre quiénes cuidan a los viejos y las viejas.

En el sexto capítulo La anticipación de la vejez en la mediana edad: el caso de las mujeres Sandra Sande, desde Uruguay, nos convida con los hallazgos de su tesis doctoral en torno a cómo las personas de la mediana edad anticipamos nuestra vejez y los procesos socio-históricos y subjetivos que se desatan en el caso de las mujeres. Con gran profundidad la autora nos pone en diálogo con la psicogerontología y con los debates producidos desde las ciencias sociales.

En el séptimo capítulo Ancestras: de los estereotipos al reconocimiento, Mónica Navarro ofrece un sólido argumento teórico para pensar las luchas por el reconocimiento de las mujeres con especial énfasis en las mayores, y cómo desde esas luchas colocar los desafíos de la Universidad Pública para propiciar los diálogos de saberes.

En el octavo capítulo Experiencias de Ancestras como intervención e investigación las autoras pertenecientes al Equipo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) realizan un análisis preliminar del Programa Ancestras sus emergentes y resonancia en el desarrollo de sus diversas actividades en territorio.

En el noveno capítulo Territorio como espacio de disputas: las mujeres mayores protagonizando lo público, Paula Danel nos propone una revisión crítica de las categorías de territorio, de intervención, de comunidad y de las formas en que las mujeres producen liderazgos desde los Centros de Jubilados y Pensionados.

Finalmente, creemos que este libro es una apuesta a ponernos en diálogo, disputar, romper y rearmar. Retomando a una valiosa colega proponemos “un posicionamiento crítico que reivindique la vejez como un tiempo y lugar habitable a través de procesos de apropiación de la misma, y hacia una sociedad para todas las edades”. (Ludi, 2013:10). Y agregaremos para todos los géneros y buscando democratizar el goce (5).

Nos quedan otros debates a transitar, otros posicionamientos e intersecciones a las que aportar en su visibilidad. En este camino somos varias las intelectuales y militantes que nos entrelazamos, asumiendo nuestras certezas y nuestros no saberes. Nos abrimos expectantes a la lectura de estos textos, que asumen que otras temporalidades se pondrán en juego, otras vías de entrada, de transcurrir, de salida y otros diálogos que desde nuestras escrituras no habían sido pensadas.

“... Y ahora que estamos juntas / Y ahora que sí nos ven / abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. / y ¡arriba el feminismo que va a vencer!”.

1. Disponible en http://www.hemi.nyu.edu/journal/4.2/por/po42_pg_berkins.html

2. Disponible en: http://www.hemi.nyu.edu/journal/4.2/por/po42_pg_berkins.html

3. Susy Shock activista, artista trans, ha señalado “Nuestra venganza es llegar a viejas”.

4. Reconocemos los antecedentes críticos desde la configuración de los estudios de Trabajo Social argentino en el campo gerontológico, y los estudios de la psicogerontología.

5. Para ampliar sobre este tema sugerimos leer: http://pajarorojo.com.ar/?p=11810

La gerontología será feminista

Подняться наверх